Sería posible y deseable, siempre y cuando las condiciones climáticas y de otra índole lo permitiesen: Sol en todas partes y vientos permanentes; disminución de la población mundial y rebajar el consumo desmedido de la humanidad; aprovechamiento razonable de las cuencas hidrológicas, incluido el proceso de desalinización del agua del mar.
Un mundo donde la desmesura del comercio (desde el siglo XVIII) es el patrón fundamental de cuantas barbaridades se vienen produciendo, no es un mundo sensato. La Tierra tiene, todavía, suficientes recursos naturales no contaminantes como para hacer de la existencia y la vida de todos sus habitantes -humanos y otras especies- algo mejor que lo que estamos padeciendo.
¿Pero quién frena todo eso?
Un mundo mejor sólo ha estado presente en la mente sugestiva de muchos novelistas y autores de bellos relatos. Sin embargo, desde que los avances de la ciencia comenzaron a ser utilizados en determinadas actividades, la codicia y la riqueza están presentes en cuantos políticos y gente en general han decidido sobre su uso.
¿Nos podemos imaginar un edén sin electricidad, sin coches (aunque su motor sea impulsado por electricidad), viviendas horizontales y no encaramadas a enormes y costosos edificios que necesitan mucha energía para mantenerse funcionando?
Cuando Albert Eisntein construyó su TGR y luego la otra, la TER, él no estaba haciendo eso para que pocos años más tarde, una nación enviase al infierno a cerca de 300 000 almas en un segundo.
Por descontado no estoy en contra de ningún avance científico, al contrario. A lo largo de mi vida he trabajado y colaborado en alguna mejora de algo que estuviera relacionado con la física. Y no me arrepiento de eso. Pero sí tengo que confesar que, algunas cosas destinadas en principio para hacer la vida de la especie humana y la del resto de seres vivos menos complicada, al final resultó un fiasco.
Son muchas las ventajas que tienen las teorías físicas de la gravedad de Eisntein, así como todo lo que se deduce y aplica en la práctica de los trabajos de Maxwell con sus ecuaciones sobre el electromagnetismo. Pero el uso que, a veces, se está haciendo de todo eso -y sólo he citado a dos mentes maravillosas- no es correcto. No sé si me explico.
Quiero abordar mi desilusión con un ejemplo real en donde llegué a participar.
El relato lineal sería esto:
Y digo yo: si el gobierno de España ha dado un ultimátum para acabar con la contaminación perturbativa ambiental, para dentro de 21 años, ¿a qué viene conceder licencias de explotación de algo que, a fin de cuentas, no sólo va a seguir empobreciendo nuestra atmósfera, sino que, además, es posible que provoque una larga secuela de casos de enfermedad no deseados? Esto es lo malo de la muy mala y nefasta utilización de avances físicos, técnicos, médicos, etc. Y, como era de esperar, si realizáramos una consulta inesperada a la población, ¿cuántos sabrían decir algo acerca de semejante barbaridad?
Lo tengo muy claro. El mayor mal que aqueja a la humanidad es el exceso en el consumo de cualquier cosa. Y ahí no me olvido de los alimentos, manipulados, pre-cocinados, etc., con unas garantías insatisfactorias a todas luces. Es un mundo, para mí, que ha perdido la brújula y estoy seguro que la humanidad, la especie dominante, tiene sus días contados.
No me malinterprete, pues no mantengo una visión catastrófica, sino realista.
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