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Los indígenas de Sudamérica hace 2.000 años. La forma nativa del metal, llamada platina, diminutivo del nombre español de la plata, se encuentra en...

Los indígenas de Sudamérica hace 2.000 años. La forma nativa del metal, llamada platina, diminutivo del nombre español de la plata, se encuentra en gránulos o pepitas de metal en gran parte puro con inclusiones de otros metales preciosos o de hierro. Aparece típicamente en los ríos o durante el lavado en busca de oro, cuando se ven granos pálidos y pesados entre el residuo potencialmente precioso después de que los minerales más ligeros hayan sido arrastrados por el agua. El platino funde a una temperatura mucho más elevada que el oro, el bronce e incluso el hierro, y superior a la que se puede alcanzar con fuegos de leña. Debía haber sido imposible para los herreros indígenas convertir estos gránulos en una forma que después pudiera ser trabajada en joyería y otros artículos. Pero hallazgos arqueológicos en Ecuador han revelado precisamente estos artefactos precolombinos, lo que ha obligado a los metalúrgicos europeos a reconocer la pericia de los forjadores nativos, que habían perfeccionado un método de aglutinación por el que un material granular se conglutina en una masa sin fundirse, mediante la adición de polvo de oro para desencadenar la fusión del metal. Obsesionados por el oro, los conquistadores españoles al principio no prestaron ninguna atención a la platina, de color gris deslustrado. Incluso se abandonaron algunas minas porque la presencia de platina las hacía poco lucrativas. Sin embargo, dicha actitud cambió cuando el trabajo de un joven químico francés, Pierre-François Chabaneau, secuestrado en el Real Seminario de Vergara, en el País Vasco, llamó la atención del rey Carlos III de España en 1786. En realidad, el seminario era algo así como un taller mineralógico y debía ocultar toda una serie de especímenes exóticos por la época en que Chabaneau llegó allí: los hermanos Fausto y Juan José de Elhúyar, que habían sido contratados para enseñar allí, ya habían aislado el elemento tungsteno a partir de la wolframita, un mineral excepcionalmente denso que habían obtenido durante sus estudios en Alemania. Pusieron a Chabaneau a trabajar en la extracción de platino metal de la platina cruda que habían acumulado de Sudamérica. A su debido tiempo, los Elhúyar fueron promovidos a dirigir las nuevas minas de las colonias españolas, mientras que Chabaneau fue trasladado a Madrid, donde se le facilitó un lujoso laboratorio privado en el que realizar sus investigaciones sobre el platino. El ministro del rey, el marqués de Aranda, se ocupó de que todas las existencias del metal, que se consideraba menos valioso incluso que la plata, se le proporcionaran al francés. Una razón de la baja estima del platino en esta época era que los españoles no eran capaces de emular a los artesanos del Nuevo Mundo y convertir el metal en una forma maleable que pudiera ser trabajada en objetos. Chabaneau pronto creyó que había conseguido aislar el metal puro, extrayendo de él el oro, el hierro y otras impurezas que lo hacían impracticable. Pero quedó intrigado al encontrar que sus propiedades se negaban a establecerse en un patrón estándar (ello se debía a que todavía contenía otros elementos, en aquella época desconocidos, más estrechamente relacionados con el platino, como el iridio y el osmio). Chabaneau abandonó la tarea frustrado, pero su patrón le persuadió para que insistiera. «Tres meses más tarde, el marqués encontró sobre una mesa de su casa un cubo de metal de diez centímetros de lado. Al intentar levantarlo, le dijo a Chabaneau: “Estáis bromeando. Lo habéis pegado a la mesa”. El pequeño lingote pesaba 23 kilogramos; ¡era platino maleable!» Al principio, se distribuían muestras de platino entre las aristocracias de Europa, sin que nadie estuviera seguro de qué hacer con ellas. La dificultad de manipular el metal significaba que éste seguía siendo esencialmente inútil. (La corona española había aprendido la dura lección de que incluso la investigación científica bien financiada no siempre produce retornos rápidos de su inversión.) Giacomo Casanova, el memorialista del siglo XVIII, registra una visita a una dama alquimista, la marquesa d’Urfé, que quería convertir su platino en oro. Poco a poco, sin embargo, el método de Chabaneau hizo que el nuevo metal empezara a ganar valor lentamente. Un cáliz de platino ofrecido al Papa por el rey de España fue el primer objeto precioso confeccionado a partir de esta forma maleable del metal. Chabaneau consideró que él se hallaba en una posición poderosa y se dedicó a los negocios, vendiendo lingotes de platino, crisoles y otros utensilios de especialista. Al mismo tiempo, el gobierno español aumentó los embarques de platina desde su colonia sudamericana de Nueva Granada. En agosto de 1789, un único buque desembarcó 3.000 libras de platina. Aunque el metal se colocaba estrictamente bajo un monopolio de la corona, todavía era lo bastante barato para atraer a contrabandistas y falsificadores, que lo podían chapar y hacerlo pasar por oro macizo debido a su densidad comparable. La breve «era del platino» de España llegó a un fin repentino con la invasión del país por Napoleón en 1808 y el auge del movimiento revolucionario de independencia al mando de Simón Bolívar en Nueva Granada. La rara combinación de gran densidad y resistencia a la corrosión del platino lo convirtió en la elección perfecta para moldear el kilogramo y el metro patrones de la República Francesa, pero pronto se olvidaron las ideas mayores de utilizarlo para objetos decorativos que requirieran los servicios de artesanos expertos. En el siglo XIX, el precio del platino cayó de nuevo al encontrarse nuevos yacimientos en Rusia y Canadá y al desarrollarse métodos más económicos para refinarlo. Los aristócratas rusos no encontraron que el metal fuera lo bastante brillante para sus gustos y, en ausencia de otra demanda, Rusia empezó en 1828 a acuñar monedas de platino de tres rublos con el fin de utilizar su recurso. Pero incluso esto t

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La Tabla Periodica La curiosa historia de los elementos
722 pag.

Biologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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