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INSTITUTO UNIVERSITARIO JUAN VUCETICH (IUV) ESTADO, SOCIEDAD Y POLÍTICAS PÚBLICAS DE SEGURIDAD CLASE 3 INSTITUTO UNIVERSITARIO JUAN VUCETICH (IUV) ESTADO, SOCIEDAD Y POLITICAS PUBLICAS DE SEGURIDAD CLASE 3 CLASE 3 POLÍTICAS PÚBLICAS DE SEGURIDAD Estimadas y estimados estudiantes, en esta clase se llevará a cabo la caracterización política, institucional y criminológica de las políticas de Seguridad Pública y Ciudadana. En esta primera parte, vamos a introducirnos en la caracterización política e institucional de la Seguridad Pública y Ciudadana. Luego, haremos lo propio con la caracterización criminológica. Es importante comenzar describiendo y diferenciando los conceptos de “Seguridad Pública y Ciudadana'': cuando hablamos de Seguridad Pública, estamos hablando de todas aquellas instituciones estatales encargadas de mitigar, prevenir y hacer cesar los delitos y las violencias ¿Cuáles son estas instituciones? Por un lado, las fuerzas policiales, por otro lado, el sistema Judicial como método de resolución de conflictos. Saín lo resumen de esta forma: “Comprende el conjunto de estructuras y procesos institucionales que, de hecho, se encuentran abocados a la formulación, implementación y evaluación de las políticas y estrategias de seguridad pública, así como la dirección y administración del sistema institucional mediante el cual ello se lleva a cabo”. (Marcelo Sain, p. 69). En cambio, la Seguridad Ciudadana incorpora a un actor fundamental a la toma de decisiones en base a los conflictos sociales: La ciudadanía. Esto no significa que deja de lado las instituciones estatales, por lo contrario, significa que se le comienza a dar más entidad a la voz de la ciudadanía como actor central para el proceso de discusión y construcción de las políticas públicas. Además, no solo se va a preocupar en resolver los delitos y las violencias, sino que también va a pensar en políticas públicas para crear un ambiente favorable para la convivencia pacífica (claro está que también incluye el delito y la violencia). Esto conlleva a pensar en la prevención de los conflictos sociales (más adelante se desarrollará con mayor énfasis). Por último, el objetivo primordial se relaciona con el ejercicio pleno de todos los derechos humanos: derecho al trabajo, derecho a la educación, derecho a un hábitat digno, derecho a la seguridad humana, etc. DIMENSIÓN POLÍTICA E INSTITUCIONAL DE LA SEGURIDAD PÚBLICA Y CIUDADANA Una política de seguridad pública se relaciona con abordajes, modos de intervención planificados y coordinados con el fin de resolver o mitigar ciertos conflictos (que incluyen delitos) en un determinado espacio y tiempo. Se operativizan a través de actores del sector público, pero también de la sociedad civil. Por ejemplo, una política de prevención social del delito (programas para jóvenes en conflicto con la ley penal) nunca se podría llevar a cabo en acuerdo con asociaciones civiles, mutuales, organizaciones políticas, etc. En ese sentido, es importante problematizar el concepto de “conflicto” ya que lo determina “un proceso de interacción articulado sobre la base de un enfrentamiento, disputa o contienda entre actores sociales-personas, grupos, organizaciones o colectividades- que intervienen en dicho proceso en función de preservar ciertos bienes, relaciones o situaciones preexistentes…” (Saín, p.68). Para ejemplificar podemos mencionar a los y las trabajadores/as de la economía popular: vendedores ambulantes en conflicto con los comercios. Más allá de las opiniones diversas, lo cierto es que se da en el marco de lo que mencionaba Saín. Es clave la gestión del conflicto de forma responsable y democrática para mitigar el conflicto y dejar conformes a las partes (tarea para nada fácil). El autor menciona que se deben tener en cuenta dos componentes de las Políticas de Seguridad: ● Diagnóstico integral de la seguridad pública: son todas las acciones abocadas a la recopilación de información de las problemáticas situacionales (delitos, violencias, conflictos generales, etc.) ubicadas en un espacio/tipo determinado. Incluye también al sistema institucional de la Seguridad Pública. Por otro lado, es importante recopilar información sobre el sistema institucional encargado de mitigar los delitos y las violencias. Conocer a fondo porque actores están compuestos, como están organizados, qué acciones llevan a cabo y como lo hacen en un determinado espacio/tiempo. ● Sistema institucional general: el segundo componente se relaciona, por un lado, con la adecuación y modernización de la “institucionalidad de la seguridad”. Por otro lado, con el control del delito y la violencia mediante la investigación criminal. Sobre todo, pensando en medidas preventivas por sobre las represivas. Como conclusión, el primer componente está relacionado con las cuestiones particulares de la Seguridad Pública, en cambio el segundo componente se relaciona con las cuestiones generales del sistema institucional. Sain lo resumen de esta manera: “La gestión estratégica del control del delito, asentada en el desarrollo tanto de estrategias sociales como policiales y jurisdiccionales, constituyen el núcleo fundamental de las políticas de seguridad pública. El diagnóstico situacional e institucional, así como las estrategias institucionales, en cambio, configuran dimensiones instrumentales básicas para la gestión estratégica del control del delito” (Sain, p.70). DIMENSIÓN CRIMINOLÓGICA DE LA SEGURIDAD PÚBLICA Y CIUDADANA Como se trabajó en la Clase 2, la inseguridad ciudadana podría ubicarse como uno de los wicked problems que adquieren más relevancia en las sociedades latinoamericanas contemporáneas. Según Rico y Chinchilla este problema es identificado por la mayoría de la ciudadanía como el aumento, real o supuesto, de la delincuencia y la intervención desafortunada de los organismos estatales encargados de su prevención y represión. Así, su estudio debe incluir tanto elementos de la realidad (criminalidad, legislación, fuerzas de seguridad) como elementos de la percepción (opinión ciudadana). FACTORES ASOCIADOS A LA CRIMINALIDAD Y RESPUESTA ESTATAL Según el mencionado autor, la evolución de la criminalidad en América Latina desde los años 80 está caracterizada por una relación cada vez más estrecha entre delincuencia común y crimen organizado, principalmente a través del narcotráfico y sus actividades derivadas, como el lavado de dinero y robo de vehículos. Además, sostiene que se detecta, siempre hablando de la realidad general de los países latinas, una participación cada vez mayor de los jóvenes en estas actividades, principalmente entre los varones, y una creciente regionalización del delito: es decir, ilícitos que no se ven restringidos por los límites políticos entre países, sino que avanzan a través de ellos aprovechando las características geográficas de cada región. En relación a los factores o causas que explican este fenómeno se reconoce cada vez con más amplitud y aceptación que la expansión de la delincuencia no puede ser asociada a una única causa, sino a la interacción de un grupo numeroso y variado de factores que en cada realidad particular inciden en mayor o menor medida en la configuración de las formas violentas de la problemática criminal: pobreza, desempleo, fracasos de la escolaridad formal, exclusión y vulnerabilidad de grupos familiares, etc. Todos estos pueden ser agrupados como “deterioro de condiciones básicas para el desarrollo humano” generado como consecuencia del aumento de la desigualdad social. Si para Rico y Chinchilla, siguiendo estudios del Banco Mundial, la desigualdad social y la exclusión aparecen como condicionantes que aportan a una mayor criminalidad, América Latina, región con mayores indicadores de desigualdad a nivel mundial, se debe encontrar lógicamente entre las regiones que también mayor tasa de crímenes violentos registra. Otro elemento que debe ser contemplado para entender elsurgimiento de la problemática criminal está asociado a los patrones de consumo de alcohol y de sustancias psicotrópicas, especialmente presentes en delitos violentos como los homicidios. Esta descripción del fenómeno nos lleva a indagar acerca de cómo se estructura la reacción oficial – estatal frente al delito, cuáles son las instituciones y las características que estas asumen. Si bien el sistema penal se encuentra conformado por la policía, el ministerio público, la defensa, el servicio penitenciario y los tribunales, los servicios policiales constituyen el “primer filtro” y desempeñan un papel fundamental en materia de seguridad ciudadana. Según Rico y Chinchilla, este organismo ha experimentado, al menos formalmente, cambios sustanciales en las últimas décadas, luego de los procesos de recuperación democrática: entre los más importante se destacan el reconocimiento de su carácter civil, apolítico y profesional. Uno de los principales procesos que conscientemente fue encarado desde la autoridad política democrática en los países de América Latina es el de desmilitarización. La militarización de la policía se manifiesta en su estructura y dependencia, en las funciones encomendadas, especialmente las consistentes con el mantenimiento del orden público, la prevención y represión de la delincuencia. También se pueden observar los esfuerzos y avances en este sentido revisando los procesos de formación de las fuerzas policiales, siendo mayoritaria la inclinación a centrarse en la adquisición de conocimientos y aptitudes orientados al respeto por los derechos humanos. En relación a los controles, hay dos categorías principales: los internos, propios de la institución y que se traducen en inspecciones generales y auditorías, que están limitados por las características que asumen la organización policial, con reducida autonomía, y los externos que fueron previstos para suplir, corregir y complementar las deficiencias de los primeros, pero que tampoco han sido eficientes por la oposición de una institución tradicionalmente cerrada. En cuanto a los demás actores del sistema penal también subsisten en su accionar deficiencias que impiden avanzar en un funcionamiento orgánico articulado cuyas respuestas se acerquen a las demandadas por la ciudadanía. Por ejemplo, en materia legislativa se ha introducido el modelo acusatorio de origen anglosajón, asignando la etapa de instrucción al Ministerio Público, buscando acelerar los procesos y afianzar las garantías procesales e introduciendo medidas alternativas a la detención preventiva. Sin embargo, estos cambios, aunque han iniciado un sendero de transformación, no han conseguido resolver numerosos problemas del área (desfasaje entre demanda ciudadana y legislación interpretada como garantista, incongruencias por convivencia de normas antiguas y nuevas, inflación legislativa, etc.). En lo que respecta al poder judicial, a pesar también de que se pueden rastrear en varios países programas implementados tendientes a reforzar su independencia y modernización, la creación de una carrera judicial y la mejora de las escuelas judiciales, la investigación empírica muestra que: a- los objetivos de la sanción penal no son claramente determinados y a veces son contradictorios. b- no se ha probado el valor intimidante de las penas impuestas por los jueces c- las penas clásicas no son eficientes dado el alto porcentaje de reincidencia d- la certeza en la aplicación de la pena sí ejerce un poder intimidante Por último, el sector penitenciario también ejerce influencia en el sentimiento de inseguridad y la prevención. Su principal función, al menos teórica, la readaptación social de los privados de libertad, lo ubica en este lugar. Sin embargo, suele ser el sector más descuidado y menos reformado, acumulando y reproduciendo problemáticas tradicionales como el hacinamiento, la sobrepoblación, poco uso de medios alternativos a la prisión y ausencia o ineficacia de los programas de recuperación social de los infractores condenados. CRIMINALIDAD: CONSECUENCIAS ECONÓMICAS, SOCIALES, POLÍTICAS Y NUEVOS ENFOQUES DE POLÍTICAS El incremento del crimen y el temor a ser víctima de un hecho delictivo se manifiesta en la alteración de comportamientos individuales y colectivos por parte de la sociedad. Así, en el escenario económico, aumentan las erogaciones familiares tendientes a mejorar su nivel de protección y prevención (colocación de alarmas y rejas, contratación de servicios de seguridad privada), se dejan de realizar actividades económicas con la consecuente pérdida de productividad o se pierden inversiones y/o visitas turísticas por un elevado sentimiento de inseguridad. Pero además hay cambios en el campo social: se suelen engendrar reacciones afectivas que reducen la calidad de vida en el plano psicológico – personal y comunitario que contribuyen a generar estereotipos de la criminalidad y la delincuencia. Por último, en el plano político, la consecuencia más evidente es la demanda ciudadana de medidas más represivas, tanto en la órbita de la intervención policial como en lo estrictamente legal. Estas consecuencias, y sobre todo la tendencia represiva de la población, lleva al replanteamiento de las políticas oficiales de seguridad ciudadana, apareciendo nuevos enfoques y modelos a partir de los cuales se entiende la acción estatal. Un ejemplo de ello es el modelo de policía de proximidad o de orientación comunitaria. Este modelo, que surge en Estados Unidos a partir del fracaso del modelo policial profesional, se asienta en una impulsar una mayor participación ciudadana en la producción de la seguridad y la generación de un vínculo más cercano con la comunidad, busca encontrar soluciones sostenibles a los problemas de la criminalidad a partir de la descentralización operativa y la delegación de responsabilidades, la ampliación del mandato policial más allá de las funciones clásicas de prevención y represión, una intervención proactiva más que reactiva y la inserción de la acción policial en las políticas de desarrollo social. Por otro lado, en cuanto a la prevención del delito, hay dos enfoques que se abordarán primariamente: uno de “prevención situacional”, según la cual el delito resulta en gran medida de elecciones influenciadas por aspectos concretos e inmediatos, y otro de “prevención social”, que parte de entender la acción criminal a partir de la existencia de diversos factores anteriores a su perpetración (familia, escuela, empleo, pertenencia a bandas criminales, entre otros). NUEVAS FORMAS DEMOCRÁTICAS DE CONTROL DE LA CRIMINALIDAD Siguiendo con el tema que venimos trabajando en esta clase, referido a las condiciones generales en que se presenta la criminalidad en una sociedad y cuáles son las estrategias para lidiar con ella, en el texto de Binder propuesto en la bibliografía van a encontrar una serie de elementos conceptuales muy interesantes para pensar en nuevas formas democráticas de control de la criminalidad. En este texto no se presentan soluciones, sino que se problematizan preconceptos y prejuicios asociados a las maneras clásicas de pensar y actuar sobre la criminalidad; y se propone poder pensar en estrategias que logren superar esos prejuicios para poder elaborar Políticas Públicas de Seguridad con mayor eficiencia. ¿RESTABLECER EL ORDEN O GESTIONAR LA CONFLICTIVIDAD…? El primer preconcepto que Binder propone discutir es el mismísimo concepto de criminalidad. Al respecto señala que: “Lo que denominamos fenómeno criminal o criminalidad no es una realidad natural, sino que es el entrecruzamiento de fenómenos culturales (conflictividad) y políticas estatales (procesos de criminalización)” (BINDER, p. 12) En este texto se señala el origen necesariamente social (no natural) de lo que es construido como acción criminal en cada momento histórico de las sociedades. Y que esta construcción depende de muchos factores culturales e institucionales. Una acción puedeser considerada criminal y ser penada en una época, y la misma acción dejar de serlo en otra; o viceversa. Abundan los ejemplos, pero algunos de los más recientes pueden ser acción del “aborto” o el consumo de marihuana: ambas acciones, claramente definidas como ilegales por el sistema institucional y penadas en códigos judiciales, pueden dejar de serlo por una serie de factores de conflictividad social, cambios en criterios de legitimidad, y por lo tanto, dejar de ser acciones criminales que deben ser perseguidas y reprimidas. Pensar la criminalidad como un “fenómeno natural” impide observar los procesos de cambio. Esa forma de mirar a la sociedad supone otra idea errónea: la idea primigenia de “orden”. En esa visión de las cosas, el “orden” es algo dado y armónico. Para la antigüedad grecorromana era el “Orden Natural”; para la edad media teológica era el “Orden Divino”; y para el mundo Moderno es el “Orden Racional”. Según esta visión, el “orden” carece de conflictos; y toda criminalidad es leída como un desequilibrio o ruptura del orden. Entonces una Política de Seguridad lo único que debe hacer es preservar o restablecer el orden. Y la función de la policía sería mantener las cosas “ordenadas” (ser Agentes del Orden). Según Binder, por estas razones, por considerar de manera tan simplista la función policial, es que se volvió ineficaz: “Para fundar un control democrático de la idea de criminalidad, debe abandonarse la idea de Orden y debe ser reemplazada por la idea de la Gestión de la Conflictividad” (Binder, p. 14) La idea de gestionar la conflictividad no tiene que ver con “mano blanda” ni con decir “pobres delincuentes el origen social que tuvieron, sólo son resultado de su entorno”; lo que se plantea es que sin entender la complejidad de las conflictividades sobre las que se trabaja, el esfuerzo puede ser ineficaz. Al conjunto de las conflictividades se le responde con diversas formas de gestión instaladas en distintos niveles estatales y se caracterizan por su mayor capacidad reactiva, disuasiva o preventiva. Incluso determinadas formas de la conflictividad pueden ser gestionadas mediante formas sociales no estatales, creando ámbitos o niveles de conciliación, o mediante la amenaza de la acción violenta. Todo sistema de gestión de la conflictividad es la contracara del dominio del más fuerte y podemos establecer como un principio democrático que la sociedad debe ir resolviendo (un proceso social largo y complejo) cómo se distribuyen las ganancias en los conflictos, evitando todo el tiempo el abuso de poder y de la violencia: “Si el más fuerte debe ganar que no lo sea porque es el más fuerte. Esta idea es el principio regidor de todas las políticas de gestión de la conflictividad, y es precisamente, la idea contraria al concepto de orden.” (BINDER, p17) Con respecto a un protocolo del uso de la fuerza, en el paradigma de la gestión de la conflictividad se plantea que: 1. Debe existir una primacía de los instrumentos no violentos o con historia menos abusiva (principio de última ratio). 2. No se deben utilizar instrumentos violentos si el conflicto no tiene ya algún componente violento que deba ser neutralizado o acotado (principio de mínima intervención). 3. No existe ningún conflicto que por sí sólo tenga una naturaleza que implique la intervención violenta del Estado, ya que la “gravedad” no se mide sólo por los atributos de ese conflicto sino por la eficacia de los métodos de respuesta (principio de respuesta integral). 4. La selección de un conflicto como uno de esos que “reclaman” una intervención violenta no debe ser rígida, ya que siempre se debe dejar la puerta abierta para que otra forma de intervención de los conflictos produzca el mismo efecto social con menor costo en términos de violencia (principio de economía de la violencia estatal). PREJUICIOS A LA HORA DE PENSAR POLÍTICAS PÚBLICAS DE SEGURIDAD Las Políticas de Seguridad están impregnadas de prejuicios que provienen de otras ciencias o de otras instancias de instituciones de la seguridad, principalmente: el Derecho Penal y la Criminología. Ambos dos saberes son consolidados en lo que respecta al vínculo con la criminalidad, y sus perspectivas se imponen cuando se deben pensar Políticas de Seguridad, generando miradas equívocas y posiblemente respuestas ineficaces o erróneas. PREJUICIOS HEREDADOS DEL DERECHO PENAL Todavía se pretende diseñar Políticas Públicas de Seguridad desde el Derecho Penal. Según esta visión, nos enfrentamos a “una conducta que merece un reproche y por lo tanto debe ser castigada” (Binder, p.19). Lo que en la jerga se llama un caso. De esta manera, se olvida o tapa todo el proceso que lleva a tomar la decisión de que una determinada área de conflictos reclame la intervención violenta o no (ya sea reactiva o disuasiva), y sólo discute “la intensidad de la respuesta penal”; por ejemplo: cuando se habla de “inseguridad” y enseguida la discusión gira hacia el lado de la edad de imputabilidad o la ampliación de las penas, o las condiciones carcelarias. Discutir el castigo no produce protección. Una Política Pública de Seguridad debe actuar mucho antes del ejercicio de la pena. PREJUICIOS HEREDADOS DE LA CRIMINOLOGÍA Si bien la criminología como ciencia se encuentra produciendo nuevas perspectivas, lo que podemos llamar la “criminología operativa”, es decir: la que manejan los operadores del sistema penal, sigue en la perspectiva de “contar casos y definir personas”. Desde las viejas estadísticas policiales hasta las nuevas encuestas de victimización, se tiende a contar casos de delitos y definir perfiles de delincuentes y delinquidos. Se basa en el “orden criminal existente”, legislado y definido como tal. Lograr hallar regularidades delictivas y perfiles de delincuentes sin dudas tiene su utilidad, pero no alcanza para orientar Políticas Públicas de Seguridad generales, y además nos da una visión equivocada del fenómeno criminal. “Un Caso Judicial (o criminológico) puede tener mucha importancia y visto desde el sistema de garantías sólo existe como caso, pero visto desde las políticas de respuesta valdrá sólo y tanto tenga efecto sobre la regularidad en que está inmerso.” (BINDER, p21) El objetivo de toda Política Pública de Seguridad debe ser modificar las regularidades sociales de donde “el caso” (penal o criminológico) emergió. PREJUICIOS HEREDADOS DE LA EPIDEMIOLOGÍA Y EL MILENARISMO Otra mirada errónea sobre el fenómeno criminal, que enturbia la posibilidad de pensar en su complejidad las Políticas Públicas de Seguridad, es pensar a la criminalidad como si fuera una peste: “un mal indeterminado en su extensión, en sus formas y en sus causas, pero tangible y mortal”. (p.26) Pensar al fenómeno criminal como una gran enfermedad, como una peste, no sólo presupone la existencia de un “Orden Sano” (y volvemos acá a la idea de “retorno al orden ideal”), sino que también genera mecanismos sociales de defensa ante la peste que tiende a dividir a la sociedad en cuatro grupos: a) Los enfermos; b) Las potenciales víctimas; c) Los transmisores; d) Los incontaminables. Desde esta perspectiva: “(...) ciertos sectores sociales son los que producen el mal o ya están enfermos, el protagonista central es el conjunto de personas que pueden ser afectadas y siempre se presentarán algunos que están por fuera de ese circuito.” (Binder, p.26) El miedo extendido socialmente ante la peste criminal, puede generar formas patológicas del diálogo político referido a las cuestiones de las políticas de seguridad: “Una ciudadanía temerosa se encuentra mucho más dispuesta a bajar sus niveles de control y a renunciar a la idea republicana de representatividad por la del cuidado, señorío o resguardo.” (p.28) El miedo a la peste criminal abre la posibilidad -y el deseo- de la irrupción de un “Mesías Protector” que se cobra los derechos ciudadanos (como las libertades o la representatividad) a cambio de “un tiempo de restauracióndel dolor y paz por mil años”. Muchos políticos que trabajan sus campañas en torno a la cuestión de la seguridad, pretenden erigirse como ese Mesías. EL MIEDO Y EL MERCADO DE LA SEGURIDAD Hay muchas razones por las cuales la sociedad puede sentir miedo. Por un lado están la criminalidad, la violencia o la agresión cotidiana concretas; pero también genera inseguridad estructural la vaga incertidumbre con respecto al futuro, en una sociedad en la cual los riesgos han ido aumentando y complejizándose y las redes de protección estatal se han ido debilitando. Existe un “mercado de la violencia”. Desde el relato cotidiano del “género policial” a través de programas de TV o noticieros, hasta videojuegos que entrenan para matar o defenderse. Todos estos elementos constituyen un círculo vicioso en el cual las sociedades no sólo sienten miedo por lo que sucede, sino también por lo que podría suceder. El mercado de la seguridad privada, por ejemplo, se monta sobre esos miedos, de manera que la percepción ciudadana de inseguridad es la condición de posibilidad para la expansión del negocio. Por eso Binder bien señala que: “Una intervención estatal profunda para modificar la dinámica del mercado de la seguridad es también una acción necesaria para modificar las percepciones que tenemos del fenómeno criminal y las posibilidades reales que tenemos de solucionarlo o controlarlo.” (p.27) Es decir que, una Política Pública de Seguridad no sólo debe actuar sobre los hechos criminales concretos, sino también sobre la percepción de inseguridad de la ciudadanía. PROFESIONALIZACIÓN Y GOBIERNO DE LA SEGURIDAD PÚBLICA Y CIUDADANA Como bien vimos a lo largo de la presente clase. Los enfoques y abordajes orientados al tratamiento de las políticas de seguridad en América Latina y específicamente en Argentina, fueron variando según el contexto histórico desde el cual se pensaron. Pasando por modelos dictatoriales de seguridad nacional focalizados en la persecución de enemigo interno, definido como tal, por su condición de opositor político frente al régimen establecido. Posteriormente, con el retorno de la democracia, se establece la diferenciación entre defensa nacional y seguridad interior, concluyendo de manera definitiva, las competencias y limitaciones legales tanto para las fuerzas armadas como para las instituciones de seguridad interna (Policías, Gendarmería, Prefectura). Consolidando las bases para el desarrollo de políticas públicas de seguridad, en contexto de Democracia. Durante los años 80 y 90 en Argentina, las políticas públicas de seguridad aplicadas, se caracterizaron fundamentalmente por la persecución y el castigo pos delito, es decir, políticas netamente punitivas y reactivas, las cuales carecen de la capacidad analítica necesaria para comprender factores de origen del delito, de manera tal de generar acciones necesaria para la prevención y la disuasión de la violencia y el delito. Por otro lado, dichos modelos de seguridad pública de corte tradicional, sustentados únicamente en la respuesta Estatal, se caracterizaron por el autogobierno de las instituciones públicas de seguridad y un marcado desgobierno civil de las políticas de seguridad. Durante el desarrollo de la siguiente unidad, analizaremos estos temas con mayor profundidad. A finales de los años 90, comienza a entrar en agenda de manera muy incipiente, la necesidad del desarrollo técnico y profesional para el campo específico de la seguridad. Junto a este proceso de tecnificación y especialización de la seguridad pública, comienza a entrar en escena el concepto de seguridad Ciudadana, el cual, como ya dijimos, en lugar de poner el foco en las acciones que debería llevar adelante el Estado en cuestiones de seguridad, se centra más en la responsabilidad y en las acciones podría llevar adelante la ciudadanía, al momento del diseño, la planificación y la implementación de políticas de seguridad, en calidad de co-protagonista junto al Estado. En este sentido, la participación ciudadana en cuestiones de seguridad, no exime al Estado y a sus instituciones de la responsabilidad natural en su rol de garante de la seguridad ante la sociedad, más bien se concibe al ciudadano como sujeto político colectivo con deberes, garantías y derechos a ser partícipe del proceso de construcción de esa seguridad pública y ciudadana junto al propio Estado. A más de 20 años de la irrupción del concepto de seguridad ciudadana en la agenda pública, dicha discusión parece aún no estar del todo saldada. Por último, uno de los principales desafíos al momento de pensar, construir y consolidar un modelo democrático de seguridad pública y ciudadana, se centra en el desarrollo técnico, académico y profesional de funcionarios públicos (civiles y policiales) vinculados al campo de la seguridad, consolidando de esta manera, un modelo democrático de seguridad, basado en el planeamiento estratégico y en la evidencia. En este sentido, el Instituto Universitario Juan Vucetich, tiene como uno de sus objetivos principales, capacitar, formar y promover, la profesionalización y desarrollo técnico y académico del campo de la seguridad pública y ciudadana. Enfocado tanto a funcionarios públicos policiales como civiles. Durante el desarrollo de la Unidad IV de la presente materia abordaremos de manera más específica las cuestiones hasta aquí expuestas.
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