Originalmente, los Parlamentos fueron un logro de extraordinaria importancia para que los habitantes de un país pudieran limitar y controlar la actividad de los reyes medievales.
Hablamos de una época en la que todavía no se podía hablar de naciones ni de una ciudadanía en el sentido actual, pero en la que se tenía quizá tanta o más conciencia que hoy respecto de la necesidad de limitar el poder de los gobernantes.
En épocas posteriores reyes absolutos y gobernantes demasiado celosos han tenido siempre la tentación de amedrentar, controlar o prescindir de estos molestos órganos de representación de los gobernados
Por eso, una forma de protegerlos ha sido dotar a estos representantes de una protección especial, de hacer imposible o al menos muy difícil que su trabajo fuera limitado por las amenazas o coerciones del poder: la inmunidad
Lamentablemente, eso fue antes de que los parlamentarios descubrieran que subordinándose a los partidos políticos como apéndices de éstos, en lugar de a sus electores podían vivir mejor.
Hoy día la inmunidad parlamentaria se está prostituyendo más bien en un seguro de inmunidad de la casta política frente a los ciudadanos y frente a sus propias luchas de poder internas, y es ya más otro atributo del poder que una defensa frente al mismo.
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Direito Constitucional I
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