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Principios básicos y perspectivas en Pediatría

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Principios básicos y perspectivas en 
Pediatría 
El pediatra de hoy es distinto del conocido hace medio siglo y lógicamente en el futuro 
debe cambiar. No obstante, es lícito pensar que hay principios básicos en nuestra ciencia 
y en nuestra actividad que no deben olvidarse. En primer lugar, los menores de 15 años 
son el principal grupo de población en todo el mundo, si bien el 90% de los nacimientos 
tienen lugar en los países en desarrollo o de baja renta con millones de niños cuya 
supervivencia está en peligro por causas evitables, como la desnutrición y las 
infecciones. 
El progresivo fenómeno de la globalización acerca muchos aspectos, pero también 
muestra las grandes diferencias existentes según las distintas áreas geográficas. Pero el 
interés de la pediatría no está basado sólo en esta razón demográfica. Las demandas de 
asistencia pediátrica crecen con el progreso, al tiempo que en la pediatría científica y 
asistencial nacen otras orientaciones, como el predominio de las tareas preventivas, la 
preocupación social, los trastornos del desarrollo, la bioética o la necesidad de adquirir 
una competencia cultural y emocional adaptadas al entorno que rodea al niño. Además 
de la obligada renovación de las técnicas de diagnóstico y tratamiento, continúa el 
proceso de especialización con la consiguiente repercusión científica y profesional. 
Concepto de Pediatría 
La pediatría es una necesaria, estimulante y peculiar especialidad médica que nació ante 
la necesidad, científica y práctica, de conocer la medicina de un ser, cuyas 
características y reacciones son distintas a las del adulto. Pediatría se refiere en sentido 
estricto al estudio de las enfermedades de los niños (paidos = niño e iatreia = curación). 
Puericultura es igual a pediatría preventiva o higiene del niño. A ellas hay que añadir la 
pediatría social, la pediatría rehabilitadora, la ecopediatría (salud del niño y ambiente), 
la llamada pediatría del desarrollo referente a la detección temprana de trastornos 
psicológicos, aunque en realidad crecimiento y desarrollo son hechos básicos de la 
pediatría y, posiblemente, la biopediatría. Las facetas citadas tienen numerosos puntos 
comunes y hay tendencia unánime a fundirlas en una sola ciencia: la pediatría que, no 
sólo se interesa por las enfermedades, sino que estudia al niño en su totalidad. 
Las circunstancias varían, según se considere al menor individualmente enfermo como 
motivo de una especializada asistencia (pediatría clínica), el niño sano en que son 
precisas destacadas normas de higiene y profilaxis (pediatría preventiva, puericultura, 
biopediatría), el niño sano o enfermo sometido al influjo físico y psíquico de la 
comunidad en que se desarrolla (pediatría social y rehabilitadora). Dado que el niño 
sufre cada vez más agresiones, el pediatra debe ser también el “abogado del niño”. Con 
la primera ley de especialidades médicas (1955) se otorgó el título de “pediatría y 
puericultura” pero, a partir de 1977 y legislaciones ulteriores, quedó simplificado como 
“pediatría”. La actual normativa habla de “pediatría y sus áreas específicas” con la 
posibilidad creciente de especialidades pediátricas diversas, con el reto de aunar el 
imprescindible concepto de unidad de la pediatría con la necesaria especialización en 
sus principales áreas. Además, el pediatra debe considerar al niño como un todo y 
proyectar su patología en su futuro biopsicosocial y en un entorno determinado. 
Límites de la Pediatría 
Si por su contenido científico es medicina total de la edad infantil, en cuanto a los 
límites cronológicos se trata de la medicina aplicada a un periodo de la vida que 
comienza con el nacimiento y termina en la adolescencia, sin olvidar su intervención en 
el estudio e investigación del periodo prenatal y la responsabilidad en la salud del 
adulto. 
Periodos de la edad pediátrica 
La edad pediátrica tiene a su vez algunas diferencias según el periodo cronológico. Por 
ello se han intentado divisiones, que el tiempo ha obligado a cambiar. En el momento 
presente no hay unanimidad en la terminología, influida, por un lado, por la utilizada en 
inglés y, por otra, por las variables costumbres escolares. Sería deseable un consenso en 
esta obra, pero ni siquiera los autores principales muestran acuerdo unánime en una 
encuesta reciente. Tal vez no es cuestión imprescindible, pero sí merece alguna 
mención. Se distinguían hace tiempo en los países europeos, de acuerdo con un criterio 
más bien clínico, una primera infancia desde el nacimiento hasta los dos años y medio, 
en que se completa la primera dentición; una segunda infancia desde los dos años y 
medio hasta los seis años, cuando se inicia la segunda dentición y antes comenzaba la 
asistencia a la escuela; y una tercera infancia desde los seis años hasta la pubertad, 
completando la segunda dentición, aunque hay excepciones con el último molar o muela 
del juicio, a veces de aparición muy retrasada. Ahora se considera conveniente por la 
mayoría precisar más periodos: 
1. Recién nacido (RN): el primer mes de la vida o, más exactamente, desde el 
nacimiento hasta el final de la cuarta semana de vida, 28 días. 
2. Lactante: periodo de vida comprendido entre los 28 días de edad y el final del 
primer año. Algunos recomiendan 18 y hasta 24 meses para añadir nuevo énfasis 
a la importancia de la lactancia materna prolongada; correspondería al infant 
inglés. 
3. Niño pequeño o de corta edad: de 2 a 3 años, con asistencia frecuente al 
parvulario o guardería, correspondiente al toddler inglés. La Unión Europea, en 
sus normas de alimentación, utiliza el término de “niño de corta edad”. Se podría 
usar párvulo, que encaja con su asistencia al parvulario, pero parece término 
anticuado en nuestra lengua actual. 
4. Preescolar: aplicable ahora para los años 4º y 5º, aunque en realidad en muchos 
sitios la escolaridad reglada empieza a los 3 años, como sucede entre nosotros 
como segundo ciclo de la educación infantil. Ya se trata del child en inglés. 
5. Escolar: para referirse al periodo de 6 a 13 años, incluyendo el inicio de la 
pubertad. La educación primaria en nuestro medio actual va de los 6 a los 12 
años y la educación secundaria obligatoria, de los 12 a los 16. Los dos siguientes 
son para el bachillerato. 
6. Adolescencia: en sentido estricto, de 14 a 18 años. Corresponde en gran parte al 
término inglés muy conocido de teenagers. Como se verá en el capítulo 
correspondiente, cabe dividir la adolescencia en 3 subperiodos. El tema no es 
nuevo. Como recuerda J. Brines, San Isidoro de Sevilla, en cuya cabeza cabía 
todo el saber de su tiempo, decía: 
“Gradus aetatis sex sunt: infantia, pueritia, adolescentia, juventus, maturitas atque 
senectus”. 
Características propias de la Pediatría 
Frente a la medicina orientada al estudio de las enfermedades de los diversos órganos, 
interesa considerar los problemas del organismo en su totalidad, bien sea del adulto 
(medicina interna), del niño (pediatría) o del anciano (geriatría). Además, la pediatría 
ofrece una serie de peculiaridades propias: 
Biología 
Entre las propiedades anatómicas y funcionales del organismo infantil destacan: 
Crecimiento. Actividad común a todos los periodos de la infancia, es tanto más acusada 
cuanto más cerca está el inicio de la vida, imprimiendo especial personalidad a toda la 
fisiología del niño. A la pediatría le corresponde el estudio del desarrollo y crecimiento 
del ser humano, no sólo en el aspecto físico, sino también en el psíquico y en el social. 
Esto motiva una evolución continua, de modo que el organismo infantil es diferente 
cada día. 
Evolución morfológica. También en este sentido el niño no es una “miniatura del 
adulto”. Las características morfológicas están expresadas en el conocido esquema de 
Stratz, mostrando, entre otros datos, que la cabeza del RN corresponde a la cuarta parte 
de su longitud total, mientrasen el adulto representa un octavo de la talla. 
Inmadurez orgánica. El niño presenta un estado de inmadurez, más evidente en el 
periodo del RN, pero a menudo persiste en edades posteriores. El sistema nervioso 
central (SNC) es uno de los más imperfectamente desarrollados al nacer, pero también 
son conocidas las manifestaciones debidas a la falta de madurez del hígado, pulmón, 
riñón, órganos sensoriales o intestino. 
Importancia de la nutrición y del metabolismo. Destaca el papel de la alimentación y 
nutrición en la inmunidad y en el crecimiento, adaptándose a las distintas edades, así 
como en la terapéutica de algunas enfermedades. Es enorme la trascendencia médico-
social de la desnutrición, la obesidad creciente y la anorexia, en especial, la nerviosa. 
Inmunidad. El niño pronto queda con su propia inmunidad rudimentaria por la 
inmadurez de los distintos mecanismos defensivos. No obstante, el lactante es capaz de 
producir anticuerpos cuando recibe el estímulo de antígenos de suficiente intensidad, 
por lo que la elevación de la IgM será un buen exponente de infección prenatal o 
neonatal y las inmunizaciones activas profilácticas pueden aplicarse en los primeros 
meses de vida. 
Solidaridad funcional. Todos los órganos y sistemas del niño constituyen un conjunto 
íntimamente ligado, de manera que rara es la enfermedad de un órgano o aparato que no 
repercuta sobre otro o en la totalidad del organismo. Esto se justifica por la situación 
inmunitaria, la inmadurez neurovegetativa, el estado del SNC y la labilidad metabólica. 
Como Letamendi dijo con cierta hipérbole: 
el cuerpo es un solo órgano y la vida una sola función. Un ejemplo bien conocido es la 
patología psicosomática. 
Características médicas y clínicas 
Médicos y familias reconocen las diferencias en la forma de reaccionar los niños a las 
enfermedades, lo que condiciona la: 
Semiología especial. No todo médico es capaz de asistir correctamente al menor sin un 
entrenamiento suficiente. De ahí su obligada segregación de la medicina general y a 
darle el sello de especialidad difícil (Galdó), dada la necesidad habitual de hacer la 
anamnesis a través de una tercera persona, la frecuente falta de signos subjetivos, la 
escasa o nula colaboración en la exploración, la aparición de signos clínicos especiales y 
de otros con diferente significación que en el adulto. De ahí que se pueda definir la 
pediatría, con Sánchez-Villares, como una “especial manera del quehacer médico en 
una época de la vida con características y atributos especiales”. El problema se complica 
porque la patología del niño puede comprender prácticamente todas las enfermedades 
del adulto (con muy pocas excepciones, pero con grandes diferencias en cuanto a 
porcentaje de incidencia) y, además, incluye las propias de la infancia. Martínez Vargas 
señalaba que la pediatría trata de la “patología en el niño y la patología del niño”. 
Marcada influencia de la genómica y del periodo fetal. Las principales alteraciones 
patológicas de origen génico, sin olvidar la importante epigenética, se manifiestan en su 
mayoría en la edad infantil. Igual cabe decir de la influencia ejercida por distintos 
acontecimientos patológicos posibles en el periodo intrauterino. 
Terapéutica especializada. Existen igualmente puntos diferenciales, como la especial 
sensibilidad a determinados medicamentos, la diferente tolerancia, la necesidad de 
dosificar los fármacos con arreglo a la edad, al peso, a la superficie corporal y al estado 
nutritivo o las dificultades de algunas vías de administración. 
Connotaciones sociales y psicológicas 
La infancia es la fuente más preciada de energías y esperanzas de una nación porque “el 
niño es el hombre del mañana”: 
Repercusión sobre la demografía. Es importante la influencia de la natalidad, en unos 
países alta y en otros demasiado reducida, como en España, donde el número medio de 
hijos es de 1,35 (en 2005, con media europea de 1,41). Hay una discreta elevación en 
relación con la tasa de años anteriores, que estaba por debajo del crecimiento vegetativo 
(en 1998, 1,16 de índice de fecundidad, con ascenso a 1,46 en 2008). Otro factor básico 
es la gran reducción de la mortalidad infantil: entre el 3 y 5 por 1.000 en los países 
desarrollados, siendo la mínima conocida del 2 por 1.000 en Finlandia y Singapur. 
La media oficial en España es de 3,8 por 1.000, con una serie de fenómenos 
demográficos derivados, entre ellos el incremento de la población: la de España en 2007 
es de 44,5 millones, para 731 millones en Europa y 6.515 en el mundo. Influye 
igualmente en la vida media o esperanza de vida al nacer: la prevista para 2010 es de 85 
años para la mujer y 78, con tendencia al aumento. Hace poco se publican datos donde 
se muestra que en Barcelona las cifras son de 2 puntos más que en la media nacional, lo 
que se justifica ante todo por la mejor asistencia sanitaria. Las desigualdades no sólo se 
producen dentro de un mismo país sino cuando se consideran datos mundiales. 
El parámetro demográfico que más cambia es la mortalidad de la mujer relacionada con 
la maternidad: 1 caso por cada 47.000 en Irlanda hasta 1 por 7 en Níger. Este dato va 
paralelo con la mortalidad neonatal: menos de 4 por 1.000 en España y 66 por 1.000 en 
Liberia, como otras naciones próximas. Nueve de cada diez de estos fallecimientos son 
debidos a “causas evitables”. 
Interdependencia con la patología del adulto. La patología del adulto, por una parte, 
influye sobre la del niño y, por otra, recibe la proyección de la salud infantil: “el niño es 
el padre del hombre”. A veces enfermedades al parecer exclusivas de la edad adulta no 
son más que secuelas de alteraciones sufridas en la infancia: “el adulto es un 
superviviente de la infancia”. Son las responsabilidades a largo plazo de la pediatría 
(Cuadro 1.1.1). 
 
Cuadro 1.1.1. Ejemplos sobre responsabilidad de la pediatría en la promoción de la 
salud del adulto 
 Educación alimentaria para la prevención de errores cuantitativos o cualitativos 
en la dieta, como el exceso de sal, azúcar o de grasas saturadas. Vigilancia 
continuada del estado nutricional, evitando las deficiencias en macro y 
micronutrientes y, sobre todo, la obesidad, pero también la ortorexia, empezando 
por la defensa de la lactancia natural o materna. Colaboración en la profilaxis 
multifactorial de la hipertensión arterial, diabetes mellitus y arterioesclerosis 
 Detección y tratamiento de diversas metabolopatías y endocrinopatías, con una 
primera actuación mediante el cribado neonatal para la hiperfenilalaninemia y el 
hipotiroidismo congénito 
 Vigilancia y modificación temprana de los trastornos emocionales, de la 
conducta y del desarrollo en el niño, que pueden producir consecuencias graves 
en el adulto 
 Educación sanitaria para prevenir accidentes, tabaquismo y drogodependencia 
 Iniciación en un estilo sano de vida, incluido el ejercicio físico apropiado, sin 
caer en la vigorexia, y la potenciación de la resiliencia frente a los trastornos 
psicológicos 
 Disminución de enfermedades infecciosas y sus secuelas gracias al 
cumplimiento del calendario de inmunizaciones preventivas y uso de la 
quimioprofilaxis, entre otras normas 
 Actuación posible frente al asma bronquial y los trastornos alérgicos 
modificando los diversos factores ambientales exógenos y su interacción con la 
prevención endógena 
 Posible intervención favorable precoz para prevenir la osteoporosis y sus 
consecuencias, procurando una buena masa ósea en el niño y adolescente 
 Colaboración en la lucha contra las afecciones oncológicas, evitando las 
radiaciones, la alimentación inadecuada y diversos factores exógenos 
favorecedores 
 Lucha contra la insuficiencia renal crónica gracias a la correcta terapéutica de la 
infección de vías urinarias, del reflujo vésico-ureteral y de otras afecciones 
nefrourológicas 
 Prevención de las cardiopatíasdel adulto, al detectar dislipemias, erradicar la 
fiebre reumática, corrección quirúrgica de las cardiopatías congénitas y 
terapéutica médica en diversas cardiopatías adquiridas, como la enfermedad de 
Kawasaki 
 Disminución de las hepatopatías crónicas a través de la prevención de las 
hepatitis víricas y tóxicas, del alcoholismo, de la alteración en hemopatías y 
metabolopatías, así como la corrección de las anomalías congénitas de vías 
biliares 
 Promoción de la salud bucodental evitando las consecuencias locales y generales 
de las malposiciones dentarias, caries y periodontitis 
 Procurar una normalidad sensorial mediante la detección precoz de los trastornos 
auditivos (hipoacusia) y oculares (ambliopía) 
 Educación sanitaria general gracias a las revisiones periódicas y las frecuentes 
consultas médicas durante toda la edad pediátrica 
 
Influencia del ambiente y entorno. Surgen con interés creciente centros dedicados al 
estudio de la salud del niño relacionada con el ambiente. En todas sus edades el menor 
es particularmente sensible o vulnerable a las influencias del ambiente y entorno, por 
tanto físico y psicológico. Las condiciones de la alimentación, de la familia, de la 
vivienda, del clima, de la comunidad, de la higiene general, educación, estilo de vida, de 
la asistencia médica o del afecto proporcionado por los mayores que le rodean, tienen 
una pronta repercusión en la vertiente somática y psíquica sobre un organismo en 
desarrollo. Se presta nueva atención a la escuela, donde el niño pasa muchas horas. En 
ella pueden suceder diversos problemas, como el acoso o bullying, causante de 
trastornos psicosomáticos y otros más serios, hasta el suicidio. 
Importancia de salud y profilaxis. Cada vez será la salud un aspecto que ocupará más 
tiempo en el trabajo del pediatra, con tareas diversas de profilaxis, control del normal 
desarrollo, promoción de la salud y del bienestar. Parece que en ningún otro periodo de 
la vida tiene tanto interés el estudio del sujeto sano y la promoción de la salud. 
Igualmente es difícil encontrar una rama de la medicina clínica que preste más interés 
por la higiene y la profilaxis de las enfermedades. Así lo demuestran los progresos 
conseguidos en la lucha contra la morbimortalidad infantil y las diversas aportaciones 
en la profilaxis primaria (vacunaciones crecientes, cloración de aguas, fluoración, 
yodación de la sal), en la secundaria (diagnóstico preclínico, cribado o screening) y en 
la terciaria, mediante los progresos diagnóstico-terapéuticos para disminuir las secuelas 
de la patología aguda y el impacto de la enfermedad crónica. 
Características psicológicas. Gracias al mismo progreso de la pediatría es posible que 
los problemas somáticos dejen paso a los trastornos psicológicos y educacionales, sin 
olvidar la posible eclosión de nuevas enfermedades. De hecho hay tendencia en los 
países más desarrollados al aumento de las demandas asistenciales de tipo 
psicosomático, claramente psicológicas o psicosociales en el niño, favorecidas por su 
continua evolución desde el psiquismo primitivo del feto y RN, todo lo concerniente al 
establecimiento del apego, hasta la fase de la adolescencia y la plena actividad 
intelectual del adulto. 
Algunos hitos históricos 
En la mayor parte de los periodos históricos los niños fueron infravalorados y, a 
menudo, abandonados o maltratados. En la Grecia espartana los RN deformes o de poca 
vitalidad eran sacrificados, arrojándolos en un lugar de la montaña de Taigeto, el punto 
más alto del Peloponeso. 
Fue un precedente de otros intentos de eugenesia más recientes, incluso de nuestros 
días. No obstante, el interés y conocimiento de las enfermedades de la infancia se 
remonta a los tiempos más antiguos con descripciones de algunos cuadros clínicos en 
los tiempos hipocráticos. Conceptos primitivos de pediatría se encuentran en obras 
médicas tan remotas como los papiros egipcios (Elbers, Smith, Rind). Igualmente 
aparecen antecedentes valiosos en los escritos de Averroes (nacido en Córdoba en 
1126), Avicena (980-1037), Avezoar (Sevilla, 1073-1162) y Maimónides (Córdoba, 
1135). En la época romana previa hubo aportaciones de interés, como la de Sorano de 
Éfeso, que trabajó en Roma, dedicando especial atención a las madres y sus hijos, pero 
la verdadera obra de protección infantil se inició con el cristianismo. Ya el emperador 
Constantino rechazó el sacrificio de tres mil niños, cuya sangre debería curarle de una 
posible afección leprosa. En 1362 se estableció en París el Hôpital du Saint-Esprit y en 
1563 el de Enfant-Dieu. En España, en la segunda mitad del siglo XVI, Santo Tomás de 
Villanueva convirtió parte del Palacio Episcopal de Valencia en un hospicio. En 1567 se 
fundó en Madrid la primera inclusa, apareciendo posteriormente las demás. En el siglo 
XIX se crean las “gotas de leche” (todavía existentes con adaptación a los nuevos 
tiempos), las guarderías, las maternidades y gran parte de las instituciones de protección 
a la infancia que, debidamente modificadas, persisten en nuestros días, trasformadas en 
centros de acogida. 
Se considera el primer tratado español de medicina infantil el de Jacobo Díaz de Toledo, 
publicado en 1538 con el título “Opusculum recens natum de morbis puerorum”, 
aunque en los mejores libros de medicina del mismo tiempo se incluían capítulos 
interesantes referentes al niño, como sucede en las obras de Francisco López de 
Villalobos (“Sumario de la Medicina”, 1498) y de Cristóbal de Vega (“Liber de Arte 
Medendi”, 1564). 
La consagración de los estudios pediátricos como saber independiente puede 
representarse en la obra de Jerónimo Soriano (“Método y orden de curar las 
enfermedades de los niños”), mientras uno de los libros destacados como importantes en 
la historia de la pediatría, la “Anweisung zur Kenntnis und Cur der Kinderkrankheiten”, 
fue publicado por el sueco Rosen von Rosenstein en Upsala en 1765. Antes en Londres 
(1553) se había editado el “Boke of Chyldren”, de Thomas Phaire. Precedentes de los 
libros citados en Europa son obras de talante más literario que médico, como la del 
mallorquín Ramón Lull (“Llibre de Doctrina pueril”, 1279), Arnau de Vilanova 
(“Regimen Sanitatis Salernitanum”, 12331312) y la de Bagellardus (“Libebellus de 
Egritudinibus Infantium”, Padua, 1472). 
En tiempos más próximos, la pediatría ha ido paralela con su entrada en la universidad y 
antes con el establecimiento de hospitales infantiles en los siglos XVIII y XIX: Hospital 
infantil de Great Ormond Street (1769) en Londres, Hôpital des Enfants Malades de 
París (1802, con publicación del libro de F. Rilliet y A.C. Barthez algunos años 
después), Hospital de La Charité para niños de Berlín (1830), el de San Petersburgo 
(1834), en Madrid el Hospital del Niño Jesús (1879), y en Barcelona por el mismo 
tiempo el Hospital de San Juan de Dios. La primera cátedra en España fue creada en 
1886, correspondiendo los catedráticos de pediatría iniciales a las Facultades de 
Medicina de Madrid, Barcelona, Valencia y Granada. El primer profesor de pediatría en 
los Estados Unidos fue Abraham Jacobi. Nacido y formado en Alemania, en 1861 fue 
designado profesor de patología y terapéutica infantil en el New York Medical College. 
En 1888, Harvard nombró a Thomas Morgan Roth, también alemán. A principios del 
siglo XX, von Pirquet pasa de Viena al Johns Hopkins y poco después Bela Shick a la 
Escuela de Medicina del Mount Sinai en Nueva York. De esta forma la pediatría 
alemana, que había sucedido en hegemonía a la eminente clínica francesa, pasó la 
antorcha del progreso a la norteamericana. 
La pediatría en el siglo XX comenzó con una primera etapa clínica, que abarcó 
aproximadamente el primer cuarto de siglo, siendo todavía de tipo descriptivo 
dominante. Quedaron de ella excelentes exposiciones de la sintomatología de las 
enfermedades de los niños. A continuaciónse desarrolló una segunda etapa de 
predominio etiológico con aclaración de la causa de muchos procesos patológicos, 
correspondiente de manera general al cuarto de siglo siguiente, aunque como todas no 
deja de progresar y de tener antecedentes interesantes. En ella se incorpora de manera 
más evidente la investigación gracias al auge creciente de los estudios de laboratorio, 
con gran repercusión igualmente sobre las investigaciones funcionales (etapa 
fisiopatológica) y de anatomía patológica o fase anatomopatológica. Se consigue, en 
efecto, el conocimiento más exacto de los factores causales de las afecciones antes 
individualizadas por la clínica y no sólo en relación con las infecciones, sino también a 
propósito de las enfermedades del metabolismo, nutrición, endocrinología, inmunología 
y anomalías de órganos diversos. Un tercer periodo se puede denominar etapa 
terapéutica, ya que se producen grandes avances en la profilaxis (vacunas), la 
quimioterapia y la antibioticoterapia. En el último cuarto del siglo XX, con variaciones 
según el nivel de desarrollo de cada país, se difunde la consideración, vigente en el siglo 
XXI, de estar ante una pediatría verdaderamente científica. Se repite que la medicina es 
arte y ciencia, pero actualmente no hay pediatría sin ciencia. 
Epidemiología y terreno de la Pediatría 
Si la pediatría del siglo XX necesitara un monumento, encima del pedestal se debería 
colocar la imagen de un niño enfermo. Para la pediatría del siglo XXI tal vez habría que 
cambiar la escultura por otra más grata de un niño sano, pero conservando el pedestal, 
formado por las bases de la ciencia pediátrica. 
En cuanto a las causas de mortalidad durante el primer año de vida (mortalidad infantil 
en sentido estricto), en el periodo de RN (primer mes de vida) están presididas por la 
prematuridad, bajo peso al nacer, traumatismos neonatales, incluida la anoxia y otras 
consecuencias del parto y malformaciones. Como mejor índice de salud se destaca 
actualmente la mortalidad perinatal. Pasado el primer mes, empiezan a tener 
importancia creciente en esta fase las enfermedades diarreicas agudas y sus 
consecuencias (deshidratación) y los trastornos respiratorios graves (neumonía). Entre 1 
y 14 años, en los países de buen nivel sanitario las principales causas de muerte infantil 
son los accidentes, las neoplasias y todavía las consecuencias de la patología congénita. 
Pero la pediatría no se puede considerar como la medicina interna de la edad infantil, 
sino que su campo de actuación se confunde, como sucede en esta obra, con el de la 
cirugía infantil o pediatría quirúrgica, y abarca también problemas que corresponden a 
las llamadas especialidades médicas en sentido estricto. Todo ello obliga a que el 
pediatra tenga una formación muy amplia. Sin embargo, para la investigación y una 
mejor actuación de diagnóstico y tratamiento son convenientes hoy día las 
especialidades pediátricas, sobre todo en el medio hospitalario. 
Las predicciones sanitarias contemplan la desaparición progresiva, pero más lenta de lo 
deseado, de los viejos problemas infecciosos y nutricionales, al tiempo que aparecen 
otros nuevos, obligando a enfrentarse con la nueva patología de los países desarrollados, 
como son los accidentes, obesidad, alergia, inmunodeficiencias, neoplasias, 
discapacidad, enfermedades crónicas o patología cardiovascular, sin olvidar los 
trastornos neuropsíquicos, desde el déficit de atención con hiperactividad a la depresión. 
Un entorno adecuado y una educación correcta serán una buena higiene mental para 
paliar esta ola creciente de patología futura, donde el estrés sería un destacado factor 
patogénico con repercusiones, no sólo psicológicas, sino también somáticas, en especial 
a través de los trastornos inmunológicos. 
Factores de cambio en Pediatría 
Hay que estar atentos a los estudios epidemiológicos, que muestran el cambio de las 
enfermedades de los niños con el paso del tiempo y según la situación geográfica. La 
epidemiología muestra tanto la distribución del proceso patológico en la población 
como los factores que lo condicionan. La profunda transformación de la pediatría 
científica y clínica ha sido condicionada por unos fenómenos generales: 
a) Disminución de la natalidad en los países desarrollados como el nuestro, hecho ya 
comentado. Por tanto, hay menos población inferior a 18 años, que se debe y se puede 
cuidar mejor, como mayor fuente de riqueza en una sociedad cada vez más envejecida. 
El impacto favorable de los hijos de madre extranjera ha sido evidente. Estos 
nacimientos han pasado de 3,26 al 12% en 2008. Por ello la pirámide de población para 
las familias inmigradas es más propia de un país joven, cosa que no sucede con la de 
España en general. 
b) Descenso de la mortalidad infantil. Ha pasado de 186/1.000 en 1900 a menos del 
4/1.000, como se indicó. Hay dos factores que se correlacionan positivamente de 
manera clara con la disminución de la mortalidad infantil: una mayor renta per capita y 
la asistencia especializada por pediatras. 
c) Aumento de la patología crónica y número creciente de secuelas. En parte como 
resultado paradójico de la mayor eficacia terapéutica. 
Comprenden diversas deficiencias físicas, psíquicas y sensoriales o grupos de alto 
riesgo para padecerlas. Posiblemente el pediatra deberá dejar de encontrar su principal 
actividad, su mayor gratificación y autoevaluación en el rápido diagnóstico y la pronta 
curación, basada en un brillante tratamiento etiológico de las enfermedades agudas. 
Por el contrario, aceptará que cada vez debe ocuparse más de enfermedades crónicas, en 
que la mejor terapéutica puede ser la misma presencia del pediatra, dando soporte 
psicológico a la familia y al niño, y donde los progresos evolutivos son muy lentos. 
d) Carácter “científico” de la pediatría actual. Le lleva a ser cada vez más 
“organicista” y más especializada, de modo que cabe pensar que el pediatra no ve al 
niño más que en las enfermedades agudas, mientras en no raras ocasiones es visitado 
por distintos especialistas, pediatras o no (nefrólogo, gastroenterólogo, neumólogo, 
cardiólogo, ORL, oftalmólogo, ortopeda, estomatólogo). El contenido tan rápidamente 
creciente de la pediatría ha obligado a la especialización, pero se corre el riesgo de 
olvidar la consideración unitaria o global del niño. 
e) Condicionantes económicos. Alcanza la medicina actual unos límites de gasto 
difícilmente soportados por la sanidad estatal, siendo preciso recordar, además, que gran 
parte de los avances científicos están constituidos por una verdadera avalancha de 
métodos diagnósticos de laboratorio o por la imagen, que puede originar con su abuso 
una verdadera “yatrogenia por el diagnóstico”. Se trata de una difícil decisión en cada 
caso y, en general, de un inestable equilibrio entre pediatría primaria: ambulatoria, 
básica, barata y eficaz, y una pediatría hospitalaria: científica, costosa, pero salvadora de 
vidas y, al mismo tiempo, motor del progreso médico. 
f) Factores socioculturales. Dejando aparte el fenómeno de la inmigración y la 
pluralidad cultural, considerados en otros lugares, las familias medias tienen más tiempo 
para dedicar a la salud, presentan un evidente adelanto en su nivel cultural y, en general, 
una mejor educación sanitaria y, en consecuencia, aumentan las demandas para que el 
pediatra controle el crecimiento y desarrollo de forma minuciosa y en sus distintas 
facetas. En ello influye, asimismo, la noción de que los niños han de prepararse muy 
bien para una sociedad cada vez más competitiva y en que se desea alcanzar un alto 
nivel de calidad de vida, para lo cual la normalidad física y psíquica parece 
fundamental. Es un aspecto que puede interferir en la normal relación del pediatra con 
el paciente y su familia. Existen al mismo tiempo mayores exigencias: el mayor nivel 
familiar induce a exigir más al pediatra,que debe adaptar su preparación y actividad a 
estas demandas, que no paran al solicitar una ausencia de enfermedad, un buen 
crecimiento y una normal nutrición, sino la perfección en el desarrollo. 
Algunas paradojas acompañan a los avances pediátricos (diagnóstico, prevención, 
quimioterapia, cirugía, antibioticoterapia), como son: 
Aumento de las infecciones víricas y por nuevos patógenos. Aparecen numerosos 
virus respiratorios a los que se incorporan o revalorizan los metaneumovirus, rinovirus y 
virus de las gripes aviar y porcina (gripe A). Igualmente son causa de morbilidad 
frecuente los polimorfos enterovirus, los virus herpéticos, los rotavirus, no siempre 
benignos, o el parvovirus humano 19, sin olvidar los retrovirus, bocavirus y 
coronavirus. 
Por otro lado, son nuevos agentes patógenos o relativamente recientes: borreliosis, 
erhlichiosis, criptosporidiasis, Campylobacter, Legionella, Yersinias o los protozoos 
propios de las infecciones importadas por la inmigración y los viajes. Estos cambios son 
más notorios en parte con el descenso de la marea de los microorganismos dominantes 
en la mayor parte del siglo XX. 
Más infecciones oportunistas. Sean por hongos, protozoos, micobacterias, 
enterobacterias o virus, aumentan en parte por la inmunosupresión obligada por la 
supervivencia en las inmunodeficiencias primarias y secundarias, para la tolerancia de 
los trasplantes, la quimioterapia antineoplásica y tratamientos similares. Asimismo, los 
agentes infecciosos se relacionan, con mayor o menor demostración, con patología no 
infecciosa desde la displasia broncopulmonar del RN y lactante (¿papel de la 
amnionitis?), hasta el síndrome hemolítico urémico (Escherichia coli 0157-H7), 
pasando por el ulcus péptico (Helicobacter pylori), el eritema multiforme (virus 
herpéticos), la artritis crónica (Yersinia), la parálisis facial (borrelias) o asma bronquial 
y arterioesclerosis (¿clamidias?). 
Antibioticorresistencia. Son conocidos los ejemplos del neumococo o meningococo 
resistentes a la penicilina, el estafilococo meticilín-resistente, el Mycobacterium 
tuberculosis multirresistente o el Haemophilus influenzae b resistente a la ampicilina y a 
la amoxicilina. También hay resistencia en el caso de los virus como el VIH, que 
requieren para optimizar el tratamiento la asociación de dos o tres fármacos. 
Aumento de alergia y autoinmunidad. Puede tratarse de una desviación de los 
mecanismos de la inmunidad, antes dirigidos a las noxas infecciosas y ahora atraídos 
por otros objetivos, que pueden ser las propias células del organismo. Existe igualmente 
la posibilidad de un mayor mimetismo molecular de los nuevos gérmenes patógenos. 
Conflictos éticos crecientes. Es preciso adelantar su importancia, ya que los dilemas 
éticos pueden planearse en las diversas actuaciones del pediatra. Las técnicas 
diagnósticas, progresivamente más exactas, también a veces comportan mayores 
peligros, uno de ellos el abuso en unos enfermos, lo que limita su empleo en otros, en 
contra del principio de justicia. La medicación es más eficaz, pero con efectos 
secundarios y colaterales crecientes, lo que en ocasiones vulnera el principio de 
beneficencia. La cirugía es igualmente útil, pero puede ser agresiva. 
Los cuidados intensivos pueden ayudar a mantener las constantes vitales de una forma 
prolongada y artificial o bien mantienen al niño aislado, produciendo carencia afectiva. 
La investigación científica tropieza en la edad pediátrica con la dificultad de conseguir 
un consentimiento debidamente informado. A veces no es posible utilizar un nuevo 
medicamento, porque no ha sido ensayado en el menor, que se convierte en un 
“huérfano terapéutico”. Otras, hay que decidirse a emplearlos como un nuevo 
tratamiento, lo que encubre una investigación clínica no bien planificada. Lo mismo 
ocurre con el empleo de métodos terapéuticos excepcionales, creando nuevos dilemas 
éticos, que son más frecuentes en el comienzo y final de la vida. 
Reto de las enfermedades de baja prevalencia. Se conocen también como 
enfermedades raras y se definen por una prevalencia menor de 5 casos por 10.000 
habitantes (criterio de la Unión Europea). Tienen una etiología variable y su número se 
sitúa entre 1.500 y 5.000, pero pueden afectar hasta al 4-5% de la población, en países 
como España. Todo esto condiciona su mayor interés, teniendo en cuenta que son un 
grave problema asistencial y científico, ya que van ligadas en gran parte a la 
discapacidad física o psíquica. 
	Principios básicos y perspectivas en Pediatría
	Concepto de Pediatría
	Límites de la Pediatría
	Periodos de la edad pediátrica
	Características propias de la Pediatría
	Biología
	Características médicas y clínicas
	Connotaciones sociales y psicológicas
	Algunos hitos históricos
	Epidemiología y terreno de la Pediatría
	Factores de cambio en Pediatría

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