¿Hay pruebas concluyentes de que el cerebro produce la consciencia? ¿Qué descarta el caso de que el cerebro actúa como antena receptora para la...

Yo también tenía la tentación de tomarme a broma la pregunta, pero hace unos días, en una conversación informal con amigos alguien sugirió algo similar hablando de enfermedades mentales como la psicosis paranoide, desdoblamientos de la personalidad o la esquizofrenia.

Cómo surge la consciencia a partir de la arquitectura neuronal es una cuestión aún por determinar, aunque cada vez se conocen con más detalle muchos aspectos funcionales del cerebro y concretamente, de las estructuras que parecen estar directamente relacionadas con el fenómeno de la consciencia, ya que cualquier alteración en su funcionamiento normal da como resultado alteraciones severas de la misma: el tallo cerebral, el puente, el sistema reticular, los colículos, los ganglios basales, el tálamo y el sistema límbico. La consciencia es una capacidad emergente, y al igual que sucede con otros fenómenos similares, la explicación no es sencilla. Por poner un ejemplo a otra escala: los fenómenos sociales son emergentes respecto de cada persona que compone la sociedad. ¿Dónde empiezan a manifestarse las opiniones políticas, cómo se generan, cómo evolucionan? el nivel individual no sirve para explicarlo.

Pero más importante me parece abordar la segunda parte de la pregunta: la posibilidad de que el cerebro sea un simple intermediario entre una conciencia superior y un medio biológico. Esta idea viene repitiéndose en todas las creencias religiosas desde hace miles de años y hay muchísima gente que cree sinceramente en esa posibilidad. Pero para que fuera cierto tendrían que resolverse muchos problemas prácticos, y las objeciones que planteo son sólo algunas de las muchas que podrían hacerse, incluso habrá otras con mayor fundamento que no conozco a día de hoy. Pensemos por un momento en esto:

• Si alguna parte del cerebro fuera una “antena”, tendría arquitectura de antena receptora. Las antenas están diseñadas para amplificar una frecuencia o un rango de frecuencias (resonancia). En el cerebro no existe nada parecido, ya que las neuronas son tejido biológico no conductor, cuya capacidad de transmisión de señales procede del movimiento de protones a lo largo del axon y las dendritas, a partir de la acumulación de carga en un extremo (potencial de disparo). El potencial de disparo no se puede estimular, hasta donde sabemos, mediante la exposición a campos electromagnéticos. De ser cierto, un simple teléfono móvil junto a la oreja trastornaría toda la función cerebral.
• Aun suponiendo que pudiera hacerse, el rango de frecuencias electromagnéticas de resonancia sería muy “exótico”. Sabemos que no se altera con las frecuencias del espectro de radio que se utilizan para la telecomunicación (desde la onda larga de radio hasta las microondas militares), porque somos “transparentes” a esas longitudes de onda. El espectro infrarrojo lo captamos como calor por la piel, no como señal y nuestra consciencia no se altera con los cambios de temperatura ambiente. Tampoco se altera con el espectro visible: si nos tapamos los ojos, los cambios de luminiscencia en el ambiente no alteran la conciencia ni el pensamiento. Lo mismo puede decirse de las radiaciones a muy alta frecuencia, incluyendo radiación cósmica, rayos X o gamma: antes que transmitir señal, el cerebro reacciona ante esa radiación degradando el ADN celular.
• Suponiendo, por ejemplo, que el cerebro resonara a frecuencias extremadamente bajas (100 hercios, por ejemplo), el problema sería la escasísima capacidad de transporte de señal que tienen. Incluso con las técnicas más sofisticadas, con una banda de 100 hercios apenas podríamos transmitir sin errores unos pocos caracteres por segundo a un ordenador, pero según todos los indicios, quienes hablan de “conciencia externa” se están refiriendo a transmisión de voz (las voces de los esquizofrénicos) o imágenes (psicóticos). Para transmitir voz o imagen en movimiento necesitamos frecuencias más altas o -podría ser- una modalidad de telecomunicación desconocida, basada en otro tipo de fenómenos que no sea la fluctuación del campo electromagnético.
• Escuché a alguien afirmar que entre cerebros se podrían transmitir datos mediante puentes o canales cuánticos. Para mí, pensar eso es un acto de fe, es indemostrable. Con todo, se me ocurre que la probabilidad de que un salto cuántico de un cerebro sito en cualquier punto del universo haga diana exactamente en el punto deseado del cerebro de destino es bastante más reducida que dividir 1 por cualquier número imaginable.
• Si el cerebro recibe, es que alguien o algo transmite. Independientemente del medio elegido, debería existir alguna conciencia exterior dispuesta a emitir, con capacidad para determinar el “target”, porque es una evidencia que el pensamiento de los seres humanos no está sincronizado, como sucede con los televisores, que si sintonizan el mismo canal, todos muestran la misma imagen a la vez. Así pues, tendríamos tantos puntos de emisión como receptores. La única opción remotamente razonable que se me ocurre para que eso suceda, es que exista una dimensión extra -o más de una- en el universo que nos permita concebir a cada ser humano como una “extensión visible en 3D” de una entidad de dimensión mayor que además tendría capacidad de consciencia y dicha capacidad, en el cerebro, se transformaría en pensamiento racional, sensaciones y demás experiencias cerebrales.
• Por último, la evidencia cotidiana de todos nosotros es que los contenidos de nuestra consciencia tienen mucho más que ver con nuestras experiencias físicas inmediatas, con lo que nos ocurre aquí y ahora, dentro y fuera de nuestro organismo, que con cualquier otra cosa que pudiera ocurrir a distancia. Si pudiéramos recibir información directamente en el cerebro, la evolución no habría producido órganos sensoriales, no necesitaríamos el lenguaje, no necesitaríamos aprender ni nos fallaría la memoria. Por poner algunas consecuencias obvias.

Así que, al menos en mi opinión, la respuesta es claramente un no. El cerebro no funciona como una antena.