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Pasando de una constatación empírica y de una crítica para un registro prescriptivo, en la continuación del pasaje citado, Freeman dice: Esa “indus...

Pasando de una constatación empírica y de una crítica para un registro prescriptivo, en la continuación del pasaje citado, Freeman dice: Esa “industria de investigación y desarrollo” puede ser sujeta al análisis económico como cualquier otra. Su output es un flujo de nueva información, tanto de carácter general (resultante de investigación “fundamental” o “básica”) como relacionada a aplicaciones específicas (investigación “aplicada”). Es también un flujo de modelos, esbozos, designs, manuales y prototipos de nuevos productos, o fábricas-piloto y equipamientos experimentales para nuevos procesos (“desarrollo experimental”). (EII, p. 22) Nótese ya en este pasaje, otra faceta de la pérdida de autonomía de la ciencia en la transición hacia su fase neoliberal. La ciencia deja de constituir una esfera de la vida social, en el mismo plano que el arte o la religión, siendo completamente instrumentalizada, reducida a una pieza de un dispositivo productor de innovaciones. La prescripción de Freeman, por lo tanto, es la de que la innovación –“el flujo de conocimiento nuevo, de invenciones e innovaciones”– debe ser tratada como variable endógena. Las ventajas prácticas de esa operación teórica son explicadas así: El tratamiento de la I&D como una fuerza exógena y en gran medida incontrolable, operando independientemente de cualquier política, fue divulgada en el pasado tanto por economistas como por científicos, aunque por motivos diferentes. En los dos casos él arriesgó el abordaje “caja negra” o varita mágica para la ciencia y la tecnología, que no sólo desalentó intentos de entender el proceso social de innovación, sino que puso en peligro toda la futura relación entre la ciencia, la tecnología, y la sociedad. (EII, p. 27) El ideario neoliberal tiene en su seno la creencia en las virtudes del mercado como forma de organización de la vida social, de la cual resulta la doctrina del Estado mínimo. Aplicada al dominio que nos interesa, la doctrina implica que la producción de innovaciones debe ser dejada a cargo del mercado, no debiendo el Estado intervenir en el proceso. Tal principio neoliberal anti-intervencionista gozó de considerable prestigio en la década del 80, asociado, en el plano de la teoría económica, a la vertiente neoclásica hegemónica, que no contemplaba la innovación en sus modelos. Freeman se opuso vigorosamente a la tendencia que unía esos dos elementos, lo que no es de sorprender, dada su creencia en la necesidad de la actuación del Estado en la economía de un modo general, característica del desarrollismo de la posguerra, y su filiación a la vertiente heterodoxa institucionalista en la teoría económica. Siendo así, Freeman no puede ser considerado simplemente un neoliberal, y en verdad se muestra explícitamente como opositor del neoliberalismo. Como Sharif muestra en su histórico, el concepto de Sistema Nacional de Innovación fue concientemente desarrollado como un arma contra esa tendencia neoliberal anti-intervencionista. El concepto de Sistema Nacional de Información, en teoría, y los Sistemas Nacionales de Innovación, en la práctica, constituyen las estructuras en que se inscribe la intervención del Estado en la producción de innovaciones. Freeman es, sin duda, defensor de una firme intervención del Estado en el sentido de promover la producción de innovaciones. Tal intervención con todo –es lo que se percibe al analizar las políticas por éste defendidas–, se da fundamentalmente a través del mercado. Es como si el mercado, expulsado por la puerta del frente, entrara por la puerta de atrás. O, dicho de otra forma: las políticas defendidas por Freeman constituyen, no una alternativa al mercado, sino una manera de compensar las fallas del mercado. Según varios analistas, el ideario neoliberal está lejos de ser monolítico, y una de sus principales tensiones internas, es la que existe entre, por un lado, la doctrina del Estado mínimo y, por el otro, la necesidad de un estado fuerte, mucho más fuerte que cualquier Estado que se pueda considerar mínimo, para mantener el sistema de mercado en funcionamiento. En las palabras de David Harvey: Existen en la posición neoliberal contradicciones suficientes para convertir las prácticas neoliberales en desarrollo (referentes a cuestiones tales como el poder de los monopolios y las fallas del mercado) irreconocibles en relación a la aparente pureza de la doctrina neoliberal. Debemos por lo tanto prestar cuidadosa atención a la tensión entre la teoría del neoliberalismo y la pragmática real de la neoliberalización. (Harvey, 2007, p. 21) En una interpretación posible, ese pasaje implica que políticas y prácticas en contradicción con principios neoliberales pueden ser consideradas fruto de la posición neoliberal. Y en base a esas observaciones, tiene sentido decir que, a pesar de su auto-imagen de opositor del neoliberalismo, Freeman puede ser clasificado como un neoliberal estatista: un oxímoron que refleja las contradicciones del neoliberalismo. Esta interpretación merece, naturalmente, un estudio más profundo, aún más porque, igual a varios pensadores de peso, su obra es muy rica, pero no exenta de inconsistencias, lo que torna las clasificaciones problemáticas. Sin embargo, dados nuestros objetivos, tal estudio es dispensable: más importante que la presencia de la intervención del Estado, es la forma en que es administrada. Para Freeman, las proposiciones en que la producción y difusión de innovaciones debe ser tratada como variable endógena, y sujeta al análisis económico como cualquier otra industria, no tienen un significado sólo teórico. Éstas implican que esas actividades sean administradas en los moldes de las empresas capitalistas, o sea, en términos de inputs/outputs, o costo/beneficio, o inversión/retorno, siendo esas relaciones expresadas cuantitativamente, y siendo el objetivo su maximización. Recordando la manera en que fue caracterizada la mercantilización en la 2ª dimensión, se puede decir que para Freeman la operación teórica en discusión implica la necesidad de mercantilizar la ciencia en esa dimensión. Para que sean expresados en términos cuantitativos, el input y el output de cada emprendimiento, o de la intervención del Estado como un todo, deben ser medidos. Y tal medición está lejos de ser una tarea simple. De manera general, la medición del input es menos problemática, ya que este consiste primordialmente en fondos, ya expresados en términos monetarios. Sin embargo también allí hay dificultades, relacionadas a la demarcación de los límites, entre las actividades que deben y las que no deben ser consideradas actividades de I&D. En el caso del output, no obstante, las dificultades son mucho más serias. Para explicar por qué, conviene que recurramos a un pasaje de EII, aunque éste no tenga como referencia la intervención del Estado, sino una empresa privada, la IG Farben (una industria alemana en el área de los productos químicos). La medición de la eficiencia en I&D es uno de los problemas más complejos de la economía gerencial (managenent economics), y no hay una respuesta simple para esa cuestión. “Inputs” en I&D pueden ser medidos y reducidos a un denominador común, pero también aquí hay complicaciones serias, tales como la contabilización de inputs de información provenientes de fuera de la estructura formal de la I&D. Pero cuando se trata de la medición del “output” las dificultades son avasallantes. Éstas son discutidas en algún detalle en la sección 3 del Apéndice17. Aquí únicamente es posible indicar dos maneras complementarias de abordar la medición de la “efectividad” de la I&D realizada en la IG Farben –en términos del número de patentes, y del número de innovaciones. No se sugiere que cualquiera de ellos sea satisfactorio, o que sería utilizado si se dispusiera de mejor información. Sin embargo tomadas conjuntamente, ellas nos permiten dar algún tipo respuesta en términos de “costo-efectividad”, pero no de las ganancias de las innovaciones. Para evaluar la

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