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A la interrelación de los diversos individuos que integran este segmento, ya que puede ocurrir que se mantengan contactos más estrechos con quien h...

A la interrelación de los diversos individuos que integran este segmento, ya que puede ocurrir que se mantengan contactos más estrechos con quien habita tres o cuatro casas más arriba o abajo, y que éstas estén consideradas como más cercanas que las mismas colindantes. A ello añadiremos que el referente físico pierde gran parte de su capacidad definitoria cuando, tratándose de viviendas contiguas, una queda a espaldas de la otra, en cuyo caso desaparece prácticamente la noción de vecindad. En tales casos, la disposición espacial de las fachadas, orientadas en direcciones contrapuestas, determina la ausencia de contactos entre los habitantes de las moradas colindantes; entre una y otra se levantan muros de más de dos metros, si es que son fronterizas por los patios traseros, de manera que la vida cotidiana de estas casas se desarrolla una a espaldas de la otra. Se puede afirmar que es la combinación del factor proximidad con la frecuencia de la relación lo que confiere cierta identidad a la noción de vecindario. Pues vecinos, vecinos... eso depende... Son los que viven a la vera de uno, bueno, a la vera y enfrente también, ¿no? Lo que pasa es que conforme median más casas con la de uno, pues ya no es lo mismo, ¿verdad?, porque ya no se ve uno tanto, como cuando los tienes ahí mismito, puerta con puerta, que no tienes más remedio que verlos, y claro, pues se va hermanando uno con ellos (...) Lo que pasa es que a lo mejor vives puerta con puerta y no hay mucho trato, pero si pasa eso es porque cuando se vive tan junto pues es natural que tengas tus más y tus menos. La liturgia del espacio La dimensión social de la idea de vecindad está basada en un código de derechos y obligaciones recíprocas en un plano ideal de igualdad, que constituye el armazón de la trama de relaciones vecinales. Generalmente, para ejemplificar las mismas se recurre al segmento del parentesco que con mayor exactitud cumple con esta regla, como es la relación entre hermanos. No ha habido prácticamente testimonio al respecto que no haya recurrido a esta imagen cuando han tratado de explicar en qué consiste la relación de vecindad. Los vecinos —me decía una mujer— somos como si fuéramos hermanos… (ombre, te llevas mejor con unos que con otros, y puedes tener tus cosillas (leves roces); pero bueno, también con tu familia pasa de todo... Mira tú, muchas veces te llevas mejor con un vecino que con tus mismos hermanos. Qué se yo, porque a lo mejor cuando las particiones (división de la herencia) tengas peleas... Tú ves, con los vecinos es como si fuéramos familia, porque estamos mucho tiempo juntos y nos conocemos muy bien. En este mismo sentido apunta un dicho que es frecuentemente repetido cuando se hace referencia a los lazos de vecindad, el cual empieza preguntándose ¿Quiénes son tus hermanos?; para responder seguidamente: Tus vecinos más cercanos. En este aforismo está implícita la idea de que la relación entre vecinos puede incluso llegar a ser más estrecha que la consanguínea, dando una gran relevancia al hecho de la proximidad física. Lo que pasa —apuntaba una mujer— es que a lo mejor tienes que echar mano de alguien, qué sé yo, porque te sea preciso, que te pongas mala o algo así, y resulta que a lo mejor tus hermanos viven lejos, o que no te llevas bien con ellos. Y (sin embargo) siempre hay alguna vecina de la que puedes disponer: si no de una, de otra. Mira —me explicaba otra—yo me pasa algo, que me pongo mala y que me tengo que meter en la cama, pues antes echo mano de mi vecina que de mis hermanas. Y eso que una de ellas vive ahí mismito, dos calles más abajo. No es que me lleve mal con ella, pero es que con algunas vecinas llevamos mucho tiempo juntas, y quieras que no, pues eso hermana mucho, porque compartes mucho. Aunque ciertamente en su dimensión espacial el vecindario se configura como un segmento intermedio entre el más reducido de la casa y el inmediatamente superior de la calle, entendida ésta en un sentido genérico, sus contornos son bastante imprecisos, pues dependen no sólo del grado de proximidad física, sino también de la cambiante trama de relaciones que se desarrollan en su seno. Se puede asegurar la vecindad de los que viven puerta con puerta, es decir, de las casas colindantes con las de enfrente; pero resulta harto complejo designar quién empieza a dejar de ser vecino en razón de la lejanía. Además, cada vivienda participa a la vez de varios vecindarios distintos. Así, por ejemplo, una familia que viva en el número 30 de una calle cualquiera guarda vecindad con algunos números pares que la flanquean a derecha e izquierda, así como con los impares que se correspondan con este tramo; pero dicha casa puede formar parte también del ámbito vecinal del número 38, mientras que este último no se incluye en el vecindario del 24, que, a su vez, sí puede mantenerlo con los números 30 y con el 20. De esta manera, resulta prácticamente imposible trazar los límites externos del vecindario, tanto en su dimensión física como en la social, lo cual impide que se genere un marco objetivo para conformar cierta identidad de grupo con base en la noción de vecindad. Ni siquiera la calle, en tanto que accidente urbanístico bien definido, llega a constituirse en factor de identificación, dado que la distancia que media entre los últimos números de una calle y los primeros de la siguiente, con la que forman esquina, es mucho menor que la que tienen con los que inician la misma. En un sentido gráfico, la esfera vecinal podría ser representada a base de círculos sucesivamente superpuestos unos sobre otros, cada uno de los cuales tendría como epicentro una vivienda, cuyos perímetros serían irregulares. No solamente está desprovisto el vecindario de márgenes espaciales precisos, sino también de cualquier otro elemento de referencia que ayude a constituir una identidad vecinal nítidamente definida. En este sentido, bien pudieron servir como factores de identificación los 32 nichos u hornacinas que hay repartidos por todo el pueblo. Se trata de pequeños huecos situados en las fachadas de algunas casas a una altura de unos dos metros, en forma de arco de medio punto, y cerrados por vitrinas, en cuyo interior suele haber una cruz o una estampa del Sagrado Corazón, adornada con flores de plástico y alumbrada por una bombillita durante la noche. Algunas calles tienen dos, otras, una y algunas carecen de ellas, siendo más frecuente su presencia en la zona más antigua. Generalmente de su cuidado se ocupa la mujer que habita en la casa en cuya fachada se encuentra la hornacina, aunque también puede recibir ayuda de las vecinas más cercanas. Al parecer, estas hornacinas habrían cumplido hasta hace unos años cierta función aglutinadora de los distintos vecindarios constituidos en sus respectivos entornos, en ocasión de las fiestas del Corpus Christi. Según la información que obtuve sobre ellas, justamente debajo de cada uno de estos nichos los vecinos ponían una mesa engalanada, en la que se servían bebidas que iban siendo consumidas por todo el que se acercase por allí, siendo completada la decoración del trozo de calle con banderines y colchas colgadas de los balcones. Pero todo esto se ha perdido. Al parecer, la adscripción a uno y otro nicho, haciendo la salvedad de las casas próximas, era bastante aleatoria, pues las más alejadas podían optar por uno u otro, o bien permanecer al margen como espectadores. Es evidente el interés que hubiera tenido escuchar las disquisiciones con las que se hubiera argumentado la pertenencia a una determinada hornacina, pues ello nos habría permitido conocer algo sobre la dimensión simbólica del vecindario. Por lo que se cuenta, la finalidad consistía en ver qué vecinos disponían mejor sus rincones, con lo que en algún momento habrían de ponerse de relieve manifestaciones relativas a la inclusión y la exclusión, en razón de la mayor o menor distancia a una u otra mesa. Si en algún momento esta práctica llegó a jugar un papel aglutinante, es lógico pensar que ello respondería a una manera específica de entender la vecindad, con la consiguiente plasmación en el espacio que ello hubiera conllevado, pero que hoy, modificada esta noción, ha perdido vigencia. Muy probablemente, los límites vecinales se han ido debilitando en tales contextos, hasta llegar a difuminarse en favor de otros más amplios, al tiempo que se han visto

Esta pregunta también está en el material:

La Liturgia del Espacio
188 pag.

Liturgia Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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