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borde de los dos caminos, situadas a un centenar de metros de las últimas casas. Inmediatamente me propuse averiguar, por un lado, qué señalizaban ...

borde de los dos caminos, situadas a un centenar de metros de las últimas casas. Inmediatamente me propuse averiguar, por un lado, qué señalizaban y qué simbolizaban los cuatro referentes iconográficos; por otro, a qué se debía el que los situados en el valle fueran oratorios y los de la sierra cruces. Cualquiera que haya realizado trabajo de campo está seguramente familiarizado con respuestas tales como: siempre se ha hecho así o siempre ha estado ahí. Más o menos, lo que me respondían mis informantes cuando les preguntaba sobre las cruces y las pequeñas ermitas. De manera que tuve que esperar a que la investigación estuviera más avanzada para encontrar una explicación a mis interrogantes. Un día, al principio de mi estancia en el lugar, acompañaba en su coche a una joven del pueblo y, al pasar delante del oratorio de la carretera principal, le pregunté si sabía algo de los oratorios y de las cruces, a lo que, antes de contestarme que siempre habían estado ahí , me dijo: Pues fíjate tú, que ahora que lo mentas, que voy hasta intranquila porque no me he santiguado cuando hemos pasado por uno de ellos. Es que me ha dado apuro hacerlo delante tuya, sabes; pero yo estas cosas es que las llevo muy a rajatabla. Y mira que yo, de beateríos y misas, nada, eh. Pero es que si no me santiguo cuando salgo del pueblo y paso por ahí, me parece como si me pudiera pasar algo malo, es como si fuera superstición … (ombre, cuando paso por las otras –las cruces de la sierra-, pues también; porque cuando vas por aquellos caminos también te alejas del pueblo y claro...; pero no es lo mismo. A partir de entonces, muchos de los vecinos a los que planteé el tema, tanto a hombres como a mujeres —aunque más frecuentemente estas últimas—, afirmaban que efectivamente se santiguaban al pasar por delante de ellos, argumentando todos de manera más o menos parecida al testimonio precedente. Una mujer me decía: Pues mira, para mí es como si el pueblo llegara hasta el empalme (lugar en el que se desvía el ramal que sube hasta el pueblo y en donde se encuentra uno de los oratorios). En cuantito que yo veo la ermita aquella es como si ya estuviera en mi casa; vaya, que no me da cosa venirme sola. Fíjate tú, que el otro día venía con mi marido de Málaga de llevar a la niña al colegio, y al pasar Zalea (a unos siete kilómetros de Casarabonela), se nos averió el coche. Nos estuvimos esperando un ratillo, y como no pasaba nadie del pueblo, pues pensamos de subirnos andando. Y ya cuando llegamos al empalme, que ya casi se ve el pueblo, pues yo dije: mira, vete tú para el coche que ya me voy yo sola desde aquí y aviso al taller. (...) Yo ya es como si hubiera llegado, ¿no? Y mira que todavía hay que bajar desde allí hasta ahí abajo que está el puente, y luego trochar por el caminillo hasta arriba. Pero es que, yo, en viéndola ermitilla y el pueblo, ya estoy confiada. En alguna hoja anterior habíamos dejado a las mujeres pululando a sus anchas por las calles del pueblo, mientras que los hombres, a excepción de unos pocos que andaban también por este ámbito por motivos de trabajo, estaban recluidos en los bares o bien estaban trabajando en el campo. En tal circunstancia, observábamos que los límites entre el territorio masculino y el femenino coincidían con los del perímetro urbano. Pues bien, nos encontramos ahora con un espacio más amplio delimitado por las cruces y los oratorios, que suponen una extensión de la territorialidad femenina. Como decía la última informante, desde allí para acá, todos nos conocemos, dando a entender con ello que se trata de un espacio en el que, en determinados momentos, rigen similares códigos morales que en el casco urbano, los cuales se ven anulados una vez que se traspasan los límites externos. Confirmado el carácter liminal de las cruces y los oratorios, quedaba responder la segunda cuestión que me había planteado. ¿Qué razón podía subyacer en el hecho de que fueran distintos los dos elementos fronterizos situados en los caminos de la sierra –cruces- y los localizados en el valle –oratorios- si, como daban a entender los anteriores testimonios, todos ellos cumplían la misma función? ¿Qué significado encerraba esa diferencia iconográfica? Páginas atrás daba cuenta de los distintos contenidos que contraponen al espacio de la sierra y el del valle, y cómo éstos están revestidos con significados relativos a lo masculino y a lo femenino respectivamente. Mientras que la sierra constituye un territorio apropiado para reafirmación de la masculinidad, o un marco idóneo para aquellos comportamientos que rozan los márgenes de la moral establecida, por su parte, la zona de las huertas se conforma, en oposición a la sierra, como un espacio identificado con el género femenino, en cierto modo prolongación del territorio habitado. Toda joven que se precie debe negarse a acompañar a un chico a pasear por la carretera de la sierra si no quiere ver empañada su reputación, en tanto que nada peligrará ésta sí se dirige a dar un paseo carretera abajo, porque es normal y hay que comprender que a los novios les guste estar solos. Solos, pero no en cualquier lugar... O dicho de manera más explícita por un joven ligón: Lo que yo te diga, tío: si la chávala se deja que la lleves para la parte de la sierra, es que le va la marcha: lo que pasa es que las tías de este pueblo son casi todas unas estrechas y lo más que van es a pasear a la carretera de las huertas. Ahí siempre hay alguien que pasa.. Una vez encontrada una posible explicación —más de orden estructural que histórico— al hecho de que en dos de los carriles de salida del pueblo hubiera oratorios y en los otros dos cruces, aún quedaba por responder el por qué de su distinta ubicación, o sea, la razón de que los oratorios estuvieran a un par de kilómetros del pueblo, mientras que las cruces lo estaban a un centenar de metros. Si, como han puesto de relieve los testimonios precedentes, tanto las cruces como los oratorios están delimitando un territorio calificado de manera contrapuesta al que se abre tras estos cuatro referentes fronterizos, ¿no deberíamos inferir que las cruces tendrían que estar también a un par de kilómetros del límite urbano, o bien que los oratorios estuvieran a un centenar de metros por las carreteras que salen por la zona de las huertas? La respuesta, si nos atenemos a todo lo dicho hasta aquí, es que no. Sencillamente ocurre que no tiene por qué haber ningún oratorio justo al borde del pueblo por la parte de las huertas, mientras que sí se hace lógica la presencia de la cruz en el flanco de la sierra. ¿Por qué? Al contrario de lo que sucede con el ámbito de las huertas, inmediatamente que salimos de los márgenes urbanos por la parte alta, en donde están las cruces, se abre un espacio connotado como marginal, silvestre, masculino. En tanto que, por su parte, las huertas se configuran como un territorio en el que se superponen y entremezclan referentes masculinos (las tierras) y femeninos (las casas). Por consiguiente, lo que entraría en contradicción con estos esquemas sería la presencia de algún oratorio en el límite del pueblo con las huertas, pues ello supondría que se estaría marcando una frontera con un territorio en el que hay cierta continuidad semántica, toda vez que sigue habiendo elementos – viviendas, caminos, viandantes- que dotan del mismo contenido al espacio que se pretende acotar, y con ello significar. No solamente la dicotomía masculino-femenino actúa en la configuración de estos límites fronterizos, toda vez que en ella también está implícita la dicotomía nosotros-ellos. Cuando una de mis informantes me contaba que se quedaba tranquila una vez que pasaba la ermita en dirección al pueblo, estaba confiriendo a la misma significados fronterizos entre lo masculino y lo femenino, también se refería a su carácter limítrofe entre el territorio de la comunidad y el extraño, entre lo conocido y lo desconocido. De ahí que no sean únicamente las mujeres las que se santiguan al pasar, sino que también lo hacen los varones. Menos estos últimos que aquéllas, como es lógico, si tenemos en cuenta

Esta pregunta también está en el material:

La Liturgia del Espacio
188 pag.

Liturgia Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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