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18). A la vuelta de su largo viaje, al conversar con un ornitólogo sobre sus observaciones, este le dijo que en realidad cada variedad de pinzón de...

18). A la vuelta de su largo viaje, al conversar con un ornitólogo sobre sus observaciones, este le dijo que en realidad cada variedad de pinzón debía ser considerada una especie diferente. Esto lo llevó a reflexionar: era inadmisible sostener que Dios había creado cada una de estas variantes de pinzones de manera independiente, para que cada una de ellas habitara una de aquellas islas diminutas, sobre todo teniendo en cuenta que las islas eran de reciente formación. Mucho más razonable parecía creer que habiendo emigrado desde Sudamérica se habían establecido y cambiado para adaptarse al nuevo entorno. Si la transformación podía generar nuevas especies, ¿por qué no podría también, con tiempo suficiente, generar nuevos géneros, familias o clases? Al considerar el origen de las especies es completamente lógico que un naturalista, reflexionando sobre las afinidades mutuas de los seres orgánicos, sobre sus relaciones embriológicas, su distribución geográfica, sucesión geológica y otros hechos semejantes, pueda llegar a la conclusión de que las especies no han sido independientemente creadas, sino que han descendido, como las variedades de otras especies. Sin embargo, esta conclusión aunque estuviese bien fundada, no sería satisfactoria hasta tanto pudiese demostrarse cómo las innumerables especies que habitan el mundo se han modificado hasta adquirir esta perfección de estructuras u esta adaptación mutua que causa con justicia nuestra admiración. (Darwin, 1859, 11) Figura 18. Diferentes pinzones. De la obra de Darwin The voyage of the Beagle Darwin aceptaba las primeras dos leyes lamarckianas –no así la idea de que existía algún tipo de dirección evolutiva hacia la complejidad, ni de ningún tipo–. Sin embargo, la capacidad explicativa de tales leyes resultaba demasiado limitada. Solo eran aplicables cuando la modificación del organismo dependía del hábito que servía de insumo para el uso y desuso –como en el caso del esfuerzo de las jirafas por alcanzar las ramas más altas de los árboles–. ¿Cómo explicar la adquisición del color de piel de las cebras que le permiten camuflarse de sus enemigos, o que ciertas semillas tengan “ganchos” para lograr ser esparcidas (como los abrojos), o el sabor de las frutas, o la forma y color de las flores para atraer a insectos con el fin de polinizarse, etc.? En ninguno de estos casos el origen de la modificación podía deberse al uso o desuso de ningún órgano. Para elaborar una explicación que permitiese dar cuenta de cómo las especies se habían modificado hasta poseer las características que exhiben en la actualidad, Darwin se vio fuertemente influenciado por dos fuentes: la cría de animales y la teoría de las poblaciones de Malthus. La primera le permitió observar el fenómeno de la variabilidad y la selección artificial (la selección realizada por criadores de parejas reproductoras con el fin de lograr ciertas características en ciertos animales). La segunda le permitió atender a la disparidad existente entre la cantidad de individuos y la cantidad de recursos disponibles para la supervivencia. De la cría de animales, pudo constatar que en todas las poblaciones es posible hallar diferencias individuales, es decir que ningún organismo es idéntico a otro. Esta variación, que no parece responder a ningún tipo de patrón ni propósito obvio, era utilizada por los criadores al escoger el puñado de individuos que variaban en la dirección deseada –por ejemplo, escoger únicamente aquellos perros y perras que poseen una contextura física que les permite correr más rápido– y, de esta manera, generar descendencia solo a partir de los animales seleccionados. Por su parte, la célebre tesis de Malthus según la cual la capacidad que tiene una población para reproducirse siempre es superior a las provisiones de alimentos disponibles, le permitió atender a la lucha por la existencia que tales recursos limitados propiciaba. De esta manera, Darwin propuso que la variabilidad podría ofrecer a algunos individuos una ventaja en la lucha por los recursos necesarios para la supervivencia, de manera tal que solo sobrevivirían aquellos individuos cuyos rasgos les permitían acaparar esos recursos. Al reproducirse estos individuos con los rasgos más ventajosos transmitirían tales características a su descendencia. Darwin llamó a este proceso “selección natural” en analogía con la “selección artificial” de parejas reproductora realizada por los criadores. Este proceso de selección natural, repetido a lo largo de innumerables generaciones, sería el responsable de modificar órganos y hábitos dando lugar a la aparición de nuevas especies: Cómo es que las variedades que he llamado “especies incipientes” quedan transformadas finalmente en buenas y distintas especies, que en la mayor parte de los casos difieren claramente entre sí mucho más que las variedades de la misma especie […] Todos estos resultados […] son consecuencia de la lucha por la vida. Debido a esta lucha, las variaciones, por ligeras que sean y cualquiera que sea la causa de que proceden, si son en algún grado provechosas a los individuos de una especie en sus relaciones infinitamente complejas con otros seres orgánicos y con sus condiciones físicas de vida, tenderán a la conservación de estos individuos y serán, en general, heredadas por la descendencia. La descendencia también tendrá así mayor probabilidad de sobrevivir […] Este principio, por el cual toda ligera variación, si es útil, se conserva, lo he denominado yo con el término de selección natural. (Darwin 1859, 80) En la sexta edición de El origen de las especies, Darwin muestra el modo en que la selección natural actúa apelando al ejemplo del estiramiento del cuello de la jirafa: En la naturaleza, en el origen de la jirafa, los individuos que comiesen más alto y que pudiesen durante los períodos de escasez alcanzar aunque sea una pulgada o dos por sobre los otros, serían frecuentemente preservados […]. El que los individuos de la misma especie muchas veces difieren un poco en la longitud relativa de todas sus partes, puede comprobarse en muchas obras de historia natural en las que se dan medidas cuidadosas. Estas pequeñas diferencias en las proporciones, debidas a las leyes de crecimiento o variación, no tienen la menor importancia ni utilidad en la mayor parte de las especies. Pero en el origen de la jirafa debe haber sido diferente, considerando sus probables hábitos de vida; pues aquellos individuos que tuviesen alguna parte o varias partes de su cuerpo un poco más alargadas de lo corriente, hubieron en general de sobrevivir. Se habrán cruzado y dejado descendencia que habrán heredado las mismas peculiaridades corpóreas, o la tendencia a variar de nuevo en la misma manera, mientras que los individuos menos favorecidos en los mismos aspectos, habrán sido más propensos a perecer. (Darwin, 1872, 270) Básicamente, hubo un tiempo en que las jirafas no exhibían el alargamiento exagerado de sus partes que actualmente presentan, pero había variación respecto a la longitud de esas partes, que traía como consecuencia variación con respecto a la efectividad con la que se alcanzaban las ramas más altas de los árboles. Las jirafas que exhibían partes más alargadas, tenían más éxito que las otras al alimentarse, de modo que dejaban más descendencia que, a su vez, heredaban sus rasgos, mejorando su supervivencia. Puede observarse aquí en funcionamiento la estructura explicativa novedosa propuesta por Darwin. Vale la pena recalcar que Darwin concebía a la lucha por la existencia en sentido amplio, es decir, incluyendo la dependencia de un ser vivo respecto de otro, involucrando no solo su vida sino también el éxito a la hora de dejar descendencia. En este sentido, puede entenderse a la selección natural como un poderoso mecanismo capaz de perfeccionar las estructuras biológicas adaptándolas al entorno, incesantemente, a lo largo de extensos períodos de tiempo: Metafóricamente puede decirse que la selección natural está buscando día por día y hora por hora por todo el mundo las más ligeras variaciones; rechazando las que son malas; conservando y sumando todas las que son buenas; trabajando silenciosa e insensiblemente, cuando quiera y dondequiera que se ofrece la oportunidad, por el perfeccionamiento de cada ser orgánico en relación con sus condiciones orgánicas e inorgánicas de vida. Nada vemos de estos cambios lentos y progresivos hasta que la mano del tiempo ha marcado el transcurso de las edades; y entonces, tan imperfecta es nuestra visión de las remotas edades geológicas, que vemos sólo que las formas orgánicas son ahora diferentes de lo que fueron en otro tiempo. (Darwin, 1872, 106) Como se puede apreciar, la

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Teorías de la ciencia - Ginnobili
321 pag.

Pensamento Científico Universidad de Buenos AiresUniversidad de Buenos Aires

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