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Dentro de las discusiones contemporáneas de la antropología en México, el concepto Mesoamérica genera polémica entre distintas perspectivas teórico...

Dentro de las discusiones contemporáneas de la antropología en México, el concepto Mesoamérica genera polémica entre distintas perspectivas teórico-metodológicas. En sus orígenes, dicho concepto acuñado por Kirchhoff (1943) refería a un área cultural, la cual compartía características analizables, principalmente arqueológicas, pero también culturales y etnológicas, mediante las cuales podían discernirse particularidades compartidas que diferenciaban a la región, principalmente del resto de América. Una región comprendida grosso modo entre la parte media de México y la frontera entre Costa Rica y Panamá. Es cierto que el concepto fue utilizado políticamente desde el estado mexicano como un elemento aglutinador para una población esencialmente diversa. Y es precisamente esta diversidad, tanto ambiental como etnológica presente en los territorios mesoamericanos la que sirve como uno de los principales argumentos en contra del concepto. Académicos como Jáuregui (2008) plantean que tal diversidad hace que sea cuestionable pensar que la región es un área cultural, sino múltiples áreas culturales, cada una con sus propias lógicas y particularidades. Sin embargo, existen otras escuelas teórico-metodológicas las cuales sostienen que el concepto es válido y explicativo para analizar la realidad compleja que se vive en la región. Una de estas perspectivas se basa en el planteamiento de que los procesos socioculturales no pueden ser unidireccionales. Es decir, procesos donde los grupos culturales puedan ser entendidos como entes aislados, ya sea en el espacio o el tiempo, o ya sea en los entramados de historias, discursos y prácticas humanas. Por el contrario, se plantean los procesos de reproducción cultural como transculturales (Clifford 2008), donde las lógicas culturales se reproducen en los espacios de interacción entre los distintos grupos humanos. En otras palabras, se entiende que no existe una cultura pura, sino que dichas lógicas suceden inevitablemente en la interacción compleja entre los distintos grupos culturales que comparten un territorio. Siendo estas interacciones transculturales, las cuales suceden en la práctica sociocultural, donde el sujeto toma y recibe el lugar desde donde se entiende a sí mismo y al mundo. Para entender Mesoamérica como un entramado complejo, transdimensional, que sirve como matriz semiótico-simbólica para los sujetos que la conforman, es necesario referirse a la relación compleja entre las dimensiones del sujeto, el territorio, el conocimiento y la cultura. Es en este vínculo dialógico y recursivo donde estas dimensiones se tejen y (re)producen, formando redes de sentido que articulan distintos niveles de la realidad y distintas temporalidades históricas. Redes semiótico-simbólicas transdimensionales y transculturales que se encarnan en los sujetos y transforman los territorios. Dichos entramados son los ejes mediante los cuales los sujetos articulan el sentido de sus sistemas para conocer y para entender la realidad. Conforman lo que se ha conceptualizado como sistemas epistemológicos y ontológicos. Sistemas con los que los sujetos sobreviven en el mundo, produciendo conocimiento sobre sí mismos y sobre el territorio que habitan. Conocimiento que se almacena a lo largo del tiempo mediante los mecanismos de la memoria cultural y que es utilizado y transmitido políticamente por los sujetos para mantener la existencia social de sus grupos. Un proceso vinculado indisolublemente a las condiciones históricas, a las condiciones políticas y a las relaciones de poder heredadas a lo largo del tiempo por los sujetos que las encarnan y a los territorios que estos habitan, transforman y semiotizan. La semiótica de la cultura abre uno de los caminos teórico-metodológicos que permiten la articulación de tales dimensiones para un análisis pertinente de los procesos y prácticas socioculturales. Utilizando algunas de las categorías, ciertamente transdisciplinarias, sobre los procesos de reproducción del sentido-significado, podemos vincular los procesos de semiotización de los sujetos a las materialidades de la cultura, del territorio y del conocimiento. Lo anterior nos permitiría entonces pensar Mesoamérica como la red semiótico-simbólica planteada con anterioridad. Un ejemplo de estos estudios semióticos son los trabajos de Lotman. La categoría semiosfera es uno de estos vínculos teórico-metodológicos para relacionar los funcionamientos semióticos a los procesos culturales. Como ahora podemos suponer, no existen por sí solos en forma aislada sistemas precisos y funcionalmente unívocos que funcionen realmente. La separación de éstos está condicionada únicamente por una necesidad he

Esta pregunta también está en el material:

Espacialidades y Ritualizaciones
358 pag.

Semiologia e Semiotécnica Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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