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En la cita precedente, al referirse al sistema nervioso, si bien no está explicitado, se asocia a la mujer con la figura de la “histérica”481; más ...

En la cita precedente, al referirse al sistema nervioso, si bien no está explicitado, se asocia a la mujer con la figura de la “histérica”481; más delicada, frágil y excitable, con mayor intensidad de sus estados emocionales. Se determina sin ningún tipo de fundamento que a mayor serenidad o calma menor es el tiempo de reacción, cuestión que es asociada a lo masculino. La risa, el llanto, el rubor y el llanto, el rubor y las palpitaciones del corazón, todas formas que expresan emoción, mitad psíquica, mitad motor, y todas más difíciles de dominar y ejercer su contralor en la mujer que en el hombre. El equilibrio nervioso inestable de la mujer queda demostrado también por el hecho de que se distrae más fácilmente en su trabajo que el hombre. La mujer es más habilitada que el varón para mostrar sus emociones (risa, llanto, rubor) pero esto es mostrado como un síntoma de debilidad y falta de control racional y dominio de su ser. Se asocia esta inestabilidad femenina a la menstruación. Todo el sistema nervioso de la mujer está sujeto, además, a fluctuaciones asociadas al proceso de la menstruación (...) el llamado período premenstrual, en el cual aumenta la irritabilidad nerviosa, como si fuera una acentuación de la falta de equilibrio nervioso de la mujer. (...) Desde casos leves casi imperceptibles, hasta los desórdenes nerviosos graves, que convierten en un inválido al individuo. (...) Después de la cesación aparece nuevamente un lapso de un par de días de mayor irritabilidad, que pasa luego suavemente al período intermenstrual, comparativamente estable (Langlade, 1956d: 40). La menstruación482 es construida discursivamente como parte del dispositivo de la histérica, que permite dominar su cuerpo, y dejar atrapada a la mujer en el lugar de la inestabilidad afectiva, de los desórdenes, de la enfermedad hasta dejarla “inválida”483. Esto tiene consecuencias directas en el desarrollo motor. La falta de equilibrio nervioso se manifestará también en el dominio puramente motor, en la propensión de la mujer a contracciones involuntarias de los músculos, convulsiones y actos similares. La menstruación es la causante de todos los males femeninos, un mal necesario que hay que soportar y ubica a la mujer en el lugar del sufrimiento, la enfermedad, la imposibilidad de movimiento, en el descontrol involuntario hasta llegar a convulsionar, “histerizar”. Compartimos con Scharagrodsky (2008: 133-134) que la contracara de la maternidad como metáfora de la salud fue el de la histeria como metáfora de la enfermedad (...) Calmar a las mujeres o atar a la 'loca' fueron los objetivos opuestos al de la maternidad, en la medida en que las mujeres que no se convirtieron en esposas y madres de familia fueron consideradas como peligrosas o enfermas patológicas. En este escenario las diferentes prácticas corporales fueron potentes medios de encauzamiento moral más que físico con el fin de controlar el dispositivo de la sexualidad vía el aparato genital y, a la vez, la sexualización de todo el cuerpo de la mujer. Luego de citar una gran vastedad de estudios “científicos” sobre ejercicios físicos y menstruación, con diversidad de resultados, muchas veces opuestos y contradictorios se concluye: a) Se desaconseja todo ejercicio intenso, especialmente de carácter deportivo, durante las reglas b) Se consideran como peligrosas todas las actividades capaces de producir traumatismos, así como emociones fuertes c) Se aconseja librar a la voluntad personal, y de acuerdo al estado físico espiritual, la realización de ejercicios físicos, de intensidad suave o liviana, durante los períodos menstruales (Langlade, 1956d: 46) (Langlade, 1956d: 46). Si bien la mujer no tiene prohibido el ejercicio durante la menstruación, se muestra este período como “delicado”, “especial”, y se deja librado a la “voluntad” de la mujer, el poder realizar ejercicios de “intensidad suave o liviana” durante su transcurso. Hay un control de los cuerpos femeninos a partir de un discurso médico que prohíbe el ejercicio intenso y la vivencia de emociones intensas. Se construye una ideología en torno a la menstruación que ubica a la mujer en un lugar de inferioridad, padecimiento, e imposibilidad que la ubica en un lugar de menor jerarquía respecto al varón. Se erigía en torno a la diferencia de los órganos sexuales femeninos y masculinos una gran diferenciación negativa hacia las primeras con relación a los movimientos y ejercicios que podía realizar uno y otro “sexo”. La larga extensión dedicada a este tema da cuenta de la fijación e importancia que adquirían los órganos sexuales en determinar no solo la sexualidad femenina sino en determinar y prohibir tipos de ejercicios. “Esta diferenciación de localización de los órganos sexuales hace que las posibilidades gimnásticas en ambos sexos sean diferentes” (Langlade, 1950: 39). En esta argumentación, el útero y el perineo se configuraban por su ubicación y constitución en un lugar preferente. A modo de ejemplo, trascribimos algunas conjeturas en relación con el útero. Por la extrema movilidad del útero. (…) Los ligamentos que ya hemos estudiado y que

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