Vista previa del material en texto
Mélanges de la Casa de Velázquez 35-1 (2005) La naissance de la politique moderne en Espagne ................................................................................................................................................................................................................................................................................................ Javier Fernández Sebastián Política antigua - política moderna Una perspectiva histórico-conceptual ................................................................................................................................................................................................................................................................................................ Avertissement Le contenu de ce site relève de la législation française sur la propriété intellectuelle et est la propriété exclusive de l'éditeur. Les œuvres figurant sur ce site peuvent être consultées et reproduites sur un support papier ou numérique sous réserve qu'elles soient strictement réservées à un usage soit personnel, soit scientifique ou pédagogique excluant toute exploitation commerciale. La reproduction devra obligatoirement mentionner l'éditeur, le nom de la revue, l'auteur et la référence du document. Toute autre reproduction est interdite sauf accord préalable de l'éditeur, en dehors des cas prévus par la législation en vigueur en France. Revues.org est un portail de revues en sciences humaines et sociales développé par le Cléo, Centre pour l'édition électronique ouverte (CNRS, EHESS, UP, UAPV). ................................................................................................................................................................................................................................................................................................ Référence électronique Javier Fernández Sebastián, « Política antigua - política moderna », Mélanges de la Casa de Velázquez [En ligne], 35-1 | 2005, mis en ligne le 04 juin 2010, consulté le 12 octobre 2012. URL : http://mcv.revues.org/1521 Éditeur : Casa de Velázquez http://mcv.revues.org http://www.revues.org Document accessible en ligne sur : http://mcv.revues.org/1521 Ce document est le fac-similé de l'édition papier. © Casa de Velázquez 165 María Victoria López-Cordón Cortezo et Jean-Philippe Luis (coord.), La naissance de la politique moderne en Espagne Dossier des Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 35 (1), 2005, pp. 165-181. dossier la naissance de la politique moderne en espagne Los trabajos recogidos en este dossier de los Mélanges de la Casa de Veláz- quez se ocupan, desde diferentes perspectivas, del nacimiento de la política moderna en España. Su coordinador sin duda ha sopesado cada palabra a la hora de elegir el título, mas en principio cabe especular que el volumen hubiera podido titularse de manera alternativa: por ejemplo, El ocaso del Antiguo Régimen y los orígenes del liberalismo en España, Los albores de la modernidad: el declive de la política tradicional, u otro rótulo similar, aun- que, ciertamente, todas estas rúbricas están lejos de ser intercambiables. Génesis y fin, ascenso y declive, nacimiento y ocaso, y otros pares de antóni- mos semejantes constituyen, en cualquier caso, términos muy corrientes entre los historiadores, términos que encontramos a menudo en el encabe- zamiento de gran cantidad de obras y reflexiones historiográficas, como lo son igualmente política moderna, sociedad tradicional, modernidad, Antiguo Régimen, absolutismo, Ilustración o liberalismo, por referirnos sólo a algu- nas de las etiquetas más utilizadas por los estudiosos que se ocupan del período a caballo entre los siglos xviii y xix. Y, sin embargo, todos sabemos que en historia no hay «nacimientos» ni «ocasos» absolutos. Hoy es casi un lugar común entre los profesionales con- templar el devenir histórico como un juego incesante de innovaciones y per- manencias, en el que ningún cambio, por súbito y profundo que sea, supon- dría un corte tan radical como para que lo nuevo y lo viejo no se interpenetren de algúnmodo. Precisamente por eso, el concepto historiográ- fico de transición—que ha podido aplicarse a un amplísimo espectro de fenó- menos, desde el cambio demográfico hasta el cambio político o cultural, pasando por el clásico uso socio-económicomarxista, referido a las transicio- nes entre modos de producción (con la carga determinista de ineluctabilidad que tal uso conlleva)— ha servido y sigue sirviendo muy a menudo para dar contrepoint� Política antigua - política moderna Una perspectiva histórico-conceptual Javier Fernández Sebastián Universidad del País Vasco 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 165 cuenta de este tipo de situaciones. Desde este punto de vista, toda transición podía ser contemplada como una solución de continuidad entre el eclipse de un viejo estado de cosas declinante y el orto de un nuevo orden ascendente. Continuidad, ruptura, transición Hayque reconocer sin embargoque esta imagen gradualista del cambiohis- tórico es difícil de cohonestar, en el caso que nos ocupa, con un trastorno polí- tico tanviolento comoel que sedesencadenóenelmundohispánico a raízde la crisis de laMonarquíaborbónica y la intervenciónnapoleónica en laPenínsula. En este sentido,pormuchoque insistamos enque es tambiénunpuntode llegada—ynosólounpuntodepartida—,la fracturaque seprodujo enese año crucial resultahistóricamente tanhonday tan traumáticaquenoes fácil hacerla encajar enunanociónmásomenosapaciblede transición, entendida ésta gene- ralmente comounconjuntodepequeñas transformaciones encadenadasde las que emergefinalmente unordenpolítico o socialmuydiferente del anterior. Y,por cierto,el consensogeneralizadoentre loshistoriadores a lahoradeatri- buir a la vacatio regis—esto es, a lo que en su díamuchos percibieron comoun vacío en la cúspide del poder— un papel fundamental en el origen de esa ava- lancha de sucesos debería bastar para convencer al más escéptico de la impor- tancia decisiva del factor simbólico-representativo en el universo de la política, en este caso, para la salvaguarda del statu quo.Una trascendencia difícil de exa- gerar cuandoconstatamosque fue justamente esamodalidadpolíticadehorror vacui, provocada por lo que algunos entendieron nada menos como «disolu- ciónde laMonarquía española», la quehizo entrar endanzaunpuñadodecon- ceptos políticos —nación, soberanía, pueblos, constitución, representación, opiniónpública…—quesepostulanentoncespordeterminados sectoresde las élites con el objeto más o menos explícito de llenar el enorme hueco que la ausenciadeunrey legítimohabíadejado.Demaneraquees esa súbitaorfandad política de los españoles de ambos hemisferios la que abre un espacio público inusitado,encuyo senose iránperfilandonuevas identidadespolíticas y territo- riales: liberales, absolutistas, republicanos; americanos, peninsulares; realistas, insurgentes, etc.Nuevas identidades nucleadas en torno a los conceptos evoca- dos, que están en el origen de los nuevos actores colectivos —movimientos ideológicos,partidos,ejércitos,estados,repúblicas,naciones…—queprotago- nizarán la agendapolíticade las siguientesdécadas.Endefinitiva,aunsinperder de vista otros factores concomitantes, es en la famosa acefalia de , en el trono que—desde cierta percepción mayoritaria de la legitimidad— ha que- dado vacante a causa de la intrusión de una nueva dinastía, donde habría que buscar el fulminante de esa gran explosión o, pormejor decir, de esos procesos complejosde resultado inciertoquees costumbredenominar revolución liberal, en el caso de la España peninsular, y revoluciones de independencia, para los distintos territorios de laAmérica española. dossier la naissance de la politique moderne en espagne 166 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 166 Es evidente, por tanto,que, por mucho que el debate constitucional se hubiera ya entablado desde la década de , el nuevo imaginario liberal sólo pudo entrar en acción cuando, gravemente desestabilizado el sistema por la ausencia del monarca, que era su clave de bóveda, irrumpió en escena una política alternativa, basada en un conjunto de instituciones nuevas o remoza- das.Y esa irrupción es a su vez indisociable de un sentimiento desconocido de disponibilidad de la historia y de la política que parece haberse extendido con rapidez entre las élites españolas en esas primeras décadas del Ochocientos, a raíz del motín de Aranjuez y de la sublevación antinapoleónica de mayo de . Como había sucedido antes en Francia con el estallido de la Revolución, los sectores más dinámicos de la sociedad española vivieron entonces esos acontecimientos —que precipitaron una doble crisis, dinástica y bélica— como una oportunidad excepcional para la apertura de un proceso constitu- yente que abría posibilidades inéditas para la renovación global del sistema. Esa vivencia de aceleración del tiempo histórico y de su apertura a un futuro insospechado de instituciones liberales, que—apoyándose sistemáticamente en ciertas lecturas ideológicas del pasado—se trataba ahora de diseñar y cons- truir, resultó con toda probabilidad un sentimiento embriagador, si hemos de juzgar por diversos testimonios de la época que transmiten al lector la euforia de quienes son conscientes de protagonizar en primera persona una coyun- tura de excepción, caracterizada por la extrema fluidez y por la maleabilidad de las instituciones aunque, ciertamente, la desilusión provocada por la falta de adecuación entre las grandes expectativas generadas y los magros resulta- dos cosechados no tardaría en llegar1. Así pues, es forzoso constatar que la intervención napoleónica en la Penín- sula puso en bandeja a los reformistas radicales una oportunidad única para dar al traste enmuy breve plazo con un orden de cosas que en lo sustancial no se había modificado durante varios siglos. Y, a partir de ahí, la secuencia de acaecimientos políticos y bélicos de los años siguientes, tanto en la España peninsular como en Hispanoamérica, puede calificarse sin ningún género de dudas de ruptura —o, como suele hacerse mucho más frecuentemente, de revolución—, en la medida en que supuso una profunda quiebra del sistema. La política moderna, en este sentido, habría venido a ocupar rápidamente el vacío dejado por el colapso de la política tradicional, siendo lamáxima expre- sión de ese vacío, insistimos, la falta de soberano legítimo.Ahora bien, ¿quiere esto decir que el historiador puede calificar en rigor de «política antigua» a la totalidad del ordenamiento, prácticas y discursos que preceden a la primavera de , y de «política moderna» a todo lo que vino después del triunfo defi- nitivo de la Revolución liberal, a partir de los años ? Obviamente, la res- puesta a esta cuestión, así planteada, sólo puede ser negativa.Veamos. j. fernández sebastián política antigua - política moderna 167 1 En un trabajo reciente he recogido algunasmuestras de estos testimonios periodísticos y li- terarios, tanto de euforia comode decepción; véase Fernández Sebastián (en prensa c). 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 167 Para empezar convendría recordar lo que es evidente: que ningún presente se engendra a símismo,y que toda situaciónnueva surgenecesariamente deun pasado, sea éste próximoo remoto.Ni los conceptos y discursos,ni los actores, ni las identidades políticas son una excepción: ninguno de ellos se transforma profundamente deun añopara otropor arte de birlibirloque.Lahermenéutica gadameriana ha insistido suficientemente en este punto: sin tradición no hay fundación, y la mera idea de la tabla rasa, de un arranque absoluto e incondi- cionado, es inconcebible y radicalmente ajena a la razónhistórica.La historio- grafía reciente de las revoluciones nos ha hecho comprender mejor, en este mismo sentido, la importancia decisiva de las tradiciones y de las nuevas prác- ticas culturales cristalizadas a lo largo del siglo xviii en el origen de lasmuta- ciones discursivas y constitucionales en ese tránsito del Antiguo Régimen a la sociedad moderna. También en el caso hispano podemos hablar de unos orí- genes culturales de la sociedad liberal2, y todos sabemos que es en granmedida el viejo imaginario de la legitimidadbasada enunpacto entre las comunidades y elmonarca el que hace posible la irrupción de las soberanías en pugna a par- tir de . «Lomoderno», una vezmás, hunde sus raíces en «lo antiguo». Lenguajes «antiguos» y «modernos» Por otra parte, en la historia del pensamiento político es común que ciertas teorías, principios e «ideologemas» —individuo, contrato social, voluntad general, división de poderes, derechos naturales, soberanía nacional, etc.— sean considerados «modernos», en tanto que otros elementos políticos e ideo- lógicos —corporaciones, pactos, bien común, privilegios, soberanía de dere- cho divino, fueros…— se insertan en un entramado de valores o doctrinas habitualmente tenidos por «antiguos» o «tradicionales». Sin embargo, los tex- tos políticos de la Europamoderna están llenos de discursos en los que semez- clan, en distintas proporciones, ingredientes de ambos repertorios (digamos, para simplificar, iusracionalistas y escolásticos), y en el caso español, a la altura de la segundamitad del siglo xviii, lo corriente es que gran parte de los auto- res que se ocupan de estos asuntos engarcen en sus escritos —con muy dife- rentes propósitos— conceptos antiguos y modernos. Pero hay más: dejando a un lado la rica gama dematices de los diversos grupos que cabría distinguir en el seno de cada polo de esta dicotomía, el uso preferente de determinado voca- bulario no basta para identificar a un autor como «ilustrado-liberal» o como «tradicional-absolutista». Por el contrario, el recurso a una terminología moderna puede hacerse de tal modo que el sentido que se atribuye a esos tér- minos en el discurso sea en el fondo bastante «tradicional». Y tampoco cabe descartar la operación inversa: tras una fachada léxica de apariencia tradicio- nal puede disimularse—y de hecho así se hizo muy a menudo— una semán- dossier la naissance de la politique moderne en espagne 168 2Portillo Valdés, yMartínez Martín (ed.), . 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 168 tica y una práctica política revolucionarias3. Conviene, pues, tener siempre presente la enorme plasticidad del material lingüístico y la capacidad del ser humano para resemantizar mediante diversos artificios retóricos determina- dos conceptos en provecho de sus propósitos coyunturales. Precisamente,unode los rasgos fundamentales del primer liberalismoespa- ñol es esamanerapeculiardemanejar el lenguajeque recurre sistemáticamente a la anfibología para dotar deun sentidonuevo a las doctrinas y a los hechos de unpasadomásomenos remoto,hechos ydoctrinasque son reinterpretados en las décadas interseculares entre el Setecientos y el Ochocientos para hacerlos encajar con los objetivos de la moderna acción política y responder así a los desafíos planteados.Delmismomodoque, como subrayóK.Baker, el extraor- dinario éxito de Sieyès en la primera etapa de la Revolución francesa se habría cifrado en suhabilidad inusitada para inventar undiscurso revolucionario,un lenguaje nuevo que acertó a sintetizar elementos del discurso fisiocrático de la razón con otros procedentes del discurso rousseauniano de la voluntad polí- tica4, el mérito de losMartínezMarina, J. LorenzoVillanueva,AgustínArgüe- lles y un puñado de publicistas en el umbral de la España contemporánea habría consistido enarticularun lenguajemixtodeneoescolástica,contractua- lismo racionalista y constitucionalismo historicista, cuya eficacia se puso a prueba durante las sesiones gaditanas de Cortes constituyentes.Muchas veces se les ha reprochadoel recurso a un vocabulario confuso y vacilante,propio de una época bisagra. Mas si el núcleo duro de la política es encontrar en cada momento los conceptos y las palabras idóneas para comprender, legitimar o transformar el statu quo, debe reconocerse el esfuerzo de algunos escritores y oradoresdelmomentopor componer ese lenguaje anfibio apropiadoparauna situación en la que, partiendo de una cultura de fuerte impronta católica, se tratabadedar entrada sin estridencias a los principios fundadores deunapolí- tica radicalmente nueva: sociedad civil, libertad, constitución, Monarquía moderada,representación, igualdad,ciudadanía, soberaníanacional…Lauti- lización a fondo demuchas categorías y recursos culturales provenientes de la escuela teológico-jurídica de Salamanca daría paso así a la atribución de nue- vos significados a viejos términosdeorigenmedieval,y al engarcede estos con- ceptos enundiscurso normativo tendente a instaurar unnuevo sistema socio- político5. Del éxito de ese difícil esfuerzo de ensamblaje entre Montesquieu y Suárez,Mably yMariana,Rousseau y Tomás deAquino, da idea la reflexión de j. fernández sebastián política antigua - política moderna 169 3 De hecho ésa será precisamente una de las acusacionesmás repetidas contra los liberales por parte de algunos de los publicistasmás influyentes del tradicionalismo español, especialmente en loscírculosclericales,deLorenzoThiulenaFranciscoAlvarado,ydeMagínFerreraSardáySalvany. 4Baker, , p. . 5 El rescate de la vetusta palabraCortes para designar a una asamblea representativa de nuevo tipo, dotada de atribuciones—y de composición— radicalmente nuevas, es muy revelador de esta apuesta decidida por remodelar el edificio político conservando exteriormente la vieja fa- chada léxica. 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 169 uno de los participantes en la conversación recreada literariamente por cierto clérigo constitucionalmuy conocido en el Cádiz de las Cortes.Uno de los par- tícipes en este diálogo ficticio, obispo por más señas, concluye mostrando su satisfacción ante las pruebas acumuladas por su interlocutor en favor de una hermenéutica católico-aristotélica del naciente constitucionalismo, lo que le lleva a asegurar que «esos diputados que oigo llamar liberales son los restaura- dores del lenguaje político del SantoDoctor ennuestraMonarquía»6. Tal operación ideológica distamucho de ser una simple táctica de enmasca- ramiento o camouflage. No se trató meramente de hacer pasar lo reciente por antiguoyviceversa (o,comosueledecirse,de verter vinonuevoenodres viejos). Tampoco de componer una amalgama conceptual de ciertas nociones ilustra- das y liberales inscritas en un discurso tradicional; y a la inversa, de rescatar algunos viejos conceptos, iluminados bajo una luz distinta, para insertarlos en el flamante lenguaje de la libertad y la constitución.CuandoMartínezMarinao Villanueva interpretan, respectivamente, las instituciones medievales castella- nas desde el prisma del constitucionalismo, o los argumentos de la escolástica como antecedentes del liberalismo moderno, están al mismo tiempo inscri- biendo el naciente reformismo de las Cortes de Cádiz en un largo proceso his- tórico de afirmación de la libertad frente al despotismo; un largo proceso cuyo origen se remontaría nadamenos que a la EdadMedia, y al reino visigodo.Y al hacerlo así, están a la vez historizando y nacionalizando el liberalismo, dotán- dolo de un prestigioso pasado y de un arraigo nacional que alejaría considera- blemente en este punto la experiencia revolucionaria española del espíritu ada- nista y geométrico de su inmediato antecedente francés, y lo aproximaría por contra almodelo angloamericano de la ancient constitution. Lo que estamos tratando de sugerir es que el propio planteamiento histo- riográfico que contrapone netamente viejos y nuevos conceptos, como si esta distinción fuera evidente por sí misma, conlleva una valoración implícita no menos normativa que la de aquellos primeros liberales españoles que impro- visaron una retórica de legitimación para sus propósitos reformistas con las armas intelectuales que tenían a mano: precisamente, aquellos conceptos y argumentos que mejor encajaban en la cultura política española y, en conse- cuencia, podían resultar más eficaces y convincentes de cara a acercar a sus compatriotas a una política alternativa a la hasta entonces vigente. Tradición ymodernidad: algunas reflexiones desde la historia de los conceptos En este sentido, la dicotomía entre nuevos y viejos conceptos políticos, entre tradición ymodernidad, entrepolítica antigua ypolítica moderna, estámuy lejos de poseer el gradode certidumbre y de «indiscutibilidad» que suele suponerse. dossier la naissance de la politique moderne en espagne 170 6Villanueva, , p. . 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 170 Antes bien, a la vista de lamás reciente historia política e intelectual habría que admitir que la imagen estereotipada de la modernidad política que los histo- riadores hemos venidomanejando durante largo tiempo presenta insuficien- cias y debilidades muy notorias. Si repasamos los estudios más solventes de estos últimos años, centrados en las prácticas políticas decimonónicas en varios países europeos, todo parece indicar, en efecto, que el arquetipo de esa modernidad basada en individuos abstractos dotados de iguales derechos, en ciudadanos virtuosos, en elecciones limpias,pluralistas y participativas, en ins- tituciones enfin razonablemente transparentes y democráticas,no es enmodo alguno una noción historiográfica empírica e inductiva, ni siquiera un ideal- tipo, sinomás bienuna construcción ideológica imbuidade teleologismo.Una construcción ideológica queparece responder sobre todo a la necesidaddeuna reafirmación retrospectiva de la democracia liberal tras la derrota de los fas- cismos en la Segunda Guerra Mundial, y que, en el caso español, probable- mente debamos asociar a los primeros tímidos intentos de recuperar una cierta tradición liberal tras las dramáticas circunstancias de la posguerra7. Ahora bien, medir las realidades políticas del siglo xix con el rasero de las democracias triunfantes de la segundaposguerra (o incluso con los estándares desiderativos de aquellos historiadores españoles que a duras penas trataban de entroncar con las corrientes liberales de preguerra), o valorar el ejercicio de los incipientes derechos civiles y políticos por parte de los habitantes de los estados europeos e iberoamericanos de las décadas centrales del Ochocientos de acuerdo a los exigentes criterios de la Declaración Universal de Derechos Humanos de , es un grosero anacronismo que en lamayoría de las ocasio- nes sólo puede conducirnos a emitir un juicio historiográfico extemporáneo y extremadamente negativo,hasta el punto de rechazar de plano la existencia de cualquier atisbo demodernidad y de liberalismo en lamayoría de las socieda- des occidentales decimonónicas8. j. fernández sebastián política antigua - política moderna 171 7Noparece casual que estos intentos pioneros de enlazar con la tradiciónhistoriográfica libe- ral rota por la Guerra Civil, de la mano de las primeras obras de Artola y Díez del Corral en los años , viniese acompañada de un proceso de hipóstasis del liberalismo (sobre esta cuestión véasemi texto Fernández Sebastián [en prensa a]). 8 Antonio Annino se refería en un texto reciente (Annino, ) a este segundo aspecto del problema,cuandoafirmabaquedurante largo tiempo«el sigloxix fue consideradopor lahisto- riografíaunapéndice retrospectivodel sigloxx»,y sugeríaquemuypocasoninguna institución, práctica o categoría política decimonónica —representación, opinión pública, elecciones, su- fragio, partidos, etc.— debieran equipararse sin más con las actuales. En efecto, si aplicamos la piedra de toque del individualismo, el sufragio universal sin distinción de sexos, las eleccionescompetitivas, el voto secreto, y otros requisitos propios de las actuales democracias occidentales almundo corporativo y a las sociedades deferentes decimonónicas, con su cortejo de relaciones clientelares, su universo familiarista, la dimensión esencialmente local de la política y los proce- sos electorales comunitaristas y escasamente competitivos, estas últimas prácticas aparecerán necesariamente como un dechado de corrupción, gregarismo,machismo, localismo y antimo- dernidad. «La historiografía “tradicional” practicó por mucho tiempo una “historia liberal del 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 171 Varias de estas críticas al teleologismo y al anacronismo implícitos en la «gran narrativa» democrático-liberal, que muchas veces informa sin darnos cuenta nuestros análisis históricos, podrían aplicarse a la visión de la «politi- que moderne» según M. Agulhon que nos presenta críticamente María Cruz Romeo en la primera página de su excelente contribución a este volumen.Y es que, en efecto, como sostiene lúcidamente esta autora un pocomás adelante: La interpretación que en ocasiones se ofrece del liberalismo adolece de falta de historicidad; en otras, se piensa comouna doctrina perfecta- mente cerrada y unívoca sobre el individuo, la sociedad y el poder. En consecuencia, se hablamás de unos supuestos procedentes de la propia narrativa liberal que de la propia especificidad del discurso liberal con- figurado a partir de unos contextos particulares9. Para evitar en lo posible caer en las trampas del presentismo, es decir, para «descontaminar» nuestra visión del pasado decimonónico de esa clase de dis- torsiones y evaluaciones ex post, no basta con el análisis cuidadoso de los con- textos políticos y sociales y de las prácticas culturales del pasado en tanto que pasado, por ejemplo, renunciando a juzgar esas realidades según su grado de ajuste a un canon liberal-democrático prefijado. Es necesario, además, que los historiadores desarrollemos una nueva sensibilidad que nos habilite para comprender las actividades de los sujetos históricos de lamaneramás próxima al modo en que veían las cosas los propios agentes10. O, lo que es lo mismo, deberíamos esforzarnos en captar lo mejor posible las nociones que daban sentido a su acción, y que con frecuencia tienen poco que ver con las catego- rías proyectadas «desde fuera» por los historiadores.Y, en este punto, es preciso reconocer que—si bien en varios textos de este dossier está muy presente esa sensibilidad histórico-conceptual11—, para muchos de nuestros colegas, la historia de los conceptos es todavía por desgracia una subdisciplina abstrusa y pocomenos que esotérica. dossier la naissance de la politique moderne en espagne 172 liberalismo”[siguediciendoAnnino],estudiandoel procesohistóricodecimonónico con las ca- tegorías liberales. Algo parecido a hacer historia medieval con categorías medievales». El pro- blema, además,es que tales categorías «liberales»ni siquiera se correspondían con los auténticos patronesdel liberalismode la época, sinoque se les aplicaban laspautasde comprensióndeun li- beralismodemocrático correspondiente a unmomentoposterior. 9Romeo Mateo, p. de este dossier. 10Probablemente seríanecesario afinary redefinirnuestros instrumentosdeanálisis para acer- carnosa las realidades sociales,culturalesypolíticasdeesepasadonotan lejanoenel tiempodema- neramásfidedignaycomprensiva,esto esmásadaptadaa lavisiónde las cosasdequienesvivieron en esosmundos, que hoy aparecen fatalmente ante nuestros ojos como paisajes insólitos y extra- ños.Y,en este punto,conviene recordar que el lenguaje deuna época, su léxico y su semántica,nos dicemucho sobre elmodoenque loshablantespensaron las cosas enunmomentodeterminado. 11Véanse, por ejemplo, las juiciosas advertencias de Jean-PierreDedieu en su contribución a este dossier sobre la necesidadde examinar de cerca el sentidode conceptos tales comopatria, fa- milia, amistad, ley omérito en los siglos que preceden a la revolución. 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 172 Sin embargo, estamos persuadidos de que el historiador tiene mucho que ganar con esa apertura a la historia conceptual: algunos instrumentos episte- mológicos desarrollados por la Begriffsgeschichte pueden resultar de gran ayuda a la hora de abordar el espinoso problema continuidad/ruptura en un tiempo de transformaciones aceleradas como el que nos ocupa. Así, frente al énfasis probablemente excesivo de la historiografía liberal en la novedad radical de la Revolución, como si se tratara del comienzo absoluto de unanueva era,y también,por otra parte, frente a la insistencia—de estirpe toc- quevilliana— de la historiografía de estas últimas décadas en los abundantes elementos de continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Régimen, a mi juicio, la historiade los conceptospuedeaportarunavisiónequilibradadeeste tractohis- tóricodecisivo.Si,porun lado,es innegableque seproduceuncambioextensoy profundo en la manera de concebir el orden político, ello no obsta para que muchos de estos cambios en el universo simbólico se incoaran ya en las últimas décadasdel sigloxviii.Y,por supuesto,muchosdeestos conceptos,queposeían un espesor histórico considerable, estaban siendo sometidos a nuevos usos polémicos por parte de los agentes, sufriendo así una rápidametamorfosis que estaba transformandoprofundamente sus significados.Pues bien, la propuesta específica de la historia conceptual es indagar en los estadios semánticos ante- riores, estadios que raramente se borran del todo, lo que hace posible sacar a la luz estratos de significado correspondientes a distintos momentos que siguen gravitandosobreel sentidoposteriorde los términosmucho tiempodespuésde su primera «sedimentación» y de su fase de apogeo12. Se pondría así de mani- fiestouna formaparadójicade«sincroníadiacrónica»o«contemporaneidadde lo no-contemporáneo» (Gleichzeitigkeit der Ungleichzeitigen), perspectiva que permitepensardeotramanerael cambiohistórico,afindenoquedaratrapados en la estéril alternativa continuidad/ruptura. La dimensión temporal interna de estas mutaciones histórico-semánticas aparecedesarrollada en laobrakoselleckianapormediodediversas reflexiones teóricas e instrumentos analíticosde granvalor13,como lasmanoseadasnocio- nes de «campo de experiencia» y «horizonte de expectativa», cuyo inestable j. fernández sebastián política antigua - política moderna 173 12 Sin embargo, habría que evitar incurrir en la fantasía de que la historia de los conceptos es capaz de restituir el verdadero y exacto significado de tal o cual noción para los hombres del pa- sado. El «verdadero significado»no existe, y es un error pensar elmundode los lenguajes y de los conceptos como un universo ordenado de sentidos perfectamente coherentes que pueden ser exhumados y «reconstruidos» con absoluta precisión y nitidez. Sobre esta cuestión véasemi ar- tículo, Fernández Sebastián, b,pp. -. 13 Entre las principales aportaciones teóricas de ReinhartKoselleck—que conviene enri- quecer con los trabajosmetodológicos provenientes de la llamadaEscuela deCambridge—des- tacamos algunas de sus obras vertidas al español, como sonFuturo pasado: para una semántica de los tiempos históricos, Historia y hermenéutica, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia (las tres publicadas sucesivamente en Barcelona, en , y , respectivamente), eHisto- ria/historia (Madrid,b).Para una aproximación sumaria a la historia de los conceptos, ade- más de las páginas introductorias de varios de los volúmenes citados, véanse los breves artículos 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 173 balance a lo largo de los siglos xvi y xvii —id est, las cambiantes relaciones entreunpasadopermanentemente actualizado e «incorporado» enel presente y las crecientes expectativasde futuroquedichopresente conlleva y suscita—y,sobre todo, el desequilibrio definitivo en favor de este último factor a partir de finalesdel sigloxviii precipitaría el advenimientode la «modernidad»,esto es, la disociacióndel pasadoy el futuro,y ladefinitiva apertura yorientaciónde los conceptos hacia el porvenir en aras de unafilosofía del progreso. Esobvio,en cualquier caso,quepor supropianaturalezani la lenguani la cul- tura se transforman drásticamente de un día para otro y, por consiguiente, del mismomodo que la langue d’Ancien Régime tuvo que ser en lo sustancial la len- guausadapor losrevolucionarios francesesde , también los liberalesespaño- les de , insertos comoestaban en la culturade su época,hubieronde servirse necesariamentedel estadode la lenguavigente enaquella fecha.Sin embargo,no esmenos ciertoquedesde el primermomento se advierteun intensoy sostenido esfuerzo de los protagonistas de aquellos sucesos por revolucionar la lengua, dotandodenuevos sentidos a las viejas palabras y creandoneologismos adapta- dos a las nuevas necesidades expresivas y, almismo tiempo, capaces de cimentar losnuevosproyectosy las institucionesquese tratabadeconstruir.Se iniciabaasí una encarnizada guerra semántica por la apropiación del lenguaje que, con alti- bajos yavataresmuydiversos,nohacesadoen losúltimosdoscientos años. Uno de los problemas que debieron afrontar entonces los partidarios de las reformas fue la dificultad de contrarrestar las resistencias estructurales que opone el lenguaje a su rápida transformación.En efecto, el lenguaje—al fin y al cabo,un códigoheredadodenuestrosmayores—es la tradiciónpor excelencia y, por consiguiente, puede decirse que a priori jugaba en el campo de la contrarrevolución. Las élites revolucionarias debieron sortear esa dificultad esforzándose en combatir las inercias semánticas de la lengua estándar mediante diversos expedientes retóricos con vistas a legitimar sus proyectos. Claro que para ello tuvieron que amoldar sus discursos al idioma normativo disponible14. Partiendo de ese horizonte lingüístico infranqueable, políticos, oradores y publicistas liberales recurrieron adistintas estrategias—incluyendo el lanzamiento y popularización de una serie de términos,metáforas y discur- sos—para difundir nuevos esquemas descriptivo-evaluativos que aspiraban a transformar sustancialmente ciertos valores y,por ende, amodificar un estado de cosas que se consideraba indeseable e injusto15.Y, como hemos examinado dossier la naissance de la politique moderne en espagne 174 de Abellán, y deHölscher, , así como el artículo del propio Koselleck, a. Véanse tambiénmi trabajo,Fernández Sebastián,, así como la «Introducción» aFer- nández Sebastián y Fuentes (dirs.), , pp. -. 14 Skinner, , vol. , pp. -. 15 Quentin Skinner ha desarrollado algunas reflexiones de gran interés sobre la figura del «innovating ideologist» y la «rhetorical redescription» como recursopara el cambiopolítico y con- ceptual (Skinner, ).Véase también,Skinner, ,Cap. IV. 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 174 sucintamente un poco más arriba, entre los recursos retóricos más utilizados destacan,en el caso español, aquellos que someten auna transvaluación radical ciertas institucionesmedievales y viejos conceptos de procedencia escolástica. Agentes e identidades políticas: herencia e innovación Si trasladamos esa misma lógica reduccionista y un tanto maniquea a la que aludí, sintetizada en la polaridad ruptura/continuidad, del área lingüís- tico-discursiva al terreno de las identidades y de los agentes políticos, los des- propósitos van en aumento. En efecto, ¿llamaremos viejos actores y viejas identidades a todos los grupos sociales y representaciones colectivas anterio- res a , y nuevas a todas las posteriores? ¿Acaso no es evidente, como decía- mos hace un momento a propósito de la lengua, que los primeros liberales eran forzosamente hombres del Antiguo Régimen? Podían ser, pues, más o menos radicales, más o menos innovadores, pero con toda certeza no por ello dejaban de ser en primer lugar herederos (P. Ricœur): portadores y legatarios de cierto bagaje intelectual, de cierta cultura, también de cierto estatus16.Ade- más, ¿no es igualmente indudable que muchas identidades políticas prerre- volucionarias siguieron existiendo mucho tiempo después de la Revolución? Aunque sin duda las reformas en el terreno jurídico introdujeron cambios decisivos en el orden social, ¿acaso se esfumaron por ensalmo todas las cor- poraciones, las familias tradicionales, las comunidades campesinas y muchas otras prácticas y estructuras consuetudinarias? De manera que, si queremos salir del callejón sin salida al que nos conduce la escisión tajante rup- tura/continuidad, modernidad/tradición, innovación/permanencia, tam- bién en este terreno se hace necesario recurrir a expedientes un poco más sofisticados. Los trabajos de Jean-Philippe Luis, por ejemplo (y su contribu- ción a este dossier es buena muestra de ello), dejan ver claramente que un amplio sector de las élites que implantan en España el nuevo orden estaba muy vinculado al Estado absolutista, hasta el punto de que muchos de ellos eran funcionarios públicos, de mayor o menor cualificación. Y si atendemos a los colores políticos o ideológicos, con toda probabilidad tendremos que j. fernández sebastián política antigua - política moderna 175 16Máxime en un país como España, donde elmovimiento ilustrado tiene un caráctermenos radical que en Francia, y por tanto los factores de continuidad entre las etapas pre y posrevo- lucionaria son bastante más fuertes que en nuestro vecino transpirenaico. En efecto, pese a la ruptura de un sector de los intelectuales con las altas instancias del poder en la última década del Setecientos, el ilustrado español—normalmente integrado en las redes de sociabilidad im- pulsadas y lideradas por los ministros reformadores (academias, tertulias, sociedades econó- micas)— plantea su posición en la sociedad de un modo muy distinto al del philosophe, cuyo proverbial alejamiento de las tareas de gobierno provocó, segúnTocqueville, esa coloración abs- tracta, rupturista y utópica que caracteriza a una gran parte de la producción intelectual de los enciclopedistas, y que el analista francés acertó a sintetizar en fórmulas como société imaginaire o politique littéraire. 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 175 introducir asimismo no pocos matices. Así, frente a las burdas simplificacio- nes de ciertos autores que nos dibujaban a grandes trazos un cuadro en blanco y negro de liberales contra absolutistas, la historiografía posterior ha ido haciendo surgir ante nuestros ojos un panorama polícromo, bastantemás complejo y matizado, en el que acertamos a distinguir una amplia gama de colores políticos (hasta el punto de hacer muy difícil la separación estricta en dos bloques): reformistas ilustrados, jacobinos y demócratas radicales, libe- rales republicanos, constitucionalistas, liberales moderados, afrancesados, absolutistas moderados, apostólicos ultras…, por referirnos sólo a las prime- ras etapas. Se comprenderá que en estas condiciones la etiqueta «política moderna» resulte bastante más problemática. Ya no estaríamos, en efecto, ante un proceso lineal, monolítico e ineluc- table de modernización articulado en una clave única, y que, en consecuen- cia, pudiera ser captado mediante un rígido esquema bipolar del tipo libe- ralismo versus absolutismo, o tradición versus modernidad, sino ante diversas mediaciones sociales, jurídicas, políticas e intelectuales compleja- mente solapadas y entretejidas. En este sentido, el tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen no implicaría mutaciones igualmente drásticas y simultá- neas en todos los sectores, sino que consistiría más bien en una serie de cam- bios que se van escalonando en distintos ámbitos —jurídico-político, eco- nómico-administrativo, cultural-ideológico— y a diferentesniveles—local, provincial, regional, nacional—, según una multiplicidad de experiencias y temporalidades irreductibles a un único ritmo, si bien a efectos académicos no es descabellado contemplar globalmente el proceso como una profunda transformación de conjunto. Esta nueva visión impura y asincrónica de las cosas permite comprender mejor, por ejemplo, que en la segunda restauración fernandina tuviera lugar, de la mano del grupo de burócratas liderado por López Ballesteros, una importante reforma modernizadora del Estado en el plano administrativo y fiscal sin apenasmodernización política17.Y es quemodernidad y liberalismo no tienen por qué entenderse necesariamente como sinónimos. En cualquier caso, está fuera de dudas que la políticamoderna trajo consigo cambios sustanciales en la manera de enfocar el mundo, la vida política y sus organizaciones, pormucho que determinadas inercias culturales e institucio- nales perduraran todavía durante largo tiempo. Paralelamente, la sustitución de unos actores políticos por otros, y las transferencias de hegemonía entre ellos, llevaron aparejados cambios de gran importancia. Sin embargo, todo parece indicar que algunos viejos actores sociales relegados en el nuevo reparto de papeles no desaparecieron del todo, y se las arreglaron para perma- necer en escena, a menudo cambiando de personajes y asumiendo nuevos roles, no siempre secundarios. dossier la naissance de la politique moderne en espagne 176 17 Luis, . 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 176 Complejidad y generalización Unaparte considerable de losmalentendidos de la historia política referente a los siglos xviii y xix tiene que ver con ciertas simplificaciones excesivas que se transmiten cotidianamente a través de losmedios y del sistema educativo18. La historia del liberalismo, la democracia y la ciudadanía en Europa yAmérica son fenómenos complejos, que no se dejan atrapar en fórmulas demasiado simples del tipo: «la Revolución francesa y el resto de las revoluciones libera- les convirtieron a los súbditos en ciudadanos». Afirmaciones así de categóri- cas tienen la ventaja de transmitir una idea sencilla y didáctica, lo que las con- vierte en un género de enunciados muy apto para la enseñanza. Sin embargo, resultan muy poco exactas en términos histórico-conceptuales. En realidad, en cierto sentido, había ya ciudadanos en el Antiguo Régimen y continuó habiendo súbditos después de la Revolución19. Algo semejante sucede cuando leemos,por ejemplo, que la política antes de la Revolución era esencialmente local, y que con el liberalismo se pasó a una nueva política a escala nacional. Aunque en líneas generales esa afirmación puede darse por buena, gracias a un puñado de especialistas en la cuestión, sabemos que todavía en el Ochocientos la política continuó siendo para la mayoría de las personas concernidas una actividad vivida en gran medida en el ámbitomás próximo, y que lamismísima política nacional frecuentemente para ellos sólo cobraba sentido a través de las instancias locales. Por lo demás, el encabalgamiento de identidades «nuevas» y «viejas»—por ejemplo, el juego entre súbdito y ciudadano; entre individuo abstracto, sujeto de derechos, y miembro de una corporación o padre de familia; o, desde otro punto de vista, entre la política nacional y la provincial omunicipal—no tiene nada de extraño, habida cuenta de la importancia decisiva de los contextos en que se producen determinadas prácticas y de la propia ambigüedad de esos «conceptos vividos» que sirven de base a unas identidades en permanente recreación y remodelación. De manera que, siendo esencialmente cierto que en las sociedades moder- nas cada vez va habiendo «más individuo, más política, más ciudadanía y menos confesionalismo en el espacio público», es necesario apurar las pre- cauciones intelectuales para que esta clase de afirmaciones categóricas no ter- minen por convertirse en una caricatura. j. fernández sebastián política antigua - política moderna 177 18Formapartedeestosesquematismospedagógico-mediáticosunformidableequívococonsis- tente en suponer, contra toda evidencia,que la actual parcelaciónde los saberes y esferas de activi- dad en Occidente es poco menos que un dato fijo, ahistórico. Ahora bien, habría que insistir un pocomásenquepolítica,economía,derecho,moral,religión,ciencia,filosofíao literatura sonrea- lidades históricas que no siempre han existido tal como las conocemos hoy. No sólo han experi- mentadograndesvariacionesa lo largodel tiempo,sinoquesuscontenidos sepresentanhistórica- menteparcelados,confundidosy/o jerarquizadosdediversasmanerasy segúndiferentes criterios. 19 Fernández Sebastián, a. 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 177 Para evitarlo es conveniente tener siempremuy presente la complejidad de los procesos históricos. La política moderna señala ciertamente la transición entre dos mundos, pero se trata de un tránsito matizado, que da paso a nue- vas situaciones más o menos fluidas que suelen llevar la marca de los oríge- nes, y rara vez logran eliminar por completo las señales culturales de los esta- dos de cosas que las precedieron. François-Xavier Guerra solía utilizar el adjetivo «híbrido» para referirse a este tipo de situaciones históricas20, pero esta metáfora biológica no termina de satisfacernos, puesto que cabe enten- der que estaríamos hablando de productos políticos o sociales engendrados por dos «progenitores» de distinta especie o naturaleza —«lo antiguo» y «lo moderno», en bloque—, cuando lo que quisiéramos enfatizar es precisa- mente que no hay exactamente dos modelos puros que se cruzan o se com- binan, sino una sucesión de ajustes, deslizamientos, infiltraciones y compro- misos, de arreglos provisionales y contingentes, entre diferentes prácticas, conceptos y representaciones. En cuanto a los sintagmas sociedad tradicional, modernidad, antiguo régi- men, Ilustración o liberalismo, convienemanejarlos asimismo con ciertas pre- cauciones. Probablemente nunca podamos prescindir en historia y en ciencias sociales de este tipo de generalizaciones, que nos permiten subsumir un con- junto muy amplio de fenómenos bajo una sola denominación (aun cuando, como sugirió Max Weber, la enorme variedad de casos englobados por esta clase de conceptos demasiado genéricos nos aleja al propio tiempo de la riqueza de las realidades concretas abarcadas). Sin embargo, en la medida en que se trata a la vez de instrumentos analíti- cos de los estudiosos actuales y de nociones ya utilizadas en la época estu- diada, debemos ser extremadamente cautelosos para no atribuir a los agen- tes del pasado propósitos o visiones del mundo completamente ajenas a ellos. Por eso, sin dejar de reconocer, con Gadamer y con Ricœur, un papel funda- mental a ese ejercicio de «anacronismo controlado», que está en la base de toda operación historiográfica —la distancia temporal con el objeto de estu- dio puede resultar en sí misma heurísticamente productiva, en la medida en que puede ser generadora de sentido—, es preciso distinguir entre nuestros conceptos analíticos como historiadores y los significados anteriores de esos mismos términos quemuchas veces se presentan amalgamados con los nues- tros. El uso de las voces Ilustración o liberalismo, por ejemplo, en gran parte de la historiografía de estas últimas décadas, en la medida en que se trata todavía de conceptos vivos y el historiador se ve a sí mismo en una situación de filiación con respecto a los valores que vehiculan, es fuente de no pocos equívocos, anacronismos y malentendidos que perjudican una visión pro- piamente histórica de los siglos xviii y xix21. dossier la naissance de la politique moderne en espagne 178 20Guerra, ,passim. 21 Fernández Sebastián (en prensa b). 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 178 En estas condiciones parece imprescindible preguntarnosseriamente si tales categorías siguen siendo losmejores instrumentos intelectuales para cap- tar en términos históricos ese pasado que tratamos de aprehender, y, en caso de que nuestra respuesta sea negativa, esforzarnos en buscar un sistema de conceptualización histórica sustitutivo que se solapemenos con la terminolo- gía de los agentes involucrados en la acción. En todo caso, sin renunciar completamente al uso de los tipos ideales, hemos de ser conscientes de que la complejidad de las experiencias concretas de las gentes del pasado se deja encerrar difícilmente en esas grandes simplifi- caciones. Y, en este sentido, hay que reconocer que el primer liberalismo espa- ñol es un excelente laboratorio y un auténtico desafío para la nueva historio- grafía política e intelectual.Una historiografía que, al abordar un concepto tan complejo —liberalismo— y una fecha tan cargada de simbolismo——, se ve obligada a bregar con una etapa crucial en la que el historiador, como se ha podido comprobar a lo largo de este dossier, no tiene más remedio que reflexionar y tomar posición frente a algunos espinosos problemas relaciona- dos con la continuidad, la ruptura y la transición entre sistemas. Bibliografía Abellán, Joaquín (), «“Historia de los conceptos” (Begriffsgeschichte) e historia social. A propósito del diccionario Geschichtliche Grundbe- griffe», en Santiago Castillo (coord.), La historia social en España. Actualidad y perspectivas. Actas del I Congreso de la Asociación de Histo- ria Social (Zaragoza, septiembre de ), Madrid, pp. -. Annino, Antonio (), «El voto y el xix desconocido», http://www. foroiberoideas.com.ar/foro/threads.aspx Baker, Keith Michael (), Inventing the French Revolution. Essays on French Culture in the Eighteenth Century, Cambridge. Fernández Sebastián, Javier (), «Historia de los conceptos.Nuevas perspectivas para el estudio de los lenguajes políticos europeos»,Ayer, , pp. -. Fernández Sebastián, Javier ( a), «Des sujets aux citoyens ? Pour une sémantique historique de quelques mots espagnols d’appartenance politique», en Sujet et citoyen. Actes du colloque de Lyon (- septembre ), Aix-en-Provence, pp. -. Fernández Sebastián, Javier ( b), «Textos, conceptos y discursos políticos en perspectiva histórica»,Ayer, , pp. -. j. fernández sebastián política antigua - política moderna 179 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 179 Fernández Sebastián, Javier (en prensa a), «Actores políticos e identi- dades narrativas en la España del siglo xix. Reflexiones desde la historia conceptual», en Alfonso Mendiola y Valentina Torres Septién (coord.), El impacto de la cultura de lo escrito. Actas del Coloquio de histo- ria cultural (México, - de octubre ). Fernández Sebastián, Javier (en prensa b), «El liberalismo comomovi- miento y como concepto político en la España del siglo xix. Reflexiones sobre su inserción en el contexto europeo», en Roberto Germán Fan- diño (coord.), Sagasta y el liberalismo europeo. Actas del Congreso inter- nacional (Logroño, - de septiembre de ). Fernández Sebastián, Javier (en prensa c), «Revolucionarios y liberales. Conceptos e identidades políticas en el mundo atlántico», en María Teresa Calderón y Clément Thibaud (coord.), Las revoluciones en el mundo atlántico: una perspectiva comparada. Actas del Seminario inter- nacional (Bogotá, - de octubre ). Fernández Sebastián, Javier y Fuentes, Juan Francisco (dirs.) (), Diccionario político y social del siglo xix español, Madrid. Guerra, François-Xavier (), Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, México (.a ed.). Hölscher, Lucian (), «Los fundamentos teóricos de la historia de los conceptos (Begriffsgeschichte)», en IgnacioOlábarri y Francisco Javier Caspistegui (dirs.), La «nueva» historia cultural. La Influencia del postestructuralismo y el auge de la interdisciplinariedad,Madrid,pp.-. Koselleck, Reinhart (), Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona. Koselleck,Reinhart (),Los estratos del tiempo. Estudios sobre la histo- ria, Barcelona. Koselleck, Reinhart ( a), «Historia de los conceptos y conceptos de historia»,Ayer, , pp. -. Koselleck,Reinhart ( b),Historia/historia, Madrid. Koselleck, Reinhart y Gadamer, Hans Georg (), Historia y herme- néutica, Barcelona. Luis, Jean-Philippe (), L’utopie réactionnaire.Épuration et modernisation de l’État dans l’Espagne de la fin de l’Ancien Régime (-),Madrid. Martínez Martín, Jesús A. (ed.) (),Orígenes culturales de la sociedad liberal (España siglo xix), Madrid. Portillo Valdés, José María (),Revolución de nación. Orígenes de la cultura constitucional en España (-), Madrid. dossier la naissance de la politique moderne en espagne 180 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 180 Skinner, Quentin (), Los fundamentos del pensamiento político moderno ( vols.), México. Skinner, Quentin (), «Some Problems in the Analysis of Political Thought and Action», en Visions of Politics ( vols.), vol. : Regarding Method, Cambridge, pp. -. Skinner, Quentin (),Reason and Rhetoric in the Philosophy of Hobbes, Cambridge. Villanueva, Joaquín Lorenzo (), Las angélicas fuentes o El tomista en las Cortes [Cádiz, ], Madrid. Palabras clave Conceptos políticos, Historia conceptual, Identidades políticas, Lenguaje político, Política moderna, Transición. j. fernández sebastián política antigua - política moderna 181 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 181 12. Ferna?ndez Sebastia?n MenP/3 noir:12. Ferna!ndez Sebastia!n MenP/3 noir 19/1/09 09:55 Página 182 View publication statsView publication stats https://www.researchgate.net/publication/46389332