A lo largo de seis capítulos, el autor Luis Fernando Granados hace una descripción exhaustiva sobre lo sucedido los días 14,15 y 16 de septiembre del año 1847, pero su descripción no se enfoca en la guerra como tal o en los campos de batalla importantes, se basa en las revueltas populares y como estas impactaron en el desarrollo de la guerra contra los norteamericanos. La toma militar del castillo de Chapultepec y otros sucesos provocaron que parte de la población comenzara a levantarse con las pobres armas que poseían. Cabe resaltar que la población que tuvo el coraje de lanzar piedras a los soldados norteamericanos no fue la llamada élite, fue la población pobre que vulgarmente era conocida como los “leperos”. Pero no todo lo hecho por los llamados “leperos” fue bueno, cuando la guardia nacional abandonó la guerra y el Palacio Nacional quedó descuidado, las personas se dedicaron a saquear cada rincón del Palacio, este saqueo ocurrió mucho antes del verdadero ataque estadounidense. Poco a poco la curiosidad invadía las almas de los capitalinos que se aglomeraban a ver qué era lo que pasaba con las tropas estadounidenses y con las rebeliones que estaban por suscitarse o que ya habían empezado. Las rebeliones solían darse en barrios de la ciudad o por personas que vivían en ellos, estas mencionadas revueltas eran muy grandes y creo que también poderosas pues al parecer eran bastante difíciles de reprimir. Cuando las tropas norteamericanas intentaron reprimir estas revueltas lo único que lograron fue mostrar la fragilidad que en ellos imperaba. Una de las características más importantes de esta guerra en cuanto al ámbito social es que durante el día los balazos, golpes y sangre era lo que se veía, pero durante la noche la tranquilidad abundaba, aunque en algunos sitios si era de noche se seguía actuando como si fuera de día. El 15 de septiembre se caracteriza por ser un día en el que la paz y la inseguridad estaban en una especie de equilibrio. De repente podía observarse una tranquilidad que parecía que el fin de la guerra se avecinaba. Poco a poco, mientras los soldados americanos se dedicaban a llevar a sus compañeros a hospitales o cargar a algunos muertos, las actividades capitalinas comenzaban a regresar a la normalidad.