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territorio es fiel reflejo de ello. Si el marco físico de la élite local ha ido pasando de la plaza a la zona residencial de las huertas, este últi...

territorio es fiel reflejo de ello. Si el marco físico de la élite local ha ido pasando de la plaza a la zona residencial de las huertas, este último ámbito de poder ha encontrado su ubicación en la misma posición relativa que ha mantenido en los últimos siglos; es decir, opuesto al arrabal. Francisco Sánchez Pérez Estas son, pues, las dos coordenadas que actualmente ordenan la cartografía semántica del pueblo: por un lado, el arrabal, y por el otro, la zona residencial de las huertas. Ya sabemos que el primero está identificado con nociones relativas a lo marginal, al desorden, a la ruptura e inversión de los valores establecidos, a la suciedad, la inmoralidad, la corrupción, etc. Por el contrario, el área residencial es un ámbito cuyos contenidos son de carácter antitético, tales como el orden, la moral, la limpieza, lo social, lo racional, etc. Pues bien, nos encontramos reproducido en el plano del pueblo el mismo diagrama mental que subyace en la configuración arquitectónica de la casa. Y es que ambos planos, el arquitectónico y el urbanístico, están ordenados con base en la oposición entre las ideas de naturaleza y cultura. En lo que a la casa se refiere, en un costado está el corral, los animales y, anteriormente a que se organizara la recogida de la basura por parte del Ayuntamiento, también estaba localizado el muladar o el estercolero; por el costado contrario, están el despacho y el salón de lujo en la casa señorial, en los que la familia entra en contacto con la esfera social. Mientras que en lo que al pueblo corresponde, encontramos representado el mismo esquema. En un flanco están radicados los lugares donde pernoctan los rebaños de cabras, las casas donde todavía hay mulos para el trabajo agrícola, así como los muladares y los estercoleros; mientras que en el opuesto está la zona residencial, antitética de la anterior, que es el ámbito en el que la comunidad entra en contacto con la sociedad exterior, por medio de sus élites, y en el cual están representadas las facetas que más alejan al hombre de su condición animal, es decir: la ética y la estética. Ambos ejes, el de la naturaleza y el de la cultura, ordenan el cuerpo social, lo articulan en un contexto más amplio en el que se encuentra inserto, plasmando en el espacio una manera de entender las cosas, una forma de ordenar el mundo. Francisco Sánchez Pérez Confines de identidad No debemos dejar aislado el núcleo urbano si pretendemos conocer en su máxima complejidad los significados implícitos en él, fundamentalmente porque algunos de ellos sólo se muestran cuando se los pone en relación con el contexto. No quiero decir con esto que no sea posible analizar el plano urbanístico descontextualizado del entorno geográfico, toda vez que esto es lo que he hecho en las anteriores páginas, y en ellas se han puesto de relieve parte de los contenidos que dotan al mismo de una estructura de significación interna. Mas para comprender otros planos semánticos subyacentes en el sistema espacial que estamos analizando habremos de ampliarlo al entorno geográfico que circunda al pueblo. Estando Casarabonela situado en la ladera de la montaña, la parte alta del casco urbano colinda con la zona más montañosa del término municipal. Casi toda ella está ocupada por grandes extensiones de pinares, terrenos pedregosos no cultivables y vegetación de monte bajo. Unos cuantos cortijos desperdigados constituyen el único hábitat de esta parte del término, en la que las vías de comunicación son muy precarias, siendo la más importante un carril sin asfaltar que comunica Casarabonela con los pueblos serranos de Carratraca, Ardales y El Burgo. La presencia humana en estos lugares es escasa, siendo sus casi únicos habitantes los rebaños de cabras pastoreadas por vecinos del pueblo, algunas cabras montesas, culebras, perdices o conejos. El clima es fundamentalmente frío y seco, determinado por la altitud y por los vientos atlánticos. Por el lado opuesto, en la parte baja del núcleo urbano, se abren fértiles terrenos de regadío que descienden hasta el valle del río Guadalhorce. La variedad y exuberancia de la vegetación y los cultivos de estas tierras bajas suponen un fuerte contraste con el paisaje serrano, siendo en ellas donde se encuentran la práctica totalidad de los caseríos que componen el hábitat disperso del término municipal. Infinidad de veredas y algún carril que recorren cultivos y arboledas, y una complicada red de acequias, indican que nos encontramos en un espacio en el que la presencia humana es frecuente. Al contrario que en la sierra, aquí el clima se presenta más suave, atemperado por las brisas marinas que soplan desde el Mediterráneo. En cuanto al paisaje urbano, los barrios del Arrabal, el Castillo y la Jarea, que ocupan, como sabemos, la consideración social más baja, se encuentran ubicados en el costado alto del pueblo, colindantes con los pinares de la sierra. En el lado opuesto, las construcciones más modernas, habitadas por la nueva clase alta y los veraneantes, se extienden por la zona de las huertas. Tanto un flanco del núcleo urbano como el otro forman parte de lo que se considera como las afueras o el campo, expresiones éstas que abarcan el terreno que circunda al pueblo, si bien, en la zona colindante con la sierra se refieren a un segmento próximo y más amplio e indefinido en la parte que da a las huertas. Pues bien, como vamos a ver, el espacio urbano también adquiere connotaciones simbólicas según se las relacione con una u otra parte del paisaje descrito. Desde que aprenden a andar, los niños van superando a medida que crecen las sucesivas fronteras marcadas por la casa, el vecindario, el barrio y el pueblo, aunque se observan las correspondientes diferencias entre las niñas y los varones, pues mientras que éstos prácticamente no tienen vedado lugar alguno, a aquéllas se les prohíbe frecuentar los barrios periféricos, y muy expresamente la parte del arrabal y la del castillo, no siendo que habiten allí mismo, en cuyo caso se procura que, si se alejan de la casa, sea hacia el centro y no hacia las afueras. En lo que a los varones se refiere, cuando llegan a la edad de ocho o nueve años, el desarrollo de su identidad de género les lleva a rebasar los confines del casco urbano como símbolo de reafirmación de su masculinidad. En concreto, hay un lugar en las inmediaciones al que se hace casi obligado ir en algún momento de la adolescencia, según confirma el hecho de que todos los varones a los que he preguntado lo han visitado alguna vez. Conocido como la piedra resbalosa, se encuentra a algo más de un kilómetro del pueblo en dirección a la sierra, en donde se abre el lecho de un rápido que, de tarde en tarde, recoge las aguas de las lluvias que caen desde las altas laderas. Precisamente por la erosión sufrida, las rocas que allí hay ofrecen superficies lisas, y de entre ellas destaca una de gran tamaño, cuya cara superior es relativamente plana. Yo me acuerdo – me decía al respecto uno de los quinceañeros que me acompañaban a visitarla- que eso de venir hasta aquí era una aventura. Y no me veas lo que nos regañaban cuando nuestros padres se enteraban que habíamos salido del pueblo. Y otro: Mira tú, que aquí le di yo la primera calada a un cigarro. Aquí es donde nos veníamos a fumar cuando éramos chicos. Y a otras cosas.... Pero no es tanto la visita a este lugar concreto lo que en realidad resulta significativo en esta suerte de passage, como el hecho de sobrepasar los límites urbanos que ello comporta. De hecho, cualquier otro lugar de la sierra puede jugar el mismo papel, cual es el caso de las cuevas que hay entre sus riscos, y a las que, antes o después, todos los chavales acaban yendo alguna vez. En este sentido, creo que puede resultar indicativo el testimonio de una muchacha que, siendo más joven, había participado en una excursión a la sierra con los chicos de su pandilla. Me ponían de marimacho. Para la gente, las niñas no podíamos salir del pueblo; pero, vaya, que si te descuidabas, pues casi ni de tu calle te podías mover, porque aquí, o se pasa una el día entero encerrada o te ponen como un trapo. (...) Bueno, por poder salir, pues sí, los domingos

Esta pregunta también está en el material:

La Liturgia del Espacio
188 pag.

Liturgia Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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