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Estamos atravesando una transformación económica a gran escala, la transformación creativa (…) sus raíces se hunden en las décadas de 1940 y 1950 (...

Estamos atravesando una transformación económica a gran escala, la transformación creativa (…) sus raíces se hunden en las décadas de 1940 y 1950 (porque muchos de sus sistemas fundamentales aparecieron en respuesta a los limites creativos de la era de las organizaciones), y acabó de florecer por completo durante las décadas de 1980 y 1990”. (pág. 113) Toda esta amalgama de transformaciones, conceptos, nociones, industrias, valores y capitales no andan creativamente flotando en la nada, evidentemente están y deben estar situadas en un espacio físico y en un tiempo presente –y proyectado al futuro-, tal lugar es la ciudad. Lo primero que debería decirse es que hemos pasado a un nuevo escenario “donde el capital intangible cobra una especial importancia, siendo la innovación el motor económico, una innovación que se alimenta de la creatividad de las personas” (Menchén, 2009, pág. 1). Como bien hablábamos antes, es la creatividad la subsidiaria de la innovación, y como tal debe ser cultivada, promovida y promocionada, este debe ser el punto de partida. Retomemos entonces la definición de ciudad creativa de Menchén (2009), quien la plantea como “aquella localidad dinámica e innovadora que ha sabido crear un entorno abierto a la creatividad, donde las ideas fluyen y donde todos sus habitantes, de procedencias y edades diferentes, convergen para crear una comunidad creativa” (pág. 2). Eso en términos de lo que es, pero por otro lado está lo que debe garantizar, la ciudad creativa es entonces “aquella que proporciona a sus ciudadanos las condiciones y el clima propicio para que fluya la creatividad, con el objeto de generar proyectos innovadores que beneficien a toda la comunidad” (pág. 2); dicho esto, vale detenerse en algunas de sus características y potenciales. Una línea teórica fuerte sostiene que se están edificando dos modelos de ciudades creativas y con ello dos maneras de entender lo social en sentido amplio, lo cual por supuesto incluye necesariamente lo cultural y lo económico. El primer modelo se asocia a las grandes infraestructuras y a sus iconos arquitectónicos como museos, palacios de congresos, centros comerciales, organización de ferias y festivales o centros turísticos, lo que Joel Kotkin (2006) en su crítica considera que son ‘ciudades efímeras’ perfecto escenario para los turistas. Mientras que el segundo modelo las ciudades “basadas en diseñar redes sociales y en crear condiciones que canalicen las capacidades existentes en proyectos sociales, culturales, educativos y empresariales” (Menchén, 2009, pág. 3). Si bien Kotkin elabora su crítica, creo que más que ciudades efímeras y modelos diferentes, son ciudades en etapas distintas. No creo que un gran número de museos, teatros, ferias y demás hayan surgido de la nada en determinada ciudad, creo que la construcción orientado y apoyo a industrias creativas completamente articuladas a la economía local (pág. 140). En un aporte importante a la teorización de las ciudades creativas, Charles Landry y Franco Bianchini (1995), consideran tres temas clave para entender y abordar el concepto: el impacto social, cultural y económico que surge de la creatividad en las ciudades; la necesidad de enriquecer y dinamizar la planificación urbana integrando conocimientos provenientes de disciplinas como la economía y la sociología y por último la inclusión de personas o grupos sociales o marginados como inmigrantes o minorías étnicas, con lo en la ciudad y sus habitantes” (Throsby, 2001, pág. 141). Lo anterior soporta entonces la idea de la responsabilidad estatal frente al ejercicio y promoción de la creatividad, pero entonces cabe aquí retomar la pregunta que se hacía García Canclini (2000) de si ¿puede la creatividad ser objeto de políticas? Y pensar que “en parte sí, pensando que los creadores (…) emergen de escuelas de cine, facultades de humanidades y comunicación y que necesitan editoriales, museos, canales de televisión” (García Canclini, 2000, pág. 108), y me permito agregar teatros, parques, centros de eventos y demás. Por último entonces, nos enfrentamos a un incipiente reconocimiento del valor socioeconómico de la creatividad y la cultura y cómo su impulso y ejercicio afecta la vida de las ciudades de manera casi siempre positiva. Es así como “la cultura y las actividades relacionadas constituyen una fuente importante de generación de flujos económicos, rentas y empleos y por lo tanto forma parte de las estrategias de desarrollo económico” (Herrera Prieto, 2002, como se citó en Guzmán, 2014, pág.247).

Esta pregunta también está en el material:

Economía Creativa y Ciudades
145 pag.

Economia Criativa Universidad LibreUniversidad Libre

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