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Se ve en ellos el instrumento de una verdadera «revolución industrial»; en Italia no se extiende con tanta rapidez por doquier. Florencia, durante ...

Se ve en ellos el instrumento de una verdadera «revolución industrial»; en Italia no se extiende con tanta rapidez por doquier. Florencia, durante los siglos XIII y XIV envía sus paños a los batanes de Prato para que allí se encarguen de esa labor. En Alemania, la primera mención de un batán data del 1223, en Spira, y tal ingenio parece haber sido excepcional durante el siglo XIII. Los molinos más importantes para el desarrollo industrial sólo aparecen al final de nuestro período: el molino para la forja es una rareza antes del siglo XIII. El que se señala en 1104 en Cardedeu, Cataluña, no es seguro, aunque la importancia de las llamadas fargues catalanas, en la segunda mitad del siglo XII, se encuentre acaso unida a la difusión del empleo de los saltos de agua para esta aplicación cuya primera mención segura es de 1197, en el monasterio de Soroé, en Suecia. Los molinos de papel, de los que existen testimonios desde 1238 en Játiva, España, no se difunden antes de finales del siglo XIII en Italia (Fabriano, 1268); el primer molino francés de papel es de 1338 (Troyes) y el primero alemán de 1390 (Nuremberg). La sierra hidráulica supone todavía una curiosidad cuando Villard de Honnecourt la dibuja en su álbum hacia el 1240. El molino de agua se sigue empleando sobre todo para la molienda del grado. Desde finales del siglo XI, en 1086, el Domesday Book permite señalar la existencia de 5.624 molinos hidráulicos en Inglaterra. A pesar de todos los progresos realizados en los siglos XII y XIII en materia de energía hidráulica y eólica, lo esencial de la energía en el Occidente medieval procede aún del hombre y de los animales. Tampoco aquí se puede poner en duda la aparición de importantes progresos. El más espectacular y el más rico en consecuencias de todos ellos es, sin discusión, lo que se ha denominado, siguiendo al comandante Lefebvre des Noéttes y a M. Haudricourt, el «tiro (attelage) moderno», un conjunto de progresos técnicos que permitieron, hacia el año mil, aprovechar mejor la tracción animal y aumentar el rendimiento del trabajo de las bestias de carga. Estas innovaciones permiten sobre todo el empleo preferente del caballo como animal de tiro y de labor. El caballo, más rápido que el buey, es capaz de acelerar y multiplicar los trabajos, de arar y de arrastrar la grada. El tiro antiguo, que apoyaba todo el peso sobre el cuello del animal, le comprimía el pecho y dificultaba la respiración del animal, con lo que éste se cansaba muy pronto. La ventaja del tiro moderno consistió esencialmente en trasladar el esfuerzo de la tracción a los hombros, completando el collar con la herradura de clavos, que favorecía el avance del animal y protegía sus pezuñas, y con el tiro en fila, que le permitía arrastrar cargas pesadas, ventaja que fue capital para la construcción de grandes edificios religiosos y civiles. La primera representación segura que tenemos de un collar de hombros —elemento decisivo del tiro moderno— se encuentra en un manuscrito de la biblioteca municipal de Tréveris, que data aproximadamente del año 800, pero la nueva técnica no se difunde hasta los siglos XI y XII. Además hay que tener presente que tanto la talla como el vigor de los animales de carga medievales eran claramente inferiores a los de las bestias de carga actuales. El caballo de labranza es, por lo general, de raza más pequeña que el caballo de batalla, el pesado destrero que debe soportar sobre su lomo, si no un caparazón, al menos un caballero pesadamente armado cuyo peso puede desempeñar un papel importante en la carga de la caballería. Aquí encontramos de nuevo la primacía del elemento militar y guerrero sobre el económico y productor. El retroceso del buey ante el caballo no fue general. Es cierto que las ventajas del caballo sobre el buey eran tales que, ya en el 1095, Urbano II, al proclamar en Clermont la tregua de Dios con vistas a la primera cruzada, ponía bajo la protección divina los caballos de labor y de gradeo: equi arantes, equi de quibus hercant; si la superioridad del caballo se reconocía desde el siglo XII entre los eslavos hasta el punto de que, según la crónica del Helmond, se medía el terreno por el trabajo que podían llevar a cabo en un día un par de bueyes o un caballo y que, en Polonia por la misma época un caballo de labranza tenía el mismo precio que un par de bueyes, incluso si los agrónomos modernos han calculado que el buey medieval, teniendo en cuenta la inferioridad de su rendimiento, resultaba, por un día de trabajo, un 30 % más caro que un caballo, no obstante muchos campesinos y señores retrocedían ante dos inconvenientes del caballo: su elevado precio nominal y las dificultades para mantenerlo con avena. Walter de Henley, en su Traite de Housebondrie, escrito en el siglo XIII, recomienda elegir al buey antes que al caballo, ya que la alimentación de aquél es menos onerosa y que, además de su trabajo, proporciona también carne. Si en Inglaterra, tras un neto progreso del caballo, ocurrido a finales del siglo XII, particularmente en la zona del este y la centrooriental, parece detenerse su avance en el siglo XIII, probablemente a causa de un retorno al trabajo directo y a las prestaciones en servicios de los campesinos; si bien en Normandía la labranza mediante caballos parece ser habitual en el siglo XIII, como lo testimonia en el 1260 en su registro de visitas el arzobispo de Ruán, Eudes Rigaud, que hace incautar los caballos que ve ocupados en labrar el día de la fiesta de san Matías; si bien debía ser así en las tierras de los señores de Audenarde, dado que únicamente el caballo aparece en las ilustraciones del Vieil Rentier hacia el 1275, no sólo el buey sigue siendo el amo del terreno en el Mediodía y las regiones mediterráneas donde la avena era difícil de cultivar, sino que también se encuentran bueyes de labranza en Brie, Borgoña, a mediados del siglo XIII, en 1274. Para saber lo que representa el precio de un caballo para un campesino — incluso en una región privilegiada como el Artois, hacia el 1200— convendría leer la fábula de Juan Bodel, Los dos caballos, donde se oponen el caballo «bueno para el arado y la grada» y el «flaco rocín». No hay que olvidar que, al lado del caballo y del buey, el Occidente medieval concede al asno, incluso fuera de la zona mediterránea, una participación nada desdeñable en los trabajos rurales. Así, encontramos que un documento de Orleans, que enumera los animales de labor, especifica: «sea buey, sea caballo, sea asno». Y un texto de la región de Brie, fechado en 1274, dice que los campesinos dedicados a la obligación de la labranza, deben «uncir con bueyes, caballos y asnos». De hecho, la humilde y normal realidad me-

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LA_CIVILIZACION_DEL_OCCIDENTE_MEDIEVAL_4
342 pag.

Cultura e Civilizacao Espanhola I Unidad Central Del Valle Del CaucaUnidad Central Del Valle Del Cauca

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