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En esta misma línea, Graziano, Calkins y Kaene en un estudio longitudinal con 447 niños de dos años de edad evaluaron la regulación emocional y la ...

En esta misma línea, Graziano, Calkins y Kaene en un estudio longitudinal con 447 niños de dos años de edad evaluaron la regulación emocional y la atención sostenida hasta que los niños alcanzaron los cuatro años y medio; los resultados indican que el uso de las estrategias de regulación emocional, como la búsqueda de ayuda, están positivamente relacionadas con mayores puntuaciones en atención sostenida, mientras que conductas maternas de rechazo, así como las concernientes al sobrecontrol y/o intrusivas, se hallaron negativamente relacionadas con la atención sostenida. Durante el segundo año de vida, el juego cobra su significación social con simbolizaciones y simulación, transformándose hacia el tercer año en juegos sociales más complejos y constructivos −entre los 3 y 5 años−, apareciendo con mayor fuerza e interés la interacción grupal y la asunción de roles que ayuda a los niños y niñas a simular, entender e interiorizar los sistemas sociales, característicos de su entorno sociocultural. Hernández describe cuatro tipos de roles: funcionales cuando se asume de un personaje profesional (maestra, doctor, banquero, farmaceuta), roles de relación donde se establece una situación parental o relacional (madre e hijo, hermanas, etc), roles de personajes generalmente de ficción o modelamiento que no cumplen con características reales (superman, batman, mujer maravilla, etc) y roles periféricos sin ninguna identidad alternativa. Paralelamente se desarrollan juegos rudos especialmente entre los varones y el juego reglado. En este sentido Peter Fonagy señala que dentro de las características del juego de roles entre padres e hijos, la “modalidad de simulación” o hacer como si, facilita la conciencia de sí mismo y la distinción entre la realidad y la fantasía de los propios productos mentales. Así, Winnicott refiere el juego como un objeto transicional de acceso a la cultura y por lo tanto de adaptación a la realidad con el desarrollo de procesos secundarios. Paralelamente, el sistema nervioso central organiza la información sensorial y elabora respuestas adaptativas con un aumento progresivo de los grados de complejidad de las mismas. La integración sensorial hace posible que las respuestas adaptativas ocurran, las cuales a su vez promueven el desarrollo de los procesos neuro-integrativos necesarios para el juego y el surgimiento de las conductas ocupacionales. Cuando este proceso tiene lugar, comienzan a encadenarse significados e intenciones para el flujo de sensaciones experimentadas a través de la exploración activa y consciente de su ambiente. Los menores empiezan a prestar mayor atención e incrementan la cantidad de movimientos para poder percibir el mayor significado posible de las cosas, afinando y filtrando lo irrelevante para centrarse en las necesidades e intereses de la situación. Como resultado, los niños pueden organizar las conductas de juego para aumentar la extensión de tiempo, la complejidad, obtener el control, la organización y la regulación de las emociones y del comportamiento; pasando de un juego breve y desorganizado de tipo manipulativo-exploratorio, luego a un juego más prolongado en el tiempo, estructurado-funcional, para terminar en un juego de tipo simbólico y de construcción. Esto se hace posible gracias al desarrollo adecuado de los principales postulados de Ayres: Recepción y procesamiento de un adecuado alimento sensorial para el cerebro proveniente del ambiente, de cuidadores y de las propias sensaciones generadas por el niño y la niña. Emisión de respuestas adaptativas cada vez más complejas, acumulativas y madurativas. Capacidad de plasticidad neuronal, que a su vez generan más y mejores respuestas adaptativas. Organización jerárquica y sistémica del sistema nervioso central, que permite consolidar los logros madurativos ya ganados. Por tanto, el juego adecuado y esperado a la edad del niño, representa una expresión observable de la calidad de los procesos de integración sensorial que tienen lugar en tiempo real; ofrecen una ventana que permite estimar los niveles y complejidad de las respuestas adaptativas generadas con propósito; una estimación del alimento sensorial recibido en términos de modalidades sensoriales dominantes en el ambiente y, por último, una medida cualitativa de los procesos de plasticidad neuronal y organización del sistema nervioso central. Esto para dar paso de la concepción del juego como un proceso primario neurológico para luego evolucionar a un proceso integrador conductual y emocional. Así, el juego es un instrumento enriquecedor y madurativo ya que a través de él los niños logran vivenciar experiencias sensoriales, cognitivas, emocionales y simbólicas. También facilita la estructuración de la personalidad, favorece el control de impulsos, funciona como prueba de realidad pero a la vez permite la relación con el mundo interno y la creatividad. Nos permite ser testigos de la sofisticación de las conexiones cerebrales, por lo tanto es útil como herramienta diagnóstica, así como de tratamiento.

Esta pregunta también está en el material:

IMPACTO_DE_UNA_INTERVENCION_PEDAGOGICO_M (1)
254 pag.

Pedagogia Vicente Riva PalacioVicente Riva Palacio

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