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Cesar Cantú 
 
 
 
 
 
Compendio de la Historia universal 
 
 
 
 
 
 Índice 
 
 Rudimentos 
 Libro I 
 1. -Los orígenes 
 Libro II 
 2. -El Asia 
 3. -Los Hebreos 
 4. -La India 
 5. -El Egipto 
 6. -Los Fenicios 
 Libro III 
 7. -Los Persas 
 8. -Grecia. Las religiones 
 9. -Grecia en la Guerra Meda 
 10. -Grandeza de Atenas 
 11. -Primacía de Esparta 
 12. -Los Macedonios. Filipo y Alejandro 
 13. -Las letras, las artes y las ciencias en Grecia 
 14. -Filosofía griega 
 15. -Ciencias griegas 
 16. -Los sucesores de Alejandro 
 17. -Los Seleucos en Siria 
 18. -Tolomeos en Egipto 
 19. -La Grecia bajo los Macedonios. Las ligas 
 Libro IV 
 20. -Italia. Sus primeros habitantes 
 21. -Magna Grecia y Sicilia 
 22. -El Lacio. Orígenes de Roma 
 23. -Los Galos 
 24. -Edad heroica de Roma 
 25. -Magna Grecia 
 26. -Primera y segunda guerra Púnica 
 27. -Guerras de Roma en Europa y Asia 
 28. -Últimos sucesores de Alejandro. Los Hebreos 
 29. -Tercera guerra Púnica 
 30. -La España. Pérgamo. Conquistas exteriores de Roma 
 31. -Literatura griega en decadencia 
 32. -Artes y ciencias 
 33. -Filosofía 
 34. -Civilización de los Romanos 
 35. -La China 
 36. -Constitución y cultura de los Chinos 
 Libro V 
 37. -Constitución y economía de Roma 
 38. -Leyes agrarias. Los Gracos 
 39. -Los esclavos 
 40. -Guerras exteriores. Los Cimbros. Mario 
 41. -Guerra social. Sila 
 42. -Reinos asiáticos. Mitridates. Mario y Sila 
 43. -Pompeyo. Sertorio. Fin de Mitridates 
 44. -Gladiadores. Piratas. Creta 
 45. -Pompeyo. Los caballeros. Verres. Catón. Craso. César 
 46. -Condición de la Italia. Catilina 
 47. -Primer triunvirato. César en las Galias 
 48. -Roma durante el primer triunvirato. Los partos 
 49. -Segunda guerra civil 
 50. -Asesinos y vengadores de César 
 51. -Augusto 
 52. -Cultura romana 
 53. -La India. Época de Vicramaditia 
 Libro VI 
 54. -El Imperio Romano 
 55. -Los doce Césares 
 56.- Guerras del imperio 
 57.- Costumbres del Imperio 
 58.- Cristo 
 59.- Nerva, Trajano, Adriano, los Antoninos 
 60.- Condición del Imperio 
 61.- Filosofía, ciencias y letras bajo los emperadores 
 62.- Literatura latina y griega 
 63.- Desde Cómodo a Constantino 
 64.- Edad heroica del cristianismo 
 65.- Paz y constitución de la iglesia 
 66.- Filosofía profana y religiosa 
 67.- Literatura y artes 
 Libro VII 
 68.- Los invasores del Imperio 
 69.- Constantino 
 70.- Constitución del Bajo Imperio 
 71.- Hijos de Constantino. Juliano Apóstata. Cuestiones religiosas 
 72.- De Valentiniano hasta Teodosio 
 73.- División del Imperio. Honorio 
 74.- Arcadio. Aecio. Atila 
 75.- Últimos emperadores de Occidente 
 76.- La Iglesia 
 77.- Literatura de los últimos tiempos romanos 
 78.- Ciencias. Bellas Artes 
 Libro VIII 
 79.- Edad Media 
 80.- Estado del mundo 
 81.- Imperio de oriente. Justiniano 
 82.- Los códigos 
 83.- Justino II. Heraclio 
 84.- Los Bárbaros en Italia. Teodorico 
 85.- Los Longobardos 
 86.- Los Francos 
 87.- Los Visigodos en España 
 88.- Inglaterra e Irlanda. Anglo-Sajones 
 89.- Condición de los Bárbaros 
 90.- La República cristiana 
 91.- Doctrinas profanas. La lengua 
 Libro IX 
 92.- La Arabia 
 93.- Mahoma 
 94.- El Corán 
 95.- Primeros Califas 
 96.- Los Árabes en España. Califato de Córdoba 
 97.- Imperio Griego. Los Heraclidas. Los Isáuricos 
 98.- Los Francos. Mayordomos de palacio 
 99.- Italia. Los papas. Los Longobardos. Pepino 
 100.- Carlomagno 
 101.- Letras y artes 
 102.- China. El Tíbet 
 Libro X 
 103.- Los Carlovingios 
 104.- Los Carlovingios en Francia (840-888) 
 105.- Incursiones de los Sarracenos 
 106.- Normandos 
 107.- Los Normandos en Francia y en Inglaterra 
 108.- Los Normandos en Italia 
 109.- Los Eslavos 
 110.- Los Normandos y los Eslavos en Rusia 
 111.- Los Húngaros 
 112.- Fin de los Carlovingios. Los Capetos 
 113.- El feudalismo 
 114.- Italia bajo los Carlovingios 
 115.- Reino de Germania. Otón el Grande. Los Italianos 
 116.- Estado de la Italia 
 117.- Los Otones. Casa de Franconia 
 118.- La Iglesia 
 119.- Gregorio VII 
 120.- Imperio de Oriente. Cisma griego 
 121.- España. El Cid 
 122.- Imperio árabe 
 123.- Los Turcos. La India 
 124.- Cultura de los musulmanes 
 125.- Letras y ciencias en la cristiandad 
 Libro XI 
 126.- Las Cruzadas 
 127.- Mahometanos y cristianos en Palestina 
 128.- Caballería. Órdenes militares 
 129.- Escudos, divisas, emblemas, apellidos 
 130.- Torneos, cortes de amor, gaya ciencia, diversiones 
 131.- Los Trovadores 
 132.- Segunda y tercera Cruzada 
 133.- Mejoramiento del pueblo 
 134.- Los Comunes 
 135.- El imperio. Guerra de las Investiduras 
 136.- Otros emperadores. Barbarroja 
 137.- Sicilia. Fin de los Normandos 
 138.- Francia 
 139.- Inglaterra. Los Plantagenet 
 140.- Las doctrinas 
 Libro XII 
 141.- Repúblicas italianas 
 142.- Enrique VI e Inocencio III 
 143.- Federico II 
 144.- Cruzadas cuarta, quinta y sexta 
 145.- Herejías. Los Albigenses. Nuevos frailes 
 146.- Grande interregno. Fin de los Suevos y de la Guerra de las 
 Investiduras 
 147.- Grandeza de las repúblicas italianas 
 148.- Francia. San Luis. Cruzadas sétima y octava 
 149.- España. Magreb. Portugal 
 150.- Prusia. Livonia. Caballeros Teutónicos 
 151.-Hungría 
 152.- Inglaterra y Escocia 
 153.- Idiomas y literatura 
 154.- Bellas artes 
 Libro XIII 
 155.- La imprenta. La pólvora. Otros inventos 
 156.- Imperio de Oriente 
 157.- Tamerlán 
 158.- Fin del imperio de Oriente 
 159.- España. Expulsión de los Moros 
 160.- Francia. Felipe el Hermoso 
 161.- Casa de Valois. La guerra inglesa 
 162.- Luis XI 
 163.- Islas Británicas 
 164.- Imperio occidental 
 165.- Asuntos eclesiásticos. Gran cisma. Concilios de Constanza y 
 Basilea 
 166.- Hussitas. La Hungría 
 167.- Suiza 
 168.- Italia. Tiranos. Vísperas Sicilianas . Enrique VII. Roberto de 
 Nápoles 
 169.- Desórdenes. Nicolás Rienzi 
 170.- Los guerrilleros 
 171.- Toscana. Los Médicis 
 172.- Las Dos Sicilias 
 173.- Estadopontificio. Condiciones generales 
 174.- Ciudades comerciales 
 175.- Ciudades anseáticas 
 176.- Escandinavia 
 177.- Polonia, Lituania y Prusia 
 178.- Rusia y Capchak 
 179.- El triunvirato italiano. La otra literatura 
 180.- Estudios clásicos. Historia 
 181.- Ciencias 
 182.- Bellas artes 
 Libro XIV 
 183.- Geografía. Viajes antiguos 
 184.- Comercio antiguo 
 185.- La brújula. Descubrimientos de los Portugueses 
 186.- Colón y los primeros descubridores de América 
 187.- Esclavitud india 
 188.- Méjico 
 189.- El Perú 
 190.- América meridional. El Dorado 
 191.- Colonias españolas 
 192.- Misiones. El Paraguay 
 193.- El Brasil 
 194.- América septentrional 
 195.- De la América en general 
 196.- Los Portugueses en Asia 
 197.- Holandeses, Daneses, Franceses e Ingleses en Asia 
 198.- Japón 
 199.- China. De la dinastía XV a la XXII 
 200.- El África 
 201.- Las Antillas. Los Filibusteros 
 202.- Viajes a los polos 
 203.- Progresos de la Geografía y de la Náutica. Derecho marítimo 
 204.- El mundo marítimo. Cook. Viajes polares 
 Libro XV 
 205.- Aspecto general. El imperio 
 206.- Italia. Toscana. El Milanesado. Carlos VIII 
 207.- Luis XII. Los Borgia. Julio II. Liga de Cambray 
 208.- Francisco I y Carlos V 
 209.- Estados musulmanes 
 210.- Literatura 
 211.- Bellas artes 
 212.- Costumbres. Opiniones 
 213.- La Reforma. Lutero 
 214.- Consecuencias políticas 
 215.- Zwinglio. Calvino 
 216.- Reacción católica. Los Jesuitas. Concilio de Trento 
 217.- Reformadores italianos 
 218.- Muerte de Carlos V. Batalla de Lepanto 
 219.- Los papas después del Concilio de Trento 
 220.- Holanda y los Países Bajos 
 221.- España. Portugal 
 222.- Francia. Los Valois 
 223.- Los Borbones 
 224.- Inglaterra. Los Tudor 
 225.- Alemania. Guerra de los Treinta Años 
 226.- Suecia y Dinamarca 
 227.- Polonia. Lituania. Livonia 
 228.- Literatura jurídica. Teología moral 
 229.- Erudición e historia 
 230.- Filosofía especulativa 
 231.- Ciencias exactas 
 232.- Literatura neolatina 
 233.- Literatura del norte 
 Libro XVI 
 234.- Aspecto general 
 235.- Francia 
 236.- Controversias religiosas 
 237.- Literatura 
 238.- Inglaterra 
 239.- Literatura y filosofía inglesas 
 240.- Alemania 
 241.- Los Turcos 
 242.- Hungría y Transilvania 
 243.- Península Ibérica 
 244.- Muerte de Luis XIV 
 245.- Escandinavia 
 246.- Polonia 
 247.- Rusia 
 248.- Italia. Dominación española 
 249.- Saboya 
 250.- Estado Pontificio 
 251.- Mesina y Génova. Influencia de Luis XIV 
 252.- La Toscana 
 253.- Literatura italiana. Bellas artes 
 254.- Filosofía y ciencias sociales 
 255.- Ciencias históricas 
 256.- Ciencias naturales y exactas 
 Libro XVII 
 257.- Consecuencias de la paz de Utrecht. Felipe V 
 258.- Francia. La regencia. Luis XV 
 259.- El imperio. La Prusia. Federico II. María Teresa 
 260.- Costumbres. Opiniones. Literatura. Filosofía 
 261.- Filantropía. Ciencias sociales. Mejoras 
 262.- Rusia 
 263.- Escandinavia 
 264.- Inglaterra. Era de los Jorges 
 265.- Estados Unidos 
 266.- La India 
 267.- Interior de Inglaterra. Doctrinas 
 268.- El Imperio Germánico 
 269.- Península Ibérica 
 270.- Repúblicas de Holanda y Suiza 
 271.- Italia 
 272.- Reformas en Italia 
 273.- Últimos sucesos italianos. Literatura 
 274.- Bellas artes 
 275.- Ciencias 
 276.- Luis XVI. Preliminares de la revolución 
 Libro XVIII 
 277.- Revolución francesa 
 278.- Sucesos de Italia 
 279.- Progresos de Bonaparte 
 280.- Bonaparte cónsul y emperador 
 281.- Despotismo imperial 
 282.- Tratado de Viena 
 283.- Cuestiones religiosas 
 284.- El liberalismo 
 285.- Turquía y Grecia 
 286.- América. Colonias 
 287.- Francia. Nueva revolución 
 288.- Las penínsulas meridionales 
 289.- Rusia 
 290.- Confederación germánica 
 291.- Suiza 
 292.- Escandinavia 
 293.- Imperio británico 
 294.- Colonias inglesas. La India 
 295.- China 
 296.- Turquía. Negocios de Oriente 
 297.- Literatura. Romanticismo 
 298.- Ciencias históricas 
 299.- Bellas artes 
 300.- Ciencias exactas. Aplicaciones 
 301.- Ciencias filosóficas y sociales 
 Apéndice 
 De los últimos acontecimientos . 
 
 l 
 
 Rudimentos 
 Historia es la narración encadenada de importantes acontecimientos 
 tenidos por verdaderos. Es ciencia de primer orden entre las etnográficas 
 y morales, y descansa en la fe que se refiere a los testimonios por que 
 fueron trasmitidos los hechos anteriores, de los cuales deduce el porvenir 
 probable en el desenvolvimiento de la libre actividad del hombre. 
 En cuanto a sus asuntos, la Historia puede ser política, literaria, 
 sagrada, eclesiástica, artística, científica, universal, particular, 
 municipal, antigua, moderna, contemporánea, personal (biografía). 
 En cuanto a la forma, hallamos la crónica, la efeméride, los anales, 
 los comentarios, las memorias, las monografías, las anécdotas, los 
 compendios, las colecciones. La verdadera historia quiere ser escrita con 
 reglas de arte, con criterio, y con intención filosófica, moral, política 
 y social, recogiendo documentos, evaluando su fidelidad, penetrando su 
 sentido, apreciando su valor y su importancia, buscando las causas, los 
 efectos, la íntima conexión de los hechos. 
 Sirven a la Historia, en primer lugar los testigos oculares, después 
 la tradición oral y escrita. Esta llega tal vez hasta nosotros trasformada 
 en mitos y fábulas: muchas edades o pueblos están representados por tipos 
 deales (1): poesías y fiestas conservan acontecimientos, no de otro modo 
 recordados. La arqueología estudia los monumentos, las medallas, las 
 inscripciones que revelan antiguos hechos. La paleografía, se ocupa de los 
 documentos coleccionados en los archivos. La crítica enseña a discernir lo 
 verdadero de lo probable y de lo falso, el fondo de la apariencia, y a 
 conjeturar lo cierto. La estadística calcula todas las condiciones civiles 
 de un tiempo dado. La filosofía de la historia compara los hechos, los 
 agrupa, los generaliza, sometiéndolos a leyes de sucesión para evidenciar 
 la providencia, las conquistas de la conciencia y del orden, los progresos 
 de la humanidad en todos los elementos sociales. 
 Son ojos de la historia la geografía y la cronología. Aquélla enseña 
 los lugares, que vienen a ser el teatro donde se mueven los hombres y las 
 naciones; ésta distingue los tiempos fabulosos,antiguos, medios y 
 modernos; los limita según las eras de los pueblos, las más importantes de 
 las cuales son para nosotros la anterior y la posterior a Jesucristo, y 
 señala las épocas deducidas de grandiosos acontecimientos. 
 
 
 
 Libro I 
 1. -Los orígenes 
 Edad prehistórica Averiguar cuándo empezó la materia; si esta es 
 inseparable de la fuerza; si el concurso fortuito de los átomos pudo 
 formar los cuerpos, errantes en el espacio con leyes determinadas y 
 eternas; cómo alrededor de uno de estos innumerables soles se 
 colocaron ocho grandes planetas y otros muchos de menores 
 dimensiones, y un número indeterminado de cometas; cómo uno de estos 
 planetas, que es nuestro globo terráqueo, se condensó, y en el 
 transcurso de millares de siglos adquirió su forma actual, teniendo 
 una superficie de 5098857 miriámetros cuadrados y un volumen de 
 1082634400, pero sin que conozcamos más que su parte externa, 
 compuesta de capas que designan sus varias épocas geológicas, que 
 goza de un clima glacial en los polos, cálido en el ecuador y 
 templado en los trópicos, y está habitada por hombres en toda su 
 superficie; estas y otras investigaciones semejantes incumben a 
 otras ciencias, y pertenecen a la edad llamada prehistórica. En 
 esta, cuyos datos son recientes y muy inciertos todavía, quiere 
 establecerse que el hombre empezó al fin de la época geológica 
 cuaternaria, la que precede inmediatamente a la edad actual. 
 Concluido el periodo glacial, durante el cual las nieves ocupaban la 
 mayor parte de la Europa y del Asia, empezó el hombre su penosísimo 
 progreso, primero sirviéndose únicamente de piedras, toscas; luego 
 de piedras talladas y pulimentadas; después, del bronce, y por fin 
 del hierro; adquirió el uso del fuego y de los metales, salió del 
 estado salvaje en que se encontraba, viviendo en cavernas o en 
 chozas, y vino a ser el rey de la naturaleza. 
 
 
 
 
 Sea lo que fuere de estas conjeturas, la historia propiamente 
 dicha considera al género humano tal cual es hoy, y se funda en 
 datos positivos, tales como los testimonios más o menos auténticos 
 de quienes vieron los hechos o los oyeron referir. 
 El génesis La narración de más auténtica antigüedad que tenemos, 
 es el Pentateuco (Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio), 
 escrito por Moisés, bajo inspiración divina, y no contradecido [sic] 
 por los progresos de la ciencia ni por temerarias hipótesis, que a 
 la experiencia se sustraen. Allí se refieren, en once breves 
 capítulos, los orígenes del mundo, del hombre, de un pueblo; y son 
 planteados y resueltos los problemas que más atormentaron a la razón 
 humana. Según aquél, Dios, eterno y personal, creó la luz y la 
 materia con un acto libre de su voluntad; ordenó la materia 
 gradualmente, le mandó que produjese los animales, y por último creó 
 al hombre, y, dándole a la mujer por compañera, los colocó en un 
 sitio delicioso. Pero el hombre ensoberbecido, quiso ser igual a 
 Dios, y violó un mandato de éste, por cuyo motivo fue expulsado a la 
 tierra, donde ha de ganarse el sustento con el sudor de su frente, y 
 hacerse acreedor con sus obras a la recompensa que viene después de 
 la muerte. 
 Una autoridad suprema que puede mandar, un acto de 
 desobediencia voluntaria que contamina toda generación futura y 
 siembra la discordia entre los sentidos, la inteligencia y la 
 voluntad; después una redención divina, que ilumina el entendimiento 
 con las verdades reveladas y ayuda a la voluntad con los 
 sacramentos: he aquí los dogmas fundamentales del cristianismo, que 
 es la creencia de los pueblos más civilizados. 
 La estirpe humana creció pronto bajo los patriarcas de larga 
 vida, pero degeneró tanto, que Dios mandó un diluvio, en el cual 
 pereció toda, excepto la familia de Noé. Sem, Cam y Jafet, sus 
 hijos, tan pronto como dejaron de hablar la misma lengua, salieron 
 de la Mesopotamia a dispersarse por el mundo, siendo luego troncos 
 de tres razas distintas, en las cuales el organismo y las cualidades 
 particulares del cuerpo, las dotes del espíritu y las tradiciones, 
 los sentimientos morales y el lenguaje, atestiguan la unidad de 
 origen y la triplicidad de división. 
 Es de suma importancia aceptar esta unidad de origen, porque de 
 ella se deriva que todos los hombres son iguales por naturaleza, 
 aunque diversos por las facultades la educación y el adelanto 
 social; de aquí que deban amarse, respetarse y ayudarse, considerar 
 como un delito la opresión de un pueblo por otro y la conquista, y 
 como fratricidio la guerra, siempre que no la exijan la necesidad de 
 la defensa y la tutela de los propios derechos. 
 La historia más dilucidada es la de los descendientes de Sem, 
 hasta el cual desde Adán, se cuentan, al menos 1307 años y 2262 a lo 
 más; y de Sem a Abraham al menos 1948 y a lo sumo 3184. Esta 
 incertidumbre procede de que aquellos tiempos únicamente se 
 numeraban según la sucesión de los patriarcas. 
 El lenguaje Poco sabemos de aquellas primeras edades; después de 
 haberse constituido las sociedades, se inventaron las artes y dieron 
 principio las ciencias. No hablo del lenguaje ni de la escritura, 
 puesto que estas invenciones son tan maravillosas, que se piensa que 
 no pudieron ser dadas sino por quien diera al hombre la vida. En 
 efecto, hacer que al sonido de una voz se una tal o cual 
 significado, no arbitrario sino admitido por todo un pueblo, cosa es 
 que no puede obtenerse sino de quien habla ya; y mucho más el formar 
 un discurso entero, no de nombres solos, sino con el verbo, es 
 decir, con la afirmación de la existencia. Por otra parte, en tantos 
 siglos, los animales nunca han refinado su lenguaje, y los leones y 
 los ruiseñores rugen y gorjean hoy como en el paraíso terrenal; ni 
 lanzarán nunca los seres de esta especie más que ininteligibles 
 gritos, y aunque se les enseñe a hablar, no transmitirán la palabra 
 a sus pequeñuelos; el hombre habla do quiera se le encuentra, hasta 
 en los países más salvajes, ni en tradición ni en fábula se cuenta 
 que nadie haya inventado la palabra. Y esta es ya perfecta en todas 
 partes, es decir, basta para expresar todas las ideas. Así, las 
 lenguas más antiguas son las más exquisitas; ningún elemento 
 esencial se les añade, y solo se vuelven mas analíticas, mientras 
 las primitivas son muy sintéticas. En varios pueblos salvajes, se 
 encuentra cierta fineza lógica, desconocida de los más cultos; como 
 en el maya y betoy de los Americanos hay dos formas de verbos, una 
 que indica el tiempo y otra las relaciones entre el sujeto y el 
 atributo. 
 Si el lenguaje hubiese sido inventado, cada grupo de hombres, 
 cada familia tendría uno especial, sin relación con el de las otrasfamilias. A veces el lenguaje es una de las bases de la historia de 
 la humanidad, uno de los caracteres de las estirpes, 
 distinguiéndose, según él, las semíticas u orientales y las 
 indo-europeas, y las lenguas monosilábicas como el chino. Las 
 lenguas son los lazos más sólidos de las naciones, que no se rompen 
 ni por el tiempo, ni por conquista, ni por barbarie. Y la palabra es 
 siempre la idea expresada, como es la palabra pensada la idea; y sin 
 la palabra tal vez no adquiriría el hombre las ideas generales. El 
 lenguaje es la mayor prueba que pueda aducirse contra los 
 materialistas y aquellos que en el hombre no ven más que un mono 
 perfeccionado. 
 Escritura Comprender luego que la voz podía descomponerse en 5 
 vocales y 15 o 16 consonantes; y que estos sonidos podían 
 presentarse a los ojos en forma de signos, e inventar además la 
 escritura, es también un prodigio tanto más notable, cuanto que 
 alguna escritura se encuentra en los pueblos todos. Hay escrituras 
 jeroglíficas, donde la palabra es generalmente representada por el 
 objeto material, como el pájaro o el monte, por ejemplo, en una 
 figura más o menos clara del pájaro o del monte, o también por 
 símbolos; y hay escrituras silábicas como el chino y el japonés, 
 donde cada sílaba tiene un signo particular; tenemos en fin, nuestra 
 lengua alfabética, la más perfecta de todas, donde cada sonido y 
 cada modificación tienen su signo. 
 Perfectibilidad Otro carácter distintivo del hombre y prueba del 
 origen único es la perfectibilidad; dote que les distingue de todos 
 los animales. Con ella, desde la barbarie en que había vivido 
 después de la primera desobediencia, o del estado salvaje a que lo 
 habían reducido particulares circunstancias, pudo poco a poco 
 adquirir tantos conocimientos, procurarse tantas comodidades, 
 convertirse en señor de la tierra y poner la naturaleza toda a su 
 servicio. 
 El Asia debió ser la primera morada del hombre, ya que la mayor 
 parte de los animales domésticos, de los géneros, de los frutos con 
 que se regala la culta sociedad en todo el mundo, proceden del Asia 
 y allí se encuentran en estado silvestre, como el trigo, el toro, el 
 búfalo, la cabra, el camello, el puerco, el gato, el chacal de que 
 provienen nuestros perros. Emigrando, el hombre llévase consigo a 
 estos compañeros de sus fatigas y alimentadores de su existencia; y 
 ningún otro o muy pocos sabe domesticar después. 
 Acosado por las necesidades, el hombre no hubiese inventado más 
 que lo necesario para satisfacerlas. Pero estaba dotado de razón, 
 por medio de la cual distingue el efecto de la causa, lo invisible 
 de lo visible, la unidad en la multiplicidad, y comprende también 
 sus deberes y el derecho de poderlos cumplir y verlos respetados por 
 los otros. Por esto era inherente a su naturaleza el vivir en 
 sociedad, sin la cual el hombre no sería hombre, como si le faltase 
 la vista o la palabra. 
 Sociedad patriarcal La primera sociedad fue la doméstica, donde 
 prevalecía el padre por autoridad atemperada con el afecto. En la 
 larguísima vida de los patriarcas, este padre veía multiplicar su 
 descendencia, y formarse una tribu entera, a cuyo frente él se 
 encontraba: después le seguía el más viejo o el más autorizado, el 
 más experto en el mando, el mejor observador de los astros, 
 gobernando sin magistrados y sin fuerzas, pero con conciencia y por 
 medio de la fe, el respeto, la gratitud y la convicción: él era rey, 
 juez, sabio, pontífice. A la familia se une la propiedad, siendo 
 aquélla dueña del terreno que labraba, del ganado que pacía, de la 
 casa, de los vestidos, de los muebles que se fabricaban. 
 Algunas de aquellas gentes han conservado hasta ahora el 
 gobierno patriarcal y las tribus; en otras partes se unieron bajo un 
 solo patriarca varias tribus, cuyos jefes debían consultarle sobre 
 los intereses comunes: y de aquí resultaron un patriciado que 
 administraba los negocios públicos, diversidad de costumbres y de 
 derechos en un mismo pueblo, de riqueza entre los individuos y de 
 herencia, y la constitución de distintas familias por dignidad y por 
 poder. 
 A veces, un grupo de cazadores hace una expedición y necesita 
 un jefe que la dirija; éste los domina a todos, y, si se establecen 
 en un nuevo país, se constituye en rey; los demás le obedecen porque 
 así les parece conveniente y porque él se impone; para evitar 
 insurrecciones, pone soldados a sus ordenes; para contentarlos, 
 nombra jueces que mantengan el derecho. Otras veces, por la posesión 
 de un prado o de una mujer, por celos o por ambición, un pueblo se 
 levanta en guerra, conquista otro país, reduce sus habitantes a la 
 esclavidad, [sic] y los obliga a servir al rey y a la tribu 
 conquistadora abrogándose el derecho de castigar. 
 De este modo se formaron los primeros Estados. 
 La industriosa raza de Cam, que inventó el arte de trabajar los 
 metales, pobló la Asiria y la Arabia, y penetró, por el istmo de 
 Suez, en África y en las islas de los mares del Sur. 
 Los descendientes de Sem, conservadores de las tradiciones 
 patriarcales, se quedaron en Asia, entre el Éufrates y el Océano 
 Indio, de donde se extendieron después por una parte de la Asiria y 
 de la Arabia, penetrando hasta América. 
 Más torpe que aquella y menos corrompida que ésta, la estirpe 
 de Jafet se dirigió hacia el Septentrión, ocupando las islas del 
 Mediterráneo y la Europa, y sacando partido de las ventajas que 
 ofrecía un pueblo fuerte y dispuesto a la civilización. 
 Esto se efectuó en el transcurso de largos siglos, durante los 
 cuales la gente iba de tierra en tierra, mezclándose, combatiéndose, 
 partiéndose las riquezas y los descubrimientos, los defectos y las 
 creencias. 
 
 
 
 Libro II 
 2. -El Asia 
 Hasta aquí, la historia puede considerarse como anónima: ahora 
 empieza a distinguirse por países, por naciones y por hombres. 
 El Asia, cima del género humano y de la civilización, se 
 extiende sobre más de 933350 miriámetros cuadrados, entre el 24º 
 grado de longitud oriental y el 172º occidental, y entre el ecuador 
 y el 78º de latitud boreal. Dos grandes cordilleras en dirección al 
 ecuador la dividen en tres zonas: la septentrional o Siberia, entre 
 el Altai y el Océano Glacial, desconocida de los antiguos. Entre el 
 Altai y el Tauro se eleva la más alta región del mundo, árida y 
 desprovista de arbolado, con muchas praderas. En la tercera zona, 
 que se extiende hasta el trópico, donde aparecen, hacia el ecuador, 
 las penínsulas India y Arábiga, es el país más privilegiado por la 
 naturaleza; acariciado por las brisas de un mar tranquilo, protegido 
 por altas montañas, regado porcaudalosos ríos, goza de un benigno 
 clima, donde prosperan los animales y los vegetales más útiles al 
 hombre; para vestirlo y alimentarlo, hay el gusano de seda, el 
 algodón, el arroz y mil productos de la tierra; perlas y diamantes 
 para adornarlo. 
 
 
 
 El Indo divide el Asia meridional en dos partes, una hacia el 
 Océano y la otra hacia el Mediterráneo. En esta se fija en primer 
 lugar la historia, y puede dividirse a su vez en varias regiones: I, 
 la de aquende el Éufrates; II, la de allende el Éufrates; III, la 
 comprendida entre el Tigris (2) y el Indo. En la primera se hallan 
 el Asia Menor, la Siria, la Fenicia, la Palestina y la Arabia; en la 
 segunda, la Mesopotamia, la Armenia y la Babilonia; en la tercera, 
 la Asiria, la Susiana, la Persia, la Media, la Bactria (3) y la 
 Sogdiana. 
 Al otro lado del todo se halla la India propiamente llamada, 
 con Malabar y la isla de Ceilán. Más allá del Ganges, se encuentra 
 el país de los Seris, el más antiguo que los antiguos conocieron, 
 cuando aún se ignoraba la existencia de la China. 
 Con el Egipto, bastante parecido a estos países, a pesar (4) de 
 hallarse en el África, concluye el teatro de la historia más 
antigua. 
 El clima y el terreno determinan la índole y las vicisitudes de 
 estos pueblos. Por las praderas sin límites van errando con sus 
 aperos y caballos el Mongol, el Calmuco y el Songaro, como el Chino 
 atraviesa los innumerables ríos, el Indio monta elefantes y guerrea, 
 y el Árabe viaja con sus caballos y el camello, verdadera nave del 
 desierto; así es que, desde tiempo inmemorial, son pastores errantes 
 el Mongol y el Tártaro; indómitos los Maratas; indolentes los 
 Indios; industriosos los Chinos; comerciantes y guerreros los 
 Árabes, lo mismo hoy que hace treinta siglos. 
 Flor de belleza es la especie humana en el Asia central, de 
 modo que las esclavas circasianas perfeccionan la estirpe turca. 
 Cerca del Mediterráneo se unen la perfecta inteligencia y el 
 sentimiento del arte. 
 Del Ararat, que es el pico más elevado del Cáucaso, los 
 pobladores bajaron a la llanura a medida (5) que iba secándose, y en 
 la fértil Mesopotamia, es decir en el país comprendido entre el 
 Éufrates y el Tigris, en la montañosa Armenia, y en la risueña 
 Babilonia fundaron sus primeras ciudades, vastos recintos de sus 
 campamentos, formados por chozas de caña y palma, lona y betún, tan 
 fáciles de construir como de deshacer. La gente nómada acudía a 
 estas ciudades, a fin de gozar de las ventajas de la vida ordenada. 
 El país fue cuidadosamente cultivado, conduciéndose aguas de 
 regadío. El anchuroso y despejado horizonte permitía observar las 
 estrellas, tanto para que se orientasen los viajeros, como para que 
 distinguiesen las estaciones los pastores; y los signos del zodiaco, 
 y los nombres de las constelaciones demuestran aún el origen 
 pastoril de la astronomía, convertida después en ciencia por los 
 sacerdotes y los jeques. 
 Despotismo Común era la poligamia, que desordenaba a la familia 
 acarreando la esclavitud de la mujer, el celo entre hermanos, y por 
 consiguiente, la violencia doméstica y el despotismo público, no 
 pudiendo existir libertad política donde no hay libertad moral, pues 
 una sociedad de tiranos domésticos no puede formar más que un 
 gobierno tirano. 
 Conquistas Las grandes llanuras del Asia y las costumbres 
 nómadas facilitaban extensas conquistas: y los Escitas (bajo cuyo 
 nombre los antiguos confundieron a Tártaros, Afganos (6), Mongoles y 
 Manchúes), los montañeses Persas y Partos, los Árabes ladrones 
 atacaban a menudo (7) a las gentes incivilizadas. A veces los 
 imperios, engrandecidos por la aglomeración de varias tribus, 
 invadían otros países, distribuyéndolos entre los caudillos, que les 
 exigían impuestos y los colocaban bajo su dominio. La civilidad de 
 los vencidos era a veces adoptada por los vencedores, no tanto por 
 su moral como por su lujo y corrupción; de donde resultaba que las 
 instituciones del país concluían por prevalecer y dominar a los 
 vencedores, hasta que caían bajo otra invasión, cuando los sátrapas, 
 a quienes estaban confiadas las provincias, no se declaraban 
 independientes y constituían nuevos reinos. 
 Aquellas conquistas eran desastrosas; a veces quedaba destruida 
 toda una población, o era acosada por el ejército, como un rebaño, 
 hasta ser internada en otro país: los Hebreos fueron arrojados a 
 Babilonia y Asiria; los Egipcios a la Cólquide por Nabuco y a Susa 
 por Cambises; y los Griegos, al centro del Asia por Jerjes. 
 Otras veces, los vencedores pactaban con los vencidos; o se 
 unían tribus de naturaleza y ocupaciones distintas, o dos reinos se 
 juntaban, adorando a unos mismos dioses, pero conservando derechos y 
 ocupaciones distintas. Así se formaban las castas, unas 
 sacerdotales, otras industriales y otras guerreras, viviendo en el 
 mismo sitio, aunque reservándose atribuciones, usos, matrimonios y 
 cultos distintos. 
 Mientras tanto, seguía su curso el comercio; numerosas 
 caravanas iban a los países más ricos en productos, que hallamos en 
 la historia de José el Hebreo. 
 Religiones Además de estar unidos por el gobierno, los pueblos 
 tuvieron por lazos la comunidad de ritos y creencias. Estas 
 procedían de las tradiciones primitivas, pero se corrompieron por el 
 pecado, y el monoteísmo se modificó según los climas, la 
 constitución y las pasiones. Algunos paganos personificaban la 
 naturaleza y principalmente los objetos más maravillosos y 
 benéficos, como el sol y las estrellas (sabeísmo); otros deificaban 
 personas (evemerismo); quiénes exageraban la idea de Dios, 
 persuadidos de que éste lo es todo y todo es él (panteísmo); quiénes 
 reducían el culto a contemplación, como en la India; muchos lo 
 reducían a actos prácticos, como en Egipto y en la China, o formaban 
 el cielo según la jerarquía terrestre, y subordinaban los dogmas a 
 las ventajas de una nación o de una raza. 
 Todos procuraban dar a la religión um carácter nacional, y 
 hacer de Dios el protector del pueblo; de ahí que las primeras 
 ciudades fuesen sagradas, como Jerusalén (8), Jericó, Jeracome, 
 Jerápolis, Dióspolis, Babel, ciudad de Dios, e Ilio, fabricada por 
 Neptuno. 
 Pronto en la religión popular se introdujo el arcano, misterio 
 reservado a los sacerdotes, los únicos que podían ofrecer los 
 sacrificios, consultar los dioses, comunicar al pueblo parte de la 
 doctrina, reservándose la otra; de este modo pudieron los gobiernos 
 convertirse en teocráticos en muchas partes, es decir, regidos por 
 la voluntad de Dios, o mejor dicho por los sacerdotes que expresaban 
 sus decretos. Al principiobastó una idea firme dominando a 
 extraviadas costumbres, para persuadir al pueblo de la existencia de 
 un poder supremo, para establecer una semejanza entre el orden civil 
 y el físico, que es moral porque es obra de Dios. El interés de 
 estos sacerdotes estaba en importar a su país el conocimiento de 
 antiguos sucesos conocidos por tradición y considerados como 
 milagros. 
 Tiempos prehistóricos La cronología y geografía faltan, pues, en 
 los hechos que la tradición refiere de aquellos primeros siglos; 
 pero varios eruditos han tratado de dar por lo menos una ordenada 
 sucesión a las historias mitológicas, bajo las cuales la imaginación 
 de los pueblos acumuló circunstancias por las cuales también se 
 puede inquirir algún dato positivo. 
 Mas puros, más humanos, pero menos milagrosos son los hechos de 
 los pueblos monoteístas, como los Persas, Medas y Hebreos; estos 
 abandonaron la teofanía, es decir la comparación de la divinidad. 
 Las encarnaciones abundan, por el contrario, entre los Indios, que 
 tienen poemas y edificios gigantescos, y donde la idea de la 
 divinidad se confunde de tal manera con la de la humanidad y de la 
 naturaleza toda, que es muy difícil desarraigarlas. En la China, 
 todo es positivo y todo depende de un emperador. 
 Hubo, en las naciones, grandes hombres, cuya perspicacia y 
 fuerza prevalecieron, difundiendo el concepto de lo bueno, de lo 
 verdadero y de lo generoso. Yao, era constructor de canales y 
 aljibes, y sus Chinos eran fríos, positivos y de escasa 
 inteligencia. El egipcio Manete fabricó a Menfis (9), encauzó el 
 Nilo y construyó estanques, y las generaciones de aquel pueblo se 
 dedicaron a semejantes obras. Las expediciones de Odino se 
 repitieron en las frecuentes emigraciones de los Escandinavos; los 
 Esquimales aparecían como cazadores de monstruos marinos; Hércules, 
 Prometeo, Orfeo y Jasón representaban el genio artístico, guerrero y 
 maravilloso respectivamente, siendo la gloria de los Griegos. 
 Primeras monarquías El primer gran imperio se encuentra en las 
 llanuras del Sennaar. Nemrod (10) de la estirpe de Cam, y cazador 
 fuerte, fundó un imperio en Babilonia; pasó a Asiria, donde edificó 
 a Nínive, y dejó este imperio a Nino, y el de Babilonia a Evecoo. 
 2680 Bactrianos (11), Medos y Persas, formaron el imperio de los 
 Arios, es decir de los valientes, unidos con los Indios, pero 
 permaneciendo monoteístas, con sus castas de sabios o magos, de 
 guerreros, agricultores y mercaderes. Este país, llamado Eriene, 
 entre la India, el Cáucaso, el Oxo (12) y el Golfo Pérsico, tuvo por 
 primer rey a Kajumarot, quien fundó a Balk; y las aventuras de sus 
 sucesores fueron intercaladas en los poemas, donde raras veces se 
 distingue la realidad de la fantasía. Nino (Argiasp), jefe de una 
 tribu de Arios semíticos, conquistó a Balk con ayuda de Semíramis; 
 engrandeció a Nínive, cuyo recinto era de tres jornadas. Semíramis 
 fabricó a Babilonia y otras ciudades, y difamada por sus libertinas 
 costumbres fue asesinada por Ninia. A aquel pueblo asirio 
 pertenecieron, según la Biblia, Teglar-Falasar, que destruyó el 
 reino de Damasco (763); Salmanasar, que aniquiló al de Samaria; 
 Sennaqueribe, cuyo ejército fue exterminado en Judea (707); y en fin 
 Sardanápalo, personificación de todas las voluptuosidades. Los 
 sátrapas Arbaces y Belesis, se rebelaron contra él y lo sitiaron en 
 su capital, donde pereció en una hoguera con sus tesoros y sus 
 mujeres (667). 
 
 1916 
 
 
 Entonces prevaleció la estirpe Medo-Bactriana (13), que tenía 
 por capital a Ecbatana, y sucumbió después bajo los Caldeos, gente 
 semítica y sacerdotal, vencida a su vez por la tribu de los 
 Pasagardos, mandada por Ciro (Koresc). 
 Los antiguos historiadores representaban estas revoluciones y 
 cambios de capitales como sucesión de los imperios Asirio, 
 Babilónico, Medo y Persa, cuando no constituían más que el gran 
 imperio comprendido entre el Éufrates y el Tigris, país muy abierto, 
 cuya capital era Babilonia, ciudad cuadrada de quince millas por 
 lado y ceñida por Semíramis de muros tan anchos que seis carros 
 podían andar por ellos de frente; con mil quinientas torres, 
 magníficos diques en el Eúfrates, jardines, paseos y casas 
 alineadas, relucientes como el esmalte, adornadas de flores y 
 coronadas de palmeras; con un suntuoso templo consagrado a Belo, del 
 cual sobresalía una torre de ocho pisos. Las inmensas ruinas de sus 
 palacios y de sus templos, pronosticadas por Isaías, atestiguan aún 
 su magnificencia. Esta era debida a la riqueza proporcionada por la 
 industria y el comercio; allí se tejían telas y tapices preciosos, y 
 se trabajaban piedras duras que hoy día adornan nuestros museos con 
 el nombre de cilindros babilónicos. Cuando la piedra faltaba, era 
 suplida por arcilla y nafta, que abundaban mucho en aquel país. 
 Descubriéronse magníficos restos de su escultura en Korsabad y en 
 Kojunscich. Adoraban héroes divinizados y los astros Belo y Milta, 
 es decir el sol y la luna, con un cortejo de astros. Heródoto (14) 
 recuerda dos fiestas principales: una en honor de Belo, donde se 
 gastaban hasta miles de talentos en incienso, y otra en donde los 
 esclavos hacían de amos, como en las saturnales. Beroso, sacerdote 
 caldeo, nos transmitió confusamente los hechos y pensamientos de 
 aquel pueblo, que también sacrifica a Dios víctimas humanas; en el 
 templo de la diosa Milta, las mujeres se prostituían por devoción. 
 Las hermosas se vendían, y con su precio dotaban a las feas. 
 Esmeradísimo era el cultivo de los campos, con magníficos sistemas 
 de regadío; usaban la escritura cuneiforme, imprimiendo sus hechos 
 en ladrillos sin cocer. La ciencia y la magistratura correspondían a 
 la clase de los sabios, hereditariamente conservadores de una 
 doctrina más pura, de una moral más prudente y de muchos 
 conocimientos astronómicos, hasta el punto de dividir el zodíaco en 
 30 grados de 30 minutos, computar el año en 365 días, menos seis 
 horas, y averiguar que las estrellas son excéntricas a la tierra. La 
 gran torre que servía para las observaciones astronómicas ofrecía la 
 medida del estadio caldeano que era la 1119ª parte del grado, 
 equivalente a 5702 toesas, 1 pie, 9 pulgadas y 7 líneas; lo que 
 difería solamente de 63 toesas de la medida de la tierra que hoy 
 conocemos. Inventaron el gnomon solar, y Calístenes, compañero en la 
 expedición de Alejandro Magno, mandó de Babilonia a Aristóteles 
 observaciones hechas allí desde el año 2200. 
 
 
 
 3. -Los Hebreos 
 No queda historia mejor determinada que la del pueblo Hebreo, 
 que une a la misión civil la religiosa, conservando el pasado y 
 preparando el porvenir con las perpetuas creenciasbrotadas de su 
 seno. Se equivocaban, empero, los que tomaban la historia de los 
 Hebreos por fundamento etnográfico general; puesto que Moisés no 
 escribió para satisfacer la curiosidad, sino por la religión y para 
 su gente, por cuyo motivo solo notó lo concerniente (15) a su 
 pueblo, a las escasas tribus de los Árabes que se habían unido a él, 
 y a los Fenicios, sus adversarios. 
 De Heber, descendiente de Sem, tomaron su nombre los Hebreos, 
 al frente de los cuales puso Dios a Abraham, y que se consideraban 
 como pueblo elegido por providencia especial, y depositario de las 
 tradiciones y promesas hechas a Abraham, de que llegaría a ser un 
 pueblo inmenso, del cual nacería el redentor del género humano. 
 1236 Con numerosa tribu, rebaños y riquezas pasó Abraham el 
 Éufrates; se trasladó de la Caldea a Canaán y distinguió a su pueblo 
 de los otros por medio de la circuncisión. Lot, su sobrino, se 
 encerró en el valle de Sodoma, y fue padre de los Moabitas e 
 Idomitas. De Agar, esclava egipcia, tuvo Abraham a Ismael, padre de 
 los Árabes; de Sara, su mujer, engendró a Isaac, de quien nacieron 
 Esaú (16), cazador, y Jacob, agricultor. Este usurpó la 
 primogenitura y la bendición paternal, y de su nombre llamó 
 Israelitas a los descendientes de sus doce hijos. Entre ellos 
 prefería él a José, por lo cual fue vendido por sus hermanos 
 envidiosos a una caravana de Madianitas, que llevaban a Egipto con 
 camellos armas, resinas y mirra. Conducido allí, José conquistó el 
 favor de Faraón, que le nombró virrey, y aconsejó a éste que 
 adquiriese todos los terrenos, reduciendo los propietarios a simples 
 colonos, y se preparase de este modo para hacer frente a una gran 
 carestía. José llamó a sus hermanos, quienes se esparcieron y 
 multiplicaron por los campos de Gessén en el Bajo Egipto. Pero su 
 actividad, sus costumbres patriarcales, y su culto monoteísta 
 repugnaban a las costumbres egipcias, por lo que se procuraba 
 oprimirlos, hasta que Moisés, 250 años más farde, los condujo fuera 
 de Egipto y pasó el mar Rojo con ellos (habiendo 600000 mil aptos 
 para la guerra), y los condujo a la Palestina. Pero antes los hizo 
 detener 40 años en los desiertos de la Arabia, hasta los montes Oreb 
 y Sinaí, a fin de que perdiesen las costumbres adquiridas en el 
 Egipto, y entre sufrimientos y prodigios, renovaran su pacto con el 
 Dios de Israel, quien dio a Moisés, en la cúspide del Sinaí los diez 
 preceptos que comprenden todo lo que constituye la moral de un 
 hombre y la civilización de los pueblos. 
 
 
 
 
 
 
 Moisés 
 1265 
 
 
 Moisés ha sido el hombre más grande que la historia recuerda, 
 grande como profeta, poeta, historiador, legislador, libertador y 
 ordenador. Su código muestra una sabiduría superior a la humana, por 
 las más elevadas combinaciones políticas, como por las 
 particularidades domésticas, con el fin constante de conservar la 
 nación, y elevar y purificar la moral, combinando la autoridad que 
 conserva con la libertad que perfecciona. La unidad de Dios es su 
 dogma fundamental; se prohibía toda imagen por temor a la idolatría. 
 Tenían tres fiestas principales: Pascua, en memoria de la salida de 
 Egipto; Pentecostés, para celebrar las primeras mieses; los 
 Tabernáculos, para los últimos trabajos agrícolas. Todas las 
 primicias eran especialmente consagradas a Dios. No queriendo ser 
 rey, dio Moisés al pueblo una democracia teocrática bajo jueces, 
 teniendo por verdadero jefe a Dios, que lo libertó de Egipto. Según 
 los doce hijos de Jacob, doce fueron las tribus; en doce cuerpos 
 andaban por el desierto, y doce eran sus campamentos cuando hacían 
 alto; entre todos estaba distribuida la tribu sacerdotal de Levy, la 
 cual no tenía terrenos propios, pero exigía la décima parte de los 
 réditos de las demás. En las más graves resoluciones, era convocado 
 todo el pueblo, o todos sus representantes; los ancianos de cada 
 tribu dictaban la justicia. Se procuraba que las fortunas quedasen 
 niveladas por medio del jubileo, por lo cual cada cincuenta años, 
 aquel que tenía vendido o hipotecado su terreno, volvía a tomar 
 posesión de él. Cada siete años, la tierra había de descansar (año 
 sabático) y el pueblo se surtía de los almacenes públicos. 
 No estaba prohibida la poligamia, pero la mujer no era 
 degradada ni confundida en los gineceos; Sara, Raquel (17), Lía, 
 Rut, madre de Tobías, desempeñaban un gran papel en sus memorias; 
 Débora fue jefe del pueblo; Judit libertó a Betulia; Atalia fue 
 reina, y Olda interpretaba el libro de la ley. 
 Moisés conservó la esclavitud, común en los pueblos, pero trató 
 de mejorarla, y el Hebreo siervo recobraba la libertad en el año 
 sabático. Castigado era el que mataba a su propio esclavo. No había 
 mendigos; dejábanse algunas espigas y algunos racimos para los 
 espigadores. 
 Moisés no aceptó el título de rey, ni quiso dar primacía a su 
 familia; llegado a la vista de la tierra prometida, murió «sin que 
 la vista ni las fuerzas» le hubiesen abandonado; y la conquista de 
 Josué fue realizada sobre los Amonitas y otros pequeños pueblos de 
 la Palestina y de la Fenicia. 
 Jueces Aquí siguió una serie de victorias y derrotas, de 
 esclavitud y de emancipaciones, bajo los jueces Gedeón, Tola, 
 Giairo, Jefté y otros, con la inteligencia de Heli y la fuerza de 
 Sansón. Siendo juez supremo Samuel, que instituyó y reformó las 
 escuelas de los profetas y maestros de canto, las de la ley y las de 
 la música, y creyéndose débiles, los Israelitas, a causa de la 
 división, pidieron un rey; Samuel trató de disuadirlos, 
 presentándoles el ejemplo de los vecinos, pero tuvo que ungir a 
 Saúl, quien transformó el Estado teocrático en monarquía absoluta. 
 Habiéndose equivocado éste en el modo de gobernar, fue vencido por 
 los Filisteos, y se ungió rey al valiente David, pastor de la tribu 
 de Judá. Este realizó la conquista, dominó del Eúfrates al 
 Mediterráneo, sobre 70000 millas cuadradas, con 9 millones y medio 
 de habitantes, y puso firme residencia en Jerusalén tornada a los 
 Gebuseos, con la fortaleza de Sión; en este punto depositó el Arca 
 de la Alianza, santuario nacional que se había transportado durante 
 toda la peregrinación. 
 1580 
 
 
 1092 
 
 1096 
 
 Llámase Palestina la parte meridional de la Siria, entre el 
 Líbano al N., el desierto de Siria y el de la Arabia al E.; y al S. 
 y al O. el Mediterráneo. Del Ermón (18), que es la más alta y nevada 
 cresta del Antilíbano (2750 metros) nace el Jordán, que, atravesando 
 el lago de Genezaret, desemboca en el mar Muerto,compuesto de agua 
 tibia y salada, sin vegetación y sin peces, y colocado a un nivel 
 inferior al del Mediterráneo. El mar Muerto divide la Palestina en 
 dos partes; al occidente, la fértil llanura de Galilea, dominada por 
 el monte Tabor; la Judea, al Mediodía, con numerosos valles y montes 
 perforados de grutas. Entre las dos se encuentra la llanura de 
 Esdrelón, con el Carmelo y los selváticos montes de Efraím. Los 
 alrededores de Jerusalén, hoy áridos y pedregosos, eran entonces 
 cuidadosamente cultivados hasta las más elevadas cumbres, 
 produciendo olivos, jazmines, vivas y avena, a pesar de lo árido del 
 suelo. 
 1016 Salomón, hijo de David, fue el más sabio de los Egipcios y 
 de los orientales; enriquecido por el comercio que extendía hasta 
 las Indias, a través del desierto de Siam, introdujo en Jerusalén el 
 fausto de las cortes asiáticas, construyose un real palacio y un 
 gran templo, donde trabajaron treinta mil obreros durante siete 
 años; mandábanse diez mil cada mes a cortar cedros en el Líbano; 
 setenta mil de ellos transportaban los materiales y ochenta mil 
 preparaban las piedras; este templo vino a reunir tres unidades: el 
 Dios que se adoraba, la ley que se custodiaba y el pueblo que en 
 masa acudía a las anuales solemnidades. 
 Salomón 
 
 
 
 La historia de los Hebreos, dominada por el milagro, prueba que 
 todos los acontecimientos eran premio o castigo de Dios. Salomón, 
 cediendo demasiado a las mujeres, decayó, y murió después de haber 
 reinado cuarenta años, siendo su reino dividido entre Jeroboam, que 
 con diez tribus de Israel estableció su corte real en Siquem al 
 principio, y más tarde en Samaria; y Roboam, que con las tribus más 
 poderosas de Judá y Benjamín, se quedó en Jerusalén. En aquella 
 época, tuvieron muchas discordias y guerras, y cayeron varias veces 
 en la idolatría. Los Asirios se aprovecharon de aquellas 
 circunstancias para atacarlos y exterminaron el reino de Israel 
 llevándose a los habitantes a los confines de la Media; mientras que 
 alrededor de Samaria, se introducían otros habitantes llamados más 
 tarde Samaritanos. 
 El reino de Judea, después de muchas prosperidades, fue a su 
 vez vencido por Nabuco, rey de los Caldeos, quien destruyó a 
 Jerusalén, llevándose el pueblo a Babilonia. 
 En la esclavitud de los setenta años, los buenos conservaron 
 la fe, y colgaron sus arpas de los sauces que bordaban los ríos de 
 Babilonia, llorando a Jerusalén; Daniel y Tobías, desempeñaban 
 importantes cargos, mientras deploraba Jeremías la desventura de la 
 patria. Este es uno de los profetas mayores, profetas que además de 
 poseer la inspiración divina, eran poetas insignes. El Pentateuco, 
 los libros de Josué, de los Jueces, de Samuel, de los Reyes y los 
 Paralipómenos; y luego los de Job, Esdras, Nehemías, los Salmos, los 
 Proverbios y el Eclesiastés, el Cántico de los Cánticos, los cuatro 
 profetas Mayores y los doce Menores, constituyen el cuerpo de la 
 literatura hebraica y libros sagrados. Además de estos, la Iglesia 
 católica aceptó, como deutero-canónicos, los libros de Judit, 
 Tobías, Ester, 1º y 2º de los Macabeos, la Sabiduría, el 
 Eclesiástico, Baruch y parte del libro de Daniel. 
 587 
 Esclavitud 
 
 Libros sagrados 
 
 
 La religión y la nación constituyen el fondo de todos estos 
 libros. La oración es su carácter, tanto si contienen alabanzas como 
 descripciones; y se refieren a las cuestiones más elevadas, a los 
 enigmas de la ciencia, a cuanto afecta al hombre, moral y 
 físicamente considerado, al tiempo y a la eternidad; en estos libros 
 se inspiraron las mejores creaciones de los pueblos civilizados, 
 como la Divina Comedia, el Paraíso Perdido, la Mesiada, la Atalia de 
 Racine, el Discurso de Bossuet, y los Himnos Sagrados de Manzoni. 
 
 
 
 4. -La India 
 La India se halla entre el Océano y la Himalaya, con altísimas 
 montañas, grandes ríos y numerosos arroyos, en cuyas márgenes 
 abundan toda clase de frutos sabrosos y delicados, canela, ananás, 
 palmeras y vides; en ellas pacen cuantiosos rebaños, y por las vías 
 fluviales llegan de lejanas regiones navegantes que dejan su dinero 
 en cambio de abundantes y variados productos. El valle de Cachemira 
 ostenta, particularmente, innumerables riquezas; el monte Meru es el 
 Olimpo de los dioses, y el Indo, que atraviesa el Punjab (19), o 
 tierra de los cinco ríos, que a su izquierda desembocan, como a la 
 derecha el Kabul, convierte en delicioso jardín el Delta que en su 
 desembocadura se formó. El Ganges fluye al golfo de Bengala, después 
 de haberse unido al Brahmaputra (20), cuyos beneficios son tantos, 
 que es adorado como una divinidad. Este y otros muchos ríos 
 facilitan la navegación, y, por lo tanto, el comercio; de modo que 
 se calcula que 170 millones de habitantes viven hoy sobre 3157000 
 kilómetros cuadrados. 
 La gente es pacífica y benévola como el país, y evita todo 
 daño, no solamente al hombre sí que también a los animales; se 
 alimenta de leche, arroz y frutos; resiste con paciencia las fatigas 
 y la opresión; es aficionada a contemplar y meditar; posee, en fin, 
 una civilización tenaz que resistió a la conquista de los 
 Macedonios, de los Musulmanes y de los Ingleses. 
 La antigüedad consideró a la India como la cuna de los grandes 
 sabios, pero la conocieron muy poco; Alejandro Magno no pasó de 
 Idaspe, ni los sabios que lo acompañaban entendieron una 
 civilización que tanto se diferenciaba de la helénica. La fantasía, 
 que es la cualidad predominante de aquel pueblo, creó fábulas 
 millones de millones de años ha, poemas inmensos, y monumentos ya 
 exterminados. El año de cada Dios es de 360 años; y cada Dios vive 
 12000 años divinos, lo que equivale a 4520000 años humanos, o sea un 
 día de Brahma (21). Cada edad del mundo (calpa) es la vida de un 
 Dios, y se divide en cuatro yugas o épocas, durante las cuales el 
 espíritu creador se aleja cada vez más del vigor primitivo. Por 
 consiguiente, los acontecimientos humanos son cosas demasiado 
 insignificantes para que se tengan en cuenta: no hay historia 
 ninguna; los hechos ciertos de aquel gran país no empiezan hasta mil 
 años después de Cristo, pero los fabulosos fueron estudiados 
 atentamente por los grandes críticos e historiadores. 
 Emigraciones Son puntos principales de la historia de la India 
 la metempsicosis (22) y la división por castas. Cada alma es una 
 emanación divina degradada, que debe pasar por diferentes 
 existencias, hasta que vuelva purificada a la divinidad. Por esto 
 cada acontecimiento se considera como un castigo o premio de una 
 vida anterior; solo los hijos pueden sufragar por los padresdifuntos; se debe respeto a los animales, a las flores y a todo lo 
 creado, porque pueden estar animados por nuestros progenitores. 
 Mientras que no se mata al buey y se fundan hospitales para los 
 perros, el pobre menesteroso es abandonado, como víctima de sus 
 propios pecados; no se teme a la muerte porque es el tránsito a otra 
 vida. En las fiestas de Jagrenat, un enorme carro con este ídolo 
 encima marcha entre músicas y cantos, y los fanáticos se precipitan 
 debajo de las ruedas para hacerse aplastar. Cuando muere un jefe de 
 familia, se quema a sus mujeres en una hoguera. 
 Toda la filosofía y teología consiste en alejarse de las cosas 
 mundanas, perderse en la esencia infinita y llegar a la 
aniquilación. 
 Castas Las castas probablemente se derivan de la yuxtaposición 
 (23) de las diferentes poblaciones, pero los antiguos historiadores 
 dicen que el rey Krisna (24) dividió a los Indios en cuatro castas; 
 en la primera, colocó astrólogos, médicos y sacerdotes; en la 
 segunda los magistrados; en la tercera los agricultores; y en la 
 cuarta los artesanos; estas castas toman el nombre de Brahmanes 
 (25), Chatrias, Vasias y Sudras, quedando prohibida su mezcla. Los 
 Brahmanes conservan la ciencia, depositada en los Vedas, usando 
 riguroso ceremonial; no comen con otras castas; no matan; es delito 
 inexplicable matar a uno de ellos; al que moría le honraban con 
 cantos de los Vedas, lo quemaban después y se echaban al Ganges sus 
 cenizas. 
 Manú fue legislador de los Chatrias; estos habían de defender 
 el territorio, en donde la naturaleza del clima hacía escaso el 
 valor. 
 Los Vasias cultivaban los campos y criaban rebaños, y nunca se 
 los hacia abandonar tales ocupaciones, ni siguiera para guerrear; 
 animado era su comercio, y sobre todo por el Ganges importaban 
 arroz, a cambio de especias, piedras preciosas, perlas, incienso, 
 sándalo, metales finos y algodón, con el cual hacían finísimas telas 
 (sindor); procurábanse la seda de la China; y conocieron muy pronto 
 la moneda y las letras de cambio. Con el tráfico se ofrecían 
 ocasiones para peregrinaciones a los santuarios del Benarés (26) y 
 de Jagrenat. 
 La casta de los Sudras no podía leer los Vedas, y su mayor 
 vanagloria consistía en servir a un Brahmán, a un negociante o a un 
 guerrero; eran siervos, pero no tan envilecidos como los esclavos; y 
 quizá eran la raza indígena, reducida a la servidumbre, a la llegada 
 de los Arios u otros más fuertes, representados por las dinastías 
 del sol y de la luna. 
 En último término y aislados vivían los parias, execrados de 
 Dios y destinados a expiar enormes culpas de una vida anterior; 
 ellos sufrían todas las humillaciones; podía matarlos el guerrero a 
 quien se aproximaban; les era negada hasta la simpatía que se tiene 
 a los animales. 
 Religión Parece que en un principio no se creyó más que en un 
 solo Dios, Brahma, quien se encarnó en los Vedas para revelar la 
 voluntad divina, y siguiose una nueva encarnación de Siva. El 
 bramismo [sic] añadió a las fiestas sencillas del principio, orgías, 
 obscenidades y crueles sacrificios. Estos fueron atemperados por 
 Visnú, verbo de Brahma, divinidad activa; de este modo se formó una 
 trinidad (trimurti) expresada por la palabra oum, de tres letras y 
 una sola sílaba. 
 La palabra de Brahma está comprendida en los cuatro Vedas, 
 libros inspirados, que parece fueron publicados 1500 años antes de 
 Jesucristo, ordenados por Viasa, y prohibidos a los profanos. El 
 primero comprende el de los Sastras, es decir, de los grandes 
 cuerpos de la enciclopedia oficial; el segundo contiene en cuatro 
 libros, la medicina, la música, la guerra y las 64 artes mecánicas; 
 en el tercero hay seis libros de ciencias; y en el cuarto los 
 Puranas, cometarios de los Vedas, donde se encuentran sublimes 
 bellezas mezcladas con absurdas extravagancias, y terribles 
 supersticiones. En este se explica la vastísima mitología de que 
 tanto tomaron los griegos, como mucho tomaron también de la 
 filosofía india, divida en las escuelas Sankia, Niaya, y Vedanta; 
 muy provistas todas de vasta literatura, encaminadas a purificar las 
 almas, de manera que vuelvan a la nada. Su parte práctica se halla 
 contenida en el Darma Sastra, recopilado por Mauri, 12 siglos antes 
 de Jesucristo, y que también conduce al panteísmo. 
 Buda, Dios en el cielo y santo en la tierra, donde dejó huellas 
 de grandes prodigios y beneficios, predicó una moral tan sabia como 
 austera, la unidad de Dios, la igualdad de los hombres y los cinco 
 mandamientos, que son: no matar a ningún ser viviente, no robar, no 
 fornicar, no mentir y no beber ningún licor que embriague. Todo, 
 empero, quedaba viciado por el panteísmo y por la emigración, 
 creyendo el hombre que podía purificarse gradualmente hasta 
 convertirse en Dios. 
 Sakia Muni, llamado Buda, tuvo el valor de intentar la 
 abolición de las castas, proclamando la igualdad entre los hombres. 
 El budismo fue también dividido en muchas sectas; difundiose 
 por el Asia Inferior, pasó al Tibet y a la China, y es hoy una de 
 las religiones que con más sectarios cuenta. 
 El país estaba divido entre varios reyes, que a menudo luchaban 
 entre sí, despóticos en todo, a excepción de aquello en que se veían 
 paralizados por los Brahmanes, por los privilegios de las castas y 
 por la organización feudal de los gobernadores de provincia. En este 
 país todo está sometido regular e infaliblemente a un sistema 
 determinado, a fin de que no se alteren las costumbres con las 
 conquistas; costumbres que, por el contrario, se comunican a los 
 vencedores. 
 La benevolencia universal, la tranquila industria y la fácil 
 imitación de las artes son enseñadas a los muchachos; las 
 generaciones se ocupan frecuentemente en solemnidades y obras 
 piadosas; generaciones que, por su infalible división en castas, se 
 hallan en la imposibilidad de progresar; la autoridad prevalece 
 sobre la libertad; son misterios la religión, la cronología, la 
 medicina y la astronomía, por lo cual se sujeta el hombre a la 
 inevitable fatalidad. 
 Muy espléndida es la literatura india, en la lengua sánscrita 
 es decir perfecta; pues parece que es la madre de la griega y la 
 latina, pero más regular, más sencilla y más rica. La poesía está 
 íntimamente unida a la ciencia, hallándose en verso muchos libros 
 filosóficos y el código de Manú, las cosmogonías y las teofanías; en 
 grandes poemas se canta la encarnación de los dioses. Los poemas más 
 famosos son el Ramayana, que celebra la victoria de Rama, es decir 
 Visnú encarnado en Bavana, príncipe de los demonios; y el 
 Mahabarata, sobre otra encarnaciónde Visnú, compuesto de 250000 
 versos, con algunos episodios muy atractivos. La vida más larga no 
 bastaría para leer todas las poesías épicas, líricas y trágicas de 
 la India. 
 El arte Muy célebres son también los monumentos artísticos; aún 
 se admiran las inmensas pagodas y las divinidades de aquel país, 
 pero su extravagancia no vale la belleza griega, para la cual era 
 necesario expresar las ideas más sublimes, no en símbolos, sino en 
 humanas figuras. En la India, la belleza artística está unida al 
 símbolo y a numerosos rituales, y el arte no puede tomar libre 
 desarrollo, por cuanto busca más bien la precisión del emblema que 
 la elegancia de las formas. 
 En tal estado ha permanecido el arte en la India y en Egipto, 
 siendo el artista mero ejecutor del pensamiento y de la imagen 
 sacerdotal, y trabajando con infinita paciencia y extraordinaria 
 minuciosidad, los basaltos y los pórfiros (27) más duros. Los 
 Griegos fueron los únicos que supieron crear y ejecutar sus obras, 
 aunque no por esto pueda decirse que fuesen los creadores del arte. 
 Este empezó en la cabaña del nómada y del lacustre, quienes dan 
 cierta ornamentación a sus habitaciones y a sus utensilios 
 domésticos; y en las grutas que fueron refugio de los hombres 
 trogloditas, y de que están llenas las regiones de la India, de la 
 Etiopía, de la Arabia, del Egipto y de la Etruria. 
 Sigue la fabricación de enormes peñascos, atribuida a una raza 
 robustísima llamada de los Cíclopes, formando grandes murallas de 
 granito, a menudo groseras y poligonales, y sin cimientos, como lo 
 son los muros de algunas ciudades latinas, tales como Fondos, 
 Circelo, Cosa, Anagni Norba y Teracina. Otras veces, se alzaban 
 pirámides de piedras sobre el cadáver de los héroes y de los reyes. 
 Entre los Indios, este trabajo grosero ha sido reemplazado por 
 el arte y el sentimiento de lo bello, conforme a las creencias y al 
 espectáculo de una naturaleza gigantesca. 
 Los granitos del Himalaya y de Cachemira, fueron esculpidos sin 
 moverlos, dándoseles la forma de cámaras y templos, y construyéndose 
 hasta las maravillas de las siete pagodas de Mahabalipur, con siete 
 templos, donde todas las paredes estaban adornadas con efigies de 
 divinidades, y escaleras, corredores, pórticos, columnas y numerosas 
 estatuas, todo adherente a la roca. Cerca de Bombay, hay una peña 
 cortada en forma de elefante, por lo cual se da el nombre de 
 Elefanta a una catacumba de 44 metros de ancho por 45 de largo, con 
 siete naves, sostenidas por 54 pilares, de diferente forma y 
 ornamentación, como flores, leones, elefantes, caballos y 
 divinidades. Hállanse muchas otras grutas parecidas a esta, siendo 
 la más notable la de Ellora, en el Decán, en cuyo granito rojo muy 
 duro, hay excavaciones de más de seis millas, con templos, 
 obeliscos, capillas, puertas y estatuas; todo está puesto encima de 
 las espaldas de una hilera de descomunales elefantes. En otras 
 partes, destacándose del suelo, el arte construye templos, labra 
 columnas, coloca obeliscos y ornamentaciones tan finas como los 
 encajes, y centenares de estatuas. Levanta peñas y las dispone 
 armónicamente abiertas a la luz. En el Romesuram, las piedras, 
 alternativamente horizontales y transversales, son cubiertas de 
 esculturas; hállanse muros de cien pies de altura, con un pórtico 
 sostenido por 2500 pilares de esculturas caprichosas. La pagoda más 
 insigne es la de Chalembrum, de 4000 años de existencia; se entra en 
 ella por cuatro puertas; cada una de ellas presenta una pirámide de 
 37 metros de altura, con columnas unidas por medio de una cadena, 
 extraído todo de una misma peña, y con desmesurados colosos, que 
 hacen pensar a Heródoto que Semíramis hizo tallar el monte Bagistán 
 de tal manera que se hallaba representada entre centenares de 
 guerreros. 
 En las ciencias naturales, poco podían progresar los Indios, 
 puesto que no buscaron más cuestiones que las religiosas. Pero ellos 
 inventaron el ajedrez, el papel de algodón, una esfera armilar, 
 diferente de la ptolomaica, un sistema de trigonometría, el álgebra 
 y las cifras que llamamos arábigas. 
 
 
 
 5. -El Egipto 
 El Egipto es el valle del Nilo, el mayor río del África, 
 después del Níger, que naciendo en el Ecuador, del lago Nianza (28), 
 atraviesa la Nubia Desierta entre rocas graníticas y se precipita 
 por las famosas cataratas y alrededor de las islas Elefantina y 
 Sile; desde Siene el terrero es rico en productos, en incienso y 
 oro, y el río, sin recibir confluencias, corre llanamente por un 
 valle de 16 kilómetros de ancho, bordado de desiertos de arena y 
 montañas. Cerca de Cercasoros, se divide en dos ramales: el 
 oriental, junto a Damieta, y el otro no lejos de Roseta, y se 
 precipita en el mar. Lo comprendido entre Siene y Quemnis, se llama 
 el Alto Egipto, donde florecen Tebas y Dióspolis; en el centro hasta 
 Cercasoros, estuvo la Heptarquía con Menfis; sigue el Delta entre 
 los dos ramales. Todos los contornos están desiertos, incultivables. 
 Pero el Nilo, durante el solsticio de verano, desborda regando los 
 terrenos, que, al retirarse las aguas, durante el equinoccio de 
 otoño, quedan fecundados por el limo y producen en abundancia arroz, 
 granos, lino y pastos. El canal de los Reyes se dividía en cuatro 
 ramales, extendidos por una superficie de 16500 metros, y navegables 
 por buques de alto porte. De este modo se remedia la sequía donde no 
 llueve casi nunca, donde no hay manantiales ni vegetación, y donde 
 el Egipto, sobre una superficie de 500000 kilómetros abastecía una 
 población de más de 7 millones de habitantes. 
 Muchísimos escritos en papiro, y largas inscripciones en los 
 obeliscos y millares de monumentos que quedan entre el Mediterráneo 
 y el Senaar, entre el desierto de Libia y el Golfo Arábigo, debían 
 revelarnos la historia del Egipto, sus conocimientos y sus ritos. 
 Pero hasta nuestros días no se habían podido leer sus jeroglíficos, 
 ni averiguar siquiera en qué idioma estaba escritos. En la historia 
 hebraica se hace incidentemente mención de ellos; y Heródoto, 60 
 años después de haber batido los Persas a los Faraones, recogió 
 nociones de boca de los sacerdotes de Menfis; como las recogió más 
 tarde Diodoro de los sacerdotes de Tebas. 
 Manetón, sacerdote de Heliópolis (29), escribió luego; pero 
 todos ellos llenaron sus narraciones de errores y fábulas. Hasta que 
 entraron los Griegos, no se pudo dar entero crédito a lo que sobre 
 el Egipto se escribía. Se encontraron catálogos de sus reyes, que 
 demostrarían una remota antigüedad, si algunas dinastías no 
 pareciesen ser contemporáneas. 
 Era, de todos modos, muy antigua la civilización egipcia,

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