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mismo, basten para explicar el comportamiento de la materia viva, cuyos rasgos más fascinantes están visiblemente basados en el principio del orden a partir del orden. No podría esperarse que dos mecanismos enteramente diferentes pudieran producir el mismo tipo de ley, como tampoco se esperaría que la llave de nuestra casa abriera también la puerta del vecino. Por lo tanto, no debe desanimarnos que tengamos dificultad en interpretar la vida por medio de las leyes ordinarias de la Física. Eso es lo que cabía esperar de lo que hemos aprendido sobre la estructura de la materia viva. Debemos estar preparados para encontrar un nuevo tipo de ley física que la gobierne. ¿O tendremos acaso que denominarla ley no-física, o incluso super-física? 7.6. El nuevo principio no es ajeno a la Física No, no creo que tengamos que llamarla ley no-física. Porque el nuevo principio subyacente es genuinamente físico. En mi opinión, no es otra cosa que el mismo principio de la teoría cuántica. Para explicarlo debemos ser algo prolijos y afinar, por no decir corregir, nuestro anterior aserto, o sea, que todas las leyes físicas están basadas en la estadística. Esta afirmación, nuevamente repetida, no podía por menos que llevar a contradicciones. En efecto, existen fenómenos cuyas características están visiblemente basadas, en forma directa, en el principio del orden a partir del orden y que parecen no tener relación con la estadística ni con el desorden molecular. El orden del sistema solar, el movimiento de los planetas, es mantenido por un tiempo casi indefinido. La constelación de este momento está en relación directa con la constelación de cualquier momento dado del tiempo de las pirámides; puede ser proyectada hacia el pasado o viceversa. Se han calculado eclipses de tiempos históricos, comprobándose que estaban en estrecha concordancia con algunos documentos; en algunos casos, han servido incluso para corregir la cronología aceptada. Tales cálculos no implican estadística alguna, están basados únicamente en la ley de Newton de la atracción universal. Tampoco parece que el movimiento regular de un buen reloj o de cualquier mecanismo similar tenga nada que ver con la estadística. En suma, todos los acontecimientos puramente mecánicos parecen seguir en forma clara y directa el principio del orden a partir del orden. Y, al decir mecánicos, es preciso interpretar el término en un sentido amplio. Como se sabe, cierta clase muy útil de relojes se basa en la transmisión y recepción regular de pulsaciones eléctricas. Recuerdo un interesante artículo de Max Planck sobre el tema Leyes de carácter estadístico (Dynamische und Statistische Gesetzmássgkeit). Esta distinción es precisamente la que hemos denominado orden a partir del desorden y orden a partir del orden. La finalidad de aquel trabajo era demostrar cómo el tipo estadístico de ley que controla acontecimientos de gran escala está constituido por las leyes dinámicas que se supone gobiernan los acontecimientos de pequeña escala, o sea, la interacción de los átomos y moléculas individuales. Ejemplifican este último tipo los fenómenos mecánicos de gran escala, tales como el movimiento de los planetas o de un reloj, y muchos otros. En esta forma, parecería como si el nuevo principio, el del orden a partir del orden, al cual hemos señalado con gran solemnidad como la verdadera clave para comprender la vida, no fuera del todo nuevo para la Física. La actitud de Planck incluso reclama prioridad para él. Al parecer, llegamos a la ridícula conclusión de que la clave para el entendimiento de la vida es que está basada en un puro mecanismo, una especie de máquina de relojería en el sentido del artículo de Planck. Esta conclusión ni es ridícula ni, en mi opinión, del todo equivocada, pero solo debe ser aceptada tras adecuada ponderación. 7.7. El movimiento de un reloj Analicemos con exactitud el movimiento de un reloj. No se trata en absoluto de un fenómeno puramente mecánico. Un reloj puramente mecánico no necesitaría que se le diese cuerda. Una vez puesto en movimiento, andaría para siempre. Sin cuerda, un reloj se para después de escasas oscilaciones del péndulo o del volante; su energía mecánica se transforma en calor. Éste es un proceso atómico infinitamente complicado. La imagen general que el físico se forma de él le obliga a admitir que el proceso inverso no es del todo imposible: un reloj sin cuerda podría echar a andar de repente, a expensas de la energía térmica de sus propias ruedas y del medio circundante. El físico tendría que decir: el reloj experimenta un acceso excepcionalmente intenso de movimiento browniano. En el capítulo primero hemos visto que, con una balanza de torsión muy sensible (electrómetro o galvanómetro), este hecho ocurre de continuo. En el caso del reloj, resulta, por supuesto, infinitamente improbable. Si el movimiento de un reloj debe ser asignado al tipo dinámico o al estadístico de los acontecimientos regidos por leyes (para emplear la expresión de Planck), depende de nuestra actitud. Al llamarlo un fenómeno dinámico, fijamos nuestra atención sobre su marcha regular, que puede ser mantenida por una cuerda relativamente débil, la cual supera las pequeñas perturbaciones debidas al movimiento térmico de las partículas, de manera que no necesitamos tener en cuenta estas perturbaciones. Pero, si recordamos que, sin duda, un reloj se detiene poco a poco, a causa de la fricción, comprobaremos que este proceso solo puede ser interpretado como un fenómeno estadístico. Por insignificante que resulten, desde el punto de vista práctico, los efectos de la fricción y del calor en un reloj, no puede dudarse de que la segunda interpretación, que no los descuida, es la más fundamental, aun cuando nos encontremos frente al movimiento regular de un reloj que funciona gracias a una cuerda. Pues no debe creerse que el mecanismo motor elimina realmente la naturaleza estadística del proceso. La verdadera imagen física incluye la posibilidad de que hasta un reloj con funcionamiento regular pueda invertir de repente su movimiento y, trabajando en el sentido contrario, volver a darse cuerda a sí

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