Logo Studenta

acosan su pensamiento y le ocultan el origen y el fin de las ideas que se le ocurren, hace falta un recurso exterior. Ese recurso es en primer luga...

acosan su pensamiento y le ocultan el origen y el fin de las ideas que se le ocurren, hace falta un recurso exterior. Ese recurso es en primer lugar la gracia divina. Sin la intervención de Dios, el hombre no es capaz de discreción: esta no es una virtud mediocre que la industria humana pueda alcanzar casualmente. Solo podemos obtenerla de la generosidad divina. […] Como veis, el don de la discreción no es nada terrenal ni pequeño, sino un altísimo presente de la gracia divina. Si el monje no pone todo su afán en conseguir la, […] será la víctima designada de las trampas y los precipicios y, aun en los senderos llanos y rectos, tropezará más de una vez(76). Pero si la discreción es gracia, también debe ser virtud(77): una virtud que se aprende. Y ese aprendizaje necesario es descrito por Casiano mediante dos ejercicios o, mejor, la interacción permanente de dos ejercicios. Por un lado, hay que efectuar un examen constante de uno mismo, observar con cuidado todos los movimientos que se despliegan en el pensamiento: jamás debe cerrarse el «ojo interior» mediante el cual exploramos lo que sucede en nosotros(78). Pero, por otro lado y a la vez, tenemos que abrir nuestra alma a otro –al director, al anciano a quien hemos sido confiados– y procurar que nada le esté oculto. Desgarrando el velo con que la falsa vergüenza querría taparlos, manifestemos a nuestros ancianos todos los secretos de nuestra alma y vayamos a buscar con toda confianza junto a ellos el remedio a nuestras heridas y ejemplos de santa vida(79). En cuanto a esta discreción que, como arte del discernimiento y la medida, es indispensable para avanzar hacia la santidad, y que sin embargo nos falta, debido no solo a nuestras pasiones, sino al poder de ilusión que amenaza en forma permanente nuestro pensamiento, solo la gracia divina nos la otorgará. Pero lo que nos la enseñará es la combinación de la observación y la apertura del alma, actos pasados, sino al movimiento de los pensamientos, que pueden ser, por lo demás, el recuerdo de un acto realizado o la idea de un acto por realizar(82). Pero el objetivo del examen es el pensamiento mismo, la cogitatio. No hay nada de sorprendente en el hecho de que la práctica del examen en la vida monástica esté centrada en el movimiento del pensamiento y no en el pasado de los actos. Por no es simplemente un «pensamiento» entre otros, es lo que a cada instante amenaza con provocar un trastorno en el alma que tiende hacia la contemplación. Así entendida, es menos el acto de un alma que piensa que la perturbación en un alma que busca asir a Dios. Es el peligro interior. Contra ella debe rebelarse una desconfianza incesante que la considere sospechosa y la examine. El combate interior El trastorno que la cogitatio puede producir asume dos aspectos principales. En primer lugar el de la multiplicidad, la movilidad, el desorden, cuando el alma tiene necesidad de orden, estabilidad, unidad sin movimiento. Encaminarse a la contemplación única del ser único supone que el pensamiento se atenga a este único fin y jamás se desvíe de él. Tarea extremadamente difícil. De quién podrá creerse, aunque sea el más eminente de todos los justos y los santos, que ha logrado, en los lazos de este cuerpo mortal, poseer inmutablemente el bien soberano, sin apartarse nunca de la contemplación divina y sin dejarse distraer un solo instante por los pensamientos terrenales(85). Sucede que el espíritu se agita sin descanso y, si se queda inmóvil en un objeto único, nunca lo hace de forma voluntaria: «es presa de una perpetua y extrema movilidad»[(86)]. Al nuncio Germán, que pregunta por qué, en el esfuerzo por elevarse a la contemplación, «los pensamientos superfluos se deslizan en nosotros a nuestro pesar y, más aún, sin que lo sepamos», el anciano Moisés da por respuesta la repetición de su propia pregunta: «Es imposible, lo admito, que el espíritu no esté asediado por pensamientos múltiples»(87). Y en el comienzo de la colación que Sereno dedica a la movilidad del pensamiento, reaparece sin cesar el tema del movimiento perpetuo del espíritu: el nous [espíritu] es siempre, y bajo diversas formas, «cinético»(88). Pero hay otro peligro que se mezcla con el de la inestabilidad y es su consecuencia: gracias al desorden y en la rapidez del fluir, se presentan pensamientos a los que casi no hay tiempo de prestar atención y que se reciben sin desconfianza. Ahora bien, bajo su aspecto inocente, y sin que uno lo advierta, esos pensamientos bien pueden ser peligrosos, hacer al alma sugerencias nocivas y hasta introducir impurezas. Los pensamientos revolotean en el espíritu como un plumón agitado por el viento, pero algunos están manchados y, como una pluma mojada, son más pesados que los demás y tienden a ir hacia abajo[(89)]. Sobre esa base, puede entenderse el papel que Casiano atribuye al ejercicio del examen. Lo explica o, mejor, hace que lo expliquen los Padres cuyas colaciones da a conocer, por medio de tres metáforas. La del molino(90): así como el agua lo hace girar, sin que el molinero pueda hacer nada, el alma es agitada por «una ola continua de pensamientos palpitantes» y no puede interrumpir ese movimiento que la asalta. Pero así como el molinero puede moler el buen o el mal grano –el trigo, la cebada o la cizaña–, el alma, a través del examen, debe seleccionar entre los pensamientos útiles y los que son «culpables». El centurión del Evangelio también es una buena comparación(91): el oficial vigila el movimiento de los soldados, ordena a unos ir y a otros venir; de la misma manera, el examen debe controlar el movimiento de los pensamientos, expulsar los que no queremos y, por el contrario, conservar y disponer como es debido de los que pueden combatir al enemigo. En último término, la comparación con el cambista que inspecciona las monedas antes de aceptarlas es una manera más de mostrar la función del examen(92). Como se advertirá, esta consiste

Esta pregunta también está en el material:

Historia Sexualidad IV Las confesiones de la carne
338 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

Todavía no tenemos respuestas

¿Sabes cómo responder a esa pregunta?

¡Crea una cuenta y ayuda a otros compartiendo tus conocimientos!


✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales