En este sentido cabría preguntarse si existe continuidad entre los objetivos planteados a nivel general, colectivos, a través de las normativas vigentes y el discurso e interpelaciones políticas. Por el contrario parecería que existiera una fractura o una zona de clivaje114 entre las proclamas gubernamentales respecto de los roles prescriptos para los actores educativos y las diferentes estrategias que se dan algunos actores. Sobre todo si estas estrategias pudieran llegar a generar cierta diferencia perjudicial para el resto de los actores de la institución despegándose de aquella “sabiduría resignada” reiterada durante años y a la que ya se estaba acostumbrado a verlos. (Martuccelli, 2007) En otras palabras, parafraseando a Ortega y Gasset (en Bauman, 2000:100) “Cualquiera que no sea como todo el mundo, que no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado”, aun en el marco de un discurso explícito y recurrente del respeto por las diferencias: