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Los salmos fueron reunidos poco a poco en un conjunto de cinco libros: los Salmos (o ―alabanzas‖), son la obra maestra de la oración en el Antiguo ...

Los salmos fueron reunidos poco a poco en un conjunto de cinco libros: los Salmos (o ―alabanzas‖), son la obra maestra de la oración en el Antiguo Testamento. Los Salmos alimentan y expresan la oración del pueblo de Dios como asamblea, con ocasión de las grandes fiestas en Jerusalén y los sábados en las sinagogas. Esta oración es indisociablemente individual y comunitaria; concierne a los que oran y a todos los hombres; brota de la Tierra santa y de las comunidades de la Diáspora, pero abarca a toda la creación; recuerda los acontecimientos salvadores del pasado y se extiende hasta la consumación de la historia; hace memoria de las promesas de Dios ya realizadas y espera al Mesías que les dará cumplimiento definitivo. Los Salmos, recitados por Cristo en su oración y que en Él encuentran su cumplimiento, continúan siendo esenciales en la oración de su Iglesia (cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, 100-109). El Salterio es el libro en el que la Palabra de Dios se convierte en oración del hombre. En los demás libros del Antiguo Testamento ―las palabras [...] proclaman las obras‖ [de Dios por los hombres] ―y explican su misterio‖ (DV 2). En el Salterio, las palabras del salmista expresan, proclamándolas ante Dios, las obras de salvación. El mismo Espíritu inspira la obra de Dios y la respuesta del hombre. Cristo unirá ambas. En Él, los salmos no cesan de enseñarnos a orar. Las múltiples expresiones de oración de los Salmos se hacen realidad viva tanto en la liturgia del templo como en el corazón del hombre. Tanto si se trata de un himno como de una oración de desamparo o de acción de gracias, de súplica individual o comunitaria, de canto real o de peregrinación, o de meditación sapiencial, los salmos son el espejo de las maravillas de Dios en la historia de su pueblo y en las situaciones humanas vividas por el salmista. Un salmo puede reflejar un acontecimiento pasado, pero es de una sobriedad tal que verdaderamente pueden orar con él los hombres de toda condición y de todo tiempo. Hay unos rasgos constantes en los Salmos: la simplicidad y la espontaneidad de la oración, el deseo de Dios mismo a través de su creación, y con todo lo que hay de bueno en ella, la situación incómoda del creyente que, en su amor preferente por el Señor, se enfrenta con una multitud de enemigos y de tentaciones; y que, en la espera de lo que hará el Dios fiel, mantiene la certeza del amor de Dios y la entrega a la voluntad divina. La oración de los salmos está siempre orientada a la alabanza; por lo cual, corresponde bien al conjunto de los salmos el título de ―Las Alabanzas‖. Recopilados los salmos en función del culto de la Asamblea, son invitación a la oración y respuesta a la misma: ―Hallelu-Ya!‖ (Aleluya), ―¡Alabad al Señor!". "¿Qué cosa hay más agradable que un Salmo? Como dice bellamente el mismo David: ―Alabad al Señor, que los salmos son buenos; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa‖. Y con razón: los salmos, en efecto, son la bendición del pueblo, la alabanza de Dios, el elogio de los fieles, el aplauso de todos, el lenguaje universal, la voz de la Iglesia, la profesión armoniosa de nuestra fe" (San Ambrosio, Enarrationes in Psalmos, 1, 9).

Esta pregunta también está en el material:

Catecismo-Iglesia-Catolica
861 pag.

Catequese Vicente Villegas ChavezVicente Villegas Chavez

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