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1 LA FORMACIÓN A PARTIR DEL ANÁLISIS DEL TRABAJO: EN POS DE UNA TERCERA VÍA1 YVES CLOT La formación y el trabajo han sido durante mucho tiempo realidades extrañas entre sí. La experiencia profesional figuraba como un obstáculo para los caminos del conocimiento, y las dificultades de la “modernización industrial” se atribuían a menudo al “bajo nivel de calificación” del personal. En los años 1980, se creyó poder enfrentar el problema gracias a los métodos de educabilidad cognitiva. Estos métodos, preocupados por poner a los trabajadores en estado de “aprender a aprender”, privilegiaron en la formación las técnicas de entrenamiento en el razonamiento lógico o, por el contrario, apostaron a la mejora de las relaciones a fin de favorecer la movilización de lo subjetivo. De inmediato estos métodos fueron objeto de grandes críticas (Ginsburger, Merle, Vergnaud, 1992). Les reprocharon con justeza ser métodos de aprendizaje sin contenido, que preparaban para competencias sin contenido (Merle, 1992). En este contexto, el análisis del trabajo aparece en primer plano en la formación profesional. Las “maneras de aprender” se acercaron a las “maneras de hacer”. Más aún, las segundas, se vieron como las bases de las primeras. El contenido de las actividades del trabajo y su análisis fueron vistos entonces como un medio para aprender. La experiencia profesional, que en un principio era una desventaja, se transformó en una ventaja para la formación, y la validación de las adquisiciones profesionales se legitimó. Sin embargo los problemas están lejos de estar resueltos. Las antinomias tradicionales entre abordaje cognitivo y abordaje relacional (“subjetivo”) no desaparecieron para nada. Se las encuentra en los programas de formación concebidos a partir del análisis del trabajo real. En este capítulo, se buscará justamente comprender los problemas planteados por estas tareas que consideran la elaboración y la formalización de la experiencia profesional como un medio de formación. Se tratará de identificar las formas de investigación que contribuyen actualmente al desarrollo de este terreno y de proponer una lectura epistemológica de ellas. A partir de los resultados de una investigación sobre la validación de las adquisiciones profesionales (Clot, Vallouard, Werthe, 1998), se privilegiará una de entre ellas en tanto susceptible de resolver mejor ciertas cuestiones dejadas en suspenso por las otras. De la investigación a la formación: la autoconfrontación cruzada Algunos métodos de análisis del trabajo plantean directamente problemas de formación. Es el caso de las experiencias en terreno en autoconfrontación cruzada que hemos puesto a punto estos últimos años con De Faita (1997). La razón estructural de 1 En Maggi, Bruno Ed., 2000: Manières de penser et manières d´agir en éducation et an formation.Paris. PUF. pág.133 a 156. Traducción de Andrea Pujol para la Cátedra de Psicología Laboral. Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Córdoba. Febrero 2009. 2 esta proximidad entre trabajo y formación se encontraba ya claramente expresada por Vigotsky en 1935: “La acción pasada por el tamiz del pensamiento se transforma en otra acción que es reflejada” (1994). Desde el punto de vista metodológico, la tarea que le proponemos a los sujetos consiste en elucidar para otros (investigador, formador, o experto del mismo terreno) y para sí mismo, las cuestiones que surgen en el desarrollo de actividades profesionales presentadas con la ayuda de documentos videograbados. Se trata de comentar los tramos filmados de la actividad. Estas imágenes, son el resultado de un primer trabajo; ha sido necesario elegir las situaciones que serán objeto de análisis. Estas decisiones son en sí mismas el objeto de una primera elaboración con un colectivo de profesionales representativos del medio de trabajo, seleccionados en función de criterios elaborados con quienes demandan el análisis. Este colectivo que conforma un “ambiente asociado” a la investigación, se transforma en un interlocutor privilegiado y permanente del equipo de investigación. Es con este colectivo que se retoman y retrabajan los materiales filmados en autoconfrontación cruzada. El análisis de la actividad atraviesa entonces tres fases: primero un largo trabajo de consensuar las situaciones a ser seleccionadas para el análisis. En esta fase son efectuadas las observaciones de situaciones por los mismos investigadores a fin de alimentar una concepción compartida. La segunda fase acumula la producción de videos grabados de autoconfrontación simple (sujeto/investigador/imágenes) y de autoconfrontación cruzada (dos sujetos/ investigador /imágenes). Es el comienzo de un diálogo profesional entre dos expertos de un cierto campo, confrontados a la misma situación. La tercera fase, es una vuelta al “medio asociado” que se involucra en el trabajo de análisis y de co-análisis a partir del diálogo entre los dos expertos. En esta última fase, se produce lo que se puede llamar una percolación de la experiencia profesional puesta en discusión a propósito de situaciones rigurosamente delimitadas. Se establece un ciclo entre lo que los trabajadores hacen, lo que dicen que hacen y, para terminar, lo que hacen con lo que dicen que hacen. En estos procesos de análisis, la actividad dirigida2 “en sí”, se vuelve una actividad dirigida “para sí”. Se puede comprobar que el comentario de los datos del video del operador, en autoconfrontación sobre su trabajo, está dirigido a otro distinto que él mismo. La autoconfrontación clásica está en efecto guiada por un investigador, que puede ser un psicólogo o no. Por lo tanto, es una actividad en sí, en la cual el trabajador describe su situación de trabajo “para el investigador”. La prueba de la potencia de este fenómeno, se tiene justamente, cuando se pone en práctica la autoconfrontación cruzada, es decir cuando se retoma el análisis común del mismo registro del video, con otro experto de ese terreno, por ejemplo un colega del mismo nivel de experiencia. El cambio de destinatario del análisis, modifica el análisis. La 2 El concepto de actividad dirigida está utilizado aquí en un sentido preciso. Se trata de considerar toda actividad de trabajo como simultáneamente dirigida al objeto inmediato de la acción y a la actividad de otros hacia ese objeto. (Clot, 1999). 3 actividad de comentario o de verbalización diferida de los datos obtenidos, según que sea llevado a cabo para el psicólogo o para los pares, dan diferente acceso a lo real de la actividad del sujeto y está redirigida en cada caso. Es que la palabra del sujeto no se vuelve solamente hacia su objeto (la situación visible) sino también hacia la actividad de aquél que la registra. Es una actividad dirigida –en el sentido en que la hemos definido- en la cual el lenguaje, lejos de ser para el sujeto solamente un medio de explicar lo que hace o lo que se ve, se vuelve un medio para llevar al otro a pensar, a sentir, y a actuar según la propia perspectiva (Paul Han, 1929). De hecho, la verbalización en el análisis del trabajo, es un instrumento de acción interpsicólogico y social. Se trata para el sujeto de hacer participar naturalmente al psicólogo o a un par, de sus actos y de sus pensamientos, pero también de generar acuerdos, de inclinarlos hacia su propia mirada. Sin ninguna duda, las verbalizaciones sirven para poner al día las realidades del trabajo (Caverni, 1988). De alguna manera, siempre se trata de predisponer de tal o cual manera el espíritu de aquél a quien el sujeto se dirige. La verbalización es una actividad del sujeto en sí misma, y no solamente un medio de acceder a otra actividad (la acción realizada). Es por eso que se puede hablar de coanálisis del trabajo. En las secciones de autoconfrontación cruzadas el psicólogo o el par,por ejemplo, no tienen las mismas dudas, no le trasmiten al sujeto -aún por sus silencios- las mismas impaciencias, los mismos asombros, las mismas alarmas, a propósito de la actividad observada y comentada. Por lo tanto, lejos de tratar estos fenómenos como un obstáculo, nos proponemos sacar de ellos una ventaja metodológica. El sujeto trata de ver cómo influir sobre el psicólogo o sobre el “par experto”. En principio no busca en sí mismo sino en el otro. De una manera o de otra, lucha contra una comprensión incompleta de su actividad por parte de sus interlocutores, sospecha que existe esta comprensión insuficiente, y desea prevenirla. Trata de apropiarse del pensamiento de los otros, para modificar las movilizaciones de los otros sobre su trabajo. Trata de comprenderlos y ve su propia actividad “con los ojos” de la actividad de los otros. Experimenta, descifra y a veces desarrolla sus emociones a través de las emociones del otro. Es así que encuentra, sin haberlo buscado necesariamente, algo nuevo en él mismo. Pero las diferencias entre los dos destinatarios se vuelven capitales. El sujeto no responde de una manera única a los diferentes cuestionamientos y movilizaciones que le son aportados por el psicólogo y el par –ya sean aportados o presumidos-. Ve su actividad “con los ojos” de otras dos actividades discordantes. Nuestras investigaciones metodológicas han querido utilizar plenamente los recursos de esta disonancia. Es esto lo que las distingue de otros métodos que no adoptan el mismo marco teórico que el nuestro (Hoc y Amalberti, 1988). Allí donde los métodos clásicos confrontan un gran número de sujetos a una sola situación, nosotros proponemos confrontar un sujeto a muchas situaciones diferentes. Es que para nosotros, la investigación tiene que ver con el desarrollo de la actividad y no solamente con su funcionamiento. Desde este punto de vista, no solamente hay que comprender para transformar, sino también transformar para comprender. 4 Otras investigaciones han identificado el impacto de la actividad dirigida sin haber sacado las mismas conclusiones, en particular las de Vermersch (1994). Volveremos sobre este punto. Pero antes que nada hay que destacar el acuerdo que parece haber en este punto en torno a la idea de Vigotsky, quien dando el ejemplo del sosías escribía: “yo me conozco solamente en la medida en que yo mismo soy un otro para mí” (1925-1994, pág.46). Así, Pastré ha podido reflexionar en esta perspectiva a propósito de la actividad en un simulador visto como un mediador de formación: “en tanto que el sujeto está cara a cara con lo real, la conceptualización está frenada, porque la acción se agota en su propio éxito. Cuando uno está en una situación en tres términos (el sujeto, lo real y una representación externa de lo real, como contar lo que ocurrió); el sujeto debe coordinar no solamente el resultado obtenido, sino el manejo a través de la representación y el manejo a través por los resultados en la realidad. Esta difícil coordinación es el origen de numerosos conflictos cognitivos que son otras tantas ocasiones de desarrollar la conceptualización de la situación (1995, pág.46). Nuestra perspectiva es ciertamente diferente en tanto se interesa, como por otra parte lo hacen los trabajos de C.Teiger o de B. Six, sobre la formación (Teiger y Laville, 1991- Six et al. 1994), no solamente en la reconceptualización del objeto sino en el cambio de sentido de la situación para el sujeto. Como sea, el problema de la situación en tres términos está bien planteado por Pastré. Abordaje cognitivo: el ejemplo de la entrevista de explicitación P. Vermersch (1994) en sus trabajos parece no estar de acuerdo con el estatus teórico de este tercer término, ya que cree que el “cara a cara” con la realidad es finalmente posible. Sin embargo, Vermersch no se priva por ejemplo de dar cuenta del impacto del destinatario de la verbalización en la descripción de la acción dada por el sujeto. Señala que en las entrevistas de explicitación que practica, el conocimiento de la tarea por el interlocutor del sujeto puede ser una seria desventaja para la verbalización de la experiencia. En efecto, ya sea que este interlocutor imponga al sujeto un modelo implícito de la actividad al referirse a sus propias normas, ya sea que omita cuestionar las descripciones que le parecen evidentes (Vermersch, 1994, pag.149); en los dos casos, la condición de experto del destinatario tiene por efecto obturar el cuestionamiento del sujeto sobre su propia actividad. En efecto, el sujeto se dirige a alguien que posee la experiencia en esa tarea y entonces la explicitación se vuelve menos útil para ambos interlocutores. El acceso a lo real de la actividad se encuentra modificado. Según a quien se dirija, uno no “desarrolla” la misma acción, para usar el vocabulario de Vermersch. Es preciso enfatizar que el destinatario de la verbalización es constitutivo de sus contenidos. Esta enseñanza, puede extraerse de la experiencia de autoconfrontación cruzada. La complicidad en la experiencia y la habilidad pueden volver la actividad más implícita y obturar su comprensión. Es por esto que nos parece que se impone la presencia de un “no especialista” de la tarea cuya “inocencia profesional” pueda ser un obstáculo para esta complicidad. Pero la inexperiencia en la tarea de la que da prueba el psicólogo, nuevo en el terreno, no es una virtud en sí misma: lo es cuando está asociada a la experiencia del “par experto”. Volveremos más adelante sobre los beneficios que puede dar el análisis psicológico del trabajo, para enriquecer la descripción de la acción 5 de estos “juegos de lenguaje” que afectan el destino de la verbalización. El “método de las instrucciones al sosías” es la respuesta técnica que hemos elaborado – a partir de trabajos anteriores (Odonne, 1981)- para los asuntos que acabamos de señalar. Este método de autoconfrontación en formación, menos denso que el practicado en análisis del trabajo, en tanto no apela a la videograbación en el medio natural, es un instrumento de elaboración de la experiencia profesional. Expondremos sucintamente los resultados obtenidos gracias a este método y las nuevas problemáticas que plantea. Pero para comprender en lo que es similar y en lo que se diferencia de la metodología de explicitación propuesta por Vermersch, es necesario resumirla a grandes trazos. En sí, las técnicas de formalización de la experiencia, deben ser objeto para nosotros, de investigaciones sistemáticas, si se quiere volver “discutible” el abordaje de la singularidad de la experiencia y de la acción en su ambiente o si uno quiere sacar enseñanzas para la formación. La cualidad del trabajo de Vermersch es que formaliza los métodos que utiliza, ligándolos a una teoría de la acción: “si por acción designo la realización de una tarea, la entrevista de explicitación apunta a la descripción de esta acción, tal como fue efectivamente puesta en práctica en una situación real” (1994 pag.18). La idea del análisis es enmendar los errores o la reproducción de la experiencia, es decir la apropiación de sus competencias, por parte del sujeto en relación a la tarea: los procedimientos realmente puestos en práctica, razonamientos, los fines realmente perseguidos, los saberes realmente utilizados, las preconcepciones en las que se originan las dificultades. (pag 18 y 178). A fin de cuentas lo que progresa es la autoinformación del sujeto sobre la experiencia que posee (pag.77 y 149) y esto se hace en relación a un diagnóstico acerca de la naturaleza y las causas de un fracaso o de un éxito profesional (pág.178). Para hacer esto la acción es definida por Vermersch como un procedimiento y no como una intención (pág. 34). Este abordaje por la realización procedimental y operatoria, por el “desarrollo de la acción”, deja deliberadamente de lado el problema de la formación de la acción y del nacimiento de los fines. Se lopuede comprender desde una perspectiva cognitiva inspirada desde hace mucho tiempo en los trabajos de Piaget (Vermersch, 1978). De hecho, el éxito o el fracaso está referido a la organización secuencial de las operaciones de la tarea realizada. Para él, la acción es la realización de la tarea. Sin embargo, sin respaldar esta comprobación, nosotros hemos llegado a un resultado diferente: se puede compartir sin reservas la idea que la acción separada de sus técnicas de ejecución es una mirada del espíritu. Pero ¿es por esto necesario descuidar el hecho de que la acción es, según las circunstancias, la invención de un fin, para deshacerse de las imposiciones de la actividad sobre la tarea?. La acción no es más que realización, pero también superación de sus presupuestos operatorios y subjetivos, principio de subjetivación (Clot, 1999). El desarrollo operatorio de la acción así “formada”, es, ciertamente, un momento decisivo, pero es necesario ligarlo a lo real del sujeto, situado en un campo de actividades posibles e imposibles, que desbordan muy ampliamente sus “realizaciones” inmediatas. 6 La acción no es solamente la realización de una tarea. La tarea es también una “realización” de las actividades que el sujeto trata de llevar a cabo a través de ella, como puede ser también la ocasión de alejar las que rechaza (Clot, 1995). Si, como comprueba Vermersch, el desarrollo de la acción es modificado por el sujeto, según a quien se dirige, las operaciones seleccionadas por él, lo son en función de objetivos que no dependen solamente de la tarea narrada, sino de lo que lo incita a actuar en el momento del análisis. La acción realizada que uno desea comprender, ya es inseparable de lo que el sujeto ha creído posible hacer o no hacer cuando la ejecutaba. Pero también es inseparable de lo que imagina como realizable en la situación en la que se encuentra cuando la describe. Para nosotros, hablar de lo vivido, no puede ser un simple recuento de acontecimientos pasados, independientes de las intenciones presentes del sujeto en relación a los otros y a sí mismo. Vermersch parece admitirlo o por lo menos acordar en que “lo que el sujeto pone en palabras a partir de la reflexión de lo vivido, no ha existido anteriormente bajo esa forma”. Según él, sería más apropiado hablar de “creación de memoria”, tomando este proceso como un pasaje de lo vivido a lo representado (pág.102). Lo seguiríamos de buena gana en esta dirección, pero el problema es que esta creación psicológica nueva, no es solamente una representación de lo vivido anterior, sino también un representante de lo que se está viviendo en el presente en su vínculo con su o sus interlocutores: es el producto psicológico de una situación de interlocución definida ya sea por una demanda o por la ausencia de toda demanda en relación al analista del trabajo. Por lo tanto, para nosotros, no se trata de un acceso a una nueva representación, la cual gracias a la mediación de una nueva situación vivida, conduce al sujeto a seleccionar en la cadena operatoria pasada lo que le pudo permitir realizar su acción presente para el destinatario de la verbalización. Es una acción en curso entre sujetos y no solamente una representación de la acción pasada. Es por esto que se puede hablar del coanálisis del trabajo: la acción del psicólogo, del “formador” o del experto, en respuesta a la acción del sujeto, es decisiva en la producción de las descripciones del trabajo. Circunscribe -aún sin saberlo o sin quererlo- las posibilidades que el sujeto elige o no en la presentación de su acción. Lejos de simplemente reencontrarlo, modifica el desarrollo de la acción. Parecería que Vermersch no utiliza este desdoblamiento de la acción vivida en el pasado, revivida en el presente y que pertenece por lo tanto a dos contextos a la vez. Esta doble pertenencia, que es una doble codificación, remite la acción a dos sistemas de actividades diferentes. Este hecho nos parece decisivo para dar al sujeto el espacio de elaboración y la ocasión de descubrir lo real de su actividad en la encrucijada de muchos desarrollos posibles de la acción. Es cierto que para aferrarse a esa discordancia como instrumento de análisis hay que considerar a la verbalización como una acción sobre otra acción, haciendo eco en uno mismo, es decir como una acción completa que recubre el desarrollo narrado de la acción pasada con las intenciones y las operaciones de la acción presente. Hay que tomar la actividad lingüística dirigida –la situación de enunciación- como un actividad en sí, y no solamente como una expresión de segundo grado de “la posición cognitiva del sujeto” (pág. 68). Hay que ver el lenguaje no sólo como un medio de expresión de lo 7 vivido en el pasado, no sólo como una técnica entre otras “técnicas de ayuda para hacer recordar acontecimientos pasados” (pág. 90). Si lo hacemos de esta manera, desembocaríamos como Vermersch en un diagnóstico abusivo del “carácter dudoso de la verbalización” (pág. 68) a la cual uno le pide mucho (el contacto con el pasado por la mediación de desencadenantes sensoriales), y no le da suficiente (un rol de realización de la acción presente). De hecho, el movimiento mismo del pensamiento que va de la idea a la palabra, es un desarrollo (Vigotsky, 1934,97). Por lo tanto, este desarrollo está dirigido, y el interlocutor del sujeto participa en él. Al fin de cuentas, el trabajo de Vermersch consiste en “guiar” la elucidación de la acción vivida por el sujeto mismo, a quien tratamos de colocar en la mejor postura cognitiva para que lo haga. Debe encontrar los “desencadenantes sensoriales” que le darán acceso a la memoria involuntaria de manera deliberada, gracias a los procedimientos que lo vuelven hacia su experiencia vivida (páginas 90 a 103). Tiene éxito cuando la situación pasada está más presente que la situación actual de interlocución, que nunca es más que un procedimiento de fragmentación de la evocación de lo vivido de la acción (página 57) cara a cara con lo real para retomar la expresión de Pastré. Es por lo tanto el acompañamiento del sujeto hacia el desarrollo de la acción vivida y su guia hacia el desarrollo de la acción lo que funda la intervención del psicólogo o del formador según Vermersch. En lo que nos concierne, consideramos que las actividades no están “siempre listas” a la espera de una explicitación. Nuestra propia actividad de análisis, no consiste en encontrarlas como invariantes susceptibles de ser solamente validadas por el análisis. Sabemos que el análisis no las deja en el estado “en que las encuentra”. Pensamos que el análisis “las desarrolla”, en el sentido fuerte del término. Parafraseando a Vigotsky, 1934, 1997, se puede decir que la verbalización en la autoconfrontación, no viste a la acción como una prenda a medida. No sirve de expresión a las actividades ya hechas. Al transformarse en lenguaje, las actividades se reorganizan y se modifican. El lenguaje, gracias al cual el sujeto se dirige a su interlocutor en el intercambio que constituye el comentario de su actividad, vuelca sobre el objeto analizado los efectos de este intercambio. Entonces, las actividades no se expresan en palabras que servirían de vehículos amorfos para hablar de ellas. Gracias al lenguaje dirigido a otro, el sujeto “realiza” en el sentido fuerte del término sus actividades. De hecho su “realización” está determinada por el contexto en que son movilizadas. Hay tantas realizaciones como contextos posibles. El contexto de la autoconfrontación cruzada moviliza la experiencia bajo dos ángulos diferentes, y la descripción y la explicación no serán idénticas en ambos casos. El abordaje etnometodológico Debemos entonces detenernos aquí en un punto decisivo. Se puede, y según nosotros se debe, dejar de lado la idea demasiado simple de explicitación o de extracción, pero este esfuerzo no debe conducir a un deslizamiento simétrico de la argumentación.Partiendo del hecho que las actividades no son solamente esquemas operatorios invariantes, subyacentes a la acción, que sería necesario encontrar a lo largo del análisis, 8 ¿deberíamos mirarlas por el contrario, como simples productos conjeturales de este mismo análisis? ¿debemos abordar su realidad solamente como una construcción “intersubjetiva” para retomar la formulación de N. Roelens por ejemplo? La cuestión merece ser planteada porque la tesis de Roelens, que relaciona la realidad de las actividades al contexto del intercambio entre un sujeto y aquellos a quienes se dirige para describirla, no carece de argumentos convincentes. ¿No hemos nosotros mismos insistido incesantemente en hacer notar, en las autoconfrontaciones cruzadas, los efectos del destinatario del discurso sobre la descripción de las actividades del sujeto? ¿No hemos a menudo mostrado los efectos anticipados de problemas de investigación que nosotros nos planteábamos sobre la manera de pensar y de explicar su trabajo para nuestro interlocutor? La demostración del impacto de ser destinatario del discurso en la descripción de la actividad ya no hay que hacerla. La intersubjetividad del intercambio reglado con un investigador empuja al sujeto a manifestar dimensiones ignoradas de sí mismo en su propia experiencia. Otras dimensiones son “realizadas” por él, con otros interlocutores, cuando la autoconfrontación lo pone en posición de intercambio sobre las mismas escenas del video, por ejemplo, con un joven recientemente integrado al servicio, o aún con un experto en ese tipo de trabajo. La trasmisión de la experiencia está por lo tanto regulada por su destinatario. La acción reflexionada, lo es por el intermediación de otro. La comprobación de tales hechos insita a algunos de manera más general a proponer “una ruptura epistémico radical con las teorías que dominan aún el cuadro de referencia habitual del reconocimiento de lo adquirido, las que se sitúan en una perspectiva de objetivación de las competencias y se esfuerzan por eliminar la subjetividad”. (Roelens, 1997, pag 49). Más ampliamente, en esta perspectiva etnometodolgógica inspirada en los trabajos de G.H. Mead, 1934- 1963 y que respalda algunas corrientes muy actuales de análisis de las competencias, la competencia profesional, lejos de existir en sí, es el resultado de una habilitación intersubjetiva y social. El cambio de perspectiva para esta corriente de investigación, consiste en mirar las cosas “desde el ángulo de los procesos intersubjetivos de atribución de competencias, lo que permite pasar de una afirmación de objetividad a la toma de conciencia de la implicación de las subjetividades en todo acto de evaluación (Roelens, 1997, p.51). De esta manera las actividades competentes serían solamente el resultado del intercambio social e intersubjetivo entre sujetos. No habría más competencia privada, como no habría pensamiento privado. La experiencia no es más un atributo de la persona, sino que es atribuida por el juicio de otro. El individuo no se vuelve efectivamente competente más que en razón de que se le atribuye una competencia (Stroobants, 1993). Así, contra el realismo de la psicología cognitiva, habría que sostener un anti- realismo de la actividad, concediéndole lo esencial a los intercambios entre sujetos, negando toda consistencia específica a las operaciones técnicas de la acción. Lo real, remitiría a su descripción, a las convenciones que lo etiquetan (Becker, 1985). Según nosotros, estos análisis no pueden ser llevados hasta su última instancia, ya que hay tantos contextos de enunciación como “realizaciones” diferentes de la experiencia. La enseñanza que se puede sacar del análisis del trabajo es precisamente que la experiencia 9 no cesa de ser una y no se desagrega en tantas experiencias como contextos en los cuales se puede insertar y realizar. Es por esto que, en oposición a un abordaje de la actividad como invariante operatoria y a un abordaje que la vuelve una simple construcción intersubjetiva, nosotros pensamos que existe otra vía. Esta vía se inscribe en una perspectiva de desarrollo, de inspiración histórica (Clot, 1999). La experiencia tiene una historia, y su análisis transforma esta historia. La significación de las actividades no es una constante para el sujeto y el análisis la enriquece, pero en ningún caso la reduce a ser solamente un producto del intercambio coyuntural y social entre sujetos. La actividad posee una continuidad operatoria y subjetiva, que no se diluye en cada una de las situaciones en la que uno la observa. Es el enriquecimiento de la experiencia por el sentido que toma en cada uno de los contextos de análisis y de acción, lo que constituye la ley fundamental de la dinámica de las actividades. Estas no son ni producidas ni reproducidas por el análisis del trabajo. Son desarrolladas por el análisis, enriquecidas o aún expandidas, gracias a los diferentes contextos que el análisis les ofrece para pensarse y repensarse. La tarea de la autoconfrontación cruzada no apunta a una simple restitución de la experiencia adquirida, sino que produce una experiencia. Se podría decir según nuestra perspectiva que en la historia del sujeto, el análisis del trabajo confiere un valor agregado a la actividad descripta y es por ello que es formadora. Hay por lo tanto dos maneras de “anular” el desarrollo de las actividades. La primera consiste en polarizarse, en captar una actividad-sustancia, interna al sujeto, completamente separada de las condiciones sociales e intersubjetivas en las que aparece. En este caso se buscan sus invariantes y el desarrollo se ve entonces privado de “sus posibles”. Pero también se anula cuando, a la inversa, la actividad se confunde con una creación que emerge en el intercambio, con una creación del intercambio. Allí también lo real está confundido con lo realizado, y lo no hecho está alineado con lo que se hace en el momento del intercambio. Sin embargo, la actividad existe también independientemente del intercambio, en la historia corporal y psíquica del sujeto, y también en el género social de actividades de un ambiente que la “guarda” en la memoria social. (Clot, 1999) De hecho, estas posiciones opuestas -cognitivista una, subjetivista la otra- son más gemelas que antagónicas para decirlo a la manera de Vigotsky. Ambas hacen un “impasse” respecto de la vida de la experiencia profesional. La vía que nosotros intentamos seguir consiste en pensar que el intercambio intersubjetivo pone en movimiento la actividad existente. Pero, inscribe las huellas de este intercambio en una historia personal que tiene su propio curso, distinto de tal o cual intercambio, hecho a la vez de operacionalidad y de potencialidades aún no llevadas a cabo. No podemos más que pensar, en la manera en la cual Vigotsky criticaba estas posiciones gemelas del cognitivismo y del subjetivismo: “en el primer caso para poder preservar la existencia del sentimiento, debemos rechazar su sentido, en el segundo caso, para poder preservar lo vivido y su sentido, debemos, de la misma manera rechazar la vida”. (1933- 1998, pag.361). 10 En los dos casos, el desarrollo no constituye la puerta de entrada al análisis. En los dos casos la transformación de la experiencia no constituye el centro de la tarea. La formación no está entonces en el horizonte del análisis del trabajo. ¿Se puede entonces seguir otro camino? Formación y transformación de la experiencia: la instrucción al sosías. En formación, utilizamos métodos más livianos que los antes mencionados de autoconfrontación cruzada, utilizados en situación de trabajo. Obedece sin embargo a los mismos objetivos. Se trata de ejercicios de instrucción a un sosías. Como ya hemos mostrado (Clot, 1995) apuntan a un transformación del trabajo del sujeto por un desplazamiento de sus actividades. Antes de seguir, expliquemos en qué consiste. Puesto a punto por Oddone, en la Fiat, en losaños 1970, en el contexto particular de seminarios de formación obrera en la Universidad de Turín (Oddone et all, 1981) el ejercicio de “instrucción al sosías” implica un trabajo de grupo en el curso del cual un sujeto voluntario recibe la siguiente consigna: “supón que yo soy tu sosías, y que mañana me encontraré en situación de tener que reemplazarte en tu trabajo. ¿Cuáles son las instrucciones que deberías darme para que nadie se dé cuenta de la sustitución?”. Se desarrolla entonces una secuencia de trabajo determinada para facilitar la focalización de la experimentación en los “detalles” del trabajo, interesándose más bien en la cuestión del “cómo” que en la cuestión del “por qué”. Lo que por otra parte tiende a recortar las preocupaciones de Vermersch sobre este punto. Este método de autoconfrontación, obedecía en Oddone a un marco teórico de análisis sensiblemente diferente al que nosotros utilizamos para comprender el desarrollo de la actividad. Sin embargo, hemos conservado en nuestras investigaciones y en nuestras clases, los criterios de delimitación de la situación de trabajo utilizados por el psicólogo italiano. Cuatro planos de experiencia profesional son tomados en cuenta, respecto de los cuales se exigen consignas precisas: el campo de las relaciones con la tarea propiamente dicha, el campo de las relaciones con los pares en los ámbitos colectivos, el de las relaciones con la jerarquías, y finalmente el de las relaciones con las organizaciones formales o informales del mundo del trabajo. Es que según nosotros, como ya se ha visto, la actividad puede ser mirada como la más pequeña unidad del intercambio social, vuelta a un mismo tiempo hacia su objeto como acción operacional y hacia la actividad de los otros en relación a ese objeto. Esta tríada viviente del actuar, es por lo tanto el objeto del co-análisis practicado. La tarea no es para nosotros más que un aspecto de las actividades de trabajo. Los materiales recogidos son retomados luego, por parte del sujeto implicado, quien los comenta por escrito. Desde este ángulo, la autoconfrontación se opera en dos tiempos. En una primera fase, el sujeto se confronta a sí mismo, por la mediación de la actividad regulada del sosías. En la segunda fase, se confronta con las huellas que quedan materializadas de este intercambio (decodificación de los registros) con la mediación de una actividad de escritura eventualmente dirigida a otros que no son el sosías. Vigotsky proponía mirar la conciencia no solamente bajo el ángulo de su producto (la representación), sino bajo el ángulo de su formación, la definía como “la experiencia 11 vivida de la experiencia vivida”, dicho de otra manera, “una especie de eco de todo el organismo a su propia reacción”, o aún, “un contacto social con uno mismo” (1925, 1994, pág. 46,47). Así en nuestra experimentación, el análisis de las relaciones entre el sujeto y su propia actividad – objeto del trabajo de instrucción- está dirigido hacia la actividad del sosías, relacionada con este objeto. La misma acción, tiene lugar en una actividad diferente dirigida a otro destinatario. Esta situación en la cual el sujeto dialoga consigo mismo, bajo la imposición de una transacción con el otro, le vuelve “extranjera” su propia experiencia. Este efecto, puede volverse la causa de unta transformación de la actividad. Se dirá entonces que ésta puede cambiar de sentido al realizarse en nuevas significaciones, luego de ser desligada de las antiguas significaciones en las cuales el pensamiento estaba “atrapado”. Para volver “discutible” esta metodología, presentaré nuevamente aquí, el extracto de un músico de orquesta, un trompetista, luego de la decodificación de sus “instrucciones”3. Esta nueva presentación de una secuencia ya analizada, intenta enriquecer la anterior presentación (Clot, 1995, 1998) por medio de una reevaluación metodológica. Al principio, al dar “instrucciones”, este músico responde por la negativa a una pregunta del sosías, quien preocupado por tener que reemplazarlo y tener la mejor suerte en ello, le pregunta si un cambio de instrumento no le permitiría superar sus problemas en la ejecución del instrumento musical. Pero la autoconfrontación hace rebotar el problema y contradice la primera respuesta negativa. El comentario posterior se mezcla con la actividad, la precipita hacia delante, cambiando a través de las palabras su estructura, y creando así el acontecimiento: “esta pregunta acerca del instrumento, ha tenido la virtud de hacerme preguntar acerca de la adecuación entre el material que utilizo (modelo de embocadura, de trompeta) y la evolución de mi técnica instrumental a lo largo de estos últimos años. No he cambiado de instrumento, yo estoy muy habituado a él. Sin embargo, los pequeños detalles técnicos sobre los cuales tengo tendencia a molestarme, están siempre presentes. Mi filosofía de ejecución, nunca ha sido la de buscar el problema fuera de mí. Si algo no marcha, no es el instrumento, soy yo. De allí, la falta total de interés en otros modelos que pudieran tener otro tipo de respuestas a mi manera de tocar. La consecuencia de todo esto, es que algunas dificultades técnicas me estresan más que lo normal, que un trabajo regular no resuelve nada, y que la búsqueda del color en el sonido que deseo, no siempre la obtengo. Este cuestionamiento provocado por este trabajo del CNAM, me ha llevado a intentar tocar con la trompeta de un colega que utiliza la misma marca, pero de un modelo diferente. Poniendo en duda la adecuación de mi material a mi técnica, acepté por una vez intentarlo, dejando mis a prioris de lado. Resultado, esto me convenció. Voy a dedicar un poco más de tiempo a la búsqueda de un modelo de trompeta que me convenga más. Ya con el de mi colega me va mucho mejor, pero me enteré que hay otra marca que acaba de hacer un modelo muy eficiente. Nunca había querido andar probando, dejaba eso para los otros. Ahora estoy motivado por la búsqueda de alguna cosa que pueda ayudarme a reencontrar mi entusiasmo juvenil. 3 G. Akoka, Mémoire de travaux pratiques. V.1, CNAM, 1994. 12 Verdaderamente tengo la impresión de que esta negativa a probar un instrumento diferente, sostenía una situación ambigua: yo no quería encontrar más que razones personales a mis límites, mientras que un intento de una hora me acaba de probar lo contrario. Algunas situaciones técnicas, jamás bien resueltas en mi instrumento, ahora no me plantean ningún problema en un modelo diferente. Por lo tanto el instrumento tenía algo que ver. ¿Y si el bloqueo en cuanto al cambio de instrumento era un pretexto para no ir más allá y para no explotar más mis posibilidades? Y cuando lo pienso, este colega que me ha hecho tocar en su instrumento me ha estado diciendo al menos durante dos años: “deberías buscar un material más sonoro, siempre estás cercano a los límites de tu instrumento, esto no te permite utilizar todas tus posibilidades”. Mi respuesta era invariablemente: “No soy capaz de tocar en otro material. ¡Y ni siquiera lo había intentado! Y en el primer intento, me convencí de la necesidad de cambiar de instrumento”. ¿Cómo comprender el proceso psicológico revelado por esta situación? Antes que nada, hay que hacer notar que la transmisión de consignas capaces de permitir un reemplazo efectivo es una misión imposible. El sosías-reemplazante, se esmera para recuperar la experiencia indispensable para pasar una prueba en la cual estará solo. Busca entonces en la situación futura aquello que le facilitará la tarea, tratando de sacar el mejor provecho de la situación presentada por su instructor. Se dirige al sujeto para obtener una doble descripción: la de la situación, y la de la forma en que debe ser conducida esa situación. No puede ver la situación como el sujeto, para quien es un medio de vida habitual. Estas cuestiones dibujan por lo tanto la situación ordinariadel sujeto en trazos inesperados. Para el sosías es desconocida y sobre todo a descubrir. Debe anticipar los obstáculos y los recursos que hallará en función de la representación que se hace de la tarea. Le pide al sujeto que lo guíe en su acción. De esta manera, el “tú” al que se dirige la transmisión de las consignas, toma por objeto la actividad futura del sosías. El instructor debe ayudarlo a desempeñarse en una situación que no conoce, indicándole, nos solamente lo que hace habitualmente, sino lo que no hace en esa situación, lo que no habría que hacer, sobre todo si uno es un suplente, lo que se podría hacer pero no se hará, etc. Dicho de otra manera, el sosías “reclama” un acceso, no sólo a lo vivido de la acción, sino a lo que no ha sido y no es vivido por el sujeto. En esta metodología, la acción no vivida forma parte de lo real de la actividad, de la misma manera que la acción vivida. Lo que le podría suceder al reemplazante, debe ser examinado para hacer frente a cualquier eventualidad. En otras palabras, el objeto del análisis para centrarse igualmente sobre el desarrollo operacional de la acción, no descarta los conflictos y las opciones que dirigen la formación de las intenciones de la acción. El nacimiento de los fines, entre otros fines posibles del trabajo, es objeto de un coanálisis, que busca restituir a la actividad su dimensión opcional inseparable de su dimensión operacional. Técnicamente la actividad del sosías consiste en resistir a la actividad del instructor, que trata de hacerlo compartir su versión de lo real. Resiste interponiendo entre el instructor y su acción una imagen de la situación poco conforme a la idea “naturalizada” que se hace de ella el sujeto. Coloca en el medio imaginado, los obstáculos que acumula 13 delante de la acción habitual del instructor. Traba el desarrollo de las operaciones mencionadas con el fin de que el sujeto movilice no solamente ese desarrollo, sino otros desarrollos más compatibles con la descripción del medio propuesta por el sosías, aún y sobre todo, si se trata de una representación sorprendente de la situación de trabajo. Es así que, lo que es convocado por la obstinación metodológica del sosías es la actividad posible o imposible en la actividad real. Lo que es trasmitido entonces por el instructor o más bien encontrado en el comentario de autoconfrontación subsiguiente, son las vacilaciones y las alternativas, la génesis de las opciones. No solamente los comportamientos que han vencido, sino los que han sido abandonados sin ser sin embargo abolidos. El sujeto, en el curso de este ejercicio, intenta ser lo que piensa que debería ser, sirviéndose de su situación profesional como mediación, como medio de acción sobre el sosías. Este último, busca ser lo que debería ser. Pero, explora la situación que anticipa como una fuente de su actividad futura. En este “juego”, la situación no ocupa el mismo lugar en la actividad de ambos interlocutores. Para el instructor puede diferenciarse y de alguna manera desprenderse de sí, exteriorizarse, abriéndole otras posibilidades de relación con lo real. Es lo que se podría llamar una “introspección profesional”. El sosías, buscando –sin nunca encontrarlo– todos los posibles, y todos los obstáculos de una situación que no conoce (utilizando su falta de experiencia en el terreno, pero también su experiencia científica) reubica al sujeto ante las opciones que ha hecho, en las contradicciones que padece y para las cuales ha encontrado en el mejor de los casos el producto que presenta. El sujeto se compara a las vacilaciones del sosías, que afronta lo real como otras tanta ocasiones de optar y de elegir. Esta indeterminación del sosías, deconstruye la versión del sujeto. Opera una ruptura en el encadenamiento habitual de las operaciones. La rehabilitación de lo real como posible, desnaturaliza la cadena operatoria, transformando la línea recta trazada para el sosías por el instructor, en bifurcaciones sucesivas. Resulta que el sujeto descubre entonces, como en el caso del trompetista, la alienación que constituye la aceptación de dejarse determinar por ciertas imposiciones contraídas mientras que otros compromisos suyos eran y son posibles. Cuando es el caso, se confronta al sujeto con la opción de deshacerse o no de sus “adherencias” o rutinas. La subjetivación es esta toma de distancia del sujeto cuando el sosías –que no ha “enfrentado” nunca la situación- le propone demasiadas posibilidades. En estas circunstancias, el sujeto es lo que podría ser. “Realiza” – en los dos sentidos del término- lo que habría podido ser. Por la mediación del sosías, lleva a cabo lo que no ha hecho, en respuesta a este interlocutor, que se lo propone, sin necesariamente haberse dado cuenta de las opciones que había negado considerar, que había obliterado o desconocido, ignorado o por el contrario tratado en vano de descubrir. El sosías reemplazante, experimenta su acción en situación y pone a prueba las actividades de su instructor. Pero en contrapartida, debe ser guiado por las consignas del sujeto, a quien se impone la tarea de evitar que su interlocutor sea reconocido. Esta búsqueda de la conformidad operatoria se le presenta al sujeto como una reducción de 14 las posibilidades, una atrofia de su actividad real, en relación a la tarea, a los colegas, a la jerarquía, y a los grupos informales de pertenencia. De esta manera, es llevado a reflexionar acerca de sus “opciones” en el momento mismo en que se desarrolla la cadena operatoria que las pone en práctica. El “cómo”, focalizado sobre el desarrollo procedimental de las operaciones, desemboca, paradojalmente sobre el “porqué “de la acción, es decir, sobre las inhibiciones que la preceden. Es finalmente una retro-acción a la cual el sosías invita al sujeto. No busca hacerle evocar el pasado de la acción vivida, sino hacerlo compartir la dificultad de reproducirla. Apunta no a informarse de lo que hace el sujeto, al guiarlo hacia una exploración de su “pensamiento privado” (Vermersh, 1993), ni tampoco a situarlo en una posición de palabra “encarnada”, sino a “deformar” sus esquemas a prueba de lo real, guiados por el sujeto. El sosías, al esforzarse por actuar él mismo en la situación que conoce el sujeto, le reclama los medios para hacerlo. Pero los instrumentos que éste último se ha construido para lograrlo, ya no están adaptados a la situación descripta por el sosías, a la vez familiar y extraña. Es este desplazamiento en lo real, lo que lo puede hacer que se desprenda de sus esquemas de acción habituales. Las operaciones, al pasar por la actividad del sosías, se dibujan sobre un nuevo fondo. La actividad conjunta de los dos interlocutores despega el objeto de la acción del sujeto. Por un lado, este objeto, reinvestido en otro marco, adquiere una permanencia y una independencia que es una representación para el sujeto. Por otra parte, el sujeto se beneficia también de esta independencia, y obtiene una disponibilidad psicológica que lo propulsa hacia una zona de desarrollo potencial. La toma de conciencia no es solamente una nueva representación del objeto, sino simultáneamente otra representación del sujeto que “se percibe” en la actividad del otro; es el otro que lo inviste, y con quién se mide. El pensamiento decía Vigotsky “nace, no en otro pensamiento, sino en la esfera motivante de nuestra conciencia, que engloba nuestros impulsos y nuestras necesidades, nuestros intereses y nuestros móviles, nuestros afectos y nuestras emociones” (1934,1997, pág 380). El sosías, como representante de la acción que se repetirá, presenta consignas cuya ejecución produce un resultado inesperado para el instructor. En efecto este resultado le es devuelto por la actividad del otro. Investido por ella, trata de sacar ventajas de las propias consignas. La acción se encuentra desdoblada. Ha aparecido una versión nueva, rival de la primera, planteando un conflictoen su desarrollo. A estas alturas, se puede decir sin duda, que trasmitir es hacer posible un nuevo acto. En efecto, el “trabajo de la actividad” que proponemos en este ejercicio, transforma las operaciones de la acción analizadas, no en un instrumento de referencia para “reproducirlas” o “corregirlas” (remediarlas), sino en un instrumento de descubrimiento de las diversas alternativas de las cuales la actividad está erizada. El trabajo corriente puede ser descrito, como una serie de “sustracciones” de actividades que el sosías debe, por el contrario, esforzarse por reubicar en la actividad presente, atrapando lo real en lo realizado, contra un instructor que a menudo busca, por el contrario, vincular lo real con lo realizado. Recordamos que las técnicas de autoconfrontación cruzada, en análisis del trabajo, quieren “jugar” sobre los destinatarios de la acción, para enriquecer la descripción 15 y colocar lo posible dentro de lo real. Al estar doblemente dirigida al par experto, y al psicólogo del trabajo, el sujeto toma posición en una encrucijada en la cual no encuentro solamente el desarrollo procedimental de la acción, sino que se expone a muchas acciones posibles. Este hiato es un efecto de intersección y de percusión, de muchas actividades en una, ocasión para el sujeto de liberarse de los presupuestos de su acción, y sobre todo, oportunidad de subjetivación. Sin embargo, en las técnicas de transmisión al sosías, se plantea el problema de saber cuál es la naturaleza de este destinatario singular, el cual, por un lado no debe ser une experto (en esa actividad), y por el otro, se debe mostrar capaz de reemplazar verdaderamente a su instructor. Se trata entonces, de un interlocutor deliberadamente artificial, que padece un handicap irremediable: no sabe, pero debe saber. Es necesario que se prepare para eventualidades múltiples, que no se priva de mencionar, porque no está aún inhibido como su instructor lo está para actuar. Multiplica entonces los obstáculos para aprender, aún en aquello que el otro no ha previsto enseñarle. Entonces, el “tú” a quien se dirige el instructor, es una contraparte doble, que sabe y no sabe a la vez. Es a la vez yo que no sé y yo que sé, personaje artificial capaz de solicitar el diálogo entre lo que hago y lo que podría hacer. El sosías debe ser el experto que no es. Es la paradoja de un experto para quien nada es “natural”. Se puede considerar que su handicap, es una ventaja metodológica para una elaboración de la experiencia que apunta entre otras cosas la subjetivación de la acción. El análisis del trabajo muestra ser un buen instrumento de formación para el sujeto, a condición de volverse un instrumento de transformación de la experiencia. Lo que es formador para el sujeto, es decir que amplía su espectro de acción y su poder de actuar, es lograr cambiar el estatuto de lo que ha vivido: de objeto de análisis, lo vivido debe volverse un medio para vivir otras vidas. El sujeto no lo encuentra más que cuando ya está transformado. Ser consciente escribe Bronckart, es poder actuar sobre su pensamiento (1999, pág.17). La toma de conciencia es una vuelta sobre el pasado, paradojalmente autorizada por el alejamiento del sujeto respecto de él. Por otra parte, el sujeto mismo no se siente reconocido por los otros, sino a partir del momento en que su experiencia, fuera de su contexto habitual vale también para otros contextos. Es solamente cuando la experiencia sirve para hacer otras experiencias, que el sujeto mete mano en su historia. Como vemos, no alcanza con poner el análisis del trabajo en el centro de la formación. Es necesario también elucidar las finalidades de este acto. El análisis del trabajo no puede ser considerado simplemente como preparatorio de la formación. Se lo puede ver como la formación en tanto que tal. Pero entonces es una formación transformada ella misma en trabajo. Bibliografía Backer, H., Outsiders, Études de sociologie de la déviance, Paris, Métailié, 1985 Bronckart, J.-P., « La conscience comme analyseur des épistéloogies de Vygotsky et Piaget », in Y. Clot (sous la dir de), Avec Vygotsky, Paris, La Dispute, 1999 16 Carrni, J.-P., « La verbalisation comme source d’observables pour l’étude du développement cognitif », in J.-P. Carveri, C. Bastien, P. Mendelsonhn, G. Tiberghien (éd.), Psychologie cognitive : modèles et méthodes, Grenoble, PUG, 1988 Clot, Y., Le travail sans l’homme ? 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