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84_Digest_Organizacion

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Dr. Fernando D. Saraví 
 
Los síntomas digestivos, como náuseas, 
vómitos, disfagia, pirosis, dolor abdominal, 
meteorismo, constipación o diarrea son 
frecuentes motivos de consulta. Los trastornos 
digestivos provocan aproximadamente 50 % de 
las visitas al clínico general. La fisiología 
digestiva normal establece la base racional 
indispensable para el diagnóstico y la 
terapéutica. 
El aparato digestivo comprende tanto el 
tracto gastrointestinal (TGI) propiamente dicho 
– boca, orofaringe, esófago, estómago, intestino 
delgado y colon – como glándulas salivales, 
hígado y páncreas (Fig. 1). El TGI consta de 
una serie de órganos huecos conectados entre sí, 
en algunos casos separados por esfínteres. 
En la boca tiene lugar la trituración y 
disgregación de los sólidos. La orofaringe y el 
esófago son meros conductos sin función 
propiamente digestiva. 
El estómago y el 
colon son principalmente 
reservorios, respectivamente 
de los alimentos ingeridos y 
de sus residuos. Aunque 
cumplen ciertas funciones 
digestivas, la mayor parte de 
la digestión y absorción tiene 
lugar en el intestino 
delgado. 
Las glándulas 
accesorias proveen 
secreciones que participan 
decisivamente en la 
digestión de hidratos de 
carbono complejos, proteínas 
y lípidos, además de 
contribuir a mantener un pH 
alcalino (necesario para la 
acción enzimática intestinal) 
y contribuir a proporcionar 
un medio hidroelectrolítico 
apropiado para la absorción. 
El conjunto de las 
secreciones digestivas 
alcanza un volumen diario de 
aprox. 10 L en el adulto, que 
es casi completamente 
reabsorbido, de forma que sólo 0.1 a 0.2 L (1 a 
2 %) se eliminan diariamente en las heces. 
El funcionamiento normal del aparato 
digestivo exige la coordinación temporal de la 
motilidad, la secreción, la digestión, la 
absorción y la circulación. 
 
MOTILIDAD 
En la boca se produce la disgregación mecánica 
de los alimentos sólidos mediante la 
masticación. Allí también se inicia la 
deglución. Tanto la masticación como la 
deglución están controladas por pares craneales 
cuyas motoneuronas inervan músculos 
esqueléticos. 
Excepto en sus extremos proximal y 
distal, que poseen músculos esqueléticos bajo 
control voluntario, la mayor parte del TGI 
contiene músculo liso, típicamente dispuesto en 
dos capas, una longitudinal y otra circular. La 
contracción de la capa longitudinal reduce la 
longitud del segmento y aumenta su diámetro, 
en tanto que la contracción del músculo circular 
reduce la luz intestinal. 
Todos los segmentos del TGI poseen 
movimientos propulsivos y, a partir del 
estómago, también movimientos de mezcla. 
Organización del sistema 
gastrointestinal 
Posgrado-00
Sello
Organización del sistema gastrointestinal 
Dr. Fernando D. Saraví 
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Adicionalmente existen esfínteres, anatómicos 
o funcionales, que regulan el paso del contenido 
luminal en sitios estratégicos: los esfínteres 
esofágicos superior e inferior, el píloro, el 
esfínter ileocecal y los esfínteres anales interno 
y externo. 
 
SECRECIÓN 
La saliva cumple funciones de disgregación, 
dilución y antisépticas. La secreción gástrica 
provee agua y electrolitos, HCl que cumple 
funciones antisépticas y reductoras, además de 
proporcionar el pH adecuado para la acción de 
la enzima proteolítica pepsina. La mucosa 
gástrica secreta además factor intrínseco, 
necesario para la absorción de la vitamina B12 en 
el íleon. Las secreciones alcalinas biliar y 
pancreática neutralizan en el duodeno el quimo 
ácido procedente del estómago. La secreción de 
la mucosa duodenal, rica en bicarbonato, 
contribuye al mismo efecto. 
 
DIGESTIÓN 
Las secreciones digestivas, en especial la 
pancreática, poseen enzimas necesarias para la 
digestión de carbohidratos complejos, proteínas 
y lípidos. Además, la saliva posee una amilasa, 
el jugo gástrico una proteasa (pepsina) y una 
lipasa, y en la membrana luminal del duodeno 
hay disacaridasas y dipeptidasas. 
La digestión de los carbohidratos 
complejos, como almidón, se debe 
principalmente a la amilasa pancreática. Los 
oligo o disacáridos resultantes son digeridos por 
sacaridasas del borde en cepillo del epitelio 
intestinal. 
Las proteínas son digeridas en parte por 
la pepsina gástrica, pero mayormente por las 
proteasas pancreáticas. 
Los lípidos son emulsificados por las 
sales biliares y entonces atacados por las lipasas 
pancreáticas. 
 
ABSORCIÓN 
Las vellosidades y criptas del intestino delgado 
amplían la superficie disponible para la 
absorción de nutrientes. 
 El epitelio intestinal posee un conjunto 
de complejos moleculares que ligan a las células 
entre sí (Fig. 2, A). Los complejos denominados 
uniones estrechas (zonula occludens) son los 
que limitan el paso de sustancias entre las 
células. 
 La absorción puede ser pasiva o activa. 
La absorción pasiva se produce por diferencia 
de concentración del soluto o por transporte 
convectivo, donde el soluto acompaña al agua 
que se absorbe. La absorción pasiva puede 
acontecer por paso de los solutos y agua por los 
espacios intercelulares (vía paracelular) o a 
través de la célula epitelial (vía transcelular); 
Fig. 2, B. La absorción pasiva de sustancias 
liposolubles es en general por vía transcelular, 
mientras que las sustancias hidrosolubles cuya 
masa molecular sea inferior a 600 Da se 
absorben predominantemente por vía 
paracelular. 
 Por otra parte, hay una serie de 
moléculas transportadoras que permiten el 
transporte transcelular de una gran variedad de 
nutrientes. 
Los monosacáridos, aminoácidos y 
dipéptidos son incorporados a las células 
epiteliales (enterocitos) por mecanismos de 
transporte específicos (a menudo como 
simportes con Na+). 
Existen también transportadores para 
minerales (Fe2+, Ca2+, etc) y vitaminas 
hidrosolubles. 
Los lípidos se absorben en su mayor 
parte en forma pasiva (difusional), aunque 
también existen transportadores de membrana 
especializados. 
La absorción de electrolitos es en parte 
pasiva y en parte activa. El agua se absorbe por 
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diferencias osmóticas creadas por la absorción 
de solutos. 
 
CIRCULACIÓN 
Durante la digestión aumenta el caudal 
sanguíneo y linfático del TGI, lo cual es 
necesario para 1) posibilitar las secreciones y 2) 
transportar los nutrientes absorbidos (la linfa es 
el medio de transporte de las lipoproteínas de 
muy baja densidad llamadas quilomicrones). 
Como otras funciones digestivas, el aumento 
postprandial del caudal sanguíneo está sujeto a 
regulación neurohumoral. 
 
 
ESTRUCTURA DE LA PARED DEL TGI 
Si bien existen claras diferencias en los detalles 
estructurales en diferentes niveles, existen 
asimismo semejanzas estructurales comunes a 
todos los segmentos del TGI. La pared de todos 
ellos tiene, desde la luz hacia fuera (Fig. 3): 
1. Mucosa, que consta de un epitelio asentado 
sobre una membrana basal, por debajo de la 
cual se encuentra la lámina propia de tejido 
conectivo laxo, en la cual hay capilares 
sanguíneos y linfáticos, neuronas entéricas y 
células del sistema inmune. Por fuera de la 
lámina propia hay una delgada capa de 
músculo liso llamada muscular de la 
mucosa. 
2. Submucosa. Posee tejido conectivo laxo, 
vasos de mayor tamaño y glándulas cuyo 
conducto excretor desemboca en la luz. En 
ella se encuentra el plexo submucoso de 
Meissner. 
3. Muscular. La túnica 
muscular propiamente dicha 
consta de una capa interna de 
músculo cuyas fibras son 
mayormente perpendiculares 
al eje del órgano (circular) y 
una capa externa con las 
fibras dispuestas 
paralelamente al eje 
(longitudinal). Entre ambas, 
se encuentra el plexo 
nervioso mientérico de 
Auerbach. 
4. Serosa. Es una lámina de 
tejido conectivo derivada del 
peritoneo (peritoneo visceral) 
y recubierta por células 
epiteliales planas. 
 
IRRIGACIÓN DEL TGI 
Esófago. Es irrigado 
principalmente por ramas de la arteria tiroidea 
inferior en su tercio proximal; por ramas de lasarterias bronquiales, la aorta y las arterias 
intercostales derechas en su porción media 
(torácica) y por ramas de las arterias izquierdas 
gástrica media y frénica inferior. Las venas 
esofágicas se dividen en tres grupos: Venas 
intrínsecas que se anastomosan con las 
gástricas, venas extrínsecas (conectadas con las 
anteriores por venas perforantes) que se 
anastomosan con la vena gástrica izquierda y 
venas torácicas, y venas concomitantes 
dispuestas longitudinalmente en la adventicia. 
 El resto del tubo digestivo es irrigado 
por ramas de las arterias mesentéricas y del 
tronco celíaco (Fig. 4). 
Estómago. La irrigación proviene de 
ramas del tronco celíaco: arteria hepática 
común, gástrica izquierda y esplénica. La arteria 
hepática da dos ramas llamadas arteria gástrica 
y gastroepiploica derecha, que irrigan las 
curvaturas menor y mayor, respectivamente. 
Estos vasos se ramifican formando arcadas que 
se anastomosan. Los plexos venosos gástricos 
están conectados con sus homólogos del esófago 
y el duodeno, y drenan hacia el sistema porta 
hepático. 
Intestino delgado. El duodeno está 
irrigado mayormente por la arteria 
pacreatoduodenal, rama del tronco celíaco. El 
yeyunoíleon reciben una docena de ramas de la 
arteria mesentérica superior, que se ramifican y 
forman arcadas, de las cuales salen ramas cortas 
que penetran la pared del intestino. Los plexos 
venosos se anastomosan circunferencial y 
longitudinalmente en la pared intestinal, y 
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drenan principalmente hacia la vena mesentérica 
superior. Esta vena recibe también drenaje del 
lado derecho del colon y se une a la vena 
esplénica para formar la vena porta hepática. 
Intestino grueso. El colon ascendente y 
transverso recibe sangre de las arterias 
ileocólica, cólica derecha y media, ramas de la 
mesentérica superior. Desde el ángulo esplénico 
hasta el sigmoides la irrigación proviene de 
ramas de la arteria mesentérica inferior (cólica 
izquierda y sigmoides). Estos vasos también 
forman arcadas, aunque menos complejas que 
las del yeyunoíleon. El recto recibe irrigación 
de un plexo arterial proveniente de las arterias 
mesentérica inferior e ilíacas internas. La arteria 
rectal superior se anastomosa con las arterias del 
colon sigmoides. El drenaje venoso del intestino 
sigue vías paralelas a las arterias. 
La circulación intramural y los plexos 
capilares de cada nivel del tracto digestivo tiene 
características apropiadas para sus diversas 
funciones que se describirán a propósito de su 
función absortiva. En las vellosidades 
intestinales, las arteriolas y las vénulas 
transcurren muy próximas entre sí, lo que 
ocasiona un intercambio de contracorriente para 
el O2 (que difunde de la arteriola a la vénula) y 
una baja pO2 en el extremo de la vellosidad, que 
la torna susceptible a la isquemia. 
Páncreas. Recibe ramas del tronco 
celíaco y la arteria mesentérica superior. Las 
arterias forman abundantes anastomosis dentro 
de la glándula y originan un plexo interlobular. 
Las venas pancreáticas drenan mayormente 
hacia la vena porta hepática. 
 El caudal sanguíneo del circuito 
esplácnico es de aproximadamente 25 % del 
gasto cardíaco en reposo, es decir de 1250 
mL/min en el período interprandial (cuando los 
procesos digestivos y la absorción de nutrientes 
son mínimos). En las mismas condiciones, el 
consumo de oxígeno en el circuito esplácnico es 
asimismo 25 % del consumo total de oxígeno (~ 
60 mL/min). 
El circuito esplácnico posee un tono 
simpático vasoconstrictor originado en el 
sistema nervioso central, pero además tiene un 
control local relacionado con el estado 
funcional. Por ello hay una hiperemia 
(aumento del caudal) en el período postprandial, 
causada por varios agentes humorales, entre 
ellos las hormonas gastrina, la colecistokinina, y 
los nutrientes absorbidos glucosa y ácidos 
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grasos. En estas condiciones el caudal aumenta 
50 a 60 % y el consumo de oxígeno se duplica. 
Cuando existe hipotensión, el reflejo 
barorreceptor ocasiona una intensa 
vasoconstricción favorece la recuperación de la 
presión arterial porque 1) aumenta la resistencia 
de las arteriolas esplácnicas y con ella la 
resistencia periférica total y b) produce 
venoconstricción, con lo cual sangre contenida 
en las venas esplácnicas es derivada hacia el 
sector arterial. Un efecto similar tiene el 
ejercicio físico, durante el cual el caudal se 
deriva del circuito esplácnico a los músculos en 
actividad. La vasoconstricción intensa de las 
venas esplácnicas puede derivar hasta 500 mL 
de sangre hacia el sector arterial. 
 Hígado. Es irrigado por la arteria 
hepática y la vena porta. La arteria hepática se 
divide en cuatro ramas. La rama derecha irriga 
el lóbulo derecho, la rama media el segmento 
medial del lóbulo izquierdo, la rama izquierda el 
segmento lateral del lóbulo izquierdo, y la 
cística irriga la vesícula biliar. La vena porta 
está formada por la confluencia de las venas 
mesentéricas y esplénica. Ingresa al hígado por 
el hilio y se ramifica progresivamente hasta los 
lobulillos. La sangre arterial y venosa que 
ingresa al hígado egresa de él por las venas 
hepáticas, que drenan a la vena cava inferior. 
Normalmente el hígado contiene aprox. 
750 mL de sangre. El caudal sanguíneo hepático 
proviene de la vena porta (75 %) y de la arteria 
hepática (25 %). No obstante, la mayor parte 
del oxígeno consumido (60 a 75 %) proviene 
del aporte arterial, que posee mayor pO2. 
La presión lateral media en la vena porta 
es de 10 mmHg, mientras que la arteria hepática 
tiene una presión media de ~ 90 mmHg. Ambos 
sistemas confluyen en los sinusoides hepáticos, 
que luego drenan a las vénulas y venas 
hepáticas. En los sinusoides la presión es baja, 
debido a la resistencia elevada de las arteriolas 
hepáticas. Esto es importante porque la elevada 
permeabilidad de los sinusoides permite 
fácilmente la filtración de líquido. Por esta 
razón se produce ascitis cuando la presión de 
los sinusoides se eleva (como en la cirrosis o en 
la insuficiencia cardíaca derecha). 
Cuando aumenta la presión en la vena 
porta (por ej., cirrosis), aumenta la presión en 
las venas esofágicas con las cuales la vena porta 
establece anastomosis, y ello produce várices 
esofágicas y hemorragia (agravada porque los 
pacientes cirróticos suelen tener déficit en los 
Organización del sistema gastrointestinal 
Dr. Fernando D. Saraví 
6
factores de la coagulación). 
El consumo hepático 
de O2 es relativamente 
constante. Existe cierto 
grado de autorregulación del 
caudal sanguíneo, al parecer 
mediado por adenosina, de 
modo que hay una relación 
recíproca entre el caudal 
portal y el arterial hepático: 
cuando uno disminuye, el 
otro tiende a aumentar. 
Ambos sistemas poseen 
también inervación 
vasoconstrictora simpática, 
activa en forma tónica. 
Frente a la hipotensión, el 
aumento de la descarga 
simpática hace que hasta la 
mitad de la sangre presente 
en el hígado –es decir, 375 
mL- se desplace hacia el 
sistema arterial en el ser 
humano (a diferencia de 
animales como el perro, en 
los cuales el principal 
reservorio de sangre es el 
bazo). 
 
INERVACIÓN DEL TGI 
El tracto digestivo posee inervación extrínseca e 
intrínseca. La inervación extrínseca es 
proporcionada por las divisiones simpática y 
parasimpática del sistema autónomo (Fig. 5). La 
inervación simpática procede de los ganglios 
celíaco, mesentérico superior e inferior. La 
mayor parte del TGI, desde el esófago hasta el 
colon transverso, recibe inervación 
parasimpática por los nervios vagos (X par 
craneal), mientras que el colon descendente y el 
recto es inervado por eferentes parasimpáticos 
sacros (S2 a S4). Por los nervios autónomos 
también transcurren aferentes viscerales. En 
general, la inervación parasimpática estimula la 
secreción y la motilidad y la inervación 
parasimpática favorecela reabsorción e inhibe 
la motilidad, excepto en los esfínteres. 
 Las glándulas salivales reciben 
inervación simpática del ganglio cervical 
superior y parasimpática por los nervios facial 
(VII par) y glosofaríngeo (IX par). 
 La inervación parasimpática y simpática 
puede actuar directamente sobre las células 
efectoras o modificar la actividad de las 
neuronas intrínsecas, pertenecientes a lo que se 
considera la tercera división del sistema 
nervioso autónomo, es decir el sistema 
nervioso entérico, formado por plexos 
neuronales existentes en el espesor de la pared a 
lo largo de todo el TGI. Algunas respuestas 
reflejas pueden ser integradas localmente 
(reflejos “cortos”) y otras requieren la 
intervención del sistema nervioso central 
(reflejos “largos”), que también puede modificar 
la actividad del sistema nervioso entérico en 
respuesta a estímulos externos o motivaciones 
internas (Fig. 6). 
 
MICROFLORA DEL TGI 
El tracto digestivo se conecta directamente con 
el ambiente, por lo cual está expuesto al ingreso 
de bacterias y otros microorganismos. Las 
regiones proximales del TGI poseen escasa 
cantidad de bacterias. No obstante, la 
concentración de bacterias crece a lo largo del 
tracto, hasta alcanzar valores superiores a un 
billón/g (1012 bacterias/g) de contenido en el 
colon descendente (Fig. 7). 
 
Barrera intestinal 
El epitelio del TGI en general, y del intestino en 
particular, es una interfase con el ambiente 
externo. Para mantener la constancia del medio 
interno no solamente es necesario regular la 
absorción de nutrientes sino también la 
presencia de microorganismos en el TGI. Esta 
Organización del sistema gastrointestinal 
Dr. Fernando D. Saraví 
7
función se denomina “barrera intestinal” (Fig. 
8). 
 La primera línea de defensa contra una 
excesiva proliferación bacteriana es el mismo 
contenido luminal. La acidez del jugo gástrico, 
las enzimas pancreáticas y las sales biliares 
limitan la existencia de bacterias en el 
estómago, el duodeno y el yeyuno. 
 Una segunda línea de defensa es, como 
se explica luego, la flora microbiana normal. En 
tercer lugar, en un espesor de cientos de 
micrometros por encima de la 
membrana apical del epitelio 
existe un microambiente que 
incluye una capa acuosa 
relativamente inmóvil 
(unstirred layer), el mucus que 
contiene inmunoglobulina A 
(secretoria) y el glicocálix de 
las células epiteliales. 
 En cuarto lugar, el 
epitelio segrega péptidos con 
propiedades antimicrobianas, 
como las defensinas. Estos 
péptidos tienen un efecto 
directo contra algunas 
bacterias y además sirven 
como factores quimiotácticos 
para los monocitos y facilitan 
la opsonización de los 
macrófagos. El rápido 
recambio celular del epitelio 
intestinal, que se renueva cada 
48 a 72 h, también contribuye a su 
función de barrera. 
 En quinto lugar, la lamina 
propria y la submucosa contiene un 
enorme número de células de los 
sistemas inmunes innato y adaptativo 
con capacidad macrofágica y citolítica, 
que segregan citokinas e 
inmunoglobulinas. El sistema inmune 
interactúa además con el sistema 
nervioso entérico y el sistema 
enteroendocrino para proporcionar 
respuestas integradas. 
 Finalmente, la actividad 
propulsiva del músculo liso favorece la 
eliminación de bacterias. 
 
Flora microbiana normal 
El TGI del recién nacido es 
bacteriológicamente estéril. La 
colonización del aparato digestivo por 
bacterias y otros microorganismos se 
inicia luego del nacimiento, se acelera 
desde el tiempo del destete y la flora intestinal 
alcanza una composición relativamente 
constante hacia el primer año de vida. 
La flora bacteriana normal incluye 
pocos phyla pero se estima que hay 500 a 1000 
especies diferentes de bacterias. Las más 
numerosas, que comprenden ~ 90 % del total 
proceden son las del phylum Bacteriodetes (por 
ej., Bacteroides y Prevotella) y Firmicutes (por 
ej., Faecalibacterium, Clostridium, 
Lactobacillus y Enterococcus). La mayoría de 
Organización del sistema gastrointestinal 
Dr. Fernando D. Saraví 
8
estas bacterias son anaerobias. 
 Las bacterias intestinales pueden ser 
simples comensales, pero existe creciente 
evidencia de una relación simbiótica de muchas 
especies con el huésped humano. 
Un ejemplo claro son las bacterias 
(como las del género Prevotella) que producen 
butirato a partir de carbohidratos complejos 
que no pueden ser digeridos por el huésped. El 
butirato es el combustible metabólico preferido 
del epitelio del colon y posee propiedades 
antiinflamatorias y 
antiproliferativas. Además, 
contribuye a mantener una 
adecuada motilidad intestinal a 
través de efectos epigenéticos 
sobre neuronas del plexo 
mientérico, que promueven la 
transmisión colinérgica. Algunas 
bacterias pueden sintetizar 
vitaminas como el folato y la 
vitamina K, y otras moléculas 
bioactivas como fitoestrógenos. 
 La microflora normal 
también es una barrera 
defensiva contra la colonización 
del epitelio por bacterias 
patógenas, no solamente por 
competición sino también por la 
producción de antimicrobianos 
llamados bacteriocinas. De no menor 
importancia es la interacción de la microflora 
normal con el sistema inmune del TGI (que es el 
mayor órgano linfoide del organismo). 
 En resumen, la microflora normal 
interactúa con el huésped a través de la 
maduración postnatal del intestino, la regulación 
de la biología epitelial y de la motilidad 
intestinal, la fortificación de la barrera epitelial, 
la regulación del sistema inmune y la 
Organización del sistema gastrointestinal 
Dr. Fernando D. Saraví 
9
angiogénesis (Fig. 9). 
 La contrapartida es que alteraciones en 
la microflora intestinal se han vinculado con 
diversas enfermedades alérgicas, inflamatorias, 
metabólicas y con el cáncer de colon. 
 
Alteraciones de la flora microbiana 
Diversas influencias ambientales pueden 
modificar la flora normal, y en particular causar 
un desbalance entre Bacteroidetes y Firmicutes. 
Por ej., la alimentación rica en proteínas y 
carbohidratos refinados, típicas de la moderna 
dieta occidental. La vacunación, higiene y el uso 
de antibióticos también influyen en la 
microflora. De hecho, el microbioma intestinal 
de niños de la Unión Europea tiene cerca de 50 
% de Bacteroidetes, mientras que en los niños 
del Africa tiene casi 75 % de Firmicutes. Las 
diferencias se han vinculado con la alta y 
creciente incidencia de enfermedades 
alérgicas, incluyendo asma, en la población 
pediátrica de los países desarrollados. 
 Las alteraciones de la flora microbiana 
se han vinculado también con la patogenia de 
las enfermedades inflamatorias intestinales 
(enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa), en las 
cuales hay una reducción de Bacteroidetes y 
Firmicutes y un incremento de bacterias de los 
phyla Actinobacteria y Proteobacteria. 
 Una inflamación crónica de bajo grado 
puede contribuir asimismo al desarrollo de 
trastornos metabólicos como diabetes tipos 1 y 
2, dislipemias y síndrome metabólico. Una 
alimentación rica en fibras y pobre 
en grasas promueve una microflora 
con predominio de Firmicutes 
(Gram +) sobre Bacteroidetes 
(Gram -), mientras que una 
alimentación rica en grasas causa 
un desbalance a favor de las 
bacterias Gram -, que causa mayor 
producción y absorción de 
lipopolisacáridos (LPS). Los 
lipopolisacáridos tienen potente 
actividad proinflamatoria y 
activan el sistema inmune en el 
hígado, el músculo y el tejido 
adiposo. El estado inflamatorio 
crónico de bajo grado causa 
cambios desfavorables en el 
metabolismo, como por ej. 
resistencia a la insulina (Fig. 10). 
 La ingesta excesiva de 
proteínas y sobre todo grasas 
promueve el desarrollo de cáncer 
de colon al originar, a través del 
metabolismo bacteriano, un estado 
inflamatorio local que favorece la proliferación 
epitelial. Por el contrario, una alimentación rica 
en fibras tiene un efecto antiproliferativo que 
reduce la probabilidad de desarrollo de 
neoplasias (Fig. 11). 
Existe una compleja interacciónentre 
las acciones reguladoras del SNE, el sistema 
endocrino y el sistema inmune. Dicha 
interacción se altera en numerosas 
perturbaciones del TGI, ya sea funcionales 
(p.ej. reflujo esofágico, constipación), 
inflamatorias adquiridas (enfermedad de 
Crohn) o hereditarias (enfermedad celíaca), 
congénitas (enfermedad de Hirschprung), 
infecciosas (gastroenteritis, muchos casos de 
enfermedad ulcerosa péptica).

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