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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DIRECCIÓN DE ESTUDIOS DE POSGRADO PROGRAMA DE POSGRADO EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS DIMENSIONES DE LA CULTURA T E S I S QUE PARA OBTENER EL GRADO DE: DOCTORA EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS P R E S E N T A MARIA ELENA CAMARENA ADAME COMITÉ TUTORAL DR. EDUARDO RUIZ CONTARDO. DR. MARIO MAGALLÓN ANAYA. DR. RICARDO VARELA JUÁREZ. MÉXICO, D. F. Mayo, 2007 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. In memorian A mi Padre Jesús Camarena Ibarra que me condujo al fascinante mundo intelectual A mi madre Que me forjó en la autodisciplina del trabajo A Francisco Javier El compañero de mi vida, cuya inteligencia y cultura han alimentado mi espíritu A León Francisco, Alejandro, Cesar y Jimena Que han dado razón a mi existencia. A mis hermanas Lidia y Laura Judith Que han sido un motor impulsor para concluir proyectos A Tania y Mariana Por su afecto y solidaridad A los distinguidos Maestros Universitarios Dr. Eduardo Ruiz Contardo. Dr. Mario Magallón Anaya. Dr. Ricardo Varela Juárez. Dr. Mario Miranda Pacheco. Dra. Sara Rosa Medina Martínez. Dr. Gerardo Dorantes Aguilar. Dra. Rossana Cassigoli Salomón. “... Al tener lugar la invasión europea, los conquistadores se encontraron ante un mosaico de culturas, el cual –junto con su propio nivel civilizatorio y las riquezas naturales- determinaron la configuración concreta de las futuras sociedades civiles y políticas coloniales” Heinz Dieterich PRESENTACIÓN 9 I. INTRODUCCIÓN 1. DESARROLLO DE LA PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN 13 1.1. Pertinencia teórica 13 1.2. Los por qué 43 1.3. Los fines de la investigación 66 1.4. Puntos de partida 70 1.5. Procesos de trabajo 72 II. DIMENSIONES DE LA CULTURA 76 1. LA CULTURA COMO UNIDAD DE ANÁLISIS 76 1.1. El concepto de cultura 76 1.2. Historia y cultura 78 1.3. Teorías de la cultura 83 2. EL ESTUDIO DE LA VIDA COTIDIANA COMO EXPRESIÓN DE LA CULTURA 100 2.1. Contra o aparte 100 2.2. La fenomenología 104 2.3. La etnometodología 110 2.4. El interaccionismo de Goffman 113 2.5. La propuesta de la supraindividual cultural de Heller 119 2.6. Explicar y comprender 120 3. TEORÍA DE LA ESTRUCTURACIÓN DE GIDDENS COMO UNA PROPUESTA DEL ANÁLISIS CULTURAL 125 3.1. De un dualismo a una dualidad 125 3.2. Las visiones objetivistas 128 3.3. Las visiones subjetivistas 129 3.4. La propuesta de la estructuración 132 3.5. Producción y reproducción de la vida social 135 3.6. El balance sobre la propuesta de Giddens 139 4. ANTROPOLOGÍA CULTURAL 144 4.1. El concepto de antropología 144 4.2. Antropología Cultural 149 4.3. El concepto de la cultura desde la antropología 152 4.4. Los estudios sobre la antropología cultural 155 5. CULTURA Y RELIGIÓN 167 5.1. Tabúes 167 5.2. El totemismo 170 5.3. Origen de la religión 174 5.4. Características de lo religioso 180 5.5. La religión como un elemento de la identidad social e individual 186 5.6. Fundamentalismo 191 6. GLOBALIZACIÓN, POLÍTICA Y CULTURA 200 6.1. El marco referencial del orden global 200 6.2. Concepto de Globalización 202 6.3. La globalización como marco teórico 209 6.4. Multiculturalismo 217 6.5. Cultura y consumo 227 7. IDENTIDAD Y CULTURA 235 7.1. El concepto de identidad 235 7.2. Identidad nacional y posracionalismo 242 7.3. Identidades juveniles 248 7.4. La identidad a través de la televisión 253 8. CULTURA, FAMILIA Y RELACIONES DE GÉNERO 260 8.1. Diferencias de género 260 8.2. Reproducción cultural 266 8.3. Familia 270 8.4. Sexualidad 274 8.5. Desigualdades 277 9. CULTURA Y DESIGUALDAD 284 9.1. Qué es la desigualdad cultural 284 9.2. La crítica a la cultura de masas desde la escuela de Frankfurt 288 9.3. Capital cultural 292 9.4. Hacia una democracia cultural 296 10. CULTURAS LABORALES 307 10. 1. Orígenes de la cultura laboral 307 10. 2. Los estudios sobre la cultura laboral 321 11. CULTURA ORGANIZACIONAL 339 11.1. Antecedentes 339 11.2. Qué es la cultura organizacional 342 11.3. Organizaciones 350 11.4. Funciones de la cultura organizacional 351 11.5. Subculturas y culturas externas 354 11.6. El nuevo dentro 356 12. CULTURA LATINOAMERICANA 362 12.1. Invención y conquista de América 362 12.2. Historia y cultura en América Latina 366 12.3. Nuestra historia en la conciencia de los latinoamericanos 371 12.4. Democracia y movimientos sociales en América Latina 376 12.5. Los retos de la Globalización 382 12.6. Pluriculturalismo y Multiculturalismo en América Latina 387 CONCLUSIONES 390 BIBLIOGRAFÍA 401 PRESENTACIÓN El origen de esta tesis se remonta a hace algunos años, cuando leí la opinión del Dr. Mario Magallón respecto a las interpretaciones múltiples del fenómeno de la modernidad y su relación con la cultura latinoamericana; mi interés surgió al darme cuenta que la cultura es una categoría analítica bajo la cual es posible realizar análisis de diversa índole, ya que la discusión acerca de sí la cultura es una construcción social o una imposición estructural aún no ha sido agotada. En este orden de ideas decidí desarrollar una investigación teórica acerca de las diversas corrientes interpretativas de la cultura, con el fin de valorar las dimensiones para designar sus diferentes planos o niveles. Es por ello que, el objetivo general de la presente investigación es hacer la revisión de algunas formas de asumir la interpretación de lo cultural, con miras a valorar éstas en términos de su pertinencia empírica y teórica; todo ello con la finalidad de tratar de organizar dichas perspectivas bajo un solo marco teórico. Se asume que sólo se trata de una de las tantas posibles interpretaciones que se pueden hacer de dicho fenómeno, y se reconoce que no se trata de un fenómeno unívoco, sino de la más compleja expresión del ser humano. El uso de la metodología de la metateorización nos obligó a hacer una exhaustiva revisión bibliográfica de material especializado sobre el tema cultural en los ámbitos nacional y mundial. Para la utilización del método seleccionado en la presente investigación, se hizo necesario que éste fuera acompañado, si bien no del todo, sí de algunos elementos constitutivos del método hermenéutico. Lo anterior debido a que el interés esencial de este trabajo es la naturaleza del orden cultural. Para mejor comprensión de la investigación, recurrimos al análisis del tema en varios capítulos, así en el primer capítulo se analiza cómo ha sido abordada la cultura como unidad de análisis, específicamente se examinan algunas acepciones que definen dicha construcción social y cuál ha sido su desarrollo histórico hasta constituirse en un marco teórico de algunos saberes científicos. En el segundo capítulo se estudia a la vida cotidiana como una expresión de la cultura, particularmente se reflexiona sobre el debate entre lo objetivo y lo subjetivo, entre los métodos cuantitativos y cualitativos. De igual forma, se profundiza en las perspectivas fenomenológicas, etnometodológica, interaccionista y el supraindividualismo como marcos analíticos del fenómeno cultural. El tercer capítulo trata sobre la propuesta de Giddens para el análisis de la cultura, enfatizando el tránsitodel dualismo a la propuesta de dualidad social. Asimismo, se analizan las posturas macrosociales y microsociales sobre la producción de la vida cotidiana. En el cuarto capítulo se reflexiona sobre cómo la antropología ha analizado el fenómeno cultural con grandes aciertos y cómo dicho saber científico ha traducido sus resultados empíricos en unidades de análisis con altos grados de correspondencia con la realidad, asumiendo los resultados en categorías y conceptos. En un quinto capítulo estudiamos a la religión como una expresión cultural que determina el accionar social. De forma particular, abordamos los orígenes de la religión, cuáles son las características generales que definen esta práctica social, cómo esta expresión cultural incide en la identidad colectiva e individual y cómo la religión puede exacerbar las creencias con base en la negación de otros credos. En el sexto capítulo se describe el actual modo de acumulación y cómo éste le asigna a las manifestaciones culturales diferentes canales de configuración y reconfiguración social, por lo general asociadas con la creación de una realidad multicultural que entiende a los individuos como consumidores de esquemas culturales hegemónicos y les niega su capacidad de acción y reflexión. En el séptimo capítulo se habla de los procesos identitarios como expresiones que integran la cultura y que definen el acercamiento y alejamiento de los grupos sociales en su autonominación y la generación de un conjunto de acciones y simbolismos que los van a definir frente a otros actores sociales. En un octavo capítulo se analiza cómo la familia es un núcleo creador y recreador de esquemas culturales hegemónicos sustentados en la diferencia sexual y la configuración social de género. Asimismo, se estudia la forma en que los patrones culturales producidos por una cultura dominante son reproducidos en la familia como legitimadores de una sociedad patriarcal en la que hombres y mujeres experimentan desigualdad y discriminación social. En el noveno capítulo se reflexiona sobre la manera en que la cultura puede ser una expresión de dominación que se sustenta en una estructura de desigualdad cultural que es legitimada desde los beneficiados con el mayor acceso al capital cultural. Específicamente, se analiza cómo las dictaduras culturales exacerban la necesidad del tránsito hacia una democracia cultural en la cual se reconozca el derecho a ser diferentes y de poder convivir en una sociedad más justa. En el décimo capítulo abordamos la esfera del trabajo como un mundo culturalmente identitario en donde la cultura se expresa no sólo en términos del espacio de trabajo, sino también en el mundo del no trabajo. Asimismo, se analiza a la cultura laboral como una idea colectiva básica conformada por instituciones, costumbres, hábitos de pensamiento e intenciones de los individuos y que surgen como expresión de experiencias comunes. En el décimo primer capítulo se estudia cómo la cultura organizacional, como una de las configuraciones del orden global, es producto y una expresión social entre lo público y lo privado generadora de valores, códigos, creencias, significaciones e identidades dentro de una organización que se orientan hacia la consecución de un consenso artificial. De igual forma, se analiza la manera en que la cultura organizacional puede dar cuenta de transformaciones suscitadas en las organizaciones con miras a adecuarlas a políticas organizativas identitarias y colectivas. En el décimo segundo y último capítulo se analiza la cultura latinoamericana, partiendo de la premisa de que ésta se ha visto marcada por una serie de imaginarios colectivos, dictados desde una industria cultural conformada por las elites del poder político y económico internacional y nacional. Finalmente, y a manera de conclusiones, se hacen algunas reflexiones sobre las dimensiones culturales analizadas; se sugieren, de forma muy modesta, posibles caminos metodológicos para el análisis del fenómeno cultural y se deja ver alguna propuesta sobre cómo debe ser entendida la cultura en la actualidad. I. INTRODUCCIÓN 1. DESARROLLO DE LA PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN 1.1. Pertinencia teórica En el entendido que el fenómeno cultural no es unívoco, y que toma forma en términos de situaciones en específico, la cultura surge como expresión de la acción social que diferencia a los grupos sociales, por lo cual en la presente investigación enjuiciamos aquellas concepciones teóricas que fueron rebasados por las llamadas sociologías subjetivistas aparecidas en los albores de los años sesenta y setenta del siglo XX. El objetivo anterior trataremos de lograrlo analizando algunas de las visiones teóricas que me resultan más destacadas como el idealismo, el marxismo, el funcionalismo, la semiótica, la dramaturgia, el pos-estructuralismo, el pensamiento funcionalista-estructuralista, la escuela diacrónica, la escuela cognoscitiva, la corriente de la equivalencia mutua, el enfoque analítico mecanicista, la corriente subjetivista, la fenomenología, la etnometodología, la hermenéutica, el interaccionismo simbólico, la teoría del actor racional y la escuela de Frankfurt. La selección de dichas escuelas y autores tiene que ver con que éstos asumen que la cultura juega un papel determinante en la acción social, en tanto que aquélla se presenta como una instancia precondicionada a la existencia de las personas y como un hecho que es reconfigurado diariamente por cada persona a través de creencias, mitos, ritos, costumbres, imaginarios colectivos, valores, interpretaciones, significados, signos, símbolos, señales, sentimientos, sensaciones, apreciaciones, percepciones, opiniones, elecciones, emociones, miedos, deseos, actitudes, estados de ánimo, motivaciones, conocimientos, personalidades, posturas, gestos, dirección de la mirada, tono de la voz, ritmo de la conversación y, en general, todos los procesos subjetivos que definen la vida cotidiana. En cuanto a la cultura como objeto de observación, podemos decir que en la presente investigación no explicitamos un marco referencial para ésta, debido a que se trata de una investigación teórica. Es importante reconocer que la teoría es un conjunto de modelos de la realidad, los cuales pudieran tener o no una clara referencia empírica. Pero aun con eso, la teoría es un ejercicio de ordenación de la realidad, de tal forma que se trata de enunciados secuenciales resueltos que constantemente deben ser replanteados para que tengan validez empírica. La teoría es una representación literaria de la realidad, de tal forma que teoría y realidad no son dos esferas separadas del conocimiento, sino que una supone a la otra y, es así que cuando se habla de teoría, se da por supuesto un corte de realidad aprehendido y aprendido por el científico. La reflexión anterior nos lleva a reconocer que los trabajos teóricos sí tienen una unidad de observación en específico, aunque el marco referencial acotado en tiempo y espacio puede ser tan amplio que no necesita ser definido como en las investigaciones sobre una coyuntura o situación particular de la realidad. El concepto de cultura es un concepto abarcador y que, por lo tanto, ha levantado diversos debates entre los cientistas sociales. La cultura es uno de los conceptos que han sido erigidos como una categoría analítica, bajo la cual son posibles análisis de muy distinta índole, debido al problema que genera la discusión, aún no agotada, sobre si ésta es un producto social o una imposición estructural. Los trabajos sociológicos y antropológicos más recientes han tratado de encontrar una conciliación a esta dicotomía, un ejemplo de ello es la teoría de la estructuración de Giddens, quien considera esta cuestión como un falso dilema y como una situación estéril que ha estancado a las ciencias sociales. Las posturas subjetivistas han sido determinantes para las ciencias sociales y le han impreso un replanteamiento a las cuestionesde la disciplina; el papel que juega el individuo en la concepción de su entorno es una cuestión que hasta principios del Siglo XX, no se había tratado por la filosofía (aunque la filosofía contaba ya con planteamientos al respecto). Corrientes que ponen al individuo como eje de investigación en la sociología, son producto también de los contextos, en donde una ciencia se ve necesitada a recurrir a ellos debido al desgaste de sus premisas, hasta el momento inamovibles. Movimientos sociales como las vanguardias, los existencialismos, las creaciones artísticas o los reclamos de derechos humanos, hacen que la validez de las teorías subjetivistas encuentren terreno fértil en las ciencias sociales. Se habla de la cultura, en una de sus formas más aceptadas dentro de los círculos de científicos sociales, como una construcción humana, la cual se refiere a las formas aceptadas y modeladas de conducta de un pueblo determinado, un agregado de entendimientos comunes, la suma total y la organización o arreglo de todas las formas de pensar, de sentir y de obrar de un grupo (Brown, 1968: 4). Esta es, sobre todo, una concepción antropológica de la cuestión. Geertz afirma, siguiendo una idea de Max Weber, que la cultura es toda aquella trama de significación en la que está inserto el hombre (Geertz, 2001). Con lo cual su propuesta de análisis de la cultura está basado en la semiótica en la cual se trata de realizar una interpretación de hábitos, creencias y, en general, concepciones que el hombre genera entorno de su sociedad y ambiente, las cuales han sido válidas para situaciones determinadas y han permitido la subsistencia de grupos colectivos. La cultura, entonces, para Geertz, es una actitud diferenciada de las sociedades, las cuales son creadas bajo contextos específicos y necesidades endémicas de cada población. De aquí se desprende la idea de que, por lo tanto, existen tantas formas culturales como poblaciones. Como se puede observar, el propósito de este trabajo es tratar de explicar, en términos generales, algunas posturas que han abordado la cultura desde diversas perspectivas y que, a su vez, tienen un lazo común, ya que su abordaje es humanista-culturalista y no positivista-naturalista. Las corrientes a continuación descritas otorgan a los seres humanos la capacidad de ser constructores de su entorno antes que simples productos determinados por el mismo. La posibilidad de creación humana y de cambio social motivado por las personas tiene validez en estas corrientes. Por su lado, la fenomenología surge como una tradición filosófica cuyo creador es Husserl. Esta tradición nace con la esperanza de buscar un fundamento para las ciencias y de establecer un método para filosofar, que haga contraparte al pensamiento positivista. La perspectiva anterior trata de encontrar un nuevo camino de explicación a través de un comenzar a pensar de nuevo, eliminando las prenociones que se tienen al respecto de cualquier tema. Según Husserl, ha existido un error filosófico al aceptar o desechar toda suerte de hipótesis con base en nuestros prejuicios; por lo cual la tarea consiste en volver a las cosas mismas, verlas cara a cara, como una especie de espectador que busque encontrar sentido. Un método fenomenológico no será en primer momento explicativo, sino descriptivo. Si los fenómenos se dan, se nos entregan y se ponen de manifiesto, entonces nuestro deber consiste en verlos éstos como una actitud de puro contemplador, un contemplador que describe lo que ve. Es decir, para la fenomenología la comprensión de los acontecimientos es el antecedente inmediato a la explicación de los mismos; Sin embargo, esta noción de la explicación no estaba contemplada por Husserl, sino que fue Schutz quien la incorporó a la teoría fenomenológica. Un concepto fundamental en la teoría fenomenológica es el eidos (esencia), entiendo la reducción eidética de Husserl como un conocimiento de esencias. El conocimiento de la esencia, manifestado en la conciencia, es lo que importa para la fenomenología, poniendo énfasis en la intencionalidad de la misma. Husserl propone el término noema para describir algo que en la conciencia es y noesis como las maneras en que la conciencia intenta (pensar, amar, temer, esperar, etcétera), es decir, las maneras y estilos específicos de conciencia. El regresar a las cosas mismas implica este esfuerzo por suspender los juicios prefabricados, para abordar los fenómenos (noemas) y nuestra aproximación a los mismos (noesis). Grosso modo, podríamos decir que la fenomenología pretende poner entre paréntesis, suspender el juicio respecto de la existencia de un objeto, para encargarse del estudio de la intencionalidad de la conciencia. Existe una relación entre la propuesta Husserliana y la sociología comprensiva de M. Weber, en el sentido en que ambas posturas se interesan por la intencionalidad de los actos, la causalidad es la que motiva a ambas corrientes. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, Husserl no se interesó por la explicación (causal) que muestra M. Weber. Una de las grandes críticas que ha recibido la fenomenología, es que se trata de un cuerpo teórico especulativo, ya que pareciera ser que ésta niega la existencia e interferencia social en la construcción del mundo, como si la concentración de actos fueran mera recreación de la conciencia, aparece un yo solitario como constructor del entorno, que dependiendo de su significación será el mundo en el que se desarrolle. Una vez que uno se queda atrapado en la confusión o el desconcierto, ya no sirve dar cosas por sentadas; puede comenzar el asombro, el ordenamiento del mundo hasta entonces aceptado ya no vale (Wolff, 1988: 573). Fue Schutz quien realizó el esfuerzo por trasladar los aportes de la fenomenología al estudio social, partiendo, precisamente, de la teoría de Husserl y de los aportes weberianos sobre el sentido de los actos. La conjunción de estas dos posturas, que realizó Schutz, dio como resultado el mayor aporte de la fenomenología a las ciencias sociales. Equiparando el volver a las cosas mismas de Husserl, con el llegar al significado subjetivo de M. Weber, es como se propone dar cabida en las ciencias sociales a la fenomenología. La tarea consiste en saber de qué modo la ciencia social puede aprehender el hombre en su plena humanidad y las relaciones sociales en que se sitúa con otros cuando su mundo en la vida cotidiana escapa de la aprehensión inmediata del científico teórico (Wolff, 1988: 591). La propuesta de Schutz recupera los conceptos fundamentales manejados por Husserl, enunciando que hay que suspender todos los juicios referidos a la existencia o no del mundo, que ordinariamente presuponemos como un mundo que está ahí y que está ahí tal como se nos aparece. Lo que resta de la reducción es nuestra conciencia, con todos sus contenidos y actividades Un fenómeno es un dato de la experiencia, una experiencia construida de manera subjetiva a través de vivencias personales; a este tipo de construcciones subjetivas es a lo que Schutz llamaría construcciones del primer orden, es decir, la vivencia individual, que ciertamente nunca podrán ser conocidas por agentes externos al individuo, pero que pueden ser incluidas por los cientistas sociales como construcciones de segundo orden, es decir, la interpretación que la ciencia da a fenómenos. Para poder tener un acceso a estas concepciones individuales Schutz recurre a los tipos ideales de M. Weber, así, la ciencia se convierte en un dispositivo artificial cuyo fin es poner a la vista el mundo subjetivo; este modelo, plantea Schutz, no está poblado de seres humanos en su plenitud humana, sino de marionetas, de tipo; ellos están construidos como si pudieran producir acciones y reacciones efectivas. Desde luego que estas acciones y reacciones efectivas son meramente ficticias, puesto que no se originan en una conciencia viviente como manifestaciones de su espontaneidad; sólo sonasignados a las marionetas por la gracia del científico. Si bien, la fenomenología no ha logrado consolidarse como una nueva ciencia, ni ha pretendido que su método arroje pruebas empíricas verificables (considera que el empirismo no es una filosofía adecuada del mundo), los aportes que ha tenido hacia las ciencias sociales han sido sustanciales. Ha enriquecido la sensibilidad sociológica proponiendo no olvidar el pensamiento de sentido común (a través de las construcciones del primer y segundo orden), de la misma manera ha sido de las primeras corrientes de pensamiento social que ponen la subjetividad como un componente primordial de la construcción del mundo. En términos de cultura, la fenomenología nos pide que no demos por sentadas las nociones recibidas. Nos pide que las cuestionemos; que cuestionemos nada menos que nuestra cultura, es decir, nuestro modo de mirar el mundo y de estar en el mundo donde se nos ha educado. Nos pide cuestionar, es decir, poner en cuestión, sin que esto necesariamente implique un rechazo o abolición de nuestra cultura (Wolf, 1988: 571). Por el lado de la etnometodología, podemos decir que ésta ha sido catalogada como uno de los productos más interesantes que se han derivado de la fenomenología, esta concepción es debido al uso que esta corriente le da al sentido de las acciones. Su principal expositor es Garfinkel, quien reconoce una deuda de la teoría parsoniana y de los análisis de Schutz. La etnometodología se asume, antes que una corriente teórica, como una postura intelectual que ve a los individuos como actores fundamentales del devenir histórico; supone que todo individuo tiene la posibilidad de construir el ambiente del cual es rodeado, por lo tanto de él dependen los posibles cambios que pudiera tener la misma sociedad, para esta postura todos somos sociólogos en estado de práctica, debido a que lo real está descrito por la misma gente (Coulon, 1988: 9-10). El contexto bajo el cual nace esta práctica es muy esclarecedor, es en los Estados Unidos de Norteamérica, durante la década de los sesenta, caracterizada por la búsqueda de la libertad individual y el desgaste de credibilidad en los aparatos estatales, corrientes como los beatniks y hippies, han sido el estandarte principal de este momento histórico. Es en este seno donde la postura etnometodológica cobra importancia. La ciencia social tradicional estadounidense, principalmente entendida como la obra parsoniana y mertoniana, entra en una situación de inaceptabilidad para muchos teóricos, lo cual dará como resultado las propuestas interaccionista (en su forma más acabada) y etnometodológica, principalmente. La etnometodología se pregunta por el carácter de la ciencia y la función que ésta debe tener sobre la sociedad, llegando a la conclusión de que en ningún momento la ciencia ha podido determinar una relación entre bien y mal, de hecho esa no puede ser su función. Para los etnometodólogos, la ciencia debe apartarse de esa construcción utilitarista que ha marcado el devenir de la misma, principalmente debido a la obra marxista y a los estudios de Durkheim, quienes pretendían algo con la ciencia. La ciencia no tiene otra función, desde el punto de vista de Garfinkel, que proponer un acercamiento subjetivista de la realidad que ya está dada y que sólo se trata de conocer, evitando esa discusión de lo qué es y lo que debe ser; la ciencia no es moral. Garfinkel define el interés de su postura como un acercamiento al conocer cómo la sociedad se cohesiona, cómo las personas, en tanto son parte de ordenamientos cotidianos, emplean los rasgos de ese ordenamiento para hacer que tengan efecto para los miembros las características visiblemente organizadas. El mundo es un mundo de cognición, algo que está destinado a ser conocido, conocer sus mecanismos de creación y reproducción a través del individuo es la motivación de la etnometodología. Schutz puso los cimientos, al interesarse por la realidad social como la suma de los objetos y conocimientos del mundo cultural y social, vivido por la mentalidad de sentido común (Coulon, 1988: 14). El sentido común, es una forma como se ha construido el mundo, una forma de conocerlo y de abordarlo. La herramienta utilizada principalmente por la etnometodología es el análisis del lenguaje de sentido común, debido a que es una codificación del entorno que se va moldeando conforme la gente va interactuando con los demás. El hecho social, como hasta ahora es conocido, ya no vale para la etnometodología, ya que, desde su concepción, no es una cosa impuesta que depende de las normas establecidas, sino que es el producto de la actividad de los hombres que llevan a la práctica sus conocimientos empíricos sobre la vida. A diferencia de la tradición Durkheimiana que plantea ver las cosas de otra forma a como las representa el vulgo la etnometodología tiene precisamente su fuente de conocimiento en esa misma representación del vulgo (Durkheim, 2000: 31). La búsqueda del sentido, a través de las prácticas cotidianas es estudiada con ayuda del lenguaje, uno de los términos que tomo a préstamo la etnometodología es el de la indexicalidad, que son las circunstancias que rodean a una palabra en una situación (expresiones como: esto, yo, usted, etcétera), esto significa que aunque una palabra tenga una significación transituacional, igualmente tiene una significación distinta en cada situación particular (Coulon, 1988: 35). Se da por sentado que las palabras sólo tienen sentido en función del contexto donde son enunciadas; si dos personas entablan una plática igual, que contenga los mismos argumentos, a la plática de otras dos personas distintas, no por ello las dos pláticas van a ser las mismas, cada una posee características que las diferencian, los significantes no serán los mismos. Es decir, una práctica de enunciación es única y tiene significación dependiendo del momento y las personas que la realicen. Un signo puede tener diferentes significados en distintos contextos y los mismos componentes semánticos pueden ser expresados por signos distintos -y viceversa (Giddens, 1997: 54). En términos generales, lo que pretende la etnometodología es hacer narrables las prácticas sociales. La misma configuración social es un resultado, según Garfinkel, de la narratividad de las personas, ya que una persona que enuncia el mundo, a la vez lo está creando y modificando permanentemente. El mundo está dado (es accountable), lo conoce la gente y lo expresa a través del lenguaje, el sentido común es entonces donde se debe poner el acento para el análisis. Se utiliza el término de reflexividad para designar las prácticas que describen y a la vez constituyen un cuadro social, decir una acción es hacerla, y a la vez, hacer una acción es decirla (Coulon, 1988: 44). Se ha mencionado la influencia parsoniana en la obra de Garfinkel, sin embargo en la descripción de la etnometodología, ésta parece ausente por completo. Garfinkel reconoce explícitamente su deuda, sin embargo, no implica una consecuente utilización teórica de su obra. El préstamo que realiza la teoría parsoniana a la etnometodología, es el uso del concepto miembro, sin embargo el significado otorgado por Garfinkel es distinto al original, nos dice que la gente al hablar un lenguaje natural, está comprometida de alguna manera en la producción y presentación objetivas del saber de sentido común, de sus asuntos cotidianos como fenómenos observables y relatables, esto es lo que convierte al individuo en miembro de una colectividad, y lo que convierte en implícitas varias circunstancias. Esto es lo que hace que no seamos extraños a nuestra propia cultura y, a la inversa, que las conductas de un extranjero nos resulten extrañas (Coulon, 1988: 51). Se habla de la indiferencia etnometodológica para la realización de estudios, antes se mencionó la separación propuesta de la ciencia con la moral. Los etnometodólogos emplearon técnicas quealgunos consideraron poco adecuadas, se le conoció como breaching, que consistía en la alteración de la conciencia en busca de resultados, como enfrentar a un hombre en la calle y poner el rostro frente al suyo para conocer su reacción. Es decir, se creaban situaciones límite que buscaban producir la sociedad a través de la ciencia (Wolff, 1988: 614). La etnometodología se consolidó como una crítica a la sociología clásica, se pone en un punto central la configuración del mundo a través del individuo; Garfinkel siempre se mostró en desacuerdo con que los sociólogos traten de idiotas culturales a los individuos que sólo puede causar la estabilidad de la sociedad actuando bajo posibilidades de acción reducidas, postura legitimada por la sociología de parsoniana y mertoniana. El gran valor que deja la etnometodología a las ciencias sociales es la adaptación de la fenomenología, convirtiendo lo que eran simples actos mentales de conciencia en actividades públicas. Las actividades sociales, para la etnometodología, constituyen los hechos sociales, los cuales no existen independientemente de las prácticas que lo constituyen (Coulon, 1988: 129). La corriente interaccionista es difícil de catalogarse como una postura homogénea, debido a las diversas manifestaciones que han sido encasilladas en el término y las diferentes nomenclaturas que se le ha dado. Para algunos es llamada interaccionismo, interaccionismo simbólico, Escuela de Chicago o tradición de Chicago. Se le concede a Blumer la creación del término de interaccionismo y la perspectiva psicológica Mead le dio sus bases clásicas, sin embargo se considera a Thomas y Park como los padres y principales productores de dicha corriente. Los conceptos e ideas que se asocian con esta tradición incluyen, en particular; la definición de la situación (Fisher, et al., 1988: 525). Los estudios empíricos de la Escuela de Chicago, principalmente de Park, quien trató temas de relaciones urbanas y de discriminación racial, fueron un detonante para la proliferación de estudios que analizaran la interacción entre individuos. Thomas y Park concibieron el cambio como algo inevitable, progresista e impulsado por la lucha entre grupos que procuraban supervivencia y desarrollo (Fisher, et al., 1988: 527). Esta idea de asociación de grupos fue retomada por la mayoría de los posteriores análisis interaccionistas, llegando a consolidarse como teoría con Goffman. En la tradición de Chicago la idea de la libertad del individuo es la pieza que puede lograr el progreso y la transformación de la sociedad. La actividad humana es la herramienta que poseen los individuos para encaminar el futuro dependiendo de sus expectativas. Thomas plantea un hombre creador capaz de construir las instituciones, idea alejada de la posición estructural-funcionalista quien da fuerza a las instituciones por sobre los individuos. Para Park los individuos creadores eran figuras como líderes de movimientos sociales o pensadores capaces de generar un impacto social a través de su accionar. Por lo tanto, el interaccionismo, en su vertiente de la Escuela de Chicago, nace con las concepciones de libertad y de cambio como pilares para el análisis de las posibilidades individuales, dentro de una sociedad. Existe un reconocimiento de teorías evolucionistas que plantean el cambio como un acto necesario que llevará al enriquecimiento cultural y el cumplimiento de necesidades grupales. Esto implica una motivación utilitarista de las acciones individuales, por lo tanto, a medida que los grupos se emancipaban del nivel de la mera subsistencia, sus miembros podían consentir formas ventajosas de interacción con los demás, las cuestiones a plantear entonces, son ¿qué formas de interacción son las ventajosas?, ¿a qué tipo de intercambio con otros grupos daría la gente su consentimiento? (Fisher, et al., 1988: 531). Park, de la misma manera, convierte el tema del conflicto en uno de los factores más determinantes para el reacomodamiento (evolucionista) necesario para garantizar el cambio social. Para muestra analizó la integración de migrantes en una urbe industrializada y el conflicto que provoca en cuestiones de raza. Se han considerado los aportes de Goffman como los que lograron ubicar el interaccionismo como una de las grandes corrientes teóricas de la sociología (aunque para muchos analistas lo que practica Goffman se encuentra alejado de la tradición interaccionista original). Para este autor la vida cotidiana es llevada a cabo como una representación teatral, donde los individuos son actores de la misma, creando a cada momento situaciones distintas que implican una revalorización del escenario, esta postura implica el mismo utilitarismo del accionar humano, se actúa en función de los fines que se persigan, lo que para M. Weber sería una acción racional con arreglo a fines. Goffman afirma que las actitudes, creencias y emociones verdaderas o reales del individuo pueden ser descubiertas sólo de manera indirecta, a través de sus confesiones o de lo que parece ser conducta expresiva involuntaria. Las interacciones obligan a aceptar algunos hechos como signos convencionales o naturales de algo que no está al alcance directo de los sentidos (Goffman, 1989: 14). Se puede pensar, con lo planteado, que la vida social es un acuerdo común donde la actuación individual es condicionada en función de otros sujetos (no tanto por instituciones), en donde se representa un pasaje histriónico que hace a los sujetos validar, recurrir y aceptar el engaño, para llegar a buen término y conseguir los fines buscados. Por lo tanto, existe un reconocimiento, para Goffman, de que la libertad total del individuo es una falacia, la conducción de la vida es por inferencia, se espera que cada participante reprima sus sentimientos sinceros inmediatos y transmita una opinión de la situación que siente que los otros podrán encontrar por lo menos temporalmente aceptable (Goffman, 1989: 21). Por lo general el actuar humano se encamina al dominio de las circunstancias y pesa mucho el interés que toda persona tiene por controlar la conducta de los otros (Goffman, 1989: 15). Se acepta, de la misma manera, que la realidad es un constructor de individuos y que la conciencia es un terreno de muy difícil tratamiento, ya que es prácticamente incognoscible, por lo que se acepta la representación cotidiana de la vida como lo que conforma una sociedad, con lo que respecta a normas y cánones de actuación, un individuo no puede tener la misma posibilidad de acción cuando se enfrenta a su jefe inmediato que cuando tiene un encuentro con un amigo cercano. Para Goffman, la motivación de las acciones, si bien es importante, no se le concede un peso primordial (como en la fenomenología y la etnometodología), importa más la situación, la configuración de códigos que hacen posible una interacción. Goffman se empeña en mostrar el modo en que las normas interaccionales se conservan, se mantienen, brindan orientación, son transgredidas, desarticuladas y reorganizadas como guías prácticas (Fisher, et al., 1988: 548). El hombre internaliza actos permitidos y en consecuencia reprime los que escapan a la lógica de la interacción. Con esto no se da por sentado que Goffman acepta el condicionamiento humano a través de reglas, roles o cualquier otra instancia estructural, por el contrario, su postura es intermedia, afirma que no puede esperarse completa libertad entre persona y rol, pero, tampoco completa coerción (Fisher, et al., 1988: 548). El interés de Goffman se centró de la misma forma, por la construcción social de la anormalidad (muchos teóricos criticaron el interaccionismo por su falta de teoría y por poner énfasis en una sociología de los desvalidos). La sociedad convierte al individuo en estigmatizado debido a las particularidades que cada persona tiene y que escapan al común denominador. El estigma es una construcción social, un mutilado no lo es porla falta de un miembro, sino por la construcción social que se ha hecho en torno de ese fenómeno. La actuación y comportamiento depende mucho de las particularidades individuales, la discriminación es un hecho validado en el momento en que las personas ven detalles que escapan a la normalidad social. La sociedad establece los medios para categorizar a las personas y el complemento de atributos que se perciben como corrientes y naturales en los miembros de cada una de esas categorías. El medio social establece las categorías de personas que en él se pueden encontrar (Goffman, 2001: 12). Un estigma, es pues, un factor que juega en la interacción, ya sea para menospreciar o engrandecer a las personas (dependiendo también de la circunstancia o contexto en la que se encuentra el estigmatizado). El interaccionismo es otra corriente que pone al sujeto como creador de su entorno, pero nunca completamente libre, la cultura es construida en términos de relaciones cara-a-cara y puede variar o modificarse dependiendo de las necesidades de la interacción. Por otro lado, el ámbito de la cultura en la obra de Heller se muestra en dos perspectivas que están íntimamente relacionadas: uno que podríamos llamar un modo teórico, abstracto; y, otro, más bien historiográfico. Estos dos enfoques convergen en uno solo, posibilitando, recíprocamente, uno al otro: la cultura y la consciencia de cultura son coexistentes entre sí. Una consciencia cultural requiere una identificación del portador de esa cultura, un compromiso con una forma de vida concreta y la creencia en la superioridad de esa forma de vida (Heller, 1989a: 284). Podemos identificar a la cultura como un concepto puramente abstracto, y que, sin embargo, tiene una historia; esto es, necesariamente las formas culturales están inmersas en la historia. Aquí hay que acotar que la historia de las formas culturales es reciente; fue una invención del siglo XVIII, del proyecto de la modernidad. Este proyecto necesitaba el aval de una historia como civilización, así que lo inventó: no existe una autoidentidad cultural sin historia. No se puede percibir la cultura sin historias (Heller, 1989a:.285-286). La invención del proyecto moderno trajo consigo la creación del concepto de cultura occidental (identificada con Europa), que al mismo tiempo, es la cultura por excelencia. Así, este proyecto prepara una mitología cultural, que lo pone frente a otras culturas (que el Occidente moderno mismo concibió), como el centro de la cultura, y de tal modo obtiene un respaldo cultural (Heller, 1989a: 286). La cultura moderna es, al mismo tiempo, etnocéntrica y antietnocéntrica, absolutista y relativista, progresista e historicista. La imaginación europea erigió instituciones amplísimas con las cuales sostiene el proyecto: la búsqueda acumulativa de tecnología, el «saber-cómo» y «saber-qué»; la habilidad para gobernar de los Estados modernos, que primero fueron la utopía de una sola nación y pasaron al nacionalismo; y la acumulación de riqueza y pobreza extremas, heredadas del Medioevo (Heller, 1989a: 286-290). De este modo, el término cultura ha tenido múltiples connotaciones, siempre se ha asumido que había muchas otras culturas junto a la occidental; sin embargo, las relaciones entre culturas estaban siempre temporalizadas e historizadas: las culturas eran consideradas como universos cerrados que permanecían siempre cerrados o, si al final terminaban por abrirse, se creía que entonces perdían sus rasgos característicos y se volvían de este modo vulnerables a la subversión por parte de la cultura más nueva, es decir, la occidental. (Heller, 1989b: 232). Esta identificación de culturas «ajenas», tuvo alto impacto durante el auge del capitalismo y la cúspide de Occidente en el siglo XIX; aunado al debate de la inferioridad cultural versus la superioridad, auspiciado por la burguesía (Heller, 1989b: 232). Con esta visión decimonónica de la cultura, se funda la moderna idea de la cultura de clases, reunida por la poderosa moderna división del trabajo, estratificando de tal modo a los grupos sociales, según su función social (así los obreros, los burgueses, los aristócratas, etcétera), que las fronteras están fuertemente protegidas. En este ambiente histórico nace una nueva definición de cultura, efecto del ideal moderno; en la cultura de clases el hombre debe sobrevivir manteniendo su posición social (Heller, 1989b: 233). De aquí podemos enlazar la idea de cultura, en tanto producto histórico y geográfico, con el término cultura, en tanta proyección abstracta. Así, con esta última caracterización, se reúnen cultura y vida cotidiana. El término cultura es identificable con el espacio en el que nacen y se desarrollan los hombres concretos, siendo posibilitados vitalmente por ese marco; ese marco tiene el contacto directo con la vida cotidiana. Adicionalmente, la cultura en sí misma es, en cierto sentido, independiente del hombre particular. En otras palabras, la cultura, en tanto condición de posibilidad, solamente es lo que hombre concreto tiene como inmediato, es decir lo cotidiano; y sin embargo, puede apoderarse del marco cultural sí toma consciencia de él. La correspondencia entre el hombre particular y la sociedad en la que está asignado, está dada por una reciprocidad de caracteres: Para reproducir la sociedad es necesario que los hombres particulares se reproduzcan a sí mismos como hombre particulares. La vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la reproducción social ya que en toda sociedad hay una vida cotidiana y todo hombre tiene una vida cotidiana (Heller, 1977: 19). Esta correlación del hombre particular y la sociedad, permite que ambas se construyan mediante una serie de características determinadas, según la situación del hombre en la escala de la división de trabajo, es decir, por su función productiva en la sociedad. A su vez, esta función está dada por el contacto directo del particular con el ámbito social más inmediato: La reproducción del particular es reproducción del hombre concreto, es decir, el hombre que en una determinada sociedad ocupa un lugar determinado en la división social del trabajo (Heller, 1977: 19). La vida cotidiana, como consecuencia, está definida como esas actividades que se le presentan al hombre como más inmediatas, y que tienen que resolver de la mejor manera posible; según, también, las posibilidades que la sociedad misma le otorga: el particular forma su mundo como su ambiente inmediato. La vida cotidiana se desarrolla y se refiere siempre al ambiente inmediato (Heller, 1977: 25). Para el hombre particular hay actividades vitales que le son más inmediatas que otras (como dormir, comer, vestir, etcétera), y que comparte con otros hombres (y hasta con otras especies animales), pero que no resuelve de la misma manera: su capacidad adaptativa al mundo es distinta, dependiendo también de la naturaleza del mundo: la actividad con la que «formamos el mundo» y aquella con la que «nos formamos nosotros mismos» coinciden. La fisonomía específica del particular, la estructura fundamental de su personalidad llegan a ser a través de la apropiación de la respectiva socialidad concreta, a través de la participación activa de ésta (Heller, 1977: 25-26). Del mismo modo que el término cultura, los conceptos de «hombre particular» y de «mundo» son históricos (Heller, 1977: 27). Esta historia implica la creación de las sociedades de clases, de la división del trabajo, en nacimiento de la propiedad privada, es decir, el inicio de la alienación de la esencia humana (Heller, 1977: 28). En medio de esta alienación va diferenciándose paulatinamente la relación entre el particular y su mundo en la vida cotidiana, hay un «alejamiento de la barreras naturales», es decir, de las necesidades básicas, y son sustituidas por necesidades sociales:Con la aparición de la división social del trabajo, el «encontrarse al nacer» en un ambiente social concreto, es decir, el primado de la apropiación de este ambiente en la vida cotidiana, se convierte en un fenómeno de alienación. Después de la aparición de la división social del trabajo, el desarrollo genérico del hombre en el interior de una integración dada está todavía encarnado por el conjunto de la unidad social, sin embargo, el particular ya no puede estar en relación con toda la integración; en su ambiente inmediato, en su vida cotidiana, el particular no se apropia este máximo, es decir, el nivel de desarrollo de la esencia humana en aquel momento dado, sino el nivel de su propio estrato, capa, clase, las habilidades, normas, capacidades relativas a las funciones que, en el seno de la división social del trabajo, pertenecen a su estrato, capa, clase, etcétera (Heller, 1977: 28-29). El hombre concreto se define por su capacidad para adaptar y adaptarse su situación vital inmediata; para ello, el entorno social en el que nace le ofrece, por un lado, desafíos a resolver, y por otro, capacidades aplicables en una función social que responden a esos desafíos. Pero la sociedad occidental ha procurado una serie de mecanismos que enajenan al hombre de su esencia, que está integrada por el trabajo, la socialidad (historicidad), la consciencia, la universalidad y la libertad (Heller, 1977: 49); provocando que se aleje, en un lento progreso de lo natural, sustituyéndolo, mediante la acumulativa producción, por lo inorgánico, por la mercancía; poniendo en peligro la socialización, pues atomiza las estructuras sociales, eliminando la idea de comunidad, reemplazándola por la de clase (Heller, 1977: 31). Aquí podemos observar que el auge de tres clases de culturas (la existencialista, la de alienación y la posmoderna), después de la Segunda Guerra Mundial, hizo visible la erosión de la red de las culturas de clase y el relativismo cultural adquirió verdadero impulso (Heller, 1989a: 233). De este modo, mediante el constante desarrollo y alejamiento de lo natural y comunitario, que es el verdadero motor de la modernidad, la cultura ha crecido como separación de la comunidad y apogeo de la individualidad, aunque esta última, no caracterizada necesariamente en sentido negativo, si se presta atención a la consciencia social, histórica y cultural esencial en el ser humano. En la sociedad contemporánea, el crecimiento en el consumismo, en el relativismo cultural, en el individualismo, etcétera, estimulados por la desaparición de las culturas de clase, conlleva, más bien, a la desaparición de culturas de clase etnocéntricas y autocomplacientes (Heller, 1989b: 243); representando una revolución social, que siempre es una revolución cultural. Consecuentemente, esta revolución cultural trae consigo una modificación en la apropiación de la vida cotidiana, que es el núcleo de la historia del desarrollo de la cultura: la historia es, primero y por encima de todo, social y cultural; es la historia de la vida diaria de los hombres y las mujeres (Heller, 1989b:147). Finalmente, esta vida diaria no es más que la consciencia de lo inmediato y lo genérico, es decir, de lo humano como totalidad: En el curso de la historia humana sólo en casos excepcionales ha sido posible a la media de los hombres una actividad genérica inmediata y, al mismo tiempo, consciente. En cuanto a la media de los hombres, por consiguiente, puede decirse con tranquilidad que la unidad de la personalidad se enraíza en la vida cotidiana. Para la mayoría de los hombres la vida cotidiana es «la» vida. Este es el banco de pruebas para ver si el hombre, según las palabras de Goethe, es el hueso o la piel (Heller, 1977: 26). La teoría de Giddens es motivada por la discusión constante de la sociología, sobre si la conducta humana es un producto individual o una imposición estructural. El debate ha marcado la historia de la ciencia social y las posturas encontradas son en algunas ocasiones extremas en favor de una postura o la otra. Giddens propone que esa es una discusión estéril, debido a que es un falso dilema. No se trata de descalificar alguna de las dos posturas, como a menudo se ha tratado de resolver el dilema, no se critica ni la gran teoría, ni el empirismo abstracto, sino crear una especie de síntesis, retomando categorías analíticas de ambas posturas, llegando al acuerdo de que el hombre es tal en función de la sociedad y de su accionar individual. La teoría para Giddens supone un tratamiento de la acción humana, en tanto que es una conducta racionalizada, ordenada reflexivamente por agentes humanos. Las teorías no son meros marcos de sentido; constituyen también intervenciones morales en la vida social, cuyas condiciones de existencia procuran establecer (Giddens, 1997: 10). Se aprecia una amalgama de posturas antes mencionadas, otorgando también validez al estructuralismo, marxismo y pos-estructuralismo. Las palabras del mismo autor esclarecen esta discusión: ni el individuo ni la sociedad constituyen un punto de partida adecuado para la reflexión teórica se debe desechar el dualismo individuo/sociedad. De ninguna manera significa negar que existen sistemas y formas de colectividad con sus propiedades estructurales definitorias. Hablar de un individuo no es hablar sólo de un sujeto, sino también de un agente; por eso nunca podremos evitar la idea de acción. Además –y es decisivo- la acción no es una mera cualidad del individuo, sino que al propio tiempo es la tela de la organización social o de la vida colectiva (Giddens, 1997: 15). La dualidad de la estructura consiste en que, una estructura es el elemento y el resultado de la conducta que ella organiza recursivamente; las propiedades estructurales de sistemas sociales no existen fuera de una acción, sino que están envueltas inveteradamente en su producción y reproducción (Giddens, 2003: 395). La materia de estudio de la ciencia social es la producción y reproducción de la sociedad, partiendo de que la dualidad individuo/estructura debe ser cambiada por el dualismo que describe Giddens, donde se acepta la validez de ambas. Giddens examina los límites de la acción intencional humana, discierne los modos en que se observa la vida social y las caracterizaciones de la actividad social establecida, formula conceptos dentro de los marcos de sentido de la ciencia social como metalenguaje (Wolff, 1988: 605). La sociología clásica, en el momento que escribe Giddens, se vio marcada por un reconocimiento de la vida subjetiva, principalmente se debió a un esfuerzo por contrarrestar la hegemonía natural representada por Merton y Parsons, las cuales se habían convertido en una burocracia legitimadora de acciones estatales, en las que problemas como la desviación debían ser tratado como un problema estructural, antes que un constructo de individuos. Giddens retoma gran parte de estas posturas anotando que los agentes humanos o actores tienen como un aspecto intrínseco de lo que hacen, la aptitud de comprender lo que hacen, en tanto lo hacen. Las aptitudes reflexivas del actor humano se incluyen en general de una manera continua en el flujo de la conducta cotidiana en los contextos de una actitud social (Giddens, 2003: 24). La gente entonces es consciente de sus actos, lo cual les dará experiencia y posibilidad de acción futura a determinadas reacciones del entorno. El concepto de conciencia práctica es fundamental en la teoría de Giddens, esta se resume en todas las cosas que los actores saben tácitamente sobre el modo de ser en contextos de vida social sin ser capaces de darles una expresión discursiva directa (Giddens, 2003: 24). Ideas como reflexividad de los actos, vida cotidiana, agentes o actores culturales, conciencia de los actos puesta en práctica, temporalidad y espacio de las acciones, convierten a Giddens en la figura que concilia perspectivas y conceptualizaciones del medio social.Esta noción de conciencia evidentemente denota los mecanismos sensoriales del cuerpo y sus modalidades <normales> de operación y es presupuesta por los conceptos de conciencia práctica y de conciencia discursiva. <Consciente> se usa a veces para denotar circunstancias en que la gente presta atención a sucesos que se producen en su derredor para poder referir sus actividad a esos sucesos. En otras palabras, denota el registro reflexivo de una conducta por agentes humanos, en buena parte en la acepción de lo que he denominado conciencia práctica. Conciencia discursiva implica una aptitud de poner cosas en palabras. Lo <inconsciente> en teoría psicoanalítica denota lo opuesto: no ser capaz de dar expresión verbal a las inspiraciones de la acción (Giddens, 2003: 80). La regulación y reproducción de la sociedad, se da como una forma institucionalizada de relaciones que implican una autorregulación por parte del individuo y de las normas sociales. La causalidad de las acciones pone en una especie de concientización moral al individuo sobre la viabilidad de realizarla o no. La teoría de Giddens ha sido un esfuerzo congruente, e incluso necesario, en el desarrollo de la teoría social. Abre posibilidades de creación de una ciencia unificada, aunque nunca abarcadora, ya que se ha demostrado que nunca, la ciencia, va a poder dar respuesta a todas nuestras preguntas. La importancia de esta postura es que se acepta que el hombre es un agente cultural cuyo margen de acción es mayor del creído y que, sin embargo, no puede escapar a un condicionamiento estructural. El breve recorrido realizado en este apartado pone en cuestión la dificultad que tienen las ciencias sociales para conceptualizar la sociedad, y la forma de acción de los individuos que la componen. Las diversas corrientes mencionadas anteriormente nos hablan de la condición en la que se encuentra actualmente la sociología, una condición de reconocimiento de la realidad subjetiva, que muchas veces ha caído en excesos como la negación de un sistema que normaliza el devenir colectivo. El análisis de Giddens pretende encontrar una salida a la discusión reduccionista que orillaba a tomar una de las dos posturas de mayor alcance, el reconocimiento de las teorías objetivas y subjetivas llena un vacío teórico o de comprobación empírica para ambas posturas. La cultura, sin embargo, sigue siendo un camino espinoso y de difícil acceso, lo que aquí se puede dar son ideas para abordarla y, tal vez, algunas herramientas, sin embargo la ciencia social aún se encuentra alejada de su explicación. Estas corrientes, en particular la de Giddens, son sólo un paso más para la construcción de una ciencia capaz de comprender el accionar humano. Es así que a partir de la pertinencia de dichas corrientes teóricas sobre la cultura abordamos algunas dimensiones metodológicas utilizadas en la investigación que aquí se describe: i) La primera dimensión metodológica hace referencia a la cultura como una unidad de análisis en la que se define el concepto de cultura, la evolución que ha tenido este concepto y la discusión sobre las escuelas que han teorizado sobre el fenómeno cultural. ii) La segunda dimensión metodológica apunta hacia el estudio de la vida cotidiana como expresión de la cultura, a través de cuatro microsociologías en específico como la fenomenología, la etnometodología, el interaccionismo y el enfoque de la supraindividual cultural. iii) En la tercera dimensión se hace referencia a la cultura bajo la perspectiva de la teoría de la estructuración de Giddens, en la cual se aborda el dualismo entre objetividad y subjetividad, la propuesta de la estructuración y la producción y reproducción de la vida social. iv) La cuarta dimensión metodológica se orienta hacia la antropología cultural y, específicamente, hacia la definición y evolución del concepto cultural desde este saber científico, el cual parte de un enfoque holístico del estudio de los patrones culturales o de vida cotidiana de los agentes sociales, resolviendo así el enfrentamiento entre acción y estructura. v) La quinta dimensión metodológica hace referencia a la relación entre cultura y religión, en tanto que esta última es asumida como un elemento de la identidad social e individual. Aun cuando estas dos esferas identitarias parezcan alejadas la una de la otra, las interrelaciones que éstas entrañan pueden mostrar y servir al presentar elementos de suma importancia en la forma en que la dinámica social se desenvuelve. vi) La sexta dimensión metodológica está referida a la forma que toma la cultura bajo el modo de acumulación global, el cual reconfigura la estructura cultural de los pueblos hacia un orden multicultural derivado, principalmente, del debilitamiento de las fronteras espaciales y simbólicas. vii) La séptima dimensión metodológica apunta hacia el binomio cultura-identidad, el cual asume varios matices como la identidad nacional, el posracionalismo, las identidades juveniles y el papel de la televisión en la constitución de tales identidades. viii) La octava dimensión metodológica enfatiza sobre el papel de la cultura en la familia, las relaciones de género y la sexualidad, a partir del análisis de la reproducción cultural y las desigualdades que ésta genera. ix) La novena dimensión metodológica hace énfasis en cómo la cultura reproduce la desigualdad social y cómo a su vez ésta crea estructuras culturales sustentadas en la legitimación de la exclusión e iniquidad social, con lo que se genera un círculo vicioso en el que interviene la posesión de cierto capital cultural y una cultura de masas. ix) La décima dimensión metodológica está orientada a las culturas laborales, específicamente de aquellas que coinciden en que la identidad se forma a partir de las experiencias singulares de trabajo, que es colectiva y que en esa medida se conforma en un nosotros ocupacional frente a un otros que bien puede ser otra ocupación dentro de la misma empresa o fuera de ella y que dicha identidad ha dejado de entenderse como un proceso exclusivo que ocurre o se forma únicamente dentro de la dimensión de la personalidad o del individuo, premisas bajo las que sólo la psicología tendría ‘permiso’ para estudiarla. xi) La onceava dimensión metodológica está vinculada a la cultura organizacional en tanto que ésta promueve una visión de las organizaciones como formas ideales, expresivas, simbólicas y manifestaciones de la conciencia humana que llevan a mirar a las organizaciones como redes de significados subjetivos o estructuras compartidas de referencia que los miembros de la organización comparten en varios grados. xii) La última dimensión metodológica está referida a las culturas latinoamericanas y a su configuración a través de los procesos de conquista y la creación de lo americano. Dinámica la anterior que se ve interrumpida y reconfigurada por medio de movimientos sociales que se orientaron al establecimiento de una sociedad proyectada en términos de una democracia cultural que los conquistadores negaron a sus conquistados. Con respecto a las características estudiadas para operacionalizar las hipótesis planteadas en la presente investigación, se advierte que, al no tratarse de un trabajo empírico, dichas características se localizan en el interior de las unidades de análisis del marco teórico aquí seleccionado, es decir, cada uno de los enfoques y/o de los autores llegan a sus propias conclusiones a partir de la manipulación de sus propias características, las cuales, evidentemente, no fueron seleccionadas para la investigación aquí planteada. Lo que toca en esta investigación es reinterpretar y validar los enunciados secuenciales resueltos de cada uno de los autores como una estructura analítica ya acotada, y no en términos de los indicadores y variables utilizados por cada uno de los teóricos que en la presente investigación son recuperados. 1.2. Los por qué Es un hecho que a principios dela década de los ochenta del siglo pasado, con distintos matices y ritmos, el mundo experimentó un cambio nunca antes visto. Se transitó del modo de acumulación fordista-taylorista hacia una nueva expresión del capitalismo, es decir, una economía financiera en términos globales sustentada en la ganancia financiera. Esta transformación entendemos que produce grandes modificaciones en las formas de interpretar la realidad individual y colectiva. Bajo esta situación, los grandes paradigmas teóricos utilizados en las ciencias sociales que dominaron hasta casi finalizar el siglo XX entraron en discusión. Algunos se reinterpretaron por que no sólo ocurría que la realidad había cambiado, sino que ésta huyó de nuestros modos de percepción y de nuestros instrumentos de interpretación (Evers, 1984: 6), amén de que la teoría social surgió en y para Occidente, de tal forma que no es que en este contexto ésta no tuviera referente empírico, sino que nunca lo tuvo, lo cual llevó a las ciencias sociales a subvertir nuestras formas de percepción y hacer a un lado los conceptos monolíticos de la teoría social de Occidente (Evers, 1984: 37). La explicación de la crisis en las ciencias sociales ocurrió porque los hechos de la realidad no se ordenaron en el orden lógico que correspondía al plano teórico (Lezama, 1990: 34) debido a que no se tuvo en cuenta que la realidad siempre había sido dinámica y no era bajo el contexto de la globalización que ésta había cambiado. En esta tesitura, las sociologías objetivistas dejaron de tener credibilidad y se empezó a apostar por las microsociologías subjetivistas que asumían que el mundo real u objetivo estudiado por las macrosociologías de la teoría social de Occidente, no era el real, sino que el mundo de la vida cotidiana era la expresión de la acción social. Es así que las ciencias sociales empezaron a voltear la mirada hacia la antropología y la psicología, en tanto que algunas subdisciplinas o líneas de investigación de dichos saberes científicos tenían mucho más tradición en el estudio de las creencias, mitos, ritos, costumbres, imaginarios colectivos, valores, interpretaciones, significados, signos, símbolos, señales, sentimientos, sensaciones, apreciaciones, percepciones, opiniones, elecciones, emociones, miedos, deseos, actitudes, estados de ánimo, motivaciones, conocimientos, personalidades, posturas, gestos y, en general, todos los elementos subjetivos que configuran la vida cotidiana como expresión de la realidad. Al revalorar las unidades de análisis y las metodologías de la antropología y la psicología, las ciencias sociales transitaron también hacia un trabajo transdisciplinario, e incluso multidisciplinario que reconocía que no podemos conocer todo lo cognoscible y, por tanto, tenemos que recurrir a la experiencia de saberes distintos que analizan la misma unidad de observación, es decir, se reconoció que la realidad no era propiedad de ninguna ciencia y tampoco de algún tipo de conocimiento, sino que ésta estaba ahí para quien quisiera aprehenderla y aprenderla. El reconocimiento del corolario anterior llevó a los cientistas sociales a revalorar el estudio de las relaciones sociales a la luz del quehacer humano, es decir, del fenómeno cultural. Pese a que algunos saberes científicos tenían mucho más tradición en el análisis cultural, éstos como cualquier ciencia social tuvieron que reinterpretar y reconfigurar las representaciones literales de los conceptos asociados con el fenómeno cultural, en tanto que éstos también estaban polarizados de la evidencia empírica. Pese a que el análisis cultural de la teoría social objetivista se caracterizaba por la contundencia de sus racionalidades universales, dicho análisis estaba demasiado fragmentado, por lo cual también necesitaba una organización de los enfoques y conceptos culturales que, pese a dicha contundencia, se encontraban semánticamente vacíos. Y es precisamente lo anterior el objetivo principal de la presente investigación, es decir, hacer un estado del arte en el cual se ubiquen las principales categorías analíticas del fenómeno cultural, desde las dimensiones metodológicas antes mencionadas, reconociendo que no son las únicas, pero sí aquellas a partir de las cuales generalmente se ha estudiado la cultura. Todas las grandes teorías que no asumieron lo cultural como una característica fundamental y que pretendieron de manera totalizante brindar una explicación a los fenómenos de orden social que dominaron el panorama especializado por un periodo considerable, dieron paso a las visiones alternativas caracterizadas por intentar estudiar el comportamiento social desde una perspectiva de un alcance macro y micro intentando también poder comprender más allá del predecir. Otro punto de vital relevancia, al considerar el cambio que representa la caída de un paradigma de las ciencias sociales, se relaciona directamente con la forma en que éstos son absorbidos por la sociedad misma, es decir, a diferencia de las teorías de las ciencias naturales, los postulados de las ciencias sociales son aplicados de manera más directa en la vida misma del ser humano, con lo que no se está diciendo que los desarrollos teóricos provenientes de las ciencias naturales no tengan un impacto sobre la vida humana, sino simplemente que no se presentan de manera tan contundente, en virtud de que sus unidades de observación tardan más en cambiar que en las ciencias sociales y, por lo tanto, su análisis es más preciso que el estudio de las subjetividades. Especial atención debemos dar a la definición de crisis de las teorías dominantes en cualquier campo de estudio, y no debe confundirse con la desaparición o extinción de éstas, sino sólo de su transformación a partir de la revaloración en la cual algunos elementos pudieran seguir vigentes. Nos encontramos ante un panorama si bien no fatal, en cuanto a la existencia de las formas teóricas de las ciencias sociales, sí ante la rápida reconfiguración de los postulados de éstas. Como ya se mencionó, es conveniente definir lo que es una crisis dentro del desarrollo teórico en el interior del devenir de las disciplinas científicas. Las ideas a que nos remiten los conceptos crisis y desaparición no son, y de ninguna manera deben utilizarse, para hacer referencia al mismo evento, por lo tanto es necesario hacer una clarificación de éstos para poder hacer un análisis de la crisis de las teorías que dominaron las ciencias sociales durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial hasta las últimas décadas del siglo XX, en búsqueda del panorama teórico que dejaron de herencia a las corrientes posteriores. Con lo anterior, nos acercamos en un primer momento a lo que dice Gouldner sobre la crisis en las teorías de los diversos campos del conocimiento, al considerar a éstos como sistemas y que cualquier crisis en un sistema dado no se trata de una situación en que éste se encuentre al borde de la desaparición sino más bien, se trata de un momento específico en el que se modifican ciertos aspectos significativos de su condición actual. Aunque esto último nos ayuda a aclarar ciertos aspectos constitutivos de las crisis, no se resuelven todos, ya que los cambios en las condiciones de las cosas y los sistemas son constantes y siempre están presentes, y no por eso se encuentran en situación de crisis, por lo que debemos tener en cuenta que las crisis implican un ritmo relativamente rápido en los cambios de cierta importancia dentro de los sistemas, que acarrean una serie de conflictos relativamente agudos, grandes tensiones y costos elevados para el sistema en que se dan lugar estas circunstancias, lo que por consecuencia deja al sistema en condiciones distintas de como se encontraba antes de dicho proceso (Gouldner, 2000: 313). Partiendo de lo dicho líneas arriba, podemos hacer una primera distinción: el hecho de que un sistema se encuentre en crisis no significa que desaparezca, pero síse puede entender ese momento de crisis como un evento de relevancia mayor en términos de los cambios y la repercusión que éstos tienen en el sistema en un periodo corto. Sin embargo, hay que resaltar un hecho de vital importancia y es que no importa a qué tipo de ciencias se haga referencia (duras o blandas), éstas se construyen a través de los continuos cambios de dirección en cuanto a lo que ha de ser estudiado y cómo ha de serlo, es decir, las crisis en los sistemas teóricos que las rigen, lo que es producto directo de los aportes de cada uno de los personajes que se encargan de hacer ciencia. Es por lo anterior que, aunque ciertas visiones ofrezcan en un determinado momento las respuestas aparentemente más claras y contundentes, éstas deben ser comprendidas en su propio marco; así, las grandes crisis de una particular forma de pensamiento representan las pautas de inicio de las siguientes. Por ejemplo, cuando los puntos fundamentales del pensamiento clásico newtoniano fueron desafiados por los postulados de Einstein, la física, lejos de desaparecer, se enriqueció dirigiéndose a explorar un campo nunca antes considerado. Con este ejemplo se ha demostrado que: i) toda ciencia humana es construida por un sinfín de cooperaciones y aportaciones entre distintos actores relacionados con el campo; ii) que las crisis repercuten en la forma de concebir los postulados básicos; iii) tanto ciencias sociales como ciencias naturales son propensas a las crisis de las teorías dominantes, y iv) que estas crisis, lejos de implicar la caída de una rama del conocimiento, más bien pueden ser portales que brinden una gran apertura de análisis. Ahora bien, existe un hecho de suma importancia que debemos contemplar y del que debemos partir: las ciencias sociales, en especial la sociología, desde sus inicios han buscado llegar a obtener el grado de precisión de las ciencias duras, es decir, de alguna manera poder no solamente describir los fenómenos que se suscitan en el mundo real, sino el llegar a predecir el devenir social. Así, el desarrollo teórico de las ciencias sociales se ha visto, desde los albores de su existencia, afectado por las aparentes debilidades al ser comparada con las sólidas bases de las ciencias duras, por ejemplo, el hecho de que las segundas hayan llegado a un nivel conceptual de carácter definido casi en su totalidad en términos operacionalizables, lo que implica una gran coherencia conceptual y casi una erradicación de malas interpretaciones. De forma más precisa, todavía hasta mediados de la década de lo sesenta del siglo pasado, las ciencias sociales insistían en la necesidad predicativa característica de las ciencias duras, y al no encontrarla, éstas se empezaron a mover ya no en los campos de certeza, sino de plausibilidad. La situación descrita en las últimas líneas se debe, en gran parte, al carácter meramente objetivo que los investigadores de las ciencias duras tienen para con sus campos de análisis, con lo que se ven limitados a recabar la información que sus objetos de estudio les ofrecen, en contraposición a los científicos sociales que, al tener como objetivo de análisis al propio ser humano y su comportamiento en sociedad, aunado al hecho de que ellos mismos son seres humanos y se encuentran insertos en una misma realidad social, pueden tomar el lugar del objeto de estudio y llegar a comprender su situación. Esto hace que el trabajo, más allá de intentar medir, también se pueda comprender, y al hablar de comprensión la interpretación es un factor clave, lo que enriquece y complica el quehacer del científico social. Esto se plantea como el marco en el que deben centrarse las siguientes reflexiones sobre la caída de las grandes perspectivas teóricas de las ciencias sociales. Por lo tanto, la teoría social no sólo es un marco de estudio interpretativo de la realidad humana, sino también es un proyecto de cómo se debe plantear la misma vida social, lo cual nos lleva a que toda teoría tenga un sesgo subjetivo de carácter ideológico que incide en la vida social cotidiana y se ve reflejado en los proyectos aunados al mismo cuerpo teórico. Si bien la sociedad construye su propio camino, ésta se ve influida por el impacto de la teoría social, el cual es muy grande, por ejemplo, el desarrollo de las políticas públicas que los gobiernos estatales ponen en práctica gracias a las directrices que marcan las principales corrientes teóricas. De esta manera, y como ejemplo de lo mencionado a lo largo de las últimas páginas, es que veremos cómo se construye dentro del pensamiento parsoniano la búsqueda por el orden y el rol que éste desempeña en un mundo dividido y polarizado entre el sistema económico-político y el sistema social, que aunque distintos, comparten una característica en común, es decir, el papel que desempeñaban ambos en una estructura voluminosa y fuerte. Para poder comprender el porqué se considera la crisis en las ciencias sociales en las últimas décadas del siglo XX, es importante hacer una revisión del contexto en que se desarrollaron e impulsaron las teorías dominantes, comenzando con el proyecto parsoniano, que al buscar el orden social, sin lugar a dudas, se convirtió en el pensamiento que más ha influido en el devenir de la teoría sociológica en Estados Unidos de Norteamérica. Aunque Parsons haya dejado a un lado a Marx y a Simmel, se puede considerar a su pensamiento como una de las síntesis más acabadas de los pensamientos clásicos de la sociología, al mismo tiempo que los rebasa y propone una teoría social propia y original. Parsons desarrolló su gran cuerpo conceptual bajo los lineamientos básicos trazados por los clásicos europeos, como lo demuestran sus trabajos tempranos al traducir varias obras de M. Weber del alemán al inglés. Asimismo, para alimentar sus propios trabajos, se basó en las investigaciones de otros autores europeos de finales del siglo XIX. Específicamente, de Durkheim utiliza algunos de sus conceptos y la influencia ejercida por Pareto (Giddens et al., 2003: 53). De igual forma, Parsons se apegó a las corrientes sociológicas anglosajonas que él interpretó como las mejores por su funcionalidad en un contexto específico, pasando por alto que para dichas corrientes la funcionalidad era sólo una cuestión ideológica, en tanto que al sacarla de su contexto se presentaba como disfuncional. Podemos decir que el trabajo de Parsons constituyó una crisis para algunos de los postulados originales de los pensamientos de la teoría social clásica, lo que de ninguna manera representó una desaparición de la sociología como ciencia. Alexander dice que toda teoría social tiene un lado ideológico detrás de sus postulados (Alexander, 2000: 16), es decir, cuando hacemos un análisis de lo que es en realidad una postura teórica nos damos cuenta de que se trata de una vista parcial de la realidad desde los ojos de un científico social, en otras palabras, de un ser humano y como tal, el mismo investigador va a revelar de forma subrepticia la manera en que él concibe al mundo, además de un proyecto de cómo debe configurarse, se puede argumentar incluso, que es más factible poder conocer más sobre un autor de una teoría que sobre la realidad social. El punto es que el proyecto de una objetividad total en las ciencias sociales no es posible, debido a que intentar separar la teoría de su lado ideológico, representaría dejar eliminada la propia presencia del sujeto cognoscente. Así, para poder entender la forma en que se construyó la perspectiva de Parsons y cómo es que tendió en una búsqueda por ciertos tópicos, debemos comprender cuáles son estos aspectos ideológicos insertos en su desarrollo teórico. Por ejemplo, Abrahamson señala que existen tres tipos distintos de funcionalismo estructural: el funcionalismo individual, que se ocupa de las necesidades de los actores y de las diversas estructuras; el funcionalismo interpersonal, que se encarga de las relaciones
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