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Después de todo era eso o creer que Flor-en-la-noche había sido un sueño. E incluso si ella era real, las posibilidades de hacer que la alfombra le...

Después de todo era eso o creer que Flor-en-la-noche había sido un sueño. E incluso si ella era real, las posibilidades de hacer que la alfombra le llevase a verla parecían cada vez más escasas. Permaneció allí murmurando cualquier extraño sonido y cada palabra extranjera que recordaba, y la alfombra no hizo el más mínimo movimiento. Una hora antes del atardecer, Abdullah fue interrumpido de nuevo por una gran multitud que se había congregado afuera portando fardos y paquetes grandes y estrechos. El artista tuvo que abrirse camino entre la multitud con su portafolio de dibujos. La siguiente hora fue estresante al máximo. Abdullah inspeccionó pinturas, rechazó retratos de tías y madres y bajó los enormes precios que se pedían por malos dibujos de sobrinos. En el curso de aquella hora, adquirió (además de los cien excelentes dibujos del artista) otros ochenta y nueve retratos, relicarios, dibujos e incluso un trozo de muro embadurnado con una cara. También acabó con casi todo el dinero que le había quedado después de comprar la alfombra mágica (si es que era mágica). Ya había oscurecido cuando convenció al hombre que clamaba que la pintura de óleo de la madre de su cuarta mujer era lo suficientemente parecida a la de un hombre de que este no era el caso y lo expulsó del puesto. Estaba demasiado cansado y emocionado para comer, se habría ido derecho a la cama si no hubiese sido porque Jamal (que había hecho su agosto vendiendo tentempiés a la multitud que esperaba) llegó con una brocheta de carne tierna. —No sé qué te ha dado —dijo Jamal—. Creía que eras un tipo normal. Pero loco o no, debes comer. —Nada de esto tiene que ver con la locura —contestó Abdullah—, simplemente he decidido invertir en una nueva línea de negocio. Pero se comió la carne. Al final pudo apilar sus ciento ochenta y nueve pinturas sobre la alfombra y tumbarse entre ellas. —Ahora escúchame —le dijo a la alfombra—, si por una afortunada casualidad te digo la palabra clave en sueños, debes instantáneamente volar conmigo al jardín nocturno de Flor-en-la-noche. No podía hacer más. Le llevó mucho tiempo dormirse. Despertó a una ensoñadora fragancia de flores nocturnas, y una mano le empujó suavemente. Flor-en-la-noche estaba inclinada sobre él. Abdullah vio que ella era mucho más adorable de lo que la recordaba. —¡Has traído los retratos! —dijo ella—. Eres muy amable. «¡Los traje!», pensó Abdullah triunfalmente. —Sí —dijo—. Aquí tengo ciento ochenta y nueve tipos de hombres. Creo que servirán para darte al menos una idea general. Él la ayudó a descolgar unas lámparas doradas y a colocarlas en círculo alrededor del banco. Luego Abdullah le enseñó los retratos, sosteniéndolos bajo una lámpara primero y después apoyándolos contra el banco. Empezó a sentirse como un artista callejero. De manera imparcial, y plenamente concentrada, Flor-en-la-noche examinó a cada hombre conforme Abdullah se lo mostraba. Después cogió una lámpara y revisó otra vez todos los dibujos del artista. Esto complació a Abdullah. El artista era un auténtico profesional. Había dibujado los hombres exactamente como él le pidió: desde una persona heroica y majestuosa, evidentemente tomada de una estatua, hasta el jorobado que limpiaba zapatos en el Bazar, y había incluido también un autorretrato a medio hacer. —Sí, ya veo —dijo finalmente Flor-en-la-noche—. Los hombres varían mucho, justo como dijiste. Mi padre no es nada típico, y tampoco tú, por supuesto. —¿Así que admites que no soy una mujer? —preguntó Abdullah. —No me queda más remedio —dijo—, pido disculpas por mi error. — Después se movió de un lado a otro con la lámpara, examinando algunos de los retratos una tercera vez. Con bastante nerviosismo Abdullah se dio cuenta de que ella iba escogiendo a los más guapos. Miró cómo se inclinaba sobre ellos con un pequeño ceño en su frente y un rizado tirabuzón de pelo negro suelto sobre el ceño, mientras los observaba concentrada. Y él empezó a preguntarse qué había desatado. Flor-en-la-noche juntó los retratos y luego los colocó ordenadamente en una pila junto al banco. —Justo lo que pensaba —dijo—. Te prefiero a ti a todos esos. Algunos parecen demasiado orgullosos de sí mismos, y otros vanidosos y crueles. Tú eres sencillo y amable. Tengo la intención de pedirle a mi padre que me case contigo en lugar de con el príncipe de Ochinstan. ¿Te importaría? El jardín parecía girar en torno a Abdullah en una nebulosa de oro y plata y verde oscuro. —Yo… Yo creo que eso no funcionaría —consiguió decir finalmente. —¿Por qué no? —preguntó ella—. ¿Ya estás casado? —No, no —dijo—. No es eso. La ley permite a un hombre tener cuantas mujeres se pueda permitir, pero… El ceño volvió a la frente de Flor-en-la-noche. —¿Cuántos maridos se les permite a las mujeres? —preguntó ella. —¡Sólo uno! —dijo Abdullah, bastante escandalizado. —Eso es extremadamente injusto —observó Flor-en-la-noche, meditabunda. Se sentó en el banco y añadió—: ¿Quieres decir que quizá el príncipe de Ochinstan tenga ya algunas mujeres? Abdullah observó que el ceño aumentaba en la frente de la joven y que los delgados dedos de su mano derecha tamborileaban de manera casi irritante sobre el césped. No había duda de que, desde luego, había desatado algo. Flor-en-la-noche acababa de descubrir que su padre la mantenía en la ignorancia en lo que respecta a algunos hechos importantes. —Si es un príncipe —dijo Abdullah nervioso—, es más que probable que tenga un buen número de esposas. Sí. —Entonces está siendo codicioso —afirmó Flor-en-la-noche—. Esto me quita un peso de la mente. ¿Por qué dices que casarme contigo no funcionaría? Ayer mencionaste que también tú eres un príncipe. Abdullah sintió que su cara se encendía y se maldijo a sí mismo por haberle revelado su sueño. Y aunque se dijo que tenía muchas razones para creer que estaba soñando cuando se lo contó, eso no le hizo sentir mejor. —Es verdad. Pero también te dije que estaba perdido y lejos de mi reino —dijo él—. Como puedes conjeturar, ahora no tengo más remedio que hacer mi vida por medios humildes. Yo vendo alfombras en el Bazar de Zanzib. Y tu padre es claramente un hombre muy rico. No le parecerá una alianza adecuada. Los dedos de Flor-en-la-noche tamborileaban con enfado. —Hablas como si fuera mi padre el que tuviese la intención de casarse contigo —dijo—. ¿Cuál es el problema? Te quiero. ¿Tú no me quieres? Ella examinó la cara de Abdullah mientras lo decía. Él devolvió la mirada a la eterna oscuridad de sus ojos. Se descubrió a sí mismo diciendo: «Sí». Flor-en-la-noche sonrió. Abdullah sonrió. Pasaron varias eternidades más iluminadas por la luna. —Me iré contigo cuando te vayas de aquí —dijo Flor-en-la-noche—. Puesto que lo que has dicho acerca de la actitud de mi padre bien podría ser verdad, deberíamos casarnos primero y decírselo después. Entonces no habrá nada que pueda objetar. A Abdullah, que ya tenía alguna experiencia con hombres ricos, le hubiera gustado poder estar seguro de eso. —Tal vez no sea tan simple —dijo—. Ahora que lo pienso, tengo la certeza de que la única forma prudente de proceder es dejar Zanzib. Debería ser fácil pues resulta que poseo una alfombra mágica. Está ahí, sobre el banco. Me trajo hasta aquí. Desafortunadamente necesita ser activada por una palabra mágica que, según parece, sólo sé decir en sueños. Flor-en-la-noche cogió una lámpara y la sostuvo en lo alto para inspeccionar la alfombra. Abdullah la observó, admirando con qué gracia se inclinaba sobre esta. —Parece muy antigua —dijo—, he leído acerca de estas alfombras. Probablemente la clave será una palabra muy común pronunciada de una manera antigua. Mis lecturas sugieren que estas alfombras estaban hechas para usarse rápidamente, en una emergencia, así que la palabra no ha de ser demasiado extraña. ¿Por qué no me dices cuidadosamente todo lo que sepas? Entre los dos deberíamos ser capaces de resolverlo. Con esto Abdullah se dio cuenta de que Flor-en-la-noche (descontando las lagunas en su conocimiento) era inteligente y muy educada. La admiraba incluso más. Le contó, hasta donde sabía, cada hecho acerca

Esta pregunta también está en el material:

2 El castillo en el aire - Diana Wynne Jones
212 pag.

Engenharia Civil Universidad del ZuliaUniversidad del Zulia

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¡Vaya! Parece que has copiado un fragmento de un texto literario. ¿En qué puedo ayudarte con respecto a este pasaje en particular?

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