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Documento de cátedra: “El proceso de producción de la subjetividad. De los modos de subjetivación a la producción de subjetividad”
Autoras: Mg. María Margarita Tomás y Psic. María Lorena Lefebvre
Cátedra: 	Teorías e intervenciones en el campo grupal y comunitario
Teorías y Técnicas de grupos
Año 2020
Introducción
El presente documento de cátedra realiza un recorrido por diferentes autores, con el fin de trabajar un término polisémico como es el de la subjetividad. Haremos un recorrido interdisciplinar, por lo que tomaremos los aportes de Diana Kordon, Michel Foucault y Cornelius Castoriadis. Finalmente vincularemos estos aportes con el campo grupal, resaltando la importancia de los grupos para transitar los cambios que produjo la modernidad, la postmodernidad, la modernidad tardía y la hipermodernidad. 
El vínculo y su papel en la constitución de la subjetividad
Para poder comprender La producción de subjetividades, lazos sociales y grupales en la modernidad tardía, se hace necesario partir del concepto de Vínculo.
Para ello tomaremos los aportes de Diana Kordon (2011) cuando plantea que en el vínculo debe ser entendido la relación de interdependencia que se dan entre las personas que son parte del mismo. O sea, ante el movimiento de una de las partes se produce un movimiento en la otra de modo inevitable, en tanto se encuentra establecido un encadenamiento, un entrelazamiento; este movimiento puede ser tanto físico como simbólico.
Entiende al vínculo, como fundante, porque el sujeto se constituye en el interior del vínculo intersubjetivo (que establece con otros: madre, padre, tutor) y de la experiencia social (es por ello que es importante poder ubicarnos en una sociedad particular).
Esto nos da la pauta, que no hay modo en que una persona se constituya como tal por fuera de:
· Intersubjetividad
· Experiencia social 
Siguiendo esta línea, Bleger plantea que el Hombre es un ser social, que pertenece y es atravesado por una determinada cultura. 
Volviendo al punto del vínculo, contemplando aquello que lo funda, podemos tomar en cuenta dos puntos centrales: por un lado la autora va a decir que cada uno de nosotros tiene marcas de los vínculos en los que estamos insertos, y por otro lado, va a plantear que no nos comportamos de igual modo en todos nuestros vínculos, sino que dependerá de las características del vínculo lo que va a emerger de nosotros en cada uno de ellos. Tenemos una marca, un sello de identidad, es como si fuera una huella dactilar que dice quién es cada quien, pero vamos a ir presentando ciertas particularidades de acuerdo a con quien nos vinculemos. Por ejemplo, no seremos igual como padres que como abuelos, como amigos que como pareja, como desconocidos que conocidos.
El vínculo incide de algún modo en todos los miembros que lo conforman, decimos de algún modo porque con seguridad no será de la misma manera en todas las partes intervinientes, sino que se evidenciará una cierta asimetría, por ejemplo en el vínculo de la madre y el bebé, serán huellas, marcas diferentes que la madre dejará en la historia de ese hijo, que las que el hijo dejará en esa madre.
Entonces, podemos decir que el vínculo presenta ciertas características, como el de ser una ligazón estable en donde existe una comunidad de intereses y una relación de sujeción, en los cuales se presentan aspectos y se realizan pactos, tantos conscientes como inconscientes, y que pueden ser expresados en formas sociales e instituciones que los sostienen y los reproducen (jurídicas, culturales, económicas, etc.)
La autora, va inclusive un paso más allá, y nos invita a poder pensar en la importancia, de cuando intervenimos sobre todo desde nuestro ámbito psi, a tener en cuenta dos aspectos, el relacionado con la repetición y el relacionado con la novedad, siendo ambos parte importante e imprescindible de ese vínculo. 
Veamos por qué los aspectos que se repiten, que se toman de los vínculos y marcas anteriores, permiten ir conformando y formando una base y una estructura. Lo novedoso permite, posibilita que algo nuevo emerja allí, que algo de lo creativo y de lo diferente aparezca. Y es allí, que se destaca la riqueza de lo vincular.
La subjetividad y sus niveles de expresión 
El término subjetividad es un término polisémico. Hay muchas definiciones. Aquí tomaremos la propuesta por Kordon (2011) que dice: “son las diferentes formas de sentir, pensar, dar significaciones y sentidos al mundo y también a nosotros mismos”. 
Podemos mencionar algunas características de la subjetividad: 
Corresponde al sujeto individual y al conjunto, podemos así hablar de subjetividad en el aspecto singular y en su aspecto colectivo. Concebimos la subjetividad encarnada en el sujeto singular, pero reconociendo la incidencia de un aspecto individual y otro colectivo. Sin embargo la subjetividad individual tiene su propia especificidad, no es un mero reflejo de lo colectivo. Hay en lo subjetivo individual, como señala Kaës (1989) “un arreglo” de la realidad psíquica singular para cada sujeto. 
Tomamos como ejemplo las transformaciones producidas en relación a la sexualidad en la última década, que han permitido (entre otros aspectos) el matrimonio homosexual. Estas transformaciones en el aspecto colectivo de la subjetividad, han habilitado modificaciones subjetivas personales. El ejemplo más evidente es el cambio de elección de objeto sexual en una misma persona en diferentes momentos de su vida. Se podrá decir que esto se apoya en la bisexualidad. Y probablemente esto sea así, pero de lo que se trata es que la habilitación social genera la posibilidad de una práctica que modifica la subjetividad individual. 
Cada período histórico promueve modelos y contenidos específicos, así como determina el carácter de las instituciones, de allí que podemos afirmar que la subjetividad tiene un carácter histórico-social, por lo que se concibe que los sujetos humanos no tienen una esencia pre-dada, nada hay en los humanos que no sea producto de una construcción-deconstrucción constante. La construcción histórico-social de la subjetividad, implica un conjunto de dispositivos estratégicos: la familia, la escuela, la sexualidad, la justicia, la medicina, en los que los sujetos se construyen, aunque no de forma cerrada y acabada, ya que todo ejercicio de poder supone resistencias. 
La denominada subjetividad de época también está inscripta en lo histórico-social. El concepto de familia o de pareja por ejemplo, no es universal, tampoco el de género y sexualidad. Hay una subjetividad de época, cada sujeto la vive a su manera, con su propia fantasmática. 
Podemos tener una posición crítica con respecto a la subjetividad de la época, por ejemplo no acordar con las ideas y la cultura del neoliberalismo: el individualismo, la banalización de la vida, la inmediatez. Podemos cuestionarlo, pelear contra esa hegemonía, pero no podemos dejar de pertenecer al cuerpo social. 
La pertenencia social es ineluctable. No elegimos pertenecer o no. Por el sólo hecho de ser sociales se da esta pertenencia. La misma es independiente de la conciencia que tengamos de ella. Siempre hay un nivel de pertenencia que hace a nuestra propia constitución como sujetos. La comprensión de las condiciones del contexto , concebido como texto mismo de la subjetividad, también nos demanda un trabajo conceptual. 
Otro aspecto a mencionar es que hay diferencias entre el psiquismo y la subjetividad. El psiquismo constituye una estructura más estable, formada por el inconsciente y lo consciente, el ello, yo, superyó, los mecanismos de defensa, etc. En cambio la subjetividad puede cambiar y modificarse acorde a los aspectos como lo histórico social, la época, etc. 
Existen tres niveles en los que podemos trabajar la subjetividad: 
1) Subjetividad singular: son aspectos referidos a la historia personal, que incluyen los procesos y productos identificatorios, especialmente las fantasías e identificaciones secundarias, el yo ideal y el ideal del yo, la estructura de personalidad, es decir todo lo quees propio de cada sujeto y que lo hace único y diferente a los otros. 
2) Intersubjetividad: fenómeno relacional entre sujetos. Esta relación tiene un aspecto manifiesto, consciente y un aspecto inconsciente, en el que se depositan recíprocamente aspectos de cada uno de los sujetos del vínculo en el o los otros. El sujeto se constituye en el interior de un vínculo intersubjetivo y a lo largo de la vida está inserto en configuraciones intersubjetivas significativas. 
La resonancia fantasmática propia de la intersubjetividad, es un fenómeno por el cual las fantasías de cada uno tienen efecto sobre los otros, que en el proceso de apropiación del mensaje que reciben, lo modifican y a su vez responden con otro mensaje en el que se juega su propia fantasmática. 
3) Transubjetividad: corresponde a la apertura máxima de las subjetividades. Ubica dos polos en la transubjetividad: el polo estructurante y el polo regresivo o degradado. 
a) El polo regresivo o degradado es aquel en el que hay una falta de diferenciación, una desaparición del espacio intersubjetivo, de los límites individuales. La vivencia oceánica, el pánico y la histeria colectivos, corresponden a este polo, obstruye el reconocimiento de las diferencias entre los sujetos. Sin embargo constituye una condición necesaria para la constitución de lo imaginario del grupo. Por ejemplo el enamoramiento y la ilusión grupal, ambas fundan la base del sentimiento de pertenencia al conjunto. 
b) El polo estructurante implica una comunidad de pertenencia tanto al orden social y cultural como al grupo. Incluye ideales, creencias, mitos compartidos colectivamente, son parte de los aspectos de la cultura que estructuran la subjetividad y se manifiestan en la construcción grupal. Muestra la pertenencia social y sostiene la afirmación de que todo sujeto es sujeto de una cultura. 
Michel Foucault: la subjetividad y los modos de subjetivación
Tomaremos también los aportes de Michel Foucault para una mejor comprensión del tema de la producción de la subjetividad: “la subjetividad es una forma histórica, sujeta a los discursos y las prácticas que una sociedad establece” (Foucault, 1984). En esta definición podemos ver la importancia de las condiciones socio- históricas en la constitución de la subjetividad, no es una forma única ni universal de ser sujeto. La subjetividad es el resultado de procesos heterogéneos a los que Foucault denomina “modos de subjetivación”. 
Podemos decir que Foucault es el pensador del poder del siglo XX. Realiza análisis sociales y se enfoca en reflexionar y pensar qué es el poder. ¿Cuál es la particularidad de su propuesta? Dice Foucault: “El poder no es, el poder se ejerce”. Con esta afirmación intenta mostrar que el poder circula, no existe como una sustancia, como algo cerrado. “Hay relaciones de poder” dice Foucault en un profesor que da clases, en un padre de familia, en un médico que da un diagnóstico; las relaciones de poder circulan todo el tiempo. La concepción de poder de Foucault, evita caer en una forma jerárquica del poder (vertical), dicotómica, donde hay alguien que posee el poder y lo direcciona hacia abajo. Por ejemplo en el gobierno de las monarquías absolutas, se equipara el gobierno del Estado con el del príncipe, el gobierno de la casa con el del padre, el del monasterio con el del abad. Para no caer en esta concepción del poder, Foucault propone un dispositivo del poder, otra manera de interpretarlo. Entrama en el mismo tres grandes temáticas: el poder, el saber y el sujeto. Encuentra una relación entre el poder, el saber y la subjetividad, que siempre van juntos. 
Considera críticamente la autonomía del sujeto. Pensamos que en un momento de su vida el sujeto se emancipa, se libera, encuentra un lugar de preponderancia y poderío y que transforma la realidad. La omnipotencia de un sujeto que cree que tiene el poder de decidir sobre sí mismo, empieza a sucumbir en los siglos XIX y XX. Foucault considera que el sujeto está sujeto, supone la idea de sujeción. ¿Cuáles son para Foucault las fuerzas que sujetan al sujeto? El género, su historia, su clase, su inconsciente.
Otro elemento clave en el dispositivo propuesto por Foucault es que todo saber, supone una instancia de poder, desde el que se busca naturalizar el conocimiento. Foucault busca desnaturalizar estos saberes, así realiza un análisis histórico de la idea de locura, de la sexualidad, del delincuente, que se modifica a lo largo del tiempo. La historia de la locura, comienza cuando los locos eran enviados a navegar en un barco, junto con los leprosos. Ya en el siglo XVII se recluye a los locos conjuntamente con los delincuentes, en una cárcel. En este momento el loco es considerado un delincuente. En la actualidad se considera a la locura una patología médica. Luego de este recorrido genealógico acerca de la historia de la locura, se pueden obtener dos conclusiones: por un lado que el mundo ha progresado hasta considerar a la locura una enfermedad. Por otro lado observamos que los cambios de la historia de la locura demuestra que no hay nada natural en cómo se los trató. Hay en ese recorrido juegos de poder, saber y subjetividad, que definieron lo sano y lo enfermo. 
Foucault realiza también un análisis de la prisión carcelaria, donde se busca el disciplinamiento de los presos, para reincorporarlos a la sociedad. Esto responde a la necesidad del capitalismo que busca en los hombres una fuerza de trabajo disponible. Los dispositivos de poder generan adiestramiento, cuerpos dóciles, domesticados y económicamente rentables. 
Foucault muestra que se deja de pensar el poder en términos represivos y entiende el poder en términos de normalización. El poder establece lo que está bien y lo que está mal. En toda sociedad se instauran líneas de demarcación que separan lo lícito de lo ilícito, lo reconocido de lo rechazado. De esta manera se piensa también la sexualidad, en la que está presente una hipótesis represiva. De sexo no se puede hablar. Nuestra forma de gozar y nuestros gustos sexuales explican lo que somos, nuestro ser. Así cuando se normalizan las prácticas sexuales, se normalizan también sus anomalías, explican lo que es lícito y lo que está prohibido. Los anómalos son los que no encajan, así estableciendo lo normal y lo anormal, se establece quién está incluido y quién excluido. 
Cuando Foucault analiza los dispositivos de la locura, la sexualidad, la delincuencia, se pregunta acerca de sus prácticas. Las piensa como modos específicos de actuar (prácticas de poder) y de pensar (prácticas de saber), que producen una determinada subjetividad: el loco, el delincuente, el normal y el anormal. Poder, saber y subjetividad aunque son diferentes están estrechamente entrelazados. 
Para Foucault existen modos de subjetividad, que es la actividad transformadora que los sujetos pueden realizar sobre sí mismos para transformar sus vidas. Buscan modificar sus padecimientos, insatisfacciones, modos de vincularse con los otros y consigo mismo. Así la subjetividad no será solamente un efecto de los dispositivos de saber- poder, sino también una actividad transformadora de los sujetos. Cada época, cada sociedad, pone en funcionamiento algunos de estos modos de subjetividad, es necesario que comprendamos que el individuo es uno de los modos de subjetivación posibles. 
Tomaremos como ejemplo los baños públicos, que desde su arquitectura, puede mostrarnos el dispositivo de la sexualidad. En los mismos hay una dicotomía sexual: femenino y masculino. Al mismo tiempo hay diferencias en los rituales de masculinidad y femineidad. Los baños femeninos están separados y cerrados, no se debe ver. La mujer guarda un secreto abajo que tiene que ver con la “nada”. En el baño masculino el hombre tiene que estar parado, lo que define su identidad, mostrándose al escrutinio público. 
Castoriadis: los procesos de subjetivación y singularización
Cornelius Castoriadis fue filósofo, sociólogo, economista y psicoanalista greco-francés (nació en Grecia y emigró a Francia en 1945 a los 24 años,cuando estalló la guerra civil en su país). Él plantea que la construcción y la transformación de la sociedad no es solo el resultado de determinaciones establecidas, sino que es el resultado de un proceso socio-histórico particular, que se produce a través de la invención y creación de nuevos sentidos, particulares de cada época y que se proponen colectivamente.
Él va a plantear que las sociedades humanas se construyen de acuerdo a valores y significados que se acuerdan por medio de las instituciones, y que a su vez estas instituciones son obra de cada sociedad particular, obra que es posible por el imaginario social instituido (efectivo) y el imaginario social instituyente (radical). Cabe aclarar que cuando hablamos de instituciones nos referimos al lenguaje, a las creencias religiosas, a las leyes, a los valores, a las normas y orientaciones para la vida dentro de ese conjunto particular.
Ahora bien, pero ¿qué entendemos por imaginario social, instituido e instituyente? A.M. Fernández explicará que cuando Castoriadis habla de Imaginario Social se refiere a dos aspectos: 
a) Imaginario: se trata de significaciones que son construidas, creadas o inventadas, o sea que no corresponden a elementos estrictamente reales, 
b) Sociales porque solo pueden ser entendidas en el colectivo o grupo social desde el que surgieron. 
En cuanto al componente instituido o efectivo se refiere a esos elementos que posibilitan mantener unida a una sociedad, son esos elementos acordados (normas, valores, lenguajes, etc.), operando como organizadores de sentido de los actos humanos, otorgándoles carácter de verdad, estableciendo que es lo permitido y que es lo prohibido, que es lo aceptable y que lo rechazable, etc., mientras que lo instituyente o radical serán esos elementos que buscaran la transformación de esos sentidos que se producen a través de lo instituido, operando en resistencia de aquello consagrado. Es la invención y creación incesante social-histórica-psíquica, utópica a veces, que da cuenta de nuevas significaciones que no se anudan a esas verdades instituidas, sino que desordenan las prácticas y hasta las instituciones, pudiendo hasta producir nuevas sociedades.
Es por ello que Castoriadis dirá en su obra Psique y Sociedad que la subjetividad no puede ser explicada sólo desde lo histórico social, ni los modos de subjetivación como mera influencia o reflejo de lo social, ni la constitución psíquica ser pensada como una producción a-histórica, sino que debe ser pensada en articulación con el imaginario social.
Esto se debe, según su pensamiento a que en cada sociedad se genera un imaginario social, y tiene sentido, sólo dentro de ella misma, y que este aspecto creativo del imaginario instituyente, es a partir del cual se van a ir acordando los significados que van a ser encarnados en las instituciones que mencionamos, otorgándole un sentido singular a cada época. Va a decir que esa sociedad, es el resultado de una construcción, y no una derivación mecánica del pasado o de una herencia, sino que cada una va a crear un mundo que le es propio atravesada por ese imaginario instituyente, irreductible y siempre creador en el colectivo social, que le imprimirá nuevos significados.
Como vemos, se trata de apuntalamientos múltiples que van de lo social a lo psíquico, y de lo colectivo a lo singular.
Pero cabe preguntarnos ¿cómo entendemos la subjetividad desde esta propuesta? Juana Acuña (2008) nos dirá que la subjetividad será la articulación de lo psíquico con lo social, que será singular y plural, y que la dimensión subjetiva será una construcción singularizada de la subjetividad social. Subjetividad social, entendida en esta construcción que se realiza en torno a ese imaginario social que se encarna en las instituciones y que será diferente en cada sociedad.
La Prof. Acuña dirá que, ese Otro inicial (generalmente la madre), y los Otros a partir de los cuales se produce la construcción del psiquismo están atravesados por su propio inconsciente, así como por el entramado social al cual pertenecen, por lo cual transmitirán, más allá de si mismos, enunciados identificatorios, valores, normas, contenidos a reprimir y a negar, entre otros, o sea todo aquello que proviene del imaginario social en el cual estén insertos, marcando así la constitución de la subjetividad a través de ese vínculo, produciendo el proceso de subjetivación.
Y aquí, podemos recordar el aspecto nuevo, creativo, de lo diferente, que hablábamos en el comienzo cuanto planteábamos el vínculo, en tanto la subjetivación presenta también un proceso singularizante, en donde hay potencialidad para la transformación, y no mera reproducción, en las nuevas experiencias de encuentros con otros.
Y para entender este punto con un poco de mayor profundidad la autora, tomará a Guattari y Rolnik en tanto expresan que el modo en que los sujetos viven esa subjetividad oscila en dos extremos, por un lado como una relación de alienación u opresión, en el cuál el sujeto se somete a la subjetividad tal como la recibe por ese conjunto social, o por otro lado, podría partir de ella como una relación de expresión y creación en la cual se reapropie de los componentes de la subjetividad, produciendo un proceso de singularización.
Y si a esto agregamos, como plantea la Prof. Acuña que los procesos de subjetivación se dan en una actividad tanto con nosotros mismos como en el vínculo con otro, podemos entender cuando Bracchi y Pintos plantean que se abren posibilidades a la subjetivación en la medida que lo ajeno pueda ser soportado (proceso de subjetivación) y que en algún lugar se establezca un vacío que dé lugar a lo nuevo (proceso de singularización). 
Para ejemplificar estos procesos planteados veremos un ejemplo de lo que ocurre en una intervención en una Fábrica Recuperada. Es una experiencia realizada por varios actores entre ellos Buzzela y Tarrat, dos estudiantes de la Especialización de Psicología y Psicoanálisis de la UNMDP y el Prof Alfredo Caiero de la UBA.
La situación es la siguiente: la Fábrica Grissinópoli, se encuentra ubicada en el Barrio de “Chacarita” en Buenos Aires, llevaba más de 40 años funcionando y llegó a tener hasta 50 empleados. La misma, era parte de las instituciones que sostenían la vida del barrio, tanto es así, que se consideraba que un trabajo ahí era “un trabajo para toda la vida”, y que muchas veces se pensaba que los puestos vacantes o nuevos puestos eran para los hijos de las personas que ya trabajaban ahí, haciendo que se sostenga una línea temporal-laboral, en un sentido no solamente económico, creado y reproducido por esa comunidad.
Ahora bien, es necesario detenernos a pensar en el contexto de la época, que es la época moderna, y pensemos en qué lugar se ubicaba el trabajo y los tipos de trabajo en esa época, (1970 aproximadamente). También es necesario pensar que esta modernidad instituyó dos tipos de subjetividades: por un lado la del patrón, que manda, decide y puede progresar y la del obrero, quien es “armado” para ser un instrumento, para acatar órdenes, ser sumiso y pensarse “naturalmente” inferior.
Ahora volvamos al relato. Desde 1998 se comenzó con lo que llamaron una “larga agonía”, lo que llevó a que el 3 de junio de 2002, lo trabajadores comenzaron una huelga para reclamar por los diez meses de salarios caídos y los dueños, en respuesta, abandonaron la fábrica. El Sindicato de la Alimentación se vendió por dinero a la patronal, en medio de las negociaciones en el Ministerio de Trabajo y la huelga se convirtió en toma. Así Grissinópoli se convirtió en una fábrica recuperada transitoriamente por sus obreros, ya que una ley de la Legislatura de la Ciudad le otorgó una tenencia transitoria por dos años. Allí fue que se insertó el equipo de intervención.
Se formó un primer grupo para defender la identidad como obreros, allí donde se había roto el contrato patrón-obrero, armando un nuevo contrato que era el de la asamblea, el del piquete, el de la olla popular. Podemos ver aquí las primeras marcas de esa subjetividad, construidasy sostenidas por una sociedad, con instituciones y significados, que se quiebran, generando un espacio vacío a ser ocupado.
Los obreros expresaban: “estuvimos dos semanas metidos acá adentro, mirándonos sin saber qué hacer. Los primeros días tomamos la decisión de no salir a la calle”. “La idea de que los otros pudieran pensar “algo malo habrán hecho para que les pase esto”, era lo que, de uno u otro modo, impedía la denuncia de los hechos y la relación con los vecinos, transeúntes, organizaciones políticas, asambleas”(…) “Al principio nos costó entregarnos a la confianza, veníamos de un cachetazo muy duro. Al ver tanta gente que venía de golpe, perdimos un poco el horizonte, porque eran muchas opiniones. No estábamos preparados para esto, ese fue el error, siempre pensábamos que lo que mirábamos por televisión nunca nos iba a pasar a nosotros” (Hazaki, C; 2003).
Entones aquí, lo que se jugaba ahora era que esa Fábrica se convierta en un galpón abandonado o en un espacios a construir, a ser habitado, donde fue necesaria la construcción de reglas y objetivos autogestionados y la implicación y puesta en juego del deseo de los nuevos habitantes del galpón. Esto implicó la propuesta de un nuevo proceso de subjetivación, que reemplazó la lógica patrón-obrero. Este era el desafío de los trabajadores de Grissinópoli.
No fue tarea fácil ni sencilla. El grupo que intervino, relata la dinámica en la que pendulaba la fábrica, desde una posición de Fábrica abierta a una posición de Fábrica cerrada. Por momentos los trabajadores podían conectarse con el medio y con las fuerzas que promovían la recuperación de la fábrica, ubicándose como protagonistas de este acontecimiento y convirtiéndose en lo que algunos autores denominan grupo-sujeto. En otros momentos reproducían las formas de relación conocidas de antaño, esperando las órdenes sobre qué y cómo hacer. Circulaba la figura mesiánica de un patrón que vendría a hacer las veces del salvador y a responsabilizarse de esa situación, con la concomitante solución a los problemas que tenían, actuando como grupo-objeto.
Los sectores correspondientes al antiguo funcionamiento administrativo y jerárquico de la fábrica no eran un lugar que los trabajadores hubieran habilitado para su uso. La información era manejada por la empleada administrativa que a modo de intermediaria, era la persona que había tenido mayor contacto con la patronal. Mientras ellos no tenían dónde sentarse, catorce sillas quedaban allí inmóviles, inutilizadas, catorce sillas que simbolizaban lo que aún no había sido destituido.
¿Y de que dependía que se habiliten a usarlas? ¿Alguien, de ese grupo, acaso consideró la posibilidad de usarlas? Porque sentarse allí implicaría imprescindiblemente que se produzca una destitución de la subjetividad de obrero, para dar lugar a un nuevo proceso de subjetivación. 
Sentarse allí rompe con el binarismo de patrón-obrero, poniendo en cuestión la transformación de esa realidad por la acción colectiva, habilitando a su vez por el imaginario colectivo la posibilidad de un proceso de singularización, de creación, de poder lograr un nuevo proceso de subjetivación que tenga las marcas de ese viejo/nuevo vínculo que se establecía en esa grupalidad.
Esto se pudo ver plasmado cuando habilitaron un Centro Cultural en los espacios de la Fábrica que no se utilizaban, cuando habilitaron espacios “muertos”, dándoles “vida” a través del encuentro, de compartir, de la creación de lazos solidarios. Se pudo dar cuenta de un proceso de singularización dentro de ese nuevo proceso de subjetivación.
Las catorce sillas fueron finalmente utilizadas en los procesos asamblearios de toma de decisiones de los trabajadores y de la comunidad. Vemos así como se dieron transformaciones en la subjetividad, en el espacio, en los vínculos, que resultó ser el símbolo de la destitución subjetiva y la institución de una nueva subjetividad solidaria, siempre cambiante, siempre en transformación.
El producir sin patrón dio la posibilidad de crear, inventando nuevas modalidades de habitar la fábrica mientras se producían nuevos procesos de subjetivación. 
Conclusiones
Luego de realizar un recorrido por los aportes del conocimiento de la subjetividad, podemos ver las diferentes subjetividades que se han producido a lo largo de la historia: 
a) La sociedad disciplinaria. Las sociedades industriales desarrollaron dispositivos destinados a modelar los cuerpos y las subjetividades de los ciudadanos. La sociedad industrial buscó construir cuerpos dóciles, domesticados, útiles a los intereses económicos y políticos. 
b) La sociedad de control. El contexto actual, difiere del escenario de la sociedad moderna y podemos decir que están emergiendo nuevos modos de subjetivación. Así la ilusión de una identidad fija y estable, de la sociedad moderna, cede terreno a los modelos subjetivos efímeros y descartables, vinculados a las caprichosas propuestas y a los volátiles intereses del mercado. Surge el sujeto como un consumidor, que forma parte de diversas muestras, nichos de mercado, targets y bancos de datos. 
c) Surgen también mutaciones en los imaginarios sociales produciendo su impacto en los cuerpos y subjetividades. 
Se observa una transición del sujeto disciplinado hacia el consumidor controlado, nuevos imaginarios. Aunque parezcan instancias diferentes, estos cambios no son tan radicales como pueden parecer. Tanto el antiguo sistema de encierro, disciplina y vigilancia, como la nueva modalidad de consumo desenfrenado y deuda ilimitada, represntan ambos mecanismos de exclusión. 
Pero estos cuerpos (dice Foucault) tienen la capacidad de oponer resistencia, componente fundamental en estos procesos y relaciones de poder. Foucault afirma que si no hay posibilidades de resistir, entonces no hay una relación de poder, porque las relaciones de poder involucran siempre y solamente “sujetos libres”. Al respecto la Prof. Acuña (tomando los aportes de Foucault y Castoriadis) explicitará que siempre hay un resto, hay un exceso que no puede ser disciplinado por las “prácticas de saber-poder” o que se escapa a lo “socialmente instituido”. Este resto –exceso dirá, no es que tenga un destino que este acordado de antemano, sino, que por el contrario, quedará abierto al devenir subjetivo y a lo que colectivamente pueda producirse ahí, en esa particularidad social.
Y aquí tenemos que preguntarnos, cuál es el lugar de la grupalidad, en este contexto. La subjetividad nos remitió a pensar cómo se “fabrica” un sujeto. La eficacia del proceso de subjetivación implementado en nuestro siglo, no incidió sólo sobre el individuo, conformándolo como ser interiorizado. También lo incluyó en instancias totalizadoras (sea el grupo o la sociedad) en relación a las cuales deberá no sólo distinguirse para garantizar su identidad, sino también mezclarse, ya que solo nunca sobreviviría. La famosa parábola de Schopenhauer sobre los puercoespines puede ilustrar la manera como es vista la difícil, pero necesaria, aproximación entre los individuos. «Un grupo de puercoespines se apiló apretadamente en cierto día frío de invierno para poder aprovechar el calor unos de los otros y salvarse, así, de la muerte por congelamiento. Pero más tarde comenzaron a sentir las espinas los unos de los otros, lo que los llevó a separarse nuevamente. Después, cuando la necesidad de sentir calor los aproximó una vez más, surgió nuevamente el segundo mal. Fueron, así, impulsados para adelante y para atrás, de un problema a otro, hasta descubrir una distancia intermedia en la cual podían coexistir más tolerablemente» (Freud, 1973).
Si bien no puede subestimarse la impronta de los atravesamientos institucionales y socio históricos en un pequeño grupo, el mismo puede producir significaciones imaginarias propias. Esto implica momentos instituyentes: invención de creencias y consolidación de sus mitos, que cuando cristalizan sentido forman así sus propios instituidos grupales. Así podemos afirmar que un grupo se instituye como tal, cuando ha inventado sus significacionesimaginarias, sus creencias singulares. Al pensar los grupos en su singularidad, un coordinador de grupos deberá renunciar a ver en los mismos lo homogéneo, para acentuar lo diverso, lo múltiple, las resonancias y disonancias de singularidades. Pero si avanzamos un poco más, es pertinente pensar que el rescate de lo diferente no puede omitir la indagación de lo idéntico, de ese algo común que surge en el pequeño grupal, instituyendo así los consensos en los pequeños colectivos. 
El grupo se presenta así como una posibilidad de cuestionar los procesos de subjetivación. En ese espacio conjunto, compartido, se pueden elaborar nuevos modos de subjetivación, bordear el malestar, alojar al sujeto, introducir una pregunta. El trabajo grupal con la subjetividad puede tener una función proteica (de enriquecimiento de la identidad personal) y una función protésica, de soporte (cuerpo grupal). El grupo así puede alojar a los sujetos, construir un “nosotros”, aportar la transmisión de una energía, una vitalidad que habilite el surgimiento del deseo, brindar un espacio de apuntalamiento y permitir la elaboración y construcción de nuevos sentidos, produciendo procesos de singularización. 
Tomamos una frase de Giles Deleuze que sintetiza nuestra propuesta con la grupalidad: “Creer en el mundo es lo que más nos falta; perdimos el mundo: nos lo quitaron. Creer en el mundo es también suscitar acontecimientos, aunque pequeños, que escapen del control, o entonces hacer nacer nuevos espacio-tiempos, incluso de superficie y volumen reducidos... Es en el nivel de cada tentativa que son juzgadas la capacidad de resistencia o, al contrario, la sumisión a un control. Son necesarios, al mismo tiempo, creación y pueblo”.
Bibliografía 
Edelman L,y Kordon D (Comp) (2011). Trabajando en y con Grupos. Vínculo y herramientas. Bs. As. Psicolibro Ediciones 
Freud, S.(1973): “Psicología de las masas y análisis del yo”. En Obras Completas Madrid, Edit. Biblioteca Nueva Tomo III. (Introducción, cap. 7 y 8).
Foucault, M. (1984): El poder y la norma. La nave de los locos. N°8. 
-Sibilia, P. (2006) El hombre postorgánico. Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales. Cap. 1 Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. 
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