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El amante compara la desazón amorosa con el oleaje marino (aestus, turbo, unda)43 o bien equipara su arrebato amoroso con un vendaval (Ovidio, Amor...

El amante compara la desazón amorosa con el oleaje marino (aestus, turbo, unda)43 o bien equipara su arrebato amoroso con un vendaval (Ovidio, Amores II 9, 31-34). Por su parte, Catulo compara mediante un símil o comparación la ayuda que le prestó su amigo Manlio, al cederle su casa para que pudiera citarse con Lesbia, con el viento bonancible que salva de la tormenta a unos navegantes (LXVIII 63-66): ac velut in nigro iactatis turbine nautis lenius aspirans aura secunda venit iam prece Pollucis, iam Castoris implorata: 65 tale fuit nobis Allius auxilium. “Y al igual que a los marinos zarandeados por un negro tornado les viene una brisa que sopla propicia, tras haber invocado la mediación de Pólux y Cástor: tal fue para mí la ayuda de Manlio.” En el libro IV de la Eneida, Dido, despechada al saber de la marcha de Eneas, mezcla su sentimientos amorosos (amor) con una rabia e ira (saevit, irarum) comparables a una marejada marina: ingeminant curae rursusque resurgens / saevit amor magnoque irarum fluctuat aestu (IV 531-532), “se doblan sus cuitas y su amor, regresando una y otra vez, se enfurece y oscila en la enorme oleada de su rabia”. En la Oda a Pirra de Horacio (I 5), antes comentada, la tempestad marina representa el cambio de actitud de Pirra, quien en un primer momento engañó con su calma aparente, pero que finalmente evoluciona a una tempestad marina: aspera / nigris aequora ventis (6-7). En otros casos, la imagen náutica de la nave zarandeada de aquí para allá sirve como correlato de los sentimientos de incertidumbre, duda o angustia del amante: Plauto, Cistelaria 221-22 maritumis moribu’ mecum expetitur: / ita meum frangit amantem animum, “me ataca a la manera del mar: / hasta tal punto doblega mi enamorado espíritu”. En Ovidio, Amores II 4, 8, el sujeto lírico duda entre muchas que le gustan; en II 10, 9-10 Ovidio duda entre dos; en Metamorfosis VIII 470-73 Altea duda, como la nave arrastrada por el viento y una marea contraria. Otras veces, el amante en su sentimiento de fracaso se identifica expresamente con un náufrago: Catulo LXVIII 3 naufragum... eiectum spumantibus aequoris undis, “como un náufrago, arrojado a las espumosas olas del mar”. El fracaso amoroso equivale al encallamiento de la nave en Propercio (II 14, 30). El mismo Propercio compara su sufrimiento amoroso con la desgracia de un náufrago, en un pasaje que enseguida examinaremos con más detalle (III 24, 11-12). En la Heroida XVIII de Ovidio (de Leandro a Hero), el joven Leandro se siente un náufrago en su viaje de vuelta: cum redeo, videor naufragus esse mihi (XVIII 120), “cuando estoy de vuelta, me parezco ser un náufrago”.

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2018000001788
366 pag.

Tópicos Especiais Manuel Cavazos LermaManuel Cavazos Lerma

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