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Luria Alexander El Cerebro En Accion

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El cerebro 
e ix 
acción
(Segunda edición revisada)
Prólogo d.el
Dr. Carlos Ballús
Traducido al castellano por 
Mercedes Torres.
Original publicado por 
Mezhdunarodnaia Kniga,
Moscú, U.ILS.S.
con el título
O c h o b h Heiíponcnxo;iornH
© de la presente edición
EDITORIAL FONTANELLA, S. A. 
Escorial, 50. Barcelona-12. 1974
Primera edición: noviembre 1974 
Segunda edición: abril 1979
Printed in Spain - Impreso en España
Industria Gráfica Ferrer Coll, S. A. 
Pje. Solsona, s/n. - Barcelona-14
Prólogo del autor 
a la edición, castellana
Me encantó saber que m i libro sería publicado en castellano, lle­
gando de esta forma a los lectores de habla hispana.
Durante las últimas décadas se ha desarrollado una nueva rama de 
la ciencia: la Neuropsicología.
Esta rama tiene una doble importancia: se ocupa de los cambios 
en los procesos conductuales de los pacientes con lesiones locales del 
cerebro y de esta form a posibilita entender mejor la im portancia de 
cada zona, cortical y subcortical, del cerebro, en el rendim iento de los 
sistemas con funciones complejas que constituyen el sustrato de la con­
ducta humana. Esta es la razón por la que la Neuropsicología tiene una 
importancia básica para el fu turo desarrollo de la Psicología científica 
del hombre. De ahí el im portante impacto teórico de la Neuropsicolo­
gía en relación con las ciencias psicológicas.
Pero la Neuropsicología también tiene una gran im portancia prác­
tica. El progreso de la Neurología y Neurocirugía hace que el diagnós­
tico precoz y bien localizado de lesiones locales del cerebro sea un 
problema m uy importante en la medicina moderna. Aquí la N europsi­
cología juega un papel m uy destacado. Los m étodos neur o psicológicos 
hacen posible analizar los síntom as de perturbación de las zonas del 
córtex más complejas y específicamente humanas, que hasta hace 
poco se suponía eran "zonas m udas” y que eran inaccesibles a la ex­
ploración neurológica ordinaria.
Es un gran honor para m í y me causa un enorme placer la publica­
ción de este libro en castellano, la lengua de Ramón y Cajal y la de 
todos los lectores de habla hispana, que disfrutan de la im portante 
tradición científica de este destacado erudito.
Quiero expresar m i más caluroso agradecimiento al traductor de 
este libro y a Editorial Fontanella, que se ha hecho cargo de su pu­
blicación.
Moscú, abril de 1974.
Prólogo
Hasta hace unos años al estudio de la conducta hum ana se le hacía 
verdaderamente difícil orientarse en este complejo campo del saber. 
Ello se debía a que lo psicología, en ciertos aspectos tan antigua como 
el hombre, en otros — aquellos tan recientes que corresponden a su 
vertiente de ciencia experimental— era una ciencia joven y, com o tal, 
faltada de un núcleo suficientem ente coherente de conocim ientos y 
sin la estructuración de otras ciencias. De entre la inform ación, un 
tanto pintoresca a veces, de que se disponía resultaba arduo discernir 
las aportaciones sólidas y magistrales de aquellas otras triviales e 
inconsistentes, más abundantes en m uchos ámbitos que las primeras. 
Era difícil, en una palabra, hacerse con una formación básica desde 
la que aventurarse por caminos más o menos de fiar en el estudio o 
investigación psicológica.
Han pasado años. Hoy en día, el adjetivo joven le sienta cada vez 
menos a la psicología, aun a aquella de base experimental con un siglo 
casi en su haber, im portantes aportaciones en su trayectoria que la 
han perm itido plantearse desde diferentes ángulos cuestiones funda­
mentales con ayuda de los im portantes recursos tecnológicos que ha 
recibido en los ú ltim os decenios, tanto por la vertiente de la llamada 
psicología experimental, como de la psicología de base organísmica 
(fisiológica, neurofisiológica, bioquímica, etc.), sin olvidar el apoyo 
que representan los nuevos m étodos de verificación m atem ático - esta­
dísticos.
Ante tal situación cabe preguntarse si resulta, en la actualidad, más 
fácil y asequible orientarse en el estudio de la psicología. Por nuestra 
parte contestamos que sí, dado que se dispone de m edios materiales, 
centros, institutos, departam entos, publicaciones y bibliotecas espe­
cializados, laboratorios y técnicas de que antes prácticam ente no se 
disponía. Pero contestam os que no, en cuanto seguimos sin contar con 
una unidad de conocim ientos y puntos de partida básicos para aden­
tram os en el estudio de la conducta humana, seguimos sin definicio-
nes y conceptos operables o al menos unívocos, sin tan sólo una ter­
minología bien establecida que nos perm ita a cada uno de nosotros 
hablar de lo mismo.
Cualquiera puede hacer la prueba de leer un texto de psicología 
escrito, por ejemplo, por un autor enraizado en una escuela de orien­
tación sociaL otro que lo haya sido por un autor de orientación psico- 
dinámica v un tercero escrito por un nsicólopo conductista. Aunque 
los tres tuvieran el m ism o título, a buen seguro que no sólo el en­
foque conceptual global de cada obra, sino las materias ob jeto de estu­
dio y, lo que es más sorprendente todavía, su terminología presenta­
rían notables diferencias, cuando no contradicciones, con el gravamen 
de que lo supuesto para estas tres escuelas se repetiría, m uy probable­
m ente, con otras orientaciones psicológicas aparte las citadas.
Ante este com plejo panorama de la psicología actual — y otro tanto 
podría decirse de la psiquiatría y de otras ciencias del hom bre—> pa­
norama al que no negamos aspectos com prensibles y aun productivos, 
estamos cada vez más necesitados de una labor de selección, aerifica -. 
ción v sistematiz.aciórL-d e los conocimientos psicológicos hasta el 
presente acumulados.
Para ello se precisan, por una parte, libros de puesta al día y revi­
sión crítica de las hipótesis y experiencias de las distintas orientacio­
nes y sistem as en boga, escritos por expertos a prueba dé partid ism o 
de escuela, en los que se salvara cuanto la experiencia y los conoci­
m ientos actuales de las ciencias del hom bre perm itan salvar y, en 
cambio, se desestimara cuanto se haya dem ostrado estéril, erróneo o 
nocivo para la salvación de dicho conocimiento.
Asim ism o, dentro de cada línea o enfoque conceptual de la conducta 
humana, debe aspirarse a que los trabajos y libros que sobre nuevas 
perspectivas y campos de investigación vayan apareciendo respondan 
en su base, en su planteam iento hipotético y en su diseño a las m íni­
mas exigencias metodológicas, sobradamente conocidas. N o debe ol­
vidarse que hoy disponemos, en térm inos generales, de m edios que 
perm iten trabajar debidam ente en m últiples campos de la conducta 
individual y social, pudiendo superarse de una vez las h ipótesis gra­
tuitas y dejarse de repetir argum entos de una herencia psicológica que 
se derrum ba al prim er envite crítico que recibe.
Finalmente, necesitamos libros en los que sea Dátente un enfoque 
interdisciplinario. Se ha dicho, con razón, que la psicología y 10 que 
es más toda la ciencia tienden a ser más interdisciplinarias y m ás uni­
tarias. Ahora bien; tal com o otrora, en años ciertam ente no lejanos, se 
repetía hasta la saciedad que era necesario estudiar al hom bre desdz
un enfogue antropológico unitario y holístico, bajo el que toda alusión 
ñor separado a lo som ático o a lo psíquico eran puros artefactos di- 
dácticos o herencia, al menos en varte , del pensam iento cartesiano, 
pero llegado el m om ento de plantear problemas v soluciones se caía 
sistemáticamente en la p en d ien te de la vsicoeénesis o de^ta~somato- 
génesis, también, en lo que a la ínterdisciplinariedad se refiere, cae­
mos, con frecuencia, en análogo escollo.
Es cierto que la conducta puede hacerse m ás\asequibleJy analiza­
ble a través de un enfoque interdisciplinario, pero no loes menos que, 
salvo aleccionadoras excepciones, el psicólogo conductista, el psicoa­
nalista, el caracterólogo o el investigador de orientación neurobioló- 
gica entre otros trabajan cada uno cuidando con afán el desarrollo 
de sus propias concepciones, desconociendo a m enudo y aun despreo­
cupándose de lo que hacen sus vecinos. De esta form a, puede darse 
el caso de que unos estén levantando serios edificios conceptuales o 
experimentales sobre puntos de partida que otros ya hayan superado, 
o que se empeñen en explicar por áridos y estériles senderos aquello 
que por otras veredas ya se ha vislum brado o resuelto.
Aunque en ello jueguen consabidos factores personales y hábiles de 
aprendizaje, no debe menospreciarse tampoco que la subestructura 
académica en que nos movemos con sus estancos y com partim entos, 
en los que cada uno se cobija voluntaria o involuntariam ente, d ism i­
nuye las oportunidades para situaciones de encuentro m ultidim en- 
sional. De esta suerte ocurre con m ínim a frecuencia que nos sentem os 
en torno a una mesa para conocer primero, plantear y d iscutir después 
aquello que otros m ejor conocen sobre un tema o un problema que a 
todos nos interesa y frente a cuya solución cada uno suele salvarse 
por donde puede procurando, eso sí, que los propios credos científicos 
no se vean debilitados o invalidados.
Obvio resulta decir, por otra parte, que el enfoque interdisciplina­
rio choca, ciertamente, con las dificultades de lim itación de conoci­
m ientos a que el enorm e desarrollo de la ciencia y de la técnica nos 
han conducido en los últim os lustros. Así, nos encontram os con que 
el pensador de form ación filosófica, el psicólogo, el ingeniero, el pe­
dagogo, el biofísico, el neurocirujano o el sociólogo y tantos otros, 
cuando se encuentran para un trabajo en equipo, parten solam ente 
de unos puntos parciales de conocim iento com ún y sólo con un gran 
esfuerzo pueden adentrarse en la discusión interdisciplinaria a que 
nos referimos. Y es que hemos llegado a una absoluta incapacidad, 
para un cerebro hum ano normal, de abarcar y asimilar no ya distintos 
campos de la ciencia, sino las distintas especialidades de una m ism a
rama científica, lo que constituye como es sabido una de las preocu­
paciones más im portantes de quienes se ocupan 4 e la com unicación 
científica.
Cuanto hasta aquí se ha dicho viene perfectam ente a tono con el 
libro que nos cabe el honor de prologar. Como el lector, posiblem ente, 
sabe se trata del prim er libro reciente e im portante publicado en nues­
tro país del em inente científico ruso A. R. LURIA, Profesor de Psico­
logía de la Universidad de Moscú y poseedor, entre otros m uchos 
títulos, del de M iembro de la Academia de Ciencias Pedagógicas de 
la U.R.S.S.
Estos suscintos y escogidos datos que citam os del Prof. LU RIA, a 
decir verdad, corresponden excepcionalm ente al autor de un libro 
como EL CEREBRO EN ACCIÓN con el índice de m aterias que en el 
m ism o consta. Ello constituye una prueba clara de que se trata de 
uno de los libros que, como decíamos en párrafos anteriores, necesita 
la psicología de nuestros días.
En tal sentido podem os afirm ar que EL CEBJBBRO EN ACCIÓN 
aporta una síntesis sobre im portantes aspectos de la Neuropsicología 
en los que, desde hace años, viene trabajando el autor y sus colabora­
dores, centrados principalmente en lo que concierne a la descripción 
de las tres unidades fu ncionales cerebrales reguladoras, respectiva- 
m ente, clel tono y alerta, de la recepción, análisis y almacenaje de la 
inforrnación yLdñla^programación_, regulación y verificación de la acti­
vidad. así como de sus interacciones.
Pero, jun to a ello, el autor presenta una selección de investigacio­
nes dirigidas a explicar los m ecanism os cerebrales que están en la 
base de las funciones psíquicas o, en otros térm inos, de los procesos 
de la conducta normal o patológica, anortando datos v experiencias 
de un máximo rigor acerca de la organización y funciones de los lóbu- 
los cerebrales y de actividades m entales sin téticas cuales son per­
cepción, m ovim iento, atención, memoria, lenguaje y pensam iento, 
ofreciendo un ejemplo, difícilm ente superable, de lo que es un tra­
bajo serio y profundo de investigación en neuropsicología y psicología, 
aun aceptando que en determ inados aspectos y áreas de estudio los 
resultados no puedan considerarse plenam ente satisfactorios n i de­
finitivos.
En últim o término, debem os subrayar otro aspecto altam ente sig­
nificativo de esta obra: su carácter aglutinante de enfoques y su orien­
tación interdisciplinaria. En efecto; em parentado con la línea concep­
tual de psicólogos y pedaeoeos rusos va clásicos, tan conocidos com o 
Vygotsky y Leontiev, afrontando problem as psicológicos in q u ie ta n te s
para los psicologías de todas las épocas, A. LURIA, con su form ación 
polifacética, consigue hablar y analizar en términos neur o psicológicos 
problemas cruciales de la pedagogía, lo m ism o que habla en térm inos 
psicológicos o pedagógicos de sus elaboradas investigaciones neuropsi- 
cológicas, interesando en todo m omento. Por si ello fuera poco habla 
con datos, casi siempre de acuñación propia, sin concesiones ni gratui- 
dades a sí m ism o ni a los demás; habla también, sin fronteras, cotejan­
do sus investigaciones y las de sus conciudadanos, desde B echterew 
hasta los colaboradores del In stitu to del Cerebro de Moscú, con los 
datos y resultados de los grandes investigadores del m undo occidental 
desde Papez, Gelb, Hebb, Penfield, Goldstein, Lorenz, Tinbergen y 
Subirana, para citar sólo unos pocos, hasta los de K. H. Pribram quien 
encabeza las páginas de la versión inglesa de este libro con un ejem ­
plar vróloeo crítico v amical.
EL CEREBRO EN ACCIÓN es, pues, un libro que necesitam os 
los psicólogos actuales y cuantos nos interesamos por la conducta 
hum ana normal o patológica y que nos ofrece con acierto y esfuerzo, 
que deben agradecerse, EDITORIAL FONTANELLA.
He aquí un libro para aprender psicología de hoy, anticipándose a 
la del futuro.
Dr. C . B a l l ú s
Profesor Agregado de Psicología 
de la Universidad de Barcelona.
Barcelona, agosto 1974.
Prefacio
A través de las décadas los psicólogos han estudiado el curso de 
los procesos m entales: de la percepdum y la mrmorin_ del lpngnajp y 
el pensamiento, de J a organización dpi movjmipnto y de la .acción. 
Cientos de cursos para estudiantes universitarios se han preparado y 
miles de libros se han publicado duran te este período de intensa acti­
vidad para enseñar y describir el carácter de los procesos gnósticos 
del hombre, del lenguaje y de la conducta activa. Su intenso estudio, 
en el contexto de las ciencias conductuales, ha proporcionado inform a­
ción de valor inestim able y ha dado im portantes datos sobre la natu­
raleza de las leyes científicas que gobiernan estos procesos.
Sin embargo, un aspecto muy im portante de este problem a ha per­
manecido sin explicar: ; cuáles son los~ mecanismos- cerebrales en los 
que se basan estos procesos? Los procesos gnósticos y las acciones 
motivadas del hombre ¿son el resultado del trabajo de todo el cerebro 
como una sola entidad, o bien el "cerebro en acción" es en realidad un 
complejo sistema funcional que agrupa varios niveles y diversos com­
ponentes, cada uno de los cuales aporta su propia contribución a la 
estructura final de la actividad m ental? ¿Cuáles son los mecanism os' 
reales del cerebro que yacen en la base de la percepción y de la memo­
ria, del lenguaje y del pensam iento, del moviminto y de la acción? ¿Qué 
ocurre en estos procesos cuando partes individuales del cerebro dejam 
de funcionar norm alm ente o son destru idas por enferm edad?
Las respuestas a estas preguntas no sólo serían de gran ayuda para 
el análisisde la base cerebral de la actividad psicológica hum ana, sino 
que además nos acercar ían mucho más a la com prensión de la estruc­
tura interna de la actividad mental, favorecerían el estudio de los com­
ponentes de cada acto m ental, y de esta form a perm itirían el comienzo 
de la larga pero recom pensadora tarea de reconstruir la ciencia psico­
lógica sobre fundam entos nuevos y realistas.
El propósito de este libro es trae r esta tarea a la atención del lec­
tor. In ten ta describir de modo m ás sucinto posible los resultados ob­
tenidos por el au tor y sus colegas duran te r asi cuaren ta años de inves-
•i, T
tigación y proporcionar al estudiante y al graduado una relación de los 
hechos básicos deJa-neuropsicología. esta nueva ram a de la ciencia.
El libro comienza con un breve análisis de las principales fuentes 
de los hechos científicos usados por el investigador al estudiar el ce­
rebro, su estructura y su organización funcional, y con una relación 
de los principios básicos de la investigación neuropsicológica. La parte 
principal del libro describe lo que se conoce hoy sobre los sistem as 
individuales que form an el cerebro hum ano e inform a sobre el papel 
de las zonas individuales de los hem isferios cerebrales en la tarea de 
proporcionar las condiciones necesarias para que tengan lugar las 
form as superiores de actividad m ental. En la parte final del libro, el 
au to r analiza la organización de la percepción y de la acción, de la 
atención y de la mem oria, del lenguaje y de los procesos intelectuales, 
e in tenta encajar los hechos obtenidos en los estudios neuropsicoló- 
gicos de sistem as cerebrales individuales dentro ¿le su lugar adecuado 
dentro del gran diseño de la ciencia psicológica.
Por supuesto, todas las secciones de la neuropsicología no reciben 
el mismo tratam iento en este libro, y parte de ellas, como la sección 
que tra ta de las partes mediales del córtex y de las funciones de los 
hem isferios subdom inantes (para la que aún no se ha recopilado su­
ficiente m aterial), sólo pueden se r tra tadas superficialm ente. No obs­
tante, el au to r confía en que el libro, en su estado actual, resulte ú til en 
particu lar a los psicólogos, neurólogos y psiquiatras, para quienes el 
estudio de los mecanismos cerebrales de la actividad hum ana com 
pie ja es un tem a del m ayor interés.
ORGANIZACIÓN FUNCIONAL 
Y ACTIVIDAD MENTAL
El interés científico en el estudio del cerebro, como órgano de la 
actividad mental, se ha agudizado considerablem ente en las pasadas 
décadas.
El cerebro humano, este tan sofisticado instrum ento, capaz de re­
flejar las complejidades e intrincaciones del m undo que nos rodea, 
¿cómo está construido, y cuál es la naturaleza de su organización 
funcional? ¿Qué estructu ras o sistem as cerebrales generan esas com- 
pleias necesidades e intenciones que distinguen al hom bre de los ani- 
males? ¿Cómo están organizados esos procesos nerviosos que nos capa­
citan para analizar y alm acenar inform ación del m undo exterior, y 
cómo están construidos estos sistem as que program an, regulan y des­
pués verifican esas com plejas form as de actividad m ental que van 
dirigidas a la consecución de metas, cum plim iento de designios y reali­
zación de planes?
Estas cuestiones no se p lanteaban tan vivamente una generación 
antes. En aquella época la ciencia se contentaba con trazar una ana­
logía entre el cerebro y una serie de sistem as reactivos y dirig ir por 
completo sus energías hacia la representación del cerebro como un 
grupo de esquemas elem entales, que com prendían los estím ulos afe­
rentes del mundo exterior y las respuestas dadas a estos estím ulos. 
Esta analogía del cerebro, con una serie de mecanism os que respon­
den pasivamente, y cuyo trabajo estaba totalm ente determ inado Dor la 
experiencia pasada, se considera adecuada para la explicación cien­
tífica de su actividad.
En las décadas siguientes, la situación cambió radicalm ente. Ha 
quedado suficientemente claro que el com portam iento hum ano tiene 
u n carácter activo, aue no está determ inado solam ente por la expe­
riencia pasada, sino tam bién por los planes y designios que form ulan 
el futuro, y que el cerebro hum ano es un notable instrum ento que no 
sólo puede crear estos modelos del fu turo , sino adem ás subord inar su 
conducta a ellos. Al mismo tiem po, ha llegado a ser evidente que no se
puede perm itir que el reconocim iento del decisivo papel jugado por 
tales planes y designios, estos esquem as para el fu tu ro y los program as 
por los que son m aterializados, permanezcan fuera de la esfera del 
conocimiento científico, y que los mecanismos en los que se basan 
pueden y deben ser objeto de análisis determ inistas y de explicación 
científica, como todos los dem ás fenómenos y asociaciones del m undo 
objetivo.
Esta tendencia a crear m ecanism os en los que el futuro e jerce su 
influencia sobre el com portam iento presente, ha conducido al enun­
ciado de algunas hipótesis fisiológicas muy im portantes, y los esque­
mas de Anokhin de "excitación anticipatoria ,, o la "correlación en tre 
el trab a jo m otor y su realización” de Bernstein, así como las ideas de 
T.O.T.E de Pribram fueron signos del radical aum ento de in te rés en 
la ciencia de la fisiología, que comenzó a reconocer como su propósito 
fundam ental la creación de una nueva "fisiología de la activ idad”.
La base teórica de la ciencia del cerebro tam bién ha experim entado 
un cambio radical. Si bien duran te muchas décaflas la teoría del cere­
bro se basaba en conceptos que asem ejaban su activ idad a la de ciertos 
conocidos modelos mecánicos, y su propósito parecía ser el de explicar 
el trabajo del cerebro po r analogía con una cen tra l telefónica o un 
cuadro de control, los in tereses actuales de la ciencia han tendido a 
moverse en dirección opuesta.
El cerebro hum ano ha llegado a ser considerado como un sistem a 
funcional alt n m pn tp rnm plpj r> y de construcción única q u e_ traba ja 
sobre los nuevos principios. E stos principios nunca pueden se r rep re- 
sentados por analogías m ecánicas con un in strum en to tan sofisticado, y 
su conocim iento debe u rg ir al investigador a tra za r nuevos esquem as 
m atem áticos que reflejen realm ente la actividad del cerebro.
Es por esto que el estudio de los principios intrínsecos que gobier­
nan el trabajo del cerebro —a pesar de la dificultad de su com pren­
sión— ha llegado a ser la fuente de nuevas construcciones, y la nueva 
disciplina de la biónica, no sólo ha prohibido al investigador la in ter­
pretación del trabajo del cerebro a la luz de conocidos esquem as me­
cánicos, sino que, por el con trario , para com prender los nuevos p rinci­
pios, le ha im pulsado a buscar fuentes en el estudio del cerebro , 
capaces de influir por sí m ism as en el desarrollo creativo de las m a­
tem áticas y la tecnología.
El estudio de las leyes que gobiernan el trab a jo del cerebro como 
órgano de la actividad m ental es un problem a tíiuy difícil y com plejo 
que, obviam ente, no será resuelto m ediante la invención especulativa 
de esquem as que únicam ente pueden acom odarse a esta im portan te
ram a de la ciencia y que, si bien aparentem ente proporcionan una solu­
ción a los más difíciles problemas, de hecho se convierten fácilm ente 
en un obstáculo para un u lterior progreso en este campo. E sta es la 
razón por la que docenas de libros que tratan sobre "m odelos del ce­
rebro" o "el cerebro como una com putadora”, realm ente no ayudan 
sino que más bien "estorban” el avance del verdadero conocim iento 
científico del cerebro como el órgano de la mente.
El verdadero progreso en este im portante campo no debe ocurrir, 
como es natural, con demasiada rapidez, pues de o tro modo el cono­
cimiento real será sustituido poresquemas prem aturos que, aunque 
hoy parezcan tentadores, m añana estarán olvidados por carecer de 
base. El progreso debe basarse, desde luego, en fjprhnc rpalps, en la 
adquisición de conocimiento real, en el resultado de observaciones es­
crupulosam ente realizadas en num erosos y difíciles cam pos de la cien­
cia: morfología y fisiología, psicología y medicina clínica. Tal progreso 
requerirá, como es natural, tiempo, y la últim a m eta será alcanzada 
por etapas, aportando cada una su propia contribución a la solución 
de este problem a tan difícil.
Hace ahora casi un cuarto de siglo que apareció el famoso libro 
de Grey W alter "E l cerebro viviente" en el que por p rim era vez se 
hace un intento de encontrar una explicación de los m ecanismos ínti­
mos de la actividad del cerebro hum ano en térm inos aplicables a la 
moderna electrofisiología y se expresan hipótesis (algunas confirm adas, 
o tras aún son conjeturas del autor) referentes a las form as básicas de 
la vida del cerebro y a los principios básicos que gobiernan su fun­
cionamiento.
Varios años después de este acontecim iento aparece un segun­
do libro de la plum a del em inente anatom ista y fisiólogo H. Magoun: 
"El cerebro despierto”. Este libro registra el prim er in tento de apro­
ximación al cerebro en base a los últim os estudios anatóm icos y neu- 
rofisiológicos, como un sistem a responsable de la vigilia, del estado 
activo, la m ás im portante condición para todas las form as de conducta 
del ser vivo. La im portancia del libro de Magoun, que generaliza los 
logros de un considerable grupo de brillantes investigadores —Moruz- 
zi, Jasper, Penfield y o tros— no debe sobreestim arse. Con su aparición, 
el cerebro del hom bre y del anim al dejó de ser considerado como un 
aparato puram ente em isor de respuestas pasivas, y po r ende se dieron 
los prim eros pasos en su reconocim iento como un sistem a activo, 
despierto.
Aunque dicho libro descubrió los m ecanism os yacentes en la base 
de la vigilia, no intentó analizar las form as fundam entales de actividad
fisiológica humana concreta. Cuestiones como los mecanismos funda­
m entales de la actividad (percepción y pensam iento), del lenguaje y 
la comunicación social, de la formación de plan¡es y program as de 
conducta y de la regulación y control de su realización activa y o tros 
problem as de esta am plia gama no fueron discutidos o tom ados en 
consideración en las num erosas investigaciones en las que se basaba 
el libro.
Sin embargo, gradualm ente fueron recogiéndose en diversos cam ­
pos de la ciencia hechos que podrían perm itir un acercam iento a la 
solución de sus problem as y establecer fundam entos de una ciencia 
del cerebro como órgano de la actividad m ental concreta.
Una aproximación al análisis de estos hechos ha sido posible a tra ­
vés del progreso realizado en la m oderna psicología científica, una 
disciplina cuyo propósito es describir la estru c tu ra de la actividad hu­
mana y explo rar en profundidad la estruc tu ra funcional de la per­
cepción y de la memoria, dfí_la actividad intelectual V del lenguajg, 
del movimiento ju le .la acción, y su form ación ontogenética. Una gran 
riqueza de aportaciones se ha obtenido gracias a la m oderna neuro ­
logía clínica y a la neurocirugía. Los avances en estos cam pos han 
posibilitado el estudio detallado de cómo se alteran las form as a lta ­
m ente complejas de la conducta en lesiones locales del cerebro. Una 
contribución sustancial al éxito en la solución de estos problem as se 
ha realizado gracias a la creación de lá y^íTro^sicdlósíá^ ana nueva 
ram a de la ciencia cuyo fin único y especm co es investigar el papel 
de los sistem as cerebrales particulares en las form as com plejas de ac­
tividad mental.
Como resultado de estos progresos se ha hecho posible la p repara­
ción del presente libro, que su au tor ha decidido llam ar "E l cerebro 
en acción". Su propósito es generalizar las ideas m odernas referentes 
a la base cerebral de la com pleja actividad de la m ente hum ana y estu- 
d iar los sistemas del cerebro oue particiüan en la construcción de la 
percepción y la acción, del lenguaje y la inteligencia, del m ovim iento 
y la actividad consciente dirigida a una meta.i
Este libro está basado en m aterial recogido por su au to r du ran te 
un largo período de trabajo como neuropsicólogo, que cubre m ás de 
cuarenta años, enteram ente dedicado al estudio de ^pacientes -ConJLg- 
siones locales del cerebro». Esto explica el hecho de que una gran parte 
del libro se refiera al anáfisis de cambios que aparecen en la conducta 
hum ana debido a lesiones locales del cerebro. tEn las pasadas décadas 
la neuropsicología se ha convertido en un im portante cam po ^ ie jne- 
dicina practica, jcon la consiguiente introducción de nuevos m étodos
que facilitan el diagnóstico toDolóeico precoz v más exacto, de lesiones, 
locales en el cerebro» Al mismo tiempo, sin embargo, tam bién se ha 
convertido en un poderoso instrum ento para la revisión de nuestros 
conceptos fundam entales de la estructura interna de los procesos 
psicológicos, y un factor prim ordial conducente a la creación de una 
teoría de la base cerebral de la actividad mental del hombre.
El principal propósito de este libro es p resen tar recopilados los 
hechos disponibles en el presente estado de nuestro conocim iento con 
la completa convicción de que este conocimiento puede cam biar sus­
tancialm ente en las etapas futuras.
I. Lesiones locales
del cerebro 
y localización 
de funciones
El estudio neurológico de las lesiones locales del cerebro puede, 
con toda justificación, considerarse como el principal origen de los 
conceptos modernos de la organización funcional del cerebro como 
órgano de la actividad mental. En este capítulo harem os especial hin­
capié en los conocimientos que conlleva este estudio.
Prim eras soluciones
El intento de exam inar los procesos mentales com plejos en fun­
ción de áreas locales del cerebxo empezó ya hace mucho tiempo. Ya 
en la Edad Media, filósofos y naturalistas consideraban que las "fa­
cultades” mentales podían estar localizadas en los "tres ventrículos 
cerebrales” (fig. 1), y en el comienzo del s. xix el conocido anatom ista
JDejpotétttó aíe lenlítíue
Fig. 1. — Diagrama de los “tres ventrículos cerebrales”.
GalL quien describió por prim era vez la diferencia en tre sustancia 
blanca y sustancia gris del cerebro, sostuvo con convicción que las 
"facultades” humanas están situadas en áreas particulares y estric ta ­
mente localizadas del cerebro. Si estas áreas están particu larm ente 
bien desarrolladas conducirán a la formación de prom inencias en las 
correspondientes partes del cráneo, y la observación de estas prom i­
nencias puede, por tanto, utilizarse para determ inar diferencias indi­
viduales en las facultades hum anas. Los m apas "frenológicos” de Gall 
(fig. 2) fueron intentos para proyectar, sin basarse en hechos, la 
"psicología de las facultades” muy en boga po r aquella época, y, por 
tanto, fueron rápidam ente olvidados. A estos estudios siguieron in ten­
tos para distinguir zonas funcionales del córtex cerebral sobre la base 
de observaciones positivas en los cambios del com portam iento hum a­
no, ocurridos después de lesiones locales del cerebro.
Las observaciones clínicas sobre las secuelas de lesiones cerebrales 
empezaron hace muchos años; incluso en una etapa tem prana se des­
cubrió que una lesión del córtex m otor conducía a una parálisis de los 
miembros del lado opuesto, una lesión de la región postcen tral del 
córtex conduce a una pérdida de la sensación de la p a rte opuesta 
del cuerpo, y lesiones en la región occipital del cerebro ocasionan una 
ceguera central.
El verdadero nacim iento de la investigación científica de las -alte- 
raciones de procesos m entales Duedesituarse con toda iusticia eiL el 
año 1861. cuando el joven anatom ista francés Paul Broca tuvo ocasión 
de describir el cerebro de un paciente que, duran te m uchos años, ha­
bía sido observado en la Salpétriére con una im portante alteración 
del lenguaje m otor (expresivo) y m ostró que el tercio poste rio r del 
eiro frontal (inferior) del cerebro del Daciente estaba destruido. Varios 
años después, como resultado de observaciones adicionales, Broca 
pudo obtener información m ayor y más precisa, y m ostrar aue el len- 
guaie m otórico está asociado con una región localizada del cerebro, 
concretam ente el tercio posterio r del giro fron tal inferior izquierdo. 
Así, Broca postuló que el tercio posterior del giro frontal inferior iz­
quierdo es "el centro de las imágenes m otoras de las palabras” y que 
una lesión de esta región lleva a un tipo característico de pérd ida de 
lenguaie expresivo, que él originalm ente llam ó "afem ia” y, m ás tarde, 
"afasia”, térm ino que todavía se utiliza hoy día.
El descubrim iento de Broca fue im portan te por dos razones. Por 
un lado, po r prim era vez había sido "localizada*' una función m ental 
com pleja en una parte precisa del córtex y esta "localización” —lejos 
de las fantasías de Gall que una generación anterior a B roca había
esperanza
presente
futuro
cualidades mentales superiores
confidencia
curiosidad r
facultades mentales idealistas 
perfeccionism o refinamiento —
imitatividad r-----
a) gesticulación
b) mimetismo
agresividad 
agudeza — 
causalidad
m edida del tiempo
m odulación del 
sistem a de
cálculo
estim ación numérica
facultades creativas
agudeza
habilidad
atracción al vino*.
instintos alimentarios _
atracción hada la comida 
am bición
indepen dencia ._______
agresividad
prudencia
amistad 
am or familiar 
sociabilidad
valentía
pugnacidad
instintos sexuales 
y matrimoniales
amor sexual
sentim ientos paterno 
y materno 
amor a los niños 
amor a los anim ales
consciencia
justicia
auto estima 
am bición
prudencia
m odestia
reserva
reticencia 
cortesía 
sentim ientos de 
protecc ión
am istad 
sociabilidad
auto-defensa 
valentía 
pugnacidad
’ a m o r sexual
instintos 
destru ctivos
—a m o r a la vida
----- atención
sentim ientos superiores
autoestim a
tem or
___ instintos adquiridos
adhesión
cautela
frugalidad
lealtad 
devoción
am or al hogar 
patriotismo
instintos dom ésticos
Fig. 2. — Mapa frenológico de Gall.
intentado establecer una base científica para su "frenología” (una doc­
trina de la localización de facultades com plejas en áreas localizadas 
del cerebro)—, descansaba sobre una base de héctios clínicos. Por otro 
lado, este descubrim iento m ostró por p rim era vez la radical diferen­
cia entre las funciones de los hem isferios cerebrales derecho e izquier­
do, identificando el hem isferio izquierdo (en personas d iestras) como 
el hem isferio dom inante en el que estaban com prendidas las m ás im­
portantes funciones del lenguaje.
Una simple década fue suficiente p a ra revelar el provechoso des­
cubrim iento de Broca:; en 1873, el p siqu ia tra alemán Cari W ernicke 
describió casos en que una lesión de o tra parte del cerebro, en este 
caso el tercio posterior del giro tem poral superior izquierdo, ocasionó 
un cuadro igualmente claro pero ahora de carácter opuesto, pérdida 
de la habilidad para com prender el lenguaje audible, m ien tras que el 
lenguaie expresivo (m otórico) perm anecía relativam ente inalterado. 
Continuando el cam ino iniciado por Broca, W ernicke expresó la creen­
cia de que el tercio posterior del giro tem noral sunerior izquierdo es 
el “centro de las imágenes sensoriales de las palabras” o, como él 
expresó en aquel tiempo, el centro de la com prensión del lenguaje 
(W ortbegriff).
El descubrim iento del hecho de que form as complejas de actividad 
m ental pueden ser consideradas como funciones de áreas locales del 
cerebro, o, en o tras palabras, que pueden ser localizadas en limitadas 
regiones del córtex cerebral como las funciones elem entales (movi­
m iento, sensación) despertó en la ciencia neurológica un entusiasm o 
sin precedentes y los neurólogos em pezaron a acum ular, con trem enda 
actividad, hechos para m ostrar que o tros procesos m entales com plejos 
son tam bién el resultado, no del trab a jo del cerebro como un todo, 
sino de áreas locales particulares de su córtex.
Como resultado de este gran interés Dor la "localización" directa de 
funciones en zonas particulares del córtex cerebral, den tro de un corto 
espacio de tiempo (los "espléndidos se ten ta” ), se hallaron o tros "cen­
tros” en el cortex cerebral: un "cen tro para la escritu ra” en la par- 
parietal inferior izquierda) y un "cen tro para la escritu ra” en la par­
te posterior del giro frontal medio izquierdo. A éstos siguieron "un 
centro para el cálculo m atem ático”, un "cen tro para la lec tu ra” y un 
"centro para la orientación en el espacio”, seguidos po r una descrip­
ción de los sistem as de conexión en tre ellos.
H acia el 1880, neurólogos y psiqu ia tras, fam iliarizados con la inci­
piente psicología de aquella época, pud ieron así d ibu jar "m apas fun­
cionales” del córtex cerebral, los cuales, según ellos creyeron, final­
mente resolvían el problema de la estructura funcional del cerebro 
como órgano de actividad mental de una vez para siem pre. La acum u­
lación de más material no interrum pió estos intentos, y la tendencia 
n lnmli7,qr nmrpcn-: psicológicos complejos en áreas locales del cere­
bro continuó durante más de medio siglo, con la adición de nuevos 
hechos tomados de observaciones sobre pacientes con lesiones cere­
brales locales producidas por heridas o hemorragias^
Estos intentos por parte de "estrictos localizacionistas", que obser­
varon cómo lesiones locales del córtex cerebral inducían la pérdida del 
reconocimiento de húmeros, dificultad para la com prensión de palabras 
y frases, incapacidad para reconocer objetos, alteraciones en la m oti­
vación o cambios de la personalidad, term inaron en una nueva serie 
de mapas hipotéticos de “localizaciones de funciones" en el córtex 
cerebral, insostenible ante cualquier análisis psicológico detallado de 
los síntomas observados. El más claram ente definido de estos m apas 
fue el que sugirió el psiquiatra alemán Kleist (1934), quién analizó una 
larga lista de casos de heridas en el cerebro producidas por tiro de 
fusil ocurridos durante la Prim era Guerra Mundial y, como resultado, 
localizó en partes específicas del córtex funciones tales, como "el es­
quema corporal”; "la comprensión de frases”, las "acciones construc ti­
vas, el hum or” e incluso "el ego personal y social” (fig. 3), y com o 
consecuencia presentó mapas que en principio diferían sólo m uy li­
geramente de los mapas “frenológicos'! de Gall.
Estos intentos de localizar directam ente funciones m entales com ­
plejas en áreas locales del cerebro fueron tan persistentes que, incluso 
en 1536, el conocido neurólogo americano Nielsen describió áreas lo­
calizadas que, en su opinión, eran “centros para la percepción de ob je­
tos animados"/, distinguiéndolas de otras áreas donde, en su opinión, 
se localizaba la percepción de "objetos inanim ados".
La crisis
Sería falso, sin embargo, suponer que el intento de localizar d irec­
tamente procesos psicológicos complejos en lesiones cerebrales loca­
les o, como generalmente se llam a el "localizacionismo estric to”, p e r­
maneció siendo la línea general de desarrollo del pensam iento neuro- 
lógico y que no encontró oposición natural en tre influyentes neuroló- 
logos. Ya en los albores de su desarrollo, en los "espléndidos se ten ta”. 
Broca y sus seguidores encontraron un poderoso oponente en la p e r­
sona delfamoso neurólogo inglés Hughlings Jackson, quien adelantó
20
Fig. 3. — Mapa de localización de Kleist. (a) Superficie lateral; (b) Superficie medial.
la hipótesis de que la organización cerebral de los procesos m entales 
complejos debe abordarse desde el punto de vista del nivel de su cons­
trucción, más que de su localización en áreas particulares del cerebro.
La hipótesis de Jackson, demasiado compleja para su época, no fue 
considerada y desarrollada hasta 50 años más tarde, cuando em ergió 
de nuevo en los escritos de eminentes neurólogos de la prim era m itad 
del siglo xx: Monakow (1914), Head (1926) y Goldstein (1927, 1944, 
1948). Sin negar el hecho obvio de que "funciones” fisiológicas ele­
mentales (tales como sensación cutánea, visión, audición, m ovim iento) 
están representadas en áreas claram ente definidas del córtex. estos 
investigadores expresaron dudas válidas sobre la aplicabilidad de este 
principio del "localizacionismo estric to” a los mecanism os cerebrales 
de formas complejas de la actividad mental.
Estos autores apuntaron con toda justificación al carácter com plejo 
de la actividad hum ana. Intentaron identificar sus características es­
pecíficas con el carácter semántico de la conducta (M onakow) con 
la "capacidad de abstracción” v la "conducta categorial” (Goldstein), 
y se sintieron im pulsados a expresar sus duelas de que estas "funcio­
nes” puedan estar representadas en áreas particulares del cerebro 
como funciones elementales de los tejidos cerebrales. Por consiguien­
te, postularon que los complejos fenómenos de "sem ántica” o "con­
ducta categorial” son el resultado de la actividad de todo el cerebro, 
más que el producto de trabajo de áreas del córtex cerebral. Las dudas 
sobre la posibilidad de estricta localización de los procesos m entales 
complejos condujo a estos autores, bien a separar los procesos m en­
tales de las estructuras cerebrales y a reconocer su especial "n a tu ra ­
leza espiritual", posición adoptada hacia el fin de sus vidas investiga­
dores tan eminentes como Monakow y Mourgue (1928) v Sherrington 
(1934, 1942), bien a in ten tar dem ostrar que la ''conducta categorial” 
es el más alto nivel de la actividad cerebral, dependiendo más de la 
masa de cerebro involucrada en el proceso que de la participación de 
zonas específicas del córtex cerebral (Goldstein, 1944, 1948). Las dudas 
legítimas sobre la validez de la aproximación m ecanicista de los locali- 
zacionistas estrictos condujeron, po r tanto, bien a un resurgir de las 
tradiciones realistas de la aceptación de una naturaleza "esp iritua l” 
de los procesos m entales, bien al resurgir de o tras ideas sobre el cere­
b ro como entidad no diferenciada y del papel decisivo de su m asa en 
la ejecución de la actividad mental, que ha irrum pido repetidam ente 
a lo largo de la h isto ria del estudio del cerebro como órgano de la 
mente. (Flourens, 1824; Goltz, 1884 y Lashley, 1929).
Mientras que la teoría mecanicista de los procesos m entales en
áreas locales del cerebro condujo a la investigación de la base cerebral 
de la actividad mental hacia un callejón sin salida, las ideas "in tegra­
les” (o como son llamadas a veces noéticas) de lcJs procesos m entales 
está claro que no podían proporcionar la base necesaria para una pos­
terior investigación científica; antes bien preservaron las anticuadas 
ideas de la separación de la vida “espiritual” del hom bre y de la im­
posibilidad en un principio de descubrir su base material, o reavivaron 
ideas igualm ente obsoletas del cerebro como una masa nerviosa p ri­
mitiva e indiferenciada.
N aturalm ente, esta crisis obligó a una búsqueda de nuevos caminos 
que condujeron al descubrim iento de los verdaderos m ecanism os 
cerebrales de las más altas formas de actividad m ental, reteniendo 
para este examen los m ism os principios científicos de investigación 
que se habían revelado eficaces en el estudio de las formas elem entales 
de procesos fisiológicos y que serían adecuados para el estud io de la 
actividad hum ana consciente, con su origen socio - histórico, y su com­
pleja estruc tu ra jerárquica]
lis ta tarea requirió, po r un lado, la revisión rádical de la compren- 
.sión básica del término "funciones” y, por el otro, de los principios 
básicos que gobiernan su "localización".
4
RECONSIDERACIÓN DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
Para acercarse a la cuestión de la localización cerebral de la acti­
vidad m ental hum ana, el p rim er paso debe ser una revisión de los con­
ceptos básicos, sin la cual sería imposible resolver este problem a co­
rrectam ente. Vamos a rev isar prim eram ente el concepto de "función", 
seguirem os con una reconsideración del concepto de "localización”, 
y, finalm ente, con una revaluación de lo que es llamado el "sín tom a” 
o la "pérdida de función" en las lesiones locales del cerebro.
Revisión del concepto de «función»
Los investigadores que han examinado el problem a de la "locali­
zación” cortical de las funciones elem entales m ediante la estim ulación 
o exclusión de áreas locales cerebrales, han entendido el térm ino "fun­
ción” queriendo significar la función de un teiido particular. Tal in ter­
pretación posee una lógica incuestionable. Es perfectam ente natural 
considerar que la secreción de bilis es una función del hígado y que
la secreción de insulina es una función del páncreas. Es igualm ente ló­
gico considerar la percepción de la luz como una función de los ele­
mentos fotosensibles de la retina y de las neuronas altam ente especia­
lizadas del córtex visual conectadas a ellos, y que la generación de los 
impulsos m otores es una función de las gigantescas células piram idales 
de Betz. Sin em bargo, esta definición no cubre todas las aceptaciones 
o usos del térm ino "función”.
Cuando hablam os de la "función digestiva” o de la "función res­
piratoria” está claro que no puede entenderse como una función de un 
tejido en particular. El acto de la digestión requiere el transporte del 
alimento al estómago, la transform ación del alim ento bajo la acción 
del jugo gástrico, la participación de las secreciones del hígado y pán­
creas en este proceso, el acto de la contracción de las paredes del es­
tómago e intestinos, el recorrido del alim ento a través del tracto intes­
tinal y, finalmente, la absorción de los componentes transform ados de 
los alimentos a través de las paredes del intestino delgado.
Ocurre exactam ente lo mismo con la función respiratoria. El últim o 
objeto de la respiración es el sum inistro de oxígeno a los alvéolos de 
los pulmones y su difusión a la sangre a través de las paredes de los 
alvéolos. Sin em bargo, para llevar a cabo este últim o propósito es ne­
cesario un complejo aparato m uscular que com prende el diafragm a y 
músculos intercostales, capaz de dilatar y contraer el tórax, y controla­
do por un complejo sistem a de estructuras nerviosas del tronco cere­
bral y centros superiores.
Es obvio que este proceso completo se lleva a cabo no como una 
simple "función", sino como un sistema funcional com pleto que abar­
ca muchos com ponentes pertenecientes a diferentes niveles de los 
aparatos secretor, m otor y nervioso. Tal sistem a funcional (el térm ino 
fue introducido y difundido por Anokhin, 1935; 1940; 1949; 1963; 
1968a; 1972) difiere no solam ente en la com plejidad de su estructura , 
sino también en la movilidad de sus partes componentes. La tarea 
original (restablecim iento de la hom eostasis alterada) y el resultado 
final (transporte de elem entos nutritivos a las paredes del intestino 
o de oxígeno a los alvéolos de los pulmones, seguidos de su absorción 
en el torrente sanguíneo), obviam ente perm anecen inalterados en cada 
caso (o, como algunas veces se dice, perm anecen invariables). Sin em­
bargo, el modo en que esta ta rea es ejecutada puede variar considera­
blemente.Por ejem plo, si el grupo principal de músculos que trabajan 
durante la respiración (el diafragm a) deja de actuar, los m úsculos in­
tercostales entran en función, pero si por una u o tra razón éstos están 
alterados, los m úsculos de la laringe se movilizan y el animal o perso­
na comienzan a tragar aire, que de este modo alcanza los alvéolos 
pulm onares por una ru ta com pletam ente diferente. La presencia de 
una tarea constante (invariable) ejecutada por m ecanism os variables 
(variantes), que llevan el proceso a un resultado constante (invaria­
ble), es una de las características básicas que distinguen el trabajo 
de todo "sistem a funcional”. La segunda característica distintiva es 
la composición compleja del sistem a funcional, que incluye siem pre 
una serie de impulsos aferentes (de ajuste) y eferentes (efectores).
Este concepo de una "función” com o un com pleto sistem a funcio­
nal es una segunda definición, m arcadam ente diferente de la definición 
de una función como el funcionam iento de un tejido particular. Dado 
que los más complejos procesos som áticos y autónom os están orga­
nizados como "sistem as funcionales” de este tipo, este concepto puede 
ser aplicado con m ucha más razón a las "funciones” com plejas de la 
conducta.
Esto puede ilustrarse haciendo referencia a la función del movi­
m iento (o locomoción), cuya detallada estructura ha sido analizada 
p o r el fisiólogo soviético Bernstein (1935; 1947; 1957; 1966; 1967). Los
movimientos de una persona conducentes a cam biar su posición en el
• .
espacio, a golpear en un cierto punto, o a ejecutar c ierta acción nunca 
pueden tener lugar simplemente por medio de im pulsos eferentes, m o­
tores. Dado que el aparato locom otor con sus articulaciones móviles, 
p o r regla general tiene un número m uy elevado de grados de libertad 
y este número se m ultiplica a causa de los distintos grupos de articu la­
ciones que participan en el movimiento y cada estadio del movimiento 
cam bia el tono inicial de los m úsculos, el movimiento es en principio 
incontrolable sim plem ente por los im pulsos eferentes. Para que ocurra 
un movimiento debe haber una constante corrección del movimiento 
inicial m ediante im pulsos aferentes que dan inform ación sobre la 
posición del m iem bro que se desplaza en el espacio y del cambio del 
tono m uscular, para que durante su transcurso pueda efectuarse cual­
qu ier corrección necesaria. Sólo una estructura tan com pleja del p ro ­
ceso de locomoción puede satisfacer la condición fundam ental del 
m antenim iento del trabajo invariable, su ejecución po r medios varia­
bles, y la consecución resultante de un resultado constante en v irtu d 
de estos medios dinám icos variables. E l hecho de que todo movimien­
to tiene el carácter de un sistem a funcional com plejo y que los ele­
m entos que lo ejecutan pueden ser de carácter in tercam biable es evi­
dente porque se puede obtener el m ism o resultado p o r m étodos to ta l­
m ente diferentes.
En el conocido experimento de H unter, un ra tón alcanzó su m eta
en un laberinto recorriendo una cierta ruta, pero cuando un elemen­
to del laberinto fue sustituido por un plato con agua, lo consiguió por 
movimientos natatorios. En algunas de las observaciones de Lashley, 
una rata entrenada para seguir una cierta pauta de movimiento cam ­
bió radicalm ente la estructura de sus movimientos tras la extirpación 
del cerebelo o tras la división de la médula espinal por dos hemisec- 
ciones opuestas, de modo que ninguna fibra podía alcanzar la perife­
ria: en estos casos, la ra ta , aunque incapaz de reproducir los movi­
mientos aprendidos durante el entrenam iento, fue capaz de alcanzar 
su meta yendo patas arriba, de modo que el original trabajo m otor 
fue completado para la obtención del trabajo requerido.
El mismo carácter intercam biable de los movimientos necesarios 
para conseguir una meta requerida puede verse tam bién claram ente si 
se analiza cuidadosam ente cualquier acto humano locomotor: alcan­
zar un blanco (que se hace con una diferente secuencia de movimien­
tos según la posición inicial del cuerpo), la manipulación de objetos 
(que puede ejecutarse m ediante diferentes secuencias de impulsos 
m otores) o el proceso de escribir, que puede ser llevado a cabo bien 
con un lápiz o pluma, con la mano derecha o la izquierda, o incluso 
con el pie, sin que por ello se pierda el significado de lo que se escribe 
o ni siquiera la caligrafía característica de la persona citada (Bems- 
tein, 1947).
Aunque esta estructura "sistém ica" es característica de actos con­
ductuales relativam ente simples, es mucho más característica de for­
mas más complejas de actividad mental. Naturalm ente, todos los p ro ­
cesos mentales tales como percepción y memorización, gnosis y praxis, 
lenguaje y pensam iento, escritura, lectura y aritm ética, no pueden ser 
considerados como “facultades” aisladas ni tampoco indivisibles, que 
se pueden suponer “función” directa de limitados grupos de células 
o estar “localizadas” en áreas particulares del cerebro.
El hecho de que todos se form aran a través de un largo desarrollo 
histórico, que son sociales en su origen y complejos y jerárquicos 
en su estructura, y que estén todos basados en un sistem a complejo 
de métodos y medios, como ha m ostrado el trabajo del em inente psicó­
logo Vygotsky (1956, 1960) y sus discípulos Leontiev, 1959; Zaporozhets, 
1960; Galperin, 1959; EIkonin, 1960, implica que las form as funda­
mentales de actividad consciente deben ser consideradas como siste­
mas funcionales complejos; consecuentemente, el acercam iento básico 
a su "localización” en el córtex cerebral debe cam biar radicalm ente.
Revisión del concepto de «localización»
N uestro examen de la estructura de los sistem as funcionales y de 
la funciones psicológicas superiores nos ha llevado, en particu lar, 
a contem plar de form a com pletam ente nueva las clásicas ideas de lo­
calización de la función m ental en el córtex humano. M ientras que las 
funciones elem entales de un tejido pueden, por definición, tener una 
localización precisa en grupos particulares de células, está fuera de 
toda duda que no ocurre lo mismo con la localización de los sistem as 
funcionales complejos en áreas lim itadas del cerebro o de su córtex.
Ya hem os visto que un sistem a funcional tal como la respiración 
incorpora un sistem a de com ponentes tan lábil y com plejo que Pavlov, 
al discutir la cuestión de un “centro resp irato rio”, se vio obligado a 
reconocer que “si bien al principio creíam os que sería algo del tam año 
de una cabeza de alfiler den tro del bulbo raquídeo.........ahora ha de­
m ostrado ser extrem adam ente vago, que asciende al in terio r del cere­
bro y baja hasta la m édula espinal, y hasta ahora nadie puede trazar 
sus lím ites con exactitud” (149, vol. 3, pág. 127).
N aturalm ente, el problem a se hace m ucho m ás com plejo si se tra ta 
de la localización de form as superiores de actividad m ental; las for­
mas superiores de los procesos mentales poseen una estru c tu ra p a r­
ticularm ente compleja; se establecen a lo largo de la ontogenia. In i­
cialmente consisten en una serie com pleta y extensa de m ovim ientos 
m anipulativos que gradualm ente se han condensado y han adquirido 
el carácter de “acciones m entales” in ternas (Vygotsky, 1956, 1960; 
Galperin, 1959).
Por regla general, estas form as están basadas en una serie de dis­
positivos externos, tales como el lenguaje, el sistem a m ediante cifras 
de contar, form ados en el proceso de la h isto ria social, son m ediatiza­
das por ellos, y, en general, no pueden concebirse sin su participación 
(Vigotsky, 1956, 1960); están siem pre conectadas con imágenes del 
mundo exterior en com pleta actividad, y su concepción pierde todo 
su significado si se considera separada de estehecho. É sta es la razón 
por la cual las funciones m entales, como sistem as funcionales com­
plejos, no pueden localizarse en zonas restringidas del córtex o en 
grupos celulares aislados, sino que deben estar organizadas en siste­
mas de zonas que trabajan concertadamente, cada una de las cuales 
ejerce su papel dentro del sistem a funcional com plejo, y que pueden 
estar situadas en áreas com pletam ente diferentes, y, a m enudo, muy 
distantes del cerebro.
Dos hechos, que distinguen claram ente esta form a de trab a jo del
cerebro humano de las formas más elementales de trabajo del cerebro 
animal, son quizás las características más esenciales de este concepto 
“sistém ico’' de la localización de los procesos mentales en el córtex. 
M ientras que las formas elevadas de actividad consciente están basa­
das en ciertos mecanismos externos (buenos ejemplos son el nudo que 
hacemos en nuestro pañuelo para recordar algo im portante, una com­
binación de letras que escribimos para no olvidar una idea, o una tabla 
de m ultiplicar que usamos para operaciones aritm éticas), queda per­
fectamente claro que estos dispositivos externos o artificiales form a­
dos históricamente son elementos esenciales en el establecimiento de 
conexiones funcionales entre partes individuales del cerebro, y que, 
gracias a su ayuda, áreas del cerebro que antes eran independientes 
se vuelven componentes de un sistem a funcional único. Esto puede 
expresarse más vividamente diciendo que las medidas formadas histó­
ricamente para la organización del comportamiento hum ano atan 
nuevos nudos en la actividad del cerebro humano, y es esta presencia 
de nudos funcionales, o, como algunos científicos los llam an, "nuevos 
órganos funcionales” (Leontiev, 1959), lo que constituye una de las 
características más im portantes que distinguen la organización fun­
cional del cerebro humano de la del cerebro animal. Este principio de 
construcción de sistemas funcionales en el cerebro hum ano es lo que 
Vygotsky (1960) llamó el principio de "la organización extracortical 
de las funciones mentales com plejas”, implicando m ediante esta ex­
presión un tanto rebuscada que todos los tipos de actividad hum ana 
consciente se forman siempre con la asistencia de instrum entos auxi­
liares o dispositivos externos.
La segunda característica propia de la "localización” de los proce­
sos superiores del córtex hum ano es que nunca perm anece constante 
o estática, sino que cambia esencialmente durante el desarrollo del 
niño y en los subsiguientes períodos de aprendizaje. E sta proposición, 
que a prim era vista podría parecer extraña, de hecho es bastan te na­
tural. El desarrollo de cualquier tipo de actividad consciente com pleja 
al principio se va extendiendo y requiere un cierto núm ero de dispo­
sitivos externos para ello y hasta m ás tarde no se va condensando 
gradualm ente y se convierte en una habilidad m otora autom ática.
En las etapas iniciales, por ejem plo, la escritura depende de la 
memorización de la forma gráfica de cada letra. Se efectúa a través 
de una cadena de impulsos m otores aislados, cada uno de los cuales 
es responsable de la ejecución de un solo elemento de la estructu ra 
gráfica; con la práctica, la estructura de este proceso cam bia radical­
m ente y la escritura se convierte en una única "melodía cinética” que
ya nunca más necesitará la memorización de la forma visual de cada 
le tra aislada ni de im pulsos m otores individuadles para hacer cada 
raya. La misma situación ocurre con el proceso-m ediante el cual el 
cambio para escribir un engram a altam ente especializado (como una 
firma) ya no depende del análisis del com plejo acústico de la palabra, 
o de la form a visual de sus letras individuales, sino que empieza a 
realizarse como una "m elodía cinética”. Cambios sim ilares ocurren 
tam bién durante el desarrollo de otros procesos psicológicos supe­
riores.
En el curso de este desarrollo no es sólo la estructura funcional del 
proceso la que cambia, sino que tam bién lo hace, como es natural, su 
"organización” cerebral. La participación de las áreas auditivas y vi­
suales del córtex, esencial en las prim eras etapas de form ación de la 
actividad, no será ya necesaria en las posteriores etapas, y la actividad 
empezará a depender de un sistema diferente de zonas de trabajo con­
certado (Luria, S im ernitskaya y Tubylevich, 1970).
El desarrollo de las funciones m entales superiores en la ontogeniay
tiene aún o tra característica de decisiva im portancia para su organiza­
ción funcional en el córtex cerebral. Como dem ostró Vygotsky (1960) 
hace algún tiempo, du ran te la ontogenia no sólo cam bia la estructu ra 
de los procesos m entales superiores, sino tam bién sus relaciones entre 
sí, o, en otras palabras, su "organización interfuncional”. M ientras que 
en las prim eras etapas del desarrollo, una actividad m ental com pleja 
descansa sobre una base más elem ental y depende de una función 
"basal”, en períodos subsiguientes del desarrollo, no sólo adquiere una 
estruc tu ra más com pleja, sino que tam bién empieza a realizarse con la 
estrecha participación de formas de actividad estructuralm ente su­
periores.
Por ejemplo, el niño piensa en térm inos de formas visuales de per­
cepción y memoria, o, en otras palabras, piensa por recopilación.
En posteriores e tapas de la adolescencia o en la vida adulta, el pen­
sam iento abstracto con la ayuda de las funciones de abstracción y ge­
neralización está tan altam ente desarrollado que incluso procesos re­
lativam ente simples, tales como la percepción y la m em oria, son con­
vertidos en form as com plejas de anáfisis lógico y síntesis, y la persona 
en este punto comienza a percibir o recopilar mediante la reflexión.
Este cambio de la relación en tre los procesos psicológicos funda­
m entales está destinado a guiar los cam bios de la relación en tre los 
sistem as fundam entales del córtex, sobre cuyá base estos procesos se 
llevan a cabo. Consecuentem ente, en el niño, una lesión de una zona 
cortical responsable de una forma relativam ente elemental de actividad
mental (por ejemplo, el córtex visual) invariablemente da lugar, como 
efecto secundario o "sistém ico”, al desarrollo im perfecto de las estruc­
turas superiores superpuestas a dicha zona; en el adulto, en quien 
estos complejos sistemas no sólo se han formado sino que han llegado 
a ejercer una influencia decisiva sobre la organización de form as sim ­
ples de actividad, una lesión de las áreas "inferiores" no es ya tan 
importante como lo podía ser en las prim eras etapas del desarrollo. 
Recíprocamente, una lesión de las áreas "superiores" conduce a la 
desintegración de las funciones más elementales, que ahora han adqui­
rido una estructura compleja y han empezado a depender íntim a­
m ente de las form as más altam ente organizadas de actividad.
Ésta es una de las proposiciones fundam entales introducidas en la 
teoría de la "localización dinám ica” de las funciones mentales superio­
res por la ciencia psicológica soviética. Fue form ulada por Vygotsky 
en una ley que establece que una lesión de una zona particu lar del ce­
rebro en los prim eros pasos de la niñez tiene un efecto sistém ico sobre 
las áreas corticales superiores superpuestas a dicha zona, m ientras que 
una lesión de la misma región en la vida adulta afecta a las zonas 
inferiores del córtex, que ahora comienzan a depender de ellas. Esto 
puede ilustrarse por el hecho de que una lesión de las áreas secunda­
rias del córtex visual en las prim eras fases de la niñez puede conducir 
a un subdesarrollo sistémico de las zonas superiores responsables del 
pensamiento visual, m ientras que una lesión de estas mismas zonas en 
el adulto puede ocasionar sólo defectos parciales del análisis y sín te­
sis visuales, y deja inalteradas las formas más complejas depensa­
miento, formadas en una etapa anterior.
Todo lo que se ha dicho sobre la estructura sistém ica de los p ro ­
cesos psicológicos superiores obliga a una revisión radical de las ideas 
clásicas sobre su "localización” en el córtex cerebral. Por consiguiente, 
nuestra misión no es "localizar” los procesos psicológicos superiores 
del hombre en áreas lim itadas del córtex, sino averiguar, m ediante un 
cuidado análisis, qué grupos de zonas de trabajo concertado del ce­
rebro son responsables de la ejecución de la actividad m ental com ­
pleja; qué contribución aporta cada una de estas zonas al sistem a 
funcional complejo; y cómo cambia la relación entre estas partes de 
trabajo concertado del cerebro en la realización de la actividad m ental 
compleja, en las distintas etapas de su desarrollo.
Tal aproximación debe modificar la forma de trabajo práctico del 
psicólogo que in tenta estudiar la organización cerebral de la actividad 
mental. El intento de determ inar la base cerebral de un particu lar 
proceso de la m ente humana debe ser precedido por un cuidadoso es­
tud io de la estructura de este proceso psicológico cuya organización 
cerebral se espera establecer, y por la identificación de aquellos de sus 
com ponentes que puedan ser clasificados hasta cierto pun to entre sis­
tem as cerebrales determinados. Sólo trabajando de esta form a p ara 
ac la ra r la estructura funcional de los procesos psicológicos a estud iar, 
con la identificación de sus com ponentes y el posterio r análisis de su 
“situación” entre los sistemas cerebrales, se hallará una solución al 
viejo problema de la “localización” de los procesos m entales en el có r­
tex cerebral.
Revisión del concepto de «síntoma»
Las investigaciones clásicas acerca de la localización de las funcio­
nes mentales en el córtex, utilizando las observaciones sobre cam bios 
de com portam iento tras lesiones locales en el cerebro, partieron de la 
suposición sim plista de que una alteración de una función m ental 
particu lar (lenguaje, escritura, lectura, praxis o gnosis), originada 
com o resultado de la destrucción de una parte cerebral, es la p rueba 
d irecta de que esta “función” está “ localizada” en esta parte del cere­
b ro (ahora destruida). Los hechos examinados an terio rm ente obligan 
a un radical reexamen de estas ideas demasiado sim ples.
Una alteración de la sensación general debe ind icar siem pre una 
lesión del giro postcentral de sus tractos, del mismo m odo que la pér­
d ida de parte del cam po visual debe indicar una lesión de la re tina , 
de los tractos ópticos o del córtex visual. En tales casos identificar el 
síntom a significa obtener inform ación concreta p a ra el diagnóstico 
típico de la lesión, y, a p a rtir de aquí, para la localización de la función 
en el sistema nervioso. Es un asun to com pletam ente diferente en los 
casos en que procesos m entales superiores están alterados en pa­
cientes con lesiones locales del cerebro.
Si la actividad m ental es un sistem a funcional com plejo, que supo­
ne la participación de un grupo de áreas del córtex que trab a jan con­
certadam ente (y algunas veces, áreas del cerebro m uy d istan tes), 
una lesión de cada una de estas zonas o áreas puede conducir a la de­
sintegración de todo el sistema funcional, y de este m odo el sín tom a 
o pérdida de una función particular no nos dice nada sobre su “loca­
lización”.
Para poder progresar desde el establecirhiento del síntoma (pér­
d ida de una función dada) hasta la localización de la actividad mental 
correspondiente, queda aún m ucho camino por hacer. Su parte m ás
im portante es el detallado análisis psicológico de la estructura de la 
enfermedad y la elucidación de las causas inmediatas del colapso del 
sistema funcional, o, en o tras palabras, una cualificación detallada del 
sistema observado.
Vamos a clarificar esto con un ejemplo. En el cuadro clínico de le­
siones locales del cerebro un síntoma observado muy frecuentem ente 
es la apraxia, cuando el paciente es incapaz de m anipular objetos en 
ciertas ocasiones. En la neurología clásica era suficiente concluir que 
la lesión estaba localizada en la región parietal inferior, considerada 
como "el centro de la praxis compleja", o, si la apraxia tom aba la 
forma de una dificultad en ejecutar un esquema de movimiento clara­
m ente representado, era una lesión localizada en áreas del córtex 
antepuestas a esta región. Nada puede ser más erróneo que tal idea y 
tal intento para "localizar” el síntom a de apraxia (y consecuentem ente 
la función de la "praxis”) en un área estricta del córtex.
Tras las investigaciones de los fisiólogos (sobre todo el fisiólogo so­
viético Bem stein), quedó suficientemente claro que cualquier movi­
miento voluntario y, todavía más, cualquier movimiento manipulativo, 
debe ser un sistem a funcional complejo que supone un cierto número 
de condiciones, en cuya ausencia el movimiento no puede ejecutarse. 
Para llevar a cabo tales movimientos, la prim era condición esencial es 
su aferentización kinestésica, o, en otras palabras, el sistem a de im­
pulsos kinestésicos que llegan al cerebro desde el m iem bro en movi­
miento, y que indican el grado de tono m uscular e inform an de la po­
sición de las articulaciones. Si estos impulsos aferentes (cuya recep­
ción e integración es llevada a cabo por las áreas sensoriales generales 
en el córtex postcentral) no existen, el movimiento pierde su base 
aferente y los impulsos efectores que pasan desde el córtex a los 
músculos quedan virtualm ente incontrolados.
Como resultado de este hecho, incluso lesiones relativam ente leves 
del córtex postcentral pueden conducir a una form a distintiva de "apra­
xia kinestésica, basada en la diferenciación del miembro en movimien­
to. Esta dolencia consiste en una alteración de los movimientos sutil­
m ente diferenciados como la incapacidad de situar la m ano en la po­
sición necesaria para la acción m anipulativa que va a ejecutar. Pero 
la presencia de la aferentización kinestésica esencial, por m uy im por­
tante que pueda llegar a ser, no es suficiente po r sí misma para la eje­
cución de la acción correspondiente.
Cualquier movimiento, tan to si es un movimiento en el espacio 
como dar en un blanco o una operación manipulativa, siempre se 
efectúa en un cierto sistem a de coordenadas espaciales. Siem pre se lle­
va a cabo en un plano sagital horizontal o vertical y siem pre requiere 
la síntesis de estas aferentizaciones aviso - espaciales que, en esta 
ocasión es realizada por las zonas terciarias de la región parieto - occi­
pital del córtex, que reciben im pulso de los sistem as visual y vesti­
bular y del sistem a de sensación kinestésica cutánea. Si esta región 
del cerebro es afectada por una iesión que a lte re las síntesis espacia­
les, debe ocurrir una alteración de los m ovim ientos de tal com plejidad 
estructural. Sin embargo, la apraxia que aparece en estos casos es de 
carácter com pletam ente diferente y se m anifiesta principalm ente como 
una incapacidad para dar a la m ano ejecutante su necesaria posición 
espacial; el paciente comienza p o r tener dificultad para hacerse la 
cama, y a m enudo en vez de poner la m anta a lo largo de la cam a la si­
túa atravesada; no puede m antener el tenedor que sostiene en la di­
rección debida, moviéndolo a veces verticalm ente en vez de hacerlo 
horizontalm ente, no puede acerta r un objetivo correctam ente, y así 
sucesivamente. La apraxia espacial de este tipo difiere claram ente de 
la "apraxia kinestésica” descrita anteriorm ente, no sólo en su acción 
y estructura, sino tam bién en sus m ecanism os y en la localización de 
los efectos responsables de ella.
Estos dos estados po r sí solos son insuficientes para la perfecta 
ejecución de un m ovim iento o acción. Cada acción consta de una ca­
denade m ovim ientos consecutivos, cada uno de cuyos elem entos debe 
ser desnervado tras su realización para así p e rm itir que el próxim o se 
lleve a cabo. En las etapas iniciales de form ación, esta cadena de ele­
mentos m otores es de carác ter discreto y cada elem ento m oto r re­
quiere su propio y p articu lar im pulso aislado. E n la form ación de un 
hábito m otor, esta cadena de im pulsos aislados se reduce y los m o­
vimientos com plejos comienzan a ser realizados como una única "m e­
lodía cinética”.
Esencialmente, la organización cinética del m ovim iento es realizada 
por sistem as cerebrales com pletam ente d istin tos: por los ganglios 
basales en las prim eras etapas de filogénesis (las etapas de "sinergis- 
mo m otor” elem ental) y por las áreas p rem otoras del córtex en las 
últim as etapas de form ación de los hábitos m otores com plejos. Por 
esta razón, cuando estas áreas del córtex son afectadas po r lesiones 
patológicas, tam bién aparece la apraxia, pero esta vez es una “apraxia 
cinética”, m anifestada com o la incapacidad de sin tetizar los elem entos 
motores en una única y consecutiva melodía, como la dificultad de 
enervar un elem ento del m ovim iento al com pletarse, y en pasar con 
facilidad de un elem ento m otor al siguiente. La estructura de esta 
apraxia cinética” difiere significativam ente de las form as de apraxia
descritas previamente, y el origen local de estos síntom as es bien di­
ferente.
Consideraremos ahora la últim a condición para la correcta ejecu­
ción de un movimiento. Todo movimiento va dirigido a una c ierta 
meta y desarrolla una cierta tarca motora. A nivel de com portam iento 
instintivo, con su estructura elemental, estas tareas m otoras son dic­
tadas por program as innatos; a nivel de una acción com pleja cons­
ciente formada durante la vida, son dictadas por intenciones que se 
forman con la estrecha participación del lenguaje, que regula el com ­
portamiento hum ano (Luria, 1961). Investigaciones especiales (Lu­
ria, 1962, 1963, 1966a, 1966b, 1966c; Luria y Homskaya, 1966) han de­
mostrado que tales intenciones complejas reguladas p o r m edio del 
lenguaje se forman con la estrecha participación de los lóbulos fron ­
tales del cerebro. Las lesiones masivas del córtex frontal pueden, por 
ende, conducir a la apraxia, pero esta "apraxia de acción - dirigida - a - 
u n a -m e ta” difiere radicalm ente de las formas descritas previam ente. 
Por regla general, consiste en la incapacidad del paciente para subor­
dinar sus movimientos a la intención expresada verbalm ente, la desin­
tegración de los program as organizados, y el reem plazam iento de una 
acción - encaminada - a - un - fin racional, por la repetición ecopráxica 
de los movimientos del paciente o por estereotipos inertes que han 
perdido su carácter racional, dirigido - a - un - fin. No discutirem os 
este tipo de alteración de la praxis en este m om ento, pues ya la he 
descrito en otro lugar y será especialmente examinada m ás tarde en 
este libro.
De estos hechos descritos puede deducirse una im portante conclu­
sión. El síntom a de una alteración de la praxis (apraxia) es señal de 
una lesión local del cerebro; sin embargo, este síntom a por sí m ism o 
no nos dice nada respecto a la localización específica del foco que 
causa su aparición. El movimiento voluntario (praxis) constituye un 
sistem a funcional com plejo que reúne un cierto núm ero de condicio­
nes o factores que dependen del trabajo concertado de todo un grupo 
de zonas corticales y estructuras subcorticales, cada una de las cuales 
aporta su propia contribución para la realización del m ovim iento y 
aporta su propio factor a su estructura. La manipulación com pleja de 
objetos puede, por tanto, ser alterada por lesiones de diferentes áreas 
corticales (o estructuras subcorticales); sin embargo, en cada caso la 
alteración es diferente y la estructura de esta alteración difiere en cada 
ocasión.
La inmediata labor del investigador es estudiar la estructura de los 
defectos observados y cualificar los síntomas. Sólo entonces, m ediante
averiguaciones que conduzcan a la identificación del factor básico que 
yace tras el síntom a observado, será posible ex traer conclusiones re­
ferentes a la localización del foco que yace en íd base del defecto. El 
concepto de "localización de un foco”, por tanto, no coincide con el 
de "localización de una función” y an tes de que el m étodo de las le­
siones locales del cerebro pueda utilizarse para ex traer conclusiones 
relativas a la "localización de una función” (o, m ás exactam ente, la 
organización cerebral de un sistem a funcional), el síndrom e debe ser 
sometido a un análisis estruc tu ra l com plejo, que es la base del m étodo 
neurofisiológico de investigación.
Análisis del síndrom e y organización sistém ica 
de los procesos psicológicos
La cualificación del síntom a es sólo el p rim er paso en el análisis de 
la organización cerebral de los procesos m entales. Para que los resul­
tados de este análisis sean fiables, y los datos de patología local del 
cerebro sirvan como base para conclusiones fiables relativas a la es­
truc tu ra de los procesos m entales y a su "localización” en el córtex 
cerebral humano, el siguiente paso debe ser p asar de la cualificación 
del síndrome único a la descripción del com plejo sintom ático com­
pleto, o, como se le llama generalm ente, hasta el análisis sindrom ático 
de cambios de la conducta que aparecen en lesiones locales del cere­
bro. Como ya he dicho, toda actividad m ental hum ana es un sistem a 
funcional complejo que se efectúa a través de la com binación de es­
tructu ras cerebrales que trab a jan concertadam ente, cada una de las 
cuales aporta su propia contribución al sistem a funcional como un 
todo. Esto significa, en la práctica, que el sistem a funcional como un 
todo puede ser alterado por la lesión de un gran núm ero de zonas y 
tam bién que puede ser alterada d istin tam ente en lesiones de diferen­
tes localizaciones. E sta ú ltim a afirm ación, como se com prenderá fá­
cilmente, está conectada con el hecho de que cada área del cerebro 
implicada en este sistem a funcional in troduce su propio factor parti­
cular esencial para su realización, y la exclusión de este factor hace 
imposible la norm al actuación de este sistem a funcional. El ejem plo 
dado anteriorm ente de la construcción de un m ovim iento voluntario 
y los tipos de alteración que sufre p o r lesiones locales del cerebro 
m uestra este hecho con suficiente claridad. Las reglas que gobiernan 
la estructura y destrucción de los sistem as funcionales que he des­
crito son de decisiva im portancia p a ra el siguiente paso, que ocupa
un lugar central en la estructura de los procesos m entales y en su 
organización cerebral.
El neuropsicólogo que se enfrente a estos problem as debe ante todo 
asegurarse de qué factores están involucrados de hecho en la actividad 
mental particular y qué estructuras cerebrales constituyen su base 
neurona!. Estos dos problem as sólo pueden ser resueltos por com pa­
ración de todos los síntom as que aparecen en lesiones de un foco es­
trictamente localizado del córtex (o subcórtex), por una parte, y po r 
un vasto análisis del carácter de una alteración de este sistem a por 
lesiones cerebrales en diferentes lugares, por la otra. Consideremos 
un ejemplo para ilustrar este principio básico.
Como he dicho, la correcta realización de un movimiento com plejo 
requiere su organización espacial precisa o, en otras palabras, la es­
tructura del movimiento en un sistem a definido de coordenadas espa­
ciales. Esta condición es satisfecha por las porciones terciarias "viso - 
kinestésico - vestibulares" del córtex parieto - occipital, y la supresión 
de esta condición causa la desintegración del movimiento espacialm en­
te organizado. No obstante,

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