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Notas sobre Maquiavelo, sobre política v sobre el estado moderno (55)

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pe el exterior, como documenta el mismo concordato), se empeña 
en promover aquel consenso de una parte de los gobernados que 
el Estado explícitamente reconoce no poder obtener con medios 
propios; he aquí en qué consiste la capitulación del Estado, por qué 
de hecho acepta la tutela de una soberanía exterior, a la que reco­
noce prácticamente su superioridad. La misma palabra "concor­
dato" es sintomática ... 
Los artículos publicados en los Nuovi Studi sobre el Concor­
dato son de lo más interesantes y se prestan fácilmente a la refu­
tación. (Recordar el "tratado" firmado por la república democrá­
tica georgiana luego de la derrota del general Denikin.) 
Pero en el mundo moderno ¿,qué significa prácticamente la 
situación creada en un Estado por las estipulaciones concordatarias? 
Significa reconocer públicam<Snte a una casta de ciudadanos del 
mismo Estado detmminados privilegios políticos. La forma no es 
ya la medieval, pero la sustancia es idéntica. En el desarrollo de 
la historia moderna, esa casta había visto atacado y destruido un 
monopolio de función social que explicaba y justificaba su existen­
cia, el monopolio de la cultura y de la educación. El concordato 
reconoce nuevamente este monopolio, aunque sea atenuado y con­
trolado, por cuanto asegum a dicha casta posiciones y condiciones 
preliminares que con sus solas fuerzas, con la intrínseca adhesión 
de su concepción del mundo a la realidad, no podría mantcm•r. 
Se comprende entonces la lucha sorda y sórdida de los intelec­
tuales laicos y laicistas contra los intelectuales de casta por salvar 
su autonomía y su función. Pero es innegable su intrínseca capi­
tulación y su distanciamiento del Estado. El carácter ético de Ull 
Estado concreto, de un deternlinado Estado, es definido por su 
legislación efectiva y no por las polémicas de los francotiradore" 
de la cultura. Si éstos afirman "el Estado somos nosotros", afirman 
sólo que el llamado Estado unitario es únicamente "apodado así", 
ya que de hecho existe en su seno una escisión muy grave, tanto 
más ·grave cuanto la afirman implícitamente los legisladores y 
gobernantes al decir que el Estado es, al mismo tiempo, el de las 
leyes escritas y aplicadas y el de las conciencias que íntimamente 
no reconocen aquellas leyes como eficientes y buscan sórdidamente 
vaciarlas (o al menos limitarlas en su aplicación) de contenido 
ético. Se trata de un maquiavelismo de pequeños politiqueros; de 
allí que los filósofos del idealismo actual, especialmente los de la 
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sección de papagayos amaestrados de los Nuovi Studi, puedan ser 
ronsiderados las más ilustres víctimas del maquiavelismo. Es útil 
estudiar la división del traba-jo que se trata de establecer entre la 
msta y los intelectuales laicos; a la primera es cedida la formación 
intelectual y moral de los más jóvenes (escuelas elementales y 
medias), a los segundos el.desarrollo ulterior dCJ joven en la Uni­
versidad. Pero la escuela universitaria no está sometida al mismo 
régimen de monopolio que impera en la, enseñanza media y ele­
mental. Existe la Universidad del Sagrado Corazón y podrán ser 
organizadas otras universidades católicas equiparadas en todo a las 
<!Statales. Las consecuencias son obvias: la escuela elemental y 
medía es la escuela popular y de la pequeña burguesía, estratos so· 
cíales monopolizados educativamente por la casta, ya que la mayo­
ría de sus elementos no llegan a la Universidad, vale decir, no 
conocerán la educación moderna en su fase superior crítico-histó­
rica, sino únicamente la educación dogmática. 
La universidad es la escuela de la clase (y del personal) diri· 
gente, es el mecanismo a través del cual se produce la selección de 
los individuos de las otras clases para ser incorporados al personal 
gubernativo, administrativo, dirigente. Pero con la existencia en 
paridad de condiciones de universidades católicas, la formación de 
este personal no será ya unitaria y homogénea. La casta, en las 
universidades propias, realizará una concentración de cultura laico­
religiosa como no se veía desde hace muchos decenios y se encon· 
trará de hecho en condiciones mucho mejores que la concentra· 
ción laico-estatal. En efecto, no es comparable ni lejanamente la 
eficiencia de la Iglesia, que como un solo bloque sostiene a su 
propia universidad, con la eficiencia organizativa de la cultura lai­
ca. Si el Estado (aun en el sentido más vasto de sociedad civil) 
no se expresa en una organización cultural según un plan centra­
lizado y no puede tampoco lograrlo, porque su legislación en mate­
ria religiosa es lo que es y su carácter equívoco no puede dejar de 
favorecer a la Iglesia dada su estructura maciza y el peso relativo 
y absoluto que de ella se deriva, y si los títulos de los dos tipos de 
universidades son equiparados, es evidente que se tenderá a que 
las Universidades católicas se conviertan en el mecanismo selectivo 
de Jos elementos más capaces e inteligentes de las clases inferiores 
que es preciso incorporar al personal dirigente. 
Favorecerán esta tendenda' el hecho de no existir discontinui­
dad educativa entre las escuelas medias y la universidad católica, 
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mientras que tal discontinuidad existe en la universidad laico-esta· 
tal y el hecho de que la Iglesia, en toda su estructura, está prepa­
rada pura este trabajo de elaboración y selección desde abajo. La 
Iglesia, desde este punto de vista, es un organismo perfectamente 
democrático (en sentido paternalista). El hijo de un campesino o 
de un artesano, si es inteligente y capaz y si es lo bastante dúctil 
como para dejarse asimilar por la estructura eclesiástica y para 
sentir el particular espíritu de cuerpo y de conservación y la vali­
dez de los intereses presentes y futuros, puede, teóricamente, con· 
vertirse en cardenal o en papa. Si en la alta jerarquía eclesiástica el 
origen democrático es menos frecuente de lo que podría ser, esto 
ocurre por razones complejas, en las que sólo parcialmente' gravita 
la presión de las grandes familias aristocráticas católicas o la razón 
de Estado (internacional). Una razón muy poderosa es la siguien­
te: muchos seminarios están bastante mal preparados y no pueden 
educar completamente al hombre de pueblo inteligente, mientras 
que el joven aristocrático desde su mismo ambiente familiar recibe 
sin esfuerzo de aprendizaje una serie de aptitudes y de cualidades 
que son de primer orden para la carrera eclesiástica, tales como la 
tranquila seguridad de la propia dignidad y autoridad y el arte de 
tratar y gobernar a los demús. 
Un motivo de debilidad de la fglesia en el pasado consistía 
en que la religión otorgaba escasa posibilidad de carrera fuera 
de la eclesiástica; el propio clero estaba deteriorado cualitativa­
mente por las "escasas vocaciones" o por las vocaciones que se 
daban únicamente entre los elementos intelectualmente subalter­
nos, Esta crisis era ya muy visible antes de la guerra; era un aspec­
to de la crisis general de las carreras a renta fija con planteles len­
tos y pesados, vale decir de la inquietuJ social del intelectual subal­
terno abstracto (maestros, docentes medios, curas, etc.) en la que 
obmba la competencia de las pmfesiones ligadas al desarrollo de 
la industria y de la organización privada capitalista en general 
(periodismo, por ejemplo, que absorbe muchos educadores, <:>te.). 
Había comenzado ya la invasión de las escuelas normales y de las 
universidades por parte de las mujeres y con ellas de los sacerdo­
tes, a los cuales la curia (luego de la ley Credaro) no podía prohi­
bir que se procurasen un título público que les permitiese concu­
rrir también a los empleos del Estado y aumentar así la "finanza" 
individual. Muchos de estos curas, apenas obtenido el título pú­
blico, abandonaron la Iglesia (durante la guerra, por las movili-
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zaciones y el contacto con ambientes de vida menos sofocantes y 
estrechos que los eclesiásticos, este fenómeno adquirió cierta am­
plitud). 
La organización eclesiástica sufríapor consiguiente una crisis 
constitucional que pudo ser fatal para su poder, si el Estado hu­
biese mantenido íntegra su posición de laicismo, aun sin necesidad 
de una lucha activa, En la lucha entre las formas de vida, la Iglesia 
tendía a perecer automáticamente, por agotamiento propio. El Es­
tado salvó a la Iglesia. 
Las condiciones económicas del clero fueron mejoradas mien­
tras el nivel de vida general, especialmente el de las capas medhs, 
em:;:>coraba. El mejoramiento ha sido tal que la• "vocaciones" se han 
multiplicado maravillosamente, impresionando al propio pontifice, 
que las explicaba por la nueva situación económica. La base de la 
elección de los elementos idóneos para el clericato ha sido am­
pliada, permitiendo así mayor rigor y exigencia cultural. Pero la 
carrera eclesiástica, a pesar de ser el fundamento más sólido de la 
potencia vaticana, no agota sus posibilidades. La nueva estructura 
escolar permite la introducción en el personal dirigente laico de 
células católicas compuestas por elementos que deben su posición 
solnmente a la Iglesia, y que se irán reforzando cada vez más. Hay 
que pensar que la infiltración clerical en la estructura del Estado 
aumentará progresivamente ya qu<' la Iglesia es imbatible en ei 
arte de seleccionar a los individuos y de tenerlos permancntem!'ntc 
ligados a ella. Contmlando los liceos y las demás escuelas medias, 
a tm,,és de sus fiduciarios, la Iglesia seguirá, con la tenacidad que 
k es característica, a los jóvenes de las clases pobr<:>s y les ayudará 
a continuar sus estudios en las universidades católicas. Becas de 
estudio subvencionadas por los internados organizados con la má­
xima economía, junto a las universidades, permitirán esta acción. 
La Iglesia. <:>n su etapa actual, con el impulso dado por el pon­
tífice a la Acción Católica, no puede limitarse sólo a producir cu· 
ras; desea penetrar en el Estado (recordar la teoría del gobierno 
indir<:>cto elaborada por Bcllarmino) y por eso necesita laicos, ne­
cesita una concentradón de cultura católica representada por lai­
cos. ll1uehas personalidades pueden transformarse en auxiliares de 
la Iglesia, más valiosos como profesores de la Universidad, como 
altos funcionarios de la administración, que como cardenales u 
obispos. 
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