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Artículo de prensa / 21 de diciembre de 2020 1 
Bancos Centrales / Economía Global 
La Fed y el BCE, amortiguación frente a la 
COVID-19 
Expansión (España) 
María Martínez 
 
El 2020 se vislumbraba como el año en el que dos de los principales bancos centrales -la Reserva Federal (Fed) y el 
Banco Central Europeo (BCE)- iban a centrar sus esfuerzos en normalizar la política monetaria y en hacer una 
revisión amplia de su estrategia. Pero todo cambió con la llegada de la COVID-19, y buena parte de dichos esfuerzos 
se han tenido que dedicar este año a preservar la provisión de la liquidez en los mercados y a una transmisión eficaz 
de la política monetaria. 
En este contexto, tanto la Fed como el BCE dieron una respuesta muy potente, poniendo en marcha los mayores 
planes de estímulo de la historia, superando incluso a los desarrollados durante la crisis financiera global. En 
particular, fue la capacidad de ambos bancos centrales de aprovechar las enseñanzas extraídas de dicha crisis, lo 
que facilitó esta rápida y contundente intervención. La respuesta inicial se centró principalmente en amortiguar la 
caída de la actividad económica generada por las medidas de contención de la pandemia a escala mundial, 
asegurando el buen funcionamiento de los sistemas financieros y posibilitando el flujo de crédito a hogares y a 
empresas. 
Respecto a la Fed, la primera medida fue la reducción de los tipos de interés, a una velocidad y con un impulso sin 
precedentes, para aliviar los costes de financiación y apoyar la demanda agregada. En una reunión urgente celebrada 
el 3 de marzo, la Fed bajó su tipo de referencia en 50 puntos básicos hasta el entorno del 1,0%-1,25%, y 12 días 
después, en un segundo encuentro, recortó los tipos 100 puntos básicos hasta el 0%-0,25%. Además de bajar los 
tipos al 0%, amplió su programa de compra de activos a gran escala de forma ilimitada y el alcance de los mismos, 
incluyendo la compra de valores respaldados por hipotecas comerciales. Asimismo, para favorecer el buen 
funcionamiento del crédito puso en marcha programas de emergencia que concedieron millones de dólares en 
créditos a hogares y a empresas, al tiempo que redujo también los requisitos de capital. 
Por su parte, el BCE -sin margen para bajar tipos, ya que están en terreno negativo desde mediados de 2014- 
recurrió al arsenal de medidas no estándar. En la reunión de política monetaria del 12 de marzo, la primera medida 
importante fue asegurar liquidez en condiciones más favorables a las entidades financieras para que fluyese a la 
economía, a través del programa de provisión de liquidez TLTROIII. La segunda fue elevar sustancialmente el 
programa de compras de activos (QE), con 120.000 millones de euros a lo largo de 2020, añadidos a las compras de 
20.000 millones al mes que ya estaban en marcha. Pero, como la situación se seguía deteriorando, el 18 de marzo 
por la noche anunció un nuevo programa de compras de emergencia frente a la pandemia (PEPP) por un valor de 
750.000 millones de euros, que a diferencia del programa QE, permite cierta flexibilidad en la compra de bonos 
soberanos para estabilizar los mercados en caso de que sea necesario (programa que este mes ha ampliado hasta 
los 1,85 billones de euros y que estará vigente hasta marzo de 2022). A su vez, también relajó los requisitos de 
capital y solvencia para las entidades financieras. 
Mirando al futuro, es muy probable que la huella que dejará la expansión del balance que han hecho ambas 
autoridades monetarias permanezca durante un período prolongado de tiempo. Si bien los programas de liquidez y de 
préstamos son de duración determinada, los activos adquiridos bajo los distintos programas de compra suelen 
mantenerse hasta su vencimiento en el balance de los bancos centrales. En concreto, estos aumentaron, en 
promedio, en un 15% del PIB desde marzo hasta noviembre, y se espera que se sigan incrementando en 2021, ya 
 
 
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que la persistente incertidumbre no se va a disipar en el corto plazo y, por tanto, estas medidas expansivas y el tono 
acomodaticio en los bancos centrales se mantendrá al menos por un tiempo para apoyar una recuperación 
económica más rápida y ayudar a alcanzar sus objetivos de inflación. La tarea de reducir esos balances en el futuro 
será otra de las herencias que nos dejará la pandemia para el futuro.
 
 
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