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Gobernanza_Regional_de_Genero

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GOBERNANZA REGIONAL DE GÉNERO
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GOBERNANZA
REGIONAL DE GÉNERO
Aportes de OEA y MERCOSUR,
1990-2015
Martina Ferretto
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Ferretto, Martina Manuela
Gobernanza regional de género : aportes de OEA y MERCOSUR,
1990-2015 / Martina Manuela Ferretto. – 1a ed. – Ciudad Autónoma de
Buenos Aires : Martina Manuela Ferretto, 2021.
Libro digital
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-88-1549-7
1. Ciencia Política. 2. Política Latinoamericana. 3. Cooperación
Internacional. I.
Título.
CDD 327.1098
ISBN: 9789878815497
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
Gobernanza Regional de Género
TeseoPress Design (www.teseopress.com)
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Índice
Resumen.............................................................................................9
Abstract ........................................................................................... 11
Agradecimientos........................................................................... 13
Dedicatoria..................................................................................... 15
Introducción .................................................................................. 17
1. Las mujeres como sujetas de derechos y ciudadanas
del desarrollo. Algunos antecedentes en la arena
internacional.................................................................................. 25
2. Conceptos y metodología ...................................................... 43
3. La OEA y el MERCOSUR bajo la lupa .............................. 65
Conclusiones. Aportes a la Gobernanza Regional de
Género ............................................................................................. 93
Bibliografía ................................................................................... 105
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Resumen
Prevenir, sancionar y erradicar las violencias por razones
de género, así como, incorporar un enfoque para ello en el
diseño de las políticas, se configuran en los últimos años
como los principales ejes de los debates en el ámbito global,
como parte integral de los derechos humanos, el desarrollo
social sostenible y las democracias. Las declaraciones inter-
nacionales como la de Naciones Unidas en 1993 para eli-
minar esta violencia en particular contra las mujeres, indica
un consenso mundial emergente sobre la naturaleza del
problema (Van der Vleuten, et al, 2020) así como también
las Conferencias Internacionales y, las redes regionales de
activistas conformadas durante esos años. Si bien, las orga-
nizaciones intergubernamentales no son intrínsecamente
sensibles al género, a partir de la década del 90 comenzaron
a prestarle mayor atención, en gran parte por la influencia
del movimiento de mujeres y feministas que incidió en estos
espacios. En América Latina y el Caribe, estos temas tienen
una resonancia más fuerte debido a que registra uno de
los índices más altos de violencia y desigualdad por razo-
nes de género en comparación a otras regiones del mundo
(PNUD, 2019; CEPAL, 2018). La OEA y el MERCOSUR,
no son ajenas a estos procesos y forman parte del complejo
entramado regional. Este estudio sostiene que ambas orga-
nizaciones contribuyen a la gobernanza regional de género,
porque han logrado construir herramientas útiles para la
promoción y protección de reglas que buscan erradicar la
violencia y fomentar la igualdad y equidad de género. Se
identifican y analizan los aportes que hacen estas dos orga-
nizaciones entre los años 1990 y 2015.
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Abstract
Preventing, punishing and eradicating gender-based vio-
lence, as well as incorporating a gender-based approach in
the design of policies, have become the main focus of global
debates in recent years, as an integral part of human rights,
sustainable social development and democracies. Interna-
tional declarations such as that of the United Nations in
1993 to eliminate this violence, particularly against women,
indicate an emerging global consensus on the nature of the
problem (Van der Vleuten, et al, 2020) as well as the inter-
national conferences and regional networks of activists for-
med during those years. Although intergovernmental orga-
nizations are not intrinsically sensitive to gender, from the
1990s onwards they began to pay greater attention to it,
largely due to the influence of the women’s and feminist
movement that influenced these spaces. In Latin America
and the Caribbean, these issues have a stronger resonance
due to the fact that it registers one of the highest rates of
gender-based violence and inequality compared to other
regions of the world (UNDP, 2019; ECLAC, 2018). The
OAS and MERCOSUR are no strangers to these proces-
ses and are part of the complex regional framework. This
study argues that both organizations contribute to regional
gender governance, because they have managed to build
useful tools for the promotion and protection of rules that
seek to eradicate violence and promote gender equality and
equity. The contributions made by these two organizations
between 1990 and 2015 are identified and analyzed.
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Agradecimientos
La elaboración de esta tesis representa un desafío personal de
constantes aprendizajes e inspiraciones de aquellas autoras y
activistas,muchasaquífueroncitadas,quedejanverensuspala-
brasescritas ungrancompromiso conel tema, lascualesnosólo
hancautivadomiatención,sinoademáshancontagiadoelcom-
promiso. Este camino transitado, que apenas cierra una parte
del ciclo conesta primera investigación, no hubiera sido posible
sin el apoyo y el ánimo incondicional de la amorosa y fiel red de
familia-amiga que me sostiene.
Si bien la autoría es propia y debió hacerse en gran medida
de forma aislada y solitaria, tampoco hubiera sido posible sin
el pensar y sentir colectivo de algo que transciende mucho más
que estas páginas. Gracias a mis directoras, Mercedes Botto y
Laura Pautassi que me han enseñado a encontrar el equilibrio
entre los anhelos y frustraciones de mi activismo y la acade-
mia que, de otro modo, no podrían ir de la mano. A la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales que me abrió sus puer-
tas cuando apenas me gradué de la carrera y me habilitó contar
hoy con el valioso apoyo del Instituto de Investigaciones Socia-
les de América Latina y el financiamiento del CONICET de mi
beca doctoral, la cual fue fundamental para la finalización de la
presente.
Por último, pero no menos importante, esto pudo ser posi-
ble, gracias a la Universidad Pública, especialmente a la casa que
elegí y sigo eligiendo para formarme, en la Facultad de Ciencias
SocialesdelaUniversidaddeBuenosAiresy,enparticularagra-
deceralaMaestría,quefueunespaciodeenseñanzafundamen-
tal, un lugar de construcción de conocimiento colectivo, crítico,
desdeelSury,ademásmebrindólaoportunidaddetenderlazos
de amistad con personas maravillosas.
Gracias infinitas.
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Dedicatoria
A mis amigas y compañeras de la Campaña Nacional por
el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito porque me
inspiran y porque en 2020, después de muchos años de
lucha y una pandemia de por medio, hicimos historia, una
vez más. A Yami, que se emocionó conmigo cuando entre
medio de sesiones legislativas, reuniones para organizar la
calle y el fin de año, me leyó una última vez para entregar la
tesis. Y a mi misma, que logré llegar a este punto de partida,
convencida y orgullosa del compromiso político de vida que
sigo eligiendo aunque tanto cueste.
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Introducción
La teorización feminista tiene una trayectoria reconocida
en las Relaciones Internacionales, que suele centrarse en el
nivel global de análisis (Enloe, 1989; Tickner, 1991 y 1992;
Zalewski, 1993; Van der Vleuten, 2015). La inclusión del
género, como variable y como perspectiva, en la literatu-
ra sobre regionalismo comparado ygobernanza regional
continúa siendo poco explorada (Acharya y Johnston, 2007
y Shaw, et al, 2011; Söderbaum y West 2003) o quedando
a las sombras de otros temas, frecuentemente más prio-
rizados, como los económicos o productivos por ejemplo.
Primordialmente, quienes abrieron camino en esta línea y
le han dado relevancia al tema, fueron las investigaciones
de Andrea Ribeiro Hoffmann (2006 y 2020); Paloma Azar,
Alma Espino y Lilian Celiberti (2005); Elizabeth Jelin y
Teresa Valdés (2003); Elisabeth Jay Friedman (2009); Anna
Van der Vleuten (2015 y 2018); Anna Van der Vleuten,
Conny Roggeband y Anouka van Eerdewijk, et al (2020),
sobre las cuales me baso para el desarrollo de esta tesis.
Si bien la indagación sobre género en la Organización
de los Estados Americanos (en adelante OEA) y en el Merca-
do Común del Sur (en adelante Mercosur) ha sido empren-
dida desde distintos enfoques por separado; este estudio
propone un abordaje novedoso por los siguientes motivos:
porque se estudian ambas organizaciones de forma con-
junta ya que, a pesar de su composición tan disímil entre
una y otra, debido a sus objetivos y composición, hallamos
semejanzas en la construcción de sus agendas de género
que aportan a la gobernanza sobre estos temas. Asimismo
porque el estudio se realiza desde la perspectiva analítica
de la gobernanza regional, entendida como aquel proceso
de coordinación más allá de la autoridad centralizada del
Estado, que involucra una variedad de actores y, en donde
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las organizaciones intergubernamentales suelen ser el cen-
tro de las interacciones regionales y principales vehículos
para la generación de reglas y consensos (Rosenau, 1987;
Herz, 2013).
El surgimiento de esta conceptualización sobre las nue-
vas dinámicas de coordinación social para la formulación
de reglas y consensos a nivel global tiene sus cimientos en
los años setenta, pero su instalación en América Latina y
el Caribe se produjo dos décadas después por medio de las
agencias regionales para el desarrollo, a través de los orga-
nismos internacionales como la Organización de Naciones
Unidas y el Banco Mundial (Hufty, 2011). En este sentido,
la relevancia del período tiene que ver con que, por un
lado, a partir de la década de 1990 las regiones cobran un
notable protagonismo principalmente debido a que se con-
figuran como espacios provechosos para el intercambio de
conocimiento y experiencias entre los diversos actores de
la sociedad civil, la cual a partir de estos años, irrumpe en
el escenario regional como pieza clave para la incidencia y
formulación de políticas sociales, (Tussie y Botto, 2003) en
espacios “más allá del Estado” (Börzel y Risse, et al, 2015) en
busca de crear y articular estrategias que propongan solu-
ciones a problemas comunes. Por otro lado, porque durante
estos años, se produjo un impulso transnacional para termi-
nar con la violencia por razones de género, en particular las
violencias contra las mujeres (Van der Vleuten, et al, 2020).
De modo que, la gobernanza regional de género como aque-
lla coordinación específica para lograr políticas de igual-
dad de oportunidades, de trato, condiciones y distribuir los
beneficios equitativamente entre los géneros (Van der Vleu-
ten, 2015), resulta cada vez más necesaria por dos razones
principales. En primer lugar, la nueva globalización de los
mercados nacionales limita la capacidad de los Estados para
desarrollar políticas sociales efectivas en el nivel domés-
tico de autoridad; a la vez que, el nivel regional permite
la coordinación para lograrlo, aunando la incidencia de y
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entre distintos grupos que tengan más restringido el acceso
y la participación en sus países (Van der Vleuten y Ribeiro
Hoffmann, 2010).
En dicho contexto, prevenir, sancionar, erradicar las
violencias contra las mujeres e incorporar un enfoque de
género en el diseño de las políticas, se configuran como
los principales ejes de los debates sobre estos temas en el
ámbito global. Las declaraciones internacionales como la de
Naciones Unidas en 1993 para eliminar esta violencia, indi-
can un consenso mundial emergente sobre la naturaleza del
problema como así también las Conferencias Internaciona-
les y, las redes regionales de activistas conformadas durante
la época. Si bien, las organizaciones regionales interguber-
namentales no son intrínsecamente sensibles al género, en
este período comenzaron a prestarle mayor atención, en
gran medida por la creciente influencia del movimiento de
mujeres y feministas que incidió en estos ámbitos. En Amé-
rica Latina y el Caribe, estas cuestiones tienen una reso-
nancia más fuerte debido a que registra uno de los índices
más altos de violencia y desigualdad por razones de género
en comparación a otras regiones del mundo (PNUD, 2019;
CEPAL, 2019). Y a su vez, esta argumentación, se traduce en
un compromiso social y una responsabilidad intelectual con
el tema, que invita a incorporar la perspectiva de género en
el estudio sobre regionalismo y gobernanza.
La OEA y el Mercosur no son ajenas a estos procesos
y forman parte del complejo entramado regional. Por lo
tanto, la presente investigación se propone identificar y
analizar los aportes que hacen estas dos organizaciones a la
gobernanza regional de género entre 1990 y 2015. La hipó-
tesis sostiene que la OEA y el Mercosur contribuyen a la
gobernanza regional de género, principalmente porque han
logrado construir herramientas útiles para la promoción y
protección de reglas para erradicar las violencias contra las
mujeres y fomentar la igualdad y equidad de género. La
selección de estas dos organizaciones se debe a que, la OEA
es el organismo de cooperación política hemisférico para la
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paz y la igualdad y, el Mercosur es el bloque subregional de
acuerdo económico que ha tenido un desarrollo particular
de cooperación política a diferencia de otros. Este estudio
forma parte de mi investigación doctoral en curso que bus-
ca profundizar el análisis. Por esto, no pretende dar cuenta
de manera exhaustiva la lógica regional de la gobernanza
de género, sino contribuir desde el método a un primer
estudio más acotado, brindando algunos aportes para futu-
ras investigaciones.
El trabajo se estructura en tres capítulos. El primero
plantea una revisión de los acontecimientos más significa-
tivos que hacen a los antecedentes y el estado del arte de la
temática en el escenario internacional, regional y su retro-
alimentación. El recorrido responde a una genealogía de
avances intergubernamentales guiado por orden cronológi-
co según los hitos en la construcción institucional de ambos
niveles. Allí se muestran los efectos que generan los sucesos
de una en la otra, puesto que como veremos, resulta desa-
certado pensar y analizar estos procesos de manera aislada,
por ello la consideración del vínculo entre ambos niveles
es elemental. La selección de acontecimientos estuvo orien-
tada por un interés analítico en señalar los eventos que
implicaron un reconocimiento y/o reivindicación desde los
derechos humanos de las mujeres y su inclusión en torno
al principio de igualdad y no discriminación, hasta el pasaje
conceptual de la categoría género como clivaje en la histo-
ria. En la última parte de este primer capítulo se enumeran
los principales enfoques de la literatura que han abordado
la agenda de género desde distintas aristas de las Relaciones
Internacionales y los regionalismos. Seguidamente, el Capí-
tulo dos establece en primera instancia el marco teórico y la
precisión conceptual del estudio, claves para la lectura. Aquí
es importante señalar el límite que conlleva referirse en los
términos del sistema binario construido socioculturalmen-
te, a sabiendas de que las relaciones desiguales que el género
categoriza, incluyen todas las identidades que no respondan
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a la norma de lo cis-hétero-patriarcal1. No obstante, hace-
mos referencia enparticular a las sistemáticas violencias
que se ejercen contra las mujeres y, a los derechos que este
sujeto político ha conquistado en pos de una mayor equidad
social. Citando a la escritora feminista cubana que dejó su
legado a fines del Siglo XIX “la cuestión de la mujer es un pris-
ma de infinitas caras que revela las múltiples fases del problema”2.
Y del mismo modo si a esta categoría se le adhieren otras
que hacen al sistema de opresiones como la clase, la etnia,
el lugar de residencia o la edad, el aherrojo a la violencia
es aún mayor. La segunda parte de dicho capítulo propo-
ne el abordaje metodológico estructurado por medio de la
identificación en primer lugar, de los actores que impulsa-
ron los temas dentro de cada organización, atendiendo a la
incidencia de mujeres y feministas organizadas. En segundo
lugar, de las agendas construidas en base a los temas prio-
rizados para ser atendidos intergubernamentalmente y, en
tercer lugar, la identificación de las instituciones creadas
en términos de compromisos, normas, acuerdos o políticas
que prueban avances en la materia.
Estas identificaciones ordenan el Capítulo tres que pre-
senta el análisis de los casos, a partir de un estudio de tipo
cualitativo tomando como principales fuentes la informa-
ción de documentos oficiales de cada organización regional,
la bibliografía producida al respecto y, aquellas memorias
colectivas elaboradas desde el activismo que se han sistema-
tizado sobre el tema. El desarrollo analítico se divide según
las partes a identificar es decir, reconociendo en primera
instancia a aquellas mujeres y feministas que impulsaron
1 Nos referimos a lo cis, cuando se corresponde la autopercepción con la asig-
nación sexogenérica al nacer (Violeta Alegre para Agencia Presentes, 2018);
hétero, refiere a la heteronormatividad y; patriarcal, da cuenta del sistema
de opresión que reproduce las desigualdades y asimetrías entre las personas
por condiciones construidas socialmente. También existen enormes traba-
jos que van más allá del género como las teorías queers que, si bien exceden
a esta investigación, nos parece importante mencionarlas.
2 María Luisa Dolz, Cuba 1894, extraído de Dania de la Cruz Martínez (1990).
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los temas, en segunda instancia caracterizando las agen-
das construidas y, por último se describen las instituciones
creadas que aportan a la igualdad de género al interior de
cada organización, comenzando por la OEA, continuando
por el MERCOSUR y así aproximarnos a conocer una suer-
te de caja negra de cada uno de los casos al respecto de
estos temas. Esto es, dar cuenta de la concertación experi-
mentada en las organizaciones, que hace a la gobernanza
comprendida tanto por una estructura compuesta de acto-
res e instituciones diversas, formales e informales; así como
por procesos que dan lugar a los mecanismos de coordina-
ción social que también pueden ser formales e informales
y que son promovidos por la estructura, de los cuales esta
investigación prepondera aquellos elementos formales de
institucionalización que prueban la construcción de herra-
mientas útiles para el abordaje de la problemática. No obs-
tante, también se tomaron en consideración ciertos actores
y procesos informales como las redes y los espacios creados
desde y para el activismo feminista porque dan cuenta del
entramado de discusiones y temas como parte sustancial
de la gobernanza.
Finalmente, los principales hallazgos y conclusiones
explicitan cuáles han sido los aportes que hicieron ambas
organizaciones, durante el período delimitado, a la gober-
nanza regional de género. Estos aportes los distinguimos en
dos grupos, por un lado, aquellos que proporcionan avan-
ces en términos de contenido, es decir lo referido a los
marcos conceptuales e interpretativos relativos a los con-
sensos alcanzados sobre equidad de trato, condiciones y
oportunidades, prevención y erradicación de las violencias
contra las mujeres, niñas y adolescentes enmarcado en los
grandes principios de igualdad y no discriminación en cada
organización, así como lo concerniente a la transversali-
dad del enfoque de género. Por otro lado, aquellos apor-
tes que han contribuido en términos de procedimientos,
tales como, la conformación de instancias prácticas para
la defensa y promoción de derechos que contribuyen a la
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gobernanza, incluyendo la apertura o ampliación de canales
de participación de los actores no estatales y el instrumen-
to de seguimiento más significativo para la región creado
para monitorear la aplicación de la Convención de Belém
do Pará. Por último, se mencionan dentro de las conclu-
siones algunos de los desafíos que enfrentan estos aportes
con relación a la implementación, las voluntades políticas
y las autoridades delegadas en los organismos por parte de
los Estados; planteados a modo propositivo para pensar en
el fortalecimiento de esta gobernanza y presentar algunas
líneas para futuras investigaciones.
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1
Las mujeres como sujetas de derechos
y ciudadanas del desarrollo
Algunos antecedentes en la arena internacional
Este capítulo recupera los principales antecedentes que
hacen a la conformación del tema en la arena regional e
internacional. A través de una breve genealogía, se identifi-
carán los eventos más significativos que abrieron paso para
trabajar sobre la situación de las mujeres y sus derechos.
Esta contextualización, permite ver que, ya para inicios del
Siglo XX el activismo de las mujeres y feministas logra ocu-
par un lugar en la agenda de negociaciones internacionales.
El abordaje del recorrido será, en primer lugar, una
revisión de la trayectoria de incidencia interamericana que
tuvieron las mujeres para reivindicar y reconocerse como
sujetas de derechos; seguidamente de las reconfiguraciones
que trajo la idea occidental del desarrollo económico y la
visibilización del rol de las mujeres en él. Por último, se
presenta el estado del arte y los diversos enfoques desde
donde se ha estudiado el tema, que introducen el marco
teórico y metodológico utilizado en la presente tesis.
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1.1. Construcción institucional: de lo regional
a lo global y viceversa
Los últimos años del Siglo XIX fueron testigos de una
época avanzada de disputas de derechos en varios países1
y que, probablemente hayan sido un importante impulso
para los primeros años del siguiente siglo. En las prime-
ras décadas de 1900 sucedieron significativos hitos para las
mujeres latinoamericanas: el primer Congreso de Librepen-
samiento, en 1906 y los Congresos Internacionales feminis-
tas, que particularmente se llevaron a cabo en Sudamérica2.
Las preocupaciones de aquellos años giraban alrededor del
acceso a la educación superior, la paz, la doble moral y,
centralmente, conseguir el derecho al sufragio (Gargallo,
2004). Dicho contexto impulsó a nivel regional la creación
de la Unión Panamericana de Mujeres en 1915, la cual
lleva adelante los preparativos de la Primera Conferencia
Panamericana de la Mujer en 1922 en los Estados Unidos.
La construcción de estos espacios dio lugar a la creación
de la Comisión Interamericana de la Mujer (CIM) en la
IV Conferencia Internacional Americana de 1928, en La
Habana, Cuba.
De acuerdo con Giordano (2012) el cambio de siglo
produjo una ruptura en la hegemonía internacional que
favoreció al fortalecimiento de los espacios hemisféricos
para canalizar las demandas. Proceso que reemplaza el
1 Algunos ejemplos son en 1876 en Chile, La Serena; en 1886 en El Salvador;
en Brasil a fines de la década de 1880. En Argentina alrededor de 1888 se
estaba hablando del derecho al divorcio y contemporáneamente en México
se llevó adelante la Campaña por el Derecho al Voto de la Mujer creándose
clubes femeninos como “Amigas del Pueblo” e “Hijas de Cuauhtémoc”; en
Ecuador con el triunfo del liberalismo radical de 1895 se otorgaron los pri-
meros cargos públicosa mujeres, creándose también el primer normal
femenino para la formación de maestras (Vitale, 1987:107-110) para más
detalle véase Luis Vitale (1987) en su libro La mitad invisible de la historia. El
protagonismo social de la mujer latinoamericana (C. V pp.78-127).
2 En Argentina en 1910, en Chile en 1923, en Perú en 1924 y en Colombia en
1930
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intervencionismo europeo por una “tutela norteamerica-
na” y en donde el “primer feminismo” forja un claro perfil
“transnacional” (Giordano, 2012:75-76), característica liga-
da a los intentos de la unión de las subregiones de las
Américas para fortalecer sus capacidades. El propósito del
Panamericanismo era que las Américas del Norte, Centro
y Sur unidas se potenciarían entre sí para trabajar en pos
del desarrollo de la región. En este marco, -aunque poco
estudiado- las mujeres también veían con ilusión la unidad
del continente como oportunidad para gestar organizacio-
nes con sus pares de todas las repúblicas americanas (Miller,
1991 en Jaiven, 2009:18).
La creación del sistema de Naciones Unidas (ONU) en
1945 sentó una importante base en materia de derechos:
En 1945, el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas
reafirmó la “fe en los derechos humanos fundamentales…
en la igualdad de derechos de hombres y mujeres”. Duran-
te la primera Asamblea General de la ONU, realizada en
San Francisco, las mujeres delegadas exigieron una atención
especial a sus demandas. Como resultado, el Consejo Eco-
nómico y Social (ECOSOC) creó una subcomisión sobre la
Condición de la Mujer. Durante la primera y única reunión
de la Subcomisión, ésta votó unánimemente la instalación de
una comisión que se dedicara exclusivamente al análisis de la
condición de la mujer. Se estableció así, en el Departamento
de Economía Internacional y Asuntos Sociales, una oficina
de Avance para la Mujer. Como conclusión de este proceso,
surgió en junio de 1946 la Comisión sobre la Condición de
la Mujer (Centro Tribuna Internacional de la Mujer, 1994 en
Guzmán Stein y Pacheco Oreamuno, 1996:57)
Estas declaraciones bajo el sistema ONU, establecie-
ron un estándar global sobre el respeto y la garantía de
los derechos humanos en general y, en particular, delimitó
un marco de referencia clave para los derechos humanos
de las mujeres. De modo que, el reconocimiento específi-
co de derechos durante estos años permitió avanzar en la
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actualidad con el objetivo de promover la igualdad de géne-
ro tanto en el nivel global como regional dentro del sistema
de protección de Derechos Humanos (Gherardi, 2017).
En consonancia a la creación de la ONU, en 1948 a
nivel regional se crea la Organización de Estados America-
nos (OEA). A partir de ese momento, la CIM se incorpora
como el órgano especializado para promover y asesorar
sobre los derechos de las mujeres en todo el continente. El
10 de diciembre de ese mismo año se adopta y proclama la
Declaración Universal de Derechos Humanos (Res. 217 A),
motor de las convocatorias internacionales para discutir y
trabajar en pos de estos derechos y, en donde las delega-
das de la región en particular fueron quienes presionaron
para que la declaración no lleve el nombre de “derechos del
hombre”, sino que sea la categoría de “humanos” la que se
incluyera para abarcar tanto varones como mujeres y sentar
las bases que introducen el concepto “sexo” (Tomasevski,
1993 en Guzmán y Pacheco, 1996). En especial, los archi-
vos de esos años recuperan el legado de Eleanor Roosevelt,
Hansa Mehta, Minerva Bernardino, Begum Shaista, Ikra-
mullah Bodil Begtrup, Marie-Hélène Lefaucheux, Evdokia
Uralova y Lakshmi Menon (Adami, 2018).
Esta declaración universal, afianza las bases funda-
mentales sobre el principio de la no discriminación. En su
artículo número 2 dice que todas las personas tienen los
derechos y libertades proclamados en la Declaración “sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión
política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posi-
ción económica, nacimiento o cualquier otra condición. Acorde
a Gherardi, la prohibición a toda discriminación negativa,
entre otras por el sexo de las personas, también se introdujo
en términos semejantes en dos pactos internacionales sobre
los derechos conocidos como de primera generación, estos
son los derechos civiles y políticos y; los de segunda gene-
ración, que son los derechos económicos, sociales y cultu-
rales. Ambos aprobados por las Naciones Unidas en 1966,
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donde también se explicitan la garantía del goce de todos
los derechos para todos los hombres y todas las mujeres
(Gherardi, 2017:1-2).
Estos principios globales sobre derechos establecieron
la no discriminación hacia las mujeres por su condición de
mujer, que es la más generalizada a nivel mundial. Gracias
a este precedente, los años posteriores fueron protagonistas
de un desarrollo teórico más profundo acerca de la discri-
minación negativa hacia las mujeres3. Con anterioridad, las
Naciones Unidas desarrollaron distintas actividades, decla-
raciones y documentos sobre la situación de la mujer en el
mundo, que serán uno de los principales cimientos para la
preparación de la conferencia mundial de la mujer décadas
después (Grammatico, 2004). A lo largo de la consolidación
del sistema interamericano de derechos humanos, se esta-
blecieron normativas en sintonía con el consorcio mundial,
como la Convención sobre la Nacionalidad de la Mujer
(1933), las Convenciones Interamericanas sobre las Conce-
siones de Derechos Políticos y Civiles a las Mujeres (1948)
y las resoluciones aprobadas entre 1954 y 1957 sobre dere-
chos económicos y políticos de las mujeres (CIM, 2019).
A partir de la década de 1960, se inaugura la concep-
ción de un desarrollo particular con un giro significativo
para las mujeres con foco en la arena internacional. El pro-
tagonismo que asume el sistema de Naciones Unidas duran-
te estos años deja translucir las sinergias que se generan, en
especial sobre estos temas, entre los niveles regional y glo-
bal. Se trató de la creación de un área de investigación desde
nuevas dimensiones de análisis sobre el desarrollo y el rol
de las mujeres en él, a través del establecimiento en 1963 del
Instituto autónomo de Investigación de las Naciones Uni-
das para el Desarrollo Social (UNRISD en inglés) encargado
3 Una importante recopilación de los logros en materia de Derechos Huma-
nos de las mujeres en el sistema internacional en general ha sido trabajada
por Gherardi, 2017; Giordano, 2012; Jaiven, 2009; Grammatico, 2006 y
2004; Guzmán Stein y Pacheco Oreamuno, 1996 y Acosta Vargas, 1990 y
1996.
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de investigar y analizar multidisciplinariamente las dimen-
siones sociales de las políticas de desarrollo, lo que repre-
sentó el comienzo de una nueva percepción del lugar de
las mujeres en los procesos económicos. La nueva aprecia-
ción y los esfuerzos para incluir como sujetos de derechos
a las mujeres en las declaraciones universales de derechos
humanos abrieron paso para la defensa de las mujeres como
sujetos económicos partícipes del proceso de desarrollo. La
producción académica4 de esos años sobre este tema, fue-
ron los resortes de la Primera Conferencia Mundial de la
Mujer en 19755. Esta conferencia, acordó diseñar un plan
estratégico para llevar adelante en el decenio de la mujer
1975-1985 un paquete de medidas que debían adoptarse a
nivel nacional para conseguir la realización del lema elegido
para la década “Igualdad, Desarrollo y Paz”:
Las directrices emanadas del Plan se centraron en 8 áreas
de acción: cooperación internacional y fortalecimiento de la
paz mundial; participación política; educación y formación;
empleo y funciones conexas en la economía; salud y nutri-
ción; la familia en la sociedad moderna; población; y servicios
de vivienda y afines. En cada una de estas áreas se fijaron una
serie de metasa alcanzar destinadas a provocar el “adelanta-
miento de la mujer (Grammatico, 2004:105)
En términos institucionales, este hecho produjo una
valiosa oportunidad para la gestación de grandes redes de
organizaciones de mujeres, feministas, independientes y
ONGs a nivel global (Guzmán Stein y Pacheco Oreamuno,
4 A mediados de los años setenta surgen los primeros estudios que distinguen
el sexo biológico del género social (Edholm et al, 1977; Rubin, 1975) abrien-
do camino a una nueva concepción de las relaciones sociales y su implican-
cia en las preocupaciones por el desarrollo. Este surgimiento, fue posible
gracias a la categoría social, cultural e histórica de género (Scott, 1986; Bock,
1991; Lamas, 1994; Rigat-Pflaum, 2008). La utilidad de esta categoría per-
mite identificar y precisar los elementos subyacentes que presenta.
5 En México, Primera Conferencia Internacional de la Mujer llamada “Desa-
rrollo, Igualdad y Paz” el año 1975 fue elegido en la Asamblea General de la
ONU en su declaración de 1972 (Grammatico, 2004:102).
30 • Gobernanza Regional de Género
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1996:60). Según el Consejo Económico y Social -encargado
de coordinar económica y socialmente el desempeño de los
14 organismos del sistema ONU- la reunión internacional
debía elaborar:
(…) un programa de acción internacional que incluya medi-
das a corto y largo plazo destinadas a lograr la integración
de la mujer como partícipe cabal e igual del hombre en el
esfuerzo total del desarrollo y a eliminar la discriminación
por motivos de sexo, así como a lograr la más amplia inter-
vención de la mujer en el fortalecimiento de la paz interna-
cional y la eliminación del racismo y la discriminación racial
(ONU, 1976: 6-7).
El énfasis estuvo puesto en el lugar que la mujer debía
tener en el proceso de desarrollo, especialmente en aquellos
países en vías de hacerlo, bajo los argumentos que conectan
las preocupaciones sobre el desarrollo, la eficiencia produc-
tiva y la contribución de la mujer en tal proceso.
Esta corriente de pensamiento se originó por un grupo
de profesionales del desarrollo femenino6 en Estados Unidos
a finales de los años sesenta y principio de los setenta, los
cuales sostenían que la modernización tenía un impacto
diferencial entre varones y mujeres por lo que, el desarro-
llo debía mejorar sus derechos y su estatus por medio de
su integración a la economía productiva (Tinker, 1999:30).
Este enfoque de las mujeres en el desarrollo se conoce más
por sus siglas en inglés de women in development (WID) y por
haber desafiado a los supuestos del desarrollo económico
desde el enfoque de bienestar, destacando la importancia
de las mujeres para las economías, principalmente aquellas
que eran esencialmente agrícolas como los países de África
Subsahariana (Boserups, 1970).
6 [Cita textual] The term women in development was coined in the early 1970s by a
Washington-based network of female development professionals (Tinker,
1990:30).
Gobernanza Regional de Género • 31
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La incorporación de estos argumentos en el sistema
de Naciones Unidas y en sus agencias de desarrollo, gene-
raron las recomendaciones internacionales para promover
por primera vez a escala global los intereses de las muje-
res, fundamentalmente el derecho a la participación y a
beneficiarse del proceso de desarrollo. La promoción de
estas recomendaciones sienta las bases para la creación de
una legislación nueva, la Convención para la eliminación de
todas las formas de discriminación contra las mujeres, más
conocida por sus siglas en inglés, la CEDAW, sancionada en
1979 y con vigor desde 1981. En paralelo, a nivel regional, la
OEA declaró el decenio 1976-1986 de la Mujer en las Améri-
cas, un período que no se puede ignorar para la historia lati-
noamericana la cual experimentaba los autoritarismos más
cruentos y, en donde las mujeres organizadas fueron quie-
nes instalaron el concepto de delito de violencia sexual para
visibilizar la situación diferencial de violencia que sufren
las mujeres en contextos bélicos y de golpes de estado.
A partir de los años 80, se fortalecieron las redes de
activistas por medio de los Encuentros Feministas Lati-
noamericanos y del Caribe (EFLAC). El primer EFLAC se
realizó en Bogotá en 1981, allí se acordó declarar el 25 de
noviembre como el día de acción contra la violencia hacia
las mujeres en conmemoración a las hermanas Mirabal, víc-
timas de la dictadura dominicana de Trujillo (1960) refor-
zando la concepción de la violencia de manera integral y no
meramente como un acto doméstico-privado. Cabe señalar
que recién en el año 2000 la Asamblea de la ONU lo declaró
día internacional de la Eliminación de la Violencia contra la
Mujer (Asamblea General, Resol. 54/134). Para las activistas
de la región, la posibilidad de encontrarse dio lugar a nuevas
formas de intercambio y acción coordinada para el movi-
miento, como la creación en 1984 de la Red de Salud de las
Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, que articula redes
nacionales, diversas organizaciones y mujeres individuales.
(Valdés, 2003) y, en 1987 del Comité de América Latina y
32 • Gobernanza Regional de Género
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el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres7
(CLADEM), por mencionar algunas más activas. En este
sentido, los EFLAC forman parte del registro más valioso de
nuestra actualidad con relación a la construcción colectiva,
desde la sociedad sobre los debates, acuerdos, desacuerdos,
consensos y avances en términos regionales. Estos Encuen-
tros, comprenden uno de los espacios autogestivos más
importantes para el feminismo regional y donde se forjaron
los debates y análisis en torno a la relación etnia-clase-sexo-
colonialismo (Vitale, 1987:228). Podría decirse que durante
esa década, mujeres y feministas organizadas consolidaron
sus alas -teórico y práctico- políticas8.
El escenario internacional durante estos años estuvo
atravesado por la II Conferencia mundial de la mujer en
Copenhague (1980), que debía examinar los avances de los
compromisos asumidos en la primera conferencia. Al igual
que en la III Conferencia en Nairobi (1985), donde se eva-
luaron los resultados de ese período, definiendo así, un
nuevo paquete de medidas concretas para superar los obs-
táculos y lograr los objetivos del decenio. Las medidas esta-
ban orientadas a que los gobiernos adopten las estrategias
para el adelanto de la mujer, promoviendo principalmente
la igualdad a nivel nacional y, la participación en aquellas
iniciativas orientadas al desarrollo y la paz. Las principales
discusiones que estuvieron presentes en Nairobi giraron
alrededor de los estudios sobre las asimetrías sociales con
respecto a las mujeres en relación a sus (im) pares varones,
7 El encuentro en los espacios internacionales dio fruto a estas redes. En el
caso de CLADEM, nació por un grupo de especialistas legales feministas y
representantes de organizaciones de derechos de las mujeres que se habían
reunido durante la conferencia de Nairobi. La fundación del comité tuvo
como objetivo hacer una evaluación regional de las legislaciones nacionales
en el tema. Transcurridos los años se involucró cada vez más en la promo-
ción y el cabildeo, tanto a nivel nacional como regional (Chiarotti, 2010), lle-
gando a ser una organización con estatus consultivo ante la ONU y con un
rol muy activo para la preparación de la Convención de Belém do Pará
8 Hago referencia al término “alas políticas” para comprender que son necesa-
rias ambas para “volar”.
Gobernanza Regional de Género • 33
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pero ya no como algo aislado, sino como la consecuencia
de un “sistema de género” reproductor de las desigualda-
des (Rigat-Pflaum, 2008). Estos avances en el sistema de
la ONU influenciaron directamente sobre la OEA que en
19869, creó el Plan de Acción: “Participación Plena e Iguali-
taria de la Mujer para el año 2000”.
A esta altura, a nivel global, lo que impulsó el enfoque
WID, presentó serios limitantes y efectos contraproducen-
tes con su puesta en práctica,que obligaron a repensar la
fórmula. En pocas palabras, la visión de este enfoque fue
acotada, su fracaso se debió principalmente por pensar a
las mujeres de manera aislada, sin problematizar las rela-
ciones sociales con respecto a los varones y desconoció el
trabajo en el hogar, llamado doméstico. La reducida visión
de las mujeres como madres y esposas impidió el acceso a
oportunidades laborales en igualdad de condiciones y gene-
ró consecuencias no esperadas, como un mayor deterioro
de la vida de las mujeres (Razavi y Miller, 1995; Goetz,
1994a; Young, Wolkowitz y McCullagh, 1981). Esto habilitó
dos nuevos enfoques: el GAD (Gender and Development) y, el
enfoque WED (Women, Environment and Development)10.
Finalmente, el aumento de las críticas y cuestionamien-
tos a la eficiencia de la planificación centralizada del Estado
y el consiguiente descrédito, en gran medida a razón del
ajuste estructural, dio lugar a un cambio importante en la
agenda de desarrollo. Se toma distancia de los problemas
económicos y se pone énfasis en los asuntos políticos e
institucionales, principalmente dando mayor importancia a
9 Previamente en 1979 la OEA incorpora un artículo referido al domicilio de
los cónyuges, que reconoce el derecho a determinar el domicilio personal de
la mujer de forma independiente dentro de la Convención Interamericana
sobre el Domicilio de las Personas Físicas en el Derecho Internacional Pri-
vado.
10 El enfoque WED fue inspirado por mujeres rurales activistas contra la defo-
restación del sur global. Las académicas, tradujeron esta resistencia desde
una visión teórica en donde las mujeres como principales administradoras
ambientales, podrían aportar a la ecuación entre desarrollo económico y
medio ambiente (Resurrección, 2016).
34 • Gobernanza Regional de Género
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los derechos humanos, el buen gobierno y la participación
(Razavi y Miller, 1995). Esto implicó una revisión de la
concepción del desarrollo y, por consiguiente, del rol que
ocupan las mujeres en él, y ya no de manera aislada como
una pieza externa que se incluye y se analiza, sino desde el
reconocimiento del género y las relaciones desiguales que lo
constituyen. Este salto conceptual hacia el género profun-
dizó los debates internacionales en relación al desarrollo en
general y, en particular a darle visibilidad a las estructuras
que reproducen la desigualdad.
1.2. Abordajes de género en las Relaciones
Internacionales
El pasaje a la conceptualización del género en los debates
internacionales y desde los estudios del desarrollo se realizó
por medio de dos miradas investigativas distintas. Una des-
de un enfoque más económico, que refería a los roles de
género y de la cual se consolida la economía feminista
y; otro más sociológico que analiza las relaciones sociales
(Razavi y Miller, 1995). Este último fue el que instó a las
agencias de desarrollo a que adoptaran una perspectiva sen-
sible al género, es decir, tomando en cuenta las críticas y el
fracaso de la corriente WID que mencionamos previamente
de los años sesenta y setenta.
Si bien el concepto de género tiene sus orígenes a
comienzos de la década de los años setenta, fue recién a
mediados de los años ochenta (1984) que se precisó mun-
dialmente como enfoque de mainstreaming:
[c]uando se reestructuró el Fondo de Naciones Unidas para
la Mujer (UNIFEM) y se estableció como mandato la incor-
poración de las mujeres y de la igualdad de sus derechos a la
agenda para el desarrollo, junto con el objetivo de promover
su participación en la toma de decisiones relativas al desarro-
llo (Rigat-Pflaum, 2008:41).
Gobernanza Regional de Género • 35
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Un paso muy significativo se dio en el año 1995 en la
Cuarta Conferencia Mundial de Beijing, cuando estableció
como estrategia central a la Transversalidad de Género, en
su traducción al español de Gender Mainstreaming11. Con-
siderado como un enfoque clave para llevar adelante las
estrategias y pautas mínimas acordadas en la Plataforma
de Acción para reducir las desigualdades de género12 por
medio de los mecanismos de “adelanto y empoderamien-
to” de las mujeres13. Este paso, resultó central en la región
para tratar de incorporar la estrategia en las instituciones14
desde finales de esa década. Incluso, dentro del consenso
global asumido, bajo la Plataforma de Acción de Beijing, se
estipularon dos artículos específicos sobre la aplicación de
los compromisos acordados en la Conferencia para el plano
regional, los cuales dictan expresamente que:
351. Se debería solicitar a los bancos de desarrollo regionales,
las asociaciones de negocios y otras instituciones regionales
que contribuyan a la aplicación de la Plataforma de Acción
en sus actividades de concesión de créditos y de otro tipo
y que ayuden a movilizar recursos para ese fin. También se
los debería alentar a que tomen en cuenta la Plataforma de
Acción en sus políticas y modalidades de financiación.
11 El concepto, según autoras como Claudia Von Braunmühl (2002) y Regina
Frey (2003), surge como resultado de las políticas diseñadas para lograr el
objetivo del desarrollo en los primeros años de la década de los 80, momen-
to en el cual se reestructura el Fondo de Naciones Unidas para la Mujer
(UNIFEM), estableciendo la incorporación de las mujeres y la igualdad. Para
un abordaje más completo, véase Rigat-Pflaum, M. (2008) “Gender mains-
treaming: un enfoque para la igualdad de género” Revista Nueva Sociedad,
N° 218.
12 La Igualdad de Género es una meta que forma parte de los Objetivos de
Desarrollo para el Milenio acordada por la ONU a través de sus distintas
agencias regionales para tal fin (CEPAL, 1997 y 2000).
13 La Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, 1995 se encuentra dispo-
nible en el sitio web https://bit.ly/3z7fx74
14 En los hechos se empezaron a definir e incorporar algunas instituciones o
espacios específicos de la mujer (comisaría de la mujer, fiscalía, ministerio)
en los países que sirvieran para atender la violencia contra las mujeres en
particular; y no para todos los ámbitos o en todas las estructuras institucio-
nales, como la transversalidad del enfoque de género supone.
36 • Gobernanza Regional de Género
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352. Las organizaciones subregionales y regionales y las
comisiones regionales de las Naciones Unidas deberían pres-
tar asistencia, en caso necesario y en el marco de sus actuales
mandatos, en la movilización de fondos para la aplicación de
la Plataforma de Acción (ONU Mujeres, p.220)
Si bien el acuerdo de la plataforma refleja un consenso
global para incorporar la estrategia en todas las institucio-
nes, lograrlo implica un proceso que dista de algo automáti-
co o más automatizado. No obstante, algunos de los princi-
pales factores que han habilitado los primeros pasos para la
institucionalidad del tema, tanto en los Estados como en las
organizaciones regionales, fueron, por un lado el retorno
y consolidación de la democracia como sistema político y
de gobierno en muchos de los países de la región, lo que
permitió pensar a la institucionalidad como una opción real
a diferencia de los años anteriores. La vuelta de la demo-
cracia a su vez hizo posible que regresen quienes habían
tenido que exiliarse como muchas activistas feministas en
otros países e incluso, muchas todavía involucradas en la
política se incorporaron en órganos del Estado (Guzmán,
2001). En paralelo a los procesos de democratización en
cada uno de los Estados en particular, se suceden las confe-
rencias mundiales arriba mencionadas que, de manera más
indirecta, alientan una apertura institucional del tema en las
experiencias de integración que fueron surgiendo alrededor
de esos años, al calor de las reformas de ajuste estructural
y la nueva globalización del capital. Estos procesos llama-
dos “los nuevos regionalismos” de la segunda oleada (Faw-
cett y Hurrell, 1995) caracterizada por una proliferación de
bloques regionales (Börzel, 2011) en general tuvieron una
gran impronta de integración económica, es decir lograr
GobernanzaRegional de Género • 37
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acuerdos de intercambio preferencial entre zonas de libre
comercio y/o alcanzar una unión aduanera, o mercados
comunes15.
Junto a estos procesos, surgieron también los interro-
gantes acerca de qué manera dichos acuerdos comerciales
de integración regional afectarían a las mujeres. Es decir, en
términos de oportunidades en el esperado marco de desa-
rrollo económico y humano, investigadoras feministas se
preguntaron si cabían nuevos espacios para que las rela-
ciones de género se pudieran transformar y reconfigurar
dando lugar a avances en términos de equidad (Celiberti y
Espino, 2005; Moser, 1991 y 1993; León, 1993). El interés
en profundizar acerca de los efectos de estos procesos eco-
nómicos sobre la vida de las mujeres fue posible también
a partir del nuevo impulso que toman los movimientos de
mujeres y feministas al lograr una mayor visibilidad e inci-
dencia en la agenda pública. Así, de acuerdo con Pautassi
(1998) las investigaciones tomaron dos direcciones, por un
lado desde el análisis que identifica a un movimiento social
y, por otro lado, como categoría analítica, como particulari-
dad de fenómenos sociales globales, incorporándose como
una dimensión de las principales cuestiones de la agenda
global tales como educación, trabajo, salud, etc. (Pautassi,
1998:1). Pues el género y las formas de abordarlo resultan
complejas debido a que en sí misma, la categoría subyace
múltiples aristas en las que se ejerce la opresión y donde se
manifiestan la desigualdad y la discriminación.
Agotado el modelo de desarrollo neoliberal tras las
profundas crisis que dejaron a cuestas los años noventa, fue
necesario repensar una vez más la idea del desarrollo. Esto
produjo una suerte de clivaje al humanizar el desarrollo, ya
que permitió preocuparse explícitamente por la vida de las
15 Para un estudio detenido sobre integración económica, ver Balassa, Bela
(1964), Teoría de la integración económica, Uteha, México.
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mujeres. En palabras de López Méndez (2005) “la “humani-
zación” del desarrollo trajo consigo inevitablemente su “feminiza-
ción” y el aliado sin duda ha sido el concepto de género” (p.3)
Para lograr un desarrollo con equidad es imprescindible que,
en la formulación de políticas públicas, se aplique un enfoque
de género como instrumento técnico-analítico que acompaña
este objetivo ético-político (Daeren, 2001:7)
Como mencionamos, a nivel global el tema se convirtió
en un objetivo y una estrategia para el desarrollo de las
sociedades, que sugiere alcanzarse a través de la coopera-
ción internacional (De Miguel Álvarez, 2014). A partir de
distintos enfoques de observación, se elaboraron múltiples
trabajos. Distinguimos cuatro grupos de estudios que hacen
a la producción de conocimiento en esta área.
En primer lugar, se encuentran los estudios de los
derechos humanos de las mujeres, desde el Derecho Inter-
nacional como vía para alcanzar el desarrollo humano. La
investigadora española López Méndez (1999, 2000 y 2005)
aporta un ordenamiento elemental para entender desde qué
enfoques se cruzan estos grandes temas, a saber: a) equidad
de género como un derecho humano; b) género como una
construcción sociocultural y un proceso; c) género como
un sentido ético y político; d) como cuestionamiento a las
relaciones sociales e instituciones arraigadas históricamen-
te, dando lugar a una nueva comprensión del poder, ya no
como dominio y opresión, sino como “empoderamiento”
y “autoconfianza” (capacidad de vivir en el entorno en el
que toca vivir) (2005:6), al mismo tiempo que sistematiza
en términos cronológicos los avances que han habido en
materia de Derecho Internacional sobre los derechos de
las mujeres16.
16 Otros significativos trabajos desde el enfoque de Derechos son, los de Her-
nández Zubizarreta y Rodríguez Álvarez (1996) “Igualdad, desarrollo y paz:
Luces y sombras de la acción internacional por los derechos de las mujeres”
Cuadernos de Hegoa, núm. 17, Bilbao; y la compilación realizada por el Ins-
Gobernanza Regional de Género • 39
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En segundo lugar, los estudios sobre los procesos de
integración regional, que encuentran en dichos acuerdos,
un nuevo espacio para transformar las relaciones de género
y lograr la equidad, a partir del análisis de las posibilida-
des que ofrece la integración regional para la equidad de género
(Valdés, 2003:258). Valiosos estudios se han realizado espe-
cialmente con el fin de incidir durante el proceso de con-
solidación del Mercosur, por ejemplo, donde autoras como
Espino (2000); Valdés (2003); Abramo y Rangel (2003); Azar,
Celiberti y Espino (2005) sostienen que, existen impactos
sociales de las políticas económicas sobre el empleo pero las
condiciones de trabajo y labores de cuidado no remunera-
do, se dan en forma diferenciada entre hombres y mujeres
y que, por esta razón, “los acuerdos comerciales deben conside-
rar la perspectiva de género para evitar perjuicios y favorecer la
equidad de los géneros”, garantizando la igualdad de oportu-
nidades para ambos sexos, “como una condición de la equidad
social y de la eficiencia en la asignación de los recursos” (Espino,
2000:8). Más recientemente, a partir de la herramienta de
la transversalidad de género por ejemplo en la Unión Euro-
pea, los trabajos apuntan al análisis de su implementación,
aportando estrategias para lograrlo.
En tercer lugar, se encuentran los aportes que abarcan
los diversos significantes que tomó la idea del desarro-
llo. Aquí, haremos una sub distinción entre la idea del
desarrollo-mujer-género principalmente desde la visión de
los organismos impulsores y sus variantes a lo largo del
tiempo, de acuerdo al recorrido que realizamos sobre los
enfoques WID, WED y GAD; en donde se resalta la impor-
tancia de incluir en la ecuación de los programas para el
desarrollo la perspectiva de género, es decir, consideran “la
igualdad de género [como] una parte intrínseca de la visión
tituto Interamericano de Derechos Humanos (2004) Los derechos humanos
de las mujeres: Fortaleciendo su promoción y protección internacional, IIDH -
San José, Costa Rica.
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del desarrollo humano17” (Sen, 1999 en Porter y Sweetman,
2005:2). Dentro de este campo de estudio, también se hallan
los trabajos elaborados desde una perspectiva crítica del
desarrollo, al considerarlo como un escudo para la repro-
ducción de la desigualdad entre los géneros (Falquet, 2003).
Este subgrupo de estudios críticos cuestiona el origen y
consiguiente conformación de la idea del desarrollo18. El
problema que se plantea, según una de las autoras de estas
críticas, gira sobre:
(…) en qué medida podría existir una recuperación del tra-
bajo, de las propuestas y de la legitimidad del movimiento
de mujeres y feministas por parte de las instituciones inter-
nacionales, para imponer un desarrollo supuestamente “con-
sensual” que en el fondo está diametralmente opuesto a los
intereses de las mujeres y a los análisis radicalmente trans-
formadores del Feminismo. (Falquet, 2003:14)
Por último, se encuentran aquellos estudios que ana-
lizan desde la perspectiva de la gobernanza, las interaccio-
nes entre los diversos actores que inciden en la construc-
ción de las agendas de género y, los distintos niveles de
implementación que se alcanzan en los órdenes y regímenes
regionales. Los trabajos de las investigadoras Anna Van der
Vleuten, Anouka Van Eerdewijk, Conny Roggeband (2014
y 2020) representan una importante base representativa de
este grupo de estudios ya que, gracias a sus investigaciones,
17 La oración original dice “Gender equality is an intrinsic part of the vision of
human development (Sen 1999). Development cannot be said to be just unless struc-
tural gender inequality is challenged and eradicated in all social, economic, and
political institutions. Development organisations — both within and outside govern-
ment — have a key role to play” (Porter y Sweetman, 2005:2)18 Mencionamos este enfoque brevemente ya que una explicación más detalla-
da requiere un tiempo y espacio que excede a esta investigación. Para un
estudio más completo ver Falquet, J. (2003) “Mujeres, Feminismo y Desarro-
llo: Un análisis crítico de las políticas de las instituciones
internacionales”.IHEAL-Sorbonne, París.
Gobernanza Regional de Género • 41
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fue posible distinguir las diversas lógicas con las que se
estructuran los regímenes regionales existentes en el mun-
do, de gobernanza social y de género19.
Esta contextualización genealógica que hemos plantea-
do brevemente hasta aquí, sobre la incorporación del “tema
de la mujer” y a posteriori, una prematura agenda de géne-
ro, en la esfera pública internacional y regional, tiene su
correlato en los avances de la agenda global de Naciones
Unidas, que los Estados adhieren. El salto conceptual hacia
el género de los debates internacionales se ve reflejado en
los Objetivos de Desarrollo del Milenio, acordados para el
período 2000-2015, que estipularon, entre otros, “la promo-
ción de la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la
mujer” (ODM 3, 2000); y los Objetivos de Desarrollo Soste-
nible, para el período subsiguiente 2015-2030 en donde se
acuerda “lograr la igualdad entre los géneros y el empoderamien-
to de todas las mujeres y niñas” (ODS 5, 2015).
Con ello, buscamos ver de qué modo la introducción,
construcción y avance del tema fue estudiado desde dis-
tintas perspectivas, enfoques y disciplinas, pues la presente
investigación si bien se nutre de dichos aportes, princi-
palmente se enmarca en el último grupo de trabajos más
actuales bajo el paraguas de la gobernanza regional. Con
el propósito de contribuir en una respuesta a la pregunta
acerca de qué modo los organismos regionales, como la
OEA y el Mercosur aportan a la gobernanza regional de
género. Para aproximarnos a ello, en el siguiente capítulo
nos adentraremos en los marcos teóricos y metodológicos,
englobados en las Ciencias Sociales y que, como tales, su
precisión es vital para la lectura interpretativa.
19 En su trabajo, “Regional Social and Gender Governance”, in: Börzel, T. &
Risse, T. (Eds) Oxford Handbook on Comparative Regionalism, Oxford: Oxford
University Press, pp. 405-429, realizó una tipología en la que agrupa a las
distintas organizaciones regionales del mundo según sus lógicas en regíme-
nes. Distingue los (i) de derechos individuales; (ii) de regulación liderado por
el mercado; (iii) de desarrollo dirigido por el Estado y; (iv) régimen conser-
vador declarado (Van der Vleuten, 2015).
42 • Gobernanza Regional de Género
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2
Conceptos y metodología
Las disciplinas que guían esta tesis son la Ciencia Política
y las Relaciones Internacionales, desde el enfoque de la
gobernanza regional. La selección de este enfoque se debe
a dos razones. En primer lugar porque permite incluir la
multiplicidad y diversidad de actores e instituciones, sin
privilegiar o limitarse a los actores e instituciones guber-
namentales, lo que aporta una observación más completa
de la arquitectura regional y; en segundo lugar porque esta
perspectiva permite conocer a la gobernanza como obje-
to de estudio, en términos de coordinación y articulación
socio-estatal, que existe entre las organizaciones, los acto-
res, instituciones formales y alianzas sociales para producir
bienes y/o servicios sobre la agenda de género regional.
Asimismo, el desarrollo del trabajo tendrá en cuenta los
aportes metodológicos de otros enfoques que contribuyen
al análisis de la gobernanza regional de género. De modo
que el estudio también estará atravesado por las aportacio-
nes teóricas del feminismo en las disciplinas mencionadas
al inicio, cuya perspectiva nos habilita a comprender la
información desde los fundamentos de género que poseen
las instituciones políticas y su funcionamiento, incluyendo
la importancia de las instituciones informales, no estata-
les, que inciden en los mecanismos generales para producir
continuidad o cambios en las relaciones de género (Waylen,
2008; Kenny, 2007 y 2013; Krook y Mackay 2011).
Tal como planteamos al comienzo de esta tesis, el nivel
regional ha demostrado ser un espacio propicio para la
promoción y defensa de derechos y, conveniente, para que
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los actores no gubernamentales cuenten con una instancia
“más allá del estado” para ejercer presión ante posibles blo-
queos domésticos (Keck y Sikkink, 1998; Van der Vleuten,
2007). Particularmente la región de América cuenta con una
larga tradición de esfuerzos para construir experiencias de
cooperación e integración, con el objetivo de obtener bene-
ficios o enfrentar amenazas comunes.
2.1. Regionalismos: ¿por qué hablamos de Gobernanza
y no de integración regional?
La literatura tradicional distingue tres momentos corres-
pondientes a variaciones del regionalismo a lo largo de la
historia, separado en tres oleadas (Fawcett y Hurrell, 1995)
de acuerdo al formato de construcción, los propósitos de
integración y el contexto global.
El primer período1, caracterizado por un regionalismo
de tipo cerrado, con un motor de demanda doméstica, la
paz y la economía impulsada por los Estados (Botto, 2015)
se diferencia en buena parte del período de fin de la Guerra
Fría. El giro del contexto internacional durante la década
del 90 provoca la construcción nuevos regionalismos que, a
diferencia del primer período, en esta ocasión son factores
exógenos que motorizan la unión, centralmente la nueva
globalización del capital. Esta segunda etapa experimenta
la transformación del modo en que los regionalismos sur-
gen, al mismo tiempo que, se da una mayor delegación de
1 El primer período corresponde a los años inmediatamente posteriores de
posguerra, en donde la experiencia de Europa Occidental protagonizó la
escena e impulsó la producción de múltiples estudios. La distinción en olea-
das históricas también señala casos emblemáticos de cada momento. Vale
aclarar que, más allá de esos casos, en todo el mundo se han ensayado otras
experiencias de construcción de regionalismos. De este modo, considera-
mos que medir otras experiencias con el éxito del caso paradigmático, limita
un análisis más profundo y la posibilidad de nuevas construcciones de
conocimiento. Sobre esto véase Perrotta y Porcelli (2019).
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autoridad en aquellos bloques de larga data, creados en el
período anterior como la Unión Europea principalmente
(Mansfield y Pevehouse, 2013).
El cambio de paradigma tuvo que ver con diversos
factores, en primer lugar, la pérdida del predominio de
Estados Unidos en términos económicos2 y la consiguiente
emergencia de países desarrollados como Japón y Alemania
con calidad de potencia. En segundo lugar, la expansión de
la transnacionalización de la producción3, el aumento de
la tecnocracia como consecuencia del aceleramiento de la
revolución tecnológica y científica, el impacto de las refor-
mas estructurales de corte neoliberal definidas como reco-
mendaciones a través del Consenso de Washington en 1989
y, la pérdida de dinamismo del Estado como el principal
agente de desarrollo. Así, quienes toman protagonismo son
los mercados por medio de la desregulación y, se abre paso
a actores privados e internacionales con un rol más cen-
tral. La creación de la Organización Mundial del Comer-
cio (OMC, 1995) refleja el principio de multilateralismo y
su relación con esta oleada de regionalismo es una de las
principales diferencias con el viejo modelo de iniciativas de
integración comercial4.
Para los países de la región llevar adelante acuerdos
de integración económica entre vecinos fue el modo de
responder ofensivamente a este contexto, lo que resultó en
una proliferación de compromisos institucionales y blo-
ques regionales (Börzel, 2011; Botto, 2015). Esta expansión
de acuerdos comerciales multilaterales produjo un spaghetti
bowl (Bhagwati, 2008) de regionalismos y una renovación
teórica. En este entorno nace la teoría del NuevoRegiona-
lismo (Hettne y Söderbaum, 2002; Hettne, 2005) que poco
2 En términos de ingeniería y aparato militar sigue siendo un país potencia.
3 Surgimiento de filiales de empresas que dividieron su cadena productiva en
distintos lugares abriendo paso a la emergencia de actores privados transna-
cionales (Peixoto, 2008).
4 Basadas principalmente en la experiencia europea y en las teorías generado-
ras del “gran debate europeo” (Dürr y Mateo, 2004)
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dialoga con las teorías clásicas, pero comparten la incorpo-
ración de postulados constructivistas5 como denominador
común producto del nuevo contexto (Perrotta, 2018).
La tercera oleada de regionalismos se inauguró a
comienzos del nuevo milenio en la región latinoamericana
particularmente, tras las agudas crisis generadas por el ago-
tamiento del modelo neoliberal. Este período, a diferen-
cia de los anteriores, se ha calificado como más de tipo
político-ideológico, caracterizado por un marcado declive
de la hegemonía política estadounidense en la región vis a
vis la construcción de una herramienta ofensiva con Vene-
zuela y Brasil como líderes, en la IV Cumbre de las Américas
de 2005, que años después se reflejarán en la creación de la
Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). En el campo
de la teoría6, esto:
(…) habilitó el ensayo de respuestas autónomas de
construcción de conocimiento que ganaron popularidad,
cuestionaron los postulados del centro y revalorizaron
aportaciones locales. (Perrotta, 2018:12)
5 El aporte del constructivismo en las relaciones internacionales supone muy
resumidamente que el sistema no está dado, sino que se construye social-
mente. El surgimiento de teorías con enfoques constructivistas se debe al
cuestionamiento de los axiomas convencionales de las teorías mainstream
del período de los años 60-80. Uno de los máximos exponentes de este enfo-
que es el politólogo Alexander Wendt artífice de “la anarquía es lo que los Esta-
dos hacen de ella” (Wendt, 2005).
6 Esta etapa de formulación de teorías sobre las nuevas construcciones de
regionalismos estuvo teñida de diversas adjetivaciones para denominarla.
Obtuvieron mayor utilidad el regionalismo post-hegemónico (Riggirozzi y
Tussie, 2012; Briceño Ruiz y Ribeiro Hoffman, 2015) y el post-liberal (Veiga
y Ríos, 2007; Sanahuja, 2013). Esto nos da la pauta de que, los mismos perío-
dos implican distintos contextos para cada región, es decir, impactan de
maneras disímiles. Las diferencias geográficas, históricas, políticas y econó-
micas entre Europa y América, especialmente Latinoamérica, son innega-
bles. El pasado colonialista forjado en una relación unilateral con la metró-
polis y competitiva con sus vecinos, sumado al rol que tiene los Estados
Unidos (Sunkel, 1998), condiciona las relaciones regionales en pos de una
integración al modelo europeo.
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La presente investigación, por lo tanto, estudia un
período atravesado por dos oleadas de regionalismos que
incluye a diversas teorías. Mientras que las teorías conven-
cionales de integración regional del período de la posguerra
estaban más preocupadas por el cómo se integran los países
y el rol que debían tener los Estados como principales acto-
res y únicos agentes de integración; las teorías de los años
noventa, tanto las clásicas como las alternativas en cambio,
cuestionaron los axiomas tradicionales e incluyeron otros
actores y agentes en el análisis. Si bien existen elementos
de continuidad, el principal clivaje entre estas corrientes de
pensamiento y construcciones de conocimiento fue el viraje
contextual de globalización, en donde surgen otros acto-
res que impulsan el fenómeno del regionalismo y, son en
distintos niveles sociales en los que se manifiestan, otorgán-
dole a esta época un carácter multidimensional, multinivel
y multiactor (Hettne, 2005:184).
Más allá de las divergencias entre teorías clásicas y
alternativas o nuevas y viejas para el estudio del regiona-
lismo, los autores de estas corrientes coinciden en la difi-
cultosa tarea que enfrentan las y los cientistas sociales a
la hora de investigar sobre este fenómeno (Botto, 2015;
Hettne, 2005; Dür & Mateo González, 2004). No sólo por
las variantes definiciones que se han compuesto para el
concepto, sino también por la multiplicación de teorías y
enfoques para ello. El trayecto que realizaron dichas formu-
laciones permitió la construcción de una visión superadora
para el estudio de los regionalismos: la perspectiva compa-
rada (Laursen, 2010) y de la gobernanza regional (Börzel &
Risse, 2015), esta última será nodal en la presente tesis.
En primer lugar, entendemos que la construcción de
una región puede darse de distintas formas de acuerdo con
las experiencias y el tipo de relacionamiento entre vecinos
para que se constituya, o no. La historia demuestra que
existen distintas fórmulas de regiones, no todas siguen un
patrón predeterminado, aunque comparten varias similitu-
des. De hecho, mientras los primeros ensayos de prueba y
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error iban produciéndose, la literatura empezaba a teorizar
sobre la marcha. En este sentido, utilizamos la definición
de Katzenstein (2005), entendidas como aquellas entidades
porosas, sensibles a ser influenciadas por la difusión de nor-
mas, ideas o políticas de estándares globales o de los países
potencias. Ya que las regiones no son solamente una deli-
mitación geográfica y política continental, subcontinental
o transcontinental simplemente porque no logra ser una
categoría objetiva en sí misma. El concepto de región es
una construcción social intermediaria y más efectiva para
gobernar, por la proximidad geográfica, económica, social
y cultural, gracias a su condición entre el nivel global del
sistema internacional y el nivel doméstico de lo nacional.
Dentro de las regiones se dan procesos de construcción
de instituciones intergubernamentales entre al menos tres
países, llamados regionalismos. Cuando hablamos de insti-
tuciones, nos referimos a la definición tradicional para las
Ciencias Sociales como el “conjunto de normas, reglas y
procedimientos que permiten o limitan el comportamiento
del actor” (Keohane, 1989; March y Olsen, 1989; Powell
y DiMaggio, 1991; Hall y Taylor, 1996) y que se mani-
fiestan en creencias compartidas y conocimiento común
entre grupos de actores, así como prácticas de comporta-
miento (Börzel & Risse, 2015), es decir, en pocas palabras,
es el proceso top to down o State-leader. Las organizacio-
nes regionales constituyen el regionalismo, ya que son las
relaciones cooperativas formales e institucionalizadas entre
Estados o unidades subnacionales de distintos países que
pueden variar en términos de capacidad vinculante según la
autoridad delegada (Börzel, 2015). Por otro lado, la regio-
nalización más bien connota procesos de interacciones,
económico-político-sociales, cada vez más crecientes entre
los Estados y sociedades contiguas geográfica o cultural-
mente, impulsadas por actores no estatales, generalmente
económicos, pero también otros organizados en redes o
alianzas informales. Estas interacciones dan cuenta de la
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creciente interdependencia que se busca, dejando prueba de
que también pueden darse procesos ascendentes o bottom
up (Hurrell, 1995; Börzel & Risse, 2015).
Las teorías clásicas de integración regional como el
neofuncionalismo de Haas (1958) o el institucionalismo
liberal de Moravcsik (1998), suponían la probabilidad de
que la regionalización generaría regionalismo en términos
de desarrollo institucional, sin embargo no necesariamente
sucede así, ya que la regionalización enfatiza las interaccio-
nes transnacionales entre los actores no gubernamentales
como impulsores o directamente involucrados que pueden
no generar automáticamente la institucionalidad formal
que el regionalismo constituye, sino continuar operando
en redes informales.
Los procesos de regionalismos quese constituyen
como organizaciones regionales intergubernamentales
pueden variar en objetivo y diseño institucional. Pueden ser
tanto de cooperación, es decir, no necesariamente los Esta-
dos miembros transfieren autoridad a la organización, sino
que la relación que contraen es meramente cooperativa;
o de integración regional, en donde sí implica una trans-
ferencia de autoridad a la organización respectivamente
(Börzel, 2015). En resumen, la cooperación regional refiere
a las relaciones principalmente intergubernamentales que
no implican necesariamente transferencia de autoridad o
soberanía, mientras que, en la integración regional, implica
que los Estados sí transfieran al menos algunos derechos
de autoridad y soberanía a nivel regional, construyendo lo
que se conoce como la supranacionalidad. Esta estructura
supranacional que se construye por medio de la delega-
ción de autoridad consta de dos mecanismos: el mecanismo
de agrupación, que requiere un ejercicio conjunto precisa-
mente de agrupar los derechos de soberanía con respecto,
por ejemplo, a la toma de decisiones, dejando de lado el
derecho a vetar individualmente. Y en segunda instancia,
el mecanismo de delegación que consta efectivamente de
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la transferencia de autoridad y soberanía a instituciones
supranacionales, un ejemplo sería la creación de mecanismo
de solución de controversias (Risse y Börzel et al, 2015).
Como vimos, las teorías clásicas de cooperación e inte-
gración regional usualmente se caracterizan por ser racio-
nalistas, donde los Estados son los principales actores. Estas
teorías convencionales según Börzel (2011 y 2015) tienen
un doble sesgo debido a, por un lado, el carácter estado-
centrista que ubica al Estado como el único agente activo
dentro del regionalismo y por ende, su indiscutible impul-
sor; esta característica lleva al segundo sesgo, el cual es que
sólo se focaliza en los procesos de construcción institucio-
nal formal además de que en su gran mayoría se centran
en el caso de la Unión Europea. Al respecto de esto últi-
mo, investigaciones como las de Perrotta (2018) y Tickner
(2002) plantean la posibilidad de otras construcciones de
conocimiento de estos estudios internacionales y de inte-
gración regional desde América Latina.
A partir de esta caracterización conceptual sobre los
procesos de regionalismos, surge una llave analítica para
ampliar la comprensión y su estudio: la Gobernanza Regio-
nal. Si bien el concepto de gobernanza es por demás poli-
sémico y su historia se remonta a la Antigua Grecia (Hufty,
2011); llega a nuestros días desde distintas disciplinas y
perspectivas de análisis. En el campo de las relaciones inter-
nacionales la agitación conceptual a su alrededor se desa-
rrolla durante la década del 70 en los Estados Unidos cuan-
do gana influencia el enfoque institucionalista por sobre
el enfoque realista7. Este período, en los países centrales
corresponde a la etapa de crisis del modo de producción
7 Para entender el recorrido, brevemente podemos decir que el enfoque rea-
lista es aquel que tiene una visión anárquica del sistema internacional donde
sólo los Estados tienen la potestad de maximizar su poder unos contra otros
(muy cercana a una visión hobbesiana del mundo). El Institucionalismo en
cambio, gana terreno debido a la mayor institucionalización del sistema
internacional marcado por los Regímenes Internacionales (Krasner, 1982 y
Hasclever, 1997). Régimen internacional se introdujo por primera vez por
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fordista y el cuestionamiento del Estado de bienestar. Para
mediados de la década siguiente, el enfoque ya demuestra
su fortalecimiento a través de los acuerdos multilaterales y
los procesos de integración regional que dan cuenta de la
creciente institucionalización que va tomando el escenario
internacional; a la vez que se torna más complejo debido
a la presencia de una multiplicidad y diversidad cada vez
mayor de actores en el juego. Citando a Hufty el mundo
global llegó a complejizarse de tal manera que las fronteras
tradicionales entre la política nacional e internacional se volvie-
ron más borrosas (2011:171). Al mismo tiempo, el proceso de
globalización trajo una creciente intención de homogenei-
zar la política y el comercio, dando lugar a la multiplicación
de interacciones en la coordinación macroeconómica, tanto
verticales como horizontales, entre los actores y en los dis-
tintos niveles (Young, 2002) dejando una prueba empírica
de la complejidad de este nuevo escenario internacional.
En este sentido, en América Latina y el Caribe, la con-
cepción del término Gobernanza está estrechamente rela-
cionada a los organismos más hegemónicos para la coope-
ración, tales como el Banco Mundial (BM), el Programa
de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), quienes fueron los que
mayormente difundieron sus interpretaciones sobre lo que
significaba el término. No es casual que la emergencia de la
gobernanza entendida como un nuevo formato de gestión
pública, sucediera en un contexto en el que los Estados esta-
ban llevando adelante reformas sustantivas cuyo modelo
de desarrollo pasó a tener en el centro de toda decisión al
mercado, bajo el Consenso de Washington y, una menor
John Gerard Ruggie (1975) que lo definió como “un conjunto de mutuas
expectativas, normas, regulaciones, planes, energías organizativas y com-
promisos financieros que han sido aceptados por un grupo de estados”
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capacidad de acción estatal, aumentando la participación de
Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) y el sector
privado para proveer bienes y servicios públicos8.
Según la literatura, gobernanza es el marco [que] permi-
te teorizar más allá de los Estados (Börzel y Risse, 2015:5) ya
que el término abre puertas a la inclusión en el análisis de
diferentes actores y modos de diseñar e implementar políti-
cas, que no sean solamente jerárquico-estatista. Su utilidad
se debe a que posibilita la conceptualización de las diversas
demandas del orden regional, cuyo espectro contiene las
combinaciones entre regionalismo y regionalización. Así, el
concepto de Gobernanza se torna en una llave para superar
limitaciones explicativas de las teorías que desean comparar
variedades de regionalismo a través del tiempo y el espacio.
Por esta razón, las experiencias aquí estudiadas se abordan
desde el marco de la gobernanza ya que las definiciones
de integración económica o cooperación no alcanzan para
enmarcar el propósito general del presente trabajo. Por otra
parte, además todo concepto puede ser ambiguo y por ello
requerir precisión. La gobernanza posee adjetivos que cola-
boran en este proceso semántico de definición. De acuerdo
a la precisión inicial del concepto de gobernanza a secas, el
mismo a nivel regional es un concepto que tiene la ventaja
de no privilegiar al Estado sobre los actores no estatales y
principalmente por esta razón la Gobernanza como pers-
pectiva analítica proporciona un marco para comparar entornos
institucionales en el que los actores estatales y no estatales a nivel
global, regional, nacional y subnacional coordinan sus acciones
en redes multinivel formales e informales (Börzel, 2015:54). La
gobernanza se compone de una estructura y de procesos, es
decir, aquellas instituciones y el mapa de actores en juego
será la estructura que, no determinan, sino que promueven
modos específicos de coordinación de acciones y que pue-
den ser tanto formales, gubernamentales, como informales,
8 Sobre las reformas de primera y segunda generación de los Estados en Amé-
rica Latina ver: Torres, 1998; Oszlak, 1999; y Bresser, 1999.
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alianza o redes de otros actores no estatales. Esos modos
de coordinación social son los procesos por los cuales los
actores ajustan su comportamiento y que también pue-
den ser tanto formales como informales. En síntesis,

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