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itéridas, conocidas en el mundo antiguo muy específicamente como las islas del Estaño, y «diez en número», según Estrabón, fueran verdaderas islas ...

itéridas, conocidas en el mundo antiguo muy específicamente como las islas del Estaño, y «diez en número», según Estrabón, fueran verdaderas islas en lugar de partes de una masa continental mayor. La suposición lógica de que pudieran ser las islas de Scilly parece desmontarse al primer obstáculo: poseen muy poco estaño. Le pregunto a Richard Herrington, del Museo de Historia Natural de Londres, qué piensa de las diferentes teorías en competencia. Está a favor de la idea de que el estaño procedía efectivamente de Cornualles y de que las islas de Scilly servían como centro comercial adecuado. Allí, las embarcaciones costeras (las «barcas cubiertas de pieles» de Plinio) podrían haberse encontrado con los grandes barcos de los mercaderes fenicios quienes, navegando hacia el norte más allá del cabo Finisterre («Artabria»), podrían haber considerado que las islas de Scilly se encontraban en aguas de la costa de España. Este supuesto reconcilia al menos las descripciones de los historiadores con los datos mineralógicos. Los fenicios no tuvieron necesidad de haber visto nunca la costa de las islas Británicas. Hay otra dimensión en el misterio de las Casitéridas: su nombre. La teoría canónica es que las islas recibieron su nombre por el valioso mineral que allí se encontraba, pero algunos han pensado si acaso el zapato no está en el otro pie, y que el mineral tome su nombre de una denominación preexistente de las islas, de la misma manera que se cree que el nombre latino del cobre, cuprum, puede derivar de Chipre,* el lugar que era la principal fuente de este elemento en el mundo mediterráneo. Esto parece bastante improbable: el término sánscrito para el estaño, kastira, indicaría una etimología índica basada en fuentes asiáticas del metal. Pero esta raíz antigua subraya al menos el derecho de Cornualles de hallarse entre las fuentes de estaño más antiguas conocidas. Poseo un mapa moderno que, aunque no afirma que Cornualles sea las Casitéridas, sí que muestra que es una tierra de estaño. Se trata de un mapa «metalogénico» de las islas Británicas: señala dónde está enterrado el tesoro de la nación. La superficie terrestre está teñida en colores pastel que representan los principales períodos geológicos, y sobre ellos hay dispersos pequeños rombos de colores, como si el contenido de una bolsa de caramelos surtidos se hubiera vertido encima. La dispersión es notablemente desigual. Divide el país claramente en dos: el blando Mesozoico al sur y al este, y las regiones celtas al norte y al oeste, donde la geología se remonta hacia atrás en el tiempo, pasando por el período Carbonífero, hasta el Cámbrico y más allá. Las formas coloreadas se acumulan en estas últimas regiones, señalando la presencia de elementos tales como el estroncio en Strontian, en Argyllshire, el oro en Gales y otros muchos. Las formas pretenden dar una idea de la extensión de cada yacimiento e incluso mostrar en qué sentido se hallan los estratos. La espina de Cornualles está festoneada de rectángulos anaranjados, que significan la presencia de estaño, tungsteno, cobre, molibdeno y arsénico. Los rectángulos mayores se encuentran al final mismo de la península de Cornualles (aunque no hay ninguno en las islas de Scilly). Decido que he de realizar mi propio viaje a las Casitéridas. Resulta inmediatamente obvio que me encuentro en una tierra de geología más interesante cuando entro en Cornualles. En todas partes hay señales de canteras y minas, cicatrices blancas en las laderas de las colinas que dejaron las excavaciones de arcilla de porcelana, montones puntiagudos de escorias, pozos o chimeneas de minas ocasionales. Las minas de estaño más antiguas, y ahora las más pintorescas, se encuentran en la costa septentrional rocosa de la península de Land’s End. La zona la ha designado ahora la UNESCO como un Lugar del Patrimonio Mundial, lo que la coloca, increíblemente, al mismo nivel que la isla de Pascua y las Pirámides. Resulta extraño, pero las ruinas de las construcciones de piedra son dignas de este honor, y sus chimeneas cónicas de piedra y la verticalidad maciza de las casas que albergan los pozos producen su propia geometría austera. Mina de estaño en Cornualles. (Fotografía del autor.) Hay muchas de estas construcciones dispersas por el paisaje escarpado, pero las construcciones de superficie son la parte menor del conjunto. Bajo tierra, tal como descubro en un intrincado modelo de alambre del tamaño de una habitación grande en la mina Geevor, se encuentra un retículo complejo de túneles y pozos, una verdadera ciudad subterránea, construida para seguir los filones de estaño a dondequiera que éstos llevaran, a veces incluso bajo el mar. Un recorrido por Geevor me proporciona una clara sensación de la suerte del minero del estaño. En superficie están los cobertizos donde el mineral era triturado y clasificado, las enormes salas inclinadas de mesas romboidales vibrantes en las que el mineral pesado se separaba del ligero, y el horror piranesiano del calcinador en el que se calcinaba arsénico. Finalmente, nos hacen descender a Wheal Mexico, una de las partes más antiguas de las excavaciones mineras, cuyas duras paredes de granito todavía rezuman cobre azul pálido. Cuando volvemos «de nuevo a la hierba», me sorprende de una manera presuntuosa, propia del siglo XXI, la incongruencia del panorama soberbio en comparación con el infierno que era trabajar bajo tierra. Junto a la mina de Geevor, la de Levant me recuerda mi objetivo. ¿Son éstas las Casitéridas? Levante, el nombre tradicional de la costa oriental del Mediterráneo, parece una pista demasiado evidente. Me hace sospechar una cierta cantidad de posracionalización romántica. Si puede bautizarse México un pozo con la esperanza de que pueda producir riquezas equivalentes a la plata de aquel país, entonces seguramente otros nombres pueden tener también un significado tan nimio. Pero me aseguran que el nombre se remonta a más de 1.000 años, y surgió de las conexiones comerciales con una

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La Tabla Periodica La curiosa historia de los elementos
722 pag.

Biologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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