El santo ya no tiene necesidad de belleza física. «Un día, cuentan las Florecillas, en que habían llegado hambrientos a una aldea, fueron, según la...
El santo ya no tiene necesidad de belleza física. «Un día, cuentan las Florecillas, en que habían llegado hambrientos a una aldea, fueron, según la regla, a mendigar pan por el amor de Dios; san Francisco se dirigió a un barrio y el hermano Masseo a otro. Pero, como san Francisco era hombre de aspecto demasiado despreciable y de pequeña estatura, por lo que pasaba por un vil pobrecillo ante quienes no lo conocían, no recogió más que algunos bocados y restos de pan seco; pero al hermano Masseo, por ser un hombre alto y de bella prestancia, le dieron muchos trozos, grandes y hermosos, y panes enteros.»
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