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El cerebro e ix acción (Segunda edición revisada) Prólogo d.el Dr. Carlos Ballús Traducido al castellano por Mercedes Torres. Original publicado por Mezhdunarodnaia Kniga, Moscú, U.ILS.S. con el título O c h o b h Heiíponcnxo;iornH © de la presente edición EDITORIAL FONTANELLA, S. A. Escorial, 50. Barcelona-12. 1974 Primera edición: noviembre 1974 Segunda edición: abril 1979 Printed in Spain - Impreso en España Industria Gráfica Ferrer Coll, S. A. Pje. Solsona, s/n. - Barcelona-14 Prólogo del autor a la edición, castellana Me encantó saber que m i libro sería publicado en castellano, lle gando de esta forma a los lectores de habla hispana. Durante las últimas décadas se ha desarrollado una nueva rama de la ciencia: la Neuropsicología. Esta rama tiene una doble importancia: se ocupa de los cambios en los procesos conductuales de los pacientes con lesiones locales del cerebro y de esta form a posibilita entender mejor la im portancia de cada zona, cortical y subcortical, del cerebro, en el rendim iento de los sistemas con funciones complejas que constituyen el sustrato de la con ducta humana. Esta es la razón por la que la Neuropsicología tiene una importancia básica para el fu turo desarrollo de la Psicología científica del hombre. De ahí el im portante impacto teórico de la Neuropsicolo gía en relación con las ciencias psicológicas. Pero la Neuropsicología también tiene una gran im portancia prác tica. El progreso de la Neurología y Neurocirugía hace que el diagnós tico precoz y bien localizado de lesiones locales del cerebro sea un problema m uy importante en la medicina moderna. Aquí la N europsi cología juega un papel m uy destacado. Los m étodos neur o psicológicos hacen posible analizar los síntom as de perturbación de las zonas del córtex más complejas y específicamente humanas, que hasta hace poco se suponía eran "zonas m udas” y que eran inaccesibles a la ex ploración neurológica ordinaria. Es un gran honor para m í y me causa un enorme placer la publica ción de este libro en castellano, la lengua de Ramón y Cajal y la de todos los lectores de habla hispana, que disfrutan de la im portante tradición científica de este destacado erudito. Quiero expresar m i más caluroso agradecimiento al traductor de este libro y a Editorial Fontanella, que se ha hecho cargo de su pu blicación. Moscú, abril de 1974. Prólogo Hasta hace unos años al estudio de la conducta hum ana se le hacía verdaderamente difícil orientarse en este complejo campo del saber. Ello se debía a que lo psicología, en ciertos aspectos tan antigua como el hombre, en otros — aquellos tan recientes que corresponden a su vertiente de ciencia experimental— era una ciencia joven y, com o tal, faltada de un núcleo suficientem ente coherente de conocim ientos y sin la estructuración de otras ciencias. De entre la inform ación, un tanto pintoresca a veces, de que se disponía resultaba arduo discernir las aportaciones sólidas y magistrales de aquellas otras triviales e inconsistentes, más abundantes en m uchos ámbitos que las primeras. Era difícil, en una palabra, hacerse con una formación básica desde la que aventurarse por caminos más o menos de fiar en el estudio o investigación psicológica. Han pasado años. Hoy en día, el adjetivo joven le sienta cada vez menos a la psicología, aun a aquella de base experimental con un siglo casi en su haber, im portantes aportaciones en su trayectoria que la han perm itido plantearse desde diferentes ángulos cuestiones funda mentales con ayuda de los im portantes recursos tecnológicos que ha recibido en los ú ltim os decenios, tanto por la vertiente de la llamada psicología experimental, como de la psicología de base organísmica (fisiológica, neurofisiológica, bioquímica, etc.), sin olvidar el apoyo que representan los nuevos m étodos de verificación m atem ático - esta dísticos. Ante tal situación cabe preguntarse si resulta, en la actualidad, más fácil y asequible orientarse en el estudio de la psicología. Por nuestra parte contestamos que sí, dado que se dispone de m edios materiales, centros, institutos, departam entos, publicaciones y bibliotecas espe cializados, laboratorios y técnicas de que antes prácticam ente no se disponía. Pero contestam os que no, en cuanto seguimos sin contar con una unidad de conocim ientos y puntos de partida básicos para aden tram os en el estudio de la conducta humana, seguimos sin definicio- nes y conceptos operables o al menos unívocos, sin tan sólo una ter minología bien establecida que nos perm ita a cada uno de nosotros hablar de lo mismo. Cualquiera puede hacer la prueba de leer un texto de psicología escrito, por ejemplo, por un autor enraizado en una escuela de orien tación sociaL otro que lo haya sido por un autor de orientación psico- dinámica v un tercero escrito por un nsicólopo conductista. Aunque los tres tuvieran el m ism o título, a buen seguro que no sólo el en foque conceptual global de cada obra, sino las materias ob jeto de estu dio y, lo que es más sorprendente todavía, su terminología presenta rían notables diferencias, cuando no contradicciones, con el gravamen de que lo supuesto para estas tres escuelas se repetiría, m uy probable m ente, con otras orientaciones psicológicas aparte las citadas. Ante este com plejo panorama de la psicología actual — y otro tanto podría decirse de la psiquiatría y de otras ciencias del hom bre—> pa norama al que no negamos aspectos com prensibles y aun productivos, estamos cada vez más necesitados de una labor de selección, aerifica -. ción v sistematiz.aciórL-d e los conocimientos psicológicos hasta el presente acumulados. Para ello se precisan, por una parte, libros de puesta al día y revi sión crítica de las hipótesis y experiencias de las distintas orientacio nes y sistem as en boga, escritos por expertos a prueba dé partid ism o de escuela, en los que se salvara cuanto la experiencia y los conoci m ientos actuales de las ciencias del hom bre perm itan salvar y, en cambio, se desestimara cuanto se haya dem ostrado estéril, erróneo o nocivo para la salvación de dicho conocimiento. Asim ism o, dentro de cada línea o enfoque conceptual de la conducta humana, debe aspirarse a que los trabajos y libros que sobre nuevas perspectivas y campos de investigación vayan apareciendo respondan en su base, en su planteam iento hipotético y en su diseño a las m íni mas exigencias metodológicas, sobradamente conocidas. N o debe ol vidarse que hoy disponemos, en térm inos generales, de m edios que perm iten trabajar debidam ente en m últiples campos de la conducta individual y social, pudiendo superarse de una vez las h ipótesis gra tuitas y dejarse de repetir argum entos de una herencia psicológica que se derrum ba al prim er envite crítico que recibe. Finalmente, necesitamos libros en los que sea Dátente un enfoque interdisciplinario. Se ha dicho, con razón, que la psicología y 10 que es más toda la ciencia tienden a ser más interdisciplinarias y m ás uni tarias. Ahora bien; tal com o otrora, en años ciertam ente no lejanos, se repetía hasta la saciedad que era necesario estudiar al hom bre desdz un enfogue antropológico unitario y holístico, bajo el que toda alusión ñor separado a lo som ático o a lo psíquico eran puros artefactos di- dácticos o herencia, al menos en varte , del pensam iento cartesiano, pero llegado el m om ento de plantear problemas v soluciones se caía sistemáticamente en la p en d ien te de la vsicoeénesis o de^ta~somato- génesis, también, en lo que a la ínterdisciplinariedad se refiere, cae mos, con frecuencia, en análogo escollo. Es cierto que la conducta puede hacerse m ás\asequibleJy analiza ble a través de un enfoque interdisciplinario, pero no loes menos que, salvo aleccionadoras excepciones, el psicólogo conductista, el psicoa nalista, el caracterólogo o el investigador de orientación neurobioló- gica entre otros trabajan cada uno cuidando con afán el desarrollo de sus propias concepciones, desconociendo a m enudo y aun despreo cupándose de lo que hacen sus vecinos. De esta form a, puede darse el caso de que unos estén levantando serios edificios conceptuales o experimentales sobre puntos de partida que otros ya hayan superado, o que se empeñen en explicar por áridos y estériles senderos aquello que por otras veredas ya se ha vislum brado o resuelto. Aunque en ello jueguen consabidos factores personales y hábiles de aprendizaje, no debe menospreciarse tampoco que la subestructura académica en que nos movemos con sus estancos y com partim entos, en los que cada uno se cobija voluntaria o involuntariam ente, d ism i nuye las oportunidades para situaciones de encuentro m ultidim en- sional. De esta suerte ocurre con m ínim a frecuencia que nos sentem os en torno a una mesa para conocer primero, plantear y d iscutir después aquello que otros m ejor conocen sobre un tema o un problema que a todos nos interesa y frente a cuya solución cada uno suele salvarse por donde puede procurando, eso sí, que los propios credos científicos no se vean debilitados o invalidados. Obvio resulta decir, por otra parte, que el enfoque interdisciplina rio choca, ciertamente, con las dificultades de lim itación de conoci m ientos a que el enorm e desarrollo de la ciencia y de la técnica nos han conducido en los últim os lustros. Así, nos encontram os con que el pensador de form ación filosófica, el psicólogo, el ingeniero, el pe dagogo, el biofísico, el neurocirujano o el sociólogo y tantos otros, cuando se encuentran para un trabajo en equipo, parten solam ente de unos puntos parciales de conocim iento com ún y sólo con un gran esfuerzo pueden adentrarse en la discusión interdisciplinaria a que nos referimos. Y es que hemos llegado a una absoluta incapacidad, para un cerebro hum ano normal, de abarcar y asimilar no ya distintos campos de la ciencia, sino las distintas especialidades de una m ism a rama científica, lo que constituye como es sabido una de las preocu paciones más im portantes de quienes se ocupan 4 e la com unicación científica. Cuanto hasta aquí se ha dicho viene perfectam ente a tono con el libro que nos cabe el honor de prologar. Como el lector, posiblem ente, sabe se trata del prim er libro reciente e im portante publicado en nues tro país del em inente científico ruso A. R. LURIA, Profesor de Psico logía de la Universidad de Moscú y poseedor, entre otros m uchos títulos, del de M iembro de la Academia de Ciencias Pedagógicas de la U.R.S.S. Estos suscintos y escogidos datos que citam os del Prof. LU RIA, a decir verdad, corresponden excepcionalm ente al autor de un libro como EL CEREBRO EN ACCIÓN con el índice de m aterias que en el m ism o consta. Ello constituye una prueba clara de que se trata de uno de los libros que, como decíamos en párrafos anteriores, necesita la psicología de nuestros días. En tal sentido podem os afirm ar que EL CEBJBBRO EN ACCIÓN aporta una síntesis sobre im portantes aspectos de la Neuropsicología en los que, desde hace años, viene trabajando el autor y sus colabora dores, centrados principalmente en lo que concierne a la descripción de las tres unidades fu ncionales cerebrales reguladoras, respectiva- m ente, clel tono y alerta, de la recepción, análisis y almacenaje de la inforrnación yLdñla^programación_, regulación y verificación de la acti vidad. así como de sus interacciones. Pero, jun to a ello, el autor presenta una selección de investigacio nes dirigidas a explicar los m ecanism os cerebrales que están en la base de las funciones psíquicas o, en otros térm inos, de los procesos de la conducta normal o patológica, anortando datos v experiencias de un máximo rigor acerca de la organización y funciones de los lóbu- los cerebrales y de actividades m entales sin téticas cuales son per cepción, m ovim iento, atención, memoria, lenguaje y pensam iento, ofreciendo un ejemplo, difícilm ente superable, de lo que es un tra bajo serio y profundo de investigación en neuropsicología y psicología, aun aceptando que en determ inados aspectos y áreas de estudio los resultados no puedan considerarse plenam ente satisfactorios n i de finitivos. En últim o término, debem os subrayar otro aspecto altam ente sig nificativo de esta obra: su carácter aglutinante de enfoques y su orien tación interdisciplinaria. En efecto; em parentado con la línea concep tual de psicólogos y pedaeoeos rusos va clásicos, tan conocidos com o Vygotsky y Leontiev, afrontando problem as psicológicos in q u ie ta n te s para los psicologías de todas las épocas, A. LURIA, con su form ación polifacética, consigue hablar y analizar en términos neur o psicológicos problemas cruciales de la pedagogía, lo m ism o que habla en térm inos psicológicos o pedagógicos de sus elaboradas investigaciones neuropsi- cológicas, interesando en todo m omento. Por si ello fuera poco habla con datos, casi siempre de acuñación propia, sin concesiones ni gratui- dades a sí m ism o ni a los demás; habla también, sin fronteras, cotejan do sus investigaciones y las de sus conciudadanos, desde B echterew hasta los colaboradores del In stitu to del Cerebro de Moscú, con los datos y resultados de los grandes investigadores del m undo occidental desde Papez, Gelb, Hebb, Penfield, Goldstein, Lorenz, Tinbergen y Subirana, para citar sólo unos pocos, hasta los de K. H. Pribram quien encabeza las páginas de la versión inglesa de este libro con un ejem plar vróloeo crítico v amical. EL CEREBRO EN ACCIÓN es, pues, un libro que necesitam os los psicólogos actuales y cuantos nos interesamos por la conducta hum ana normal o patológica y que nos ofrece con acierto y esfuerzo, que deben agradecerse, EDITORIAL FONTANELLA. He aquí un libro para aprender psicología de hoy, anticipándose a la del futuro. Dr. C . B a l l ú s Profesor Agregado de Psicología de la Universidad de Barcelona. Barcelona, agosto 1974. Prefacio A través de las décadas los psicólogos han estudiado el curso de los procesos m entales: de la percepdum y la mrmorin_ del lpngnajp y el pensamiento, de J a organización dpi movjmipnto y de la .acción. Cientos de cursos para estudiantes universitarios se han preparado y miles de libros se han publicado duran te este período de intensa acti vidad para enseñar y describir el carácter de los procesos gnósticos del hombre, del lenguaje y de la conducta activa. Su intenso estudio, en el contexto de las ciencias conductuales, ha proporcionado inform a ción de valor inestim able y ha dado im portantes datos sobre la natu raleza de las leyes científicas que gobiernan estos procesos. Sin embargo, un aspecto muy im portante de este problem a ha per manecido sin explicar: ; cuáles son los~ mecanismos- cerebrales en los que se basan estos procesos? Los procesos gnósticos y las acciones motivadas del hombre ¿son el resultado del trabajo de todo el cerebro como una sola entidad, o bien el "cerebro en acción" es en realidad un complejo sistema funcional que agrupa varios niveles y diversos com ponentes, cada uno de los cuales aporta su propia contribución a la estructura final de la actividad m ental? ¿Cuáles son los mecanism os' reales del cerebro que yacen en la base de la percepción y de la memo ria, del lenguaje y del pensam iento, del moviminto y de la acción? ¿Qué ocurre en estos procesos cuando partes individuales del cerebro dejam de funcionar norm alm ente o son destru idas por enferm edad? Las respuestas a estas preguntas no sólo serían de gran ayuda para el análisisde la base cerebral de la actividad psicológica hum ana, sino que además nos acercar ían mucho más a la com prensión de la estruc tura interna de la actividad mental, favorecerían el estudio de los com ponentes de cada acto m ental, y de esta form a perm itirían el comienzo de la larga pero recom pensadora tarea de reconstruir la ciencia psico lógica sobre fundam entos nuevos y realistas. El propósito de este libro es trae r esta tarea a la atención del lec tor. In ten ta describir de modo m ás sucinto posible los resultados ob tenidos por el au tor y sus colegas duran te r asi cuaren ta años de inves- •i, T tigación y proporcionar al estudiante y al graduado una relación de los hechos básicos deJa-neuropsicología. esta nueva ram a de la ciencia. El libro comienza con un breve análisis de las principales fuentes de los hechos científicos usados por el investigador al estudiar el ce rebro, su estructura y su organización funcional, y con una relación de los principios básicos de la investigación neuropsicológica. La parte principal del libro describe lo que se conoce hoy sobre los sistem as individuales que form an el cerebro hum ano e inform a sobre el papel de las zonas individuales de los hem isferios cerebrales en la tarea de proporcionar las condiciones necesarias para que tengan lugar las form as superiores de actividad m ental. En la parte final del libro, el au to r analiza la organización de la percepción y de la acción, de la atención y de la mem oria, del lenguaje y de los procesos intelectuales, e in tenta encajar los hechos obtenidos en los estudios neuropsicoló- gicos de sistem as cerebrales individuales dentro ¿le su lugar adecuado dentro del gran diseño de la ciencia psicológica. Por supuesto, todas las secciones de la neuropsicología no reciben el mismo tratam iento en este libro, y parte de ellas, como la sección que tra ta de las partes mediales del córtex y de las funciones de los hem isferios subdom inantes (para la que aún no se ha recopilado su ficiente m aterial), sólo pueden se r tra tadas superficialm ente. No obs tante, el au to r confía en que el libro, en su estado actual, resulte ú til en particu lar a los psicólogos, neurólogos y psiquiatras, para quienes el estudio de los mecanismos cerebrales de la actividad hum ana com pie ja es un tem a del m ayor interés. ORGANIZACIÓN FUNCIONAL Y ACTIVIDAD MENTAL El interés científico en el estudio del cerebro, como órgano de la actividad mental, se ha agudizado considerablem ente en las pasadas décadas. El cerebro humano, este tan sofisticado instrum ento, capaz de re flejar las complejidades e intrincaciones del m undo que nos rodea, ¿cómo está construido, y cuál es la naturaleza de su organización funcional? ¿Qué estructu ras o sistem as cerebrales generan esas com- pleias necesidades e intenciones que distinguen al hom bre de los ani- males? ¿Cómo están organizados esos procesos nerviosos que nos capa citan para analizar y alm acenar inform ación del m undo exterior, y cómo están construidos estos sistem as que program an, regulan y des pués verifican esas com plejas form as de actividad m ental que van dirigidas a la consecución de metas, cum plim iento de designios y reali zación de planes? Estas cuestiones no se p lanteaban tan vivamente una generación antes. En aquella época la ciencia se contentaba con trazar una ana logía entre el cerebro y una serie de sistem as reactivos y dirig ir por completo sus energías hacia la representación del cerebro como un grupo de esquemas elem entales, que com prendían los estím ulos afe rentes del mundo exterior y las respuestas dadas a estos estím ulos. Esta analogía del cerebro, con una serie de mecanism os que respon den pasivamente, y cuyo trabajo estaba totalm ente determ inado Dor la experiencia pasada, se considera adecuada para la explicación cien tífica de su actividad. En las décadas siguientes, la situación cambió radicalm ente. Ha quedado suficientemente claro que el com portam iento hum ano tiene u n carácter activo, aue no está determ inado solam ente por la expe riencia pasada, sino tam bién por los planes y designios que form ulan el futuro, y que el cerebro hum ano es un notable instrum ento que no sólo puede crear estos modelos del fu turo , sino adem ás subord inar su conducta a ellos. Al mismo tiem po, ha llegado a ser evidente que no se puede perm itir que el reconocim iento del decisivo papel jugado por tales planes y designios, estos esquem as para el fu tu ro y los program as por los que son m aterializados, permanezcan fuera de la esfera del conocimiento científico, y que los mecanismos en los que se basan pueden y deben ser objeto de análisis determ inistas y de explicación científica, como todos los dem ás fenómenos y asociaciones del m undo objetivo. Esta tendencia a crear m ecanism os en los que el futuro e jerce su influencia sobre el com portam iento presente, ha conducido al enun ciado de algunas hipótesis fisiológicas muy im portantes, y los esque mas de Anokhin de "excitación anticipatoria ,, o la "correlación en tre el trab a jo m otor y su realización” de Bernstein, así como las ideas de T.O.T.E de Pribram fueron signos del radical aum ento de in te rés en la ciencia de la fisiología, que comenzó a reconocer como su propósito fundam ental la creación de una nueva "fisiología de la activ idad”. La base teórica de la ciencia del cerebro tam bién ha experim entado un cambio radical. Si bien duran te muchas décaflas la teoría del cere bro se basaba en conceptos que asem ejaban su activ idad a la de ciertos conocidos modelos mecánicos, y su propósito parecía ser el de explicar el trabajo del cerebro po r analogía con una cen tra l telefónica o un cuadro de control, los in tereses actuales de la ciencia han tendido a moverse en dirección opuesta. El cerebro hum ano ha llegado a ser considerado como un sistem a funcional alt n m pn tp rnm plpj r> y de construcción única q u e_ traba ja sobre los nuevos principios. E stos principios nunca pueden se r rep re- sentados por analogías m ecánicas con un in strum en to tan sofisticado, y su conocim iento debe u rg ir al investigador a tra za r nuevos esquem as m atem áticos que reflejen realm ente la actividad del cerebro. Es por esto que el estudio de los principios intrínsecos que gobier nan el trabajo del cerebro —a pesar de la dificultad de su com pren sión— ha llegado a ser la fuente de nuevas construcciones, y la nueva disciplina de la biónica, no sólo ha prohibido al investigador la in ter pretación del trabajo del cerebro a la luz de conocidos esquem as me cánicos, sino que, por el con trario , para com prender los nuevos p rinci pios, le ha im pulsado a buscar fuentes en el estudio del cerebro , capaces de influir por sí m ism as en el desarrollo creativo de las m a tem áticas y la tecnología. El estudio de las leyes que gobiernan el trab a jo del cerebro como órgano de la actividad m ental es un problem a tíiuy difícil y com plejo que, obviam ente, no será resuelto m ediante la invención especulativa de esquem as que únicam ente pueden acom odarse a esta im portan te ram a de la ciencia y que, si bien aparentem ente proporcionan una solu ción a los más difíciles problemas, de hecho se convierten fácilm ente en un obstáculo para un u lterior progreso en este campo. E sta es la razón por la que docenas de libros que tratan sobre "m odelos del ce rebro" o "el cerebro como una com putadora”, realm ente no ayudan sino que más bien "estorban” el avance del verdadero conocim iento científico del cerebro como el órgano de la mente. El verdadero progreso en este im portante campo no debe ocurrir, como es natural, con demasiada rapidez, pues de o tro modo el cono cimiento real será sustituido poresquemas prem aturos que, aunque hoy parezcan tentadores, m añana estarán olvidados por carecer de base. El progreso debe basarse, desde luego, en fjprhnc rpalps, en la adquisición de conocimiento real, en el resultado de observaciones es crupulosam ente realizadas en num erosos y difíciles cam pos de la cien cia: morfología y fisiología, psicología y medicina clínica. Tal progreso requerirá, como es natural, tiempo, y la últim a m eta será alcanzada por etapas, aportando cada una su propia contribución a la solución de este problem a tan difícil. Hace ahora casi un cuarto de siglo que apareció el famoso libro de Grey W alter "E l cerebro viviente" en el que por p rim era vez se hace un intento de encontrar una explicación de los m ecanismos ínti mos de la actividad del cerebro hum ano en térm inos aplicables a la moderna electrofisiología y se expresan hipótesis (algunas confirm adas, o tras aún son conjeturas del autor) referentes a las form as básicas de la vida del cerebro y a los principios básicos que gobiernan su fun cionamiento. Varios años después de este acontecim iento aparece un segun do libro de la plum a del em inente anatom ista y fisiólogo H. Magoun: "El cerebro despierto”. Este libro registra el prim er in tento de apro ximación al cerebro en base a los últim os estudios anatóm icos y neu- rofisiológicos, como un sistem a responsable de la vigilia, del estado activo, la m ás im portante condición para todas las form as de conducta del ser vivo. La im portancia del libro de Magoun, que generaliza los logros de un considerable grupo de brillantes investigadores —Moruz- zi, Jasper, Penfield y o tros— no debe sobreestim arse. Con su aparición, el cerebro del hom bre y del anim al dejó de ser considerado como un aparato puram ente em isor de respuestas pasivas, y po r ende se dieron los prim eros pasos en su reconocim iento como un sistem a activo, despierto. Aunque dicho libro descubrió los m ecanism os yacentes en la base de la vigilia, no intentó analizar las form as fundam entales de actividad fisiológica humana concreta. Cuestiones como los mecanismos funda m entales de la actividad (percepción y pensam iento), del lenguaje y la comunicación social, de la formación de plan¡es y program as de conducta y de la regulación y control de su realización activa y o tros problem as de esta am plia gama no fueron discutidos o tom ados en consideración en las num erosas investigaciones en las que se basaba el libro. Sin embargo, gradualm ente fueron recogiéndose en diversos cam pos de la ciencia hechos que podrían perm itir un acercam iento a la solución de sus problem as y establecer fundam entos de una ciencia del cerebro como órgano de la actividad m ental concreta. Una aproximación al análisis de estos hechos ha sido posible a tra vés del progreso realizado en la m oderna psicología científica, una disciplina cuyo propósito es describir la estru c tu ra de la actividad hu mana y explo rar en profundidad la estruc tu ra funcional de la per cepción y de la memoria, dfí_la actividad intelectual V del lenguajg, del movimiento ju le .la acción, y su form ación ontogenética. Una gran riqueza de aportaciones se ha obtenido gracias a la m oderna neuro logía clínica y a la neurocirugía. Los avances en estos cam pos han posibilitado el estudio detallado de cómo se alteran las form as a lta m ente complejas de la conducta en lesiones locales del cerebro. Una contribución sustancial al éxito en la solución de estos problem as se ha realizado gracias a la creación de lá y^íTro^sicdlósíá^ ana nueva ram a de la ciencia cuyo fin único y especm co es investigar el papel de los sistem as cerebrales particulares en las form as com plejas de ac tividad mental. Como resultado de estos progresos se ha hecho posible la p repara ción del presente libro, que su au tor ha decidido llam ar "E l cerebro en acción". Su propósito es generalizar las ideas m odernas referentes a la base cerebral de la com pleja actividad de la m ente hum ana y estu- d iar los sistemas del cerebro oue particiüan en la construcción de la percepción y la acción, del lenguaje y la inteligencia, del m ovim iento y la actividad consciente dirigida a una meta.i Este libro está basado en m aterial recogido por su au to r du ran te un largo período de trabajo como neuropsicólogo, que cubre m ás de cuarenta años, enteram ente dedicado al estudio de ^pacientes -ConJLg- siones locales del cerebro». Esto explica el hecho de que una gran parte del libro se refiera al anáfisis de cambios que aparecen en la conducta hum ana debido a lesiones locales del cerebro. tEn las pasadas décadas la neuropsicología se ha convertido en un im portante cam po ^ ie jne- dicina practica, jcon la consiguiente introducción de nuevos m étodos que facilitan el diagnóstico toDolóeico precoz v más exacto, de lesiones, locales en el cerebro» Al mismo tiempo, sin embargo, tam bién se ha convertido en un poderoso instrum ento para la revisión de nuestros conceptos fundam entales de la estructura interna de los procesos psicológicos, y un factor prim ordial conducente a la creación de una teoría de la base cerebral de la actividad mental del hombre. El principal propósito de este libro es p resen tar recopilados los hechos disponibles en el presente estado de nuestro conocim iento con la completa convicción de que este conocimiento puede cam biar sus tancialm ente en las etapas futuras. I. Lesiones locales del cerebro y localización de funciones El estudio neurológico de las lesiones locales del cerebro puede, con toda justificación, considerarse como el principal origen de los conceptos modernos de la organización funcional del cerebro como órgano de la actividad mental. En este capítulo harem os especial hin capié en los conocimientos que conlleva este estudio. Prim eras soluciones El intento de exam inar los procesos mentales com plejos en fun ción de áreas locales del cerebxo empezó ya hace mucho tiempo. Ya en la Edad Media, filósofos y naturalistas consideraban que las "fa cultades” mentales podían estar localizadas en los "tres ventrículos cerebrales” (fig. 1), y en el comienzo del s. xix el conocido anatom ista JDejpotétttó aíe lenlítíue Fig. 1. — Diagrama de los “tres ventrículos cerebrales”. GalL quien describió por prim era vez la diferencia en tre sustancia blanca y sustancia gris del cerebro, sostuvo con convicción que las "facultades” humanas están situadas en áreas particulares y estric ta mente localizadas del cerebro. Si estas áreas están particu larm ente bien desarrolladas conducirán a la formación de prom inencias en las correspondientes partes del cráneo, y la observación de estas prom i nencias puede, por tanto, utilizarse para determ inar diferencias indi viduales en las facultades hum anas. Los m apas "frenológicos” de Gall (fig. 2) fueron intentos para proyectar, sin basarse en hechos, la "psicología de las facultades” muy en boga po r aquella época, y, por tanto, fueron rápidam ente olvidados. A estos estudios siguieron in ten tos para distinguir zonas funcionales del córtex cerebral sobre la base de observaciones positivas en los cambios del com portam iento hum a no, ocurridos después de lesiones locales del cerebro. Las observaciones clínicas sobre las secuelas de lesiones cerebrales empezaron hace muchos años; incluso en una etapa tem prana se des cubrió que una lesión del córtex m otor conducía a una parálisis de los miembros del lado opuesto, una lesión de la región postcen tral del córtex conduce a una pérdida de la sensación de la p a rte opuesta del cuerpo, y lesiones en la región occipital del cerebro ocasionan una ceguera central. El verdadero nacim iento de la investigación científica de las -alte- raciones de procesos m entales Duedesituarse con toda iusticia eiL el año 1861. cuando el joven anatom ista francés Paul Broca tuvo ocasión de describir el cerebro de un paciente que, duran te m uchos años, ha bía sido observado en la Salpétriére con una im portante alteración del lenguaje m otor (expresivo) y m ostró que el tercio poste rio r del eiro frontal (inferior) del cerebro del Daciente estaba destruido. Varios años después, como resultado de observaciones adicionales, Broca pudo obtener información m ayor y más precisa, y m ostrar aue el len- guaie m otórico está asociado con una región localizada del cerebro, concretam ente el tercio posterio r del giro fron tal inferior izquierdo. Así, Broca postuló que el tercio posterior del giro frontal inferior iz quierdo es "el centro de las imágenes m otoras de las palabras” y que una lesión de esta región lleva a un tipo característico de pérd ida de lenguaie expresivo, que él originalm ente llam ó "afem ia” y, m ás tarde, "afasia”, térm ino que todavía se utiliza hoy día. El descubrim iento de Broca fue im portan te por dos razones. Por un lado, po r prim era vez había sido "localizada*' una función m ental com pleja en una parte precisa del córtex y esta "localización” —lejos de las fantasías de Gall que una generación anterior a B roca había esperanza presente futuro cualidades mentales superiores confidencia curiosidad r facultades mentales idealistas perfeccionism o refinamiento — imitatividad r----- a) gesticulación b) mimetismo agresividad agudeza — causalidad m edida del tiempo m odulación del sistem a de cálculo estim ación numérica facultades creativas agudeza habilidad atracción al vino*. instintos alimentarios _ atracción hada la comida am bición indepen dencia ._______ agresividad prudencia amistad am or familiar sociabilidad valentía pugnacidad instintos sexuales y matrimoniales amor sexual sentim ientos paterno y materno amor a los niños amor a los anim ales consciencia justicia auto estima am bición prudencia m odestia reserva reticencia cortesía sentim ientos de protecc ión am istad sociabilidad auto-defensa valentía pugnacidad ’ a m o r sexual instintos destru ctivos —a m o r a la vida ----- atención sentim ientos superiores autoestim a tem or ___ instintos adquiridos adhesión cautela frugalidad lealtad devoción am or al hogar patriotismo instintos dom ésticos Fig. 2. — Mapa frenológico de Gall. intentado establecer una base científica para su "frenología” (una doc trina de la localización de facultades com plejas en áreas localizadas del cerebro)—, descansaba sobre una base de héctios clínicos. Por otro lado, este descubrim iento m ostró por p rim era vez la radical diferen cia entre las funciones de los hem isferios cerebrales derecho e izquier do, identificando el hem isferio izquierdo (en personas d iestras) como el hem isferio dom inante en el que estaban com prendidas las m ás im portantes funciones del lenguaje. Una simple década fue suficiente p a ra revelar el provechoso des cubrim iento de Broca:; en 1873, el p siqu ia tra alemán Cari W ernicke describió casos en que una lesión de o tra parte del cerebro, en este caso el tercio posterior del giro tem poral superior izquierdo, ocasionó un cuadro igualmente claro pero ahora de carácter opuesto, pérdida de la habilidad para com prender el lenguaje audible, m ien tras que el lenguaie expresivo (m otórico) perm anecía relativam ente inalterado. Continuando el cam ino iniciado por Broca, W ernicke expresó la creen cia de que el tercio posterior del giro tem noral sunerior izquierdo es el “centro de las imágenes sensoriales de las palabras” o, como él expresó en aquel tiempo, el centro de la com prensión del lenguaje (W ortbegriff). El descubrim iento del hecho de que form as complejas de actividad m ental pueden ser consideradas como funciones de áreas locales del cerebro, o, en o tras palabras, que pueden ser localizadas en limitadas regiones del córtex cerebral como las funciones elem entales (movi m iento, sensación) despertó en la ciencia neurológica un entusiasm o sin precedentes y los neurólogos em pezaron a acum ular, con trem enda actividad, hechos para m ostrar que o tros procesos m entales com plejos son tam bién el resultado, no del trab a jo del cerebro como un todo, sino de áreas locales particulares de su córtex. Como resultado de este gran interés Dor la "localización" directa de funciones en zonas particulares del córtex cerebral, den tro de un corto espacio de tiempo (los "espléndidos se ten ta” ), se hallaron o tros "cen tros” en el cortex cerebral: un "cen tro para la escritu ra” en la par- parietal inferior izquierda) y un "cen tro para la escritu ra” en la par te posterior del giro frontal medio izquierdo. A éstos siguieron "un centro para el cálculo m atem ático”, un "cen tro para la lec tu ra” y un "centro para la orientación en el espacio”, seguidos po r una descrip ción de los sistem as de conexión en tre ellos. H acia el 1880, neurólogos y psiqu ia tras, fam iliarizados con la inci piente psicología de aquella época, pud ieron así d ibu jar "m apas fun cionales” del córtex cerebral, los cuales, según ellos creyeron, final mente resolvían el problema de la estructura funcional del cerebro como órgano de actividad mental de una vez para siem pre. La acum u lación de más material no interrum pió estos intentos, y la tendencia n lnmli7,qr nmrpcn-: psicológicos complejos en áreas locales del cere bro continuó durante más de medio siglo, con la adición de nuevos hechos tomados de observaciones sobre pacientes con lesiones cere brales locales producidas por heridas o hemorragias^ Estos intentos por parte de "estrictos localizacionistas", que obser varon cómo lesiones locales del córtex cerebral inducían la pérdida del reconocimiento de húmeros, dificultad para la com prensión de palabras y frases, incapacidad para reconocer objetos, alteraciones en la m oti vación o cambios de la personalidad, term inaron en una nueva serie de mapas hipotéticos de “localizaciones de funciones" en el córtex cerebral, insostenible ante cualquier análisis psicológico detallado de los síntomas observados. El más claram ente definido de estos m apas fue el que sugirió el psiquiatra alemán Kleist (1934), quién analizó una larga lista de casos de heridas en el cerebro producidas por tiro de fusil ocurridos durante la Prim era Guerra Mundial y, como resultado, localizó en partes específicas del córtex funciones tales, como "el es quema corporal”; "la comprensión de frases”, las "acciones construc ti vas, el hum or” e incluso "el ego personal y social” (fig. 3), y com o consecuencia presentó mapas que en principio diferían sólo m uy li geramente de los mapas “frenológicos'! de Gall. Estos intentos de localizar directam ente funciones m entales com plejas en áreas locales del cerebro fueron tan persistentes que, incluso en 1536, el conocido neurólogo americano Nielsen describió áreas lo calizadas que, en su opinión, eran “centros para la percepción de ob je tos animados"/, distinguiéndolas de otras áreas donde, en su opinión, se localizaba la percepción de "objetos inanim ados". La crisis Sería falso, sin embargo, suponer que el intento de localizar d irec tamente procesos psicológicos complejos en lesiones cerebrales loca les o, como generalmente se llam a el "localizacionismo estric to”, p e r maneció siendo la línea general de desarrollo del pensam iento neuro- lógico y que no encontró oposición natural en tre influyentes neuroló- logos. Ya en los albores de su desarrollo, en los "espléndidos se ten ta”. Broca y sus seguidores encontraron un poderoso oponente en la p e r sona delfamoso neurólogo inglés Hughlings Jackson, quien adelantó 20 Fig. 3. — Mapa de localización de Kleist. (a) Superficie lateral; (b) Superficie medial. la hipótesis de que la organización cerebral de los procesos m entales complejos debe abordarse desde el punto de vista del nivel de su cons trucción, más que de su localización en áreas particulares del cerebro. La hipótesis de Jackson, demasiado compleja para su época, no fue considerada y desarrollada hasta 50 años más tarde, cuando em ergió de nuevo en los escritos de eminentes neurólogos de la prim era m itad del siglo xx: Monakow (1914), Head (1926) y Goldstein (1927, 1944, 1948). Sin negar el hecho obvio de que "funciones” fisiológicas ele mentales (tales como sensación cutánea, visión, audición, m ovim iento) están representadas en áreas claram ente definidas del córtex. estos investigadores expresaron dudas válidas sobre la aplicabilidad de este principio del "localizacionismo estric to” a los mecanism os cerebrales de formas complejas de la actividad mental. Estos autores apuntaron con toda justificación al carácter com plejo de la actividad hum ana. Intentaron identificar sus características es pecíficas con el carácter semántico de la conducta (M onakow) con la "capacidad de abstracción” v la "conducta categorial” (Goldstein), y se sintieron im pulsados a expresar sus duelas de que estas "funcio nes” puedan estar representadas en áreas particulares del cerebro como funciones elementales de los tejidos cerebrales. Por consiguien te, postularon que los complejos fenómenos de "sem ántica” o "con ducta categorial” son el resultado de la actividad de todo el cerebro, más que el producto de trabajo de áreas del córtex cerebral. Las dudas sobre la posibilidad de estricta localización de los procesos m entales complejos condujo a estos autores, bien a separar los procesos m en tales de las estructuras cerebrales y a reconocer su especial "n a tu ra leza espiritual", posición adoptada hacia el fin de sus vidas investiga dores tan eminentes como Monakow y Mourgue (1928) v Sherrington (1934, 1942), bien a in ten tar dem ostrar que la ''conducta categorial” es el más alto nivel de la actividad cerebral, dependiendo más de la masa de cerebro involucrada en el proceso que de la participación de zonas específicas del córtex cerebral (Goldstein, 1944, 1948). Las dudas legítimas sobre la validez de la aproximación m ecanicista de los locali- zacionistas estrictos condujeron, po r tanto, bien a un resurgir de las tradiciones realistas de la aceptación de una naturaleza "esp iritua l” de los procesos m entales, bien al resurgir de o tras ideas sobre el cere b ro como entidad no diferenciada y del papel decisivo de su m asa en la ejecución de la actividad mental, que ha irrum pido repetidam ente a lo largo de la h isto ria del estudio del cerebro como órgano de la mente. (Flourens, 1824; Goltz, 1884 y Lashley, 1929). Mientras que la teoría mecanicista de los procesos m entales en áreas locales del cerebro condujo a la investigación de la base cerebral de la actividad mental hacia un callejón sin salida, las ideas "in tegra les” (o como son llamadas a veces noéticas) de lcJs procesos m entales está claro que no podían proporcionar la base necesaria para una pos terior investigación científica; antes bien preservaron las anticuadas ideas de la separación de la vida “espiritual” del hom bre y de la im posibilidad en un principio de descubrir su base material, o reavivaron ideas igualm ente obsoletas del cerebro como una masa nerviosa p ri mitiva e indiferenciada. N aturalm ente, esta crisis obligó a una búsqueda de nuevos caminos que condujeron al descubrim iento de los verdaderos m ecanism os cerebrales de las más altas formas de actividad m ental, reteniendo para este examen los m ism os principios científicos de investigación que se habían revelado eficaces en el estudio de las formas elem entales de procesos fisiológicos y que serían adecuados para el estud io de la actividad hum ana consciente, con su origen socio - histórico, y su com pleja estruc tu ra jerárquica] lis ta tarea requirió, po r un lado, la revisión rádical de la compren- .sión básica del término "funciones” y, por el otro, de los principios básicos que gobiernan su "localización". 4 RECONSIDERACIÓN DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS Para acercarse a la cuestión de la localización cerebral de la acti vidad m ental hum ana, el p rim er paso debe ser una revisión de los con ceptos básicos, sin la cual sería imposible resolver este problem a co rrectam ente. Vamos a rev isar prim eram ente el concepto de "función", seguirem os con una reconsideración del concepto de "localización”, y, finalm ente, con una revaluación de lo que es llamado el "sín tom a” o la "pérdida de función" en las lesiones locales del cerebro. Revisión del concepto de «función» Los investigadores que han examinado el problem a de la "locali zación” cortical de las funciones elem entales m ediante la estim ulación o exclusión de áreas locales cerebrales, han entendido el térm ino "fun ción” queriendo significar la función de un teiido particular. Tal in ter pretación posee una lógica incuestionable. Es perfectam ente natural considerar que la secreción de bilis es una función del hígado y que la secreción de insulina es una función del páncreas. Es igualm ente ló gico considerar la percepción de la luz como una función de los ele mentos fotosensibles de la retina y de las neuronas altam ente especia lizadas del córtex visual conectadas a ellos, y que la generación de los impulsos m otores es una función de las gigantescas células piram idales de Betz. Sin em bargo, esta definición no cubre todas las aceptaciones o usos del térm ino "función”. Cuando hablam os de la "función digestiva” o de la "función res piratoria” está claro que no puede entenderse como una función de un tejido en particular. El acto de la digestión requiere el transporte del alimento al estómago, la transform ación del alim ento bajo la acción del jugo gástrico, la participación de las secreciones del hígado y pán creas en este proceso, el acto de la contracción de las paredes del es tómago e intestinos, el recorrido del alim ento a través del tracto intes tinal y, finalmente, la absorción de los componentes transform ados de los alimentos a través de las paredes del intestino delgado. Ocurre exactam ente lo mismo con la función respiratoria. El últim o objeto de la respiración es el sum inistro de oxígeno a los alvéolos de los pulmones y su difusión a la sangre a través de las paredes de los alvéolos. Sin em bargo, para llevar a cabo este últim o propósito es ne cesario un complejo aparato m uscular que com prende el diafragm a y músculos intercostales, capaz de dilatar y contraer el tórax, y controla do por un complejo sistem a de estructuras nerviosas del tronco cere bral y centros superiores. Es obvio que este proceso completo se lleva a cabo no como una simple "función", sino como un sistema funcional com pleto que abar ca muchos com ponentes pertenecientes a diferentes niveles de los aparatos secretor, m otor y nervioso. Tal sistem a funcional (el térm ino fue introducido y difundido por Anokhin, 1935; 1940; 1949; 1963; 1968a; 1972) difiere no solam ente en la com plejidad de su estructura , sino también en la movilidad de sus partes componentes. La tarea original (restablecim iento de la hom eostasis alterada) y el resultado final (transporte de elem entos nutritivos a las paredes del intestino o de oxígeno a los alvéolos de los pulmones, seguidos de su absorción en el torrente sanguíneo), obviam ente perm anecen inalterados en cada caso (o, como algunas veces se dice, perm anecen invariables). Sin em bargo, el modo en que esta ta rea es ejecutada puede variar considera blemente.Por ejem plo, si el grupo principal de músculos que trabajan durante la respiración (el diafragm a) deja de actuar, los m úsculos in tercostales entran en función, pero si por una u o tra razón éstos están alterados, los m úsculos de la laringe se movilizan y el animal o perso na comienzan a tragar aire, que de este modo alcanza los alvéolos pulm onares por una ru ta com pletam ente diferente. La presencia de una tarea constante (invariable) ejecutada por m ecanism os variables (variantes), que llevan el proceso a un resultado constante (invaria ble), es una de las características básicas que distinguen el trabajo de todo "sistem a funcional”. La segunda característica distintiva es la composición compleja del sistem a funcional, que incluye siem pre una serie de impulsos aferentes (de ajuste) y eferentes (efectores). Este concepo de una "función” com o un com pleto sistem a funcio nal es una segunda definición, m arcadam ente diferente de la definición de una función como el funcionam iento de un tejido particular. Dado que los más complejos procesos som áticos y autónom os están orga nizados como "sistem as funcionales” de este tipo, este concepto puede ser aplicado con m ucha más razón a las "funciones” com plejas de la conducta. Esto puede ilustrarse haciendo referencia a la función del movi m iento (o locomoción), cuya detallada estructura ha sido analizada p o r el fisiólogo soviético Bernstein (1935; 1947; 1957; 1966; 1967). Los movimientos de una persona conducentes a cam biar su posición en el • . espacio, a golpear en un cierto punto, o a ejecutar c ierta acción nunca pueden tener lugar simplemente por medio de im pulsos eferentes, m o tores. Dado que el aparato locom otor con sus articulaciones móviles, p o r regla general tiene un número m uy elevado de grados de libertad y este número se m ultiplica a causa de los distintos grupos de articu la ciones que participan en el movimiento y cada estadio del movimiento cam bia el tono inicial de los m úsculos, el movimiento es en principio incontrolable sim plem ente por los im pulsos eferentes. Para que ocurra un movimiento debe haber una constante corrección del movimiento inicial m ediante im pulsos aferentes que dan inform ación sobre la posición del m iem bro que se desplaza en el espacio y del cambio del tono m uscular, para que durante su transcurso pueda efectuarse cual qu ier corrección necesaria. Sólo una estructura tan com pleja del p ro ceso de locomoción puede satisfacer la condición fundam ental del m antenim iento del trabajo invariable, su ejecución po r medios varia bles, y la consecución resultante de un resultado constante en v irtu d de estos medios dinám icos variables. E l hecho de que todo movimien to tiene el carácter de un sistem a funcional com plejo y que los ele m entos que lo ejecutan pueden ser de carácter in tercam biable es evi dente porque se puede obtener el m ism o resultado p o r m étodos to ta l m ente diferentes. En el conocido experimento de H unter, un ra tón alcanzó su m eta en un laberinto recorriendo una cierta ruta, pero cuando un elemen to del laberinto fue sustituido por un plato con agua, lo consiguió por movimientos natatorios. En algunas de las observaciones de Lashley, una rata entrenada para seguir una cierta pauta de movimiento cam bió radicalm ente la estructura de sus movimientos tras la extirpación del cerebelo o tras la división de la médula espinal por dos hemisec- ciones opuestas, de modo que ninguna fibra podía alcanzar la perife ria: en estos casos, la ra ta , aunque incapaz de reproducir los movi mientos aprendidos durante el entrenam iento, fue capaz de alcanzar su meta yendo patas arriba, de modo que el original trabajo m otor fue completado para la obtención del trabajo requerido. El mismo carácter intercam biable de los movimientos necesarios para conseguir una meta requerida puede verse tam bién claram ente si se analiza cuidadosam ente cualquier acto humano locomotor: alcan zar un blanco (que se hace con una diferente secuencia de movimien tos según la posición inicial del cuerpo), la manipulación de objetos (que puede ejecutarse m ediante diferentes secuencias de impulsos m otores) o el proceso de escribir, que puede ser llevado a cabo bien con un lápiz o pluma, con la mano derecha o la izquierda, o incluso con el pie, sin que por ello se pierda el significado de lo que se escribe o ni siquiera la caligrafía característica de la persona citada (Bems- tein, 1947). Aunque esta estructura "sistém ica" es característica de actos con ductuales relativam ente simples, es mucho más característica de for mas más complejas de actividad mental. Naturalm ente, todos los p ro cesos mentales tales como percepción y memorización, gnosis y praxis, lenguaje y pensam iento, escritura, lectura y aritm ética, no pueden ser considerados como “facultades” aisladas ni tampoco indivisibles, que se pueden suponer “función” directa de limitados grupos de células o estar “localizadas” en áreas particulares del cerebro. El hecho de que todos se form aran a través de un largo desarrollo histórico, que son sociales en su origen y complejos y jerárquicos en su estructura, y que estén todos basados en un sistem a complejo de métodos y medios, como ha m ostrado el trabajo del em inente psicó logo Vygotsky (1956, 1960) y sus discípulos Leontiev, 1959; Zaporozhets, 1960; Galperin, 1959; EIkonin, 1960, implica que las form as funda mentales de actividad consciente deben ser consideradas como siste mas funcionales complejos; consecuentemente, el acercam iento básico a su "localización” en el córtex cerebral debe cam biar radicalm ente. Revisión del concepto de «localización» N uestro examen de la estructura de los sistem as funcionales y de la funciones psicológicas superiores nos ha llevado, en particu lar, a contem plar de form a com pletam ente nueva las clásicas ideas de lo calización de la función m ental en el córtex humano. M ientras que las funciones elem entales de un tejido pueden, por definición, tener una localización precisa en grupos particulares de células, está fuera de toda duda que no ocurre lo mismo con la localización de los sistem as funcionales complejos en áreas lim itadas del cerebro o de su córtex. Ya hem os visto que un sistem a funcional tal como la respiración incorpora un sistem a de com ponentes tan lábil y com plejo que Pavlov, al discutir la cuestión de un “centro resp irato rio”, se vio obligado a reconocer que “si bien al principio creíam os que sería algo del tam año de una cabeza de alfiler den tro del bulbo raquídeo.........ahora ha de m ostrado ser extrem adam ente vago, que asciende al in terio r del cere bro y baja hasta la m édula espinal, y hasta ahora nadie puede trazar sus lím ites con exactitud” (149, vol. 3, pág. 127). N aturalm ente, el problem a se hace m ucho m ás com plejo si se tra ta de la localización de form as superiores de actividad m ental; las for mas superiores de los procesos mentales poseen una estru c tu ra p a r ticularm ente compleja; se establecen a lo largo de la ontogenia. In i cialmente consisten en una serie com pleta y extensa de m ovim ientos m anipulativos que gradualm ente se han condensado y han adquirido el carácter de “acciones m entales” in ternas (Vygotsky, 1956, 1960; Galperin, 1959). Por regla general, estas form as están basadas en una serie de dis positivos externos, tales como el lenguaje, el sistem a m ediante cifras de contar, form ados en el proceso de la h isto ria social, son m ediatiza das por ellos, y, en general, no pueden concebirse sin su participación (Vigotsky, 1956, 1960); están siem pre conectadas con imágenes del mundo exterior en com pleta actividad, y su concepción pierde todo su significado si se considera separada de estehecho. É sta es la razón por la cual las funciones m entales, como sistem as funcionales com plejos, no pueden localizarse en zonas restringidas del córtex o en grupos celulares aislados, sino que deben estar organizadas en siste mas de zonas que trabajan concertadamente, cada una de las cuales ejerce su papel dentro del sistem a funcional com plejo, y que pueden estar situadas en áreas com pletam ente diferentes, y, a m enudo, muy distantes del cerebro. Dos hechos, que distinguen claram ente esta form a de trab a jo del cerebro humano de las formas más elementales de trabajo del cerebro animal, son quizás las características más esenciales de este concepto “sistém ico’' de la localización de los procesos mentales en el córtex. M ientras que las formas elevadas de actividad consciente están basa das en ciertos mecanismos externos (buenos ejemplos son el nudo que hacemos en nuestro pañuelo para recordar algo im portante, una com binación de letras que escribimos para no olvidar una idea, o una tabla de m ultiplicar que usamos para operaciones aritm éticas), queda per fectamente claro que estos dispositivos externos o artificiales form a dos históricamente son elementos esenciales en el establecimiento de conexiones funcionales entre partes individuales del cerebro, y que, gracias a su ayuda, áreas del cerebro que antes eran independientes se vuelven componentes de un sistem a funcional único. Esto puede expresarse más vividamente diciendo que las medidas formadas histó ricamente para la organización del comportamiento hum ano atan nuevos nudos en la actividad del cerebro humano, y es esta presencia de nudos funcionales, o, como algunos científicos los llam an, "nuevos órganos funcionales” (Leontiev, 1959), lo que constituye una de las características más im portantes que distinguen la organización fun cional del cerebro humano de la del cerebro animal. Este principio de construcción de sistemas funcionales en el cerebro hum ano es lo que Vygotsky (1960) llamó el principio de "la organización extracortical de las funciones mentales com plejas”, implicando m ediante esta ex presión un tanto rebuscada que todos los tipos de actividad hum ana consciente se forman siempre con la asistencia de instrum entos auxi liares o dispositivos externos. La segunda característica propia de la "localización” de los proce sos superiores del córtex hum ano es que nunca perm anece constante o estática, sino que cambia esencialmente durante el desarrollo del niño y en los subsiguientes períodos de aprendizaje. E sta proposición, que a prim era vista podría parecer extraña, de hecho es bastan te na tural. El desarrollo de cualquier tipo de actividad consciente com pleja al principio se va extendiendo y requiere un cierto núm ero de dispo sitivos externos para ello y hasta m ás tarde no se va condensando gradualm ente y se convierte en una habilidad m otora autom ática. En las etapas iniciales, por ejem plo, la escritura depende de la memorización de la forma gráfica de cada letra. Se efectúa a través de una cadena de impulsos m otores aislados, cada uno de los cuales es responsable de la ejecución de un solo elemento de la estructu ra gráfica; con la práctica, la estructura de este proceso cam bia radical m ente y la escritura se convierte en una única "melodía cinética” que ya nunca más necesitará la memorización de la forma visual de cada le tra aislada ni de im pulsos m otores individuadles para hacer cada raya. La misma situación ocurre con el proceso-m ediante el cual el cambio para escribir un engram a altam ente especializado (como una firma) ya no depende del análisis del com plejo acústico de la palabra, o de la form a visual de sus letras individuales, sino que empieza a realizarse como una "m elodía cinética”. Cambios sim ilares ocurren tam bién durante el desarrollo de otros procesos psicológicos supe riores. En el curso de este desarrollo no es sólo la estructura funcional del proceso la que cambia, sino que tam bién lo hace, como es natural, su "organización” cerebral. La participación de las áreas auditivas y vi suales del córtex, esencial en las prim eras etapas de form ación de la actividad, no será ya necesaria en las posteriores etapas, y la actividad empezará a depender de un sistema diferente de zonas de trabajo con certado (Luria, S im ernitskaya y Tubylevich, 1970). El desarrollo de las funciones m entales superiores en la ontogeniay tiene aún o tra característica de decisiva im portancia para su organiza ción funcional en el córtex cerebral. Como dem ostró Vygotsky (1960) hace algún tiempo, du ran te la ontogenia no sólo cam bia la estructu ra de los procesos m entales superiores, sino tam bién sus relaciones entre sí, o, en otras palabras, su "organización interfuncional”. M ientras que en las prim eras etapas del desarrollo, una actividad m ental com pleja descansa sobre una base más elem ental y depende de una función "basal”, en períodos subsiguientes del desarrollo, no sólo adquiere una estruc tu ra más com pleja, sino que tam bién empieza a realizarse con la estrecha participación de formas de actividad estructuralm ente su periores. Por ejemplo, el niño piensa en térm inos de formas visuales de per cepción y memoria, o, en otras palabras, piensa por recopilación. En posteriores e tapas de la adolescencia o en la vida adulta, el pen sam iento abstracto con la ayuda de las funciones de abstracción y ge neralización está tan altam ente desarrollado que incluso procesos re lativam ente simples, tales como la percepción y la m em oria, son con vertidos en form as com plejas de anáfisis lógico y síntesis, y la persona en este punto comienza a percibir o recopilar mediante la reflexión. Este cambio de la relación en tre los procesos psicológicos funda m entales está destinado a guiar los cam bios de la relación en tre los sistem as fundam entales del córtex, sobre cuyá base estos procesos se llevan a cabo. Consecuentem ente, en el niño, una lesión de una zona cortical responsable de una forma relativam ente elemental de actividad mental (por ejemplo, el córtex visual) invariablemente da lugar, como efecto secundario o "sistém ico”, al desarrollo im perfecto de las estruc turas superiores superpuestas a dicha zona; en el adulto, en quien estos complejos sistemas no sólo se han formado sino que han llegado a ejercer una influencia decisiva sobre la organización de form as sim ples de actividad, una lesión de las áreas "inferiores" no es ya tan importante como lo podía ser en las prim eras etapas del desarrollo. Recíprocamente, una lesión de las áreas "superiores" conduce a la desintegración de las funciones más elementales, que ahora han adqui rido una estructura compleja y han empezado a depender íntim a m ente de las form as más altam ente organizadas de actividad. Ésta es una de las proposiciones fundam entales introducidas en la teoría de la "localización dinám ica” de las funciones mentales superio res por la ciencia psicológica soviética. Fue form ulada por Vygotsky en una ley que establece que una lesión de una zona particu lar del ce rebro en los prim eros pasos de la niñez tiene un efecto sistém ico sobre las áreas corticales superiores superpuestas a dicha zona, m ientras que una lesión de la misma región en la vida adulta afecta a las zonas inferiores del córtex, que ahora comienzan a depender de ellas. Esto puede ilustrarse por el hecho de que una lesión de las áreas secunda rias del córtex visual en las prim eras fases de la niñez puede conducir a un subdesarrollo sistémico de las zonas superiores responsables del pensamiento visual, m ientras que una lesión de estas mismas zonas en el adulto puede ocasionar sólo defectos parciales del análisis y sín te sis visuales, y deja inalteradas las formas más complejas depensa miento, formadas en una etapa anterior. Todo lo que se ha dicho sobre la estructura sistém ica de los p ro cesos psicológicos superiores obliga a una revisión radical de las ideas clásicas sobre su "localización” en el córtex cerebral. Por consiguiente, nuestra misión no es "localizar” los procesos psicológicos superiores del hombre en áreas lim itadas del córtex, sino averiguar, m ediante un cuidado análisis, qué grupos de zonas de trabajo concertado del ce rebro son responsables de la ejecución de la actividad m ental com pleja; qué contribución aporta cada una de estas zonas al sistem a funcional complejo; y cómo cambia la relación entre estas partes de trabajo concertado del cerebro en la realización de la actividad m ental compleja, en las distintas etapas de su desarrollo. Tal aproximación debe modificar la forma de trabajo práctico del psicólogo que in tenta estudiar la organización cerebral de la actividad mental. El intento de determ inar la base cerebral de un particu lar proceso de la m ente humana debe ser precedido por un cuidadoso es tud io de la estructura de este proceso psicológico cuya organización cerebral se espera establecer, y por la identificación de aquellos de sus com ponentes que puedan ser clasificados hasta cierto pun to entre sis tem as cerebrales determinados. Sólo trabajando de esta form a p ara ac la ra r la estructura funcional de los procesos psicológicos a estud iar, con la identificación de sus com ponentes y el posterio r análisis de su “situación” entre los sistemas cerebrales, se hallará una solución al viejo problema de la “localización” de los procesos m entales en el có r tex cerebral. Revisión del concepto de «síntoma» Las investigaciones clásicas acerca de la localización de las funcio nes mentales en el córtex, utilizando las observaciones sobre cam bios de com portam iento tras lesiones locales en el cerebro, partieron de la suposición sim plista de que una alteración de una función m ental particu lar (lenguaje, escritura, lectura, praxis o gnosis), originada com o resultado de la destrucción de una parte cerebral, es la p rueba d irecta de que esta “función” está “ localizada” en esta parte del cere b ro (ahora destruida). Los hechos examinados an terio rm ente obligan a un radical reexamen de estas ideas demasiado sim ples. Una alteración de la sensación general debe ind icar siem pre una lesión del giro postcentral de sus tractos, del mismo m odo que la pér d ida de parte del cam po visual debe indicar una lesión de la re tina , de los tractos ópticos o del córtex visual. En tales casos identificar el síntom a significa obtener inform ación concreta p a ra el diagnóstico típico de la lesión, y, a p a rtir de aquí, para la localización de la función en el sistema nervioso. Es un asun to com pletam ente diferente en los casos en que procesos m entales superiores están alterados en pa cientes con lesiones locales del cerebro. Si la actividad m ental es un sistem a funcional com plejo, que supo ne la participación de un grupo de áreas del córtex que trab a jan con certadam ente (y algunas veces, áreas del cerebro m uy d istan tes), una lesión de cada una de estas zonas o áreas puede conducir a la de sintegración de todo el sistema funcional, y de este m odo el sín tom a o pérdida de una función particular no nos dice nada sobre su “loca lización”. Para poder progresar desde el establecirhiento del síntoma (pér d ida de una función dada) hasta la localización de la actividad mental correspondiente, queda aún m ucho camino por hacer. Su parte m ás im portante es el detallado análisis psicológico de la estructura de la enfermedad y la elucidación de las causas inmediatas del colapso del sistema funcional, o, en o tras palabras, una cualificación detallada del sistema observado. Vamos a clarificar esto con un ejemplo. En el cuadro clínico de le siones locales del cerebro un síntoma observado muy frecuentem ente es la apraxia, cuando el paciente es incapaz de m anipular objetos en ciertas ocasiones. En la neurología clásica era suficiente concluir que la lesión estaba localizada en la región parietal inferior, considerada como "el centro de la praxis compleja", o, si la apraxia tom aba la forma de una dificultad en ejecutar un esquema de movimiento clara m ente representado, era una lesión localizada en áreas del córtex antepuestas a esta región. Nada puede ser más erróneo que tal idea y tal intento para "localizar” el síntom a de apraxia (y consecuentem ente la función de la "praxis”) en un área estricta del córtex. Tras las investigaciones de los fisiólogos (sobre todo el fisiólogo so viético Bem stein), quedó suficientemente claro que cualquier movi miento voluntario y, todavía más, cualquier movimiento manipulativo, debe ser un sistem a funcional complejo que supone un cierto número de condiciones, en cuya ausencia el movimiento no puede ejecutarse. Para llevar a cabo tales movimientos, la prim era condición esencial es su aferentización kinestésica, o, en otras palabras, el sistem a de im pulsos kinestésicos que llegan al cerebro desde el m iem bro en movi miento, y que indican el grado de tono m uscular e inform an de la po sición de las articulaciones. Si estos impulsos aferentes (cuya recep ción e integración es llevada a cabo por las áreas sensoriales generales en el córtex postcentral) no existen, el movimiento pierde su base aferente y los impulsos efectores que pasan desde el córtex a los músculos quedan virtualm ente incontrolados. Como resultado de este hecho, incluso lesiones relativam ente leves del córtex postcentral pueden conducir a una form a distintiva de "apra xia kinestésica, basada en la diferenciación del miembro en movimien to. Esta dolencia consiste en una alteración de los movimientos sutil m ente diferenciados como la incapacidad de situar la m ano en la po sición necesaria para la acción m anipulativa que va a ejecutar. Pero la presencia de la aferentización kinestésica esencial, por m uy im por tante que pueda llegar a ser, no es suficiente po r sí misma para la eje cución de la acción correspondiente. Cualquier movimiento, tan to si es un movimiento en el espacio como dar en un blanco o una operación manipulativa, siempre se efectúa en un cierto sistem a de coordenadas espaciales. Siem pre se lle va a cabo en un plano sagital horizontal o vertical y siem pre requiere la síntesis de estas aferentizaciones aviso - espaciales que, en esta ocasión es realizada por las zonas terciarias de la región parieto - occi pital del córtex, que reciben im pulso de los sistem as visual y vesti bular y del sistem a de sensación kinestésica cutánea. Si esta región del cerebro es afectada por una iesión que a lte re las síntesis espacia les, debe ocurrir una alteración de los m ovim ientos de tal com plejidad estructural. Sin embargo, la apraxia que aparece en estos casos es de carácter com pletam ente diferente y se m anifiesta principalm ente como una incapacidad para dar a la m ano ejecutante su necesaria posición espacial; el paciente comienza p o r tener dificultad para hacerse la cama, y a m enudo en vez de poner la m anta a lo largo de la cam a la si túa atravesada; no puede m antener el tenedor que sostiene en la di rección debida, moviéndolo a veces verticalm ente en vez de hacerlo horizontalm ente, no puede acerta r un objetivo correctam ente, y así sucesivamente. La apraxia espacial de este tipo difiere claram ente de la "apraxia kinestésica” descrita anteriorm ente, no sólo en su acción y estructura, sino tam bién en sus m ecanism os y en la localización de los efectos responsables de ella. Estos dos estados po r sí solos son insuficientes para la perfecta ejecución de un m ovim iento o acción. Cada acción consta de una ca denade m ovim ientos consecutivos, cada uno de cuyos elem entos debe ser desnervado tras su realización para así p e rm itir que el próxim o se lleve a cabo. En las etapas iniciales de form ación, esta cadena de ele mentos m otores es de carác ter discreto y cada elem ento m oto r re quiere su propio y p articu lar im pulso aislado. E n la form ación de un hábito m otor, esta cadena de im pulsos aislados se reduce y los m o vimientos com plejos comienzan a ser realizados como una única "m e lodía cinética”. Esencialmente, la organización cinética del m ovim iento es realizada por sistem as cerebrales com pletam ente d istin tos: por los ganglios basales en las prim eras etapas de filogénesis (las etapas de "sinergis- mo m otor” elem ental) y por las áreas p rem otoras del córtex en las últim as etapas de form ación de los hábitos m otores com plejos. Por esta razón, cuando estas áreas del córtex son afectadas po r lesiones patológicas, tam bién aparece la apraxia, pero esta vez es una “apraxia cinética”, m anifestada com o la incapacidad de sin tetizar los elem entos motores en una única y consecutiva melodía, como la dificultad de enervar un elem ento del m ovim iento al com pletarse, y en pasar con facilidad de un elem ento m otor al siguiente. La estructura de esta apraxia cinética” difiere significativam ente de las form as de apraxia descritas previamente, y el origen local de estos síntom as es bien di ferente. Consideraremos ahora la últim a condición para la correcta ejecu ción de un movimiento. Todo movimiento va dirigido a una c ierta meta y desarrolla una cierta tarca motora. A nivel de com portam iento instintivo, con su estructura elemental, estas tareas m otoras son dic tadas por program as innatos; a nivel de una acción com pleja cons ciente formada durante la vida, son dictadas por intenciones que se forman con la estrecha participación del lenguaje, que regula el com portamiento hum ano (Luria, 1961). Investigaciones especiales (Lu ria, 1962, 1963, 1966a, 1966b, 1966c; Luria y Homskaya, 1966) han de mostrado que tales intenciones complejas reguladas p o r m edio del lenguaje se forman con la estrecha participación de los lóbulos fron tales del cerebro. Las lesiones masivas del córtex frontal pueden, por ende, conducir a la apraxia, pero esta "apraxia de acción - dirigida - a - u n a -m e ta” difiere radicalm ente de las formas descritas previam ente. Por regla general, consiste en la incapacidad del paciente para subor dinar sus movimientos a la intención expresada verbalm ente, la desin tegración de los program as organizados, y el reem plazam iento de una acción - encaminada - a - un - fin racional, por la repetición ecopráxica de los movimientos del paciente o por estereotipos inertes que han perdido su carácter racional, dirigido - a - un - fin. No discutirem os este tipo de alteración de la praxis en este m om ento, pues ya la he descrito en otro lugar y será especialmente examinada m ás tarde en este libro. De estos hechos descritos puede deducirse una im portante conclu sión. El síntom a de una alteración de la praxis (apraxia) es señal de una lesión local del cerebro; sin embargo, este síntom a por sí m ism o no nos dice nada respecto a la localización específica del foco que causa su aparición. El movimiento voluntario (praxis) constituye un sistem a funcional com plejo que reúne un cierto núm ero de condicio nes o factores que dependen del trabajo concertado de todo un grupo de zonas corticales y estructuras subcorticales, cada una de las cuales aporta su propia contribución para la realización del m ovim iento y aporta su propio factor a su estructura. La manipulación com pleja de objetos puede, por tanto, ser alterada por lesiones de diferentes áreas corticales (o estructuras subcorticales); sin embargo, en cada caso la alteración es diferente y la estructura de esta alteración difiere en cada ocasión. La inmediata labor del investigador es estudiar la estructura de los defectos observados y cualificar los síntomas. Sólo entonces, m ediante averiguaciones que conduzcan a la identificación del factor básico que yace tras el síntom a observado, será posible ex traer conclusiones re ferentes a la localización del foco que yace en íd base del defecto. El concepto de "localización de un foco”, por tanto, no coincide con el de "localización de una función” y an tes de que el m étodo de las le siones locales del cerebro pueda utilizarse para ex traer conclusiones relativas a la "localización de una función” (o, m ás exactam ente, la organización cerebral de un sistem a funcional), el síndrom e debe ser sometido a un análisis estruc tu ra l com plejo, que es la base del m étodo neurofisiológico de investigación. Análisis del síndrom e y organización sistém ica de los procesos psicológicos La cualificación del síntom a es sólo el p rim er paso en el análisis de la organización cerebral de los procesos m entales. Para que los resul tados de este análisis sean fiables, y los datos de patología local del cerebro sirvan como base para conclusiones fiables relativas a la es truc tu ra de los procesos m entales y a su "localización” en el córtex cerebral humano, el siguiente paso debe ser p asar de la cualificación del síndrome único a la descripción del com plejo sintom ático com pleto, o, como se le llama generalm ente, hasta el análisis sindrom ático de cambios de la conducta que aparecen en lesiones locales del cere bro. Como ya he dicho, toda actividad m ental hum ana es un sistem a funcional complejo que se efectúa a través de la com binación de es tructu ras cerebrales que trab a jan concertadam ente, cada una de las cuales aporta su propia contribución al sistem a funcional como un todo. Esto significa, en la práctica, que el sistem a funcional como un todo puede ser alterado por la lesión de un gran núm ero de zonas y tam bién que puede ser alterada d istin tam ente en lesiones de diferen tes localizaciones. E sta ú ltim a afirm ación, como se com prenderá fá cilmente, está conectada con el hecho de que cada área del cerebro implicada en este sistem a funcional in troduce su propio factor parti cular esencial para su realización, y la exclusión de este factor hace imposible la norm al actuación de este sistem a funcional. El ejem plo dado anteriorm ente de la construcción de un m ovim iento voluntario y los tipos de alteración que sufre p o r lesiones locales del cerebro m uestra este hecho con suficiente claridad. Las reglas que gobiernan la estructura y destrucción de los sistem as funcionales que he des crito son de decisiva im portancia p a ra el siguiente paso, que ocupa un lugar central en la estructura de los procesos m entales y en su organización cerebral. El neuropsicólogo que se enfrente a estos problem as debe ante todo asegurarse de qué factores están involucrados de hecho en la actividad mental particular y qué estructuras cerebrales constituyen su base neurona!. Estos dos problem as sólo pueden ser resueltos por com pa ración de todos los síntom as que aparecen en lesiones de un foco es trictamente localizado del córtex (o subcórtex), por una parte, y po r un vasto análisis del carácter de una alteración de este sistem a por lesiones cerebrales en diferentes lugares, por la otra. Consideremos un ejemplo para ilustrar este principio básico. Como he dicho, la correcta realización de un movimiento com plejo requiere su organización espacial precisa o, en otras palabras, la es tructura del movimiento en un sistem a definido de coordenadas espa ciales. Esta condición es satisfecha por las porciones terciarias "viso - kinestésico - vestibulares" del córtex parieto - occipital, y la supresión de esta condición causa la desintegración del movimiento espacialm en te organizado. No obstante,