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1 ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL TRABAJO: DE LOS CONCEPTOS A LOS MÉTODOS1 Marta Santos2 Resumen Pretendemos con este trabajo presentar el marco teórico metodológico del trabajo desarrollado por Yves Clot. Comenzaremos por situar, de forma breve, los puntos de anclaje de sus propuestas de investigación e intervención así como los objetivos que se propone. Podemos decir, entonces, que el autor, inscripto en la escuela rusa de psicología, ha desarrollado un conjunto de estudios con el objetivo de identificar las relaciones que se establecen entre subjetividad y actividad de trabajo. Sus investigaciones parten del análisis del trabajo en situación real, tomando en cuenta su transformación, lo que asumiendo una perspectiva histórico-cultural, implica entender la historia del desarrollo de las actividades de los trabajadores. En su intervención intenta articular lo real y lo realizado, lo individual y lo colectivo, movilizando metodologías que privilegian la mediación del lenguaje y de los otros para la (re) construcción de las reglas de la profesión valoradas por los profesionales. Es en la (re) construcción de este género profesional donde los trabajadores encuentran las restricciones que deben gestionar y respetar, pero también un recurso para su propia acción. Para Yves Clot ésta es la única forma de garantizar la función psicológica del trabajo. Palabras-clave: real de la actividad, generó procesional, clínica de la actividad 1. Biografía del autor Yves Clot nació en 1952 en Toulon, Francia. Realizó sus estudios en el área de filosofía, en Aix-en-Provence, presentando en 1992 su tesis de doctorado titulada: "El trabajo entre la actividad y la subjetividad". En 1997 se sometió a tesis de habilitación para dirigir investigaciones en psicología. 1 Presentación de la Obra de Yves Clot en Revista Laboreal Volumen II Nº 1 Año 2006 p. 34-41. Traducción del portugués de Andrea Pujol para la Cátedra de Psicología Laboral. Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Córdoba. Julio 2008. 2 Centro de Psicología de la Universidade do Porto. Facultade de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad do Porto. E-mail: marta@fpce.up.pt 2 Profesor e investigador, es actualmente titular en psicología del trabajo en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios de Francia (CNAM), París, en donde también es responsable del equipo de clínica de la actividad. En este ámbito, ha realizado y dirigido un conjunto de investigaciones con el objetivo de comprender cuáles son las actuales condiciones teóricas y metodológicas que posibilitan un análisis psicológico del trabajo. Su postura implica asumir que, tanto las investigaciones como las discusiones que promueve y en las que participa, no tienen una preocupación exclusivamente académica, porque si consideramos -al igual que el autor- que "el análisis del trabajo implica siempre, comprender para transformar" (1999, p.2), percibimos que las investigaciones sirven para adecuar nuestra acción, para clarificar y enriquecer los conocimientos que la práctica exige. 2. La actividad y la subjetividad Para situar mejor el abordaje sobre la actividad de trabajo preconizada por Clot, es importante considerar su filiación "deliberada" a la escuela rusa de psicología fundada por Vygotski. Esta afiliación presupone asumir una postura histórico-psicológica en la cual "(...) El desenvolvimiento de un sujeto no es el resultado posterior de un objetivo conocido anteriormente. Y su modelo no es embriológico porque el desenvolvimiento sólo es unidireccional y predeterminado fuera de las situaciones reales. Lo real se encarga de transformar el desenvolvimiento esperado en historia no alcanzada" (1999, p. 3-4). Se esclarece entonces que se entiende por desarrollo a la historia del desarrollo, y cómo esta postura, que pretende responder a la cuestión de cómo se explica que el trabajo, permite no sólo conservar su función psicológica en el seno de la vida profesional y social sino también, su desarrollo. Es en este contexto más específico en que se sitúan los trabajos que condujo, trabajos que se refieren a la función de las dimensiones subjetivas y del trabajo colectivo en la actividad. Para concretar los objetivos que se propone, comienza por explicitar su marco conceptual, considerándose heredero de una tradición -la tradición de la psicología del trabajo francófona-, reforzando la idea de que para respetar esta tradición es preciso renovarla. Es en este sentido que considera importante repensar las categorías conceptuales clásicas de la ergonomía y de la psicología del trabajo -prescripto y real; tarea y actividad- puesto que, en su opinión, tal como fueran definidas por Leplat y Hoc en 19833, no dan cuenta de todas las dimensiones de las 3 Clot se refiere al siguiente texto: Leplat, J. y Hoc, J.M. (1983). Tache et activité dans l’analyse psychologique des situacions. Cathiers de Psychologique cognitive, 3/1, 49- 63. 3 situaciones de trabajo contemporáneas. Para que estos conceptos permanezcan vivos es necesario retrabajarlos y discutirlos. La propuesta de este autor va en el sentido de una apertura, de un desdoblamiento del par conceptual de lo real y de la actividad, por un lado y de lo prescripto y de la tarea, por otro lado. 3. La actividad para los otros Este desdoblamiento resulta del hecho de pensar la actividad de trabajo como una actividad para los otros, como el propio autor refiere; la actividad "(...) se encuentra triplemente dirigida (...). En la situación evidenciada, no está solamente dirigida por la conducta del sujeto o dirigida a través del objeto de la tarea, sino también dirigida hacia los otros" (1999, página 98). No se puede, entonces, tratar la cuestión de la actividad de trabajo sin considerar el lugar que los otros ocupan en la actividad profesional. Y en este sentido, toda actividad es dirigida a uno o varios destinatarios (Clot, 1994, 1999). Es decir, que toda actividad profesional es considerada una co-actividad, una contra-actividad en el sentido en que es siempre una respuesta a la actividad de los otros. Pero agrega: no se trata de la existencia de una oposición, la actividad de los otros no es enemiga, sino que es nuestra actividad la que se define, cristaliza y organiza en la actividad de los otros, con la actividad de los otros, contra la actividad de los otros, apoyándose o aproximándose a las actividades de los otros. La actividad profesional se construye siempre en el universo de la actividad de los otros. Para explicar mejor este marco conceptual vamos a recorrer un estudio conducido por Clot, en el sector de conducción de trenes en los suburbios parisinos (Clot, 1997b, 1999). Actualmente, en Francia, la sesión de trenes en los suburbios parisinos es realizada sólo por un conductor, habiéndose suprimido, hace 25 o 30 años atrás, un segundo hombre que era el asistente del maquinista, y más recientemente, un tercero que estaba en el tren y que, entre otras funciones, anunciaba las estaciones y estaba atento a la entrada y salida de los pasajeros. Esto significa que hoy en día los maquinistas acumulan al trabajo de conducción propiamente dicho, y lo que se acostumbra a llamar servicio comercial, esto es, asegurar el flujo de pasajeros entre estaciones-trenes- estaciones. Así, estamos delante de una actividad que se ejerce en soledad, en donde, aparentemente, no existe trabajo colectivo. En las horas clave, la circulación de trenes en los alrededores de París es extremadamente fuerte y los trenes circulan a intervalos de dos, tres minutos. La vía rara vez está libre y su señalización está, normalmente, en amarillo (preparación de parada). 4 Es así que, frente a estas restricciones, los maquinistas se encuentran frente a una situación que los lleva a un conflicto decriterios. Por un lado, deben procurar evitar o al menos reducir los "eternos" atrasos de los trenes, y por otro lado, no deben conducir unos inmediatamente atrás de otros porque corren riesgos de accidentes. ¿Como pueden, entonces, hacer circular la red de trenes en horas pico, y a la vez limitar el riesgo de accidentes? Es aquí que entra el papel del regulador. El trabajo del regulador es realizado en un puesto central y, de una cierta manera, tiene la difícil tarea de resolver o gestionar este conflicto de criterios -velocidad y seguridad- (a través de la señalización de las vías, por ejemplo). De este modo, la actividad del regulador, sobre todo en las horas pico, "penetra" en la actividad del maquinista. Esto es, el conductor del tren va a tener que desplegar su actividad en función de la actividad del regulador. La actividad del regulador termina siendo constitutiva (y no contextual) de la actividad del maquinista. A lo largo de la historia profesional de los maquinistas, esta cuestión se mantiene a tal punto en un lugar central de su vida de trabajo, que llegan incluso a conseguir identificar qué regulador está trabajando en cada momento a partir de datos como el tipo de señalización presente en la vía en que circulan. Próximo al regulador, tiene su posición el guardagujas. El guardagujas, en las horas pico, también tiene conflictos de criterio para actuar. Su conflicto de criterios se sitúa en la prioridad que, teóricamente, debe concederle a las formaciones regionales por sobre las formaciones de los suburbios. Mientras tanto, en función de la red y teniendo en cuenta la necesidad de respetar la cuestión de la velocidad y de la seguridad, algunas veces el guardagujas puede dejar pasar la formación del suburbio en primer lugar. Obviamente, la forma en que cada guardagujas resuelve cada situación singular tiene un efecto directo también sobre el trabajo del maquinista. En la actividad del conductor están presentes también los pasajeros. A pesar de que el conductor se encuentra solo en la cabina, entra en diálogo (y algunas veces en un “diálogo” tenso) con los pasajeros que se encuentran en la estación y que esperan (largamente) la formación que ya debería haber llegado. Podemos decir entonces, que también los pasajeros “habitan” e inciden sobre la actividad del conductor. Falta, por último, referirnos a los conductores de las otras formaciones. De hecho, cada maquinista no está solo en la línea. Éste precede a una formación que lo sigue y sigue a una formación que lo precede. Esto quiere decir que siempre que un maquinista se atrasa, o cuando consigue recuperarse de un atraso, no está solo en la realización de esta actividad, y ésta va a incidir en la actividad de los otros conductores. Resumiendo, podemos decir que, por un lado, la actividad de un conductor 5 resulta de lo que otros hacen, pero, por otro lado, y de forma simultánea, esta misma actividad va a incidir sobre las actividades de los otros. Es por este motivo que, en determinadas situaciones, para poder actuar es preciso liberarse de la actividad de los otros, o sea, hacer y de cierta manera deshacer, inhibir, las actividades de los otros. Esto significa intentar transformar los constreñimientos de las actividades de los otros de forma que se tornen de un recurso para la propia acción. Actuar y conseguir preservar nuestras intenciones en el seno de intenciones rivales y concurrentes, al mismo tiempo que se movilizan las otras intenciones como recursos propios. Así, y contrariando lo que fue dicho inicialmente, a pesar de que el maquinista se encuentra aislado, podemos hablar de la existencia de un colectivo invisible cuyas actividades invaden la cabina de conducción. El maquinista no está solo, está impedido de desenvolver un diálogo con todos los interlocutores reales que hay en la cabina. Es posible concluir entonces, que conducir una formación de trenes no es simplemente entrar en un monólogo técnico, es, forzosamente, entrar en diálogo en el seno de una actividad múltiple. 4. Pre(-)ocupaciones A propósito de la conducción de las formaciones de trenes, Clot agrega que, en determinadas formaciones cuyo recorrido en horas pico es efectuado casi siempre con señalización que oscila entre amarillo y rojo, fue introducido un sistema de control de velocidad. Este sistema detiene la formación siempre que el maquinista pasa una señal roja o la velocidad permitida. Es decir, que ante un sistema de pasividad impuesta, el conductor se encuentra en una especie de inercia para observar, para seguir la situación sobre la cual no tiene control porque no puede gestionar la velocidad de su propia formación. ¿Cuáles son las consecuencias de esta situación? Los conductores refieren que esta rutina impuesta conduce a que su mente se distraiga, “vagabundee”. Es posible decir que a las ocupaciones en las cuales cada uno de los conductores está implicado, se suman sus preocupaciones, que son finalmente sus otras actividades principalmente de carácter personal. Y es precisamente hacia estas pre-ocupaciones que el conductor pasa a ocuparse. De hecho, un conductor de tren no es sólo un conductor, es una persona en el centro de un sistema de actividades personales. Es un padre de familia, un marido, un subordinado en la jerarquía de su lugar de trabajo, un agente con múltiples problemas. Por eso, cuando su mente “parte”, puede ir con su familia hacia una discusión tenida con su jefe en torno al salario… ¿Qué es posible hacer para “fijar” la mente? Para una mejor comprensión de esta cuestión es posible recurrir a otro ejemplo de conducción de trenes. En algunas formaciones existe un sistema de velocidad automática o impuesta (VI), que tiene como función no dejar que la formación sobrepase un valor de velocidad previamente fijado por el maquinista. La observación de las 6 diferentes situaciones de trabajo permitió constatar que, próximas a esta función que corresponde a lo que fue previsto para la herramienta, existían otras que por sus características condujeron a un estudio más profundo. Determinados maquinistas colocaban la VI a funcionar, registraban una velocidad, pero continuaban conduciendo de manera manual. Dicho en otras palabras, por un lado confiaban en la gestión de la velocidad automática, pero por otro continuaban conduciendo de manera manual. ¿Qué significa esto? Algunos conductores consideran que hacen un buen recorrido si no pasan ninguna vez la velocidad prevista en el automatismo. Conducen haciendo una especie de juego con el dispositivo, comparando sus resultados con los de otros colegas que hacen lo mismo. La VI asume entonces nuevas funciones. Tiene como función mantener en la cabina la atención del maquinista, puesto que para jugar en la VI hay que estar siempre atento. Se produce entonces la transformación de un instrumento técnico en un instrumento psicológico –en el sentido propuesto por Vigotsky4-, se torna un instrumento de gestión del propio sujeto de la acción. Esta especie de utilización no prevista de la herramienta, no puede ser considerada un simple desvío por parte de los trabajadores, sino que corresponde en principio a un enriquecimiento de las funciones del instrumento, o sea aquello que en términos teóricos se acostumbra a designar como catacresis5. Estas catacresis pasan a formar parte de la profesión y corresponden al conjunto de herramientas profesionales que, evidentemente no fueron previstas por la tarea siendo centrales para la actividad. Corresponden al modo a cómo los maquinistas se “deshacen” de sus otras actividades o de las actividades de los otros. Corresponden finalmente a la transformación de sus pre-ocupaciones en ocupaciones, en acciones, siendo que es éste para Clot el proceso central de desarrollo de los sujetos. 5. La actividad realizada y lo real de la actividad En este marco, al concebirse la actividad como un deshacerse de las actividadesde los otros, o actuar como inhibición de otras acciones posibles se llega a la formulación de que la actividad es también aquello que no se hace. Como el propio autor refiere, citando a Vigotsky a propósito de la psicología general: “a cada minuto el hombre está pleno de posibilidades no realizadas”. 4 Clot (1999), pág. 119. Se refiere al siguiente texto: Vigotsky, L.S. (1925-1994). La consciente comme problème de la psychologie du comportement. (F. Sève, Trad.). Société Française, 50, 35-50. 5 En este caso particular es una catacresis centrípeta en la medida en que las funciones de la herramienta “son destinadas en primer lugar sobre sí mismo para mantener un nivel suficiente de movilización cognitiva y subjetiva, o sirven de disparador para nuevos objetos del pensamiento” (Clot, 1997 a, p. 114). Próximas a este tipo de catacresis existen también las centrífugas “orientadas en primer lugar hacia la acción sobre los objetos exteriores” (p. 114) y las que tienen “por primer objetivo enriquecer o seleccionar el léxico o la expresión verbal”(p. 114). 7 Se justifica de este modo el planteo inicial sobre la necesidad de retrabajar el concepto de actividad. La actividad real, aquello que se acostumbra a llamar actividad por oposición a tarea, es desdoblada por Clot en actividad realizada y lo que llamó lo real de la actividad. En relación a la actividad realizada –lo que se hace-, el autor refuerza la idea de que ella no detenta el monopolio de la actividad. Lo realizado es una ínfima parte de lo que es posible. La verdad de la actividad corresponde también a lo que no se hace, a lo que no se puede hacer, a lo que debería hacerse, a lo que gustaría hacer y aquello que se hace sin que haya necesidad. Lo más cansador es no poder hacer lo que no quiere. Los conductores de tren están cansados no sólo por lo que hacen sino también porque no pueden conducir la formación gestionando su velocidad y seguridad. ¿Es posible ejemplificar este aspecto con más de una situación de conducción de trenes? Al final de un turno de trabajo, un viernes, un maquinista le comentó a un investigador que no le interesaría realizar un nuevo viaje (ida y vuelta) del recorrido que estaba realizando. La explicación que dio para este hecho se articulaba con la idea de que hacerlo sería relajante o descansador, puesto que, como ya había pasado la hora pico, la señalización es predominantemente verde y podría conducir la formación de la mejor forma en que sabía hacerlo. Este conductor consideraba que era posible relajarse cuando se trabaja y agotarse cuando no es posible hacerlo. Por lo tanto, según Clot, lo que cansa es la actividad impedida, la actividad que retorna, la actividad imposible, la actividad no realizada. No se pretende decir con esto que la actividad realizada se encuentra en segundo plano, pues es precisamente en la realización de la actividad en donde surgen, la mayoría de las veces, nuevas posibilidades. De hecho, lo realizado se constituye como un recurso de lo real, y de ahí la importancia que debe atribuirse a la tarea (el otro miembro del par que Clot se propone retrabajar); una buena tarea es aquella que permite el desarrollo del sujeto en el momento que se realiza. 6. De la organización del trabajo al género profesional Profundizando la cuestión de la tarea prescripta, es posible agregar que, entre lo prescripto y la actividad de trabajo, existe un tercer término que, hasta el momento, se encuentra poco desarrollado: lo prescripto informal, esto es las obligaciones que se atribuyen a un colectivo profesional y que éste comparte para conseguir trabajar. Dicho en otras palabras, existe por un lado la prescripción oficial, la tarea oficial, y por otro lado, un sistema de obligaciones compartidas por un determinado medio profesional. 8 Retomando el ejemplo de la utilización de la VI (velocidad impuesta) como forma de mantener fija la atención de los conductores de tren, para que ésta se convierta en una herramienta de trabajo, para que no de la idea de transgresión, es preciso que sea colocada como patrimonio colectivo, que tenga validación por parte del conjunto de los maquinistas. Esta especie de prescripción colectiva, prescripción de origen interno, se refiere entonces a las obligaciones que un colectivo de trabajadores comparte en un determinado momento, lo que quiere decir que las maneras de realizar la actividad están situadas temporalmente en el tiempo, y asumen un carácter histórico y transitorio. Este nivel de prescripción fue denominado por Clot como género profesional. Así, el género profesional refiere a las maneras de hacer que están estabilizadas en un determinado medio, en un momento dado. El género profesional corresponde al colectivo de trabajadores, pero reporta siempre al punto de vista de la historia del medio profesional, a su tradición, la que confiere un contenido simbólico a las actividades. Para reforzar esta formulación, retomamos una cita de Clot a propósito de género: “llamamos aquí género a lo que fue referido anteriormente como un cuerpo intermediario de los sujetos, una mediación social situada entre ellos, por un lado, y entre ellos y el objeto de trabajo, por el otro. De hecho, un género une siempre a aquellos que participan de una misma situación, como coautores que conocen, comprenden y avalan una situación de la misma manera” (1999, p.34). Conviene resaltar además, que el género profesional no es sólo una especie de pertenencia social, sino también un recurso para la acción. Es el género profesional el que impide a los trabajadores permanecer aislados y cometer errores. Para Clot, también se puede definir el género profesional como el trabajo de organización. Para explicar mejor este concepto, el autor procede a un nuevo desdoblamiento, en donde lo prescripto pasa a dividirse en organización del trabajo (que corresponde a la tarea) y el trabajo de organización o género profesional (que corresponde, tal como hemos dicho antes, a las obligaciones compartidas por un colectivo en un medio profesional). Es en el seno del trabajo de organización en que el colectivo va a construir permanentemente sus gestos, a concebir sus reglas y elaborar su lenguaje. Y es por este motivo que el género profesional asume una función psicológica importante –por un lado, los trabajadores deben respetar este trabajo de organización, pero por otro lado éste se constituye igualmente en un recurso de la propia acción-. No obstante, en las organizaciones en las que el colectivo de trabajo no consiguió construir un género profesional, se asiste a una especie de empobrecimiento del trabajo. El sujeto es, de alguna forma vuelto hacia sí mismo y la función psicológica que el trabajo de organización asume no puede 9 ser concretada, lo que ocasiona mucho sufrimiento psicológico e incluso puede ser fuente de accidentes y de ineficacia en el trabajo. 7. Del género al estilo profesional En relación con el género, conviene considerar la posibilidad, a nivel individual, de la existencia de un estilo profesional: “el género social, definiendo las fronteras movedizas de lo aceptable y lo inaceptable en el trabajo, organizando el encuentro del sujeto con sus límites, exige de un estilo personal” (Clot, 1999, p. 43). Esto es válido también cuando, por cualquier motivo, un trabajador se encuentra en una situación no prevista y obligado a inventar una solución. Son estas invenciones individuales las que corresponden al estilo profesional. Ellas son posibles porque existe un patrimonio, es decir, la solución es inventada a partir del medio, es un trabajo que se hace, partiendo del género profesional de ese medio. O sea, “el estilo suelta o libera al profesional del género sin negarlo, no contra él pero gracias a él, usando sus recursos, sus variantes, o dicho de otra forma, por la vía de su desarrollo, impulsandosu renovación” (Clot, 1999, p. 33). En las palabras de Clot y Faïta (2000), el estilo es “la transformación de los géneros en historia real de las actividades en el momento de actuar en función de las circunstancias” (p. 15), creándose así la posibilidad de renovación de los géneros. Con todo, si no se integra en el colectivo que construyó el género, no hay ninguna posibilidad de llegar a la elaboración del estilo. 8. Fabricar el género profesional: un proceso de co-análisis del trabajo Para mantener vivo un género profesional, es preciso entonces poder discutir, es preciso que en una profesión haya debates de perspectivas, que haya qué decir, que haya controversias, que las personas no estén todas de acuerdo. En todas las profesiones, hay distintas tradiciones, maneras diferentes de ver las cosas, modificaciones de género. Por consiguiente, un género profesional muere a partir del momento en que sólo existe una única variante. En el plano metodológico, lo que se puede hacer e instalar en el seno de los profesionales son debates de tradiciones, o sea, procurar que el género recupere sus cualidades. Para eso, deben encontrarse situaciones que ubiquen a los trabajadores en posición de hablar de su trabajo. A los psicólogos del trabajo les cabe, entonces, la tarea de fabricar el género. Una de las formas propuestas para conseguir relanzar la discusión en el colectivo de trabajo es el método de la autoconfrontación cruzada. Éste utiliza como base el análisis del trabajo y tiene como objetivo tornar al trabajo un objeto de pensamiento. Es un método centrado en una perspectiva reflexiva, esto es, propone una actividad de reflexión sobre la actividad habitual de trabajo. De hecho, el autor procura una vía alternativa que vincula a una psicología “explicativa” y predictiva, o sea, ni una explicación provista por el investigador 10 ni una descripción de la situación hecha por el sujeto serían consideradas suficientes. La autoconfrontación propone un análisis que “asocia explicación y comprensión luego que la misma actividad es reescrita en un nuevo contexto. Una buena “descripción” es una re-descripción. Desarrollada en colaboración entre el investigador y los trabajadores encausa y produce frecuentemente la explicación esperada”. Apelando una vez más al abordaje de Vigotsky, Clot justifica su postura: la acción pasada por el tamiz del pensamiento se transforma en otra acción, que es su reflejo” (p. 226)6. En términos procesuales la autoconfrontación cruzada consiste en la creación de una situación en la cual, sobre una misma actividad, cada trabajador comenta la actividad de los otros. Es decir, se recorre el registro de sonido e imagen de la actividad de trabajo que servirá de base para los comentarios de los trabajadores: “podemos recoger varios tramos de las mismas actividades “situadas” a fin de que las mujeres y los hombres comprometidos en su análisis puedan transitar del estatuto de observados al de observadores, co- autores de la producción de los datos recogidos” (Clot, 1999, P. 140). Una importante diferencia en la utilización de métodos de autoconfrontación simple y de autoconfrontación cruzada es el cambio de destinatario del análisis: “la actividad de comentar o de verbalizar difiere en los datos recogidos, conforme a si es efectuada por los psicólogos o por los pares, lo que da un acceso diferente a lo real de la actividad del sujeto”. Ésta es redirigida en cada caso. Es que la palabra del sujeto no sólo se dirige hacia el objeto (la situación visible) sino también en función de la actividad de quien la recoge” (Clot, 1999, p. 142). Si consideramos el hecho de que tenemos, al momento del análisis, a los investigadores y a los pares que comentan su actividad de trabajo, podemos justificar entonces -como propone el autor- porqué hablamos de co-análisis del trabajo: “el psicólogo del trabajo o el par, por ejemplo, en las sesiones de autoconfrontación cruzada no tienen las mismas dudas, ni transmiten al sujeto de referencia, incluso a través de su silencio, las mismas impaciencias, las mismas sorpresas, las mismas prudencias o excitaciones a propósito de la actividad observada y comentada” (Clot, 1999, p. 143). A propuesta del grupo de investigadores que ha trabajado con esta metodología de análisis del trabajo (Clot, Faïta, Fernandez y Scheller, 2001), es posible desplegarla en tres momentos: un primer momento corresponde a la constitución del grupo de análisis, que se inicia con una fase de observación en terreno conducida por los investigadores para permitir una representación compartida con los trabajadores sobre su situación de trabajo. Es precisamente este trabajo de análisis de la actividad lo que va a permitir a los trabajadores la elección del grupo que continuará el análisis de las situaciones de trabajo 6 Clot (1999, p. 137) se refiere al siguiente texto: Vigotsky, L.S. (1994). Défectologie et deficiente mentale. Textes Publius par K. Bariniskov et G. Petitpierre. Lausanne: Delachaux et Niestlé. 11 que les interesaría ver analizadas. Un segundo momento se inicia con la construcción de los documentos en video que servirán de base para las autoconfrontaciones simples (un sujeto/investigador/imágenes recogidas para este sujeto) y cruzadas (dos sujetos/investigador/imágenes recogidas para estos sujetos) en función de los trabajadores y las situaciones de trabajo escogidas en el primer momento. Después de seleccionadas las imágenes se pasa a las situaciones de autoconfrontación simple y cruzada propiamente dichas. Los registros de video sirven para conducir el proceso de análisis y de co-análisis, y es en función de estos que se construye el discurso, tornando conciente la actividad de trabajo, sus constreñimientos, el género profesional, y probablemente el estilo individual. El tercer momento está constituido por la devolución del análisis efectuado al colectivo profesional –se propone que se haga extensiva esta devolución a todos los otros profesionales que forman parte del colectivo en cuestión para revitalizar la discusión sobre el género-. Retomando entonces la idea de que esta es una de las metodologías posibles para relanzar la discusión sobre el género profesional en el seno de un colectivo de trabajo, vale la pena retener la formulación de Clot que integra el papel del estilo en este proceso: “si el estilo es una re-evaluación, una acentuación y una adecuación de los géneros de la acción para actuar (…), el análisis del trabajo favorece entonces la elaboración estilística para revitalizar el género” (Clot, 1999, p. 144), porque ésta presupone momentos privilegiados de reflexión que –si adoptamos la perspectiva de Vigotsky presentada anteriormente- conducen a nuevas acciones, acciones reflejadas puesto que al pasar bajo la forma del lenguaje oral las actividades terminan finalmente por modificarse, reorganizarse. Dos ideas sobresalen, de la aplicación de este método. La primera se refiere a la constatación del poderoso efecto que el análisis del trabajo (subyacente a la autoconfrontación) tiene como potenciador de la actividad: “el análisis del trabajo se revela un buen instrumento de formación para el sujeto bajo la condición de volverse un instrumento de transformación de la experiencia. Que es formador para el sujeto significa que aumenta su radio de acción y su poder de actuar y consigue cambiar el estatuto de lo vivido: de objeto de análisis, lo vivido debe tornarse en un medio para vivir otras vidas” (Clot, 2000, p. 154). La segunda es que estos métodos son el resultado de cierta concepción de la relación entre el operador y el experto. Se considera que el papel del experto no es tanto el de producir una interpretación de la situación, sino en proporcionar un marco para que los trabajadores puedan producir una interpretación de la situación en la que se encuentran. Es claro para Clot queya existe una interpretación de la situación antes de la intervención de los expertos. Simplemente, estos pueden ayudar a desarrollar, enriquecer e incluso transformar la interpretación preexistente. La idea no es la de considerar al experto como alguien capaz de pensar las situaciones en lugar de otro, o capaz de describir y proponer soluciones en lugar de otro. La cuestión es cómo los expertos pueden ayudar a un colectivo profesional a conducir su propia historia, a volver a ser sujetos del género profesional y no meros 12 objetos de la prescripción oficial. El papel del experto es ser un recurso para que los propios operadores actúen sobre el trabajo de organización. Su acción es ante todo una acción de mediación. 9. Clínica de la actividad Y es precisamente por acordar un papel importante al experto, asumiendo la relación que se establece con el objeto de estudio y a sus efectos, por lo que Clot se refiere a la clínica de la actividad (1995, 1999, 2001; Clot, Faïta, Fernandez y Scheller, 2001; Clot y Leplat, 2005). Ya en su texto de 1995 nos esclarece que la clínica de la actividad no debe ser confundida con el sentido que asume hoy en día, y bajo la influencia del psicoanálisis, la “psicología clínica”. En realidad no se trata de la adopción de una teoría por oposición a otra teoría del sujeto (por ejemplo: psicología clínica versus psicología cognitiva), sino antes por la consideración de la proximidad que el recurso del análisis del trabajo tiene con el método clínico (Clot y Leplat, 2005). De hecho, para este autor más que un “estudio de caso”, que tiene en consideración al objeto de estudio en su globalidad, analizándolo en toda su complejidad, las metodologías que movilizan el análisis del trabajo como herramienta de transformación de las situaciones asumen un estatuto privilegiado para el observador, de modo que éste no olvide que forma parte e interfiere en el dispositivo de investigación (Clot y Leplat, 2005). Estas relaciones son, por lo tanto, asumidas e intencionales: “el desenvolvimiento del método clínico se hace integrando siempre el papel del analista en la situación estudiada, profundizando en el estatuto psicológico de la observación, asociando al sujeto al análisis, así como introduciendo variaciones en las características de las situaciones” (Clot y Leplat, 2005, p. 313). Esta perspectiva no puede dejar de considerar las contribuciones de la psicopatología del trabajo, sobretodo en lo que se refiere a la ampliación de la definición clásica de actividad. Tal como hemos dicho al inicio, no se quiere decir con esto que Clot pretenda abandonar la tradición de la psicología del trabajo y de la ergonomía de tradición francófona, sino antes enriquecerla e incorporar en ella los “conflictos de lo real que oponen al sujeto a sí mismo” (Clot, 2001, p. 14). Fue a través del concepto ya presentado de actividad impedida que el autor integró esta idea de conflicto y que posibilitó “incorporar lo posible y lo imposible en la actividad, preservando así las bases para comprender el desarrollo y su sufrimiento” (Clot, 2001, p. 14). Es posible decir entonces, que se habla de clínica de la actividad y no de análisis de la actividad porque la actividad realizada no es toda la actividad. Se comprende así que el abordaje de la clínica de la actividad procura “comprender la dinámica de acción de los sujetos” (Clot et al., 2001). Pero como la actividad de los sujetos es una actividad dirigida –en dirección a sí 13 mismo, al objeto de trabajo y hacia los otros- la realización de un co-análisis sobre el desarrollo de los sujetos, del colectivo y de la situación sería facilitada si fuera hecha a partir de los colectivos de trabajo. En relación a esto, y si adoptamos la perspectiva de que para comprender para transformar también es preciso transformar las situaciones de trabajo para comprenderlas, tenemos que adoptar la formulación de Clot que preconiza que “sólo los colectivos en sí mismos pueden operar las transformaciones durables en los ambientes de trabajo” (Clot et al., 2001, p. 17). 10. La estructura de la actividad Para finalizar, retomando los principales conceptos que fueron abordados a lo largo de este texto, pensamos que resulta útil presentar lo que Clot y Leplat (2005) llamaron “estructura dinámica de la actividad”7. En relación a esto, para los autores, la actividad de trabajo es, simultáneamente, personal, interpersonal, transpersonal e impersonal: - el conjunto de nuestras actividades es irreductiblemente personal; - es interpersonal por el hecho de ser una actividad dirigida para otros, incluso cuando aparentemente se está aislado en un puesto de trabajo único, como fue ejemplificado anteriormente, puesto que “(…)sin destinatario pierde su sentido” (Clot y Leplat, 2005, p. 310); - la actividad es transpersonal porque está atravesada por la historia colectiva de trabajo: la actividad personal resulta (también) de los recursos movilizados y transmitidos por los más experimentados y por la posibilidad de transmitirlos a los más nuevos. Es el involucramiento en la reconstrucción de un género profesional lo que aquí está en cuestión; - y su carácter impersonal deviene de la prescripción, por la organización del trabajo, de la tarea que es atribuida al trabajador. Intervenir, teniendo por base una clínica de la actividad, significa entonces considerar todas estas dimensiones. Incluso la dimensión impersonal, que es naturalmente la más descontextualizada, tiene que ser considerada pues orienta la actividad más allá de cada situación particular y, cuando queremos la transformación del trabajo, tenemos necesariamente que considerarla. De esta manera, estaremos en condición de recuperar la actividad, del desenvolvimiento de la actividad y de sus impedimentos. Pero, como subrayan los autores, “no se trata tanto de recuperar la estructura de la actividad en cuanto tal sino la estructura de su desenvolvimiento posible o imposible” (Clot y Leplat, 2005, p. 311). Y son los mecanismos de estos desenvolvimientos los 7 Clot y Leplat retoman en el texto de 2005 trabajos desarrollados anterioremente y publicados por Clot, Y., Fernandez, G. & Carles, L. (2002). Crossed self confrontation in the “Clinic of activity”. In S. Bagnara, S. Pozzi, A. Rizzio, & Wright (eds.), Proceedings of 11th European Conference on Cognitive Ergonomics, ECCE11 (pp. 13-18). Roma, Italy: Instituto di Science e Technologie della cognizione. 14 que están en el centro de atención del trabajo de Clot. Referencias Bibliográficas Clot, Y. (1994). L’activité d’ingénierie: question de sens. Actes du XXIXe Congrès de la SELF. In Ergonomie et Ingénierie. Paris: Eyrolles. Clot, Y. (1995). La compétence en cours d’activité. Education permanente, 123, 2, 115-123. Clot, Y. (1997a). Le probléme des catachrèses en psychologie du travail: un cadre d’analyse. Le travail humain, 60, 2, 113-129. Clot, Y. (1997b). Le rèel à la source des competences: l’exemple des conducteurs de trains en banlieue parisiense. Connexions, 70, 2, 181-192. Clot, Y. (1999). La function psychologique du travail. Paris: PUF. Clot, Y. (2000). La formation par l’analyse du travail: pour une troisiéme voie. In B. Maggi (Sous la direction). Manières de penser, manières d’agir en éducation et en formation (pp. 133-156). París: PUF. Clot, Y. (2001). Editorial. Education permanente, 146, 1, 7-16. Clot, Y. & Faïta, D. (2000). Genres et styles en analyse du travail: Concepts et méthodes. Travailler, 4, 7-42. Clot, Y. & Faïta, D., Fernandez, G. & Scheller, L. (2001). Entretiens en autoconfrontation croisée: une méthode en clinique de l’activité. Education permanente, 146, 1, 17-25. Clot, Y. & Leplat, J. (2005). La méthode Clinique en ergonomie et en psychologie du travail. Le travail humain, 68, 4, 289-316.