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4_Mineria_y_medio_ambiente - yesica Navarro

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Minería y medio ambiente
La resistencia ambientalista a nuevos desarrollos es más emotiva que basada en sólidas fundamentaciones técnicas
Ha crecido en el país la resistencia a nuevos desarrollos mineros. La polémica ya apuntaba a algunas explotaciones existentes, sobre las que han emergido críticas y hasta algún libro con tono de fuerte denuncia. La razón principal de quienes resisten esta actividad es su impacto contaminante. En algunos casos, se argumenta que el uso de agua implica retacearla de otros destinos imprescindibles. En la resistencia ambientalista no dejan de observarse fuertes tonos emotivos que en muchos casos superan las fundamentaciones técnicas. No puede además dejar de advertirse la presencia de grupos ligados por un claro contenido ideológico, en general teñido de una visión anticapitalista.
La gran minería requiere enormes inversiones y enfrenta riesgos que sólo pueden asumir empresas que operan en escala mayor. Estas suelen trabajar en mercados de crédito y de capital con instituciones que en estos tiempos no quieren ni pueden quedar asociadas a proyectos que produzcan impactos ambientales descalificantes. Tampoco les resulta conveniente exponerse a sentencias judiciales condenatorias por acciones colectivas.
En la minería, el cumplimiento de normas ambientales exigentes es tanto mayor cuanto más grande e internacionalizada sea la empresa. Este es un hecho fáctico y comprobable y se contradice con los discursos de tono combativo que colocan sobre las espaldas de la "gran minería" la acusación de afectar sistemáticamente el ambiente. Los malos, si son grandes, son doblemente malos. Esto no quiere decir que cualquiera sea el tamaño de la explotación, la especialidad o la tecnología, no deba hacerse el mayor esfuerzo en controlar el estricto cumplimiento de las normas.
No hay gobierno que no haya legislado sobre el tema, aunque no todos controlen con la misma eficacia. La contaminación cero prácticamente no existe. Lo que hay son límites suficientemente estrictos como para que no se ponga en riesgo la naturaleza ni la salud humana. Nuestro país no se luce en controlar que esto ocurra y encontramos serios problemas ambientales, como la contaminación hídrica en la región metropolitana de Buenos Aires, o el mal manejo de la basura y los desechos industriales en gran parte de las ciudades del país. Esto debe corregirse y es allí donde deben dirigirse los esfuerzos de los ambientalistas. El caso de Botnia es emblemático. Por utilizar la más moderna y probada tecnología celulósica, ya se sabía que respetaría los límites considerados como no contaminación. Sin embargo, se creó un pánico colectivo que el Gobierno no supo modificar, sino que se montó en él y además inició un costoso pleito internacional. Hoy el mismo gobierno se resiste a publicar los resultados del monitoreo, que comprueban lo que técnicamente ya se sabía.
La ingeniería existe y puede predecir si los procesos tecnológicos, industriales o mineros, respetarán los estándares de no contaminación. También se puede calcular el volumen de agua no restituible y decidir prioridades si ese elemento fuera escaso. La minería a cielo abierto no necesariamente difiere de las explotaciones en profundidad en cuanto al control ambiental. El uso de elementos como el cianuro admite un tratamiento suficiente como para no generar riesgo aguas abajo.
Debe entenderse que si no existiera la minería, no dispondríamos de casi todos los bienes que utilizamos en nuestra vida diaria. La minería bien desarrollada es una fuente de empleo y de riqueza para los países que tienen la fortuna de disponer de los recursos. La Argentina es uno de ellos y los ha subexplotado. Ahora que empezamos a dar ingreso a la gran minería, se corre el riesgo de ahuyentar a quienes han venido a participar. Pareciera que el Gobierno ha entendido la cuestión. El veto inicial del Ejecutivo a una a ley de glaciares con aspectos excesivos debe ser ponderado, aunque no se discuta que haya que preservarlos.
Es importante informar a la sociedad con la mayor claridad. Las situaciones de pánico colectivo en las poblaciones cercanas no se resuelven con apelaciones emotivas ni con teorías conspirativas. Lo único que se logra de esa forma es dañar a los que se dice defender y afectar la economía y el bienestar de todos los argentinos..

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