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Principios básicos y perspectivas en Pediatría El pediatra de hoy es distinto del conocido hace medio siglo y lógicamente en el futuro debe cambiar. No obstante, es lícito pensar que hay principios básicos en nuestra ciencia y en nuestra actividad que no deben olvidarse. En primer lugar, los menores de 15 años son el principal grupo de población en todo el mundo, si bien el 90% de los nacimientos tienen lugar en los países en desarrollo o de baja renta con millones de niños cuya supervivencia está en peligro por causas evitables, como la desnutrición y las infecciones. El progresivo fenómeno de la globalización acerca muchos aspectos, pero también muestra las grandes diferencias existentes según las distintas áreas geográficas. Pero el interés de la pediatría no está basado sólo en esta razón demográfica. Las demandas de asistencia pediátrica crecen con el progreso, al tiempo que en la pediatría científica y asistencial nacen otras orientaciones, como el predominio de las tareas preventivas, la preocupación social, los trastornos del desarrollo, la bioética o la necesidad de adquirir una competencia cultural y emocional adaptadas al entorno que rodea al niño. Además de la obligada renovación de las técnicas de diagnóstico y tratamiento, continúa el proceso de especialización con la consiguiente repercusión científica y profesional. Concepto de Pediatría La pediatría es una necesaria, estimulante y peculiar especialidad médica que nació ante la necesidad, científica y práctica, de conocer la medicina de un ser, cuyas características y reacciones son distintas a las del adulto. Pediatría se refiere en sentido estricto al estudio de las enfermedades de los niños (paidos = niño e iatreia = curación). Puericultura es igual a pediatría preventiva o higiene del niño. A ellas hay que añadir la pediatría social, la pediatría rehabilitadora, la ecopediatría (salud del niño y ambiente), la llamada pediatría del desarrollo referente a la detección temprana de trastornos psicológicos, aunque en realidad crecimiento y desarrollo son hechos básicos de la pediatría y, posiblemente, la biopediatría. Las facetas citadas tienen numerosos puntos comunes y hay tendencia unánime a fundirlas en una sola ciencia: la pediatría que, no sólo se interesa por las enfermedades, sino que estudia al niño en su totalidad. Las circunstancias varían, según se considere al menor individualmente enfermo como motivo de una especializada asistencia (pediatría clínica), el niño sano en que son precisas destacadas normas de higiene y profilaxis (pediatría preventiva, puericultura, biopediatría), el niño sano o enfermo sometido al influjo físico y psíquico de la comunidad en que se desarrolla (pediatría social y rehabilitadora). Dado que el niño sufre cada vez más agresiones, el pediatra debe ser también el “abogado del niño”. Con la primera ley de especialidades médicas (1955) se otorgó el título de “pediatría y puericultura” pero, a partir de 1977 y legislaciones ulteriores, quedó simplificado como “pediatría”. La actual normativa habla de “pediatría y sus áreas específicas” con la posibilidad creciente de especialidades pediátricas diversas, con el reto de aunar el imprescindible concepto de unidad de la pediatría con la necesaria especialización en sus principales áreas. Además, el pediatra debe considerar al niño como un todo y proyectar su patología en su futuro biopsicosocial y en un entorno determinado. Límites de la Pediatría Si por su contenido científico es medicina total de la edad infantil, en cuanto a los límites cronológicos se trata de la medicina aplicada a un periodo de la vida que comienza con el nacimiento y termina en la adolescencia, sin olvidar su intervención en el estudio e investigación del periodo prenatal y la responsabilidad en la salud del adulto. Periodos de la edad pediátrica La edad pediátrica tiene a su vez algunas diferencias según el periodo cronológico. Por ello se han intentado divisiones, que el tiempo ha obligado a cambiar. En el momento presente no hay unanimidad en la terminología, influida, por un lado, por la utilizada en inglés y, por otra, por las variables costumbres escolares. Sería deseable un consenso en esta obra, pero ni siquiera los autores principales muestran acuerdo unánime en una encuesta reciente. Tal vez no es cuestión imprescindible, pero sí merece alguna mención. Se distinguían hace tiempo en los países europeos, de acuerdo con un criterio más bien clínico, una primera infancia desde el nacimiento hasta los dos años y medio, en que se completa la primera dentición; una segunda infancia desde los dos años y medio hasta los seis años, cuando se inicia la segunda dentición y antes comenzaba la asistencia a la escuela; y una tercera infancia desde los seis años hasta la pubertad, completando la segunda dentición, aunque hay excepciones con el último molar o muela del juicio, a veces de aparición muy retrasada. Ahora se considera conveniente por la mayoría precisar más periodos: 1. Recién nacido (RN): el primer mes de la vida o, más exactamente, desde el nacimiento hasta el final de la cuarta semana de vida, 28 días. 2. Lactante: periodo de vida comprendido entre los 28 días de edad y el final del primer año. Algunos recomiendan 18 y hasta 24 meses para añadir nuevo énfasis a la importancia de la lactancia materna prolongada; correspondería al infant inglés. 3. Niño pequeño o de corta edad: de 2 a 3 años, con asistencia frecuente al parvulario o guardería, correspondiente al toddler inglés. La Unión Europea, en sus normas de alimentación, utiliza el término de “niño de corta edad”. Se podría usar párvulo, que encaja con su asistencia al parvulario, pero parece término anticuado en nuestra lengua actual. 4. Preescolar: aplicable ahora para los años 4º y 5º, aunque en realidad en muchos sitios la escolaridad reglada empieza a los 3 años, como sucede entre nosotros como segundo ciclo de la educación infantil. Ya se trata del child en inglés. 5. Escolar: para referirse al periodo de 6 a 13 años, incluyendo el inicio de la pubertad. La educación primaria en nuestro medio actual va de los 6 a los 12 años y la educación secundaria obligatoria, de los 12 a los 16. Los dos siguientes son para el bachillerato. 6. Adolescencia: en sentido estricto, de 14 a 18 años. Corresponde en gran parte al término inglés muy conocido de teenagers. Como se verá en el capítulo correspondiente, cabe dividir la adolescencia en 3 subperiodos. El tema no es nuevo. Como recuerda J. Brines, San Isidoro de Sevilla, en cuya cabeza cabía todo el saber de su tiempo, decía: “Gradus aetatis sex sunt: infantia, pueritia, adolescentia, juventus, maturitas atque senectus”. Características propias de la Pediatría Frente a la medicina orientada al estudio de las enfermedades de los diversos órganos, interesa considerar los problemas del organismo en su totalidad, bien sea del adulto (medicina interna), del niño (pediatría) o del anciano (geriatría). Además, la pediatría ofrece una serie de peculiaridades propias: Biología Entre las propiedades anatómicas y funcionales del organismo infantil destacan: Crecimiento. Actividad común a todos los periodos de la infancia, es tanto más acusada cuanto más cerca está el inicio de la vida, imprimiendo especial personalidad a toda la fisiología del niño. A la pediatría le corresponde el estudio del desarrollo y crecimiento del ser humano, no sólo en el aspecto físico, sino también en el psíquico y en el social. Esto motiva una evolución continua, de modo que el organismo infantil es diferente cada día. Evolución morfológica. También en este sentido el niño no es una “miniatura del adulto”. Las características morfológicas están expresadas en el conocido esquema de Stratz, mostrando, entre otros datos, que la cabeza del RN corresponde a la cuarta parte de su longitud total, mientrasen el adulto representa un octavo de la talla. Inmadurez orgánica. El niño presenta un estado de inmadurez, más evidente en el periodo del RN, pero a menudo persiste en edades posteriores. El sistema nervioso central (SNC) es uno de los más imperfectamente desarrollados al nacer, pero también son conocidas las manifestaciones debidas a la falta de madurez del hígado, pulmón, riñón, órganos sensoriales o intestino. Importancia de la nutrición y del metabolismo. Destaca el papel de la alimentación y nutrición en la inmunidad y en el crecimiento, adaptándose a las distintas edades, así como en la terapéutica de algunas enfermedades. Es enorme la trascendencia médico- social de la desnutrición, la obesidad creciente y la anorexia, en especial, la nerviosa. Inmunidad. El niño pronto queda con su propia inmunidad rudimentaria por la inmadurez de los distintos mecanismos defensivos. No obstante, el lactante es capaz de producir anticuerpos cuando recibe el estímulo de antígenos de suficiente intensidad, por lo que la elevación de la IgM será un buen exponente de infección prenatal o neonatal y las inmunizaciones activas profilácticas pueden aplicarse en los primeros meses de vida. Solidaridad funcional. Todos los órganos y sistemas del niño constituyen un conjunto íntimamente ligado, de manera que rara es la enfermedad de un órgano o aparato que no repercuta sobre otro o en la totalidad del organismo. Esto se justifica por la situación inmunitaria, la inmadurez neurovegetativa, el estado del SNC y la labilidad metabólica. Como Letamendi dijo con cierta hipérbole: el cuerpo es un solo órgano y la vida una sola función. Un ejemplo bien conocido es la patología psicosomática. Características médicas y clínicas Médicos y familias reconocen las diferencias en la forma de reaccionar los niños a las enfermedades, lo que condiciona la: Semiología especial. No todo médico es capaz de asistir correctamente al menor sin un entrenamiento suficiente. De ahí su obligada segregación de la medicina general y a darle el sello de especialidad difícil (Galdó), dada la necesidad habitual de hacer la anamnesis a través de una tercera persona, la frecuente falta de signos subjetivos, la escasa o nula colaboración en la exploración, la aparición de signos clínicos especiales y de otros con diferente significación que en el adulto. De ahí que se pueda definir la pediatría, con Sánchez-Villares, como una “especial manera del quehacer médico en una época de la vida con características y atributos especiales”. El problema se complica porque la patología del niño puede comprender prácticamente todas las enfermedades del adulto (con muy pocas excepciones, pero con grandes diferencias en cuanto a porcentaje de incidencia) y, además, incluye las propias de la infancia. Martínez Vargas señalaba que la pediatría trata de la “patología en el niño y la patología del niño”. Marcada influencia de la genómica y del periodo fetal. Las principales alteraciones patológicas de origen génico, sin olvidar la importante epigenética, se manifiestan en su mayoría en la edad infantil. Igual cabe decir de la influencia ejercida por distintos acontecimientos patológicos posibles en el periodo intrauterino. Terapéutica especializada. Existen igualmente puntos diferenciales, como la especial sensibilidad a determinados medicamentos, la diferente tolerancia, la necesidad de dosificar los fármacos con arreglo a la edad, al peso, a la superficie corporal y al estado nutritivo o las dificultades de algunas vías de administración. Connotaciones sociales y psicológicas La infancia es la fuente más preciada de energías y esperanzas de una nación porque “el niño es el hombre del mañana”: Repercusión sobre la demografía. Es importante la influencia de la natalidad, en unos países alta y en otros demasiado reducida, como en España, donde el número medio de hijos es de 1,35 (en 2005, con media europea de 1,41). Hay una discreta elevación en relación con la tasa de años anteriores, que estaba por debajo del crecimiento vegetativo (en 1998, 1,16 de índice de fecundidad, con ascenso a 1,46 en 2008). Otro factor básico es la gran reducción de la mortalidad infantil: entre el 3 y 5 por 1.000 en los países desarrollados, siendo la mínima conocida del 2 por 1.000 en Finlandia y Singapur. La media oficial en España es de 3,8 por 1.000, con una serie de fenómenos demográficos derivados, entre ellos el incremento de la población: la de España en 2007 es de 44,5 millones, para 731 millones en Europa y 6.515 en el mundo. Influye igualmente en la vida media o esperanza de vida al nacer: la prevista para 2010 es de 85 años para la mujer y 78, con tendencia al aumento. Hace poco se publican datos donde se muestra que en Barcelona las cifras son de 2 puntos más que en la media nacional, lo que se justifica ante todo por la mejor asistencia sanitaria. Las desigualdades no sólo se producen dentro de un mismo país sino cuando se consideran datos mundiales. El parámetro demográfico que más cambia es la mortalidad de la mujer relacionada con la maternidad: 1 caso por cada 47.000 en Irlanda hasta 1 por 7 en Níger. Este dato va paralelo con la mortalidad neonatal: menos de 4 por 1.000 en España y 66 por 1.000 en Liberia, como otras naciones próximas. Nueve de cada diez de estos fallecimientos son debidos a “causas evitables”. Interdependencia con la patología del adulto. La patología del adulto, por una parte, influye sobre la del niño y, por otra, recibe la proyección de la salud infantil: “el niño es el padre del hombre”. A veces enfermedades al parecer exclusivas de la edad adulta no son más que secuelas de alteraciones sufridas en la infancia: “el adulto es un superviviente de la infancia”. Son las responsabilidades a largo plazo de la pediatría (Cuadro 1.1.1). Cuadro 1.1.1. Ejemplos sobre responsabilidad de la pediatría en la promoción de la salud del adulto Educación alimentaria para la prevención de errores cuantitativos o cualitativos en la dieta, como el exceso de sal, azúcar o de grasas saturadas. Vigilancia continuada del estado nutricional, evitando las deficiencias en macro y micronutrientes y, sobre todo, la obesidad, pero también la ortorexia, empezando por la defensa de la lactancia natural o materna. Colaboración en la profilaxis multifactorial de la hipertensión arterial, diabetes mellitus y arterioesclerosis Detección y tratamiento de diversas metabolopatías y endocrinopatías, con una primera actuación mediante el cribado neonatal para la hiperfenilalaninemia y el hipotiroidismo congénito Vigilancia y modificación temprana de los trastornos emocionales, de la conducta y del desarrollo en el niño, que pueden producir consecuencias graves en el adulto Educación sanitaria para prevenir accidentes, tabaquismo y drogodependencia Iniciación en un estilo sano de vida, incluido el ejercicio físico apropiado, sin caer en la vigorexia, y la potenciación de la resiliencia frente a los trastornos psicológicos Disminución de enfermedades infecciosas y sus secuelas gracias al cumplimiento del calendario de inmunizaciones preventivas y uso de la quimioprofilaxis, entre otras normas Actuación posible frente al asma bronquial y los trastornos alérgicos modificando los diversos factores ambientales exógenos y su interacción con la prevención endógena Posible intervención favorable precoz para prevenir la osteoporosis y sus consecuencias, procurando una buena masa ósea en el niño y adolescente Colaboración en la lucha contra las afecciones oncológicas, evitando las radiaciones, la alimentación inadecuada y diversos factores exógenos favorecedores Lucha contra la insuficiencia renal crónica gracias a la correcta terapéutica de la infección de vías urinarias, del reflujo vésico-ureteral y de otras afecciones nefrourológicas Prevención de las cardiopatíasdel adulto, al detectar dislipemias, erradicar la fiebre reumática, corrección quirúrgica de las cardiopatías congénitas y terapéutica médica en diversas cardiopatías adquiridas, como la enfermedad de Kawasaki Disminución de las hepatopatías crónicas a través de la prevención de las hepatitis víricas y tóxicas, del alcoholismo, de la alteración en hemopatías y metabolopatías, así como la corrección de las anomalías congénitas de vías biliares Promoción de la salud bucodental evitando las consecuencias locales y generales de las malposiciones dentarias, caries y periodontitis Procurar una normalidad sensorial mediante la detección precoz de los trastornos auditivos (hipoacusia) y oculares (ambliopía) Educación sanitaria general gracias a las revisiones periódicas y las frecuentes consultas médicas durante toda la edad pediátrica Influencia del ambiente y entorno. Surgen con interés creciente centros dedicados al estudio de la salud del niño relacionada con el ambiente. En todas sus edades el menor es particularmente sensible o vulnerable a las influencias del ambiente y entorno, por tanto físico y psicológico. Las condiciones de la alimentación, de la familia, de la vivienda, del clima, de la comunidad, de la higiene general, educación, estilo de vida, de la asistencia médica o del afecto proporcionado por los mayores que le rodean, tienen una pronta repercusión en la vertiente somática y psíquica sobre un organismo en desarrollo. Se presta nueva atención a la escuela, donde el niño pasa muchas horas. En ella pueden suceder diversos problemas, como el acoso o bullying, causante de trastornos psicosomáticos y otros más serios, hasta el suicidio. Importancia de salud y profilaxis. Cada vez será la salud un aspecto que ocupará más tiempo en el trabajo del pediatra, con tareas diversas de profilaxis, control del normal desarrollo, promoción de la salud y del bienestar. Parece que en ningún otro periodo de la vida tiene tanto interés el estudio del sujeto sano y la promoción de la salud. Igualmente es difícil encontrar una rama de la medicina clínica que preste más interés por la higiene y la profilaxis de las enfermedades. Así lo demuestran los progresos conseguidos en la lucha contra la morbimortalidad infantil y las diversas aportaciones en la profilaxis primaria (vacunaciones crecientes, cloración de aguas, fluoración, yodación de la sal), en la secundaria (diagnóstico preclínico, cribado o screening) y en la terciaria, mediante los progresos diagnóstico-terapéuticos para disminuir las secuelas de la patología aguda y el impacto de la enfermedad crónica. Características psicológicas. Gracias al mismo progreso de la pediatría es posible que los problemas somáticos dejen paso a los trastornos psicológicos y educacionales, sin olvidar la posible eclosión de nuevas enfermedades. De hecho hay tendencia en los países más desarrollados al aumento de las demandas asistenciales de tipo psicosomático, claramente psicológicas o psicosociales en el niño, favorecidas por su continua evolución desde el psiquismo primitivo del feto y RN, todo lo concerniente al establecimiento del apego, hasta la fase de la adolescencia y la plena actividad intelectual del adulto. Algunos hitos históricos En la mayor parte de los periodos históricos los niños fueron infravalorados y, a menudo, abandonados o maltratados. En la Grecia espartana los RN deformes o de poca vitalidad eran sacrificados, arrojándolos en un lugar de la montaña de Taigeto, el punto más alto del Peloponeso. Fue un precedente de otros intentos de eugenesia más recientes, incluso de nuestros días. No obstante, el interés y conocimiento de las enfermedades de la infancia se remonta a los tiempos más antiguos con descripciones de algunos cuadros clínicos en los tiempos hipocráticos. Conceptos primitivos de pediatría se encuentran en obras médicas tan remotas como los papiros egipcios (Elbers, Smith, Rind). Igualmente aparecen antecedentes valiosos en los escritos de Averroes (nacido en Córdoba en 1126), Avicena (980-1037), Avezoar (Sevilla, 1073-1162) y Maimónides (Córdoba, 1135). En la época romana previa hubo aportaciones de interés, como la de Sorano de Éfeso, que trabajó en Roma, dedicando especial atención a las madres y sus hijos, pero la verdadera obra de protección infantil se inició con el cristianismo. Ya el emperador Constantino rechazó el sacrificio de tres mil niños, cuya sangre debería curarle de una posible afección leprosa. En 1362 se estableció en París el Hôpital du Saint-Esprit y en 1563 el de Enfant-Dieu. En España, en la segunda mitad del siglo XVI, Santo Tomás de Villanueva convirtió parte del Palacio Episcopal de Valencia en un hospicio. En 1567 se fundó en Madrid la primera inclusa, apareciendo posteriormente las demás. En el siglo XIX se crean las “gotas de leche” (todavía existentes con adaptación a los nuevos tiempos), las guarderías, las maternidades y gran parte de las instituciones de protección a la infancia que, debidamente modificadas, persisten en nuestros días, trasformadas en centros de acogida. Se considera el primer tratado español de medicina infantil el de Jacobo Díaz de Toledo, publicado en 1538 con el título “Opusculum recens natum de morbis puerorum”, aunque en los mejores libros de medicina del mismo tiempo se incluían capítulos interesantes referentes al niño, como sucede en las obras de Francisco López de Villalobos (“Sumario de la Medicina”, 1498) y de Cristóbal de Vega (“Liber de Arte Medendi”, 1564). La consagración de los estudios pediátricos como saber independiente puede representarse en la obra de Jerónimo Soriano (“Método y orden de curar las enfermedades de los niños”), mientras uno de los libros destacados como importantes en la historia de la pediatría, la “Anweisung zur Kenntnis und Cur der Kinderkrankheiten”, fue publicado por el sueco Rosen von Rosenstein en Upsala en 1765. Antes en Londres (1553) se había editado el “Boke of Chyldren”, de Thomas Phaire. Precedentes de los libros citados en Europa son obras de talante más literario que médico, como la del mallorquín Ramón Lull (“Llibre de Doctrina pueril”, 1279), Arnau de Vilanova (“Regimen Sanitatis Salernitanum”, 12331312) y la de Bagellardus (“Libebellus de Egritudinibus Infantium”, Padua, 1472). En tiempos más próximos, la pediatría ha ido paralela con su entrada en la universidad y antes con el establecimiento de hospitales infantiles en los siglos XVIII y XIX: Hospital infantil de Great Ormond Street (1769) en Londres, Hôpital des Enfants Malades de París (1802, con publicación del libro de F. Rilliet y A.C. Barthez algunos años después), Hospital de La Charité para niños de Berlín (1830), el de San Petersburgo (1834), en Madrid el Hospital del Niño Jesús (1879), y en Barcelona por el mismo tiempo el Hospital de San Juan de Dios. La primera cátedra en España fue creada en 1886, correspondiendo los catedráticos de pediatría iniciales a las Facultades de Medicina de Madrid, Barcelona, Valencia y Granada. El primer profesor de pediatría en los Estados Unidos fue Abraham Jacobi. Nacido y formado en Alemania, en 1861 fue designado profesor de patología y terapéutica infantil en el New York Medical College. En 1888, Harvard nombró a Thomas Morgan Roth, también alemán. A principios del siglo XX, von Pirquet pasa de Viena al Johns Hopkins y poco después Bela Shick a la Escuela de Medicina del Mount Sinai en Nueva York. De esta forma la pediatría alemana, que había sucedido en hegemonía a la eminente clínica francesa, pasó la antorcha del progreso a la norteamericana. La pediatría en el siglo XX comenzó con una primera etapa clínica, que abarcó aproximadamente el primer cuarto de siglo, siendo todavía de tipo descriptivo dominante. Quedaron de ella excelentes exposiciones de la sintomatología de las enfermedades de los niños. A continuaciónse desarrolló una segunda etapa de predominio etiológico con aclaración de la causa de muchos procesos patológicos, correspondiente de manera general al cuarto de siglo siguiente, aunque como todas no deja de progresar y de tener antecedentes interesantes. En ella se incorpora de manera más evidente la investigación gracias al auge creciente de los estudios de laboratorio, con gran repercusión igualmente sobre las investigaciones funcionales (etapa fisiopatológica) y de anatomía patológica o fase anatomopatológica. Se consigue, en efecto, el conocimiento más exacto de los factores causales de las afecciones antes individualizadas por la clínica y no sólo en relación con las infecciones, sino también a propósito de las enfermedades del metabolismo, nutrición, endocrinología, inmunología y anomalías de órganos diversos. Un tercer periodo se puede denominar etapa terapéutica, ya que se producen grandes avances en la profilaxis (vacunas), la quimioterapia y la antibioticoterapia. En el último cuarto del siglo XX, con variaciones según el nivel de desarrollo de cada país, se difunde la consideración, vigente en el siglo XXI, de estar ante una pediatría verdaderamente científica. Se repite que la medicina es arte y ciencia, pero actualmente no hay pediatría sin ciencia. Epidemiología y terreno de la Pediatría Si la pediatría del siglo XX necesitara un monumento, encima del pedestal se debería colocar la imagen de un niño enfermo. Para la pediatría del siglo XXI tal vez habría que cambiar la escultura por otra más grata de un niño sano, pero conservando el pedestal, formado por las bases de la ciencia pediátrica. En cuanto a las causas de mortalidad durante el primer año de vida (mortalidad infantil en sentido estricto), en el periodo de RN (primer mes de vida) están presididas por la prematuridad, bajo peso al nacer, traumatismos neonatales, incluida la anoxia y otras consecuencias del parto y malformaciones. Como mejor índice de salud se destaca actualmente la mortalidad perinatal. Pasado el primer mes, empiezan a tener importancia creciente en esta fase las enfermedades diarreicas agudas y sus consecuencias (deshidratación) y los trastornos respiratorios graves (neumonía). Entre 1 y 14 años, en los países de buen nivel sanitario las principales causas de muerte infantil son los accidentes, las neoplasias y todavía las consecuencias de la patología congénita. Pero la pediatría no se puede considerar como la medicina interna de la edad infantil, sino que su campo de actuación se confunde, como sucede en esta obra, con el de la cirugía infantil o pediatría quirúrgica, y abarca también problemas que corresponden a las llamadas especialidades médicas en sentido estricto. Todo ello obliga a que el pediatra tenga una formación muy amplia. Sin embargo, para la investigación y una mejor actuación de diagnóstico y tratamiento son convenientes hoy día las especialidades pediátricas, sobre todo en el medio hospitalario. Las predicciones sanitarias contemplan la desaparición progresiva, pero más lenta de lo deseado, de los viejos problemas infecciosos y nutricionales, al tiempo que aparecen otros nuevos, obligando a enfrentarse con la nueva patología de los países desarrollados, como son los accidentes, obesidad, alergia, inmunodeficiencias, neoplasias, discapacidad, enfermedades crónicas o patología cardiovascular, sin olvidar los trastornos neuropsíquicos, desde el déficit de atención con hiperactividad a la depresión. Un entorno adecuado y una educación correcta serán una buena higiene mental para paliar esta ola creciente de patología futura, donde el estrés sería un destacado factor patogénico con repercusiones, no sólo psicológicas, sino también somáticas, en especial a través de los trastornos inmunológicos. Factores de cambio en Pediatría Hay que estar atentos a los estudios epidemiológicos, que muestran el cambio de las enfermedades de los niños con el paso del tiempo y según la situación geográfica. La epidemiología muestra tanto la distribución del proceso patológico en la población como los factores que lo condicionan. La profunda transformación de la pediatría científica y clínica ha sido condicionada por unos fenómenos generales: a) Disminución de la natalidad en los países desarrollados como el nuestro, hecho ya comentado. Por tanto, hay menos población inferior a 18 años, que se debe y se puede cuidar mejor, como mayor fuente de riqueza en una sociedad cada vez más envejecida. El impacto favorable de los hijos de madre extranjera ha sido evidente. Estos nacimientos han pasado de 3,26 al 12% en 2008. Por ello la pirámide de población para las familias inmigradas es más propia de un país joven, cosa que no sucede con la de España en general. b) Descenso de la mortalidad infantil. Ha pasado de 186/1.000 en 1900 a menos del 4/1.000, como se indicó. Hay dos factores que se correlacionan positivamente de manera clara con la disminución de la mortalidad infantil: una mayor renta per capita y la asistencia especializada por pediatras. c) Aumento de la patología crónica y número creciente de secuelas. En parte como resultado paradójico de la mayor eficacia terapéutica. Comprenden diversas deficiencias físicas, psíquicas y sensoriales o grupos de alto riesgo para padecerlas. Posiblemente el pediatra deberá dejar de encontrar su principal actividad, su mayor gratificación y autoevaluación en el rápido diagnóstico y la pronta curación, basada en un brillante tratamiento etiológico de las enfermedades agudas. Por el contrario, aceptará que cada vez debe ocuparse más de enfermedades crónicas, en que la mejor terapéutica puede ser la misma presencia del pediatra, dando soporte psicológico a la familia y al niño, y donde los progresos evolutivos son muy lentos. d) Carácter “científico” de la pediatría actual. Le lleva a ser cada vez más “organicista” y más especializada, de modo que cabe pensar que el pediatra no ve al niño más que en las enfermedades agudas, mientras en no raras ocasiones es visitado por distintos especialistas, pediatras o no (nefrólogo, gastroenterólogo, neumólogo, cardiólogo, ORL, oftalmólogo, ortopeda, estomatólogo). El contenido tan rápidamente creciente de la pediatría ha obligado a la especialización, pero se corre el riesgo de olvidar la consideración unitaria o global del niño. e) Condicionantes económicos. Alcanza la medicina actual unos límites de gasto difícilmente soportados por la sanidad estatal, siendo preciso recordar, además, que gran parte de los avances científicos están constituidos por una verdadera avalancha de métodos diagnósticos de laboratorio o por la imagen, que puede originar con su abuso una verdadera “yatrogenia por el diagnóstico”. Se trata de una difícil decisión en cada caso y, en general, de un inestable equilibrio entre pediatría primaria: ambulatoria, básica, barata y eficaz, y una pediatría hospitalaria: científica, costosa, pero salvadora de vidas y, al mismo tiempo, motor del progreso médico. f) Factores socioculturales. Dejando aparte el fenómeno de la inmigración y la pluralidad cultural, considerados en otros lugares, las familias medias tienen más tiempo para dedicar a la salud, presentan un evidente adelanto en su nivel cultural y, en general, una mejor educación sanitaria y, en consecuencia, aumentan las demandas para que el pediatra controle el crecimiento y desarrollo de forma minuciosa y en sus distintas facetas. En ello influye, asimismo, la noción de que los niños han de prepararse muy bien para una sociedad cada vez más competitiva y en que se desea alcanzar un alto nivel de calidad de vida, para lo cual la normalidad física y psíquica parece fundamental. Es un aspecto que puede interferir en la normal relación del pediatra con el paciente y su familia. Existen al mismo tiempo mayores exigencias: el mayor nivel familiar induce a exigir más al pediatra,que debe adaptar su preparación y actividad a estas demandas, que no paran al solicitar una ausencia de enfermedad, un buen crecimiento y una normal nutrición, sino la perfección en el desarrollo. Algunas paradojas acompañan a los avances pediátricos (diagnóstico, prevención, quimioterapia, cirugía, antibioticoterapia), como son: Aumento de las infecciones víricas y por nuevos patógenos. Aparecen numerosos virus respiratorios a los que se incorporan o revalorizan los metaneumovirus, rinovirus y virus de las gripes aviar y porcina (gripe A). Igualmente son causa de morbilidad frecuente los polimorfos enterovirus, los virus herpéticos, los rotavirus, no siempre benignos, o el parvovirus humano 19, sin olvidar los retrovirus, bocavirus y coronavirus. Por otro lado, son nuevos agentes patógenos o relativamente recientes: borreliosis, erhlichiosis, criptosporidiasis, Campylobacter, Legionella, Yersinias o los protozoos propios de las infecciones importadas por la inmigración y los viajes. Estos cambios son más notorios en parte con el descenso de la marea de los microorganismos dominantes en la mayor parte del siglo XX. Más infecciones oportunistas. Sean por hongos, protozoos, micobacterias, enterobacterias o virus, aumentan en parte por la inmunosupresión obligada por la supervivencia en las inmunodeficiencias primarias y secundarias, para la tolerancia de los trasplantes, la quimioterapia antineoplásica y tratamientos similares. Asimismo, los agentes infecciosos se relacionan, con mayor o menor demostración, con patología no infecciosa desde la displasia broncopulmonar del RN y lactante (¿papel de la amnionitis?), hasta el síndrome hemolítico urémico (Escherichia coli 0157-H7), pasando por el ulcus péptico (Helicobacter pylori), el eritema multiforme (virus herpéticos), la artritis crónica (Yersinia), la parálisis facial (borrelias) o asma bronquial y arterioesclerosis (¿clamidias?). Antibioticorresistencia. Son conocidos los ejemplos del neumococo o meningococo resistentes a la penicilina, el estafilococo meticilín-resistente, el Mycobacterium tuberculosis multirresistente o el Haemophilus influenzae b resistente a la ampicilina y a la amoxicilina. También hay resistencia en el caso de los virus como el VIH, que requieren para optimizar el tratamiento la asociación de dos o tres fármacos. Aumento de alergia y autoinmunidad. Puede tratarse de una desviación de los mecanismos de la inmunidad, antes dirigidos a las noxas infecciosas y ahora atraídos por otros objetivos, que pueden ser las propias células del organismo. Existe igualmente la posibilidad de un mayor mimetismo molecular de los nuevos gérmenes patógenos. Conflictos éticos crecientes. Es preciso adelantar su importancia, ya que los dilemas éticos pueden planearse en las diversas actuaciones del pediatra. Las técnicas diagnósticas, progresivamente más exactas, también a veces comportan mayores peligros, uno de ellos el abuso en unos enfermos, lo que limita su empleo en otros, en contra del principio de justicia. La medicación es más eficaz, pero con efectos secundarios y colaterales crecientes, lo que en ocasiones vulnera el principio de beneficencia. La cirugía es igualmente útil, pero puede ser agresiva. Los cuidados intensivos pueden ayudar a mantener las constantes vitales de una forma prolongada y artificial o bien mantienen al niño aislado, produciendo carencia afectiva. La investigación científica tropieza en la edad pediátrica con la dificultad de conseguir un consentimiento debidamente informado. A veces no es posible utilizar un nuevo medicamento, porque no ha sido ensayado en el menor, que se convierte en un “huérfano terapéutico”. Otras, hay que decidirse a emplearlos como un nuevo tratamiento, lo que encubre una investigación clínica no bien planificada. Lo mismo ocurre con el empleo de métodos terapéuticos excepcionales, creando nuevos dilemas éticos, que son más frecuentes en el comienzo y final de la vida. Reto de las enfermedades de baja prevalencia. Se conocen también como enfermedades raras y se definen por una prevalencia menor de 5 casos por 10.000 habitantes (criterio de la Unión Europea). Tienen una etiología variable y su número se sitúa entre 1.500 y 5.000, pero pueden afectar hasta al 4-5% de la población, en países como España. Todo esto condiciona su mayor interés, teniendo en cuenta que son un grave problema asistencial y científico, ya que van ligadas en gran parte a la discapacidad física o psíquica. Principios básicos y perspectivas en Pediatría Concepto de Pediatría Límites de la Pediatría Periodos de la edad pediátrica Características propias de la Pediatría Biología Características médicas y clínicas Connotaciones sociales y psicológicas Algunos hitos históricos Epidemiología y terreno de la Pediatría Factores de cambio en Pediatría
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