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88 3. Exposición a agentes patógenos que pueden causar la muerte con mayor rapidez que aquella con la cual puede desarrollarse una respuesta inmunitaria eficaz. Aunque la inmunización pasiva puede ser eficaz, debe usarse con precaución porque la inyección de anticuerpos preformados se asocia con ciertos riesgos. Si el anticuerpo se produjo en otra especie, como un caballo (una de las fuentes animales más comunes), el receptor puede montar una fuerte respuesta contra los determinantes isotípicos del anticuerpo extraño, o las partes del anticuerpo que son singulares para la especie equina. Esta respuesta anti-isotipo puede causar serias complicaciones. Algunos individuos producirán anticuerpos IgE específicos para determinantes específicos de caballo. Cifras altas de estos inmunocomplejos de IgE-anticuerpos de caballo pueden inducir desgranulación generalizada de mastocitos, y llevar a anafilaxia sistémica. Otros individuos producen anticuerpos IgG o IgM específicos para el anticuerpo extraño, que forman inmunocomplejos activadores del complemento. El depósito de estos complejos en los tejidos puede llevar a reacciones de hipersensibilidad tipo III. Aun cuando se use antisuero humano, o gammaglobulina, el receptor puede generar una respuesta anti-alotipo contra la inmunoglobulina de ser humano (reconocimiento de diferencias antigénicas dentro de la especie), aunque su intensidad generalmente es mucho menor que la de una respuesta anti-isotipo. INMUNIZACIÓN ACTIVA En tanto el objetivo de la inmunización pasiva es la protección transitoria o el alivio de una enfermedad existente, el objetivo de la inmunización activa es desencadenar la respuesta inmunitaria adaptativa de una manera que provoque inmunidad protectora y memoria inmunológica. Cuando la inmunización activa es exitosa, una exposición subsiguiente al agente patógeno desencadena una respuesta inmunitaria secundaria que elimina de manera exitosa el agente patógeno o previene enfermedad mediada por sus productos. La inmunización activa puede lograrse mediante infección natural por un microorganismo, o puede adquirirse de manera artificial mediante la administración de una vacuna. En la inmunización activa, como su nombre lo indica, el sistema inmunitario desempeña un papel activo —se induce proliferación de células T y B reactivas a antígeno, y da lugar a la formación de células de memoria protectoras—. Tal es el objetivo primario de la vacunación. El programa incluye las vacunas que siguen para niños desde el nacimiento hasta los seis años de edad: 1. Vacuna contra la hepatitis B (HepB) 2. Vacuna combinada contra difteria-tétanos-tos ferina (pertussis) (acelular) (DTaP) 3. Vacuna contra Haemophilus influenzae tipo b (Hib) para prevenir meningitis bacteriana y neumonía 4. Vacuna contra la poliomielitis desactivada (inactivated) (Salk) (ipv) 5. Vacuna combinada contra sarampión (measles)-parotiditis (mumps)-rubéola (mmr) 6. Vacuna contra el virus de la varicela zóster, para varicela 7. Vacuna meningocócica (MCV4) contra Neisseria meningitidis 8. Vacuna conjugada neumocócica (pneumococcal) (pcv) o vacuna de polisacárido neumocócica (pneumococcal) (ppsv) contra Streptococcus pneumoniae 9. Vacuna contra el virus de la gripe (gripe estacional) 10. Vacuna contra la hepatitis A (HepA) 11. Rotavirus (rv) 89 LOS REFUERZOS Los niños típicamente requieren refuerzos (inoculaciones repetidas) a intervalos apropiadamente cronometrados para alcanzar inmunidad protectora. Durante los primeros meses de vida, la razón de esto puede ser la persistencia de anticuerpos maternos circulantes en el lactante. Por ejemplo, los anticuerpos maternos adquiridos de manera pasiva se unen a epítopos sobre la vacuna DTaP y bloquean la activación adecuada del sistema inmunitario; por ende, a fin de alcanzar inmunidad adecuada esta vacuna debe administrarse varias veces después de que los anticuerpos maternos han sido eliminados de la circulación del lactante. Los anticuerpos maternos adquiridos de manera pasiva también interfieren con la eficacia de la vacuna contra el sarampión; por este motivo, la vacuna mmr no se administra antes de los 12 a 15 meses de edad. No obstante, en países en desarrollo, la vacuna contra el sarampión se administra a los nueve meses, aun cuando todavía hay anticuerpos maternos presentes, porque 30 a 50% de los niños de corta edad en estos países contrae la enfermedad antes de los 15 meses de edad. Se requieren múltiples inmunizaciones con la vacuna antipoliomielítica a fin de asegurar que se genere una respuesta inmunitaria adecuada a cada una de las tres cepas de poliovirus que constituyen la vacuna. INMUNIDAD DE GRUPO o REBAÑO La vacunación no es 100% eficaz. Con cualquier vacuna, un pequeño porcentaje de los receptores mostrará poca respuesta y, por ende, no estará adecuadamente protegido. No es un problema serio si la mayor parte de la población es inmune a un agente infeccioso, lo cual reduce de manera significativa el reservorio de agentes patógenos. En este caso, la probabilidad de que un individuo susceptible tenga contacto con un individuo infectado es muy baja. Este fenómeno se conoce como inmunidad de grupo. La aparición de epidemias de sarampión entre estudiantes universitarios y niños en edad preescolar en Estados Unidos se produjo en parte por un decremento general de las vacunaciones, que había disminuido la inmunidad de grupo de la población. Entre niños en edad preescolar, 88% de los que presentaron sarampión no estaba vacunado. La mayoría de los estudiantes universitarios que contrajeron sarampión había sido vacunada durante la niñez, pero sólo en una ocasión. El fracaso de la vacunación única para protegerlos quizá haya dependido de la presencia persistente de anticuerpos maternos adquiridos de manera pasiva (que desaparecen a los 12 a 15 meses de edad), lo cual redujo su respuesta general a la vacuna. Esto dio lugar a la recomendación revisada de que los niños reciban dos inmunizaciones mmr: una a los 12 a 15 meses de edad, y la segunda a los cuatro a seis años. 1. Vacunas vivas, atenuadas Es posible atenuar o desactivar microorganismos, de modo que pierdan su capacidad para causar enfermedad importante (patogenicidad), pero retengan su capacidad para crecer transitoriamente dentro de un huésped inoculado. Algunos agentes están atenuados de manera natural en virtud de su incapacidad para causar enfermedad en un huésped dado, aunque pueden inmunizar a estos individuos.
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