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Mientras terminaba de escribir este artículo para ser enviado a una revista de la Universidad del País Vasco, España, la televisión chilena daba a conocer la muerte del ex-dictador Augusto Pinochet, ocurrida el domingo 10 de diciembre de 2006, día internacional de los derechos humanos. La noticia me sorprendió y alteró fuertemente el ánimo. No pude seguir escribiendo. En el mismo momento en que sus partidarios fanáticos lloran y sus victimas y detractores se alegran, mi cuerpo recibe un golpe de recuerdos de los sucesos acaecidos durante el régimen dictatorial y que conmocionaron al mundo democrático. Especialmente el empleo sistemático de la brutalidad para extirpar la conciencia adquirida por el pueblo chileno en sus luchas por la igualdad social, la justicia y el respeto de los derechos humanos y ciudadanos. De la dictadura heredamos un país extremadamente desigual y con precarios derechos. A pesar de la democracia y de los éxitos económicos, hoy aún persiste esta abismante y vergonzante desigualdad social. La ideología neoliberal implantada trasunta una verdadera aversión contra lo social, la justicia, la distribución, los derechos, el progreso, el socialismo (de cualquier tipo), etc. El mercado se encargaría de todas las “lacras” sociales y políticas, incluidos los pobres. La globalización ha profundizado en el mundo los intercambios desiguales, la desregulación, flexibilización del trabajo y del individuo y la expropiación o privatización de los recursos naturales y derechos ciudadanos. Richard Sennett, destacado sociólogo, quien ha escrito importante trabajos sobre las transformaciones sociales y culturales del capitalismo mundial – entre ellas los cambios en el trabajo, el tema del respeto, impactos globalización en la sociedad, etc. -, llama la atención sobre el incremento de las desigualdades en el mundo globalizado, las que tornan cada vez más insostenible el desarrollo. Esta realidad esta también influida por corrientes culturales. Así por ejemplo en el siglo XIX, los revolucionarios, radicales y asistentes sociales habrían practicado una “aversión” contra los indigentes, homologando la vida improductiva con el carácter enfermizo. (38)La ideología del mercado – sus partidarios - no reconoce el respeto a los derechos de los más débiles (que son la mayoría en muchos países) ni acepta la igualdad. Practican una aversión contra la justicia social y no respeto lo humano. Por lo mismo que, estos mismos sectores reclaman permanentemente la reducción del tamaño del Estado social, para lograr una mayor libertad del capital y seguir empequeñeciendo a los seres humanos. “Si alguna conclusión puedo extraer de mi experiencia personal es que, por sí mismo, el respeto hacia uno mismo que se busca en la habilidad artesanal es incapaz de producir respeto mutuo. En la sociedad, el ataque a los males de la desigualdad no puede por sí mismo producir respeto mutuo. En la sociedad, y particularmente en el Estado de bienestar, lo esencial del problema que abordamos es cómo los fuertes pueden practicar el respeto por los destinados a permanecer débiles. La practica de artes como la música pone de manifiesto los elementos de colaboración en la practica expresiva del respeto mutuo; los obstinados hechos de la división siguen siendo el problema de la sociedad” (Sennett, 2003). Sennett, considera la habilidad artesanal como una de las herramientas posibles – junto con el trabajo compartido, el “ingreso básico”, la planificación a largo plazo, como nuevo marco narrativo - para oponerse a las pasiones por el consumo y las superficialidades despolitizadoras que fomenta la cultura del nuevo capitalismo a nivel mundial. La artesanía “implica el deseo de hacer bien algo por el simple hecho de hacerlo bien. Todos los seres humanos desean tener satisfacción de hacer algo bien y todos desean creer en lo que hacen. Sin embargo, en el trabajo, en la educación y en la política el nuevo orden no satisface ni puede satisfacer ese deseo. El nuevo mundo del trabajo es demasiado móvil para que el deseo de hacer algo bien por el simple hecho de hacerlo bien eche raíces en la experiencia de una persona a lo largo de años y décadas. El sistema educacional que arrastra la gente al trabajo móvil favorece la facilidad a expensas de la profundización. El reformador político, a imitación de la cultura de avanzada en las instituciones privadas, se comporta más como consumidor siempre a la busca de lo nuevo que como artesano orgulloso de lo que ha hecho y dueño de ello” (Sennett, 2006) La modernidad individualizante – fábrica de seres agresivos, sin comunidad y alienados - debe dar paso a una sociedad más humana, solidaria, respetuosa y comunicativa, en la que las personas se sientan acogidas por alguna forma de vida comunitaria que les de confianza y seguridad, al mismo tiempo que disfruten de la libertad y autonomía para desarrollar su propia subjetividad como personas.

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120 pag.

Desenvolvimento Sustentável Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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