Hay un hecho incuestionable: resulta que no existe el libre albedrío ni ninguna capacidad humana que pueda justificar el castigo divino. En primer lugar, nadie ha elegido venir a ese mundo. Si Dios existiera, nos habría creado en contra de nuestra voluntad, por lo que nos habría obligado a vivir sin poder firmar ningún contrato en el que estuvieran especificadas las cláusulas y las condiciones en las que viviríamos. Eso que parece una tontería, no lo es en absoluto, puesto que si yo sé que por el hecho de vivir estoy en peligro de condenarme eternamente, prefiero no haber nacido. ¿Hay alguien que haya elegido nacer? Nadie en absoluto. En cambio, si después de saber las condiciones de la vida uno elige vivir voluntariamente exponiéndose a condenarse eternamente, entonces ya sería otra cosa. Aún así, nada en absoluto justifica el castigo divino, puesto que la única justificación es la defensa de la sociedad a través de los sistemas judiciales y penales que castigan a los delincuentes para apartarlos de la sociedad (encarcelamiento) y defenderla.
Cualquier castigo que no tenga esa finalidad, se convierte en un acto de perversión, cruel, sádico y abominable. Cualquier castigo más allá de la muerte estaría dentro de ese modelo de crueldad, puesto que no serviría para nada, sino para disfrutar sádicamente de ver sufrir.
Después de leer eso, piensa si todavía te atreves a hacer esa pregunta…
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