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Aristoteles Retorica-páginas-2

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VII
nales. Pero, como veremos, Platón no podía satisfacerse en 
la retórica y hasta negó que fuera una de las artes. Como la 
retórica había osado plantear batalla a la propia filosofía, 
el filósofo resolvió negarle la calidad de arte.
Y, sin embargo, apenas comenzó el pensamiento en Gre­
cia a elaborar sus actividades, se formó una teoría de este 
arte.
Aristóteles (fr. 65 R.2) comenzó por creer que el inven­
tor de la retórica fué Empédocles. Esta opinión pudo pre­
venir del hecho de que Gorgias, el que trajo el maravilloso 
arte a Atenas, era tenido por discípulo del filósofo de Agri­
gento. Pero más tarde (fr. 137 R.2) cf. Ref. sof. 33, 183 b 
31) parece que el Estagirita rectificó; de él proviene, entre 
otros (1), un texto de Quintiliano (III 1, 8) en que aparece 
ya limitádo el papel de aquél: nam primus post eos quos poe­
tae tradiderunt mouisse aliqua circa rhetoricen Empedocles 
dicitur. Artium autem scriptores antiquissimi Corax et Tisias 
Siculi, quos insecutus est uir eiusdem insulae Gorgias Leon­
tinus, Empedoclis, ut traditur, discipulus.
De todas maneras, a Sicilia nos llevan todas las indica­
ciones sobre los orígenes de la retórica, especialmente de la 
retórica como enseñanza sistemática y sujeta a un «arte».
Hay indudablemente una íntima conexión entre el des­
arrollo de la retórica y un régimen político donde el uso de 
la palabra alcance su pleno valor. La ίσηγορία o «igualdad 
<de derecho a la palabra» hacía necesario a todo ciudadano 
que aspirase a intervenir en la dirección de los negocios pú­
blicos adquirir prâctiça en la oratoria. Antifón (fr. 1 [II- 
III] del περί μεταστάσεως) hace ver en su defensa que el 
orador tiene un papel mucho más importante en la demo­
cracia que en la oligarquía.
Con la importancia creciente de la palabra llegóse a ha-
(1) Véase Radermacher Art. scriptoree, p. 11 ea.
¥111
cer de ella una profesión, y así comenzaron a existir abo­
gados y oradores que representaban a otro o le proporcio­
naban, para que se los ¿prendiera y recitara, hechos los 
discursos que podía necesitar.
Las- circunstancias políticas impusieron antes en Sicilia 
que en la Grecia propia el desarrollo de la oratoria. La evo­
lución constitucional de Siracusa viene a coincidir tal vez 
con ecos de la dialéctica de los eleatas. Allí sabemos que la 
retórica espontánea obtuvo las primeras· reglamentaciones 
y ejercicios prácticos. Es precisamente nuestro autor quien 
nos da estas noticias: al desaparecer los tiranos (Hierón 
muere en 468, en 466 es expulsado de Siracusa Trasíbulo), 
como muchas veces no estuviera ya clara la propiedad de 
las cosas particulares, de las disputas sobre ella nació el 
arte retórica cuyos preceptos escribieron Górax y Tisias.
No resulta fácil imaginar lo que pudo ser un arte retóri­
ca escrita en tiempo tan lejano como los mediados del si­
glo v. l .*bía constar de ejemplos al lado de preceptos (1) y 
desconocemos cómo Tisias y Córax eran sus autores: no 
está excluida una colaboración, o bien fué el primero el que 
la redactó con materiales procedentes de la enseñanza oral 
del segundo (2). De todos modos aquel fué el primer arte (3) 
que sirvió de modelo a un increíble desarrollo escolar, con­
tinuado fielmente mientras duró Bizancio, y que a través 
de la enseñanza en latín llegó a resistir el empuje del ro­
manticismo. Sabemos que Aristóteles, como ya antes Pla­
tón, había leído este primer arte. En el Fedro (273 b) tene­
mos una coincidencia con la presente obra (II 24, 1402 a
(1) Cf. G. Reichelt Quaestiones progymnusmaticae, Diss, Leipzig, 1909, p. 40, 
cit. en W, Schmid Qesch. der gr. Lit. I 3, p. 91, n. 9; los testimonios los reúne Ra- 
dermacher Artium s c r i p t p. 28 ss.
(2) O. Navarre Essai sur la Rhétorique grecque avant Ari-stote, p. 14.
(3) Que Aristóteles Ref. Sof. 34, 183 b 31 hable de otros πρώτοι no debe en- 
 ̂tenderse de otras artes anteriores (Schmid op. cit. I 3, p. 91, n. 10), sino simplemen­
te de los precedentes generales, en Homero, por ejemplo.

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