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1 1 Dossier documental Trabajo practico 1 y 2 2 2 Bialet Massé, Juan Informe sobre el Estado de las Clases Obreras Argentinas Volumen I Capítulo I. “La destrucción del bosque. El obrero criollo” (…) “La rudimentaria población del Chaco se compone de tres elementos esenciales: el indio paria; el correntino nómade, explotado como bestia; algunos extranjeros, y pocos hijos de la región, que hacen la explotación. Aquí, más que en el Chaco santafecino, se nota la inversión del Far West; el país entrega al extraño sus mejores riquezas, sin medida y sin recompensa. Me fijo en primer término en el indio, porque es el elemento más eficiente del progreso e importante en el Chaco: sin él no hay ingenio azucarero, ni algodonal ni maní, ni nada importante. Es él el cosechero irreemplazable del algodón; nadie le supera en el hacha, ni en la cosecha del maní. Si los propietarios del Chaco miraran este asunto con el más crudo de los egoísmos, pero ilustrado, serían humanitarios por egoísmo, y cuidarían a los indios siquiera como a animales insustituibles para labrar sus fortunas; pero es seguro que no lo harán si la ley no lo impone y con mano fuerte. Esto quiere decir que no haya hombres suficientemente ilustrados para tratar a los indios como se debe: cumplir lealmente los contratos con ellos celebrados, pagarles en billetes de la Nación el precio de su trabajo, y dejarlos en completa libertad de gastar su dinero como mejor les cuadre, sin proveedurías explotadoras, sin engaños en los pagos y respetando en ellos su condición de hombres y sus hábitos y costumbres, que tienen el derecho perfecto de conservar, mientras con ellos no causen daño a nadie. Tal es el señor Mateo Briolini, de la colonia Benítez, cuyo establecimiento visité en su ausencia, y cuyas propiedades son de lo mejor en el Chaco, tanto que apenas la envidia atreve a morderlo por la espalda con críticas más o menos ridículas. Pero su nombre lo conocen todas las tribus del Chaco, hasta más allá del Pilcomayo. Cuando al otro extremo del Chaco, en el Valle de Ledesma, interrogué a varios caciques, me dijeron que sabían por los abajeños que Briolini era un hombre bueno y humano : «Amigo bueno, ése». El indio tiene la preocupación de no salir al trabajo cuando llueve entre el día; siquiera sea una hora después de salir, se mete en el toldo y no hay quien lo saque. ¿Es eso una preocupación? ¿Un pretexto de haraganería? Yo creo que es una precaución instintiva contra el beri-beri y las neumonías en general, mucho más razonable que otras que profesan gentes que se llaman civilizadas e ilustradas. El indio tiene un terror pánico a la viruela y huye de ella como del fuego; el médico del territorio, doctor Vadillo, vacuna periódicamente, y los primeros que acuden son los indios, dejando no importa qué trabajo, y se cuidan durante el desarrollo; yo creo que hacen perfectamente y que dan una lección a los civilizados, que se dejan estar sin el preservativo y privan a sus hijos de tal beneficio. Cuando los indios salen al trabajo, quedan un 25 ó un 30 por 100 en los toldos, y se hace de esa costumbre cargo de haraganería; están en su perfecto derecho también; ni hay ley que les obligue al trabajo continuo, ni tampoco es verdad que estén de ociosos. Unos tejen sus pitas; otros he visto ir a pescar a las lagunas, ocupación a que son muy 3 3 aficionados y muy hábiles; es de verlos atravesar a un dorado entre dos aguas con sus flechas; y en fin, ellos hacen lo que les parece o mejor les cuadra, sin que nadie tenga derecho de pedirles cuentas, que ellos no piden a los cristianos que se pasan su tiempo en las tabernas o en los clubes y confiterías. Se dice que el indio es ratero, cuatrero, cruel, y ciertamente hay entre los indios hombres que son malos y viciosos; tómese la estadística de los departamentos que se quiera en las provincias más ilustradas, y se verá si no tiene uno solo más casos que todo el Chaco junto. Nada justifica el crimen; pero quien ha visto lo que sucede en el Chaco, quien ha recorrido los toldos y oído las quejas de los indios, comprobándolas muchas veces por sí, pocas veces contradichas por los que tienen interés en hacerlo y casi nunca por los imparciales, se explica hechos como los de los malogrados Ibarreta y Clerveaux y otros más atroces que pudieran producirse. El excelentísimo Gobierno me ha nombrado para que le informe la verdad y creo que se la debo completa. El indio es naturalmente bueno y manso. Tímido, con la timidez de tres siglos de persecución, sin el alivio de una victoria, acobardado por el continuo desastre, cazado como una fiera y sin derecho a radicarse en ninguna parte, se le piden virtudes de que carecen sus detractores. Su tendencia natural es a ganar el monte; pero cuando en la persecución se produce el entrevero, tiene arranques de fiera acorralada; ¿hay cosa más natural? El indio es sobrio hasta la frugalidad; en el trabajo mismo se contenta con las piltrafas que le dan en vez de carne: cuatro choclos, un pedazo de zapallo y un puñado de sal; y así, tan mal alimentado, da un trabajo superior a los mejores obreros, porque, acostumbrado a sufrir los rayos del sol en su completa desnudez, nada le importa de la temperatura ni del mosquito y aguanta las demás sabandijas. Su fuerza muscular es de las más notables entre las tribus salvajes del mundo, como lo demuestra el cuadro número 2, relativo a este asunto*. Los que se admiran de la flojedad del indio chaqueño, ignoran que la fuerza desarrollada es normal al grado de cultura de los pueblos, ignoran la ley del menor esfuerzo, ignoran todo, hasta se ignoran a sí mismos. El salvaje australiano y el africano, ni bajo el látigo del cómitre dan fuerzas semejantes a las del chaqueño, y los maorís no le alcanzan con mucho. * El cuadro a que hace referencia el autor en su obra original no se publica por carecer de vigencia. Como se ve en el referido cuadro, las fuerzas son muy desiguales, y las diferencias responden al grado de civilización de las diversas tribus, y así también su constitución física y aspecto externo. Desde el mataco, que es el más feo de los japoneses o coreanos, hasta el esbelto mocoví y el elegante chiriguano, hay una escala muy larga; pero ninguno carece de la fuerza necesaria para los trabajos ordinarios. He visto a las mujeres trabajar terraplenes de ferrocarriles y llenar su tarea en ocho horas tan bien como cualquier cristiano. 6 El indio es desconfiado; tiene razón de serlo; son tan raros los casos en que se le cumplen los contratos y promesas, que sólo tiene fe en el contrato escrito, y lo pide como una garantía. Vea V.E. cómo se satisface esta exigencia legal: Conste por el presente que el cacique se compromete a trabajar con su gente en este ingenio, durante la cosecha del presente año, habiendo 4 4 recibido adelantados mercaderías y dinero. Ingenio...... a.... días de 19... Hay un sello del Ingenio. Firma social del Ingenio El pobre cacique me mostró este contrato, sacándolo de un tubo de caña, delante de uno de los dueños. Puede V. E. imaginarse el efecto que me hizo; y el esfuerzo que necesité hacer para mantener la cara impasible, como lo exigía mi posición oficial en aquel momento. El hecho no necesita comentarios. Un indio del Chaco oriental conserva en su poder una multitud de contratos. No sabe leer ni escribir; pero uno está doblado en cuatro, otro a lo largo, otro en punta, y otro señalado con una línea roja y otro con una negra, y así los distingue todos. Ninguno le ha sido cumplido. Toma uno y me dice: «Lee». —Lo leo, es un contrato un poco más explícito que el transcripto. Debían, al fin del trabajo, entregársele diez caballos, cinco yeguas y mercaderías, si la tribu trabajaba en toda la cosecha; tres días antes de acabar, un capataz da de latigazos a dos indios, gritan, se sublevan; el indio haperdido lo que decía el contrato Y así me importuna para que lea otro y otro, hasta que me canso. Este indio tiene fama de ser un gran bribón; así lo dicen los firmantes de los contratos que él guarda. Según los informes, parece que efectiva- — 54 — Informe sobre el Estado de las Clases Obreras Argentinas I mente una vez dio un malón y se llevó unas vacas; el indio jura que fueron menos que las que le debían en virtud de un contrato de trabajo que no le habían pagado, y como era año malo, dice que las cobró así, porque la tribu tenía hambre y había reclamado en vano muchas veces. Es curioso observar al indio con su papel, cuando cree que le han faltado al contrato; busca un cristiano y le dice: «Cristiano lee». Después refiere lo que le han hecho, se calla, se va. No protesta, pero no lo olvida nunca. Cuando llega la ocasión saca sus papeles doblados o del tubo y hace la cuenta del último centavo que le robaron. Dejando las generalidades, vamos a los hechos concretos. Qué es lo que pasa en los obrajes de la línea la Sábana y su continuación en el Chaco? En verdad, no se hace con el indio sino exagerar la explotación que se comete con el cristiano; porque sí y porque es indio, se le paga su trabajo menos que al cristiano, a pesar de su habilidad para el trabajo de hacha. Aprovechando su ignorancia, se le roba en el trabajo; la tonelada entregada por el indio nunca pasa de 700 kilos; las cuentas de entrega siempre tienen dificultad por el número; la proveeduría los explota de una manera exagerada; y no sé con qué derecho se quiere que trabajen en tales condiciones más y mejor que los cristianos. Como el monte está cerca, fácilmente se subleva contra la explotación, y al irse arrea con lo que puede y da el malón tan grande como animales encuentra a su paso, de los que deja siempre muchos en la huída. (…) (…)Colonia Benítez, porque realmente es un modelo. El establecimiento consiste principalmente en el cañaveral y el algodonal. Hay de 600 a 700 trabajadores, en su totalidad indios y correntinos, porque los seis u ocho extranjeros empleados no forman núcleo. Los operarios, indios y criollos, llevan en la casa cinco o seis años de residencia; todos están contentos y viven bien. Paga a los criollos para arar y trabajos semejantes, 35 $ al mes, sin comida; a los indios de 10 a 12 $. A los criollos les da alojamiento y a los indios terreno para hacer sus toldos; la cosecha del algodón paga 3 centavos por kilo, cuando más; los vecinos pagan hasta 5. A pesar de que en este establecimiento se paga 5 5 menos, todos lo prefieren: porque en verdad paga mucho más que ninguno. Allí no hay proveeduría, ni vales, ni ninguna otra explotación; paga en billetes nacionales, y cada cual hace de su dinero lo que mejor le parece. Tiene el descanso dominical y el festivo, y nadie le falta los lunes; indios y cristianos observan buena conducta, porque allí no hay más apremio que la convicción y al que no obedece se le despide. Los informes que me da el mayordomo, un suizo de ideas hechas, conuna residencia de veinte años en el Chaco, habiendo trabajado en los principales establecimientos, y que lleva encarnadas las ideas democráticas de su país, son los siguientes: «El indio es bueno, buen trabajador, y su moral es muy superior a la de los correntinos, así en la familia como en su conducta; no juega y raramente bebe; buen padre y buen marido. Pero es muy indolente, hay que estimularlo y hacerle conocer las ventajas de cada cosa para que la acepte. Tiene sus modalidades, que es bueno respetar, y ese respeto lo contenta y lo liga. He visto siempre y en todas partes que el trato, pero enérgico e igual, es el gran medio, y sobre todos, la escuela. El indio tiene aficiones artísticas muy marcadas. El gran salón del establecimiento está muy bien decorado; en las pinturas ha trabajado un indio, y no se puede distinguir lo que él ha hecho, porque es perfectamente igual a lo hecho por los demás.» Empiezan ahora a fijarse en el cultivo del algodón: veo su trabajo, es excelente, y sin duda alguna el secreto de este cultivo está en aficionarlo y ligarlo a él; de otro modo no podrá extenderse por falta de brazos. El indio aquí es esbelto, hasta elegante; su color bronceado es más oscuro que en los demás; se viste bien, aunque de colores vivos; anda descalzo con el gran sombrero de paja. Es impresionante, como la reproducción de un cuadro de Pablo y Virginia; encontrarlo en las lagunas, espiando el momento de lanzar su certera y aguda flecha; encontrarlo en los caminos, llevando al hombro flechas y arco y en mano la sarta de pescados, marchando erguido y con paso firme. Es inútil preguntarle; aunque entienda, evade la contestación; el mutismo le sirve para resolver su desconfianza. El toldo es cónico, de paja, y el más amplio que he visto entre los indios; la mujer es fea, salvo raras excepciones, pero esbelta y bien formada; amante y muy celosa, pero buena madre. El indio tiene un profundo respeto por los ancianos y una obediencia ciega para su cacique; éstos están poseídos de su dignidad, y hay entre ellos hombres de muy buen sentido. La prueba de que la idea de la civilización les entra, es que todos piden escuelas. Hay muchos particulares que conchavan indios; si les pagan y les tratan bien, se conducen como con el señor Briolini. Tal es, en conjunto, lo que he podido ver en esta parte en el breve tiempo que estuve en ella. El maltrato, el vale, la proveeduría, la balanza fraudulenta y sin control, son los medios generalmente empleados, las formas del abuso. Pero hay que fijarse bien en que no se trata sino de la explotación del trabajo, que se extrema en el indio, aprovechando su ignorancia, el antagonismo de raza y su orfandad. Tan es así que una noche, estando en Reconquista, comentábamos el hecho de un establecimiento que había pasado nueve meses sin pagar a sus obreros. Un obrajero y plantador de algodón encontraba el hecho lo más natural y legítimo. Les habían dado ración y vales que muchos habían enajenado a 50 y 25 por 100 de su valor escrito. El establecimiento es mezquino en la retribución y exigente en las condiciones del trabajo; trabaja con un capital insuficiente y para salvar su situación financiera deja de pagar al obrero, hasta que puede girar sobre las cosechas. El argumento ariete del obrajero era este: El ingenio no tenía vida sin este abuso, y el obrero debía estar agradecido a quien 6 6 soportaba todo género de incomodidades para darle trabajo, «sin el cual se moriría de hambre». Esa es la moral reinante. La caída que le hice no fue suave. El ingenio no soportaba los inconvenientes de su situación para dar trabajo a indios y cristianos, sino para ganar dinero sobre un capital que no tenía siquiera, y forzaba a sus obreros a darle un crédito que no podían darle sino del hambre de su estómago y de la desnudez de sus carnes; crédito sin interés y sin participación alguna en las utilidades, que el ingenio se guardaba para sí, sin reparación alguna para que el que las hacía con la fuerza de sus brazos. El jornal del obrero debía preferirse a todo otro crédito, etc., etc. El buen señor estaba lleno de admiración, y no creía que la cuestión pudiera encararse de tales puntos de vista, ni entendía que pudiera haber leyes que no amparasen el derecho absoluto del dueño del trabajo para su completo éxito, no importa por qué medios. El progreso del país, representado por el dueño del trabajo, era la suprema ley.(…) 7 7 Bialet Massé, Juan Informe sobre el Estado de las Clases Obreras Argentinas Volumen I Capitulo 1 (…)En Córdoba no hay espíritu de asociación, ni arriba ni abajo, y se hacen pocas huelgas al modo de otras partes; pero se hace la huelga criolla; se marchan a otra parte sin despedirse, y cuando al obrero cordobés no le convienen las condiciones de un trabajo, no las discute ni regatea; seretoba, pone cara de santo y suelta un: «no me animo», que es concluyente y aplastador; es inútil probarle que tiene más alma que Napoleón; «no me animo», quiere decir, «no quiero», redondo. Tal es el fenómeno más resaltante que presenta el estado actual de las artes manuales en Córdoba. En la ciudad, como en los departamentos del norte y del oeste, el peón está muy mal recompensado. El jornal de pesos 1, 1.20 y 1.50 es insuficiente, y lo es mucho más en los gendarmes de la policía. La ración mínima, obtenida por el método de Gautier, para el hombre de trabajo, me resulta en la sierra de Córdoba de 1.17 pesos, que corresponden a un jornal mínimo de = 1.427,o sea 33.57 pesos mensuales. En la ciudad hay que agregar tres pesos mensuales por alojamiento, lo que da 1.627 o sea 36.57 mensuales. Los resultados son lógicos. Los peones buscan un mundo mejor y lo encuentran dentro de la misma provincia; los departamentos del norte y del oeste se despueblan, y no quedan más que los inservibles, los flojos o los que están impedidos de irse por razones de familia u otras. El personal de policía no es tampoco de lo mejor. Los dinamómetros lo revelan, siendo la media general de la provincia: 41,4 (121,3,118,7, 139,5) El departamento de la Punilla, a pesar de tener un máximo de los de la República y 2 de la provincia, sólo da: 36,9 (110,7,117,8, 135,1;) Y la policía de la ciudad: 36,9 (110,7, 98,136,7;) Esto comprueba una inferioridad notable y un recargo de servicio, que no se debe mantener. Debo observar que la Comisión de Inmigración da como gastos de las familias tipos que estudia en la campaña, 30, 35 y 40 pesos mensuales, que concuerdan con los míos con bastante exactitud, pues el peón y el gendarme no tienen casa ni gallinas, ni otro socorro, y deben vestir mejor en la ciudad. Aparte de los productos agrícolas, que son los más, las industrias de exportación más poderosas son: la calera y el calzado. La fábrica más importante es la de los señores Farga Hermanos, que elabora alrededor de 1.500 pares por días. Esta casa emplea unos 300 operarios, de los que no hay más de veinte extranjeros. Uno de los dueños, que es catalán, me dice que emplea con preferencia a criollos, porque son más inteligentes; en Europa el aprendizaje es de cuatro años; aquí el que no aprende en dos, no sirve. Cierto que faltan los lunes, aunque en esto se va mejorando mucho; pero tienen de malo que no se sujetan, que se salen de la fábrica sin despedirse; pero con sus defectos resultan siempre mejor que el extranjero. No se toman aprendices; para entrar, los hombres deben al menos saber coser a la máquina; sólo a las aparadoras se les enseña. En los accidentes del trabajo no se da más que asistencia y jornal. En dieciocho años no han tenido ningún muerto. El caso más grave que ha ocurrido ha sido el de un obrero, que, por 8 8 salvar a otro, se rompió dos costillas. En materia de precauciones de seguridad y de higiene, se hace lo que se puede; es decir, que son muy deficientes. En los casos de enfermedades ordinarias, se hacen suscripciones entre los obreros, y la casa pone otro tanto cuando se trata de obreros radicados y antiguos. No hay seguros industriales. El jornal mínimo es de cincuenta centavos en las mujeres y de un peso en los hombres; y los máximos 1.50 y 4 respectivamente. No hay salarios fijos, por categorías y clases; se les hacen aumentos graduales y arbitrarios; estaban sujetos a multas, que se destinaban a los enfermos; ahora se han suprimido. La jornada es bárbara; de once horas efectivas. La casa da agua caliente para tomar mate, y un cuarto de hora mañana y tarde para que lo tomen. Hay descanso dominical; pero los carpinteros, mecánicos y cortadores tienen que ir los domingos si hay necesidad de reparar máquinas o de preparar trabajo para los lunes. A pesar de este trabajo excesivo y de la mezquindad de la retribución, no habían tenido ninguna huelga. Luego me ocuparé de la que se ha desarrollado en estos días. Los talleres dejan mucho que desear como amplitud, ventilación y aspecto; el de mujeres está situado en la parte alta de la fábrica y tiene piso de madera; está provisto de ventiladores eléctricos de paletas, y bien los ha menester, resultando un estado regular de ventilación. Las máquinas están demasiado próximas las unas a las otras. Se notan bien los defectos de la permanencia de las posiciones y de la continuidad de los ejercicios exclusivos deformantes. A las 4 p.m., me decía una costurera aparadora: las caderas y los muslos duelen y el espinazo en la parte superior, cuando dejo el trabajo ya no puedo más, me sería imposible continuar una hora más; la vista se me nubla, y ya ni veo el hilo ni la costura. Las que trabajan paradas no tienen tampoco tiempo de sentarse un rato; y por la tarde el talón y los músculos tensores del pie y de la pierna sufren agujetas; como trabajan sobre mostradores, inclinan el cuerpo en una posición encorvada y les duele el espinazo junto a la nuca; el pecho se deforma y se hunde. En mi primera visita a la fábrica pregunté a su gerente, persona muy ilustrada, por qué no acortaba la jornada. Me contestó: «Porque no lo piden, y no hay que apresurarse en este terreno». El gerente actual me contestó que acaba de visitar en Alemania la mejor fábrica de calzado que hay allí, y tenían la jornada de once horas efectivas. Pero este señor no se da cuenta de que aquí como allí esto es bárbaro, y que del clima de Alemania al de Córdoba hay una diferencia mayor que la distancia que las separa, y esto que es de más de 12.000 kilómetros. Le expliqué las ventajas de la jornada de ocho horas para los patrones y obreros; le dije que la ley no podía permitir estas jornadas homicidas y que le convenía ir rebajando de media en media hora para llegar a la jornada racional; me dijo que ensayaría; pero la huelga actual prueba que no lo ha hecho. La fábrica que sigue en importancia es la del señor Cuestas. Tiene doscientos operarios, de ellos diez extranjeros. El señor Cuestas encuentra también superioridad intelectual, de subordinación y actividad en el criollo. Los jornales que paga son: Cortadores: de 4, 3, 2.60, 1.70 a 1.50, y a los chicos, de 70 a 50 centavos. Máquinas: de 4, 3, 2.80, 2.60, 2.10, 1.80, 1.70 a 1.50 y 1.00. Aparadoras: de 3 a 1. Armadores: de 3 a 1. Peones: de 2 a 1.50. Chicos: de 80 a 60 centavos. La jornada es de diez horas y media efectivas; tiene descanso dominical y festivo. En los accidentes del trabajo da asistencia y jornal; no tiene seguros ni otra 9 9 institución a favor del obrero. En lo demás sigue más o menos las costumbres de los señores Farga. Hay otras fábricas de menor cuantía que hacen lo mismo. Anticipándome al capítulo huelgas, debo fijarme en la que actualmente se ha producido en Córdoba en este gremio. Ella no podía dejar de producirse; por paciente y manso que sea el trabajador, llega el momento en que la naturaleza habla y se subleva. La huelga ha empezado por los cortadores, a los que se les exigen doce y más horas, a pretexto de que tienen que preparar el trabajo para el día siguiente, para que no se interrumpa. Hay en esta industria algo que extrañará a V. E.: es el cobro de dos centavos por el uso de la letrina; y ¡qué letrinas! se pueden pagar cinco por no usarlas. En Córdoba no ha entrado aún la civilización de la letrina, y las — 265 — Juan Bialet Massé fábricas de calzado cobran por el uso de sus pozos inmundos. ¡Qué extravagancias tiene la codicia! Han intervenido para arreglar el señor Intendente municipal, el Jefe de policía y otras personas. En vano convencer a un catalán con botas y dinero; una vez que ha dicho no, es inútil; sobre todo cuando cree herida su vanidad de hombre rico. Todos los fabricantes de calzado de Córdoba son ricos, y pueden, al parecer, resistir hasta vencer. Supongo que venzan; será un triunfo efímero, como todoslos de la barbarie contra la ciencia y la civilización; y la ley va a decirles que así es, porque hacer trabajar como se trabaja allí, es trabajo de negros, y ni la paciencia criolla lo aguanta. Pero los fabricantes de Córdoba no se aperciben de otra cosa, y es de que los de Buenos Aires, que ya les hacen una fuerte concurrencia en Tucumán y otras provincias del Norte, les están ganando aquellos mercados, y los que creen ahorrar jornales, se les va crecido en la baja de los precios. Es indiscutible que los fabricantes de Buenos Aires dan productos mejores, sin duda a causa de la jornada más racional, y si pueden mantener los precios, a pesar del mayor flete, porque pagan mejores jornales, el mercado va a dejar a los cordobeses. Dirán entonces que las causas son las ideas socialistas, la flojedad de las autoridades et sic de coeteris; pero la verdad está en su ignorancia y testarudez en no oir los consejos de la razón y de la ciencia. A nadie le falta su merecido. No pueden dejar de citarse en la industria de Córdoba, los molinos, desde el grandioso del señor Iturraspe en San Francisco, movido a vapor, hasta el de los señores Minetti Hermanos en la ciudad, que se mueven por motor eléctrico; del de los señores Ducasse y Tillard que tienen turbinas hidráulicas propias, hasta los menos poderosos de Escudero Hermanos en Marcos Juárez, y otros muchos, hasta los más modestos de las Huérfanas y el de Perrero en Sarmiento, otros en Río IV; hay un gran número de ellos. El molino del señor Iturraspe es sin duda el más grande del Interior de la República: paga desde 6 pesos diarios a 1.50 a sus operarios, y muele 50.000 kilos por día. Las instalaciones amplias y grandiosas son lo más perfecto y completo que hay en el país; llenadas todas las condiciones de seguridad. El señor Iturraspe, en varias visitas que le hice en San Francisco, me — 271 — Juan Bialet Massé manifestó que buscaba la fórmula para dar 10 10 una participación en las utilidades a los empleados y obreros. El molino de los señores Minetti es un edificio reciente, de buena arquitectura, higiénico y bien comprendido, con máquinas modernas, con motor eléctrico de 75 kilowatts que toma de la Compañía de Luz y Fuerza; muele 27.000 kilos por día, con 25 operarios, de ellos 15 extranjeros. Los estibadores y bolseros son todos criollos. Pagan al molinero 1°, 2 pesos y 50 centavos, 90 al 2° y 3°, 60 al capataz y 50 y 40 a los demás obreros. Por los accidentes del trabajo dan asistencia y jornal. La jornada es de sol a sol con el descanso del medio día, que es usual en el país, y los domingos trabajan hasta las diez a.m. 10 En Córdoba hay varias fábricas patentadas de venenos, quiero decir de licores; pagan buen sueldo a los confeccionadores droguistas, hasta 200 pesos y a los demás, sueldos que varían de 50 pesos con comida a 40 sin comida, y tienen la jornada de nueve horas y media. Los obreros criollos en estas casas están en la proporción de 30 por 100. Todos prefieren al obrero criollo por su inteligencia y buena voluntad; los droguistas son extranjeros. Entre las fábricas de escobas y canasterías, la del señor Conti tiene 15 obreros, de ellos un extranjero. Trabajan por tantos, que les dan 3 pesos diarios a los que hacen las escobas y canastos, y 1.20 a los que arreglan la paja. Esta casa tiene 3 aprendices de quince a diez y ocho años; no se paga a estos trabajadores en los primeros seis meses; después según su trabajo. El local es bien ventilado y en buenas condiciones higiénicas. En la fábrica de dulces y tabletas del señor Chammás, hay 11 hombres y 3 mujeres: 1 extranjero; está bien instalado como condiciones higiénicas y paga bien a sus operarios, de 3 pesos a 1.40 y la comida. Lo cito porque tiene estas particularidades: La jornada de ocho horas; y descanso dominical y festivo; pero, en cambio, en los accidentes del trabajo, por todo cumplimiento del deber de indemnización, hace adelantos sobre el sueldo. La fábrica de fósforos de los señores Urtubey, Sagalés y Cía., tiene 350 operarios de ambos sexos, de ellos 50 extranjeros. Paga a los operarios de pesos 2 a 1.80 y 1.50 y a las mujeres de 1.30 a 0.60. Los encargados de máquinas reciben 10 pesos diarios, jornal máximo, a 2 pesos. La jornada es de 6 a 8 horas por día, con descanso dominical y días festivos. La industria panadera está representada en Córdoba por 16 panaderías, en las que se seguía hasta el año 1902 el régimen más inhumano. La jornada era de 15 a 16 horas, y después de concluido el trabajo debían quedar en el establecimiento, donde dormían sobre lo que podían y como podían; se les daba de comer bien o mal, y se pagaban salarios que variaban de 3.30 pesos a los maestros de pala, a 2, 1.70 y 1.50 a los amasadores, y de 1.10 a 0.90 a los peones y aprendices. Los obreros se organizaron en sociedad e hicieron un movimiento serio en virtud del cual obtuvieron que se les diera un peso al día en vez de la comida y puerta franca después del trabajo. Excuso entrar en los detalles de la lucha, las defecciones y la manera con que unos patrones se hacían traición a los otros, que no le iban en zaga a las de los obreros. La mayoría de los panaderos de Córdoba se han elevado desde la clase obrera y han hecho fortuna al través de un largo y rudo trabajo. Cuando han llegado a las alturas, en vez de mejorar a sus obreros, han considerado que los debían estrujar hasta sacarles la última gota de sudor. A ellos los habían tratado como bestias, y ellos trataban a sus obreros peor que a las mulas que movían las atahonas. Pedir a estos señores que se den cuenta de lo que sufrieron y de las ventajas de igualar el tratamiento a los obreros al que dan a esas mulas, es tiempo perdido; sólo la ley puede imponérselo, o la fuerza de la huelga bien organizada. Es 11 11 preciso hacer notar que en Córdoba, como en toda la República y como en todas partes, el gremio de panaderos es el más ignorante y sus miembros los más rudos. Es raro encontrar patrones de la distinción de los señores Martínez Hermanos, de Tucumán, Cabanellas en el Rosario y otros del Paraná; y en los obreros, la mayoría analfabeta, está diciendo los grados de cultura que calzan. El herrero, el picapedrero, el estibador, tenidos por rudos, están muy por encima del panadero; y sus fuerzas musculares demuestran, como en ningún otro oficio, la influencia de la instrucción en su desarrollo. El panadero es agresivo, brusco y bebedor y hasta soez; para mí las causas son el trabajo de noche, la monotonía del oficio, las largas jornadas y las condiciones anormales en que se hace el trabajo; y tengo la prueba en que, en donde se mitigan esas condiciones, el obrero es más suave, más hábil y más fuerte. Y esto se refleja en los productos de la industria de tal modo, que yo no necesito ya preguntar el trato y la calidad de los patrones y obreros en las panaderías; me basta que me muestren el pan que ellos producen y con seguridad no me equivoco. El mejor pan corresponde al mejor régimen obrero y a las mejores condiciones higiénicas de instalación y a la instrucción de los obreros. Y para resumir mi concepto sobre esta industria en Córdoba, la expreso en estas palabras: el pan es bueno en Córdoba, porque la harina es buena; pero está muy lejos del pan del Rosario, del Paraná y aun de localidades subalternas de la misma provincia. La acción municipal sobre ellas es casi nula; la razón es el jornal mezquino. Hay en Córdoba varias fábricas de artículos alimenticios; me limitaré a citar la de fideos de los señores Arrechi y Cía., porque tiene la jornada de ocho horas, tiene descanso dominical y festivo, y paga bien a sus obreros. El motor general de todas las industrias en Córdoba es la Empresa de Luz y Fuerza, que capta ya como 5.000 caballos al río, en Casa Bamba y podrá elevar su producción a 10 ó 12.000, a un precio fabulosamente barato. Concebidapor el buen vecino, el mecánico inglés señor Oulton, ha sido realizada por una empresa sin capital, y hasta sin dirección técnica al principio, a pura fuerza de voluntad y maña. Hoy tiene ya dirección técnica y capital que han formado rápidamente y con puras utilidades, está llamada a ser una de las más importantes empresas del Interior. Vende, por ahora, a un precio máximo de cuatro centavos oro el kilowatt hora, que no le cuesta 20 pesos oro por kilowatt año. Los conductores son de gran potencial, 10.000 volts, y tiene en la ciudad una oficina de transformación central, con transformadores secundarios en distintos puntos de la ciudad. Da el alumbrado público, mucho privado, y fuerza motriz para los establecimientos industriales. Paga bien a sus operarios; el jornal de los peones es de 1.60, y en los accidentes del trabajo hace arreglos ventajosos. Por lo que hace al alojamiento y condiciones higiénicas de las clases obreras es realmente desastroso. Los que viven mejor, son los que pueblan los numerosos ranchos de las orillas; al menos tienen luz y aire; pero los conventillos de la ciudad son atroces. 12 12 Como he dicho varias veces, en Córdoba no ha entrado la letrina civilizada, y debe suponerse que los conventillos no han de ser excepción; lo que extraña al visitarlos, es que puedan vivir en semejantes condiciones. Las piezas tienen pisos imposibles, sucias hasta repugnar, chicas y caras. La consecuencia es forzosa; Córdoba es la ciudad que tiene más mortalidad por enfermedades infecciosas de la República. Allí hay que preguntar qué microbios son los que faltan, porque de las excepciones, aparte del cólera, la fiebre amarilla y la bubónica, no tengo noticias. La acción municipal es nula o contraproducente; la higiene y la urbanización se hacen con dinero, y como el pueblo es refractario a los impuestos resulta que es imposible administrar. Todo se va en sueldos, y apenas si alcanza lo que cobra para barrer, alumbrar, las escuelas y las aguas corrientes.(…) 13 13 Manifiesto convocando a celebrar el primer día del trabajador en la Argentina El 1º de mayo de 1886 comenzó en Chicago un movimiento en reclamo de la jornada de trabajo de ocho horas. Las autoridades estadounidenses respondieron brutalmente y, fraguando un atentado, encarcelaron a un grupo de militantes populares en los que se intentó escarmentar a toda la clase trabajadora de los Estados Unidos. En un proceso plagado de irregularidades, fueron sentenciados los dirigentes anarquistas Adolph Fisher, Augusto Spies, Albert Parsons, George Engel, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden y Oscar Neebe. Los cuatro primeros fueron ahorcados el 11 de noviembre de 1887 y pasaron a la historia como los mártires de Chicago. En 1889, la Segunda Internacional decidió instituir el 1º de mayo como jornada de lucha para perpetuar la memoria de estos trabajadores ejecutados. En la Argentina, la primera conmemoración tuvo lugar el 1º de mayo de 1890. A instancias del club de trabajadores alemanes Vorwärts,se constituyó un comité obrero para convocar a la movilización. Este comité estuvo a cargo de la redacción del manifiesto que a continuación reproducimos, que contenía las reivindicaciones obreras más elementales, como la jornada de trabajo de ocho horas, la prohibición del trabajo infantil, la supresión del trabajo a destajo, y la igualdad del salario por la misma actividad para varones y mujeres. El mitin, celebrado en Recoleta, reunió a unas 2000 personas, una cantidad nada desdeñable para la época. MANIFIESTO A todos los trabajadores de la República Argentina ¡1° de Mayo de 1890! ¡Trabajadores! Compañeras: Compañeros: ¡Salud! ¡Viva el primero de Mayo: día de fiesta obrera universal! Reunidos en el Congreso de París el año pasado los representantes de los obreros de diferentes países, resolvieron fijar el primero de Mayo de 1890 como fiesta universal de 14 14 obreros, con el objeto de iniciar de nuevo y con mayor impulso y energía, en campo ampliado y armónica unión de todos los países, esto es, en fraternidad internacional, la propaganda en pro de la emancipación social. ¡Viva el primero de Mayo! Pues este día la unión fraternal, fundada por los pocos de aquel Congreso, se debe aprobar por las masas de millones de todos los países para que a esta fecha de confederación conmemorada y renovada cada año, vuele por cima de los postes de límites de los países y naciones con un eco de millones y en los idiomas de todos los pueblos el ¡alerta! internacional de las masas obreras: ¡Proletarios de todos los países, uníos! Es esta la primera y grande importancia de la fiesta obrera del primero de Mayo de 1890, a cuya solemnidad os invitamos con esta hoja a todos los trabajadores y compañeras en la lucha por la emancipación. Compañeros y compañeras: Para indicar a este movimiento internacional un camino recto y seguro al fin común, nuestros representantes en el Congreso de París han marcado ciertos puntos del programa, los cuales se deben tomar en consideración con particularidad para el proceder práctico e inmediato. En realidad, esas resoluciones son tan importantes que, aun publicadas ellas en el anteriormanifiesto, nos parece conveniente, o más de urgente necesidad de proponérselas otra vez a los trabajadores, tanto más por deber ellas servir como fundamento para los primeros pasos positivos que las clases obreras de esta república quieran hacer en la lucha práctica de su emancipación. He aquí las resoluciones del congreso obrero de París: “El Congreso resuelve y reconoce como de absoluta necesidad: 1° Crear leyes protectoras y efectivas sobre el trabajo para todos los países, con producción moderna. Para fundamento de lo mismo considera el Congreso: a. Limitación de la jornada de trabajo a un máximum de ocho horas para los adultos, b. Prohibición del trabajo de los niños menores de catorce años y reducción de la 15 15 jornada para los jóvenes de ambos sexos de 14 a 18 años. c. Abolición del trabajo de noche, exceptuando ciertos ramos de industria cuya naturaleza exige un funcionamiento no interrumpido; d. Prohibición del trabajo de la mujer en todos los ramos de industria que afecten con particularidad al organismo femenino. e. Abolición del trabajo de noche de la mujer y de los obreros menores de 18 años; f. Descanso no interrumpido de treinta y seis horas, por lo menos cada semana, para todos los trabajadores; g. Prohibición de cierto género de industrias y de ciertos sistemas de fabricación perjudiciales a la salud de los trabajadores; h. Supresión del trabajo a destajo y por subasta; i. Inspección minuciosa de talleres y fábricas por delegados remunerados por el Estado: elegidos, al menos la mitad, por los mismos trabajadores. 2° El Congreso reconoce y declara que es preciso fijar todas estas medidas por leyes o acuerdos internacionales, y pide, a la clase obrera de todos los países del mundo el iniciar, por los medios que les sean posibles, estas protecciones y de velarlas; 16 16 3° Fuera de esto, el Congreso declara: “Es obligación de todos los trabajadores declarar y admitir a las obreras como compañeras, con los mismos derechos, haciendo valer para ellas la divisa: Lo mismo por la misma actividad. 4° Para lograr esto, el Congreso considera la organización de la clase obrera por todos los medios que sean posibles, y también la manera de verificar las pretensiones para verificar la emancipación de la clase obrera, para lo cual reclama: La entera libertad de coalición y conciliación. Trabajadores: Como veis, todas estas resoluciones tienen por objeto, no los fines últimos, sino los próximos de nuestras aspiraciones disminuir la miseria social, mejorar nuestra suerte dura, resoluciones que se han tomado, sin duda en la persuasión de que la emancipación socialdefinitiva, por su dependencia de la evolución de la sociedad, de la inteligencia de las masas y de las fuerzas de nuestros adversarios capitalistas, precisará aún bastante tiempo de preparación y lucha, y de que el mejoramiento de la situación del proletario significa además una fortificación para la lucha y una garantía para la victoria definitiva. El Congreso obrero de París exhorta a los trabajadores de todos los países a pedir de sus respectivos gobiernos leyes protectoras al trabajo, fundando su proposición en el inmenso desarrollo de la protección capitalista y de la explotación, miseria y degeneración del proletariado, que son las consecuencias inmediatas y naturales de la primera. La justicia y oportunidad de estas demandas son tan evidentes que hasta los jefes de los mismos adversarios se ven en la necesidad de reconocerlas públicamente y de tentar por su parte a mejorarlas. Este hecho significativo prueba hasta la evidencia la justicia y legitimidad de las quejas y demandas del mundo obrero en la actualidad. Extendiendo de día en día la protección capitalista su régimen en todas las regiones, viene a hacer igualmente siempre más universal la miseria en las masas obreras. Sólo este motivo bastaría para que también nosotros, los obreros de las repúblicas del Plata, hagamos las resoluciones del Congreso de París como nuestras propias. A ello nos induce aun más la situación actual de este país, tan penosa, en medio de la 17 17 cual la clase obrera está labrando, viviendo y sufriendo. Ante el llamamiento del Congreso de París, ante el animoso ejemplo de los trabajadores de todos los países civilizados, en vista del creciente régimen capitalista, que cada día también a nosotros nos está amenazando más con su explotación y ruina, en vista, pues, de nuestra situación siempre más dura y triste ¿hay que titubear en elevar nuestra protesta contra estas miserias de que somos víctimas y nuestra voz en demanda de nuestros derechos y de la protección de las leyes para nosotros? Si al fin y al cabo hoy nosotros, las masas del proletariado, levantamos nuestra voz por millares reclamando leyes protectoras a los trabajadores, cual hombres que tienen aún un granito de amor a la justicia en su pecho, puede negar la legitimidad a nuestras demandas, a las quejas de estas clases más pobres, más explotadas y sin el mínimo amparo. Por centenares se presentan los especuladores, los industriales, los grandes propietarios y estancieros y vienen continuamente a golpear las puertas del Congreso Nacional: los unos para pedir impuestos protectores; los otros subvenciones, garantías, leyes o decretos de toda clase en su favor. Todo el mundo, todas las clases de la población: empleados, profesores y literatos, especuladores y comerciantes, industriales y agricultores, todos, todos han golpeado esas puertas y vuelven atendidos y remunerados por leyes especiales en su protección, y por subvenciones y garantías en sin número de millones. Únicamente nosotros, el pueblo trabajador, que vive de su pequeño jornal y tanto sufre de miseria, nos quedamos hasta ahora mudos y quietos con humilde modestia. Si al fin, ahora oprimidos por el duro yugo hasta besar el suelo, levantamos nuestro grito de dolor y angustia pidiendo ayuda y protección, ¿no estamos en nuestro derecho? ¿No se encontrará la suprema autoridad del país en el deber de oírnos y de atender nuestra voz, nuestras peticiones? Los pobres inmigrantes, careciendo de todos los medios de subsistencia, desconociendo las circunstancias del país, hasta el idioma, se encuentran expuestos, sin amparo y sin protección a tal explotación, en gran parte vergonzosa y desenfrenada, que raras veces se ve en otra parte del mundo. 18 18 Respecto al salario, al tiempo del trabajo, a los accidentes, a los talleres y habitaciones antihigiénicas, a la falsificación de nuestros alimentos, quedamos completamente abandonados a la explotación sin límite, en realidad y práctica abandonados por la ley, la justicia y la autoridad. La crisis actual del país ha agravado y empeorado en mucho la situación de todas las clases sociales, pero en ninguna en grado tan sensible y desastroso como en las obreras que viven únicamente de su trabajo diario. En medio de esta situación, el pueblo trabajador de la República Argentina levanta por primera vez su voz potente, compuesta de millares de desheredados, en demanda de la protección legislativa al trabajo y a los obreros. Siguiendo el ejemplo de los obreros de los demás países, donde el proletariado está organizándose para su propia defensa, es también nuestra voluntad y deber dirigirnos a la suprema autoridad del país proponiéndola al mismo tiempo ante la nación entera, en forma debida y legal, nuestras quejas y nuestras demandas. A este fin el 30 de marzo último una asamblea internacional de los obreros de Buenos Aires, resolvió, después de una extensa discusión, invitar a todos los trabajadores de la República Argentina a la petición que se hará al Congreso Nacional en demanda de una serie de leyes protectoras a la clase obrera. Estas leyes deben fundarse sobre las resoluciones del Congreso obrero de París, ya mencionadas como base. Además, esta legislación protectora tiene que extenderse a todos los puntos en que las circunstancias particulares del país demandan necesariamente el influjo protector de las leyes. Basta una mirada en la vida real de las clases obreras para convencerse nuestros legisladores de la legitimidad de nuestras demandas y de la urgente necesidad de tales resoluciones. Pedimos una jornada determinada por la ley, para impedir que el trabajador se arruine física e intelectualmente en edad temprana, debido a un duro trabajo de 11, 12, 13 y más horas. Pedimos la prohibición del trabajo de los niños en las fábricas, para que no degeneren sus tiernos cuerpos, tengan tiempo de crecer y desarrollarse en las escuelas sus inteligencias, 19 19 sus corazones y sus almas, en una palabra: para que crezcan y lleguen a ser ciudadanos robustos y valientes. Pedimos la prohibición del trabajo de mujeres en todos los ramos antihigiénicos, para evitar que la futura generación sea anémica por el germen de achaque que se infiltra ya en el vientre de la madre. Pedimos un día de descanso por semana, protegido por la ley, para proporcionar al pobre trabajador algunas horas de desahogo, las cuales reclama el mismo sentimiento como un derecho hasta para los seres irracionales; reclamamos este descanso para que el pobre trabajador tenga por lo menos algunas horas para dedicarlas a su querida esposa, hijos o padres en el hogar doméstico, impidiendo así la descomposición, la ruina y degeneración de la familia, que es el fundamento de toda sociedad natural. ¿Tales proposiciones podrá rechazar un gobierno que desee un pueblo valiente para el trabajo, una juventud sana y bien desarrollada en su inteligencia, una familia moralmente robusta, cual plantel de todas las virtudes cívicas? ¡Imposible! Por consecuencia pedimos: una jornada normal determinada en su máximum por la ley; prohibición del trabajo de los niños en las fábricas y ejecución práctica de la ley obligatoria de instrucción pública; prohibición del trabajo de la mujer en los ramos de industria perjudiciales a su organismo, y prohibición del trabajo los domingos. Estas demandas están en harmonía con las de los obreros de todos los países civilizados. Y si reclaman los gobernantes de este estado republicano para su patria un puesto entre las naciones civilizadas, entonces no podrán tratar con menos seriedad y atención que aquellos otros gobiernos, en parte hasta monárquicos, las grandes cuestiones de cultura que aquí les proponemos para resolverlas. Además, consta en qué peligro permanente se encuentra la población obrera de esta capital por el estado completamente antihigiénicode las habitaciones; peligro ya demostrado por las mismas memorias oficiales. La misma suerte corren gran parte de nuestros talleres, cuyas instalaciones se burlan de toda regla de salubridad, amenazando y perjudicando continuamente la salud de los trabajadores e imposibilitándoles en caso de accidentes, de incendio, a toda salvación posible. Y lo mismo sucede con la vergonzosa y 20 20 criminal falsificación de los alimentos, que se ha aumentado en tan enorme escala a causa de la crisis actual y de encarecimiento de todos los artículos. ¡Prueban todo esto las memorias oficiales; prueba esto una sola inspección de los conventillos y talleres; lo prueba la estadística de fallecimientos y lo prueba con horrible evidencia la enorme mortalidad de los niños! Pues bien, ¿cómo podrán los gobernantes del país que gastan anualmente millones de pesos del erario público para traer inmigrantes, dejar en olvido y sin atención nuestras quejas sobre circunstancias que están causando anualmente a miles de habitantes obreros una muerte natural? ¡Imposible! Por lo tanto pedimos: inspección sanitaria y enérgica de las habitaciones y talleres, vigilancia rigurosa sobre las bebidas y demás alimentos, ¡arresto y multas a los vergonzosos envenenadores, no al inocente consumidor! Innumerables son los accidentes que ocurren cada año en este país: en ferrocarriles, construcciones y empresas de todas clases, debidos en gran parte a la negligencia y avaricia criminal de los propietarios, a la de los contratistas y al descuido y corruptibilidad de los inspectores. Contra tales escandalosos abusos quedan completamente impotentes los trabajadores que caen en ellos víctimas, con sus vidas y sus familias expuestas entonces a la más triste miseria. Y estos escándalos, la enorme culpabilidad, de una parte, y de otra la desgracia ¿podrá mirarlos cruzado de brazos con toda indiferencia un Estado que debe sus riquezas y cifra un gran porvenir del esfuerzo de los tan abandonados trabajadores? ¡Imposible! Y si fuese posible esto, no lo es para nosotros los obreros. Queremos defender nuestra existencia y queremos también jueces que nos protejan con la ley nuestra vida y nuestra familia. Por lo tanto pedimos: el seguro obligatorio para los obreros contra los accidentes, a expensas de los empresarios y del Estado. Pedimos, además, leyes protectoras, no que sean letra muerta en los Códigos, sino eficaces y reales en la práctica; y pedimos a la par que justas leyes, justos jueces: raros, 21 21 en verdad, para los trabajadores de este país, sin duda porque nunca han sufrido la mala suerte de ser burlados en sus salarios por los patrones. También son raros los obreros que en estos casos han alcanzado una intervención eficaz de la justicia. Los lentos, largos y costosos procedimientos de nuestros Tribunales no están al alcance del pobre trabajador; de manera que no encuentra protección alguna ni aun en sus más justas quejas contra sus patrones, opresores, ricos e influyentes. En la gran República Argentina, país tan celebrado cual Eldorado del trabajador, ¿cómo en realidad no hay justicia ni jueces para los pioneros de la riqueza, de la cultura y de la civilización, ni protección de las leyes para los obreros? Si el Gobierno quiere salvar la honra del país, tiene que dar a los trabajadores una justicia verdadera, pronta, eficaz y barata, cuando no gratuita. Por esto pedimos tribunales especiales compuestos no tan solo de jurisconsultos, sino que también de árbitros de la clase obrera y de los patrones, los cuales se dediquen a la solución de todas las cuestiones entre obreros y patrones. Para esta clase de pleitos no deben causarse costas de ninguna clase a los procesantes, como sucede en otros países de los más civilizados. Estamos en país republicano cuya Constitución escrita garantiza a todos sus habitantes completa libertad de conciencia, de educación, de prensa y de reunión. En una palabra: todos los derechos y libertades que concede la democracia moderna a sus ciudadanos. Invocando estas garantías y el espíritu de los generosos legisladores que redactarán los sagrados renglones de esa suprema Ley de la nación, exigimos también los trabajadores, para nuestras opiniones y nuestros intereses, las mismas libertades y derechos que nos pertenecen como hombres y ciudadanos libres: leyes que no se pueden estropear ni robar sin destruir aquel mismo fundamento del Estado en su entera esencia y sin despedazar la suprema ley sagrada en su autoridad. Trabajadores: Es, pues, un deber poner en juego todos los resortes que estén a nuestro alcance para que la Constitución de la República venga a ser un hecho para nosotros. Exijamos ante todo la libertad de nuestras opiniones, la libertad de nuestras aspiraciones y propaganda para mejorar nuestra situación y exijamos las mismas garantías para la persona del obrero como para la de cualquier ciudadano. 22 22 Trabajadores, Compañeros: Estas son las ideas y los pedidos que pensamos proponer al Congreso Nacional en forma de petición; estas son las calamidades que pedimos subsanar a la suprema autoridad del país; esta es la protección que exigimos del Estado, a cuyas expensas contribuimos en gran escala nosotros, la masa de la clase obrera. Estas son las resoluciones que nos deben servir como el próximo fin de nuestra propaganda, por cuya realización lucharemos sin tregua ni descanso hasta la victoria. Este, trabajadores de la República Argentina, será nuestro programa, nuestro propósito para la gran festividad universal del 1° de Mayo. ¿Qué es lo que pedimos? ¿Es algo injusto, algo imposible, algo irrealizable? No. Son justos estos pedidos. Pues bien: unámonos todos, todos, sin que falte uno solo, a un acto unánime de unión, fraternidad, solidaridad para la mejora de nuestra dura suerte, para adelantar en el camino de nuestra emancipación. Cual sea la suerte de nuestra petición ante el Congreso, ella será una demostración franca y enérgica del pueblo trabajador de esta República un grito potente dado en el momento de mayor sufrimiento y de menor amparo y esperanza. “Ante todo –dijo un gran hombre, ilustre campeón por la causa del proletario,- ante todo, obreros, es necesario esto: que constatéis que lleváis cadenas y las sentís; por esto tenéis que mostrar el deseo de ser librados de ellas. Si esto no hacéis, somos impotentes. Si dejáis sacar con mentiras vuestros grullos, o vos olvidáis tanto que las negáis vosotros mismos, en una palabra: si os abandonáis a vosotros mismos, seréis abandonados, y con razón, de Dios y del mundo entero.” Compañeros: Unámonos al fin, levantemos en masa nuestra voz, manifestemos que estamos arrastrando grillos y cadenas y que las sentimos. Hagámoslo evidente ante todo el mundo que estamos oprimidos, explotados, sin amparo y sin protección de las leyes. Liguémonos como hombres pidiendo nuestros derechos, y como tales veréis como al fin, tarde o temprano, nos oirán brindándonos con los debidos respetos. Esta petición a la cual os invitamos a todos los trabajadores de la República, a aprobar y firmar con su nombre en los respectivos pliegos, dirigida en tal manera por millares de habitantes a la suprema autoridad del país, debe ser el primer paso eficaz en la unión de nuestras fuerzas, en la ilustración de nuestras inteligencias y en la conquista de los 23 23 derechos, de la posición política y social que merecemos como obreros y ciudadanos. ¡Viva el 1° de Mayo de 1890! ¡Viva la Emancipación Social! Orden de la festividad 1. El Comité Internacional en Buenos Aires invita a todos los trabajadores de la República a que festejen, en cuanto les sea posible, la festividad del día 1° de Mayo de 1890. 2. Se celebrará un meeting obrero internacional, en el que se discutirán las ideas del Manifiesto y creación de una Asociación Obrera Regional Argentina,el cual se anunciará por medio de la prensa diaria y carteles, indicando la hora y el local para el meeting. En nombre de la Asamblea obrera Internacional del 30 de marzo de 1890. EL COMITÉ (Calle Comercio, 880) Fuente: Jacinto Oddone, El 1° de Mayo. La fiesta del trabajo. Orígenes. Causas. Antecedentes. Su celebración en la Argentina, Imprenta La Vanguardia, 1941, págs. 23- 26.