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¿Qué hay, pues, del titanio? A pesar de su aura futurista, ya hace cincuenta años que el metal ha estado fácilmente disponible para los artesanos. ...

¿Qué hay, pues, del titanio? A pesar de su aura futurista, ya hace cincuenta años que el metal ha estado fácilmente disponible para los artesanos. ¿Está consolidando su significado? «El titanio ofrece muchas oportunidades, pero la gente no es rápida a la hora de encontrarlas», me dice David. Su comportamiento se comprende bien en la industria de fabricación pesada. Describe como en Aérospatiale sueldan las estructuras del Airbus en un hangar lleno de argón, en el que los técnicos que realizan su trabajo llevan aparatos de respiración completos. Estos recursos están fuera de las posibilidades del estudio de cualquier artista, desde luego. Pero, más importante, la experiencia de especialistas que se ha desarrollado en estos ambientes comerciales no se ha transmitido en ningún tipo de manual para su uso general. Los secretos de los soldadores de titanio aeroespaciales se encuentran, de hecho, tan seguros como los de los gremios medievales que antaño custodiaban el oficio de los orfebres. De manera que la gente como David ha de basarse en la imaginación y en la práctica de la prueba y el error. «Es empírico, y esto lo hace muy divertido», dice resueltamente. Aparte del láser, David emplea asimismo las herramientas más tradicionales de los metalistas. Posee un surtido de yunques y una especie de antebrazo de acero que se eleva de un banco de trabajo como la Señora del Lago, y que emplea como un formador para martillar brazaletes y darles forma. El calentamiento y enfriamiento repetidos confiere a sus piezas de titanio acabadas una pátina instantánea, un revestimiento de óxido moteado que varía en color desde la sangre seca al de la pizarra y al verde mar. Brazaletes y collares fijos, con sus ingeniosos cierres disimulados dentro de formas generales sencillas, tienen de pronto el aspecto de hallazgos arqueológicos. Pero son ligeros (un anillo parece casi ingrávido) y matraquean cuando se los deja sobre la mesa, un recordatorio de que están hechos de un metal nuevo y duro. El titanio es un elemento en tránsito. Ni hace tanto tiempo que es conocido y que se ha establecido en sus varias pautas de uso que haya crecido a su alrededor una cultura reaccionaria de expectativa limitada, ni es tan nuevo, escaso o de algún modo esotérico que sólo los especialistas en laboratorios y talleres de ingeniería tengan alguna idea de qué hacer con él. Aunque su mineral se descubrió en 1791, no se obtuvo titanio metal puro hasta 1910 y no se produjo en cantidades comerciales hasta la década de 1950, después de que su potencial como metal fuerte, ligero y resistente a la corrosión se hubiera demostrado durante la segunda guerra mundial. El titanio ya formaba parte de nuestra vida (el metal se usaba en articulaciones de cadera ortopédicas y bicicletas, aviones y automóviles, y su óxido blanco era ubicuo en la pintura blanca doméstica) cuando el arquitecto canadiense Frank Gehry empezó a trabajar en el diseño del Museo Guggenheim de Bilbao. Gehry exploró las posibilidades del encargo de su manera usual, realizando pequeños modelos con madera y cordoncillos de papel con el fin de obtener una impresión rápida de las superficies esculturales que podría usar para el edificio situado al borde del agua. Bilbao prosperó durante el siglo XIX mediante la construcción naval y la producción de acero gracias al mineral de hierro que se encontraba en el País Vasco circundante, de manera que la ciudad portuaria tiene una memoria popular de buques enormes que bloqueaban las vistas a lo largo de sus calles con paredes de metal. Queriendo volver a captar este espíritu del lugar, Gehry imaginó las paredes que descienden rápidamente del Guggenheim recubiertas de paneles de acero. Los ayudantes de Gehry trabajaron este proyecto utilizando equipo lógico de diseño que se había desarrollado para usarlo en la industria aeroespacial. Esta capacidad informática les permitió reconciliar las formas de nata batida del exterior del edificio con aspectos prácticos tales como el coste de los materiales y la necesidad de una estructura robusta. A medida que el trabajo avanzaba, alguien del despacho advirtió que algo sin precedentes ocurría en los mercados de metales mundiales. El precio del titanio se hundía. De repente, podría ser menos caro revestir el edificio con el nuevo y exótico metal que con el acero inoxidable convencional. El trabajo de Gehry siempre ha sido notable por su afición a los materiales insólitos, y hacía tiempo que admiraba el «aspecto blando, mantecoso», del titanio. Aprovechó esta oportunidad. El museo acabado, que abrió sus puertas, con extasiados aplausos, en 1997, está recubierto por 33.000 paneles de titanio de medio milímetro de espesor.

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La Tabla Periodica La curiosa historia de los elementos
722 pag.

Biologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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