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A esta colección de trabajos, fui invitado a comentar el trabajo de Fernando Tula Molina, invitación que acepté gustosamente y que aprovecho a agra...

A esta colección de trabajos, fui invitado a comentar el trabajo de Fernando Tula Molina, invitación que acepté gustosamente y que aprovecho a agradecer una vez más. A pesar de mi entusiasmo enfrenté la difícil situación de buscar puntos polémicos para abrir un debate sobre temas en los que coincido sustancialmente con el autor. Fue así como mi búsqueda pasó al plano de las tensiones implícitas que podían encontrarse en lo que ambos estábamos dispuestos a defender. El presente comentario reseña algunos puntos que me parecen suficientemente conflictivos, como para echar una mirada a las capas más profundas de los acuerdos explícitos que sistemáticamente sostenemos. Lo previsible y lo inexplicable Al abordar el sentido temporal de las acciones, Tula Molina distingue acertadamente entre las reacciones que adquieren sentido en función de aquello que en el pasado próximo las ha desencadenado, y las acciones humanas orientadas al porvenir, tendientes a constituir un mundo pensado como deseable. Esta distinción que pone en primer plano las finalidades e intenciones de los actores, debe compatibilizarse con la expectativa que los propios actores tienen del futuro, de lo que puede ocurrir y de lo que es posible modificar de aquello que, según nuestra mejor información, ocurrirá. Es así que vuelve a distinguir, ahora sobre los hechos por ocurrir, aquellos previsibles o asociables a ciclos de aquellos hechos fortuitos, inexplicables o desconocidos. Aquí surge un primer punto que vale la pena señalar. Dado que tenemos cierta tendencia a comprender los discursos presuponiendo clausuras y totalidades, un lector puede estar tentado a suponer que lo que ha distinguido el autor constituye una partición, es decir que de todos los hechos acaecidos y por acaecer, se pueden distinguir estas dos clases; que ninguno cae en ambas clases y que no hay hechos que no pertenezcan a alguna de las dos. Sin embargo es preciso advertir que la clasificación resulta aparentemente exhaustiva debido a la asimilación de los términos explicar y predecir (o prever). Esta asimilación no es arbitraria ni caprichosa. Más bien se han tomado por asimilables habida cuenta de que en una formulación determinista, las explicaciones se refieren a hechos ya ocurridos y conocidos; mientras que la predicción se refiere a hechos por ocurrir pero cuya ocurrencia obedece a las mismas leyes que posteriormente lo explican. Es decir, desde una perspectiva tradicional, tanto la explicación como la predicción tienen un mismo esquema y solo difieren en aspectos temporales y cognitivos. Finalmente, como los aspectos temporales en las perspectivas deterministas pueden pensarse como irrelevantes a la trama de episodios, y los aspectos cognitivos suelen dejarse de lado por tener aquella tan mala reputación de ser puramente subjetivos, así la asimilación de “explicación” y “predicción” parece inevitable. Si, en cambio, mantenemos como conceptos diferenciados a la explicación y la predicción, las distinciones que el autor señala deben desdoblarse en hechos explicables e inexplicables por un lado, y hechos previsibles e imprevisibles por el otro. Esta distinción me parece muy importante en la esfera de las acciones humanas.1 De hecho, el comportamiento de ciertos actores puede ser explicable pero imprevisible, como es el caso del comportamiento heroico, altruista o individualista. Por otra parte, podemos concebir (no sin cierto esfuerzo) acciones que caigan en la categoría de previsibles e inexplicables al imaginar el comportamiento de quienes se conducen fuera de las normas de su entorno “como regla general”. El sutil límite entre que sean previsibles y que su conducta sea anómala –y a la vez sea inexplicable– se afirma en que lo previsible es el tipo de conducta, aun cuando lo inexplicable es lo elegido en ese caso particular.2 Debo mencionar por qué me interesan estas nuevas distinciones. En la esfera pública estamos inmersos en una trama de acciones, muchas de las cuales no pueden ser previstas, pero de las cuales tenemos que dar cuenta al resto de los actores cuando los involucran. Es preciso entonces que la esfera política albergue la categoría de acciones imprevisibles pero explicables. Justamente podría señalarse como una deficiencia mayúscula que un actor no pudiera explicar su comportamiento político. En este sentido, las decisiones sobre los cursos de desarrollo tecnológico deben ser decisiones explicables y, en este sentido, fundamentadas. Retomando la preocupación del autor, los hechos del futuro pueden caer en varias categorías según sean previsibles o explicables, y esto nos pone justo en el lugar de tomar decisiones en ausencia de la totalidad de los datos relevantes.3 Esta situación es precisamente la que requiere de seres con intenciones, valores e inteligencia, de los cuales los humanos parecemos ser el caso paradigmático. De otro modo, las acciones no serían decisiones, sino meras reacciones al curso previsible y explicable de los acontecimientos. En otras palabras, la ambición de adquirir un panorama completo del curso de los acontecimientos o de una descripción completa de las probabilidades, nos paralizaría por ser un objetivo inalcanzable. Un aspecto colateral, pero de gran importancia para la vida política y social, es que la asimilación de previsibilidad y explicación, nos hace pasar de la comprensión de lo ocurrido a la rendición de cuentas por parte de los responsables. Por ejemplo,4 si en cierta ocasión ocurre una explosión en una estación de combustible, el primer paso es determinar las causas y condiciones por las que dicho episodio tuvo lugar. Es decir, queremos explicar por qué ocurrió la explosión y así comprender lo ocurrido. Si el peritaje indica que fue debido a una falla en la instalación eléctrica, pasamos sin solución de continuidad a preguntarnos si podía haberse evitado. Supongamos, por simplicidad, que el fallo se debió a un tornillo que se desajustó y al caer hizo contacto entre los cables, produciendo una chispa que inició el incendio y luego la explosión. Una serie de preguntas se amontonan como avalancha: ¿Quién fue el responsable de ajustar el tornillo? ¿Quién fue el fabricante de ese tornillo que se desajustó una vez que fue colocado adecuadamente? ¿Quiénes eran los responsables de revisar que el tornillo estuviera bien ajustado? ¿Cada cuántos meses se hace la inspección del tornillo? ¿Hubo alguien que le pagó al inspector del tornillo para que no hiciera la revisión? ¿Quién es el jefe máximo del inspector corrupto? ¿Qué hacer con quienes sos

Esta pregunta también está en el material:

culturas-cientificas-y-alternativas-tecnologicas
314 pag.

Democracia Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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