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de la Falta Básica. El sentimiento de culpa (la ansiedad que produce) tiene un claro origen en la ocultación de la verdad de la biografía de la cri...

de la Falta Básica. El sentimiento de culpa (la ansiedad que produce) tiene un claro origen en la ocultación de la verdad de la biografía de la criatura humana, ocultación que tiene precisamente el objetivo de cul- pabilizar a la víctima del sufrimiento que el Poder le inflige. Hay que ocultar la verdad para invertir la relación causa-efecto de la tra- gedia que supone el matricidio para cada vida humana; ocultar el ejercicio del Poder para que la víctima aparezca culpable de su pro- pio malestar y de su sufrimiento. La culpabilización de la victima es quizá el rasgo más universal de la dominación. Por eso era imprescindible, en el mito de Edipo, que éste fuera y se sintiera culpable. Una vez más la verdad, que nos conecta con la integridad origi- nal, deshace el blindaje psíquico, deshace también el sentimiento de culpa y libera la capacidad de amar. Tan importante es la culpabilización de la víctima, que la Santa Inquisición quemó en la hoguera a Giordano Bruno por cuestionar el dogma del pecado original. Inicialmente la verdad redescubierta suele originar rabia e in- dignación por la injusticia de la represión sufrida. Esto es necesa- rio e inevitable. Es el mejor síntoma de que estamos deshaciendo las corazas y los blindajes, que estamos haciéndonos transparentes, que estamos reconectando los mecanismos de regulación psicoso- máticos y recuperando la dignidad. Por eso, con el mandamiento del ‘perdón’, las religiones antiguas y modernas persiguen, además del bloqueo de las emociones de la rabia y del enfado incitadoras de la rebeldía, impedir que se tenga conciencia de la verdad psico- somática de la represión, tal y como ha sido analizado y explicado con gran claridad por Alice Miller. Porque lo cierto es que cuan- do la rabia y la in-dignación no se reprimen, también se pasan (y se pasan tanto más deprisa cuanto mejor conectadas estén con la ver- dad pulsátil corporal), y entonces nos quedamos in-dignadas, es decir, dignificadas, investidas con nuestra dignidad recuperada, lo que da lugar a una revitalización importante, que nos va a permitir disponer de toda nuestra energía vital, de todas nuestras fuerzas, de toda nuestra increíble capacidad de amar y de supervivencia. (7) En el capítulo 5 de este libro hemos citado ya esta cuesión, más detenidamente expli- cada en la ‘Presentación’ de El Asalto al Hades: La rebelión de Edipo es una rebelión interior, que empieza precisamente por no reconocerse culpable de estar vivo, sino de ser inocente de estar vivo: por eso, recuperar el estado de inocencia es recuperar la dignidad.. Pero si no situamos lo sufrido por la represión del deseo del cuerpo materno, tal y como realmente ocurrió en nuestra biografía, viviremos con un sentimiento de culpa recurrente que nos impedi- rá reconocer nuestros deseos, nuestras pulsiones, y vivir en armo- nía con nosotras mismas; además el sentimiento de culpa se pasa- rá toda la vida dando cuerda al chantaje emocional y a la sumisión. Las emociones están diseñadas filogenéticamente para la auto- regulación. Sin embargo, se nos inculca que la cólera, la rabia, el enfado, etc. deben ser reprimidas y controladas: antes porque eran ‘pecados capitales’, y ahora porque son emociones ‘negativas’. La cólera, la rabia, la ira, el enfado, no son ni pecado ni emociones ‘negativas’: no hay nada que se produzca en el cuerpo humano que originariamente sea ‘negativo’. Lo ‘negativo’ es lo que provoca esas emociones de autodefensa en las criaturas humanas; porque son emociones del sistema de alerta y de defensa, previstas para repeler agresiones o distanciarnos de quien nos hace daño y que de ese modo no pueda seguir haciéndonoslo. Sin embargo, estas emo- ciones del sistema de alerta se presentan desligadas del contexto que las provoca, para poderlas negar, tildarlas de ‘negativas’ y para que nosotras mismas las inhibamos, y con ellas la resistencia y la rebeldía. La verdadera ‘inteligencia’ es la que nos llevaría a unir emoción y pulsión corporal, y a reconocerlas como la reacción corporal más adecuada y sabia ante el medio (ya sea amable u hostil); a sentirlas como parte de la autorregulación psicosomática, conscientes de la verdad corporal y de la verdad social. Es decir, es la ‘inteligencia’ del neocortex que comprende y respeta la sabiduría del cuerpo humano, que nos llevaría a recuperar el sentido original que tienen todas las emociones que se originan en nuestro cuerpo como parte de la autorregulación. Porque no somos ‘analfabet@s’ emociona- les. Porque las emociones se desquician, se lían y se descontrolan sólo con la quiebra de la autorregulación. El/la analfabet@ es el que nunca aprendió a leer y a escribir; pero los seres humanos nacemos sabiendo, y las emociones son tan sabias como el corazón o el hígado; es la represión lo que las deja desquiciadas y desco- nectadas de su lugar en la autorregulación. Si a mí me hieren con engaño es normal que sienta enfado y rabia; si se muere o sufre un ser querido, es normal que sienta dolor y tristeza; si alguien pre- meditadamente hace daño a mi hijo o a mi hija, a mi hermana o a mi hermano, es normal que sienta odio, lo mismo que es normal que sienta agradecimiento y amor por el que hace el bien a mi hijo o a mi hija, a mi hermana o a mi hermano. La emoción debiera estar debidamente conectada al impulso corporal y así, espontáne- amente, cumplirá su función en el proceso regulador orgánico y/o social. No hay que hacer con las emociones nada más que respetar- las y dejarlas que vivan y hagan lo que tienen que hacer. Toda criatura es emocionalmente inteligente, como es fisiológica y libi- dinalmente inteligente. Todo cuerpo es sabio, de otro modo no podría permanecer vivo. Las relaciones de dominación desquician las emociones. Por ejemplo, sin relaciones de dominación, sentiríamos desprecio hacia lo que impidiera el bienestar de las criaturas humanas. Sentiríamos una cosa despreciable, cuando realmente no tuviese valor en el sentido de que no valiera para realizar nuestro bienes- tar. El desprecio sería una emoción sabia que cumpliría su función en el aprecio y en el desprecio de una escala de valores estableci- da con respecto al bienestar de los seres humanos. En cambio con la dominación, el desprecio aparece vinculado a la superioridad, porque para ejercer la dominación el superior debe despreciar al inferior (o a los mediocres como dicen los nazis, o a los negros o a los emigrantes etc., para explotarles). Como también hace falta transformar la dignidad en orgullo, en ser ‘grande’, como dicen los anuncios publicitarios filonazis, para sostener emocionalmente la creencia de que se es un ser superior. El palacio da esta ‘grande- za’ a los cuerpos que lo habitan, el mausoleo a sus linajes, y el orgullo a los egos. Ahora bien, si desde abajo alguien manifiesta algún conato de rebeldía, enseguida le dicen no seas orgullosa, confundiendo el orgullo de la dominación con la defensa de la dignidad humana. La dignidad y el orgullo son cosas muy distintas: la dignidad es la afir- mación de la criatura humana, y el orgullo la afirmación de la supe- rioridad relativa del ego, orgullo que inevitablemente va de algún modo unido al desprecio de los inferiores. La sabiduría de las emo- ciones se recupera con la transparencia corporal y social, con el derretimiento de las corazas, con la conexión del neocortex con el cerebro límbico y la pulsatilidad corporal. Así podríamos ir haciendo un recorrido por todas las emociones, para devolverles su sentido orgánico original y entender la situa- ción actual en el contexto de las relaciones de dominación para no maltratarnos más de lo que ya el orden establecido nos maltrata. Quizá en lugar de manipular nuestras emociones para adaptarnos ‘inteligentemente’ al orden social, reconoceríamos inteligente- mente su sentido autorregulador de la vida humana, encontraría- mos paz interior, armonía, bienestar y recuperaríamos una de nues- tras principales fuentes de recursos energéticos para resistir y luchar contra la dominación. Hay dos ‘inteligencias’: la fratricida, que se aplica a la construcción de las mentiras y de la represión, y la de la vida, que se aplica a cuidar de ella y restaurar la verdad y la fraternidad humana. En el Capítulo 5 de El Asalto al Hades se hacía un repaso de algunos ras

Esta pregunta también está en el material:

Sexualidad y funcionamiento de la dominacion
284 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

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