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Las posibilidades de un modelo te6rico para la ensefianza de Ia comprensi6n lectora Isabel Sole* Universidad de Barcelona Comprender un texto, poder interpretarlo y utilizarlo es una condicion in dispensable no solo para superar con exito Ia escolaridad obligatoria, sino para desenvolverse en Ia vida cotidiana en las sociedades letradas. Si bien el tema de Ia lectura (que es, como se aprende, como hay que ensenarla) es siempre un tema polemico, cabe seii.alar que cualquiera que sea Ia opcion o perspectiva teorica desde Ia que se aborde existe un acuerdo generalizado en conceder una imponancia fundamental a Ia comprension de aquello que se lee. En ottas pa labras, aunque el tratamiento que se otorga a Ia lectura y los procesos de ense ii.anza/aprendizaje que se ponen en marcha para asegurar su consecucion va rfan ostensiblemente seg(in el punto de vista teorico que se adopte, Ia necesi dad de acceder a Ia comprension lectora esta en cualquier caso fuera de duda. En las paginas que siguen intentaremos caracterizar lo que se ha convenido en denominar modelo interactivo de Ia lectura, cuyas aportaciones al ambito de Ia enseii.anza y Ia investigacion parecen panicularmente interesantes y promiso rias. Analizaremos con cieno detenimiento las sugerencias que se desprenden del modelo para el diseii.o de situaciones de enseii.anza/aprendizaje de Ia lectu ra y conduiremos con una breves referencias a Ia funcion del maestto, tal como es posible interpretarla desde el enfoque interactivo adoptado. El modelo interactivo de Ia lectura (1} supone en cieno sentido una sintesis y una integracion de ouos modelos (Alonso y Mateos, 1985) que desde su pro pia perspectiva han intentado una explicacion del acto lector: Parece, pues, ne cesario enunciar los rasgos mas caracteristicos de esos modelos con el fin de va lorar el alcance y las limitaciones de Ia aproyJmacion interactiva. Hablaremos en primer Iugar del modelo bottom-up. Este modelo integra las formalizaciones y teorias que consideran Ia lectura como un proceso secuencial y jerarquico, pro ceso que se inicia con Ia identificacion de las grafias que configuran las letras y que procede en sentido ascendente hacia unidades lingiiisticas mas amplias (palabras, frases ... ). En esta perspectiva, ellector analiza el texto paniendo de lo que se considera mas simple (Ia letra) hasta llegar a lo que se cree mas com plejo (Ia frase, el texto en su globalidad); resulta, pues, imprescindible mani pular con soltura las habilidades de decodificacion, que posibilitan el procesa- * Direcci6n de Ia autora: Univen;idad de Barcelona. Facultad de Psicologfa. Depanamento de Psicologfa de Ia Edu ' caci6n. Avda. Chile, sin. 08028 Barcelona. 1 2 miento del texto en el sentido que se postula. Puede afirmarse, pues, que de los dos polos que siempre estan presentes en una situaci6n de lectura -ellec tor y el texto-, el punto de vista bottom-up concede prioridad al segundo. Esta linea de pensamiento ha gozado de una larga hegemonia tanto en el ambito de Ia investigaci6n sobre lectura como en el de Ia intervenci6n pedag6- gica. Respecto de esta ultima, cabe seiialar que Ia enseiianza de Ia lectura, en esta perspectiva, se asimila, al menos en sus inicios, a Ia ensefianza de Ia deco dificaci6n; en cuanto esta se automatiza, ellector puede ya ocuparse de com prender lo que esta leyendo. En este sentido, conviene indicae que si bien se mantiene que Ia comprensi6n del texto es un objetivo irrenunciable (Gough, 1984; Samuels y Kamil, 1984), nose instrumentan los medios que permitirian alcanzarla. En otras palabras, aunque se insiste en Ia comprensi6n, las indica ciones sobre actividades de ensefianza/aprendizaje dirigidas a ella son escasas, poco especificas y aun de utilidad dudosa. Unicamente a titulo de ejemplo pro ponemos allector que reflexione sobre lo que podria considerarse como tarea privilegiada para el trabajo de comprensi6n en el modelo que nos ocupa: Ia secuencia preguntas/respuestas que sigue a Ia lectura de un texto. Sin entrar ahora en anallsis algo mas detallados que muestran que es posible responder correctamente preguntas formuladas en relaci6n al contenido de un texto que r;to se ha comprendido, y viceversa, que puede haberse comprendido un texto y ser incapaz de contestar interrogantes que lo toman como referente, quere mos Hamar Ia atenci6n sobre una cuesti6n a nuestro juicio fundamental: Ia ac tividad que se propone -preguntas tras Ia lectura- se centra en el resultado de esta, y lo evalua, sin que se de ning6n tipo de incidencia en el proceso que lleva a Ia construcci6n de Ia interpretacion. En Ia perspectiva bottom-up el trabajo de comprension se limita a comprobar si esta se ha producido o no una vez se ha leido el texto; se establece asi una identificaci6n entre evaluacion e instruccion, en Ia que esta queda absolutamente sometida a aquella. No re sulta aventurado afirmar que las actividades de enseiianza especificas, relativas a Ia comprension, son practicamente inexistentes, si se entiende que Ia activi dad de ensefianza es aquella que incide en el proceso de ensefianza/aprendiza je con el fin de guiarlo, orientarlo y coritribuir a Ia consecuci6n de los objetivos que lo presiden. En lo que podria considerarse el polo opuesto del modelo bottom-up, y co mo reaccion a este, se configura una nueva aproximacion que apona sus pro pios criterios explicativos respecto de Ia lectura: el modelo top down. En este modelo se considera que el proceso de lectura se inicia en ellector, que hace hip6tesis sobre alguna unidad del discurso escrito; como ha sefialado Frederik sen {1979), se asume que el procesamiento del texto a niveles inferiores (sintac tico, de reconocimiento de palabras, de decodificaci6n) se encuentra bajo el control de procesos inferenciales de nivel superior. Se postula pues un procesa miento tambien unidireccional y jerarquico, pero esta vez en sentido descen dente, en el cual Ia busqueda de significacion guia las actuaciones del lector durante Ia lectura. En esta perspectiva, como ha seiialado Otto {1982), ei lector es alguien que crea el texto, mas que alguien que lo analiza; su funcion se reva loriza, en tanto se asume que Ia informacion que apona al texto (sus conoci mientos y experiencias previas) tiene mayor imponancia para Ia comprension que lo que el texto le apona a el. Las diferencias entre el modelo top down y el que hemos caracterizado anteriormente son multiples y se reflejan tambien en las prescripciones para Ia ensefianza. AI considerar que el nucleo de Ia lectu ra es Ia comprension, que lo imponante es ei lector, y que lo que este percibe es Ia globalidad -irreductible a Ia suma de los elementos que Ia componen se operan cambios significativos en el ambito de Ia instrucci6n. En Iugar de en- seiiar al inicio Ia conespondencia entre graflas y sonidos y progresar en sentido ascendente, se toma d camino inverso, partiendo de una configuraci6n global -palabras, frases-, y en sentido descendente se analizan sus constituyentes. En las altemativas mas radicales, se rechaza cualquier tipo de enseiianza del c6digo, que se considera pemicioso para conseguir una lectura verdaderamente comprensiva. En cuanto a esta y aceptando que partir de Ia frase o de Ia palabra ayuda a que Ia lectura se ubique desde sus inicios en un marco de significaci6n, no resulta facil detectar en los trabajos revisados (Smith, 1983. 1971; Goodman y Goodman, 1979; Goodman y Burker, 1982) {2) actividades especfficamente diseiiadas para instruirla. Asl, si bien es cieno que se asegura el punto de pani da -el marco de significaci6n- nada indica que se aseguren igualmente los medios susceptibles de favorecer Ia consecuci6n de objetivos de comprensi6n. Los aspectos de motivaci6n, el cuidado del ambiente, Ia accesibilidad a textos multiples y diversificados -aspectos sobre los que se insiste desde Ia perspecti va que estamos tratando- constiruyen en nuestra opinion condicionesnecesa rias pero en absoluto suficientes para alcanzar Ia finalidad que acabamos de citar, Ia comprension. Los dos moddos que de una forma necesariamente breve y sintetica hemos caracterizado presenta numerosos problemas que no se agotan en los que es posible intuir en los parrafos anteriores. Pero quiza lo que mas llama Ia aten ci6n es Ia dificultad que ambos presentan para ajustarse a lo que realmente ocurre en situaciones de lectura. Una cita de Strange ilustra bastante bien lo que que remos decir: cSi Ia lecrura fuera exclusivamente top down seria muy improbable que dos perso nas leyeran el mismo texto y llegaran a Ia misma conclusion general. Seria tam bien improbable que aprendieramos algo nuevo a partir de los textos si solamente con fiaramos en nuestro conocimiento previo. Por razones similares ( ... ) Ia lecrura no puede ser exclusivamente bonom-up. Si lo fuera, no habria desacuerdo sobre el significado de un texto. Ademas, no serian posibles las interpretaciones personales basadas en diferencias tales como prejuicios, edad, experiencias, concepciones, etc.. (Strange, 1980, pp. 392-393) La insuficiencia manifiesta de ambos moddos para dar cuenta del proceso de Jectura constituye el origen de un nuevo marco explicativo que, superando los defectos de aquellos, integran sus aspectos positivos y necesarios para Ia cons ttucci6n de una teorla de Ia Jectura. En el marco de Ia aproximacion interactiva se asume que leer es d proceso mediante el cual se comprende el Jenguaje es crito. Ellector eficiente utiliza informacion de diversa Indole -sensorial, sin tactica, grafofonica, semantica ... - para realizar su tarea. Un aspecto funda mental del modelo interactivo es que no se centra exclusivamente en d texto ni en el lector, si bien atribuye una gran imponancia al uso que este hace de sus conocimientos previos en Ia construction de una interpretacion plausible. En este sentido podemos estar de acuerdo con Gove {1983) cuando afuma que el modelo interactivo se encuentra mas proximo a Ia perspectiva top down que a Ia bottom-up; profundizando algo mas en sus rakes (Sole Gallan, 1986) ve r:lamos que ambos -top down e interactivo- representan Ia transposici6n en el ambito concreto de Ia Jecrura de un mismo paradigma psicol6gico, el cogni tivo, en distintos estados y momentos de elaboraci6n. Pero sigarnos con nuestra caracterizacion. Para el moddo interactivo, en Ia lectura intervienen de manera coordinada, simultanea e interacniante, procesamientos de Ia informacion en sentido ascendente -bottom-up- y descendente -top down-. Simplifican do al maximo, el proceso vendrla a ser el que se describe a continuaci6n. Cuan do ellector se sitiia ante un texto, los elementos que Jo componen generan en el expectativas a distintos niveles ( el de las Jetras, el de las palabras ... ) de mane- 3 ra que Ia informacion que se procesa en cada uno de ellos funciona como input 4 para el nivel siguiente; asi, y gracias pues, a un sistema bottom-up, Ia informa cion se propaga bacia niveles cada vez mas elevados. Pero a Ia vez que esto suce de, y dado que el texto genera tambien expectativas a niveles superiores (sintac tico, semantico ), dichas expectativas se constituyen en hipotesis que buscan en los niveles inferiores indicadores para su posible verificacion, a traves de un pro cesamiento top down. En el modelo interactivo, ambos procesos acruan simul taneamente sabre una misma unidad textual; este hecho tiene algunas conse cuencias. Ellector puede hacer un uso optima de Ia informacion textual y con textual asi como de los aspectos redundantes del texto; el funcionamiento cons tame del procesamiento top down asegura que Ia informacion consisterite con las hip6tesis del lector sera facilmente asimilada; por su parte, el procesamiento bottom-up se responsabiliza de que ellector este atento a aquellas informacio nes que no confirman sus expectativas sabre el texto, o que tienen un caracter novedoso. Asi mediante Ia interaccion de ambos procesos, se accede a Ia com prensi6n. En el modelo interactivo Ia lectura deviene una actividad cognitiva compleja, es un proceso constante de emision y verificacion de hip6tesis a partir de diver sos indices. Comprender, como han seiialado Rumelhart y Ortony (1982), con siste en seleccionar esquemas que expliquen el material sobre el que se esti tra bajando y en verificar despues que esos esquemas realmente lo explican. Un es quema de conocimiento es, aceptando Ia definicion de Coli (1983; 1986), Ia representacion que tiene una persona en un momenta determinado acerca de algun objeto, hecho, concepto, etc. Sin entrar en detalle en las caracteristicas de esos esquemas, digamos que ellos -asi como otras aportaciones que utilizan totalidades organizadas para describe Ia estructura del conocimiento y su fun cionamiento («frame~: Minsky, 1975; «scripts:.: Schank, 1979)- representan los fundamentos de nuestro conocimiento, del sistema de procesamiento humano de Ia informacion, y par lo tanto, los ejes de Ia comprension. En esta perspecti va, para comprenderun texto resulta necesario que ellector posea alg'lln esque ma que le permita relacionar la informacion que el texto presenta con lo que el ya sabe. Queda sin embargo par dilucidar una cuesti6n ineludible para una teorfa que basandose en la nocion de esquema aspire a explicar la compren si6n, ya sea la del mundo en general, ya sea la de un texto. Nos referimos al proceso o procesos mediante los cuales se seleccionan y ponen en funcionamiento los esquemas adecuados para una configuracion determinada a partir del re pertorio de esquemas (que podemos suponer amplio) de que dispone una per sona en un momenta dado. Par supuesto que una tarea de estas caracteristicas no puede ser debida al azar; contamos. de entrada, con el objeto, suceso, infor macion, texto que queremos comprender. pero la interpretacion que de elias elaboramos depende de nuestras condiciones de observador y de las expectati vas que generamos. Parece, pues, que Ia guia que necesitamos para seleccionar un esquema plausible debe integrar tanto las caracteristicas de Ia configuracion que queremos comprender como las hipotesis que poseemos respecto de la mis ma. A esa integraci6n se accede mediante la interaccion de procesamientos buttom-up y top down (Rumenlhart, 1980; Rumelhart y Ortony, 1982) o, en terminos de Norman y Bobrow (1979), de procesos conducidos por los datos y procesos dirigidos conceptualmente. Estos au tares seiialan que cada nueva in formacion se procesa de tal modo que sus rasgos esenciales son extraidos, facili tando asi la determinacion del esquema o esquemas que habra que activar para representarla (procesamiento bottom-up). Pero, simultaneamente, los esque mas activados acruan como una guia conceptual que intenta ajustar los nuevas datos a Ia organizaci6n ya existente, indicando donde hay que buscar la eviden cia necesaria, y como interpretar la que se tiene a mano para verificar la adecua- cion del esquema seleccionado (procesamiento top down). Ambos tipos de pro cesamiento interaccionan y como han manifestado Norman y Bobrow, un exce so en uno puede compensar un deficit en el otro (3 ). En resumen, el modelo interactivo ve Ia lectura como una actividad cognitiva compleja, y allector como un procesador activo de Ia informacion que contiene el texto. En ese procesamiento, ellector apona sus esquemas de conocimiento (fruto de sus experiencias y aprendizajes previos) con elfin de poder integrar los nuevas datos que el texto incluye; en el proceso, los esquemas del lector pue den sufrir modificaciones y enriquecimientos continuos. Pero para que todo ella ocurra, resulta necesario poder acceder al texto, a sus elementos constituyentes y a su globalidad. Asi, en esta perspectiva se prioriza Ia aponacion del lector en Ia construccion del significado, pero se sirua Ia imponancia del texto -y Ia imponancia de poder manipularlo con habilidad- en ellugar quea nuestro juicio le corresponde. Una concepcion de esta naturaleza debe poseer no pocas implicaciones en el ambito de Ia instruccion. A elias vamos a referirnos enseguida. LA ENSENANZA DE LA COMPRENSION EN EL MODELO INTERACTIVO Tal vez el aspecto esencial del punta de vista interactivo en el ambito de Ia instruccion radica en sefialar Ia necesidad de disefiar actividades de ensefian za/aprendizaje cuyo objetivo es promover estrategias de comprension en los alum nos. Esta afumacion podria llevar a pensar que las propuestas educativas que taman como referente este modelo no consideran Ia decodificacion como obje to de conocimiento que resulta necesario abordar. Conviene puntualizar en es te sentido que lo que se propane es una practica instructiva que trascienda Ia decodificacion, pero que Ia trascienda no quiere decir que Ia ignore. Los tra bajos revisados (Adams y Collins, 1979; Collins y Smith, 1980; Weiss, 1980) de una forma mas o menos indirecta ponen.de manifiesto Ia imponancia de que los alumnos manipulen con soltura las habilidades de decodificacion, co mo una condicion necesaria -aunque no suficiente- para acceder a una ver dadera autonomia en Ia lectura. Como ha sefialado Weiss (1980), una vez asirni lados los secretos del codigo, el nino puede lanzarse a una exploracion del uni verso escrito que ya no dependera exclusivamente del recurso al adulto («(que pone aqui?» «esto, (que quiere decir?»). En el modelo interactivo se insiste en que Ia ensefianza de Ia decodificacion debe llevarse a cabo en el seno de activi dades significativas para el alumna; otra cosa es que las indicaciones para llevar a termino esta propuesta sean mas bien escasas. En cualquier caso, parece clara que en Ia perspectiva que hemos adoptado Ia insttuccion explicita de las corres pondencias grafofonicas es un elemento necesario. Ahora bien, en esa misma perspectiva aprender a leer siempre quiere decir aprender a comprender el mensaje escrito. Nuestra hipotesis es que compren der lo que se lee es un aprendizaje que requiere de un contexto adecuado para producirse; en este contexto las actividades instruccionales especfficamente di seii.adas para llevarla a cabo ocupan, como es obvio, un Iugar privilegiado. No pretendemos, en lo que sigue, hacer un inventario de tareas extrapolables al contexto del aula; mas bien pretendemos reflexionar sabre algunos de los con tenidos a los que necesariamente habria que hacer referenda para abordar Ia ensef'l.anza de Ia lectura con cienas garantias de exito. El eje venebrador de esas reflexiones lo constituye Ia definicion de Ia lectura en el modelo interactivo se giin lo cualleer es un proceso de emision de hipotesis, y de verificacion de esas hipotesis mediante diferentes indices texruales. De acuerdo con esa definicion, para dotar a los nif'l.os de estrategias susceptibles de facilitar Ia comprension ha- 5 6 hfa que ensefiarles a elaborar hipotesis.plausibles sobre el texto e instruirles ade mas para que puedan veri.f'icarlas. Estas afirmaciones de tipo general deben ser matizadas enseguida con una consideraci6n que a nuestro juicio posee una gran relevancia. Como han indi cado Baker y Brown (1984) y Brown (1980), comprender no es una cuesti6n de todo o nada; Ia comprensi6n que un lector hace de un texto debe evaluarse seg6n los objetivos que se ha marcado. Esos objetivos (p.ej.: leer para recordar detalladamente un parrafo del texto; leer para saber de que se trata; leer para ver si interesa continuar leyendo) determinan las estrategias que ellector activa para asimilar el texto, pero no solamente esto. Los objetivos condicionan asimis mo Ia tolerancia del lector hacia Ia posible existencia de sentimientos de no com prender el texto, o algunos de sus elementos constitutivos. Las finalidades, los objetivos de la lectura determinan como se sitiia ellector frente al texto y como controla la consecucion de Ia comprension. Asi pues, una cuesti6n previa para promover la adquisicion de estrategias de comprension adecuadas consiste eri acordar con el alumno-lector lo que se pretende con la lectura (que conozca un cuento nuevo, que lea para realizar luego un resumen; para responder a unas preguntas, etc); esta precaucion no suele tomarse en Ia puesta en marcha de secuencias didacticas que tienen como objetivo Ia lectura, lo que puede aca rrear dificultades de diversa indole. Asf, puede suceder que no exista un objeti vo homogeneo para profesor y alumno, y que estos lean con una finalidad dis tinta a Ia que aquel se ha propuesto. Este hecho se observa con frecuencia cuan do Ia lectura precede a actividades cde extension:., que Ia toman como referente para realizar alg6n trabaj,o. Es el caso, por ejemplo, de leer para extraer Ia cidea principal:. o cla mas imponante:. del texto. A pane de que en general no se pro cede a ning-Un tipo de ensefianza que oriente al alumno para realizar esta tarea, suele ocurrir que el objetivo mismo de Ia lectura no esta suficientemente expli cado. Hay que extraer lo mas importante, pero c:desde que punto de vista? lfal vez lo que el alumno considere mas imponante del texto? c:O quiza se trata de Ia esencia del mensaje que quiere trasmitir el autor? Puede ser aunque lo mas importante sea aquello que el profesor considere imponante (y que puede coincidir o no con las intenciones que se infieren al autor). En cualquier caso, Ia no clarificaci6n de los objetivos que presiden Ia lectura puede provocar inter ferencias y confusiones que comprometen Ia buena marcha de Ia actividad. Puede aducirse que en general no resulta necesario especificar las finalidades, en tanto en cuanto los alumnos· poseen un conocimiento implkito de las secuencias de lectura que les permiten anticiparlas -por ejemplo, saben que despues de leer el profesor realizara preguntas sobre el texto; saben incluso de que tipo de pre guntas se tratara-. Evidentemcnte, eso es cieno, pero a nuestro modo de ver, con ello se agrava Ia situacion. En estos casos -por otra pane, muy frecuentes el alumno se enfrenta a los textos con unos objetivos claros y, en general, bas tante inmutables: leer para ser capaz de dar respuesta a un con junto de cuestio nes planteadas por el profesor. No creemos que sea muy atriesgado afirmar que lo que se desarrolla fundamentalmente mediante actividades de este tipo es un conjunto de estrategias para localizar Ia informacion peninente en funcion de las preguntas formuladas. Sin entrar en valoraciones mas detalladas es nece sario reconocer que se opera un grave reduccionismo al asimilar los multiples y variados propositos que pueden presidir Ia lectura a uno solo de ellos; sefiale mos tambien el perjuicio que ello supone para el aprendizaje de los alumnos, que nose ven compelidos a generar y actualizar estrategias diversas para res ponder a las exigencias distintas que se plantean seg6n se adopte una u otra finalidad del acto lector. Seria posible reflexionar todavia acerca de los objeti vos de Ia lectura, y de su funcion en Ia puesta en marcha de estrategias de com- prension diversificadas. Sin querer cerrar el tema en absoluto, permitasenos un ultimo comentario. Estamos convencidos que Ia sola aceptacion de que existen distintos objetivos .de lecrura es un primer e imponante paso bacia el disei'io de siruaciones de ensefianza/aprendizaje que permitan cubrirlos. Pero con un paso imponante y necesario, todavia no es sufi.ciente para asegurar una verda dera instruccion de Ia comprension lectora. Desde el modelo interactivo, y sin nin guna pretension de exhaustividad, se seiialan algunos contenidos (4) suscepti bles de facilitar una empresa de ese estilo. APRENDER A FORMULAR HIPOTESIS Cuando leemos, a panir de Ia informacion que proporciona el texto, y de nuestros propios conocimientos, hacemos predicciones acerca de lo que puede suceder -en el texto-; en Ia medida que estas predicciones seven confirma das, construimos una interpretacion, referente a su vez de nuevasexpectativas e hipotesis. Ensefiar a comprender, a interpretar, exige pues ensefiar que es ne cesario hacer hipotesis -y ello conlleva el riesgo de equivocarse-, y proporcio nar ademas al alumno algunas indicaciones sobre los aspectos que pueden orien tarle en Ia emision de hip6tesis plausibles. Cada maestro, en cada situacion edu cativa concreta, y en Ia interaccion con unos alumnos determinados, debe en contrar el camino que conduzca a los nifios a elaborar y verificar sus propias hipotesis. A titulo de ejemplo, expondremos los aspectos mas relevantes de u·na taxonomia de hipotesis generales sobre el texto. En primer Iugar, el texto que se propone al alumno es una fuente imponante de expectativas. Bonckart (1979) y Van Dijk (1983) entre otros, han sei'ialado Ia existencia de tipos de texto, o csuperestructuras~ -Van Dijk- que funcionan como esquemas a los cuales se adapta el discurso escrito. Asi, independientemente del contenido, el autor que quiere narrar un suceso se ajusta a Ia estructura formal de Ia narracion -con modificaciones y alteraciones mas o menos imponantes, pero que no compro meten su penenencia a esa cclas~ determinada de textos-. Ahora bien, si nues tro autor quisiera exponer sucintamente los pasos seguidos en un proceso de investigacion, desde Ia formulacion del problema basta Ia discusion de los re sultados obtenidos, probablemente su escrito tenderia a ajustarse a una esttuc tura formal distinta. De Ia misma manera, estos tipos de texto son utiles como esquema de interpretacion; Cuando nos encontramos ante un informe de in vestigacion, esperamos que se enuncie un problema, que se nos informe acerca de lo que ya se conoce sobre Ia cuestion, y que se explicite Ia forma concreta con que ha sido abordado en el caso que nos ocupa, asi como las conclusiones :t que se ha podido Uegar. Nos sorprenderia que el autor introdujera en el in forme elementos claramente narrativos -( ... ) y entonces Collins y Smith (1980) dijeron: los niitos tienen que hacer hipotesis sobre el texto, porque si no las hacen, no comprenderan lo que leen. A lo que Brown (1984) aiiadio: csi, pero a veces ( ... ):.--de Ia misma forma que nos resultaria extrafio que el contenido del cuento de Caperucita no se ajustase a Ia estructura formal de Ia narracion ((Pueden imaginar algo asi como: ca) Problema: Ia· abuela de Caperucita se ha puesto enferma. Alguien tiene que llevarle Ia comida atravesando el bosque. En el bosque hay un lobo. b) Hipotesis: 1. Ellobo engafiara a Caperucita. 2. Caperucita lograra eludir a! lobo ( ... )~?). I.o que se trata de decir es que distintos tipos de texto -narraciones, noti cias, chistes, receta:s, informes de pequefias experiencias; diarios, etc.- llevan a generar distintas expectativas; mas concretamente, que trabajar en Ia escuela con textos diferentes da oponunidad al profesor de ensefiar a los alumnos una 7 8 veriedad considerable de estrategias de interpretaci6n, de familiarizarlos con multiples recursos expresivos, de proporcionarles, en suma, un conocimiento que redundara en una mejor comprension lectora. Collins y Smith (1980) seiialan tambien Ia imponancia de algunas marcas o aspectos formales del texto que son de gran utilidad para generar expectati vas. Entre ellos cabe seiialar los titulos, que proporcionan generalmente una valiosa informacion sobre el contenido del texto. los subrayados y cambios de letra, las enumeraciones, las expresiones del tipo eEl tema de que se trata ... • cUn ejemplo de lo que queremos decir ... • cl.os aspectos que se desarrollaran ... • etc., indican generalmente aspectos imponantes, cuando no los esenciales del texto que los contiene. Conviene seiialar que los aspectos a que· nos estamos refuiendo no se encuentran en cualquier tipo de texto, son mucho mas frecuentes en los textos descriptivos y expositivos que en las narraciones. De ahf nueva mente Ia necesidad de no restringir las situaciones de enseiianza/aprendizaje de Ia lectura a una unica clase de material. Hay un tercer bloque de hipotesis o expectativas que se crean a panir de los hechos o sucesos que se relatan en el texto. Las narracicones, ahora sf, son sin duda un material privilegiado -aunque no exclusivo- para generarlas. Como han senalado Collins y Smith (1980) alleer elaboramos hip6tesis sobre lo que puede ocurrir, hipotesis coherentes con Ia interpretacion que hacemos de la lec tura. Esas hipotesis pueden tener diversas fuentes: las caracterfsticas -perma nentes o temporales- de los personajes (simpatico, enfadado); las situaciones en que se encuentran. dichos personajes (una fiesta, un entierro, en Ia lavande ria); las relaciones que se establecen entre los personajes; Ia confluencia de ob jetivos de actuaci6n incompatibles en un protagonista; los cam bios radicales de situaci6n (de millonirio a desheredado, por ejemplo ). Seria posible continuar ofreciendo ejemplos relativos a Ia emisi6n de hip6te sis sobre el texto. l.o dicho basta aqui es suficiente, a nuestro juicio, para ilus trar, en pane, lo que ~s proponiamos: que para comprender, hay que ser ca paz de generar hip6tesis, y que distintos textos y distintos· objetivos de lectura posibilitan distintas expectativas. Hemos dicho en pane, porque quedan en el tintero dos cuestiones, que abordaremos muy sinteticamente: que para com prender es necesario que el alumno aprenda a verificar sus hipotesis, y que Ia funcion del maestro es esencial para lograr el aprendizaje de estrategias de lec tura comprensiva. APRENDER A VERIFICAR HIPOTESIS Para comprender un rexro no basta con formulae predicciones acerca de su contenido; es necesario adem:is verificar Ia adecuaci6n de las hipotesis que va mos generando en el curso de Ia lectura. Esa verificacion o control de la com prensi6n se lleva a cabo de forma inconsciente o automatica; de hecho, s6lo cons tatamos Ia presencia de ese control constante cuando no logramos comprender, cuando hay algo que contradice nuestras expectativas. En ese momento, como ha seiialado Brown (1980), se abandona el estado de cpiloto automatico•, y el lector debe dispensar esfuerzos adicionales para procesar el elemento o frag mento del texto que se ha convertido en obstaculo. Brown aiiade que esta acti vidad metocognitiva -sabemos lo que no sabemos- constituye un requisito esencial para leer eficazmente; si no nos alenaramos cuando no entendemos el mensaje de un texto, nuestra lectura resultaria muy improductiva, entre otras cosas porque no podriamos hacer nada para compensar la falta o error de com prension. En este apanado hablaremos sucintamente de la significaci6n que to- man los errores y carencias de comprensi6n del texto en el seno del modelo interactivo, asi como de las estrategias que es posible aplicar para, en Ia medida de lo posible, compensarlos. Hemos visto antes que comprender un texto consiste en seleccionar esque mas de conocimientos susceptibles de integrar -acomodiindose a el-la infor macion que e1 nuevo material apona, y en verificar su adecuacion. En esta perspectiva d sentimiento de no comprender, o Ia elaboraci6n de una compren si6n err6nea, inexacta, pueden ser debidos a tres fuentes de error (Baker y Brown, 1984). En primer Iugar puede ser que ellector no disponga de esquemas de conocimiento adecuados para abordar el texto; es lo que podria ocurrirle a cual quier estudiante de psicologia cuando se enfrentara por ejemplo al texto de Piaget sobre Ia genesis de las estrucruras 16gicas; lo que le ocurre a un alumno de EGB cuando debe leer un texto cuyo contenido no puede relacionar de forma signi ficativa con lo que el sabe. Es posible, sin embargo, que ellector posea esque mas adecuados para interpretar e1 texto, pero que este no presente los indica dares suficientes para que dichos esquemas puedan ser actividados. Podemos suponer que cualquier alumno de 9 o 10 aiios conoce lo que es una montaiia, e incluso que ha tenido diversas experiencias en relaci6n a ellas; perotal vez ese conocimiento no puede ser acrualizado inmediatamente cuando debe abordar un texto tirulado eEl perfil orografico:.. Una ultima fuente de errores en Ia com prensi6n consiste en el hecho que ellector puede aplicar determinados esque mas y construir una interpretacion acerca del texto, pero esta interpretacion no coincide con lo que el autor se habra propuesto. En un reciente trabajo, Wino grad (1986} sefiala que las dificultades que encuentran algunos alumnos para dilucidar Ia idea principal del texto no remiten a una imposibilidad de extraer lo que es esencial, sino a que lo que ellos consideran fundamental es distinto de lo que el au tor y el punto de vista adulto conceptualizan como tal. La inter pretacion peculiar que hace el punto de vista interactivo del error o carencia de comprensi6n es a nuestro juicio interesante en un doble sentido. Por una parte, el ana.lisis de los errores permite situar el cestado iniciab del lector que aborda el texto; por otra, y como consecuencia de lo anterior, proporciona cla ves para intervenir de una forma contingente a las dificultades que presenta. En otras palabras, en este marco se desecha tanto Ia homogeneidad de los erro res como del tipo de intevenci6n que puede permitir compensarlos. No cabe duda que todo ello plantea no poco interrogantes a practicas pedag6gicas fre cuentes que conducen a sancionar y corregir sistematicamente el error, cual qi.liera que sea su significado concreto en el contexto en que se produce. Seiia lemos aun que las dificultades que ellector experimenta en el curso de Ia lectu ra pueden tomar cuerpo en distintas unidades del texto: en las palabras, en las frases, en algun fragmento, y aun a nivel de todo el texto. I.o imponante no es Ia cantidad de palabras no entendidas, o el numero de fragmentos que plan tean dificultades, sino Ia pertinencia que tienen para el objetivo que preside Ia lectura (y aqui conviene recordar algo que ya habiamos citado mas arriba: comprender noes una cuestion de todo o nada). Estos objetivos condicionan sin duda alguna el margeQ mas o menos amplio de tolerancia bacia el error o falta de comprensi6n, asi como el tipo de acciones que es posible llevar a cabo para contrarrestarlos. En este sentido, Collins y Smith (1980) afuman que estas acciones implican grados diversos de interrupcion de Ia lectura, y sostienen que las estrategias mas disruptivas -por ejemplo, buscar en el diccionario una pa labra que no se entiende- s6lo se justifican si reponan un gran beneficia, es decir, si Ia palabra en cuesti6n es trascendental para comprender el texto. Por ello, aducen la necesidad de enseiiar a los niiios diversas estrategias, y a utilizar- 9 las adecuadamente, en funci6n de los objetivos de Ia lecrura, de Ia dificultad 10 encontrada y de Ia necesidad de resolverla para cubrir aquellos objetivos. En este contexto, Baker y Brown (1984) sefialan que la primera e importante deci sion que hay que tomar cuando se es consciente de una carencia o error eo Ia comprensioo es la que coosidera Ia necesidad de proceder o no a una acci6o com pensadora. En ocasiones, Ia accion mas eficaz que se puede Uevar a termino consiste eo ignorar (Ia palabra, frase o parrafo que presema dificultades) y se guir leyendo. Como lectores, utilizamos con frecuencia esta estrategia, que a veces fuociooa y a veces no, y nos percatamos de que eso ocurre porque no podemos compreoder el texto o una pane de su contenido. En ese caso, hay que pooer eo marcha otras estrategias; Collins y Smith (1980) indican que po demos suspender o posponer Ia decision cuando creemos que d error o falta de compreosi6n se clarificara mas adelante. La estructura del texto tiene un pe so fundamental para seiialar a! lector si una estrategia de este estilo puede ser iitil. Imaginemos uo texto titulado «Caracterfsticas similares y rasgos diferen ciales entre un coocepto inclusor y un epitome•. Ellector suspende su decision sobre el significado de Ia palabra «epitome• en Ia seguridad de que en el texto dicho concepto se vera clarificado. Se puedeo utilizar aun otras estrategias, ·co mo Ia que los autores antes citados llaman formar hip6tesis tentativas, es decir hipotetizar acerca del posible significado de la palabra o fragmento que pre senta dificultades y ver si dicha hipotesis se confirma o no. Cuando no se pue den formular hip6tesis tentativas, el lector puede releer Ia frase o el contexto previo. Notese que estaS estrategias son bastante disruptivas en tanto implican abandonar el curso de Ia lectura, pero son muy efectivas, especialmente cuando existeo contradicciones, o cuando ellector tieoe muchas cuestiones de compren si6n -por ejemplo, hip6tesis tentativas- peodientes de resolucion. La estrate gia mas disruptiva de todas las seilaladas por Collins y Smith (1980) consiste eo dirigirse a una fuente experta ( el maestro, otto adulto, un compaiiero, dic cionario) susceptible de proporcionar el significado que el lector no puede atribuir. Como ya hemos indicado, escoger una u otra de esas estrategias depende del objetivo de Ia lecrura, pero no solo de eso. Que se escoja una u otra depende de que se pueda escoger. Como adultos, lectores experimentados, no cabe du da de que las utilizamos adecuadamente. Hacer esta suposici6n en el caso de nifios del ciclo ioicial o medio -incluso superior- puede resultar gratuito. Los alumnos deben saber que existen diversos tipos de error, de importancia relati va, y que cuentan con diversas tecnicas para compensarlos; de ben saber, asimis mo, que en ocasiones, es mas eficaz no compensarlos. Este conocimiento difi cilmente podra ser asimilado en el marco de actividades de ensefianza/apren dizaje en que el error es sistematicamente sancionado y directamente corregido por el maestro o por un compafiero (jutilizando Ia estrategia mas disruptiva!) contribuyendo asi a que el control de Ia comprensi6n -que progresivamente debe ir interiorizando el alumno como condici6n para una lectura eficaz- per manezca en manos del docente. En realidad, todo lo que se ha dicho hasta ahora -ensefiar a hacer hip6tesis sobre el texto; enseiiar a verificarlas; diseiiar actividades dirigidas a que los alum nos perciban sus errores o falta de comprensioo, instruirlos en Ia compensacioo de esos errores- y que quiere ejemplificar lo que significa enseiiar a compren der en Ia perspectiva del modelo interactive, no aparece. con las caracteristicas de una tarea sencilla. Nuestra convicci6n de que, a pesar de las previsibles difi cultades, Ia enseftanza de Ia comprensi6n lectora debe orientarse por estos de rroteros se acompaiia de Ia convicci6n de que en ella Ia funci6n del maestro es fundamental. Conviene, pues, reflexionar aunque sea brevemente sobre Ia funci6n de Ia enseiianza. LA FUNCION DEL MAESTRO En una perspectiva como Ia que hemos asumido, parece evidente que ·hay cosas que los alumnos deben aprender para llegar a leer comprensiwmente: Tam bien en esa perspectiva queda claro que el maestro debe enseiiar para que los alumnos aprendan. Diversos autores (Collins y Smith, 1980; Pearson y Gallag her, 1983) proponen, para conducir al alumno a hacer suyos los objetivos de Ia lectura, una progresi6n en Ia enseiianza expresada en terminos de estadios, en los que Ia funci6n del maestro va variando. Sin entrar en detalles, esas pro puestas parten de un modelo de insttucci6n para el cual cualquier tarea o con tenido academico requiere de forma progresiva menos responsabilidad del maes tro, y correlativamente, mayor responsabilidad por parte del alumno. Asi en un primer momento el maestro enseiia, mostrando, haciendolo el, algunas de las cosas que es posible hacer para llegar a comprender el texto; despues, du rante Ia practica guiada (Pearson y Gallagh~r. 1983) sostiene y ayuda Ia realiza ci6n de los alumnos, para llegar a una tercera fase en la que estos podran hacer de forma independiente aqudlo que precedentemente habian efectuado con Iaayuda del maestro. Conviene precisar que a nuestro juicio estas fases o esta dios no son compartimentos estancos; entendemos que seg6n los objetivos que se quieran conseguir, el estado inicial de los alumnos, y d material de que se trate, algunas situaciones de enseiianza/aprendizaje se articularan alrededor del proceso descrito en su totalidad, mientras que otras centraran sus esfuerzos pre ferentemente en una u otra de las fases; lo que parece imponante destacar es Ia presencia de momentos y situaciones distintas de ensei'ianza, cada una de las cuales juega una funci6n especffica e insustituible en Ia adquisici6n de Ia comprensi6n lectora. A nuestro juicio, ello supone una reubicaci6n de Ia figura del enseiiante. En esta perspectiva nose le puede considerar un dispensador-evaluador de activi dades estimulo jerarquizadas y dirigidas ala consecuci6n de un aprendizaje esen cialmente mecanico; tampoco puede ser conceptualizado como un facilitador de arl!~_ientes, como una gula de procesos inconcretos y poco definidos. Se trata de Ia persona que interviene ayudando al alumno para que este pueda cons truir su conocimiento, en un proceso iotencional, presidido por Ia voluntad de alcanzar determinados objetivos educativos. Por estas razones, Ia ensei'i.anza de Ia comprensi6n lectora, desde el punto de vista interactivo no es asimilable a un cmetodo:., en el sentido dasico del termino. En su seno tienen cabida dife rentes estrategias de instrucci6n, cuya bondad se define por su adecuaci6n a las caracteristicas y necesidades de los alumnos en una determinada situaci6n de ensei'ianza/aprendizaje. Asi, el maestro en ocasiones podra asumir una in tervenci6n mas directiva, en la que instruye de forma evidente a sus alumnos -por ejemplo, cuando quiere ensei'iarles a resumir correctamente un texto mientras que otras veces puede limitarse a ofrecer alg11n tipo de contraste a las realizaciones de los niftos, e incluso decidirse a no intervenir si las circunstan cias lo aconsejan. Aun a riesgo de establecer asimilaciones abusivas, sefialemos que una conceptualizaci6n de este estilo no se aleja en absolute de lo que Coli (1986) ha definido como cinterpretaci6n constructivista de la intervenci6n pe dag6gica:. concomitante a Ia interpretacion constructivista del aprendizaje es colar. Promover Ia actividad autoestructurante del alumno, que le Hew a enri quecer y modificar sus esquemas de conocimientos, y a crear otros nuevos, re quiere intervenir en el sentido de articular situaciones id6neas para que ese com plejo proceso sea viable. No hay, pues una unica manera de intervenir, aunque si un claro sentido que guia Ia intervenci6n: 11 12 c( ... ) podriamos dccir que Ia intcrvcnci6n cducativa eficaz es siempre comingente a Ia actividad autoestrururante del alumno pero, por clio mismo, necesita traducir se en niveles diferentes de ayuda y dircctividad segun los casos.. (Coli, 1985, p. 67) Ayudar al alumno a leer comprensivamente requiere conocer en que consiste comprender -en este caso, los textos- e intervenir de forma ajustada a las di ficultades que encuentra. Ello supone, en cierto sentido, una ruptura con pos turas que gozan de popularidad en el ambito de Ia ensefianza de Ia lectura, en especial con aquellas que Ia asimilan a una cuesti6n puramente tecnica, metodol6gica, descarnada de lo que implica Ia puesta en marcha de los proce sos de ensei'l.anza/aprendizaje. A pesar de sus evidentes limitaciones, estamos convcncidos de que el modelo interactivo ofrece un marco adecuado para arti cular esos procesos y desde donde proyectar y llevar a cabo investigaciones psi copedag6gicas que contribuyan a esclarecer y a precisar los principios suscepti bles de orientar y guiar la t:nsefianza de la lectura. Notas I La denominaci6n cmodelo• es una denominaci6n gcnerica, en cuanto incluyc: teorias, propuc:stas, etc., que si bien obsc:rvan caracteristicas similares, puedc:n presemar divergc:ncias notables entre sf. 2 El intc:resante trabajo de Goodman y Burke propone las llamadas clecciones de estrategias•, actividades rela tivas a Ia comprension que los autores proponen llevar a cabo cuando un alumno o grupo de alumnos no compren de lo que estii leyc:ndo. Aun aceptando el valor intrinseco de las cleccionc:so, su caricter compensatorio nos impide incluirlas como actividadc:s de ensei\anza/aprendizaje en un plantcamiento como el nuestro. 3 Esa imeracci6n es particularmente visible cuando hacemos inferencias sobre el texto (iY las hacc:mos conti nuamente!). En el proceso de comprensi6n atribuimos a1 texto multitud de informaciones que este no posee; en ocasionc:s, las inferencias son correctas, y en otras no, y procedemos a revisar nuesuas conclusionc:s. En cualquier caso, esas inferencias son absolutamente necesarias. Si no pudieramos inferir, nuesua tarea como lectores seria, ademas de tediosa, improductiva, mientras que los escritores se enconuarian con problemas pricticameme irreso lubles, al tc:ner que explicitar todas las informaciones, aspectos y matices que quieren dar a sus escritos. 4 Los contenidos toman aqui Ia forma de procedimientos (Coli, 1986). Resumen u autora abortia Ia problematica de Ia ensenanza de Ia comprensi6n lectora desde Ia perspech.lla del modelo interactit10. Tras expli&itar las caracteristicas de este mOJie/o y los a11ances que supone respecto de formalizaciones anteriores -bottom up y top down-, el articulo se centra en las indicaciones que de else desprenden para Ia planificaci6n de acti11itiades de ensenanza/aprendizaje cuyo objeto es Ia comprensi6n de texlos. Se insute parlicu larmente en Ia imposibilidad de aplicar meciinicamente dichos principios, y en Ia funci6n primordial del maestro para promotJer en los alumnos estrategias adecuatias de comprensi6n lectora. Summary The authoress lakes up the problematic question of the teaching of reacling comprehension from the characteristics of thu model and the adt~ances that it entails with regard to pret~ious formalizations -bottom up and top down-, the article focuses on the indications following from it for the planning of teaching/learning activities, the aim of which is the comprehension of texts. Speci41 emphasis u put on the impossibility of mechanically applying such pnnciples, and on the major function of the teacher in order to encourage the pupils ,-, the co"ect reading com prehension strategy. Referencias ADAMS, M. J. &: CoWNs, A. M. (1979). A schema-theoretic view of reading. En: R. 0. Freedle (Ed.): Discourse processing: Mulhfiucipl1nary perspecti11es. Norwood, New Jersey: Ablex Pub!. Co., 1-22. AloNSO,). y MAnos, M. M. (1985 ). Comprensi6n lectora: modelos, entrenamiento y evaluaci6n. Infoncia y apren dizaje, 31-32, H9. BABER. L & BROWN, A. L. (1984). Metacognitive skills and reading. 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