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COMENCEMOS con un mito africano de una tribu bantú, los Boshongo del Congo. En el principio no había tierra, solo oscuridad aguada, y también —impo...

COMENCEMOS con un mito africano de una tribu bantú, los Boshongo del Congo. En el principio no había tierra, solo oscuridad aguada, y también —importante— el dios Bumba. Bumba tuvo un dolor de estómago y vomitó el sol. La luz del sol disipó la oscuridad y su calor evaporó parte del agua, dejando aparecer la tierra. Pero el dolor de estómago de Bumba seguía sin desaparecer, así que vomitó la luna, las estrellas, los animales y las personas. En muchos mitos chinos sobre el origen aparece un personaje llamado Pan Gu, descrito a veces como un gigante peludo con cabeza de perro. Este es uno de los mitos de Pan Gu. Al principio no había una distinción clara entre el cielo y la Tierra: todo era una mezcla amorfa alrededor de un gran huevo negro. Dentro del huevo, encogido, estaba Pan Gu. Permaneció dormido dentro del huevo durante 18 000 años. Cuando por fin se despertó quiso escapar, así que cogió su hacha y picó hasta salir. Parte del contenido del huevo era pesado, y cayó para convertirse en la Tierra. La parte más ligera flotó para convertirse en el cielo. La Tierra y el cielo fueron creciendo a una velocidad equivalente a tres metros al día durante otros 18 000 años. Algunas versiones de la historia muestran a Pan Gu empujando el cielo para separarlo de la Tierra, después de lo cual quedó tan cansado que murió. Varias partes de su cuerpo se convirtieron en el universo que conocemos. Su respiración se convirtió en el viento, su voz se convirtió en el trueno; sus dos ojos se convirtieron en la luna y el sol, sus músculos en tierra de labor y sus venas en caminos. Su sudor se convirtió en lluvia y sus cabellos, en estrellas. Los humanos son descendientes de los piojos que una vez vivieron en su cuerpo. Por cierto, la historia de Pan Gu empujando el cielo para separarlo de la Tierra es similar al mito griego de Atlas (aunque probablemente no estén relacionados) que también empujó el cielo hacia arriba (aunque extrañamente, en los cuadros y las estatuas suele aparecer cargando con la Tierra sobre sus hombros). Este es uno de los muchos mitos indios sobre el origen. Antes del principio de los tiempos había un gran océano negro de vacío, con una serpiente gigante enrollada en la superficie. Dormido sobre la serpiente estaba el señor Vishnu. Un día el señor Vishnu despertó alertado por una musiquilla procedente del fondo del océano de vacío, y una planta de loto le brotó del ombligo. En mitad de la flor de loto estaba sentado Brahma, sirviente de Vishnu. Vishnu le encargó a Brahma que creara el mundo. Y así lo hizo. ¡Sin problema! Y también todas las criaturas vivientes. ¡Fácil! Lo que me disgusta un poco de estos mitos sobre el origen es que comienzan asumiendo la existencia de algún tipo de criatura viviente antes de que apareciera el propio universo, Bumba, Brahma o Pan Gu, o Unkulukulu (el creador zulú), o Abassi (Nigeria) o «el anciano del cielo» (para los Salish, una tribu de nativos americanos de Canadá). ¿No sería más lógico pensar que tendría que haber aparecido antes un universo de algún tipo, para proporcionar un lugar de trabajo al espíritu creativo? Ninguno de los mitos proporciona una explicación de cómo apareció el propio creador (suele ser masculino) del universo. Así que no nos ayudan demasiado. Pasemos a lo que conocemos como la verdadera historia de cómo empezó el universo.

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