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Primeros planteamientos psicológicos en las Ciencias del Espíritu 3.1. Grandes trazos de la Psicología filosófica pre-renacentista Por Psicología f...

Primeros planteamientos psicológicos en las Ciencias del Espíritu 3.1. Grandes trazos de la Psicología filosófica pre-renacentista Por Psicología filosófica suele entenderse, al menos operacionalmente, la anterior a Wundt (Caparrós, 1981), entendido éste como iniciador formal de la Psicología científica. Se trata de un Psicología que se desarrolla, básicamente, en el marco de la filosofía pero que progresivamente fue recibiendo el influjo de las ciencias empíricas, hasta que en el último tercio del siglo XIX dio un paso definitivo en su constitución como Ciencia experimental al asumir el método de las ciencias naturales en el análisis de los fenómenos de la vida mental. Su punto de arranque tópico es la figura de Aristóteles y su libro Sobre el alma. Este, frente a concepciones animistas o mitológicas e incluso frente a su admirado Platón, fue quien acuñó el concepto de sustancia y el primero que hizo un estudio sistemático de esa realidad sustancial que se llama psique o alma y que para el filósofo griego pertenece al mundo de la naturaleza, forma parte de la filosofía de la naturaleza y por tanto es objeto de conocimiento empírico (Jaeger, 1943; Nuyens, 1948). Sus planteamientos dominaron el pensamiento occidental durante siglos, en los que fueron apareciendo filosofías cada vez más centradas en problemas humanos muchas veces llamadas filosofías de la felicidad, hasta que el neoplatonismo agustiniano los hicieran tambalearse. Vida y conocimiento son las dimensiones en que se sitúa la psique griega, constituyen dos fenómenos que requieren principios peculiares para su comprensión. Con una estructura definida, dibujada por la razón, y que apunta a una pluralidad de funciones, el problema de la relación alma-materia o mente-cuerpo, se tornará en un centro de divergencia entre Platón y Aristóteles: ¿Cabe cualquier alma en cualquier cuerpo –platonismo–, o cada alma es la actualidad misma del cuerpo –enérgeia aristotélica–?, ¿es el alma separable del cuerpo, o tal vez ella, o no toda ella podrá serlo?, ¿hasta qué punto son realidades diferentes?, ¿mantienen algún tipo de comercio entre ellas? Se dibuja una tensión que, de un modo u otro, se ha mantenido a lo largo de siglos, entre una mente biologicista y otra epistémica, si cabe llamarlas así, tensión que se vuelve a encontrar con nuevas expresiones en el mundo medieval, entre San Agustín y Santo Tomás, y en el ya moderno, entre Descartes y Bacon, o entre racionalistas y empiristas o idealistas y asociacionistas (Carpintero, 1986). En la filosofía medieval, el primer problema es la existencia del mundo mismo, el que haya cosas; es decir, el hecho de que Dios haya creado cuanto existe. El problema consiste en comprender la realidad de la criatura ante Dios. Dios es una realidad muy peculiar, de la que lo primero que hay que decir es que no aparece, que no está ahí, como una cosa más. Por eso, la forma en que se manifiesta es la revelación. Esta realidad divina se hace patente de alguna manera en la intimidad, en el alma humana, y en el mundo considerado como un todo creado. De ahí que el hombre medieval reflexione sobre sí mismo, y que busque en el mundo los rastros del plan creador de Dios. Con ese telón de fondo común, la filosofía medieval siguió dos orientaciones diferenciadas bajo el impacto de la filosofía neoplatónica y de la aristotélica: la de Agustín de Hipona y la de Tomás de Aquino. La augustiniana es una Psicología humana que no mira al exterior, a la naturaleza, que no recurre a la observación exterior para descubrir qué es el hombre sino que postula replegarse sobre la propia interioridad humana para desvelar su verdadera realidad. En el lenguaje actual diríamos que construye una Psicología de la introspección plena, cuyo objeto es una sustancia espiritual que tiene una actividad totalmente independiente del cuerpo. Acentúa hasta tal extremo la independencia del alma en relación con el cuerpo que su Psicología será la antípoda de la filosofía natural aristotélica de la que forma parte la Psicología. El influjo de esta doctrina será enorme en el occidente cristiano, muchas de sus ideas estarán presentes en las propuestas de la Filosofía Escolástica (doctrina de los espíritus animales, universales, relaciones intelecto-voluntad, diferencias hombre-animal...), pese a la aparición de un pujante aristotelismo medieval representado por el filósofo cordobés-árabe Ibn-Rosh (Averroes) y el judío hispano Maimónides. Una línea de pensamiento que sólo debilitará el poder del voluntarismo agustiniano a partir del siglo XIII, a consecuencia del conocimiento e introducción de la obra aristotélica en el pensamiento cristiano, primero con Alberto Magno, y algo más tarde con el gran sistematizador de la filosofía y de la teología cristiana, Tomás de Aquino. Sto. Tomás supera el dualismo espiritualista al señalar que el alma es subsistente, inmortal, pero que en sí misma lleva una relación intrínseca a la materia sin la cual no puede existir. La unión alma-cuerpo es un bien y fuente de bienes, de ningún modo consecuencia de ninguna caída o castigo. La persona no se constituye por emergencia exclusiva del espíritu sino por la unión hilemórfica de cuerpo y alma. El compuesto sustancial humano es el único sujeto de todas sus operaciones, aun las más espirituales (Barbado, 1946). No es el alma quien piensa, ni el cuerpo quien siente. Es la persona quien piensa, quiere, siente, actúa, trabaja... Cuerpo, alma, no son dos sujetos reales, de forma que cada uno posea por sí sólo su razón de existir y de obrar, con el simple condicionamiento del otro, sino que forman un sólo sujeto de ser y de obrar. Entiende que es el alma racional, el intelecto, la forma sustancial del cuerpo. Ese largo período de más de 25 siglos, dominado por el substancialismo, que arranca para muchos con Aristóteles, tuvo su momento de giro en el Renacimiento, época en la que se inicia esa modernidad, de la que formará parte la Psicología científica. Cierto que antes existieron numerosas ideas psicológicas, que pueden ser historiadas, pero, al no haber lugar para una concepción natural generalizada del hombre y, menos aún, un interés real por elaborar una concepción científica de su psiquismo, difícilmente puede hablarse de una auténtica preocupación psicológica. Ésta echará a andar con la crisis epistemológica de la visión teológica y metafísica del Medioevo, iniciada durante

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Historia de la psicologìa
538 pag.

Psicologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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