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Debemos tener en cuenta un vasto espectro de creencias vinculadas con seres considerados como “sobrenaturales” y especialmente originadas en ámbito...

Debemos tener en cuenta un vasto espectro de creencias vinculadas con seres considerados como “sobrenaturales” y especialmente originadas en ámbitos rurales, que abarcan al diablo (en sus distintas versiones como mandinga, tapia, zupay, etc.), los llamados pactos con el diablo o la salamanca, la existencia de las ánimas, el almamula, la telesita, el duende y la luz mala. Se trata de creencias que se constituyen en expresiones míticas significativas en la vida cotidiana de los sujetos, muchas de las cuales, si bien han surgido estrechamente vinculadas a leyendas y relatos de origen rural, persisten transformadas en el medio urbano. Debemos considerar también que en los cultos populares se hacen presentes, en su forma más inmediata, a través de los instrumentos y las mediaciones con los que cuentan las personas, tanto representaciones sociales y creencias como expectativas y necesidades que encuentran en la expresión cultural un campo propicio de manifestación. Son interesantes los trabajos que, analizando dichas creencias, avanzan en comprender cómo tras las mismas pueden observarse instancias en las cuales se da la transformación de los valores sociales en acontecimientos míticos, de manera que los mismos producen efectos de significación con fuertes consecuencias sobre la misma comunidad. Tal es el caso del trabajo de Cousillas, Losada y Martin donde se analiza de qué manera creencias como las de “los espantos”, los estudiantes del diablo”, la “salamanca” o el “almamula” implican un recurso de la comunidad frente a situaciones sociales que demandan respuestas, ya sea por el tipo de amenaza que representan o por el tipo de valores, actitudes y comportamientos que resaltan. Se trata de una “narrativa oral” que no sólo es “vivida”, “recreada” y transmitida culturalmente, sino que provoca asimismo “efectos de significación”. Por otro lado, tampoco podemos olvidar la existencia de una serie de creencias, profundamente consolidadas y extendidas tanto en los ámbitos rurales como en los urbanos, generalmente asociadas con situaciones de malestar u enfermedad, ante las cuales la posibilidad de la curación se vincula con la fe en la capacidad de ciertas mujeres y hombres “de curar”. Personas reconocidas como “curanderos”, pero también mujeres y hombres de los sectores populares a quienes se les atribuye el poder de curar “dolencias” como el “empacho” o la “culebrilla”, pasando por el “mal de ojo” o “el susto”, hasta otras relacionadas con distintas afecciones del organismo y que han recibido de otros que ejercían dicho poder como un “don” especial. Un don que sólo puede ser trasmitido y recibido en determinados momentos especiales como el Viernes Santo o la Nochebuena. Así, considerando que la enfermedad o la dolencia tienen orígenes que no son solamente corporales y que resulta necesario muchas veces restituir una armonía dañada por la enfermedad, despliegan gestos y oraciones conducentes a una resolución del mal. Se trata de un fenómeno frecuente en los barrios de sectores populares. Como nos decía una mujer que llevaba al nene a curarse del mal de ojo: “Mirá, mal no le va a hacer. Yo lo que sé es que lo llevo al nene y al rato se le pasó la molestia... Es cuestión de creer”. Para muchas personas, hablar de cultos populares implica fundamentalmente hacer alusión a las llamadas “santificaciones populares”, a los “santos populares”, a las “canonizaciones populares” o al “santoral sospechoso”, entendiendo que las mismas se refieren a “personas” que de una forma u otra han sido “santificadas” por el pueblo. Un tipo de apreciación que implica, según las expresiones oportunamente planteadas por Sara Newbery y Susana Chertrudy, asumir como parámetro la evaluación que la Iglesia católica hace respecto a los que considera “santos” y a los que reconoce como tales luego de un proceso llamado “de canonización”. Se presenta aquí una de las primeras instancias a clarificar, vinculada con las características e implicancias de dichas denominaciones, que requieren ser analizadas, en cuanto colocan a las canonizaciones populares en un lugar diferenciado en relación con lo que se califica como canonizaciones oficiales. La sacralización generada por los sectores populares queda de este modo marginada, puesta en duda, o ubicada en una instancia descalificante por su carácter “popularizado”. De allí que, aun cuando aquí continuemos usando la denominación, dado el carácter generalizado de la misma, su uso no implica una valorización en el sentido antes mencionado. Las llamadas “santificaciones populares” se producen entonces en relación a aquellas personas que han muerto en forma accidental o natural, o que han sido asesinadas o víctimas de violencia, y que han pasado a ser reconocidas y veneradas por los sectores populares después de dicho acontecimiento. ¿A qué se debe? ¿Cómo se lleva a cabo ese proceso de sacralización? Se trata de mujeres y hombres, niños y ancianos que merecido un reconocimiento especial por parte del pueblo. Una extensa lista de nombres que es posible recoger en la mayoría de las provincias y que, más allá del tipo de devoción que generan, están manifestando apreciaciones sobre la vida y la muerte, sobre la justicia y la injusticia, sobre los atropellos y las consecuencias de la pobreza, planteando indirectamente un discurso simbólico distinto al oficialmente instituido. Al respecto, es importante tener en cuenta, al analizar las devociones y cultos populares, las características de la construcción simbólica, así como los significados de dichas construcciones realizadas y su sacralización por parte de los sujetos. Resulta así fundamental considerar el complejo carácter polisémico de lo simbólico, que emerge con fuerza cuando se analiza la configuración de lo sagrado y la explicitación de su sentido en los mitos. No nos interesa entrar a reflexionar en particular sobre los aspectos teóricos que hacen a la caracterización de lo simbólico y lo mítico, sino solamente plantear cómo dichas expresiones intervienen en la forma en que los sujetos –como bien lo señala Rubén Dri– otorgan sentido y relatan sus experiencias, fundamentan sus cosmovisiones e instauran significados en la realidad. Una instancia en la cual están en juego distintas interpretaciones de lo simbólico y distintas formas creativas colectivas, que se explicitan en complejos procesos de construcción identitaria en los

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23_16 Religiosidad popular_Ameigeiras
104 pag.

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Lo siento, pero no puedo responder a esa pregunta.

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