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C o n g r e s o s y C u r s o s COORDINADORES: CRISTINA BORREGUERO BELTRÁN ÓSCAR R. MELGOSA OTER ÁNGELA PEREDA LÓPEZ ASUNCIÓN RETORTILLO ATIENZA A LA SOMBRA DE LAS CATEDRALES: CULTURA, PODER Y GUERRA EN LA EDAD MODERNA A LA SOMBRA DE LAS CATEDRALES: CULTURA, PODER Y GUERRA EN LA EDAD MODERNA Coordinadores: CRISTINA BORREGUERO BELTRÁN ÓSCAR R. MELGOSA OTER ÁNGELA PEREDA LÓPEZ ASUNCIÓN RETORTILLO ATIENZA A LA SOMBRA DE LAS CATEDRALES: CULTURA, PODER Y GUERRA EN LA EDAD MODERNA 2021 (CONGRESOS Y CURSOS, 75) XVI REUNIÓN CIENTÍFICA DE LA FUNDACIÓN ESPAÑOLA DE HISTORIA MODERNA "A LA SOMBRA DE LAS CATEDRALES" 8, 9 y 10 de Junio 2021 Imagen de cubierta: "Vista panorámica de Burgos, tomada desde San Zadornil", Pierre Aveline (1676). Colección Gráfica del Archivo Municipal de Burgos. Edita: Servicio de Publicaciones e Imagen Institucional UNIVERSIDAD DE BURGOS Edificio de Administración y Servicios C/ Don Juan de Austria, 1 09001 BURGOS - ESPAÑA ISBN: 978-84-18465-07-9 DOI: https://doi.org/10.36443/9788418465079 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional ORGANIZADORES: Cristina Borreguero Beltrán (Universidad de Burgos) • Óscar R. Melgosa Oter (Universidad de Burgos) • Ángela Pereda López (Universidad de Burgos) • Asunción Retortillo Atienza (Universidad de Burgos) COMITÉ CIENTÍFICO: Dr. Juan José Iglesias Ruiz (Universidad de Sevilla) • Dr. Francisco García González (Universidad de Castilla-La Mancha) • Dra. Ángela Atienza López (Universidad de La Rioja) • Dra. Virginia León Sanz (Universidad Complutense de Madrid) • Dr. Francisco Fernández Izquierdo (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) • Dra. Henar Pizarro Llorente (Universidad Pontificia de Comillas) • Dra. María López Díaz (Universidad de Vigo) • Dr. José Luis Betrán Moya (Universidad Autónoma de Barcelona) • Dr. Máximo García Fernández (Universidad de Valladolid) • Dr. Antonio Jiménez Estrella (Universidad de Granada) • Dr. David González Cruz (Universidad de Huelva) SECCIÓN II DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA DE LOS AUSTRIAS A LA MONARQUÍA ESPAÑOLA DE LOS BORBONES: RIQUEZA, PODER Y GUERRA HACIA UNA DEFINICIÓN DE CONCEPTOS ENTRE LA IMAGEN MORAL Y EL ARTE MARCIAL Silvia CarraSCo Sáinz Universidad de Burgos1 scarrasco@ubu.es RESUMEN Las cualidades morales recogidas en los tratados militares, desde los clásicos hasta los manuales de la Edad Moderna, tratan de perfilar y exponer el prototipo ideal del soldado junto con otras cuestiones relativas al arte marcial. Este trabajo pretende analizar cómo estos postulados morales, especialmente el de la lealtad, operaron en la conformación del ideal del buen soldado, pro- totipo ensalzado y requerido por la Monarquía Hispánica a sus altos mandos militares. En contraposición, los reclutadores, solo atentos a enganchar el ma- yor número de hombres posible para nutrir los ejércitos, se mostraron más reticentes relegando este requisito moral a un segundo plano en el ejercicio de las armas. Palabras clave: Ejército, Habsburgo, lealtad, soldados ABSTRACT The moral qualities contained in the military treatises, from the classics to the manuals of the Modern Age, try to outline and expose the ideal prototype of the soldier along with other questions related to the martial art. This work aims to analyse how these moral postulates, especially which of loyalty, operated in the formation of the ideal of the good soldier, a prototype praised and required by the Hispanic Monarchy to its high military commands. On the contrary, the recruiters, only attentive to hooking as many men as possible to nourish the armies, were more reticent relegating this moral requirement to a second level in the exercise of weapons. Keywords: Army, Habsburg, loyalty, soldiers 1 Contratada predoctoral Junta de Castilla y León. 1344 haCia una definiCión de ConCeptoS INTRODUCCIÓN “La vida militar contiene en si muchas partes de virtud, grande obedi- encia, abstinencia de las delicias, perseverancia en los trabajos y fatigas.”2 El presente trabajo busca acercarse al análisis de las relaciones de leal- tad en el ejército de los Austrias a través de la construcción que se realizó en los siglos XVI y XVII del ideal de soldado en las artes militares. Para ello emplearemos varios tratados en los que se menciona el comportamiento y virtudes que estos solados debían cultivar. Como algunos autores apuntan, la milicia se consagró como el instrumento más extendido de servicio hacia la Monarquía Hispánica3. Desde el medievo las armas habían sido la actividad intrínseca a la nobleza, pero durante la expansión de los reinados de Carlos I y Felipe II se dio una paulatina profesionalización de la actividad castren- se abriéndose a un mayor sector de la sociedad4. Esto auspició que muchos hombres vieran en este oficio una forma de vida que, además de ingresos, les proporcionaba una vía de promoción social, riqueza y honor. Podemos afirmar que, durante este periodo, el servicio de las armas generaba un sentimiento de orgullo debido, por un lado, a los éxitos militares cosechados, y por otro, al tradicional respeto que existía hacia esta profesión por el estatus que confería. Su práctica iba asociada a una superioridad moral, conformada por una serie de valores o virtudes que hacían al soldado español destacar por su compor- tamiento frente a otros ejércitos. Estas virtudes, que aparecen tanto en los autores clásicos como en los de la Edad Moderna, sirvieron para establecer un prototipo ideal de soldado asignándole una serie de cualidades morales que sirvieron de base para los códigos de conducta asociados, especialmente, a los altos mandos militares. Es curioso ver cómo aún hoy día, la imagen de los ejércitos de este periodo sigue causando cierto sentimiento de orgullo e incluso patriotismo entre una parte del colectivo popular. Esto puede deberse a la distorsionada imagen que ha quedado en el imaginario social, fruto de los valores y virtudes militares que los tratadistas reivindicaron como ideal del 2 Aristóteles en Guillén Ramón de Moncada, Discurso militar: proponense algunos inconvenientes de la milicia destos tiempos, y su reparo, Valencia, Impr. Bernardo Nogués, 1653, p.11. Vid. También, en la obra del mismo título y editada por Eduardo de Mesa Gallego, Madrid, Ministerio de Defensa, 2007, p.101. 3 Diversos historiadores han estudiado como se establecieron las relaciones de servicio al monarca his- pano en la Edad Moderna. Francisco J. Aranda Pérez, “Servir a quién, en qué y cómo: vasallos en la política”, pp. 51-84 en Alicia Estríngana (Ed.) Servir al rey en la Monarquía de los Austrias. Madrid, Sílex, 2012; I.A.A. Thompson, “Do ut des: la economía política del “servicio” en la Castilla moderna” Ibidem, p. 283-296 analiza como el servicio de las armas fue una de las actividades que más reconoci- miento y mercedes generó. 4 Antonio Jiménez Estrella, “Los nuevos bellatores de su Majestad. Reflexiones en torno al servicio militar al rey en los siglos XVI y XVII”, Alicia Estríngana (Ed.) Servir al rey en…, op.cit. pp. 387-413. a la Sombra de laS CatedraleS: Cultura, poder y guerra en la edad moderna 1345 buen soldado. Teniendo esto en cuenta, trataremos de ver cómo estas cualida- des también afectaron a las relaciones de servicio vinculadas por un sistema de reciprocidad entre rey-súbdito. Las nociones de lealtad, honor o fidelidad, entre otras, fueron empleadas en la concepción de un nuevo discurso político que trató de aunar el servicio al rey con el sentimiento de “amor a la patria”, impregnando así el servicio de relación previamente establecido entre ambos grupos. Tanto en memoriales, hojas de servicio o incluso correspondencia pri- vada, se refleja esta situación de servicio-recompensa5. Finalmente, en los últimos años la historia militar está siendo objeto de interés, al entender que el ejército también ha sido un factor vivodentro de la sociedad, y que ha repercutido en diferentes esferas como en la política, la económica y la social. Para algunos historiadores, el ámbito militar fue durante la Edad Moderna de “vital importancia para el gobierno y la propia sociedad”6. Esto ha provocado una serie de investigaciones, que abarcan te- mas como el impacto de la guerra, el sistema de recluta o el replanteamiento de las estructuras del propio servicio7. En el campo de la historia cultural, así como en la de las mentalidades, varios historiadores han reivindicado también el papel que el ejército desempeñó. Concretamente, en la tratadística militar varios autores han realizado importantes análisis respecto a las aportaciones que los tratados proporcionan dentro del campo historiográfico8. 5 Alicia Esteban Estríngana, “Lealtad, virtud primitiva: su expresión, semántica y práctica” en Alicia Esteban Estríngana (Ed.) Decidir la lealtad. Leales y desleales en contexto (siglos XVI y XVII), Madrid, Doce Calles, 2018, pp.9-23; Ribot García, Luis A, “Conflicto y lealtad en la Monarquía Hispánica du- rante el siglo XVII”, Francisco José Aranda Pérez (Coord.) La declinación de la Monarquía Hispánica en el siglo XVII, Cuenca, Universidad Castilla la Mancha, 2004, pp. 9-46. 6 Antonio José Rodríguez Hernández, Los tambores de Marte. El reclutamiento en Castilla durante la segunda mitad del siglo XVII (1648-1700), Valladolid, Universidad de Valladolid, 2011. 7 Son numerosas los estudios realizados sobre el tema: I.A.A. Thompson, “El soldado, la sociedad y el Estado en la España de los siglos XVI y XVII”, O’Donnell y Estrada, Historia militar de España, T.III, Edad Moderna, Madrid, Ministerio de defensa, 2013; Julio Albi de la Cuesta, De Pavía a Rocroi, Madrid, Blakan, 1999; René Quatrefages, Los Tercios, Madrid, Ministerio de Defensa, 2015; Cristina Borreguero Beltrán “Al servicio de su majestad el rey de España: soldados, reclutamiento y vida coti- diana” Historia militar de España. Edad Moderna III. Madrid; Cristina Borreguero Beltrán. “La historia militar en el contexto de las nuevas corrientes historiográficas: una aproximación” Manuscrits: revista d’història moderna, 2016, nº 34, p. 145-176; David R. Lawrence, The complete soldier: military books and military culture in early Stuard England, 1603-1645, Leiden-Boston, Brill, 2009. 8 Una de las obras más completas es la de Antonio Espino López, Guerra y cultura en la época moderna, Madrid, Ministerio de Defensa, 2001. Otras obras de interés: Saúl Martínez Bermejo “Antigua disci- plina: el ejemplo romano en los tratados militares ibéricos, c. 1560-16001” en Hispania, 2014, vol. LXXIV, nº. 247, pp. 357-384. Francisco Andújar Castillo y Pilar Ponce Leiva (Coord.) Debates sobre la corrupción en el mundo ibérico, siglos XVI-XVIII. Alicante, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, 2018. Murcia, 1996. Esther Merino “Los autores españoles de los tratados “De Re Military”. Fuentes para su conocimiento: los preliminares” Anuario del departamento de Historia y Teoría del arte (UAM) vol. VI, 1994, pp. 121-133. 1346 haCia una definiCión de ConCeptoS 1. LA TRATADÍSTICA MILITAR “El conocimiento del arte militar aumenta el valor, porque general- mente los hombres ejecutan con bizarría lo que tienen seguridad que han aprendido bien.”9 Los autores de los tratados militares buscaron recopilar y transmitir de manera didáctica la teoría y práctica militar. En sus textos incluyeron todo lo referente al campo del saber marcial, como las leyes, los deberes, las innova- ciones militares, las obligaciones del soldado o las cualidades, tanto físicas como morales, que en teoría se requerían para ser un buen soldado. El origen de estos escritos estaba íntimamente relacionado, con los avances tecnológi- cos y la burocratización del sistema militar operados en los primeros años del siglo XV. Estos cambios, en consonancia con el nacimiento de los llamados estados modernos, es lo que se ha denominado Revolución Militar10. Este pro- ceso de innovación favoreció el interés por el estudio de la guerra, tanto desde el punto de vista teórico como práctico11. No obstante, esta transformación del aparato militar generó una serie de problemas, que llevó a los tratadistas e intelectuales a volver la vista a los tratados de la antigüedad buscando in- formación útil que permitiera darles solución. Roma “fue sinónimo de poder militar y dominio político, un referente omnipresente en la Edad Moderna”12, el modelo a seguir debido a la fama de su ejército, considerado como el más eficaz y disciplinado de todos. De los autores clásicos, Vegecio fue el que proporcionó el esquema a seguir por los tratadistas de la Época Moderna. En su obra, el autor clásico recoge todo lo relativo al arte militar, desde las carac- terísticas físicas que los aspirantes debían cumplir, hasta cuestiones referentes a la ideología militar. Él fue uno de los que reivindicó que la disciplina era el pilar sobre el que se sustentaba todo el corpus militar, incluyendo la conducta y código ético. Un ejemplo de este interés por el autor, lo da Antonio Blanco Freijeiro al mencionar los dos manuscritos que el Conde–Duque de Olivares poseía en su biblioteca13. Lo que nos demuestra el interés que había por la “ciencia militar” dentro de los círculos culturales. Como Espino López apun- ta, es bastante curioso que eligieran a este autor como modelo para aportar 9 Flavio Vegecio, Instituciones militares, Madrid, Ministerio de Defensa, 1998, pp 36. 10 Geoffrey Parker, La revolución militar, Madrid, Alianza, 2002, Lorraine White, “Guerra y revolución militar en la Iberia del siglo XVII” Manuscrits, 21, 2003, pp 63-93. 11 David R. Lawrence, The complete…., op.cit, p. 46- 71. En esta obra el autor expone el interés que se dio en Inglaterra por los tratados y obras militares, tanto anglosajonas como de otros países como Italia y España. 12 Saúl Martínez Bermejo, “Antigua disciplina…”, op.cit. pp 357-384. 13 Flavio Vegecio, Instituciones…, op.cit, p.23. a la Sombra de laS CatedraleS: Cultura, poder y guerra en la edad moderna 1347 soluciones a sus problemas, ya que el propio Vegecio escribía sobre las ca- rencias del ejército de su época14. Maquiavelo también contribuyó a afianzar este conocimiento del saber militar con su obra Del arte de la guerra, donde reivindicaba la necesidad de la profesionalización del ejército15. Estos tratadistas eran veteranos de las guerras de Italia y Flandes, hom- bres de letras dedicados a la materia castrense, que trataron de pautar una serie de directrices a imitación de las clásicas con el objetivo de modelar y conseguir buenos hombres para el servicio de las armas. Es común en estos es- critos que hemos analizado, que los autores mencionen la costumbre romana de premiar las virtudes, no despreciar la pobreza, favorecer los lazos de amor entre los individuos o preocuparse por el bien común antes que por el propio. A partir de finales del siglo XVI se percibe un descontento respecto a la orga- nización del ejército por parte de estos autores, sirviendo la tratadística militar de “caja de resonancia”16. El malestar provenía de diversos factores, como el impacto de las guerras en la población civil, las penurias que sufrían los sol- dados o, concretamente, la corrupción del propio sistema militar, que quebró la política de ascensos basada en la meritocracia. El capitán Marcos de Isaba tituló a su obra “Cuerpo enfermo” en clara alusión a la necesidad de reforma en la milicia17. Diego de Vargas, muestra así su descontento por la deteriorada imagen que, bajo su percepción, sufría la milicia a finales del siglo XVI: “Más agora por ser la orden militar casi corrompida u olvidada en ellas las antiguas ordenes an nacido estas opiniones, que hazen a los populares tener odio a la milicia y, huyr la coversacion de los guerreros. Y por esto yo quisiera reduzir la presente milicia a los antiguos órdenes”18. Para concluir este apartado, no debemos perder de vista elcarácter sub- jetivo de estos textos, puesto que los propios autores hablan desde su propia experiencia y sus opiniones respecto a los males que aquejaban al ejército. No obstante, lo que les une a todos ellos es el esfuerzo por intentar devolver la antigua imagen y brillantez a la milicia, así como la denuncia de los excesos y problemas que lo aquejaban. 14 Antonio Espino López. Guerra y cultura…, op. cit, p.26. 15 Nicolás Maquiavelo. Del arte de la guerra, Madrid, Tecnos, 1995. 16 En Antonio Jiménez Estrella, “La corrupción en los tratados militares en la época de los Habsburgo (siglos XVI y XVII)” Debates sobre la corrupción en el mundo ibérico, siglos XVI-XVII. Alicante, Francisco Andújar Castillo y Pilar Ponce Leiva (Coord.). Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, 2018, pp.133-159. 17 Marcos de Isaba, Cuerpo enfermo de la milicia española, Madrid, impr. Guillermo Druy, 1594. 18 Diego de Vargas y Carvajal, De re militari, Bruselas, impr. Roger Velpius, 1590. Prólogo. 1348 haCia una definiCión de ConCeptoS 1.1. El soldado ideal “Las magnitudes morales se encuentran entre los objetos más impor- tantes de la guerra.”19 El mundo de las mentalidades es un tema complejo y lleno de matices, más aún dentro de una institución como la castrense, en la que los individuos desarrollaron una identidad propia frente al resto de hombres y mujeres de la sociedad20. Así el ejército se asemeja a un microcosmos dentro de la socie- dad, de la cual obtiene los principios morales básicos que luego adapta a las necesidades de la guerra y el servicio al rey. Como decimos, los tratadistas establecen una serie de cualidades, tanto morales como físicas, con las que pretenden mostrar cómo debería de ser y comportarse el hombre que se decan- tara por las armas. Sin embargo, como en todo, una cosa era la teoría y otra la práctica, de ahí que muchos soldados no llegaran a cumplir los requisitos del soldado ideal. Con esta vuelta constante al clasicismo, los tratadistas procu- raron volver al punto de origen fijándose en las legiones romanas, de las que se consideraban herederos los tercios españoles. Algo peculiar y que ayuda a entender esta formación de una identidad propia es la alta estima que tienen de sí mismos los soldados españoles21. Respecto al concepto de virtud existen varias definiciones. Mientras que para Covarrubias era el equivalente a la fuerza, entendida esta como la noción de valor o valentía22, para Londoño es la “fortaleza de ánimo en los peligros, sin dejarse vencer por sus desordenados apetitos”. Este autor resume muy bien lo que para la mayoría de los tratadistas significaba este concepto y la importancia que tenía dentro de la ética castrense. Las cualidades morales o virtudes que el soldado debía reunir como profesional de las armas aparecen condensadas en los primeros capítulos de los tratados, por ser consideradas por los autores como algo básico en la formación del soldado “ideal”. Entre los requisitos exigidos a los soldados aparecen conceptos como el valor, el sacrificio, compañerismo, prudencia, templanza, justicia, fuerza, fidelidad, or- den y disciplina. Estas tres últimas, como ya apuntaron los escritores clásicos, son primordiales en el servicio de las armas. Además, estos valores también 19 Carl Von Clausewitz, De la Guerra, Madrid, Esfera, 2005, pp.147. 20 Diego Núñez Alva, Diálogo de Núñez de Alba de la vida del soldado. Salamanca, impr. Andrea de Portonaris, 1552. 21 Como el autor apunta, esta estima también era reconocida por los soldados de otras nacionalidades en Julio Albi de la Cuesta, De Pavía…, op.cit, p.155. 22 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid, 1611. Virtud es “hacer un hombre apretado virtud, es facerle alguna cosa por buen término. En virtud, término usado, vale tanto como en la fuerça y valor”. a la Sombra de laS CatedraleS: Cultura, poder y guerra en la edad moderna 1349 se encontraban vinculados con las virtudes morales presentes en la propia sociedad, que a su vez provenían de las doctrinas del pensamiento de los clá- sicos como Platón o Aristóteles. Con la influencia de la doctrina cristiana del medievo, los postulados morales pasaron a formar parte del corpus ideoló- gico, religioso y político, que marcaron los postulados del comportamiento consuetudinario a nivel social. Santo Tomás de Aquino y sus cuatro virtudes cardinales -prudencia, justicia, fortaleza y templanza- sirvieron de modelo a seguir en cuanto a los valores requeridos tanto dentro de la milicia como en la sociedad civil. La práctica de estas virtudes era imprescindible para alcanzar un comportamiento ejemplar dentro de la profesión de Marte, pero también, el ser un hombre bueno, honrado y virtuoso, permitía el acercamiento y gracia de Dios. Don Luis Pacheco, por ejemplo, dedica un espacio en su obra a la reflexión y beneficios que las virtudes clásicas aportaban a los hombres de armas23. Al mismo tiempo, la fe católica formaba parte del corpus ideológico del ejército y era necesario cultivarla. Bernardino Barroso menciona de forma constante cómo el soldado sirve por encima de todo a Dios, del que ha de ser merecedor. El marqués de Aytona en concreto, se mostró muy crítico respecto a la falta de práctica de la moral cristiana entre los soldados de los Habsburgo, aunque no fue el único. Sin embargo, elogió el virtuosismo de Gustavo Adolfo para vergüenza de los católicos. “Nos debiera de avergonçar que nos de major exemplos faltos de la luz de la Fé, y para esto es raro exemplo el del Rey de Suecia, cuyas virtudes morales fueron grandes, y Dios se las premió en esta vida con muchas victorias”24. Estas teorías canónicas de la antigüedad y el medievo sobre las virtudes necesarias en el hombre conformaron las llamadas “virtudes militares”. Estas fueron la base de los códigos de conducta de la milicia, cuyo cumplimiento por parte de todos los soldados garantizaba el orden y el buen desarrollo de su oficio. Eran de obligada observancia y estaban recogidos tanto en los tratados que mencionamos, como en las ordenanzas militares. Para Álava y Viamont la fortaleza moral, que en sí misma es una virtud, era imprescindible para evi- tar vicios y corrupción25. Además, la importancia que estos valores morales adquirieron en el ejército también marcó los códigos militares de otras etapas históricas, como así lo demuestra el teórico y militar prusiano Clausewitz en el 23 Don Luis Pacheco de Narváez, De las grandezas de la espada, Madrid, impr. Herederos de Iuan Iñiguez de Lequerica, 1600. 24 Marqués de Aytona, Discurso…, op.cit, p. 175. 25 Diego de Álava y Viamont, El perfecto capitán, instruido en la disciplina militar, y nueva ciencia de la artillería, Madrid, impr. Pedro Madrigal, 1590, pp. 5v. Para este ingeniero militar, la moral era impres- cindible en un soldado, especialmente en el capitán. 1350 haCia una definiCión de ConCeptoS siglo XIX. Incluso el actual ejército de tierra español los considera necesarios para el ejercicio de las armas26. Un tema de gran trascendencia en la tratadística militar fue la motiva- ción que llevó a estos hombres a cumplir con este destino. Como ya hemos mencionado, la milicia era una actividad intrínseca a la nobleza, por ende, condensaba los ideales propios de este estamento27. El ejercicio de las armas estaba imbuido del ideal caballeresco de la Edad Media y era considerado como una actividad de gran reputación social, estima y honra,28 que se trans- mitía de generación en generación. Su práctica confería orgullo, estatus y re- conocimiento social a quienes la practicaban, de ahí que el comportamiento de quienes accedían a las armas tuviera que mantener esta imagen idealizada de soldado, acorde al estatus y prestigio de quienes desempeñaban este oficio. En las últimas décadas del siglo XVI la multiplicación de los frentes y los pro- blemas que aquejaban a la organización militar llevaron aparejadas conductas negativas dentro de la milicia.La venalidad de los cargos, los favoritismos que facilitaron los nombramientos a dedo, las levas forzosas, o los recluta- mientos fraudulentos, erosionaron el ideal de reclutamiento tradicional en el que el hombre debía ser apto y cumplir con unas cualidades, físicas y morales, para el servicio de las armas. Por este motivo los autores buscaron devolver a la milicia a “su estado antiguo”. Esta preocupación se ve claramente en la obra de Londoño, titulada “Discurso sobre la forma de reduzir la disciplina militar a mejor y antiguo estado”. En definitiva, esta situación contribuyó a menoscabar la imagen de los ejércitos29. Además, de comprometer en ocasio- nes el objetivo final de las armas, como así se lamenta Diego de Vargas: “Si algunas veces entre vos mismo habéis considerado esto […] haber de donde nace tanta vileza y tanta desorden y negligencia en estos nuestros tiempos en caso de ejercicio militar”30. La disciplina fue la piedra angular cuya práctica garantizó el éxito a las legiones romanas. Por ello, esta noción se impondrá como la virtud más importante en la milicia. Covarrubias en su obra no aporta mucha informa- ción sobre este concepto, pero según la RAE es la “doctrina, instrucción de una persona, especialmente en lo moral” o la “observancia de las leyes y 26 Para saber más consultar la página oficial. https://ejercito.defensa.gob.es/personal/valores/index.html 27 Raffaele Puddu, El soldado gentilhombre. Autorretrato de una sociedad guerrera: la España del siglo XVI, Barcelona, Argos Vergara, 1984, p. Sobre el virtuosismo de las armas ligado a la nobleza 28 Don Jerónimo Jiménez de Urrea, Diálogo de la verdadera honra militar, Venecia, impr. Ioan Grifo, 1566, Sobre la importancia del prestigio y la honra en la sociedad del Antiguo Régimen, José Antonio Maravall, Poder, honor y elites en el siglo XVII. Madrid, siglo XXI, 1979. 29 Sobre motines Geoffrey Parker Guerra de los Treinta años, Madrid, Antonio Machado, 2004. 30 Diego de Vargas y Carvajal, De Re Militari…., op.cit, p.48v. a la Sombra de laS CatedraleS: Cultura, poder y guerra en la edad moderna 1351 ordenamientos de la profesión o instituto”. Para Londoño el principal funda- mento de la disciplina era la obediencia, ya que según él es la encargada de garantizar el orden dentro de la misma. Ambos conceptos son los pilares de todo el edificio castrense y en torno a los que gira el servicio militar. De hecho, para Isaba, el ideal de soldado radicaba en una buena obediencia y conducta; “ha de ser obediente el soldado y en el punto y grado que ha de tener la honra, las razones y causas que se ha de guardar para ser perfecto: la obligación que tiene la milicia desde el tiempo que assento su nombre en las listas de su rey y como ha daber modos y maneras quando se le ofrezca pelear estando advertido, vigilante y doctrinado con la curiosidad y podeça de sus armas cuando se ofrezca tal ocasion que por no entenderlo ni saberlo falte incondicionalmente a la profesión militar.”31 La necesidad de unos valores concretos en la milicia se demuestra en el énfasis que los autores hacen al exponer los requisitos de los distintos cargos y empleos de la jerarquía castrense. En tales requerimientos existía una dife- rencia entre los altos mandos de la milicia y los meros reclutas. Al igual que ocurría con la formación e instrucción, los oficiales tenían que cumplir unas exigencias mayores acordes a la responsabilidad que asumían y su importan- cia dentro de la cadena de mando. Su estatus les exigía ser un modelo de buena conducta, así como dar ejemplo al resto de soldados. El capitán, en especial, era para la mayoría la pieza fundamental en el sistema militar32. Los oficiales y suboficiales debían tener una preparación moral a la altura de las expectativas, ser justos en los castigos aplicados a los soldados, no propasarse y velar por sus intereses. Londoño apremia a que la oficialía esté integrada por hombres virtuosos, conocedores de la doctrina del arte militar y con capacidad para ejercer la autoridad33, ya que ellos eran los encargados de velar por el cumpli- miento de las leyes, la conducta de la tropa, o regular los desmanes y vicios que se pudieran ocasionar, especialmente en el juego, considerado como la lacra de los ejércitos. En una Real Cédula de 1608, Juan de Silva, gobernador de las Filipinas, ordenó al procurador tomar las medidas necesarias para evitar que los soldados del presidio continuasen apostando sus sueldos34. 31 Marcos de Isaba, Cuerpo enfermo…, op.cit, p16v. 32 Bernardino Barroso, Teoría y práctica y exemplos de guerra, Milán, impr. Carlo Antonio Malatesta, 1628. Sin embargo, para el capitán Martín de Eguiluz en Milicia, discurso y regla militar, Amberes, impr. Pedro Velero, 1595, la figura más importante era el sargento mayor. 33 Sancho de Londoño, Discurso sobre la forma de reduzir la disciplina militar a mejor y antiguo estado, Madrid, impr. Luys Sánchez, 1593. 34 La Real Cédula de 1608 el gobernador establece unas pautas para que los soldados de los presidios no malgastaran su sueldo en dicho vicio. Archivo General de Indias [AGI]; Sección FILIPINAS, 340, LEG. 3, f. 49V. Bernardino Barroso, Ibidem, p.37 también critica los estragos que causa el juego de los dados. 1352 haCia una definiCión de ConCeptoS La calidad de los mandos podía repercutir en el orden y disciplina de la compañía, por ello era fundamental que los soldados tuvieran una buena opinión de sus superiores. “La confianza de la victoria la causan las armas y el orden, y también la causan las frescas y pasadas victorias, y la opinión de tener un buen capitán”35. Muy ilustrativa es la carta enviada al virrey de España por parte de los vecinos y soldados de Sinaloa, pidiendo la mediación de este con- tra los desmanes y malos tratos del capitán Francisco de Bustamante, quien gobernaba dichas tierras. Los soldados le tildaban de tirano, le acusaban de realizar diversas tropelías y de avergonzar la profesión de las armas, ya que no “ha militado y servido al rey nuestro señor en estas provincias” además de que “no adado exemplo con que nosotros si no lo supieramos hacer nos halla- ríamos sin amparo”36. Al igual que a los oficiales, los soldados también debían mantener un comportamiento satisfactorio que evitara los enfrentamientos en- tre compañeros, con los propios oficiales o con la población civil. El soldado “no ha de ser pendenciero, ni hablador, arrogante y presuntuoso, que será aborrecido de sus compañeros y nadie querrá tratar con él. Ser considerado y bien criado, si él quiere ser respetado y guardarse ha de afrentar a nadie”37. Para Isaba la buena conducta era imprescindible para la buena imagen, para la convivencia dentro del ejército y para obtener la victoria de la batalla. “Lo que se encomienda mucho y ruego muy de veras al soldado, es que entienda un número mediano de gente guarnecido en virtud, obedientismo y doctrinado, es el que alcanza la honra y goza de los sucesos felices y dichosos y por gente de tan valerosa costumbre y fama suelen ser restau- radas las batallas y reynos casi del todo perdidos, que la muchedumbre sin disciplina ni obediencia antes ha causado confusión y perdición […].”38 Si la base esencial de la milicia era la disciplina, la lealtad y la fideli- dad se consideraban virtudes esenciales, inherentes a todos los vasallos en su servicio al rey39. “Todo español que assentare su plaça de soldado, para servir a su Magestad en los libros y listas de su real sueldo, es su criado desde aquella hora y punto, y promete toda fidelidad y lealtad hasta ser licenciado de su superior y ser borrado de la lista”40. 35 Diego de Vargas y Carvajal, De Re…, op.cit, p.84. 36 Archivo Histórico Nacional [AHN]; DIVERSOS-COLECCIONES, 31, N.6. Sinaloa, 9 de agosto de 1635. Carta de los soldados y vecinos de Sinaloa al virrey de Nueva España, marqués de Cadereyta, dando cuenta de los malos tratos recibidos del capitán Francisco de Bustamante. 37 CapitánMartín de Eguiluz Milicia…, op.cit, p.4. 38 Marcos de Isaba Cuerpo…, op.cit, p.17. 39 Para Covarrubias leal era quien obedecía la ley, guardaba fidelidad y reconocimiento al señor y al ami- go. Fiel es quien guarda lealtad, dice la verdad y no engaña o emplea artimañas. 40 Capitán Martín de Eguiluz, Milicia…, op.cit, p1 del LI, cap. I. a la Sombra de laS CatedraleS: Cultura, poder y guerra en la edad moderna 1353 La complejidad del servicio de las armas, donde se desenvuelven los vínculos de lealtad, viene marcada por la propia fisionomía del Imperio y de la Monarquía Hispánica, ya que ambos eran un espacio complejo a todos los ni- veles: político, social, cultural y económico. Su propia estructura estaba con- formada por un conglomerado de pequeños estados, que conservaban parte de su identidad política a través de las oligarquías locales, pero en la que el rey ejercía la soberanía, como representante de una monarquía, en la que él era la cabeza de toda la jerarquía social y política. Los cimientos de este conjunto de estados se fundamentaban en el consenso y en las relaciones de reciprocidad a través del servicio entre súbdito-rey, establecidas mediante los vínculos de lealtad y fidelidad asociados a las figuras del rey y de Dios41. Este vínculo de la lealtad favorecía el sentimiento de unidad e identidad entre el rey y sus súb- ditos, quien los hacía sentirse partícipes de la consecución de unos intereses, que, en teoría, beneficiaban al conjunto de la comunidad. La lealtad se había ido estableciendo como un activo moral, primitivo y natural. Era considerado como un deber innato nacido del consenso natural por el que los súbditos quedaban ligados a las necesidades del propio monarca, al considerarlos como beneficiosos para todos, aunque esto conllevara el menoscabo y sacrifico de sus intereses personales o su propia vida42. Según Escalante, la “lealtad hay que estimarla más que el linaje por muy ilustre que sea”43. Con el tiempo este vínculo de lealtad se fue asociando hacia el concepto de la “nación” o de la “patria”. El súbdito, o en este caso el soldado, debían mantener un vínculo de lealtad tanto a su “señor natural”, como a la tierra de la que provenía y de la que era súbdito. Esto generó un sentimiento de identidad y pertenencia a un territorio concreto y delimitado. Esta lealtad a la “nación” se percibía desde el nacimiento y era algo na- tural e intrínseco que obligaba al vasallo a buscar el bien de esta, incluso por encima del rey. Esta concepción fue empleada por las oligarquías de algunos territorios gobernados por los Habsburgo, como los Países Bajos, para legi- timar la rebelión frente a su señor. Estas élites defendían que solo buscaban el bien de su “nación” y de sus gentes, frente a los intereses particulares del soberano hispano, su señor natural, que ya no los protegía. Los monarcas his- panos calificaron a estos súbditos como rebeldes por sublevarse a la autoridad que por naturaleza estaban obligados a aceptar44. 41 Alicia Esteban Estríngana (ed.) Servir al rey…, op.cit, p.11-45. 42 Alicia Esteban Estríngana, “Lealtad, virtud…, op.cit, p.9. 43 Bernardino de Escalante, Diálogos del arte militar, Laredo, impr. Rutger Velpiu, 1595, p. 10v. 44 Luis Ribot, “Conflicto y lealtad…, op.cit. pp.39-66. 1354 haCia una definiCión de ConCeptoS 2. LA REALIDAD DEL SERVICO A LAS ARMAS “Un sabio rey no debe dar tal sueldo, si no fuere por premios de servicio.”45 El servicio al rey se cimentaba en las relaciones de reciprocidad es- tablecidas entre el monarca y los súbditos, que a su vez se sustentaban en la promesa de cumplimiento por ambas partes46. El monarca tenía la obligación de reconocer el servicio realizado por sus súbitos mediante una retribución, ya fuera económica o de prestigio social, como la concesión de títulos. Esta gratificación no fue vista como una concesión voluntaria del rey, sino como una cuestión de justicia47. La necesidad de una recompensación se recoge en los memoriales y hojas de servicio de los soldados, donde aparece el Cursus Honorum de los militares, pues recogen su larga trayectoria militar o incluso diplomática. Memoriales y peticiones eran empleadas por los soldados para solicitar ascensos, concesiones económicas como un aumento de sueldo o pla- zas en lugares de menor riesgo, como en el caso de Vicente Ramírez, soldado de los tercios de su Magestad, que solicitaba una plaza de veedor o contador de galeras en la escuadra de Génova48. En los ejércitos de los Habsburgo sirvieron hombres tanto naturales de los estados de los Austrias como extranjeros. Esta cuestión llegó a ser debatida entre los tratadistas, ya que muchos no veían con buenos ojos que el rey contra- tara compañías de extranjeros, por considerar que lo único que les movía era la paga. Además, aquellos juzgaban que estos soldados foráneos por no ser súbdi- tos naturales no estaban vinculados con el monarca por ningún tipo de lealtad hacia su persona, lo que perjudicaba los intereses del rey y de la “nación”. No obstante, como es sabido, dentro de estos ejércitos fue constante el recurso de soldados provenientes de diferentes territorios, que conformaban las llamadas “compañías de naciones” compuestas por irlandeses, escoceses, valones, ale- manes, ingleses y especialmente italianos49. De entre todas las nacionalidades, 45 Diego Saavedra Fajardo y el licenciado Pedro Fernández Navarrete, Idea de un príncipe político-cris- tiano. Biblioteca de autores españoles, Madrid, impr. M. Rivadeneyra, 1861. 46 Alicia Esteban Estríngana (ed.) Servir al rey…, op.cit. varios autores analizan como se estructuró el servicio a la corona. 47 Alicia Esteban Estríngana... Ibidem, p.29. 48 Archivo General de Simancas, [AGS]; Estado [E], LEG. 3603, f. 195. Memorial de Vicente Ramírez, soldado en los Tercios de Nápoles y Sicilia, solicitando la plaza de veedor o contador de las galeras de la escuadra de Génova, vacante por el fallecimiento de Pedro de Torres, 1648. 49 Sobre la aportación irlandesa, Eduardo de Mesa, The Irish in the Spanish Armies in the Seventeenth Century, Woodbridge, Boydell Press, 2014, sobre los soldados flamencos y valones ver Davide Maffi “La epopeya olvidada, los flamencos y valones al servicio de la Monarquía española (siglos XVII)” Revista internacional de Historia militar nº96, 2018, pp.53-67 a la Sombra de laS CatedraleS: Cultura, poder y guerra en la edad moderna 1355 fueron estos últimos, los que gozaron de mayor estima por parte de los espa- ñoles, la prueba está en el número de oficiales que sirvieron en el ejército50. El servicio a los Habsburgo, y en especial al monarca hispano, fue visto como una lucrativa vía de ascenso social para las familias nobles extranjeras. El reconoci- miento, la estima y el prestigio de las mercedes que se concedían, por ejemplo la “Orden del Toisón”, así como otros títulos, sirvieron de instrumento al rey para mantener a una gran red clientelar bajo su servicio. Es el caso de Ottavio Piccolomini, perteneciente a un linaje en que las armas fueron no solo una forma de vida, sino una tradición familiar. Este italiano de origen sienés fue miembro de una de las familias más influyentes de la oligarquía local sienesa y florentina. Su educación y crianza en la corte Medici le valió para mantener unas buenas relaciones dentro de las oligarquías italianas. Destacó por alternar sus servicios entre ambas ramas de la Casa de Austria durante la Guerra de los Treinta Años, sin ser por ello desleal, puesto que sirvió a la misma causa y dinastía. Piccolomini consiguió a través de las armas engrandecer tanto el prestigio del apellido familiar, como su propia reputación social y patrimonio mediante títulos y honores51. En 1644 el rey Felipe IV le otorgó la condecoración del vellocino, en “consideración de sus grandes y señalados servicios” así como por su “formidable calidad, grandeza y lealtad”52. Una lealtad que demostró sobradamente al negarse a servir tanto a venecianos comoal papado, con quienes mantenía una importante conexión gracias a uno de sus hermanos. Su valía militar, como así atestigua la relación de suceso de Thionville, le permitió ascender a los grados más altos de la oficialía53. Sus grandes servicios a la monarquía española, especialmente en Flandes, donde fue gobernador de las armas bajo el gobierno del Cardenal- Infante, le permitieron ser al final naturalizado español por Felipe IV54. Durante la década de los 30 del siglo XVII la situación de los Habsburgo y en especial del monarca hispano se volvió más compleja por los numero- sos frentes abiertos. La carencia de hombres se unió a la falta de dinero, “el estómago de la guerra” según Diego Henrique, lo que llevó a los monarcas a 50 Respecto a las aportaciones de los contingentes italianos hay varios estudios: José María Blanco Núñez (coord.) Presencia italiana en la milicia española en Revista internacional de Historia militar nº94, Madrid, 2016; Vid. También Davide Maffi, “Al servicio del rey católico. Breves reflexiones sobre la presencia italiana en los ejércitos de la Monarquía Hispana (siglos XVI-XVII)” en Roberto Quirós Rosado; Cristina Bravo Lozano (coord.) En Tierra de confluencias, Italia y la Monarquía de España, Valencia, Albatros, 2014, pp. 249-255. 51 AGS, Consejo de Italia. SS, Lib, 200, 309. Concesión título Duque de Amalfi 52 AHN, E, 7680, Exp.29. Patente de caballero de la Insigne orden del Toisón a favor de Don Octavio Piccolomini y Aragón, duque de Amalfi. 53 Biblioteca Nacional [BNE] MSS II/2370 Sucesos del año 1639. 54 AGS, E, 3358, f, 162-163, Correspondencia de Hugo Grocio VII, pág. 54, nº 115. 1356 haCia una definiCión de ConCeptoS sustentarse en las oligarquías locales y la nobleza55. Esta necesidad de finan- ciación que padecían los Habsburgo para mantener su hegemonía los obligó a buscar otras alternativas. Por un lado el reclutamiento voluntario se combi- nó con la leva obligatoria en algunos territorios56. Otras medidas empleadas fueron la venta de cargos dentro de la administración militar, el ofrecimiento de puestos en la oficialía, o en la posibilidad de que los aristócratas pudieran levantar con su patrimonio hombres para la guerra montados y vestidos. Esta nueva forma de servir llevaba asociada una remuneración por parte del monar- ca. Esto facilitó que entraran en el ejército hombres que podían considerarse “inapropiados” y que además pudieran llegar a puestos lucrativos de la milicia como las capitanías. Las élites locales actuaron como captadoras de hombres y dinero dentro de su propio ámbito local. Felipe IV se dirigió en numerosas ocasiones al cabildo municipal de Burgos solicitando reclutas y fondos. Para ello la ciudad realizó cambios en las sisas imputadas a la carne o el vino para recaudar mayores impuestos o levas forzosas57. Aspectos tan habituales y co- nocidos como la falta crónica de las pagas, las malas condiciones de vida de los soldados o las mencionadas levas forzosas fomentaban la indisciplina y desobediencia dentro de la milicia58. Los amotinamientos, así como la desleal- tad al rey o a Dios, fueron una cuestión que criticó duramente Eguiluz “guarde todo soldado de conjura o motín, que es la mayor ofensa […] que se haze a su rey y señor”59. El incumplimiento del servicio era tachado de felonía o trai- ción, y se cometía cuando un hombre mediante el engaño y artimañas fingía amor y amistad por el rey para luego “censurarlo públicamente” traicionando así su confianza60. En general, los castigos en la milicia destacaban por ser públicos y ejemplarizantes. Las penas por deserción o fuga, recogidas en las ordenanzas militares, eran de las más graves. No obstante, aunque la deser- ción se consideraba como falta grave que perjudicaba al ejército, no repercutía de la misma forma la marcha de un recluta que la de un alto mando. Un suceso que marcó un antes y un después en el control de las “lealtades” en el ejército fue la marcha del italiano Pompeo Giustiniani, maestre de campo que hizo carrera al servicio de la casa de Austria, hasta que la incertidumbre provocada por la limitación en los ascensos de los italianos en los Países Bajos le llevó a 55 Diego Henrique de Villegas, Levas de gente de guerra, Madrid, impr. Carlos Sánchez Bravo, 1647, pp.64. 56 Antonio José Rodríguez Hernández, Los tambores…, op.cit, p 48, 49. 57 Archivo Municipal de Burgos [AMB]; HI-3163 levas de Burgos, en la que se solicitaban 20 mozos solteros para la guerra 58 Archivo Histórico de la Nobleza [AHNOB]; OSUNA, C.296, D.51. Carta remitida al capitán Gaspar Julián en 1634 sobre la fuga de hombres levantados en Castilla. 59 Capitán Martín de Eguiluz. Milicia, discurso…, op.cit p.63. 60 Alicia Esteban Estringana. “Lealtad, virtud…, op.cit p.10. a la Sombra de laS CatedraleS: Cultura, poder y guerra en la edad moderna 1357 aceptar sin la licencia del rey la oferta de servir bajo bandera veneciana, sien- do ya un experimentado veterano. Su deserción provocó un serio problema, ya que Giustiniani se llevó con él a numerosos hombres experimentados que habían formado parte de la oficialía en Flandes61. La monarquía hispánica siempre se había caracterizado por un hon- do sentido de la lealtad, por ello tras la traición de Gustiniani estableció que todos aquellos que sirvieran al rey y no fueran vasallos naturales, quedaban obligados a prestar juramento de fidelidad y a no rebelarse contra la bandera62. Las relaciones entre soldados y oficiales también estaban impregnadas por un vínculo de respeto e incluso paternalismo, que llevaba adherido un senti- miento de lealtad. Por ello cabe destacar que los problemas entre la oficialía también repercutían en la operatividad militar y el servicio al rey63. Un caso particular e interesante es el que se dio con Wallenstein. Este afamado general imperial adquirió un gran poder económico y político durante la Guerra de los Treinta años, tanto por su destreza militar como por sus negocios como em- presario militar. El progresivo poder que fue alcanzando y su acercamiento a los suecos y príncipes protestantes alertaron a los Habsburgo, por lo que vien- do el peligro que podía entrañar trataron de mantenerlo cercano a su servicio64. El general imperial se comprometió a conseguir, a espaldas del emperador Fernando II, una paz por separado con Brandemburgo y Sajonia. Esto llevó al emperador a declararlo traidor al imperio y a expulsarlo de su cargo. En 1633 se perpetró una conspiración que terminó con la vida de Wallenstein. El checo murió a manos de sus propios oficiales, entre los que se encontraban los italianos Piccolomini y Gallas. En la correspondencia mantenida entre la corte hispánica con los embajadores se califica este suceso como la “Rebelión del Duque de Frislant, general del emperador muerto por sus confederados”65. La noticia de su muerte llegó a conocimiento del rey Felipe IV de mano de Gallas y Piccolomini entre otros. Ambos oficiales junto con el resto que participaron en la conspiración fueron ampliamente recompensados por los Habsburgo. Podemos concluir diciendo que estos oficiales leales a los Austrias traiciona- ron al que había sido su superior y benefactor en la milicia. 61 Cristina Borreguero Beltrán y Asunción Retortillo Atienza en “La sua profesione fu di soldato”, en Rafael Torres Sánchez (Coord.), Studium, magisterium et amicitia, homenaje al profesor Agustín González Enciso, Eunate, 2018, pp.187-199. 62 Cristina Borreguero Beltrán y Asunción Retortillo Atienza “La sua profesione…., op.cit. 63 Biblioteca Real [BR] Correspondencia Gondomar, doc153 f. 193r-193v, sobre la mala relación entre Piccolomini y el príncipe de Saboya. 64 AHN, E, 2865, Exp.2. Copia de la plenipotencia e instrucciones dadas al regente Octavio Bilani, el 10 de octubre de 1632, para tratar varios asuntos en Alemania y, entre ellos, atraer al duque de Meklemburgo al partido del rey. 65 BNE, MSS. 2365, Sucesos del Años 1634. 1358 haCia una definiCión de ConCeptoSCONCLUSIONES Los tratados militares pese a ser obras de cierto carácter subjetivo, nos permiten descubrir los valores que se consideraron esenciales en la milicia al servicio de los Habsburgo, durante los siglos XVI y XVII. Varios de los con- ceptos que hemos mencionado tuvieron una gran importancia dentro del “ima- ginario político” de la época, ya que sirvieron para modelar las conductas de los individuos. El conjunto de estos preceptos morales conformó las “virtudes militares”, las cuales sirvieron de base para establecer unos códigos de con- ducta dentro de la milicia, que garantizaran el orden y la disciplina necesarios para la operatividad militar. Además, el cumplimiento de estos preceptos y ob- servancias también fue un requisito valorado por el rey y la sociedad a la hora de conceder recompensas y mercedes. El servicio al monarca se sustentaba en una relación recíproca de intercambio de intereses, por la que el súbdito servía y el monarca recompensaba en función del mérito o logro conseguido. En el caso de la oficialía, estas recompensas eran mercedes de gran prestigio social o económico, medida que los Habsburgo emplearon como una forma de atraer a los hombres de casas ilustres al servicio militar o incluso de mantenerlo como partidarios de su causa. Es el caso citado de Ottavio Piccolomini, quien permaneció bajo la bandera de los Habsburgo durante toda su vida, y cuyos servicios fueron ampliamente recompensados con títulos como el Toisón de Oro o el de Príncipe del Imperio. No obstante, la lealtad de este italiano tam- bién garantizó importantes beneficios a ambas ramas habsbúrgicas, puesto que no solo consiguió victorias en el campo de batalla, sino que gracias a sus rela- ciones familiares también pudo desempeñar diversos servicios diplomáticos. Finalmente, podemos decir que las nociones de lealtad y fidelidad juga- ron un papel determinante como vínculo moral que establecía una conexión natural de servicio, entre el señor natural y el súbdito, amparada en las rela- ciones consuetudinarias. Estos valores morales, considerados intrínsecos en los soldados “naturales”, garantizaron que muchos hombres permanecieran al servicio de su rey. Además, esta lealtad al monarca fue también una cuestión de tradición practicada en muchas familias de generación en generación y que constituía un signo de prestigio y orgullo. a la Sombra de laS CatedraleS: Cultura, poder y guerra en la edad moderna 1359 TRATADOS MENCIONADOS álava y viamont, Diego de, El perfecto capitán, instruido en la disciplina militar, y nueva ciencia de la artillería, Madrid, impr. Pedro Madrigal, 1590. barroSo, Bernardino, Teoría y práctica y exemplos de guerra, Milán, impr. Carlo Antonio Malatesta, 1628. eguiluz, Martín de, Milicia, discurso y regla militar, Amberes, impr. Pedro Velero, 1595. eSCalante, Bernardino de, Diálogos del arte militar, Laredo, impr. Rutger Velpiu, 1595. iSaba, Marcos de, Cuerpo enfermo de la milicia española, Madrid, impr. Guillermo Druy, 1594. Jiménez de urrea, Don Jerónimo, Diálogo de la verdadera honra militar, Venecia, impr. 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